Lechuzas mensajeras
¡Aquí Dátil
reportándose!
No, no soy Dátil, soy
Dait, ¿Ok? En serio, ¿Por qué iba a llamarme Dátil? No me molesta que me
llaméis Dátil y, de hecho, podéis hacerlo si lo consideráis divertido pero
quiero que sepáis que soy Dait, y que si en algún momento pongo Dátil es porque
me apetece y ya está.
También quería
deciros algo importante poniendo el día de hoy como ejemplo. A pesar de que
normalmente suba los capítulos entre las 10 y las 12 no significa que siempre
vaya a ser así. Algunos días, por X circunstancias, tal vez no pueda hacerlo.
Quiero dejar claro que lo que digo los días en los que actualizo pero NO
ESPECIFICO la hora. Así que nada de quejas tontas.
Bueno, sí, me deje a
Percy y a su familia, pero fue apropósito, hay una razón para eso (Ya, no me lo
creo ni yo... pero en serio, algo haré, tal vez).
¿50 reviews en el
primer cap? ¡Increíble! ¡Extraordinario! ¡Potterico!
Ala, pechuga y
capitulo (?) ¿Y las patatas? D:
Todos los personajes y las palabras en negrita pertenecen a J.K. Rowling.
LECHUZAS MENSAJERAS
LECHUZAS MENSAJERAS
—¡Hermione y yo estamos saliendo!
El grito de Ron resonó por toda la sala, creando un silencio
sobrecogedor y haciendo que todos, incluso Sally misma, olvidasen
momentáneamente el filtro de amor.
—¿Qué? —preguntó Harry con la boca abierta de la sorpresa, y
es que sabía que Ron tenía algo importante que decir pero no tenía ni la más
remota idea de que era algo como eso—. Tú, tu... ¿Qué? Pero... ¿Cómo?
El chillido emocionado de Molly sobresaltó a todos en la
sala y muchos miraron sorprendidos como la señora Weasley se abalanzaba sobre
ellos.
—¡Lo sabía! —gritaba mientras les abrazaba—. ¡Sabía que
acabaríais juntos!
—¿Acabaríamos? —preguntó Ron luchando por respirar—. Pero si
apenas acabamos de comenzar...
Ron no pudo evitar dirigir su mirada hacia el resto de su
familia y ver sus reacciones: Arthur estaba tranquilo y calmado, como de
costumbre, pero aun así sonreía abiertamente. Bill y Charlie le miraban con
aprobación. Fred y George tenían los ojos muy abiertos, y es que ambos sabían ya
que esos dos se gustaban mutuamente pero nunca pensaron que ninguno de los dos
fuera a ser capaz de dar el primer paso. Ginny era la que lo tomaba con más
tranquilidad (al contrario que la Ginny del futuro) pero aun así estaba algo
emocionada. Percy le sonreía desde lejos, orgulloso de que su hermano pequeño
hubiese elegido a una chica que fuese inteligente y respetase las reglas.
Después de ver las diferentes reacciones de su familia se
giró hacia Harry, esperando que les felicitase o algo pero, por supuesto, no
esperaba encontrarse con un Harry tan serio como estaba en ese momento. Aun así
comprendió al instante lo que Harry quería decirle con ese semblante serio; Ron
no podía hacer sufrir a Hermione. Y Harry se encargaría de que sufriera en caso
de que llegara a hacerla sufrir.
—Bueno, me alegro por ustedes, Weasley y Granger, pero ahora
tenemos que decidir qué hacer con la señorita Green —dijo la profesora
McGonagall mirando a Sally algo rencorosa.
Sally tragó saliva, le había salido todo mal.
—¡Esta claro! —exclamó Ginny enfadada—. ¡Hay que expulsarla!
Varios la apoyaron.
—No va a ser expulsada —aseguró Dumbledore—. Es cierto que
lo que ha hecho es ilegal, y es cierto también que ha estado muy mal, pero,
como todos sabéis, no ha ocurrido nada grave por esto. Sally será castigada,
únicamente.
McGonagall miró a Sally de manera severa. Si tenía que
castigarla no sería con algo simple.
—Quiero que venga todos los sábados después de cenar a mi
despacho, señorita Green.
—¿Todos los sábados? —preguntó Sally sorprendida—. Eso es
mucho...
—¿Prefiere ser expulsada? —ofreció la profesora McGonagall.
Sally negó rápidamente con la cabeza—. Eso pensaba. Y ahora cenar y a la cama.
.
La cena acabó deprisa y todos se fueron a sus respectivas
camas.
Harry estada de mal humor. Y no porque Sally hubiera
intentado que se enamorase de ella a la fuerza. Ni siquiera estaba enfadado con
ella. Estaba enfadado con Ron. Y no sabía porque. Siempre había pensado que le
gustaría que sus dos amigos se juntaran pero, ahora que estaban juntos, se daba
cuenta de que no era así. Iban a cambiar muchas cosas.
Ahora Harry se sentiría siempre un estorbo cada vez que
estuvieran los tres juntos. Ahora iban a querer pasar mucho más tiempo sin él.
Bufó molesto mientras se metía en la cama.
—¡Ron! —exclamó.
El pelirrojo ya estaba metido en la cama y medio dormido.
—¿Hum?
Harry quería gastar uno de sus favores. Quería que fuese
algo cruel y humillante pero no fue capaz de decirle algo así a su amigo.
—Vete a las cocinas y tráeme tarta de melaza —ordenó.
—Que dices, tío, ¿Ahora? —le preguntó bostezando—. Ni
siquiera tengo hambre.
—Me da igual, ve —insistió Harry—. Me lo debes.
Ron suspiró. Sabía que era cierto que le debía diez favores,
pero no entendía porque Harry quería una maldita tarta de melaza a estas horas
de la noche. Además acababan de cenar.
Resoplando molesto se levantó, cogió el mapa del merodeador
y la capa invisible del baúl de Harry y se marchó.
—Ron —dijo Harry con una voz irritantemente irritante—. Dame
eso, ¿Quieres?
—¿En serio? —se quejó el pelirrojo—. ¿Y a ti qué diablos te
pasa?
Cabreado, lanzó el mapa y la capa contra Harry y salió de la
habitación, sin esperar respuesta.
Harry esperó un par de minutos y cogió su capa y su mapa.
Salió tras de Ron para darle su merecido.
.
Ron caminaba furioso, casi ni se paraba a mirar si había
alguien haciendo guardia antes de girar cada esquina. Y así siguió hasta que
chocó con alguien.
—¡Hey! ¡Mira por dónde vas! —se quejó el desconocido, que
había caído al suelo por el impacto.
Ron frunció el ceño al verle.
—¡Harry! ¿Qué coño haces aquí? —exclamó—. ¡Si ibas a venir
para qué demonios me has mandado venir a mí!
—¿Qué? —preguntó el joven mientras se levantaba—. Yo no soy
Harry. Soy solo un pobre hombre que quiere comer algo de tarta de melaza.
Ron le observó con detalle, tanto como la casi inexistente
luz que entraba por la venta debido a la media luna le permitía. Y vio que era
cierto. Él no era Harry. Eran casi idénticos pero, para empezar, él no tenía ni
gafas ni cicatriz. Pero lo que más hacia ver que no era Harry eran sus ojos.
Los cuales, a pesar de ser idénticos a los de su amigo, mostraban una mirada
más suave. Eran unos ojos que no habían conocido el sufrimiento, eran los ojos
de alguien que no había vivido lo que Harry había vivido.
—¿Quién eres? —preguntó Ron.
—Tu sobrino.
.
Harry veía el mapa del merodeador con preocupación. Ron iba
muy rápido, demasiado, y se acercaba a gran velocidad a alguien. El nombre de
ese alguien asustó a Harry, era “Albus S. Potter”. Empezó a correr, pero ya era
demasiado tarde, ambos habían chocados. Frustrado, comenzó a caminar hacia
ellos lo más rápido que podía. Entonces vio que dos puntos se acercaban a él a
gran velocidad. Y sus nombres asustaron a Harry. Eran “Harry J. Potter” y
“Harry J. Potter”, ¿Qué estaba pasando? Sacó su varita, conjuró un lumus y
esperó a que los puntos llegaran a él.
—Hola —saludó un hombre alto con una sonrisa ladeada cuando
llegó hasta Harry.
—¿Eres yo? —fue lo primero que pudo preguntar Harry al
encontrarse de frente con un hombre mayor que tenía sus ojos, sus gafas y su
cicatriz.
—Somos tú —dijo el adulto señalando el pequeño bulto que
tenía entre sus brazos. Había un bebe. Tenía los ojos de Harry. Era Harry.
Harry comenzó a balbucear cosas sin sentido.
—Si —dijo el Harry adulto mientras soltaba una silenciosa
carcajada—. Lo sé, es extraño.
Harry asintió varias veces, aun sin decir nada.
—Bueno, supongo que te preguntaras que hago aquí, ¿No?
Harry volvió a asentir con la cabeza.
—Pues, la verdad, hay varias razones —dijo el adulto
suspirando—. Por una parte me parecía interesante juntarnos los tres, por otra tengo
que contarte algo sobre Ron y Hermione, también quería darte la enhorabuena por
como evitaste los efectos de la amortentia, y todo eso dejando de lado el hecho
de que mi mujer haya sido la que me empujase hasta aquí para decirte un par de
cosas.
El Harry adulto miraba hacia todos los lados mientras decía
eso ultimo asique Harry le imitó y se encontró con una larga cabellera roja que
se ocultó tras la esquina. Su mente lo relacionó todo y creó un único
pensamiento, Así que al final su esposa sí que sería pelirroja, ¿Eh?
Harry sintió que su yo adulto también la había visto y la
sonrisa que había mostrado probaba que si se trataba de su futura esposa.
—Bueno, sé que estas algo incómodo por la relación entre Ron
y Hermione. Sé que lo estás porque yo también lo estuve. Quiero que sepas una
cosa: es cierto que van a empezar a pasar más tiempo juntos pero no pienses que
van a dejarte de lado, porque no lo harán, nunca. ¿Y sabes? No tengo ningún inconveniente
con que utilices los favores que Ron te debe para molestarle pero hazlo porque
dudó de ti, no porque está saliendo con Hermione. Ella será la madre de sus
hijos.
.
—¿Mi... Sobrino...? —repitió Ron muy despacio.
—Tu... Sobrino... —repitió el joven de manera burlona.
Ron seguía mirándole sin entender.
—¿Cómo vas a ser mi sobrino siendo hijo de Harry?
—preguntó—. ¡Ah! Harry te ha dicho que me llames tío Ron... Claro, eso es.
La sonrisa burlona del joven le dejó bien claro que eso no
era.
—No... —murmuró Ron—. ¡No! ¡No puede ser! ¡Ginny! —dijo
asustado.
El joven, Albus, asintió.
—Pero... Pero... Es mi hermana... Y él es mi mejor amigo...
—dijo Ron.
—¿Quién mejor para tu hermana que él? —preguntó Albus—. Ah,
y como se te ocurra mencionar a alguien pienso hechizarte, que soy hijo de
ellos.
Ron tragó saliva. Eso no lo había pensado, ¿Quién mejor para
su hermana que Harry, el joven que la había salvado de un basilisco teniendo
doce años, el joven que nunca, jamás, intentaría hacerle daño, el joven que
daría su vida cien veces y sin pensarlo por ella? Se mordió el labio
ligeramente, ciertamente Harry era la mejor opción. Pero aun así...
—Somos felices, tío Ron, y ellos también —dijo Albus muy
serio—. Papa y mama hacen la mejor pareja que he visto nunca.
Ron, sintiendo un profundo mareo, decidió cambiar de tema y
guardar ese para pensarlo detenidamente en solitario.
—¿Y yo? ¿Sigo con Hermione? —preguntó esperanzado.
—Eso depende de ti —dijo Albus encogiéndose de hombros—.
Encárgate de cuidarla y de quererla y podrás tener ese futuro en el que ahora
estás pensando.
—Lo haré, no lo dudes.
.
Minutos después Ron volvió a su habitación y cuando entró se
dio cuenta de algo; se había olvidado de la tarta de melaza.
—¿Y mi tarta? —le preguntó Harry desde su cama.
—Ahora voy —dijo Ron molesto dándose la vuelta.
—Nah, no te preocupes —dijo Harry bostezando, Ron se giró
hacia él, aliviado de no tener que bajar de nuevo hasta las cocinas—. Pero que
sepas que me sigues debiendo diez favores.
.
La noche pasó rápido. Bueno, en realidad no, pasó como todas
las noches, pero para Harry y Ron fue demasiado rápido.
Cuando salieron de la habitación y bajaron a la sala común
Harry no pudo evitar bufar en el momento en el que Hermione saltó contra Ron y
le dio un beso de buenos días directamente en los labios. Bufó de nuevo cuando
Ron se lo devolvió. Y decidió marcharse solo, cuando vio que Hermione volvía a
besarle.
—Es divertido, ¿Eh? —dijo Ginny mientras se acercaba a
Harry.
—Es exasperante —resopló el azabache.
Ginny soltó una pequeña risita.
—Bueno, ¿Y qué tal has dormido?
—Bien —admitió Harry—. Pero poco, demasiado poco.
—¿Ya has vuelto a quedarte embobado mirando la cara de
Neville?
—Algo así.
Se encontraron en ese momento con James y Lily. Los cuatro
se saludaron.
—Hacéis buena pareja —dijo James guiñándole un ojo a Ginny,
que enrojeció al instante.
—Al menos mejor que Ron y Hermione —suspiró Harry—. Están
insoportables.
—Enamorados, hijo, se dice enamorados —le explicó su padre—.
Y me apuesto lo que quieras a que te pasará lo mismo a ti tarde o temprano,
¡Tal vez incluso con esta bella señorita que te acompaña!
Harry rió por la tontería y Ginny volvió a enrojecer, ¿Qué
pretendía James?
—Buenos días —saludó Sirius desperezándose, acompañado de
Remus y de Tonks.
—Oh —dijo James con frialdad—. Así que ya han venido los dos
piojosos —entonces sonrió—. Y Tonks —volvió a ponerse serio—. ¿Y tienen pensado
ustedes dos disculparse y contarle a ese pobre viajero en el tiempo donde está
su tercer mejor amigo?
Sirius y Remus bajaron la cabeza y no dijeron nada.
—Déjalo, papa, ya te enteraras con el libro —dijo Harry,
incómodo con el tema.
El desayuno fue bastante desagradable para los que estaban
sentados alrededor de James, aunque, al parecer, Ron y Hermione lo disfrutaron
bastante. Harry no podía creer lo que veía, Ron y Hermione se daban de comer el
uno al otro, junto con frases cursis y tontas, ¡Ron! ¡El hombre que era incapaz
de compartir comida! ¡Estaba dándola el personalmente!
Después de varias arcadas Harry decidió que no podía comer
así.
—Buenos días a todos —saludó el profesor Dumbledore—.
Supongo que todos sabéis que hoy vamos a empezar con la lectura del tercer
libro —dijo cogiendo un libro naranja del montón—. Espero que nadie tenga
ningún inconveniente con que empiece a leer yo —y empezó a leer—: El prisionero de Azkaban.
La mayoría se giraron inconscientemente hacia Sirius y, a
pesar de que James no fue consciente de esto, Lily si lo fue, y comenzó a
asustarse.
Harry Potter era, en
muchos sentidos, un muchacho diferente. Por un lado, las vacaciones de verano
le gustaban menos que cualquier otra época del año;
Muchos se pusieron de mal humor, recordando a los Dursley.
y por otro, deseaba
de verdad hacer los deberes, pero tenía que hacerlos a escondidas, muy entrada
la noche.
Muchos, incluido su padre, miraron a Harry extrañados
mientras los profesores, Hermione, Lily, Molly, Percy y algunos más le
sonreían.
Y además, Harry
Potter era un mago.
Todos sonrieron.
Era casi medianoche y
estaba tumbado en la cama, boca abajo, tapado con las mantas hasta la cabeza,
como en una tienda de campaña. En una mano tenía la linterna y, abierto sobre
la almohada, había un libro grande, encuadernado en piel (Historia de la Magia,
de Adalbert Waffling). Harry recorría la página con la punta de su pluma de
águila, con el entrecejo fruncido, buscando algo que le sirviera para su redacción
sobre «La inutilidad de la quema de brujas en el siglo XIV».
La pluma se detuvo en
la parte superior de un párrafo que podía serle útil. Harry se subió las gafas
redondas, acercó la linterna al libro y leyó:
En la Edad Media, los no magos (comúnmente denominados muggles)
sentían hacia la magia un especial temor, pero no eran muy duchos en reconocerla.
En las raras ocasiones en que capturaban a un auténtico brujo o bruja, la quema
carecía en absoluto de efecto. La bruja o el brujo realizaba un sencillo
encantamiento para enfriar las llamas y luego fingía que se retorcía de dolor
mientras disfrutaba del suave cosquilleo. A Wendelin la Hechicera le gustaba
tanto ser quemada que se dejó capturar no menos de cuarenta y siete veces con
distintos aspectos.
Varios alumnos soltaron una risita mientras los adultos
tragaban saliva asqueados, la quema de brujas había sido algo asqueroso, habían
muerto muchísimos muggles inocentes.
Harry se puso la
pluma entre los dientes y buscó bajo la almohada el tintero y un rollo de
pergamino. Lentamente y con mucho cuidado, destapó el tintero, mojó la pluma y
comenzó a escribir, deteniéndose a escuchar de vez en cuando, porque si alguno
de los Dursley, al pasar hacia el baño, oía el rasgar de la pluma, lo más
probable era que lo encerraran bajo llave hasta el final del verano en el
armario que había debajo de las escaleras.
Muchos gruñeron, enojados con los Dursley al recordar que
habían tenido a Harry viviendo en una alacena por años.
La familia Dursley,
que vivía en el número 4 de Privet Drive, era el motivo de que Harry no pudiera
tener nunca vacaciones de verano. Tío Vernon, tía Petunia y su hijo Dudley
eran los únicos parientes vivos que tenía Harry.
Ninguno de los Potter dijo nada.
Eran muggles, y su
actitud hacia la magia era muy medieval. En casa de los Dursley nunca se
mencionaba a los difuntos padres de Harry; que habían sido brujos. Durante
años, tía Petunia y tío Vernon habían albergado la esperanza de extirpar lo
que Harry tenía de mago, teniéndolo bien sujeto. Les irritaba no haberlo
logrado y vivían con el temor de que alguien pudiera descubrir que Harry había
pasado la mayor parte de los últimos dos años en el Colegio Hogwarts de Magia
y Hechicería. Lo único que podían hacer los Dursley aquellos días era guardar
bajo llave los libros de hechizos, la varita mágica, el caldero y la escoba al
inicio de las vacaciones de verano, y prohibirle que hablara con los vecinos.
Muchos gruñeron cabreados. (NA: Sí, sé que repito mucho lo
de que gruñen pero, ¿Acaso no es la reacción lógica?)
Para Harry había
representado un grave problema que le quitaran los libros, porque los
profesores de Hogwarts le habían puesto muchos deberes para el verano. Uno de
los trabajos menos agradables, sobre pociones para encoger; era para el
profesor menos estimado por Harry, Snape, que estaría encantado de tener una
excusa para castigar a Harry durante un mes.
—Si hubieras contado la razón no te habrían podido castigar
—le dijo Lily.
—Snape sí —dijo James mirando a Snape de mala manera—. Él lo
habría hecho a pesar de todo.
Snape bajó la cabeza y tragó saliva. Sabía que lo habría
hecho y, de alguna manera, se avergonzaba de sí mismo.
Así que, durante la
primera semana de vacaciones, Harry aprovechó la oportunidad: mientras tío
Vernon, tía Petunia y Dudley estaban en el jardín admirando el nuevo coche de
la empresa de tío Vernon (en voz muy alta, para que el vecindario se enterara),
Varios gruñeron nuevamente.
Harry fue a la planta
baja, forzó la cerradura del armario de debajo de las escaleras, cogió algunos
libros y los escondió en su habitación. Mientras no dejara manchas de tinta en
las sábanas, los Dursley no tendrían por qué enterarse de que aprovechaba las
noches para estudiar magia.
Harry no quería
problemas con sus tíos y menos en aquellos momentos, porque estaban enfadados
con él, y todo porque cuando llevaba una semana de vacaciones había recibido
una llamada telefónica de un compañero mago.
Ron bajó la cabeza, con las orejas coloradas.
Ron Weasley, que era
uno de los mejores amigos que Harry tenía en Hogwarts, procedía de una familia
de magos. Esto significaba que sabía muchas cosas que Harry ignoraba, pero
nunca había utilizado el teléfono.
Por desgracia, fue
tío Vernon quien respondió:
—¿Diga?
Harry, que estaba en
ese momento en la habitación, se quedó de piedra al oír que era Ron quien
respondía.
—¿HOLA? ¿HOLA? ¿ME
OYE? ¡QUISIERA HABLAR CON HARRY POTTER!
Hermione soltó una risita al imaginarlo y Ron se avergonzó
más todavía.
Ron daba tales gritos
que tío Vernon dio un salto y alejó el teléfono de su oído por lo menos medio
metro, mirándolo con furia y sorpresa.
—¿QUIÉN ES? —voceó en
dirección al auricular—. ¿QUIÉN ES?
—¡RON WEASLEY! —gritó
Ron a su vez, como si el tío Vernon y él estuvieran comunicándose desde los
extremos de un campo de fútbol—. SOY UN AMIGO DE HARRY, DEL COLEGIO.
Los minúsculos ojos
de tío Vernon se volvieron hacia Harry; que estaba inmovilizado.
Muchos tragaron saliva, preocupados por Harry.
—¡AQUÍ NO VIVE NINGÚN
HARRY POTTER! —gritó tío Vernon, manteniendo el brazo estirado, como si temiera
que el teléfono pudiera estallar—. ¡NO SÉ DE QUÉ COLEGIO ME HABLA! ¡NO VUELVA A
LLAMAR AQUÍ! ¡NO SE ACERQUE A MI FAMILIA!
Colgó el teléfono
como quien se desprende de una araña venenosa.
La bronca que siguió
fue una de las peores que le habían echado.
—¡CÓMO TE ATREVES A
DARLE ESTE NÚMERO A GENTE COMO... COMO TÚ! —le gritó tío Vernon, salpicándolo
de saliva.
Muchos, especialmente los más cercanos a Harry, estaban
alterados y con terribles ganas de darle una buena paliza a Dursley.
Ron, obviamente,
comprendió que había puesto a Harry en un apuro, porque no volvió a llamar.
Ron asintió en silencio.
La mejor amiga de
Harry en Hogwarts, Hermione Granger, tampoco lo llamó. Harry se imaginaba que
Ron le había dicho a Hermione que no lo llamara, lo cual era una pena, porque
los padres de Hermione, la bruja más inteligente de la clase de Harry, eran
muggles, y ella sabía muy bien cómo utilizar el teléfono, y probablemente habría
tenido tacto suficiente para no revelar que estudiaba en Hogwarts.
De manera que Harry
había permanecido cinco largas semanas sin tener noticia de sus amigos magos, y
aquel verano estaba resultando casi tan desagradable como el anterior. Sólo
había una pequeña mejora: después de jurar que no la usaría para enviar
mensajes a ninguno de sus amigos, a Harry le habían permitido sacar de la jaula
por las noches a su lechuza Hedwig. Tío Vernon había transigido debido al
escándalo que armaba Hedwig cuando permanecía todo el tiempo encerrada.
Algunos suspiraron, algo aliviados porque la lechuza pudiera
estirar las alas aunque fuese solo por las noches.
Harry terminó de
escribir sobre Wendelin la Hechicera e hizo una pausa para volver a escuchar.
Sólo los ronquidos lejanos y ruidosos de su enorme primo Dudley rompían el silencio
de la casa. Debía de ser muy tarde. A Harry le picaban los ojos de cansancio.
Sería mejor terminar la redacción la noche siguiente...
Tapó el tintero, sacó
una funda de almohada de debajo de la cama, metió dentro la linterna, la
Historia de la Magia, la redacción, la pluma y el tintero, se levantó y lo
escondió todo debajo de la cama, bajo una tabla del entarimado que estaba
suelta. Se puso de pie, se estiró y miró la hora en la esfera luminosa del
despertador de la mesilla de noche.
Era la una de la
mañana. Harry se sobresaltó: hacía una hora que había cumplido trece años y no
se había dado cuenta.
—¡FELICIDADES! —gritaron muchos.
Harry sonrió divertido, ¿Es que iban a hacer eso siempre?
Harry aún era un
muchacho diferente en otro aspecto: en el escaso entusiasmo con que aguardaba
sus cumpleaños. Nunca había recibido una tarjeta de felicitación. Los Dursley
habían pasado por alto sus dos últimos cumpleaños y no tenía ningún motivo para
suponer que fueran a acordarse del siguiente.
Muchos le miraron con tristeza y se prometieron mandarle
aunque fuese una carta en su siguiente cumpleaños, aunque no se conocieran
demasiado.
Harry atravesó a
oscuras la habitación, pasando junto a la gran jaula vacía de Hedwig, y llegó
hasta la ventana, que estaba abierta. Se apoyó en el alféizar y notó con agrado
en la cara, después del largo rato pasado bajo las mantas, el frescor de la
noche. Hacía dos noches que Hedwig se había ido. Harry no estaba preocupado por
ella (en otras ocasiones se había ausentado durante períodos equivalentes),
pero esperaba que no tardara en volver. Era el único ser vivo en aquella casa
que no se asustaba al verlo.
Las miradas de tristeza hacia Harry aumentaron y Dobby no
paraba de gruñir que era inaceptable que hubiese gente que tratase así a Harry.
Aunque Harry seguía
siendo demasiado pequeño y esmirriado para su edad, había crecido varios
centímetros durante el último año. Sin embargo, su cabello negro azabache
seguía como siempre: sin dejarse peinar. No importaba lo que hiciera con él, el
pelo no se sometía.
—Y no lo hará nunca —dijeron James y Lily, aunque con muy
diferentes tonos de voz.
Tras las gafas tenía
unos ojos verdes brillantes, y sobre la frente, claramente visible entre el
pelo, una cicatriz alargada en forma de rayo.
Harry se cubrió la cicatriz con el flequillo, impidiendo que
todos los que se giraron hacia el pudieran verla.
Aquella cicatriz era
la más extraordinaria de todas las características inusuales de Harry. No era,
como le habían hecho creer los Dursley durante diez años, una huella del accidente
de automóvil que había acabado con la vida de los padres de Harry, porque Lily
y James Potter no habían muerto en un accidente de tráfico, sino asesinados.
Asesinados por el mago tenebroso más temido de los últimos cien años: lord
Voldemort.
Muchos tragaron saliva, intentando no mirar a ninguno de los
Potter.
Harry había
sobrevivido a aquel ataque sin otra secuela que la cicatriz de la frente cuando
el hechizo de Voldemort, en vez de matarlo, había rebotado contra su agresor.
Medio muerto, Voldemort había huido...
Pero Harry había
tenido que vérselas con él desde el momento en que llegó a Hogwarts. Al
recordar junto a la ventana su último encuentro, Harry pensó que si había
cumplido los trece años era porque tenía mucha suerte.
—¡Que no! —exclamó Ginny molesta—. ¡Si estás vivo es porque
eres un mago increíble!
Mucho asintieron con fuerza, así era.
Harry les sonrió sin ganas.
Miró el cielo
estrellado, por si veía a Hedwig, que quizá regresara con un ratón muerto en el
pico, esperando sus elogios. Harry miraba distraído por encima de los tejados
y pasaron algunos segundos hasta que comprendió lo que veía.
Perfilada contra la
luna dorada y creciendo a cada instante se veía una figura de forma
extrañamente irregular que se dirigía hacia Harry batiendo las alas. Se quedó
quieto viéndola descender. Durante una fracción de segundo, Harry no supo, con
la mano en la falleba, si cerrar la ventana de golpe.
Muchos escuchaban preocupados, ¿Qué era?
Pero entonces la
extraña criatura revoloteó sobre una farola de Privet Drive, y Harry, dándose
cuenta de lo que era, se hizo a un lado.
Tres lechuzas
penetraron por la ventana, dos sosteniendo a otra que parecía inconsciente.
Los Weasley supieron entonces que se trataba de Errol.
Aterrizaron
suavemente sobre la cama de Harry, y la lechuza que iba en medio, y que era
grande y gris, cayó y quedó allí inmóvil. Llevaba un paquete atado a las
patas.
Harry reconoció
enseguida a la lechuza inconsciente. Se llamaba Errol y pertenecía a la familia
Weasley Harry se lanzó inmediatamente sobre la cama, desató los cordeles de
las patas de Errol, cogió el paquete y depositó a Errol en la jaula de Hedwig.
Errol abrió un ojo empañado, ululó débilmente en señal de agradecimiento y
comenzó a beber agua a tragos.
Harry volvió al lugar
en que descansaban las otras lechuzas. Una de ellas (una hembra grande y
blanca como la nieve) era su propia Hedwig. También llevaba un paquete y
parecía muy satisfecha de sí misma. Dio a Harry un picotazo cariñoso cuando le
quitó la carga, y luego atravesó la habitación volando para reunirse con
Errol. Harry no reconoció a la tercera lechuza, que era muy bonita y de color
pardo rojizo, pero supo enseguida de dónde venía, porque además del
correspondiente paquete portaba un mensaje con el emblema de Hogwarts. Cuando
Harry le cogió la carta a esta lechuza, ella erizó las plumas orgullosamente,
estiró las alas y emprendió el vuelo atravesando la ventana e internándose en
la noche.
Harry se sentó en la
cama, cogió el paquete de Errol, rasgó el papel marrón y descubrió un regalo
envuelto en papel dorado y la primera tarjeta de cumpleaños de su vida.
Muchos sonrieron a Harry, felices con su felicidad.
Abrió el sobre con
dedos ligeramente temblorosos. Cayeron dos trozos de papel: una carta y un
recorte de periódico.
Supo que el recorte
de periódico pertenecía al diario del mundo mágico El Profeta porque la gente
de la fotografía en blanco y negro se movía. Harry recogió el recorte, lo alisó
y leyó:
FUNCIONARIO DEL MINISTERIO DE MAGIA
RECIBE EL GRAN PREMIO
Arthur Weasley, director del Departamento Contra el Uso Incorrecto de
los Objetos Muggles, ha ganado el gran premio anual Galleon Draw que entrega el
diario El Profeta.
El señor Weasley, radiante de alegría, declaró a El Profeta:
«Gastaremos el dinero en unas vacaciones estivales en Egipto, donde trabaja
Bill, nuestro hijo mayor, deshaciendo hechizos para el banco mágico Gringotts.»
La familia Weasley pasará un mes en Egipto, y regresará para el
comienzo del nuevo curso escolar de Hogwarts, donde estudian actualmente cinco
hijos del matrimonio Weasley.
Muchos sonrieron a los Weasley, quienes también sonreían
recordando las vacaciones.
Observó la fotografía
en movimiento, y una sonrisa se le dibujó en la cara al ver a los nueve Weasley
ante una enorme pirámide, saludándolo con la mano. La pequeña y rechoncha
señora Weasley, el alto y calvo señor Weasley, los seis hijos y la hija tenían (aunque
la fotografía en blanco y negro no lo mostrara) el pelo de un rojo intenso.
Justo en el centro de la foto aparecía Ron, alto y larguirucho, con su rata
Scabbers sobre el hombro y con el brazo alrededor de Ginny, su hermana
pequeña.
Harry no sabía de
nadie que mereciera un premio más que los Weasley, que eran muy buenos y pobres
de solemnidad.
Varios sonrieron a Harry y asintieron. Los Weasley eran muy
buena gente.
Cogió la carta de Ron
y la desdobló.
Querido Harry:
¡Feliz cumpleaños!
Siento mucho lo de la llamada de teléfono. Espero que los muggles no
te dieran un mal rato. Se lo he dicho a mi padre y él opina que no debería
haber gritado.
Egipto es estupendo. Bill nos ha llevado a ver todas las tumbas, y no
te creerías las maldiciones que los antiguos brujos egipcios ponían en ellas.
Mi madre no dejó que Ginny entrara en la última. Estaba llena de esqueletos
mutantes de muggles que habían profanado la tumba y tenían varias cabezas y
cosas así.
Cuando mi padre ganó el premio de El Profeta no me lo podía creer.
¡Setecientos galeones! La mayor parte se nos ha ido en estas vacaciones, pero
me van a comprar otra varita mágica para el próximo curso.
Muchos sonrieron a Ron, recordando que se le había roto la
varita en su segundo año.
Harry recordaba muy
bien cómo se le había roto a Ron su vieja varita mágica. Fue cuando el coche en
que los dos habían ido volando a Hogwarts chocó contra un árbol del parque del
colegio.
—¡Llegar a Hogwarts en un coche volador! —dijo Sirius
todavía emocionado—. ¡Sigo sin creérmelo!
Regresaremos más o menos una semana antes de que comience el curso.
Iremos a Londres a comprar la varita mágica y los nuevos libros. ¿Podríamos vernos
allí?
¡No dejes que los muggles te depriman!
Intenta venir a Londres.
Ron
Posdata: Percy ha ganado el Premio Anual. Recibió la notificación la
semana pasada.
Percy sonrió al recordarlo.
Harry volvió a mirar
la foto. Percy, que estaba en el séptimo y último curso de Hogwarts, parecía
especialmente orgulloso. Se había colocado la medalla del Premio Anual en el
fez que llevaba graciosamente sobre su pelo repeinado. Las gafas de montura de
asta reflejaban el sol egipcio.
Luego Harry cogió el
regalo y lo desenvolvió. Parecía una diminuta peonza de cristal. Debajo había
otra nota de Ron:
Harry:
Esto es un chivatoscopio de bolsillo. Si hay alguien cerca que no sea
de fiar, en teoría tiene que dar vueltas y encenderse. Bill dice que no es más
que una engañifa para turistas magos, y que no funciona, porque la noche
pasada estuvo toda la cena sin parar. Claro que él no sabía que Fred y George
le habían echado escarabajos en la sopa.
Hasta pronto,
Ron
—¡Escarabajos en
la sopa! —exclamó furioso—. ¡Como os atrevéis! ¡Esta me la vais a pagar!
—Vale, lo que tú digas, pero en otro momento, que ahora estamos
leyendo —dijo George tranquilamente.
Harry puso el
chivatoscopio de bolsillo sobre la mesita de noche, donde permaneció inmóvil,
en equilibrio sobre la punta, reflejando las manecillas luminosas del reloj.
—Gracias por el regalo, Ron —agradeció Harry sinceramente.
Lo contempló durante
unos segundos, satisfecho, y luego cogió el paquete que había llevado Hedwig.
También contenía un
regalo envuelto en papel, una tarjeta y una carta, esta vez de Hermione:
Querido Harry:
Ron me escribió y me contó lo de su conversación telefónica con tu tío
Vernon. Espero que estés bien.
En estos momentos estoy en Francia de vacaciones y no sabía cómo
enviarte esto (¿y si lo abrían en la aduana?), ¡pero entonces apareció Hedwig!
Creo que quería asegurarse de que, para variar, recibías un regalo de
cumpleaños.
Muchos sonrieron, alegres por el comportamiento de Hedwig.
El regalo te lo he comprado por catálogo vía lechuza. Había un anuncio
en El Profeta (me he suscrito, hay que estar al tanto de lo que ocurre en el mundo
mágico).
Algunos gruñeron ante la mención del profeta.
¿Has visto la foto que salió de Ron y su familia hace una semana?
Apuesto a que está aprendiendo montones de cosas, me muero de envidia... los
brujos del antiguo Egipto eran fascinantes.
Aquí también tienen un interesante pasado en cuestión de brujería. He
tenido que reescribir completa la redacción sobre Historia de la Magia para
poder incluir algunas cosas que he averiguado. Espero que no resulte
excesivamente larga: comprende dos pergaminos más de los que había pedido el
profesor Binns.
Algunos bufaron y otros rieron divertidos.
Ron dice que irá a Londres la última semana de vacaciones. ¿Podrías ir
tú también? ¿Te dejarán tus tíos? Espero que sí. Si no, nos veremos en el
expreso de Hogwarts el 1 de septiembre.
Besos de
Hermione
Posdata: Ron me ha dicho que Percy ha recibido el Premio Anual. Me
imagino que Percy estará en una nube. A Ron no parece que le haga mucha gracia.
Percy miró a Ron de mala manera mientras este se encogía de
hombros.
Harry volvió a
sonreír mientras dejaba a un lado la carta de Hermione y cogía el regalo.
Pesaba mucho. Conociendo a Hermione, estaba convencido de que sería un gran
libro lleno de difíciles embrujos, pero no. El corazón le dio un vuelco cuando
quitó el papel y vio un estuche de cuero negro con unas palabras estampadas en
plata: EQUIPO DE MANTENIMIENTO DE ESCOBAS VOLADORAS.
Muchos abrieron mucho los ojos, emocionados.
—¡Ostras, Hermione!
—murmuró Harry, abriendo el estuche para echar un vistazo.
Hermione sonrió muy satisfecha de sí misma y alegre de que a
Harry le hubiese gustado su regalo.
—Muchas gracias, de verdad —agradeció Harry de corazón.
Contenía un tarro
grande de abrillantador de palo de escoba marca Fleetwood, unas tijeras
especiales de plata para recortar las ramitas, una pequeña brújula de latón
para los viajes largos en escoba y un Manual de mantenimiento de la escoba
voladora.
Después de sus
amigos, lo que Harry más apreciaba de Hogwarts era el quidditch, el deporte que
contaba con más seguidores en el mundo mágico. Era muy peligroso, muy emocionante,
y los jugadores iban montados en escoba. Harry era muy bueno jugando al
quidditch.
Los Gryffindor sonrieron satisfechos.
Era el jugador más joven
de Hogwarts de los últimos cien años. Uno de sus trofeos más estimados era la
escoba de carreras Nimbus 2.000.
Harry mostró una triste sonrisa al recordar, nuevamente, su
vieja Numbus.
Harry dejó a un lado
el estuche y cogió el último paquete. Reconoció de inmediato los garabatos que
había en el papel marrón: aquel paquete lo había enviado Hagrid, el guardabosques
de Hogwarts. Desprendió la capa superior de papel y vislumbró una cosa verde y
como de piel, pero antes de que pudiera desenvolverlo del todo, el paquete
tembló y lo que estaba dentro emitió un ruido fuerte, como de fauces que se
cierran.
Muchos fruncieron el ceño extrañados.
Harry se estremeció.
Sabía que Hagrid no le enviaría nunca nada peligroso a propósito, pero es que
las ideas de Hagrid sobre lo que podía resultar peligroso no eran muy normales:
Hagrid tenía amistad con arañas gigantes; había comprado en las tabernas
feroces perros de tres cabezas; y había escondido en su cabaña huevos de dragón
(lo cual estaba prohibido).
Harry tocó el paquete
con el dedo, con temor. Volvió a hacer el mismo ruido de cerrar de fauces.
Harry cogió la lámpara de la mesita de noche, la sujetó firmemente con una
mano y la levantó por encima de su cabeza, preparado para atizar un golpe.
—¡Oh, Harry! ¿Tan difícil es darle una simple caricia?
—preguntó Hagrid extrañado.
Entonces cogió con la
otra mano lo que quedaba del envoltorio y tiró de él.
Cayó un libro. Harry
sólo tuvo tiempo de ver su elegante cubierta verde, con el título estampado en
letras doradas, El monstruoso libro de los monstruos, antes de que el libro se
levantara sobre el lomo y escapara por la cama como si fuera un extraño
cangrejo.
—Oh... ah —susurró
Harry.
Cayó de la cama
produciendo un golpe seco y recorrió con rapidez la habitación, arrastrando las
hojas. Harry lo persiguió procurando no hacer ruido. Se había escondido en el
oscuro espacio que había debajo de su mesa. Rezando para que los Dursley
estuvieran aún profundamente dormidos, Harry se puso a cuatro patas y se acercó
a él.
—¡Ay!
El libro se cerró
atrapándole la mano y huyó batiendo las hojas, apoyándose aún en las cubiertas.
Harry gateó, se echó hacia delante y logró aplastarlo. Tío Vernon emitió un
sonoro ronquido en el dormitorio contiguo.
Hedwig y Errol lo
observaban con interés mientras Harry sujetaba el libro fuertemente entre sus
brazos, se iba a toda prisa hacia los cajones del armario y sacaba un cinturón
para atarlo. El libro monstruoso tembló de ira, pero ya no podía abrirse ni
cerrarse, así que Harry lo dejó sobre la cama y cogió la carta de Hagrid.
Hagrid bufó, algo molesto, ¿Por qué había tenido que atarlo
con un cinturón y tenerlo enfadado cuando podía simplemente acariciarlo y que
estuviera contento?
Querido Harry:
¡Feliz cumpleaños!
He pensado que esto te podría resultar útil para el próximo curso. De
momento no te digo nada más. Te lo diré cuando nos veamos.
Espero que los muggles te estén tratando bien.
Con mis mejores deseos,
Hagrid
James frunció el ceño, ¿A qué se refería Hagrid?
A Harry le dio mala
espina que Hagrid pensara que podía serle útil un libro que mordía, pero dejó
la tarjeta de Hagrid junto a las de Ron y Hermione, sonriendo con más ganas
que nunca. Ya sólo le quedaba la carta de Hogwarts.
Percatándose de que
era más gruesa de lo normal, Harry rasgó el sobre, extrajo la primera página de
pergamino y leyó:
Estimado señor Potter:
Le rogamos que no olvide que el próximo curso dará comienzo el 1 de
septiembre. El expreso de Hogwarts partirá a las once en punto de la mañana de
la estación de King’s Cross, anden nueve y tres cuartos.
A los alumnos de tercer curso se les permite visitar determinados
fines de semana el pueblo de Hogsmeade. Le rogamos que entregue a sus padres o
tutores el documento de autorización adjunto para que lo firmen.
También se adjunta la lista de libros del próximo curso.
Atentamente,
Profesora M. McGonagall
Subdirectora
Entonces Lily y James se pusieron serios de repente, ¿Los
Dursley firmarían el permiso de Harry para ir a Hogsmeade?
Harry extrajo la
autorización para visitar el pueblo de Hogsmeade, y la examinó, ya sin sonreír.
Sería estupendo visitar Hogsmeade los fines de semana; sabía que era un pueblo
enteramente dedicado a la magia y nunca había puesto en él los pies. Pero ¿cómo
demonios iba a convencer a sus tíos de que le firmaran la autorización?
Varios pusieron muecas, dando por seguro que no iba a
conseguir la autorización.
Miró el despertador.
Eran las dos de la mañana.
Decidió pensar en
ello al día siguiente, se metió en la cama y se estiró para tachar otro día en
el calendario que se había hecho para ir descontando los días que le quedaban
para regresar a Hogwarts. Se quitó las gafas y se acostó para contemplar las
tres tarjetas de cumpleaños.
Aunque era un
muchacho diferente en muchos aspectos, en aquel momento Harry Potter se sintió
como cualquier otro: contento, por primera vez en su vida, de que fuera su cumpleaños.
Muchos sonrieron a Harry, contentos porque estuviese
contento.
—Aquí acaba —anunció Dumbledore—. Señorita Greengrass,
¿Haría el favor de leer el siguiente capítulo?
Dumbledore no miraba a ninguna de las dos pero ambas
sintieron que se refería a Astoria. Esta se levantó y caminó hasta el director.
—Por supuesto —dijo mientras cogía el libro y leía el título
del siguiente capítulo—. El error de tía
Marge.
¡Son las tres y no he
subido el capítulo! Intentaré ser bueno y no decir demasiado aquí, solo os digo
que, en este mismo espacio, cuando acabe el siguiente capítulo, os haré una
pequeña guía de cómo ser adorable (llevo años investigando) (y no, yo no pienso
ponerlo en práctica, a mí me gustan las personas adorables no el ser yo
adorable).
¡NOS VEMOS! ¡MUGGLES!
¡N00bs! ¡USELESESES!
Por cierto, tener en
cuenta algo importante: Cuando miráis a alguien, ese alguien puede veros a vosotros. Si miras a alguien a los ojos, él puede ver que le miras a los ojos.
Parece que hay gente que no es consciente de eso. Me hace gracia.
BYE!
PD: Probar una cosa,
cuando digáis palabras como “Prismáticos” decir “Pirismáticos”, con “palabra”
decir “Palabara” ¿Se entiende? A mí me mola, es diveretido. ¿Veredad
muggeleseses?
Genial el cap, me encanta como escribes... Por cierto, yo creo que eres adorable
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