miércoles, 24 de septiembre de 2014

La cámara de los secretos


Hola!

Hoy me he levantado de buen humor, ¡Ayer logré dormir 7 horas! Me siento genial.

Vaya, muchos habéis dicho que las patatas están mejor que la carne. Os apoyo. Las patatas son de lo mejor.

Otra cosa que me ha hecho sonreír es ver que muchos me estáis llamando Patope Patata, lo estoy disfrutando, lástima que sea solo por una semana.

Por cierto, ¿Cuántos de vosotros tenéis hermanos pequeños? ¿Acaso no son el mejor invento del mundo? Hacen lo que les digas a cambio de muy poca cosa, es algo extraordinario, aparte son pequeñines y kawaiis :3

Bueno, ayer Ron se sació del todo. Por si no quedó suficientemente claro lo explico. Esos golpes no fueron solo por el calor del momento. Bueno, el primero sí. Pero luego decidió dejarlo todo. Rencores antiguos, enfados, todo. No le perdonará, pero sí quería dejar atrás las peleas infantiles. Entonces se dio cuenta de que no había sido suficiente y le dio otro puñetazo, para sacar lo que todavía tenía acumulado dentro, ¿Me he explicado?

EN SERIO CHIC@S, POR COMO ME HACÉIS SONREÍR CON VUESTROS COMENTARIOS VIVO SONRIENDO. CUALQUIERA DIRÍA QUE ESTOY ENAMORADO O ALGO XD.

Bueno, aquí me callo. Os dejo con el secuestro de Ginny. Que lo disfrutéis (Ni se os ocurra disfrutar de un secuestro ¬¬).


Todos los personajes y las palabras en negrita pertenecen a J.K. Rowling.

LA CÁMARA DE LOS SECRETOS

Yo leeré ahora —dijo Charlie corriendo hacia Hermione. Deseoso de acabar la historia cuanto antes—. La Cámara de los Secretos.

Todos en el comedor estaban más que emocionados, ¿La Cámara de los Secretos? ¿Iban a hablar de ella en la historia?

Los que sabían lo que había ocurrido se tensaron recordando el secuestro de Ginny y que había estado cerca de morir. Harry buscó alguna muestra de sufrimiento en el rostro de Ginny y se sorprendió al ver lo calmada que parecía. Harry sabía bien que en realidad no estaba tan calmada como intentaba aparentar, y una vez más, se impresionó con la fuerza de la pelirroja.

Hermione volvía hacia su asiento cuando se encontró de frente con el rostro todavía pálido de Ron y, al fijarse más, vio que sus labios temblaban. Hermione tragó saliva. Ron lo había pasado fatal y, de hecho, ahora también. Tenía que hacer algo por él.

Camino hasta el con naturalidad y, intentando que los fuertes latidos de su corazón no se interpusieran con sus acciones se sentó encima de Ron. Le sornió posando su mano en su mejilla.

—Has sido muy valiente —le dijo sonriendo—. Y has estado increíble, ¡Incluso fuiste capaz de coger a Fang antes de correr a montarte en el coche! Enfrentaste tus miedos con valentía. Eso es algo increíble, ¡Para que luego digas que no eres genial! —le dijo algo burlona—. ¿Cuántos de tus hermanos pueden presumir de haber hecho lo que tu? —El corazón de Hermione aceleró todavía más al ver como Ron recuperaba, poco a poco, el color de su rostro y que empezaba a sonreír—. Estoy muy orgullosa de ti, Ron —. Y le dio un pequeño beso en la mejilla.

Ron no solo había recuperado todo el color de su cara sino que había adquirido el mismo tono que su cabello. Con una increíble sonrisa que a duras penas cabía en su rostro miró a sus hermanos burlón, como si el hecho de haber sido besado en la mejilla por Hermione fuera lo que declaraba que él también podía hacer cosas increíbles.

—Tú también has sido muy valiente, Harry —le dijo Hermione mientras se sentaba en su asiento—. Haber tenido que parecer calmado y ser capaz de decir lo que habíais ido a decir en esa situación tuvo que haber sido muy difícil.

Harry le sonrió a Hermione, agradecido porque valorara su esfuerzo.

Lily escuchó con mucho placer como Sally y Lavender gruñían. Ambas celosas del trato de Hermione para con los dos chicos.

Charlie comenzó a leer.

Con la cantidad de veces que hemos estado cerca de ella en los aseos —dijo Ron con amargura durante el desayuno del día siguiente—, y no se nos ocurrió preguntarle, y ahora ya ves…

La aventura de seguir a las arañas había sido muy dura. Pero ahora, burlar a los profesores para poder meterse en un lavabo de chicas, pero no uno cualquiera, sino el que estaba junto al lugar en que había ocurrido el primer ataque, les parecía prácticamente imposible.

Muchos asintieron, habían estado totalmente vigilados.

En la primera clase que tuvieron, Transformaciones, sin embargo, sucedió algo que por primera vez en varias semanas les hizo olvidar la Cámara de los Secretos. A los diez minutos de empezada la clase, la profesora McGonagall les dijo que los exámenes comenzarían el 1 de junio, y sólo faltaba una semana.

—¡¿Exámenes?! —exclamó Sirius asombrado—. ¿De verdad pusisteis exámenes aun con todo lo que estaba ocurriendo?

¿Exámenes? —aulló Seamus Finnigan—. ¿Vamos a tener exámenes a pesar de todo?

Ambos se sonrieron y James volvió a gruñir.

Bueno, pensó Harry, al menos Seamus ya se había acostumbrado totalmente a Sirius y no lo trataba como si fuera un loco asesino escapado de Azkaban.

Sonó un fuerte golpe detrás de Harry. A Neville Longbottom se le había caído la varita mágica, haciendo desaparecer una de las patas del pupitre.

Algunos rieron mientras Neville se avergonzaba por estar demostrando ser un completo patoso delante de sus padres. Para su sorpresa su madre le miraba con comprensión, y es que ella también era muy torpe. Frank les miraba a ambos sonriendo, como si estuviera orgulloso de que su hijo se pareciera a su madre, aunque fuese en la torpeza.

La profesora McGonagall volvió a hacerla aparecer con un movimiento de su varita y se volvió hacia Seamus con el entrecejo fruncido.

El único propósito de mantener el colegio en funcionamiento en estas circunstancias es el de daros una educación —dijo con severidad—. Los exámenes, por lo tanto, tendrán lugar como de costumbre, y confío en que estéis todos estudiando duro.

Algunos bufaron mientras los más adultos y sensatos asentían, ¿Qué sentido tendría mantener el colegio abierto si no era para que los alumnos pudieran seguir estudiando?

¡Estudiando duro! Nunca se le ocurrió a Harry que pudiera haber exámenes con el castillo en aquel estado.

Varios asintieron mientras otros negaban con la cabeza.

Se oyeron murmullos de disconformidad en toda el aula, lo que provocó que la profesora McGonagall frunciera el entrecejo aún más.

Las instrucciones del profesor Dumbledore fueron que el colegio prosiguiera su marcha con toda la normalidad posible —dijo ella—. Y eso, no necesito explicarlo, incluye comprobar cuánto habéis aprendido este curso.

Harry contempló el par de conejos blancos que tenía que convertir en zapatillas. ¿Qué había aprendido durante aquel curso? No le venía a la cabeza ni una sola cosa que pudiera resultar útil en un examen.

—Te han pasado demasiadas cosas este curso —dijo Lily intentando se comprensiva con su hijo.

En cuanto a Ron, parecía como si le acabaran de decir que tenía que irse a vivir al bosque prohibido.

¿Te parece que puedo hacer los exámenes con esto? —preguntó a Harry, levantando su varita, que se había puesto a pitar.

Molly miró con tristeza a su hijo, si tan solo le hubiera pedido una varita nueva... Ella y Arthur habrían hecho lo que fuese necesario para que su hijo pudiera tenerla.

Tres días antes del primer examen, durante el desayuno, la profesora McGonagall hizo otro anuncio a la clase.

Tengo buenas noticias —dijo, y el Gran Comedor, en lugar de quedar en silencio, estalló en alborozo.

¡Vuelve Dumbledore! —dijeron varios, entusiasmados.

—Ojala —dijeron los que habían estado ahí y sabían que eso no era lo que había ocurrido.

¡Han atrapado al heredero de Slytherin! —gritó una chica desde la mesa de Ravenclaw.

—Ojala —repitieron.

¡Vuelven los partidos de quidditch! —rugió Wood emocionado.

—¡Ojala! —dijo Oliver mientras muchos soltaban una risita por su obsesión con el quidditch.

Cuando se calmó el alboroto, dijo la profesora McGonagall:

La profesora Sprout me ha informado de que las mandrágoras ya están listas para ser cortadas. Esta noche podremos revivir a las personas petrificadas.

—¡Genial! —dijeron muchos emocionados.

Creo que no hace falta recordaros que alguno de ellos quizá pueda decirnos quién, o qué, los atacó. Tengo la esperanza de que este horroroso curso acabe con la captura del culpable.

Ginny tragó saliva. Ella había sido la culpable, por su culpa muchos habían acabado petrificados, por su culpa Hagrid había ido a Azkaban, por su culpa habían echado a Dumbledore, y por su culpa Harry estuvo a punto de morir.

Harry, al mismo tiempo, se echaba la culpa a él. Si tan solo hubiera visto como Lucius colaba el cuaderno en el caldero de Ginny. Si tan solo se hubiera dado cuenta de que la voz que oía hablaba en parsel. Si tan solo hubiera sido más listo.

Hubo una explosión de alegría. Harry miró a la mesa de Slytherin y no le sorprendió ver que Draco Malfoy no participaba de ella. Ron, sin embargo, parecía más feliz que en ningún otro momento de los últimos días.

Hermione se había ruborizado al leer eso, ¿Estaría Ron deseando volver a verla?

¡Siendo así, no tendremos que preguntarle a Myrtle! —dijo a Harry—. ¡Hermione tendrá la respuesta cuando la despierten!

Hermione entrecerró los ojos mientras todo rastro de rubor desaparecía de sus mejillas. Eso era tan Ron...

Aunque se volverá loca cuando se entere de que sólo quedan tres días para el comienzo de los exámenes. No ha podido estudiar. Sería más amable por nuestra parte dejarla como está hasta que hubieran terminado.

Algunos rieron, otros asintieron y Hermione su puso completamente pálida imaginando que despertaba y ya habían acabado los exámenes.

En aquel mismo instante, Ginny Weasley se acercó y se sentó junto a Ron. Parecía tensa y nerviosa, y Harry vio que se retorcía las manos en el regazo.

Muchos se pusieron tensos, ¿Qué quería Ginny?

Ginny se puso muy nerviosa y su corazón comenzó a latir con fuerza. En ese momento había planeado contárselo todo a ellos, y al pensar en ese todo muchos desagradables recuerdos invadieron su mente.

George, percatándose de eso, se propuso decir alguna estupidez:

—¿Qué pasa? ¿La pequeña Gin-Gin va a declararse a Harry?

Ginny y Harry enrojecieron mientras algunos reían, otros bufaban y Ron intentaba controlar sus ganas de mirar de mala manera a Harry, aún seguía sintiendo algo raro entre él y su hermana, aunque no sabía que era.

¿Qué pasa? —le preguntó Ron, sirviéndose más gachas de avena.

Ginny no dijo nada, pero miró la mesa de Gryffindor de un lado a otro con una expresión asustada que a Harry le recordaba a alguien, aunque no sabía a quién.

Ginny le miró extrañada, ¿A quién podía recordarle?

Suéltalo ya —le dijo Ron, mirándola.

Harry comprendió entonces a quién le recordaba Ginny. Se balanceaba ligeramente hacia atrás y hacia delante en la silla, exactamente igual que lo hacía Dobby cuando estaba a punto de revelar información prohibida.

Muchos rieron mientras Ginny enrojecía y Dobby sonreía, sintiéndose halagado.

Tengo algo que deciros —masculló Ginny, evitando mirar directamente a Harry.

Todos volvieron a tensarse, ¿Qué iba a decirles?

¿Qué es? —preguntó Harry.

Parecía como si Ginny no pudiera encontrar las palabras adecuadas.

¿Qué? —apremió Ron.

Ginny abrió la boca, pero no salió de ella ningún sonido. Harry se inclinó hacia delante y habló en voz baja, para que sólo le pudieran oír Ron y Ginny.

¿Tiene que ver con la Cámara de los Secretos? ¿Has visto algo o a alguien haciendo cosas sospechosas?

Ginny cerró los ojos apuradamente. Recuerdos y terribles espacios en blanco aparecieron en su mente. Ella era la que había hecho cosas sospechosas. Ella era la culpable. Y no se merecía que Harry hubiese ido a sacarla de la cámara. Pero si algo tenía claro era que, cuando encontrase el momento oportuno, iba a devolverle el favor, ¡Incluso si se dejaba su vida en ello! Y no porque se sintiera en deuda con él, que también, sino porque así era Ginny Weasley. Una persona capaz de darlo todo por las personas a las que apreciaba, y a Harry lo apreciaba. No por ser el elegido, tampoco por que estuviera enamorada de él, y tampoco porque fuera el mejor amigo de su hermano. No. Era porque sabía que era una persona increíble, amable, comprensiva, valiente y que había llegado a arriesgar su vida por salvarla a ella. Eso había creado un lazo que había superado con creces su anterior amor tonto hacia "El-niño-que-sobrevivió". Así era, Ginny Weasley estaba enamorada de Harry Potter. De él joven bondadoso que tanto había sufrido. De ese chico delgaducho que, con una cicatriz en la frente o sin ella, habría dado su vida cuantas veces fuera necesario por lo que consideraba correcto. Y es que, ¿Cómo iba a conseguir no estar enamorada de él? Era alguien único. Único y especial. Especial y maravilloso. Sonrió. Llevaba bastante tiempo intentando dejar de pensar en el de esa manera, teniendo como pequeña esperanza en el fondo que el que el llegara a interesarse en ella si lo conseguía pero, al parecer, sus sentimientos eran cada día más fuertes. Y es que Ginny estaba completamente enamorada.

Ginny cogió aire, y en aquel preciso momento apareció Percy Weasley, pálido y fatigado.

Ron fulminó a Percy con la mirada. Si tan solo hubiera venido unos minutos mas tarde...

Si has acabado de comer, me sentaré en tu sitio, Ginny. Estoy muerto de hambre. Acabo de terminar la ronda.

Ginny saltó de la silla como si le hubiera dado la corriente, echó a Percy una mirada breve y aterrorizada, y salió corriendo.

Muchos miraron a Percy de mala manera mientras este se encogía de hombros, ¿Cómo iba el a saber que Ginny estaba a punto de revelar algo importante?

Percy se sentó y cogió una jarra del centro de la mesa.

¡Percy! —dijo Ron enfadado—. ¡Estaba a punto de contarnos algo importante!

Percy se atragantó en medio de un sorbo de té.

¿Qué era eso tan importante? —preguntó, tosiendo.

Yo le acababa de preguntar si había visto algo raro, y ella se disponía a decir…

¡Ah, eso! No tiene nada que ver con la Cámara de los Secretos —dijo Percy.

¿Cómo lo sabes? —dijo Ron, arqueando las cejas.

Bueno, si es imprescindible que te lo diga… Ginny, esto…, me encontró el otro día cuando yo estaba… Bueno, no importa, el caso es que… ella me vio hacer algo y yo, hum, le pedí que no se lo dijera a nadie. Yo creía que mantendría su palabra. No es nada, de verdad, pero preferiría…

Muchos miraron a Percy extrañados y dejando que sus (cochinas) mentes hicieran su trabajo al intentar imaginar que podía ser lo que Ginny le había visto hacer.

Harry nunca había visto a Percy pasando semejante apuro.

¿Qué hacías, Percy? —preguntó Ron, sonriendo—. Vamos, dínoslo, no nos reiremos.
Percy no devolvió la sonrisa.

Pásame esos bollos, Harry, me muero de hambre.

—Ooh —dijeron muchos desilusionados, quedándose con las ganas de saber qué era eso que estaba haciendo Percy.

Harry sabía que todo el misterio podría resolverse al día siguiente sin la ayuda de Myrtle, pero, si se presentaba, no dejaría escapar la oportunidad de hablar con ella.

—Pero no podrás tener esa oportunidad —dijo la profesora Sprout satisfecha—. Ningún profesor dejará que te escapes.

—Sí —dijo Sinistra asintiendo varias veces—. Tendría que ser un verdadero inútil.

Entonces, todos a una, los profesores abrieron mucho los ojos.

—¡Lockhart!

Y afortunadamente se presentó, a media mañana, cuando Gilderoy Lockhart les conducía al aula de Historia de la Magia.

Lockhart, que tan a menudo les había asegurado que todo el peligro ya había pasado, sólo para que se demostrara enseguida que estaba equivocado, estaba ahora plenamente convencido de que no valía la pena acompañar a los alumnos por los pasillos.

Muchos bufaron.

No llevaba el pelo tan acicalado como de costumbre, y parecía como si hubiera estado levantado casi toda la noche, haciendo guardia en el cuarto piso.

—¿Por qué en el cuarto piso? —preguntó Hermione extrañada.

—Porque siempre hacia guardia en el cuarto piso —dijo Harry encogiéndose de hombros.

Recordad mis palabras —dijo, doblando con ellos una esquina—: lo primero que dirán las bocas de esos pobres petrificados será: «Fue Hagrid.»

Bufidos enojados resonaban con fuerza por la sala.

Francamente, me asombra que la profesora McGonagall juzgue necesarias todas estas medidas de seguridad.

Y nuevos bufidos siguieron a los anteriores.

Estoy de acuerdo, señor —dijo Harry, y a Ron se le cayeron los libros, de la sorpresa.

Muchos miraron a Harry entre extrañados y sorprendidos mientras James sonreía con orgullo y le daba unas palmadas en la espalda.

—Ese es mi hijo.

Varios les miraron extrañados, no entendían nada. (N.A. Serán bobos ¬¬)

Gracias, Harry —dijo Lockhart cortésmente, mientras esperaban que acabara de pasar una larga hilera de alumnos de Hufflepuff—. Nosotros los profesores tenemos cosas mucho más importantes que hacer que acompañar a los alumnos por los pasillos y quedarnos de guardia toda la noche…

Entonces muchos comprendieron lo que intentaban y sonrieron a Harry.

Es verdad —dijo Ron, comprensivo—. ¿Por qué no nos deja aquí, señor? Sólo nos queda este pasillo.

—¡Ese es nuestro Ronnie! —dijeron los gemelos sonriendo emocionados.

—¿Siempre os compenetráis así de bien? ¿Siempre os comprendéis sin tener que hablaros? —preguntó Padma sorprendida.

—Si —respondió Ron con orgullo.

—¿Ah, sí? Pues este moratón en mi barbilla no dice eso —replicó Harry algo molesto.

Ron bajó la cabeza, algo avergonzado por su estupidez, pero, aun así, seguía creyendo que había algo raro en el comportamiento de Harry hacia Ginny.

¿Sabes, Weasley? Creo que tienes razón —respondió Lockhart—. La verdad es que debería ir a preparar mi próxima clase.

—¡Genial! —exclamaron muchos mientras otros bufaban.

—Acaba de dejar un grupo de alumnos solos con un monstruo en el castillo —dijo McGonagall incapaz de creerse que alguien fuera tan inconsciente.

Y salió apresuradamente.

A preparar su próxima clase —dijo Ron con sorna—. A ondularse el cabello, más bien.

Varios rieron divertidos.

Dejaron que el resto de la clase pasara delante y luego enfilaron por un pasillo lateral y corrieron hacia los aseos de Myrtle la Llorona. Pero cuando ya se felicitaban uno al otro por su brillante idea…

¡Potter! ¡Weasley! ¿Qué estáis haciendo?

Era la profesora McGonagall, y tenía los labios más apretados que nunca.

Muchos suspiraron.

—Hasta aquí habéis llegado —dijo James con tristeza.

—Ya no hay nada que hacer —dijo Sirius.

Estábamos… estábamos… —balbució Ron—. Íbamos a ver…

Muchos le sonrieron, y es que no importaba que lo intentara, ya habían perdido.

A Hermione —dijo Harry.

Todos le miraron sorprendidos.

Tanto Ron como la profesora McGonagall lo miraron—. Hace mucho que no la vemos, profesora —continuó Harry, hablando deprisa y pisando a Ron en el pie—, y pretendíamos colarnos en la enfermería, ya sabe, y decirle que las mandrágoras ya están casi listas y, bueno, que no se preocupara.

—¡Brillante! —exclamó Sirius poniéndose en pie.

—¡Alucinante! —lo secundó James levantándose también.

—¡Extraordinario! —exclamaron los gemelos a coro.

—¡Soberbio! —les secundó Tonks.

—¡Asqueroso! —dijo Lily y todos se giraron hacia ella—. Acabas de fingir algo muy grande, Harry, estás jugando con el corazón de otras personas. Estas haciendo que se sienta una mala persona por no poder dejarte ir a ver a Hermione.

Harry bajó la cabeza, avergonzado.

La profesora McGonagall seguía mirándolo, y por un momento, Harry pensó que iba a estallar de furia, pero cuando habló lo hizo con una voz ronca, poco habitual en ella.

Naturalmente —dijo, y Harry vio, sorprendido, que brillaba una lágrima en uno de sus ojos, redondos y vivos—.

Harry y Ron comenzaron a sentirse mal.

Naturalmente, comprendo que todo esto ha sido más duro para los amigos de los que están… Lo comprendo perfectamente. Sí, Potter, claro que podéis ver a la señorita Granger. Informaré al profesor Binns de dónde habéis ido. Decidle a la señora Pomfrey que os he dado permiso.

—¡Bien! —dijeron muchos emocionados pero ni Harry y Ron tenían animo como para sonreír, acababan de hacer llorar a la profesora McGonagall con algo que ni siquiera era cierto.

Harry y Ron se alejaron, sin atreverse a creer que se hubieran librado del castigo. Al doblar la esquina, oyeron claramente a la profesora McGonagall sonarse la nariz.

Cada vez se sentían peor.

Ésa —dijo Ron emocionado— ha sido la mejor historia que has inventado nunca.

—¡Y que lo digas! —dijo Fred todavía emocionado—. Aun mejor que la que le dijiste a Peeves en el libro anterior.

No tenían otra opción que ir a la enfermería y decir a la señora Pomfrey que la profesora McGonagall les había dado permiso para visitar a Hermione.

Hermione les miró mal, ¿Es que no tenían ningún interés en ir a visitarla?

La señora Pomfrey los dejó entrar, pero a regañadientes.

No sirve de nada hablar a alguien petrificado —les dijo, y ellos, al sentarse al lado de Hermione, tuvieron que admitir que tenía razón. Era evidente que Hermione no tenía la más remota idea de que tenía visitas, y que lo mismo daría que lo de que no se preocupara se lo dijeran a la mesilla de noche.

Varios suspiraron con tristeza y es que peor que los petrificados lo pasaban los cercanos a estos.

¿Vería al atacante? —preguntó Ron, mirando con tristeza el rostro rígido de Hermione—. Porque si se apareció sigilosamente, quizá no viera a nadie…

—Una cuestión interesante —admitió Remus.

Pero Harry no miraba el rostro de Hermione, porque se había fijado en que su mano derecha, apretada encima de las mantas, aferraba en el puño un trozo de papel estrujado.

Varios miraron a Hermione, extrañados, ¿Qué sería ese papel?

Harry y Ron sonreiron a Hermione.

—¿Cómo puede alguien ser tan increíble cómo ella? —le preguntó Ron a Harry haciendo que Hermione se sonrojase—. ¡Es absolutamente genial!

Asegurándose de que la señora Pomfrey no estaba cerca, se lo señaló a Ron.

Intenta sacárselo —susurró Ron, corriendo su silla para ocultar a Harry de la vista de la señora Pomfrey.

No fue una tarea fácil. La mano de Hermione apretaba con tal fuerza el papel que Harry creía que al tirar se rompería. Mientras Ron lo cubría, él tiraba y forcejeaba, y, al fin, después de varios minutos de tensión, el papel salió.

La tensión invadió la sala y el silencio era absoluto. Todos esperaban, expectantes, a que Charlie siguiera leyendo.

Era una página arrancada de un libro muy viejo. Harry la alisó con emoción y Ron se inclinó para leerla también.

De las muchas bestias pavorosas y monstruos terribles que vagan por nuestra tierra, no hay ninguna más sorprendente ni más letal que el basilisco, conocido como el rey de las serpientes.

La mayoría abrió sus ojos exageradamente.

Esta serpiente, que puede alcanzar un tamaño gigantesco y cuya vida dura varios siglos, nace de un huevo de gallina empollado por un sapo. Sus métodos de matar son de lo más extraordinario, pues además de sus colmillos mortalmente venenosos, el basilisco mata con la mirada, y todos cuantos fijaren su vista en el brillo de sus ojos han de sufrir instantánea muerte.

Todos se estremecieron, eso era aterrador. Matar a un basilisco debía ser algo imposible.

Las arañas huyen del basilisco, pues es éste su mortal enemigo, y el basilisco huye sólo del canto del gallo, que para él es mortal.

—¡Un basilisco! —dijeron muchos aterradoramente sorprendidos.

—Pero no tiene sentido —dijo Sirius frunciendo el ceño—. Si el basilisco mata con la mirada, ¿Cómo es que nadie ha muerto?

—No tengo ni idea, Sirius —dijo Lily temblando al imaginar un basilisco en el mismo colegio al que pertenecía su hijo—. Pero calla de una vez.

Y debajo de esto, había escrita una sola palabra, con una letra que Harry reconoció como la de Hermione: «Cañerías.»

—¡Se movía por las cañerías! —gritaron muchos.

—¡Eso es increíble, Hermione! —aseguró Remus—. Es totalmente impresionante. Impresionantemente impresionante, ¡Las cañerías! ¡Un basilisco! ¡Es una conclusión impresionante! Pero... ¿Por qué hay gente petrificada?

Eso era lo que todos se preguntaban. Si un basilisco mataba con la mirada, ¿Por qué todos los que sufrieron sus ataques estaban petrificados y no muertos?

—Tal vez era un basilisco joven y aun no podía matar con la mirada —sugirió Tonks.

Todos tomaron ese argumento como válido, no tenían nada mejor.

Fue como si alguien hubiera encendido la luz de repente en su cerebro.

Ron —musitó—. ¡Esto es! Aquí está la respuesta. El monstruo de la cámara es un basilisco, ¡una serpiente gigante! Por eso he oído a veces esa voz por todo el colegio, y nadie más la ha oído: porque yo comprendo la lengua pársel…

Todos asintieron varias veces, la teoría cada vez tenía más sentido.

—¿Por eso pensaste en un basilisco? —le preguntó Harry—. ¿Por qué relacionaste el hecho de que se parsel y de que nadie más oía la voz?

Hermione asintió, muy satisfecha con su trabajo.

Harry miró las camas que había a su alrededor.

El basilisco mata a la gente con la mirada. Pero no ha muerto nadie.

—Eso es lo que tira esa teoría al desagüe —dijo Moody sonriendo. Él sabía que era una teoría muy interesante pero, en ese aspecto, fallaba estrepitosamente. No tenía ningún sentido que hubiera petrificaciones en vez de asesinatos y él sabía bien que los basiliscos jóvenes también mataban con la mirada.

Porque ninguno de ellos lo miró directo a los ojos.

Muchos fruncieron el ceño, extrañados, mientras otros tenían la boca totalmente abierta, increíblemente asombrados. Charlie parpadeó unos segundos antes de seguir leyendo.

Colin lo vio a través de su cámara de fotos. El basilisco quemó toda la película que había dentro, pero a Colin sólo lo petrificó. Justin… ¡Justin debe de haber visto al basilisco a través de Nick Casi Decapitado! Nick lo vería perfectamente, pero no podía morir otra vez… Y a Hermione y la prefecta de Ravenclaw las hallaron con aquel espejo al lado. Hermione acababa de enterarse de que el monstruo era un basilisco. ¡Me apostaría algo a que ella le advirtió a la primera persona a la que encontró que mirara por un espejo antes de doblar las esquinas! Y entonces sacó el espejo y…

Todos tragaron saliva, incapaces de creerse algo tan increíble.

—Eso —murmuró torpemente Lily—. Eso ha sido totalmente impresionante.

Muchos asintieron convencidos.

—¡Como no se me había ocurrido! —gruñó Moddy—. ¡Y tú, con doce años, lo averiguaste! ¡Y Granger también!

—¡Es totalmente impresionante! —declaró James impresionado—. En serio, no se nos había ocurrido a ninguno y a vosotros si, ¡Y teníais doce años!

—Y eso no es lo más increíble —aseguró Tonks—. Lo único que hizo Hermione fue recortar un trozo de un libro y escribir en el cañerías ¡Y solo con eso Harry lo entendió todo! ¡A eso es a lo que yo llamo trabajo en equipo!

Todos asintieron, todavía impresionados.

—¡Esperar! —dijo Remus frunciendo el ceño—. ¿Y el gato de Filch?

Charlie sonrió y siguió leyendo.

Ron se había quedado con la boca abierta.

¿Y la Señora Norris? —susurró con interés.

Harry hizo un gran esfuerzo para concentrarse, recordando la imagen de la noche de Halloween.

El agua…, la inundación que venía de los aseos de Myrtle la Llorona. Seguro que la Señora Norris sólo vio el reflejo…

—¡Y hay esta! —exclamó Sirius poniéndose en pie—. ¡Estos tíos son geniales!

Muchos exclamaron cosas y silbaron emocionados.

—¡Si, ya está todo hecho! —dijo Lily muy contenta—. Ahora solo tienen que contárselo a los profesores y que ellos se encarguen.

Entonces la emoción alegre desapareció de la sala. Todos se giraron hacia Ron y Harry, entre enfadados, asustados, preocupados y nerviosos.

—Porque se lo dijisteis a un profesor... ¿No? —preguntó Alice dudosa.

—Si —aseguró Harry muy convencido y todos se relajaron.

Ron alzó una ceja, burlón, el a Lockhart no lo consideraba un profesor.

Con impaciencia, examinó la hoja que tenía en la mano. Cuanto más la miraba más sentido le hallaba.

¡El basilisco sólo huye del canto del gallo, que para él es mortal! —leyó en voz alta—. ¡Mató a los gallos de Hagrid! El heredero de Slytherin no quería que hubiera ninguno cuando se abriera la Cámara de los Secretos.

Todos asintieron mientras Ginny se estremecía. Consciente o no, ella había matado a los gallos.

¡Las arañas huyen del basilisco! ¡Todo encaja!

Todos volvieron a asentir, era absolutamente perfecto, todo cuadraba. Algo así hasta los profesores creerían de inmediato.

Pero ¿cómo se mueve el basilisco por el castillo? —dijo Ron—. Una serpiente asquerosa… alguien tendría que verla…

Harry, sin embargo, le señaló la palabra que Hermione había garabateado al pie de la página.

Cañerías —leyó—. Cañerías… Ha estado usando las cañerías, Ron. Y yo he oído esa voz dentro de las paredes…

De pronto, Ron cogió a Harry del brazo.

¡La entrada de la Cámara de los Secretos! —dijo con la voz quebrada—. ¿Y si es uno de los aseos? ¿Y si estuviera en…?

—¡Increíble! —exclamó Hermione—. ¡Brillante, Ron, brillante!

—… los aseos de Myrtle la Llorona —terminó Harry.

Todo encajaba de una manera tan perfecta que era ridículo. Ridículamente genial.

Durante un rato se quedaron inmóviles, embargados por la emoción, sin poder creérselo apenas.

Esto quiere decir —añadió Harry— que no debo de ser el único que habla pársel en el colegio. El heredero de Slytherin también lo hace. De esa forma domina al basilisco.

—Buen punto —dijo Arthur muy serio.

¿Qué hacemos? ¿Vamos directamente a hablar con McGonagall?

—¡Sí! —urgieron muchos.

Vamos a la sala de profesores —dijo Harry, levantándose de un salto—. Irá allí dentro de diez minutos, ya es casi el recreo.

Bajaron las escaleras corriendo. Como no querían que los volvieran a encontrar merodeando por otro pasillo, fueron directamente a la sala de profesores, que estaba desierta. Era una sala amplia con una gran mesa y muchas sillas alrededor. Harry y Ron caminaron por ella, pero estaban demasiado nerviosos para sentarse.

Pero la campana que señalaba el comienzo del recreo no sonó. En su lugar se oyó la voz de la profesora McGonagall, amplificada por medios mágicos.

Todos los alumnos volverán inmediatamente a los dormitorios de sus respectivas casas. Los profesores deben dirigirse a la sala de profesores. Les ruego que se den prisa.

—¿Qué pasa? —preguntaron muchos preocupados y aterrados.

Harry y Ron empalidecieron. Ginny comprendió a que se debía ese aviso. Ella ya estaba en la cámara de los secretos. Muriendo lentamente. Se mordió el labio y este, temblando, se hincó sin proponérselo en su colmillo. Ginny estaba temblando. Cerró los ojos. Inspiró. Expiró. Inspiró. Expiró. Tenía que ser fuerte. Todo iba a salir bien.

—Ginny —un susurró se hizo oír en su oreja. Ginny abrió los ojos aterrada, ¿Era la voz de Ryddle? —. Ginny, ¿Estas bien?

Ginny se dio la vuelta y se encontró con la cara de Harry, la miraba muy preocupado. Se fijó en que no era el único, todos a su alrededor la miraban de manera similar. Y es que estaba completamente pálida, temblando y sangrando el labio. Se chupó la sangre que tenía en el labio y le sonrió.
—Estoy bien, en serio. No pasa nada.

Vio como Harry suspiraba. Obviamente sabía que ella no estaba bien pero no sabía qué hacer para ayudarla. Harry permaneció varios segundos en silencio, pensando y entonces se decidió.

—Levanta —ordenó de manera autoritaria.

Ginny, sorprendida, le hizo caso y le miró a los ojos buscando una respuesta.

Por respuesta este se sentó en su asiento. Eso descolocó todavía más a Ginny, ¿Qué hacía Harry ahora? Entonces, como antes había hecho con Dobby, Harry hizo un hueco entre sus piernas. Palmeó varias veces esa parte del asiento, indicándole que se sentara. Dudando, Ginny accedió y se sentó en el borde del asiento, intentando no tocar a Harry. Este soltó un pequeño bufido y la acercó hacia él. Estaba nervioso y la acercó de manera bastante brusca, razón por la que Ginny quedó totalmente apoyada contra él. Ninguno de los dos dijo nada y se quedaron así.

Ninguno de los Weasleys dijo nada pues, aunque estaban molestos con la situación, sabían que le había ocurrido a Ginny y sabían que lo que estaba haciendo Harry era lo único que podían hacer por ella en esta situación. Darle un apoyo cercano.

Charlie, tragando saliva, siguió leyendo.

Harry se dio la vuelta hacia Ron.

¿Habrá habido otro ataque? ¿Precisamente ahora?

Ginny comenzó a temblar nuevamente. Harry la abrazó suavemente para tranquilizarla.

—Estás helada —le susurró al notar como sus brazos estaban completamente fríos.

Ginny giró su cabeza hacia la de Harry y este la sonrió, de manera tranquilizadora. Indicándole con la sonrisa que no había de que preocuparse y explicándole con la mirada que todo iba a salir bien. Ginny sintió como, poco a poco, su cuerpo se calentaba. Y Harry también lo notó y sonrió con más intensidad.

Charlie, evitando mirarles para no hacer o decir nada, continuó con la lectura.

¿Qué hacemos? —dijo Ron, aterrorizado—. ¿Regresamos al dormitorio?

No —dijo Harry, mirando alrededor. Había una especie de ropero a su izquierda, lleno de capas de profesores—. Si nos escondemos aquí, podremos enterarnos de qué ha pasado. Luego les diremos lo que hemos averiguado.

Todos les miraron asombrados.

Se ocultaron dentro del ropero. Oían el ruido de cientos de personas que pasaban por el corredor. La puerta de la sala de profesores se abrió de golpe. Por entre los pliegues de las capas, que olían a humedad, vieron a los profesores que iban entrando en la sala. Algunos parecían desconcertados, otros claramente preocupados. Al final llegó la profesora McGonagall.

Ha sucedido —dijo a la sala, que la escuchaba en silencio—. Una alumna ha sido raptada por el monstruo. Se la ha llevado a la cámara.

No hacía falta que ser un genio para adivinar que había sido Ginny solo por el comportamiento de este y de muchos para con ella. Y por si eso fuera poco Molly sollozaba en los brazos de Arthur, quien temblaba totalmente palido.

El profesor Flitwick dejó escapar un grito. La profesora Sprout se tapó la boca con las manos. Snape se cogió con fuerza al respaldo de una silla y preguntó:

¿Está usted segura?

El heredero de Slytherin —dijo la profesora McGonagall, que estaba pálida— ha dejado un nuevo mensaje, debajo del primero: «Sus huesos reposarán en la cámara por siempre.»

Todos se estremecieron aterrados. Era demasiado terrible.

El profesor Flitwick derramó unas cuantas lágrimas.

¿Quién ha sido? —preguntó la señora Hooch, que se había sentado en una silla porque las rodillas no la sostenían—. ¿Qué alumna?

Todos cerraron los ojos, esperando la respuesta.

Ginny Weasley —dijo la profesora McGonagall.

Los sollozos de Molly aumentaron, contagiando a otras personas de la sala, ¿Cómo iban a salir de esa situación? Todo parecía perdido. Pero Ginny estaba ahí, sentada cómodamente entre las piernas de Harry, ¿Qué había pasado?

Harry notó que Ron se dejaba caer en silencio y se quedaba agachado sobre el suelo del ropero.

Hermione cogió a Ron de la mano y este se lo agradeció con una pequeña sonrisa. Todos los Weasley estaban en un estado fatídico. Ya sabían que había ocurrido, como también sabían que Ginny estaba bien. Pero seguían aterrados. Charlie leía con dificultad.

Tendremos que enviar a todos los estudiantes a casa mañana —dijo la profesora McGonagall—. Éste es el fin de Hogwarts. Dumbledore siempre dijo…

La puerta de la sala de profesores se abrió bruscamente. Por un momento, Harry estuvo convencido de que era Dumbledore. Pero era Lockhart, y llegaba sonriendo.

Nadie bufó. Todos tenían miradas de puro odio en sus rostros.

Lo lamento…, me quedé dormido… ¿Me he perdido algo importante?

No parecía darse cuenta de que los demás profesores lo miraban con una expresión bastante cercana al odio. Snape dio un paso hacia delante.

He aquí el hombre —dijo—. El hombre adecuado. El monstruo ha raptado a una chica, Lockhart. Se la ha llevado a la Cámara de los Secretos. Por fin ha llegado tu oportunidad.
Lockhart palideció.

Así es, Gilderoy —intervino la profesora Sprout—. ¿No decías anoche que sabías dónde estaba la entrada a la Cámara de los Secretos?

Yo…, bueno, yo… —resopló Lockhart.

Muchos ahora si bufaron, pero sin dejar las miradas de odio.

Sí, ¿y no me dijiste que sabías con seguridad qué era lo que había dentro? —añadió el profesor Flitwick.

¿Yo…? No recuerdo…

Volvieron a bufar.

Ciertamente, yo sí recuerdo que lamentabas no haber tenido una oportunidad de enfrentarte al monstruo antes de que arrestaran a Hagrid —dijo Snape—. ¿No decías que el asunto se había llevado mal, y que deberíamos haberlo dejado todo en tus manos desde el principio?
Lockhart miró los rostros pétreos de sus colegas.

Yo…, yo nunca realmente… Debéis de haberme interpretado mal…

—Le odio —aseguró Ron desde lo más profundo de su corazón.

Lo dejaremos todo en tus manos, Gilderoy —dijo la profesora McGonagall—. Esta noche será una ocasión excelente para llevarlo a cabo. Nos aseguraremos de que nadie te moleste. Podrás enfrentarte al monstruo tú mismo. Por fin está en tus manos.

Lockhart miró en torno, desesperado, pero nadie acudió en su auxilio. Ya no resultaba tan atractivo. Le temblaba el labio, y en ausencia de su sonrisa radiante, parecía flojo y debilucho.

Mu-muy bien —dijo—. Estaré en mi despacho, pre-preparándome.

Todos escucharon sorprendidos, ¿Iba a hacerlo?

Y salió de la sala.

Bien —dijo la profesora McGonagall, resoplando—, eso nos lo quitará de delante.

Varios sonrieron a McGonagall. Ella y el resto de profesores si iban a hacer algo.

—Bien, contárselo todo a ellos —dijo James—. Ellos se encargaran.

Los Jefes de las Casas deberían ir ahora a informar a los alumnos de lo ocurrido. Decidles que el expreso de Hogwarts los conducirá a sus hogares mañana a primera hora de la mañana. A los demás os ruego que os encarguéis de aseguraros de que no haya ningún alumno fuera de los dormitorios.

Los profesores se levantaron y fueron saliendo de uno en uno.

Aquél fue, seguramente, el peor día de la vida de Harry.

Ahora fue Ginny quien tuvo que sonreírle a Harry.

—Venga, Harry —le susurró—. No todos los días vence uno a un basilisco.

Harry alzó una ceja, sorprendido.

—Pudimos haber muerto los dos allí abajo —dijo seriamente—. ¿Y te lo tomas a broma?

—¿No me acababas de decir que no tenía por qué preocuparme y que todo iba a salir bien?

—En realidad no llegué a decir nada —dijo Harry extrañado porque Ginny hubiese entendido tan bien lo que quería transmitirle—. Pero si, supongo que tienes razón, mejor reír que llorar.

Ron tuvo que reprimir sus impulsos de decir de manera grosera algo como "¿A que vienen todos esos susurros?" y dejar que Harry tratará con su hermana lo mejor que pudiera. Él tampoco quería verla sufrir.

Él, Ron, Fred y George se sentaron juntos en un rincón de la sala común de Gryffindor, incapaces de pronunciar palabra. Percy no estaba con ellos. Había enviado una lechuza a sus padres y luego se había encerrado en su dormitorio.

Ninguna tarde había sido tan larga como aquélla, y nunca la torre de Gryffindor había estado tan llena de gente y tan silenciosa a la vez. Cuando faltaba poco para la puesta de sol, Fred y George se fueron a la cama, incapaces de permanecer allí sentados más tiempo.

Ella sabía algo, Harry —dijo Ron, hablando por primera vez desde que entraran en el ropero de la sala de profesores—. Por eso la han raptado. No se trataba de ninguna estupidez sobre Percy; había averiguado algo sobre la Cámara de los Secretos. Debe de ser por eso, porque ella era… —Ron se frotó los ojos frenético—. Quiero decir, que es de sangre limpia. No puede haber otra razón.

Varios asintieron, tomando eso como la única opción posible.

Harry veía el sol, rojo como la sangre, hundirse en el horizonte. Nunca se había sentido tan mal. Si pudiera hacer algo…, cualquier cosa…

Muchos sonrieron a Harry, quien agarraba posesivamente a Ginny. Nunca más iba a permitir que nadie le hiciera algo. Jamás. Por encima de su cadáver. Odiaba la impotencia. Siempre la había odiado. Y no quería volver a sentirla jamás. Y, por alguna extraña razón, aun menos tratándose de Ginny.

Harry —dijo Ron—, ¿crees que existe alguna posibilidad de que ella no esté…? Ya sabes a lo que me refiero. —Harry no supo qué contestar. No creía que pudiera seguir viva—.

—Pues estoy bien viva —replicó Ginny alzando la cabeza pronunciando un "Humph".

—Y no sabes lo que me alegro —confesó Harry apoyando su cabeza sobre su espalda—. No sabes cuánto me alegro...

Charlie cogió aire lentamente y lo echó aún más lentamente. Cada vez le costaba más ver como Harry estaba tan cerca de su pequeña hermanita. Y lo peor es que el mismo sentía que no debía hacer nada, que era lo mejor para ella. Siguió leyendo.

¿Sabes qué? —añadió Ron—. Deberíamos ir a ver a Lockhart para decirle lo que sabemos. Va a intentar entrar en la cámara. Podemos decirle dónde sospechamos que está la entrada y explicarle que lo que hay dentro es un basilisco.

—¿No sería mejor decírselo al resto de profesores? —preguntó Tonks molesta.

—Bueno, Lockhart va a entrar a la cámara, mejor que sepa algo antes de que lo haga y muera para nada —razonó Sirius.

Harry se mostró de acuerdo, porque no se le ocurría nada mejor y quería hacer algo. Los demás alumnos de Gryffindor estaban tan tristes, y sentían tanta pena de los Weasley, que nadie trató de detenerlos cuando se levantaron, cruzaron la sala y salieron por el agujero del retrato.

Oscurecía mientras se acercaban al despacho de Lockhart. Les dio la impresión de que dentro había gran actividad: podían oír sonido de roces, golpes y pasos apresurados.

Harry llamó. Dentro se hizo un repentino silencio. Luego la puerta se entreabrió y Lockhart asomó un ojo por la rendija.

¡Ah…! Señor Potter, señor Weasley… —dijo, abriendo la puerta un poco más—. En este momento estaba muy ocupado. Si os dais prisa…

Profesor, tenemos información para usted —dijo Harry—. Creemos que le será útil.

Ah…, bueno…, no es muy… —Lockhart parecía encontrarse muy incómodo, a juzgar por el trozo de cara que veían—. Quiero decir, bueno, bien.

Abrió la puerta y entraron.

El despacho estaba casi completamente vacío. En el suelo había dos grandes baúles abiertos. Uno contenía túnicas de color verde jade, lila y azul medianoche, dobladas con precipitación; el otro, libros mezclados desordenadamente. Las fotografías que habían cubierto las paredes estaban ahora guardadas en cajas encima de la mesa.

—¡Se va! —chilló Molly incapaz de creerse lo que escuchaba—. ¡Piensa irse y dejar a mi pequeña abandonada!

La mirada que tenía Arthur en el rostro reflejaba tanto odio que Harry era incapaz de creerse que ese era Arthur, siempre tan amable, calmado y bondadoso.

¿Se va a algún lado? —preguntó Harry.

Esto…, bueno, sí… —admitió Lockhart, arrancando un póster de sí mismo de tamaño natural y comenzando a enrollarlo—. Una llamada urgente…, insoslayable…, tengo que marchar…

—¡¿Y Ginny?! —exclamaron muchos preocupados.

¿Y mi hermana? —preguntó Ron con voz entrecortada.

Bueno, en cuanto a eso… es ciertamente lamentable —dijo Lockhart, evitando mirarlo a los ojos mientras sacaba un cajón y empezaba a vaciar el contenido en una bolsa—. Nadie lo lamenta más que yo…

Harry nunca había oído tantos insultos juntos y más de la mitad de ellos nunca los había oído pero era normal pues todos en el comedor insultaban a Lockhart con las peores palabras que contenía su vocabulario.

¡Usted es el profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras! —dijo Harry—. ¡No puede irse ahora! ¡Con todas las cosas oscuras que están pasando!

Bueno, he de decir que… cuando acepté el empleo… —murmuró Lockhart, amontonando calcetines sobre las túnicas— no constaba nada en el contrato… Yo no esperaba…

¿Quiere decir que va a salir corriendo? —dijo Harry sin poder creérselo—. ¿Después de todo lo que cuenta en sus libros?

Molly no sabía cómo podía el hombre que había derrotado tantísimos males huir de esa manera.

Los libros pueden ser mal interpretados —repuso Lockhart con sutileza.

—¡Pero si los escribió el! —gritó James cabreado.

¡Usted los ha escrito! —gritó Harry.

Muchacho —dijo Lockhart, irguiéndose y mirando a Harry con el entrecejo fruncido—, usa el sentido común. No habría vendido mis libros ni la mitad de bien si la gente no se hubiera creído que yo hice todas esas cosas. A nadie le interesa la historia de un mago armenio feo y viejo, aunque librara de los hombres lobo a un pueblo. Habría quedado horrible en la portada. No tenía ningún gusto vistiendo. Y la bruja que echó a la banshee que presagiaba la muerte tenía pelos en la barbilla. Quiero decir…, vamos, que…

—No puede ser —murmuraron muchos incapaces de creer lo que oían.

¿Así que usted se ha estado llevando la gloria de lo que ha hecho otra gente? —dijo Harry, que no daba crédito a lo que oía.

Harry, Harry —dijo Lockhart, negando con la cabeza—, no es tan simple. Tuve que hacer un gran trabajo. Tuve que encontrar a esas personas, preguntarles cómo lo habían hecho exactamente y encantarlos con el embrujo desmemorizante para que no pudieran recordar nada. Si hay algo que me llena de orgullo son mis embrujos desmemorizantes. Ah…, me ha llevado mucho esfuerzo, Harry. No todo consiste en firmar libros y fotos publicitarias. Si quieres ser famoso, tienes que estar dispuesto a trabajar duro.

—¡SERÁ IMBECIL! —chillaba Molly enfurecida—. ¡ES UN ASQUEROSO FARSANTE! ¡BORRAR LA MEMORIA DE HEROES PARA QUEDARSE EL LA FAMA! ¡ASQUEROSO! ¡Y PIENSA DEJAR MORIR A MI HIJA!

Charlie, sintiendo tanta ira como su madre, siguió leyendo.

Cerró las tapas de los baúles y les echó la llave.

Veamos —dijo—. Creo que eso es todo. Sí. Sólo queda un detalle.

Sacó su varita mágica y se volvió hacia ellos.

—¡NI SE TE OCURRA! —gritaron muchos levantándose de un salto.

Lo lamento profundamente, muchachos, pero ahora os tengo que echar uno de mis embrujos desmemorizantes. No puedo permitir que reveléis a todo el mundo mis secretos. No volvería a vender ni un solo libro…

Harry sacó su varita justo a tiempo. Lockhart apenas había alzado la suya cuando Harry gritó:

¡Expelliarmus!

Lockhart salió despedido hacia atrás y cayó sobre uno de los baúles. La varita voló por el aire. 
Ron la cogió y la tiró por la ventana.

—¡GENIAL! —gritaron muchos impresionados.

—¡Sí! ¡Joder! —soltó James mientras se desplomaba en su asiento.

—Agradece que tu hijo es un maldito genio y es capaz de hacer un perfecto expelliarmus con doce años y sin práctica —dijo Remus dejándose caer también.

Charlie esperó a que todos se relajaran antes de seguir. Pues el también necesitaba relajarse. Su hermano y Harry habían estado a punto de perder la memoria por un idiota mientras su hermana pequeña estaba cerca de morir en una extraña cámara que contenía un basilisco, ¿Podía haber una situación peor?

No debería haber permitido que el profesor Snape nos enseñara esto —dijo Harry furioso, apartando el baúl a un lado de una patada. Lockhart lo miraba, otra vez con aspecto desvalido. Harry lo apuntaba con la varita.

¿Qué queréis que haga yo? —dijo Lockhart con voz débil—. No sé dónde está la Cámara de los Secretos. No puedo hacer nada.

Tiene suerte —dijo Harry, obligándole a levantarse a punta de varita—. Creo que nosotros sí sabemos dónde está. Y qué es lo que hay dentro. Vamos.

—Me encanta como te comportas en esas ocasiones —confesó Ron—. Se te ve tan serio y decidido que nadie puede llevarte la contraria, incluso teniendo doce años. Es algo increíble.

Nadie podía hacer nada más que admirar a Harry.

—¡Espera! —chilló Lily alarmada—. ¿Vais a entrar a la cámara? —no contestaron—. ¡VAIS A ENTRAR A LA CAMARA! ¿¡PERO COMO SE OS OCURRE?!

—Mama —dijo Harry muy seriamente—. Ginny estaba dentro y no iba a quedarme esperando. No si podía hacer algo por ayudarla.

—¡HACER ALGO! —exclamó Molly—. ¡TENÍAS ONCE AÑOS! ¿QUÉ PODÍAS HACER? ¡CONTARSELO A UN PROFESOR ERA LO QUE DEBÍAS HACER!

Harry no dijo nada mas pero no se arrepentía en absoluto de sus actos.

Hicieron salir a Lockhart de su despacho, descendieron por las escaleras más cercanas y fueron por el largo corredor de los mensajes en la pared, hasta la puerta de los aseos de Myrtle la Llorona.

Hicieron pasar a Lockhart delante. A Harry le hizo gracia que temblara.

Nadie se permitió a si mismo sonreír. Estaban en una situación crítica.

Myrtle la Llorona estaba sentada sobre la cisterna del último retrete.

¡Ah, eres tú! —dijo ella, al ver a Harry—. ¿Qué quieres esta vez?

Preguntarte cómo moriste —dijo Harry.

El aspecto de Myrtle cambió de repente. Parecía como si nunca hubiera oído una pregunta que la halagara tanto.

Nadie dijo nada.

¡Oooooooh, fue horrible! —dijo encantada—. Sucedió aquí mismo. Morí en este mismo retrete. Lo recuerdo perfectamente. Me había escondido porque Olive Hornby se reía de mis gafas. La puerta estaba cerrada y yo lloraba, y entonces oí que entraba alguien. Decían algo raro. Pienso que debían de estar hablando en una lengua extraña. De cualquier manera, lo que de verdad me llamó la atención es que era un chico el que hablaba. Así que abrí la puerta para decirle que se fuera y utilizara sus aseos, pero entonces… —Myrtle estaba henchida de orgullo, el rostro iluminado— me morí.

—La mirada del basilisco —murmuró Luna algo aterrada—. Bueno, al menos es una manera fascinante de morir.

¿Cómo? —preguntó Harry.

Ni idea —dijo Myrtle en voz muy baja—. Sólo recuerdo haber visto unos grandes ojos amarillos. Todo mi cuerpo quedó como paralizado, y luego me fui flotando… —dirigió a Harry una mirada ensoñadora—. Y luego regresé. Estaba decidida a hacerle un embrujo a Olive Hornby. Ah, pero ella estaba arrepentida de haberse reído de mis gafas.

¿Exactamente dónde viste los ojos? —preguntó Harry.

Por ahí —contestó Myrtle, señalando vagamente hacia el lavabo que había enfrente de su retrete.

Harry y Ron se acercaron a toda prisa. Lockhart se quedó atrás, con una mirada de profundo terror en el rostro.

Parecía un lavabo normal. Examinaron cada centímetro de su superficie, por dentro y por fuera, incluyendo las cañerías de debajo. Y entonces Harry lo vio: había una diminuta serpiente grabada en un lado de uno de los grifos de cobre.

La tensión aumento.

Ese grifo no ha funcionado nunca —dijo Myrtle con alegría, cuando intentaron accionarlo.
Harry —dijo Ron—, di algo. Algo en lengua pársel.

—Buena idea, Ron —dijo Hermione sin desviar la mirada de Charlie, preocupada por todo lo que pasó mientras ella no estaba.

Pero… —Harry hizo un esfuerzo. Las únicas ocasiones en que había logrado hablar en lengua pársel estaba delante de una verdadera serpiente. Se concentró en la diminuta figura, intentando imaginar que era una serpiente de verdad.

Ábrete —dijo.

Miró a Ron, que negaba con la cabeza.

Lo has dicho en nuestra lengua —explicó.

Algunos suspiraron, no entendían bien cómo funcionaba eso.

Harry volvió a mirar a la serpiente, intentando imaginarse que estaba viva. Al mover la cabeza, la luz de la vela producía la sensación de que la serpiente se movía.

Ábrete —repitió.

Pero ya no había pronunciado palabras, sino que había salido de él un extraño silbido, y de repente el grifo brilló con una luz blanca y comenzó a girar. Al cabo de un segundo, el lavabo empezó a moverse. El lavabo, de hecho, se hundió, desapareció, dejando a la vista una tubería grande, lo bastante ancha para meter un hombre dentro.

Todos se tensaban cada vez más.

Harry oyó que Ron exhalaba un grito ahogado y levantó la vista. Estaba planeando qué era lo que había que hacer.

Bajaré por él —dijo.

Muchos miraron a Harry impresionados.

No podía echarse atrás, ahora que habían encontrado la entrada de la cámara. No podía desistir si existía la más ligera, la más remota posibilidad de que Ginny estuviera viva.

En ese momento Bill fue consciente de algo importante. El detestaba la posibilidad de que un hombre estuviera cerca de Ginny. Pero sabía que no sería así. Y fue consciente de que, desde lo más profundo de su ser, deseaba que si tenía que haber un hombre en la vida de Ginny, fuera Harry. El siempre daría su vida por ella y nunca la haría daño.

Yo también —dijo Ron.

Ginny intentó sonreírles a ambos, pero no fue capaz. Tan solo el imaginar que por su culpa Harry y su hermano iban a jugarse la vida le hacía un agujero en lo más profundo de su ser. Dejó con gusto que Harry la apretara contra él.

Hubo una pausa.

Bien, creo que no os hago falta —dijo Lockhart, con una reminiscencia de su antigua sonrisa—. Así que me…

Las miradas de odio volvieron a la sala.

Puso la mano en el pomo de la puerta, pero tanto Ron como Harry lo apuntaron con sus varitas.

Usted bajará delante —gruñó Ron.

—Bien pensado —dijo Moody asintiendo con la cabeza.

Con la cara completamente blanca y desprovisto de varita, Lockhart se acercó a la abertura.

Muchachos —dijo con voz débil—, muchachos, ¿de qué va a servir?

Harry le pegó en la espalda con su varita. Lockhart metió las piernas en la tubería.

No creo realmente… —empezó a decir, pero Ron le dio un empujón, y se hundió tubería abajo. Harry se apresuró a seguirlo. Se metió en la tubería y se dejó caer.

Era como tirarse por un tobogán interminable, viscoso y oscuro. Podía ver otras tuberías que surgían como ramas en todas las direcciones, pero ninguna era tan larga como aquella por la que iban, que se curvaba y retorcía, descendiendo súbitamente. Calculaba que ya estaban por debajo incluso de las mazmorras del castillo. Detrás de él podía oír a Ron, que hacía un ruido sordo al doblar las curvas.

Y entonces, cuando se empezaba a preguntar qué sucedería cuando llegara al final, la tubería tomó una dirección horizontal, y él cayó del extremo del tubo al húmedo suelo de un oscuro túnel de piedra, lo bastante alto para poder estar de pie. Lockhart se estaba incorporando un poco más allá, cubierto de barro y blanco como un fantasma. Harry se hizo a un lado y Ron salió también del tubo como una bala.

Debemos encontrarnos a kilómetros de distancia del colegio —dijo Harry, y su voz resonaba en el negro túnel.

Y debajo del lago, quizá —dijo Ron, afinando la vista para vislumbrar los muros negruzcos y llenos de barro.

Todos en la sala estaban aterrados, deseando no tener nunca que pisar ese lugar.

Los tres intentaron ver en la oscuridad lo que había delante.

¡Lumos! —ordenó Harry a su varita, y la lucecita se encendió de nuevo—. Vamos —dijo a Ron y a Lockhart, y comenzaron a andar. Sus pasos retumbaban en el húmedo suelo.

El túnel estaba tan oscuro que sólo podían ver a corta distancia. Sus sombras, proyectadas en las húmedas paredes por la luz de la varita, parecían figuras monstruosas.

Recordad —dijo Harry en voz baja, mientras caminaban con cautela—: al menor signo de movimiento, hay que cerrar los ojos inmediatamente.

—Eres un buen líder —comentó Luna de manera sincera y muchos asintieron, incluido Draco.

Pero el túnel estaba tranquilo como una tumba, y el primer sonido inesperado que oyeron fue cuando Ron pisó el cráneo de una rata. Harry bajó la varita para alumbrar el suelo y vio que estaba repleto de huesos de pequeños animales. Haciendo un esfuerzo para no imaginarse el aspecto que podría presentar Ginny si la encontraban, Harry fue marcándoles el camino. Doblaron una oscura curva.

Muchos se estremecieron e intentaron con todas sus fuerzas no imaginarlo ellos tampoco. (N.A. ... Ella está bien, ¿No la veis abrazadita a Harry o qué?

Harry, ahí hay algo… —dijo Ron con la voz ronca, cogiendo a Harry por el hombro.
Se quedaron quietos, mirando. Harry podía ver tan sólo la silueta de una cosa grande y encorvada que yacía de un lado a otro del túnel. No se movía.

Quizás esté dormido —musitó, volviéndose a mirar a los otros dos. Lockhart se tapaba los ojos con las manos. Harry volvió a mirar aquello; el corazón le palpitaba con tanta rapidez que le dolía.

Algo similar les ocurría a la mayoría de los presentes en el Gran Comedor.

Muy despacio, abriendo los ojos sólo lo justo para ver, Harry avanzó con la varita en alto.
La luz iluminó la piel de una serpiente gigantesca, una piel de un verde intenso, ponzoñoso, que yacía atravesada en el suelo del túnel, retorcida y vacía. El animal que había dejado allí su muda debía de medir al menos siete metros.

Muchos se estremecieron al imaginarlo y alguno dejó salir un gemido de terror.

¡Caray! —exclamó Ron con voz débil.

Algo se movió de pronto detrás de ellos. Gilderoy Lockhart se había caído de rodillas.

Muchos bufaron.

Levántese —le dijo Ron con brusquedad, apuntando a Lockhart con su varita.

Lockhart se puso de pie, pero se abalanzó sobre Ron y lo derribó al suelo de un golpe.

—¡NO! —exclamaron muchos preocupados, levantándose de golpe nuevamente.

Harry saltó hacia delante, pero ya era demasiado tarde. Lockhart se incorporaba, jadeando, con la varita de Ron en la mano y su sonrisa esplendorosa de nuevo en la cara.

—La varita de Ron... Estaba rota... —comprendió Percy con alegría.

¡Aquí termina la aventura, muchachos! —dijo—. Cogeré un trozo de esta piel y volveré al colegio, diré que era demasiado tarde para salvar a la niña y que vosotros dos perdisteis el conocimiento al ver su cuerpo destrozado. ¡Despedíos de vuestras memorias!

Levantó en el aire la varita mágica de Ron, recompuesta con celo, y gritó:

¡Obliviate!

La varita estalló con la fuerza de una pequeña bomba.

—Eso le pasa por idiota —gruñó Lily imaginando que él se habría comido el golpe de lleno.

Harry se cubrió la cabeza con las manos y echó a correr hacia la piel de serpiente, escapando de los grandes trozos de techo que se desplomaban contra el suelo. Enseguida vio que se había quedado aislado y tenía ante sí una sólida pared formada por las piedras desprendidas.

—¡No puede ser! —exclamó Cho asustada—. ¿Por qué siempre acabas tu solo?

Harry le sonrió a Cho mientras Ginny y ella compartían una mirada de odio.

Todos estaba completamente preocupados, ¿Qué iba a pasarle a Harry?

¡Ron! —gritó—, ¿estás bien? ¡Ron!

¡Estoy aquí! —La voz de Ron llegaba apagada, desde el otro lado de las piedras caídas—. Estoy bien. Pero este idiota no. La varita se volvió contra él.

Escuchó un ruido sordo y un fuerte «¡ay!», como si Ron le acabara de dar una patada en la espinilla a Lockhart.

Fred y George sonrieron a Ron junto a muchos otros.

¿Y ahora qué? —dijo la voz de Ron, con desespero—. No podemos pasar. Nos llevaría una eternidad…

Harry miró al techo del túnel. Habían aparecido en él unas grietas considerables. Nunca había intentado mover por medio de la magia algo tan pesado como todo aquel montón de piedras, y no parecía aquél un buen momento para intentarlo. ¿Y si se derrumbaba todo el túnel?

Muchos se estremecieron al pensarlo y se alegraron de que a Harry no le hubiese dado por intentarlo.

Hubo otro ruido sordo y otro ¡ay! provenientes del otro lado de la pared. Estaban malgastando el tiempo. Ginny ya llevaba horas en la Cámara de los Secretos. Harry sabía que sólo se podía hacer una cosa.

La tensión volvió a la sala de manera más exagerada que nunca hasta ahora.

Aguarda aquí —indicó a Ron—. Aguarda con Lockhart. Iré yo. Si dentro de una hora no he vuelto…

Muchos miraron a Harry con una mezcla de tristeza, por estar arriesgando su vida, y admiración, por estar arriesgando su vida.

Hubo una pausa muy elocuente.

Intentaré quitar algunas piedras —dijo Ron, que parecía hacer esfuerzos para que su voz sonara segura—. Para que puedas… para que puedas cruzar al volver. Y…

¡Hasta dentro de un rato! —dijo Harry, tratando de dar a su voz temblorosa un tono de confianza.

Y partió él solo cruzando la piel de la serpiente gigante.

Enseguida dejó de oír el distante jadeo de Ron al esforzarse para quitar las piedras. El túnel serpenteaba continuamente. Harry sentía la incomodidad de cada uno de sus músculos en tensión. Quería llegar al final del túnel y al mismo tiempo le aterrorizaba lo que pudiera encontrar en él.

Todos pensaban lo mismo que él. Querían que todo acabara de una vez pero, por otra parte, tenían miedo de lo que podía pasar y querían que el túnel fuese infinito.

Y entonces, al fin, al doblar sigilosamente otra curva, vio delante de él una gruesa pared en la que estaban talladas las figuras de dos serpientes enlazadas, con grandes y brillantes esmeraldas en los ojos.

Harry se acercó a la pared. Tenía la garganta muy seca. No tuvo que hacer un gran esfuerzo para imaginarse que aquellas serpientes eran de verdad, porque sus ojos parecían extrañamente vivos.

Tenía que intuir lo que debía hacer. Se aclaró la garganta, y le pareció que los ojos de las serpientes parpadeaban.

¡Ábrete! —dijo Harry, con un silbido bajo, desmayado.

Las serpientes se separaron al abrirse el muro. Las dos mitades de éste se deslizaron a los lados hasta quedar ocultas, y Harry, temblando de la cabeza a los pies, entró.

Todos cogieron aire preparándose para lo que vendría a continuación... Pero no pasó nada. Charlie permaneció en silencio.

—Así acaba el capítulo —anunció.

—Es hora de comer —anunció Dumbledore—. Si haceis el favor de...

—¡NO! —chillaron muchos.

—¡Dumbledore, tenemos que leer el siguiente! —sentenció Lily de manera imperativa.

Dumbledore sonrió, esa era la reacción que esperaba.

—Yo lo haré —giró Molly mientras corría hacia Charlie llena de preocupación. Su pequeña Ginny estaba allí, cerca de la muerte, y Harry también se acercaba a ella, ¿Qué iba a pasar? ¡No podían ponerse a comer ahora! Cogió el libro y leyó con en un agudo chillido—: El heredero de Slytherin.




¡WOAAA! ¡MÁS, MÁS! ¿DÓNDE ESTA GINNY? ¿ESTA HERIDA? ¿ESTA A SALVO? ¿Y HARRY, SERÁ CAPAZ DE SALVARLA EL SOLO CON DOCE AÑOS? ¡POR MERLÍN! ¡HAY UN BASILISCO! ¡LOS VA A MATAR A TODOOOS!

¿Preferíais que se pusieran a comer? A mí me resultaba inconcebible.

Mañana el climax de la historia: 1 Basilisc, 1 Sword, 1 Potter, 1 Horrocrux, 1 Ginny and 100 Screams. I hope you'll love it.

¿Tenéis ganas de que llegue mañana? Claro, pregunta tonta, mañana es Sabado. Y los Sabados son tan geniales como efímeros. Y todos sabemos que son muy efímeros.

Bueno, blablablá, espeo que o haya gustado, que le deis a like, os subscribai para ver máh videos y que dejéi un comentario. He tado pensando en poné publididá en mis videoh, no pah ganah dinero ni nah, porsupueto.

Olvidar eso.

MOMENTO FRASES EPICAS DE DUMBLEDORE: (Top 3 pensado a todo correr)

3.- No importa las condiciones en las que uno nace, sino lo que llega a ser cuando crece.
2.- Muy pronto tendrán que elegir entre lo que es correcto y lo que es fácil.
1.- Claro que está pasando dentro de tu cabeza, Harry, pero ¿Por qué iba a significar eso que no es real?

Esta última me gusta es, sinceramente, mi favorita.

2 EXTRAS: (Que merece la pena nombrar)

2.- Y ahora, Harry, adentrémonos en la oscuridad y vayamos en busca de la aventura, aquella caprichosa seductora
1.- Lo lógico sería suponer que iban a ofrecerme un refrigerio, pero, por lo visto hasta ahora, eso denotaría un optimismo rayando en el idealismo.

*.- Siempre me he jactado de mi habilidad para jugar con las frases. Las palabras son, en mí no tan humilde opinión, nuestra más inagotable fuente de magia, capaces de infringir daño y de remediarlo.

Bueno, jóvenes y ya no tan jóvenes muggles. Se despide de manera cordial, Patope Patata.


3 comentarios :

  1. Hola!! primero debo disculparme.... u.u yo tbm te leía en fanfiction.net pero no te mande review... ¬_¬" asi que.... lo siento...
    También lamente lo que comentaste que alguien te denunció y por eso mudarás tu historia (como alguien que tbm escribe....no se lo deseo a nadie)

    Ahora si, la parte buena!!!.....Soy fan de tus ficts!!.... ¬-¬ dirás hay que pesada xD; pero tenía que ponerlo :P

    Ahora que vas a trasladar tus historias al blog! voy a poder mandarte un mensaje (¬-¬ aunque no serán muy seguidas u.u")
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    ¿qué más pongo?.... ¡AH! ya sé!!!.....*muda*....nop, eso no....
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    En fin!!!.... ahsta tu siguiente actualización !! v(^_^)v *baile del cangrejo*
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    No....yo tampoco sé x que me muevo al ritmo del cangrejo.... U.U"
    En fin..... Hasta el sgt mensaje!

    "otra" de tus lindas-y-ardientes fan (no.... no me estoy quemando ¬.¬)

    Kuki-chan >(^-^)< *sigue bailando* ya que....

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  2. A pesar de haber leido el libro un montón de veces estoy en tensión y todo jajaja A ver como reaccionan todos con lo de Riddle y el basilisco

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  3. En serio? Escribís que Ginny se sienta ENTRE las piernas de Harry con la mente podrida de tus lectores??? Nunca que se sentó en su regazo, no, entre las piernas, me ha costado muchísimo no imaginarme otra cosa, por lo demás excelente.

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