miércoles, 29 de julio de 2015

El vasallo de Lord Voldemort


¡Hola guapichopis! ¡Viva la marcha! ¡Laralaralaraaaaa... ¿Que pasa, sui géneris?

Empezamos fuerte hoy ¿eh? Este loulogio... me puede con todo lo que hace.

23:43, llego a tiempo hoy también. Fiuuu. Salvado.

Antes de nada quería deciros que he intentado quitar las estúpidas cookies del blog (solo están para los que usan las analíticas de google o para los que ponen publicidad en el blog y como no hago ninguna de las dos cosas las cookies solo estorban). Pero en fin, después de malgastar una buena parte de mi tiempo buscando, no he encontrado nada. Así que lo siento si no te gustan las galletas, pero te las vas a tener que comer :c

Por cierto, debatiendo durante la cena con mi familia sobre un tema tan crucial como es el nombre que debería tener Sin Nombre salieron muchas ideas originales (Gumersinda, Bonifacio, Petronila, Citronela...) Y bueno, acabamos decidiendo llamarla.... No, no lo decidimos, pero sin duda fue una cena divertida. 

Venga, respondo ya y os dejo con el capitulo.

Cinthia Tenshi: Vaya... Me has dejado sonriendo un buen rato, en serio, leer cosas como esa siempre hacen a uno feliz.

Isabel Gonzalo Colmenar: Vale, gracias por recordarmelo, haber si no se me olvida xD ¿Y en serio has vuelto a leértelo todo? 

Anonimus Maximus: Que fácil es pedir que actualice más ¿eh? xD Esto consume muchas horas por corto que sea. Además, este capitulo es largo de narices, por mucho que el anterior fuese corto si hubiese tenido que hacer los dos la misma semana... Tela. Yo también he leído el fic que dices, lastima que siempre se queden a la mitad :c Entiendo que los que lo escriben se cansen y quieran dejarlo, pero siempre le va a doler a la persona que lo lee. Pero piénsalo, escribir un fic de este estilo te hace escribir una burrada... Consume muchísimo tiempo y lo único que te llevas a cambio es tu propia satisfacción y bonitos comentarios. Que no es poco. Pero hay gente adulta que trabaja y todo eso y no tiene tanto tiempo como yo que sigo siendo estudiante. Y, aunque no entro nunca a Pottermore si que tengo cuenta. Y soy Ravenclaw. Porque sí. Cada vez que pruebo una cosa de esas estoy en una casa diferente.

LaurieAngel: ¿Otra persona a la que se le borra el comentario? En serio, este blog tiene que aprender de una vez algo de educación. Espera que cojo el látigo y le doy unas buenas clases de como se debe tratar a la gente (si luego te da latigazos en vez de borrarte el comentario es que no he sido un buen ejemplo). Así que padres, no peguéis a vuestros hijos, que luego van por ahí borrando comentarios.
Por cierto, he estado mirando y mammonismo es la avaricia por lo material. Así que... ¿un mamón es alguien avaricioso? Espera, no, mamón es alguien que todavía mama... El mundo es muy complicado. Me mola pensar que has gastado de tu tiempo buscando un nombre para la Ravenclaw xD Venga va, dime un nombre y un apellido y se lo ponemos (le he pedido lo mismo a Son, si dais dos nombres hacemos una mezcla de nombre de uno y apellido de otro).
PD: ¡Si no comentas no hay capitulo! D: Okno, pero comenta, que eres una de esas personas que si no comenta me pongo triste, deprimido y me tapo los ojos con el pelo.

Son: Bueno, aparecen 31 personas que han pertenecido a Ravenclaw. Si a esos le restamos los que ya no están estudiando y los que son chicos, nos quedan 5 candidatos. Pero claro, no es ni Luna, ni Padma, ni Cho, ni su mejor amiga Marietta. Eso nos deja con 1: Lisa Turpin. Pero resulta que está en el mismo año que Harry y yo había dicho que está en tercero... Y bueno, mirando la wiki inglesa haber si alguien coincidía...  Nop. S. Fawcett estaba en el club de duelo de Lockhart. Así que tampoco tiene la edad. Pero oye, has estado investigando ¿eh? Venga va, dime un nombre y un apellido y lo ponemos (le he pedido lo mismo a LaurieAngel, si dais dos nombres hacemos una mezcla de nombre de uno y apellido de otro).

Alma: ¡No me hables de Doofenshmirtz! Hoy mismo acabo de enterarme de que han cancelado Phineas y Ferb... ¿Como que "Last Day of Summer"? ¡El verano no puede acabar! Bueno, de hecho, creo que me gustaría también una serie de Phinieas y Ferb en la escuela, ¡la de cosas que podrían hacer en clase! Sería una especie de Tonari no Seki-kun versión americana.
Por cierto, mi filosofía aprueba el robo de oreos a personas deprimidas y, por supuesto, el galleticidio. Y ahora saltarás con "Pero estoy deprimida porque te has comido mi oreo" Bla, bla, bla. Detalles. 
¿Seis de los grandes? Pero si eso es lo que me costó la hermana menor que compré como sustituta de tu hermana, que por cierto, se dedica a hacerme masajes en los pies día y noche. Creo que la estoy educando bien, ahora es capaz de trabajar mientras duerme. Aunque si quieres seis paquetes de oreo me parece bien, pero el transporte esta muy caro. Si pagas a un transportista experto en transportes de galletas (dulces, no saladas, que esos no tienen cuidado) le daré los seis paquetes al transportista y podrás disfrutar de seis paquetes de galletas gratis que te han costado más de lo que te habría costado a ti comprarlas. Aunque, claramente, recibirás un batido de chocolate como extra. Tampoco soy tan mala persona. Y sí, hace tanto calor que no puedo dormir. Parezco un criminal endiablado que estudia miles de posibilidades antes de llevar acabo sus fechorías con estas ojeras. Aah... ¿Por qué ya nadie quiere hacer una guerra de globos de agua? Maldigo al que inventó la madurez.
PD: Babeantes y bobos babuinos.
PD2: Intenta decir eso cinco veces más rapido.

Todos los personajes y los fragmentos del libro original pertenecen a J.K. Rowling.

EL VASALLO DE LORD VOLDEMORT

¡Que hambre! ¡Que hambre! —repetía Ron sin parar mientras esperaba, como el resto de estudiantes, a que Dumbledore colocara las mesas y, por supuesto, la comida.

Pero, entre los que conocían lo que había ocurrido ese tercer año en Hogwarts, Ron era el único que podía esperar por la comida de esa manera. Harry estaba casi seguro de que en el siguiente capítulo aparecería Peter. Aparecería Peter hablando. Aparecería Peter siendo Peter, pero siendo un Peter que sus padres no conocían. ¿Como iban a tomarse todo lo que escucharan? Tragó saliva algo incomodo.

—Venga Harry, prueba estas alitas de pollo —dijo Ron tendiéndole un plato demasiado cerca de la cara haciendo que Harry dejase sus pensamientos a un lado—. Están buenísimas.

—Ron, traga antes de hablar —ordenó Hermione como buena madre novia—. Y tu siéntate Harry.

Harry era el único en el comedor que seguía de pie.

—Oye, pues si que están buenas sí —coincidió Hermione.

—Si yo fuera un pollo sería un caníbal redomado. Me comería mis propias alas —confesó Ron sin dejar de comer—. ¡Estoy así de loco!

(Vale, eso último es de Marshall de "How I Met Your Mother", pero me hacia ilusión ponerlo xD)

—Hey Harry —le llamó Dean—. Supongo que ya queda poco para que veamos todo lo que pasó con los dementores ¿no?

—¡Que emoción! —dijo Lavender dando unas palmadas.

—Si, supongo —dijo Harry sin pensarlo demasiado, ni siquiera había pensado en eso. Pero espera, ¡había hecho algo increíble! ¿Que dirían sus padres sobre ello? ¿Y que diría Ginny? Espera Harry... ¿eso a que ha venido? ¿que más te da lo que diga Ginny? Es cierto... ¿y que diría Cho? Sí, era Cho la chica que le gustaba a Harry. Aunque... No. Ha sido así desde hace tres años, Harry. Pero, pensó Harry, ya no siento lo mismo que antes. Es complicado.

.

—Oye Draco, puede que Pansy tenga hambre —comentó Theodore sin mirarle directamente.

Draco parpadeó un par de veces, se le había olvidado completamente Pansy.

—Bueno, ya vendrá cuando tenga hambre ¿no?

Astoria suspiró.

—Oye, es cierto que la odio y todo eso, pero... Lleváis todos estos años siendo amigos, y reconoce que has dado un cambio muy de sopetón. No puedes esperar que lo entienda todo tan rápido. Deberías ir y hablar con ella.

Draco se rascó la cabeza. Era cierto, no había pensado nada en como se iban a tomar ese cambio sus amigos de toda la vida. Bueno, podía descontar a Crabbe y a Goyle, pero ¿y Zabini y Pansy? Era indudable que ninguno de los dos iba a considerar su cambio como algo bueno. 

—Sí, supongo que debería ir —dijo levantándose.

Hasta que salió del Gran Comedor no se dio cuenta de que no tenía ni idea de donde podía estar Pansy. Draco suspiró, pensando en cuan útil podría serle un mapa del merodeador como el de Harry. Digo... Potter.

Decidió bajar hacia las mazmorras y mirar en la sala común, la cual estaba desierta. Frunció el ceño, una cosa era que no estuviera Pansy pero... ¿Y Crabbe y Goyle? Bueno, el castillo era muy grande. Por un momento pensó que Pansy podía estar en su habitación y que no había forma de que el llegase ahí pero, precisamente por esa razón, Pansy no podía estar ahí. Pansy habría ido a un lugar donde Draco pudiera encontrarla. Ella quería ser encontrada. Siempre había hecho lo mismo ¿no? Durante los cinco años que llevaban en Hogwarts cada vez que se enfadaban se escondía en un lugar donde Draco fuera a ir a buscarla. Y si no estaba en la sala común... Solo podía estar en ese lugar. Draco suspiró, iba a tener que salir del castillo.

El le había enseñado ese lugar en su segundo año, poco después de encontrarlo el. No es que fuera un lugar secreto, ni siquiera tenía nada de especial, pero desde que Draco la llevó allí un día, ella siempre iba a ese lugar cuando estaba enfadada con el. Era, obviamente, en el bosque prohibido, un lugar que siempre había atraído y aterrado a Draco. Pero, por supuesto, estaba en la parte clara, Draco no habría sido capaz de adentrarse demasiado. Al estar en una esquina del bosque, junto al muro que separaba los muros de la escuela del mundo exterior, no era un sitio al que la gente soliese ir. 

Por fin Draco vio el árbol. Era un árbol tremendamente extraño, tan extraño que resultaría ridículo para un muggle, pero, para un mago, solo era un árbol interesante. Seguramente algún guardabosques más delicado que Hagrid haya hecho que creciese de esa forma. Era un árbol enorme, muy gordo y lleno de hojas por la parte más alta. Tenía, en todo el tronco, unos nudos enormes que iban ascendiendo, simulando una escalera, hasta que empezaban las ramas, las cuales simulaban una escalera con forma de caracol. Y entonces, por arte de magia, te encontrabas rodeado de hojas. Las hojas eran una especie de tapadera. El árbol perfecto para una base secreta de críos.

—En serio —gruñó Draco mientras subia con alguna dificultad—. ¿Como se me ocurrió subir aquí en primer lugar?

Y por fin estaba arriba.

—¿Pansy?

No hubo respuesta.

—Lumos —murmuró Draco.

Gracias a la luz que salía de su varita Draco vio a Pansy sentada en la rama más gorda, de espaldas a el, apoyando medio cuerpo en el tronco del árbol.

—Pansy —volvió a llamarla.

Pero tampoco hubo respuesta.

—Esto no te pega para nada —dijo Draco.

—¿Por qué siempre dices lo mismo cada vez que vienes? —preguntó Pansy sin elevar demasiado la voz.

—Porque siempre me contestas cuando lo hago —respondió Draco sentándose en la rama más cercana a la que ocupaba Pansy,

Pansy sonrió un poco por un momento pero Draco no puedo verlo. Pasó una pierna por la rama y apoyó la espalda en el tronco, quedando de perfil para Draco.

—¿Sabes? —dijo entonces—. Tenía que haberlo sabido.

Draco no dijo nada, Pansy hacia pausas entre comentarios muy a menudo.

—El año pasado, por ejemplo, cuando intente besarte en el baile de navidad y tu me evitaste —sonrió con tristeza—. Pensé que lo hiciste por vergüenza, o porque querías ser tu el que empezara nuestro primer beso... Pero nunca se me pasó por la cabeza que no sintieras lo mismo que yo.

—Pansy...

—Oh, y yo no era la única que lo pensaba. Nuestros padres también, y estaban de acuerdo, ¡hasta hablaban de una boda! Tu madre siempre me enseñaba vestidos de bodas de esa estúpida sección de "Toda bruja debe verse mágica en su noche más especial" de la revista esa que siempre compra.

Draco tragó saliva.

—Llevo cinco años pensando como iba a ser mi vida en el futuro, Draco, y todo a mi alrededor me decía que iba a ser así... —le dio un pequeño golpe al tronco del árbol con la cabeza y dirigió su mirada hacia Draco—... que iba a ser tu esposa.

Draco desvió la mirada de Pansy y miró hacia el suelo.

—¿Oh? ¿Te parece incomoda esta situación? Vaya, discúlpame, no era para nada mi intención. —Draco seguía sin decir nada—. ¿Sabes? Tengo el cuaderno de transformaciones de tercero lleno de nombres de constelaciones que pudieran llegara  gustarte. Oh, y menos mal que no estuviste conmigo durante mi examen de adivinación... Eso si te habría hecho estar incomodo.

—Pansy yo...

—No, Draco —dijo Pansy—. No se porque demonios te has convertido en un imbécil de un día para otro, y ni siquiera me importa que ahora te hables con la sucia de la Granger. No me importa para nada, Draco. No quiero oírte. Ni siquiera quiero verte...

—Mientes —dijo Draco entonces—. ¿Entonces que haces aquí?

Pansy no contestó.

—Mira... Yo también he llegado a pensar eso, Pansy, y a veces, hasta me parecía un futuro divertido.

—A veces... —gruñó Pansy.

—Lo único que importa ahora es que he cambiado, y no hay forma de que mi yo actual pueda gustarte, y lo sabes. Y lo siento ¿vale? No he hecho esto para fastidiarte. Simplemente he abierto los ojos y he comprendido muchas cosas que antes no comprendía, de hecho, lo más seguro es que no vaya a caerte nada bien a partir de ahora...

Pansy suspiró.

—Se acabó entonces ¿no?

—¿El qué?

—Pues todo... Ya ni siquiera vas a hablar conmigo.

—Yo...

—No —dijo interrumpiendole—. Tienes razón, supongo que es lo mejor.

—Pansy...

—¡No me lo hagas mas difícil! ¿vale? Me duele a mi más que a ti. Venga, ya puedes irte.

—¿Ah?

—¿No me has oído? Quiero que me dejes sola.

—Estamos comiendo ahora en el comedor ¿quieres...

—¡No tengo hambre! ¡Largate de una vez!

—Puedo traerte algo, si quieres.

—Vete ya... Idiota.

Draco suspiró. Hizo un gesto de despedida con la mano y bajó del árbol.

—Y no sigas siendo amable conmigo...

.

—¿Y Pansy? —le preguntó Blaise cuando volvió Draco al comedor.

—No tiene hambre —dijo Draco simplemente.

—¿Está todo bien? —le preguntó Astoria.

—Es... Complicado... —dijo Draco sujetándose la frente con la mano—. Yo no diría que esta bien... Pero seguramente está como debe estar. Supongo...

—Entiendo —le respondió Astoria—. De todas maneras, come rápido, ya han acabado todos y pronto quitaran la comida.

—No tengo hambre.

Y menos mal que no la tenía porque la comida empezó a desaparecer, plato por plato.

—Ya vasta Ron, déjalo, ya has comido suficiente —escuchó Draco que le decía Hermione a Ron mientras este se llenaba las manos con diferentes dulces y pasteles que no había tenido tiempo de comer.

—Claro que he comido suficiente —dijo el pelirrojo—. Pero hasta la hora de la cena aún queda mucho y me va a entrar hambre antes.

—Si que eres insaciable ¿eh? —le preguntó Hermione divertida.

—Sirius ¿te gustaría leer? —preguntó entonces Dumbledore.

—No —respondió secamente Sirius.

—¿Y que me dice usted, Evans? ¿Le gustaría leer el siguiente capitulo?

—Ahora es Potter, señor —dijo James con una enorme sonrisa.

—Y no tiene porque tratarme de usted o llamarme por el apellido —dijo Lily algo molesta porque a Sirius le llamase por su nombre y a ella no.

—Oh, claro, claro, mis disculpas. Entonces, Lily, ¿te gustaría leer?

—Claro, leeré —dijo Lily con el ceño fruncido. No entendía la razón por la que Dumbledore la hacía leer.

Al ver la expresión de Lily, Dumbledore se lo aclaró:

—Oh, no hay, en realidad, ninguna razón por la que te haya hecho leer.

Lily parpadeó un par de veces ¿entonces por qué?

(Pues por que me ha dado la gana Lily, no hay más. Soy joven, tronco, no me como el coco)

El vasallo de Lord Voldemort —empezó a leer.

Hermione dio un grito. Black se puso en pie de un salto. Harry saltó también como si hubiera recibido una descarga eléctrica.

—He encontrado esto al pie del sauce boxeador —dijo Snape, arrojando la capa a un lado y sin dejar de apuntar al pecho de Lupin con la varita—. Muchas gracias, Potter, me ha sido muy útil.

Snape estaba casi sin aliento, pero su cara rebosaba sensación de triunfo.

—Tal vez os preguntéis cómo he sabido que estabais aquí —dijo con los ojos relampagueantes—. Acabo de ir a tu despacho, Lupin. Te olvidaste de tomar la poción esta noche, así que te llevé una copa llena. Fue una suerte. En tu mesa había cierto mapa. Me bastó un vistazo para saber todo lo que necesitaba. Te vi correr por el pasadizo.

—Severus... —comenzó Lupin, pero Snape no lo oyó.

—Le he dicho una y otra vez al director que ayudabas a tu viejo amigo Black a entrar en el castillo, Lupin. Y aquí está la prueba. Ni siquiera se me ocurrió que tuvierais el va­lor de utilizar este lugar como escondrijo.

—Te equivocas, Severus —dijo Lupin, hablando apri­sa—. No lo has oído todo. Puedo explicarlo. Sirius no ha veni­do a matar a Harry.

—Dos más para Azkaban esta noche —dijo Snape, con los ojos llenos de odio—. Me encantará saber cómo se lo toma Dumbledore. Estaba convencido de que eras inofensivo, ¿sa­bes, Lupin? Un licántropo domesticado...

—Eso sobraba, Severus —le dijo Lily mirándole de forma severa.

—Idiota —dijo Lupin en voz baja—. ¿Vale la pena volver a meter en Azkaban a un hombre inocente por una pelea de colegiales?

¡PUM!

Del final de la varita de Snape surgieron unas cuerdas delgadas, semejantes a serpientes, que se enroscaron alrede­dor de la boca, las muñecas y los tobillos de Lupin. Este perdió el equilibrio y cayó al suelo, incapaz de moverse. Con un rugi­do de rabia, Black se abalanzó sobre Snape, pero Snape apun­tó directamente a sus ojos con la varita.

—Dame un motivo —susurró—. Dame un motivo para hacerlo y te juro que lo haré.

(No se porque pero siempre me ha atraído esa frase, tiene... no se... ¿impacto?)

Los estudiantes tragaron saliva, no se esperaban una pelea a estos niveles.

Black se detuvo en seco. Era imposible decir qué rostro irradiaba más odio. Harry se quedó paralizado, sin saber qué hacer ni a quién creer. Dirigió una mirada a Ron y a Her­mione. Ron parecía tan confundido como él, intentando toda­vía retener a Scabbers. Hermione, sin embargo, dio hacia Snape un paso vacilante y dijo casi sin aliento:

—Profesor Snape, no... no perdería nada oyendo lo que tienen que decir; ¿no cree?

—Señorita Granger; me temo que vas a ser expulsada del colegio —dijo Snape—. Tú, Potter y Weasley os encon­tráis en un lugar prohibido, en compañía de un asesino esca­pado y de un licántropo. Y ahora te ruego que, por una vez en tu vida, cierres la boca.

—Pero si... si fuera todo una confusión...

—¡CALLATE, IMBÉCIL! —gritó de repente Snape, des­compuesto—. ¡NO HABLES DE LO QUE NO COMPRENDES! 

¡PLAF!

Ante el asombro de todos en el comedor, la profesora McGonagall se había levantado y había propinado al profesor de pociones tal tortazo que, durante días, cada vez que vea su rostro en un espejo verá, de forma totalmente detallada, la mano de McGonagall.

—¡No pienso consentirte nada más! ¡Serás todo lo profesor que quieras, pero has sido mi alumno y, por lo que veo, no has madurado desde que terminaste los estudios! ¡Tratar a un estudiante de esa forma...

Snape no pudo hacer nada más que mirar fijamente el suelo sin decir nada.

Tras unos unos segundos de silencio, la lectura siguió su curso.

—Del final de su varita, que seguía apuntando a la cara de Black, salieron algunas chispas. Hermione guardó silencio, mientras Snape proseguía—. La venganza es muy dulce —le dijo a Black en voz baja—. ¡Habría dado un brazo por ser yo quien te capturara!

—Eres tú quien no comprende, Severus —gruñó Black—. Mientras este muchacho meta su rata en el castillo —señaló a Ron con la cabeza—, entraré en él sigilosamente.

—¿En el castillo? —preguntó Snape con voz melosa—. No creo que tengamos que ir tan lejos. Lo único que tengo que hacer es llamar a los dementores en cuanto salgamos del sauce. Estarán encantados de verte, Black... Tanto que te darán un besito, me atrevería a decir...

—Asqueroso hijo de puta —murmuró James con los ojos entrecerrados.

(Algunos de vosotros ya sabréis, por todo lo que llevamos de historia, lo poco que me gustan los insultos fuertes. Cosas como "bobo" me pueden parecer divertidas, pero algo como eso de arriba... No. Pero no voy a poner "Malvado chico malo" porque no le da gravedad al asunto, y no voy a poner $@#~€ o cosas por el estilo. Nada de censura.)

El rostro de Black perdió el escaso color que tenía.

—Tienes que escucharme —volvió a decir—. La rata, mira la rata...

Pero había un destello de locura en la expresión de Sna­pe que Harry no había visto nunca. Parecía fuera de sí.

—Vamos todos —ordenó. Chascó los dedos y las puntas de las cuerdas con que había atado a Lupin volvieron a sus manos—. Arrastraré al licántropo. Puede que los dementores lo besen también a él.

Lily cerró los ojos por un momento y suspiró.

Sin saber lo que hacía, Harry cruzó la habitación con tres zancadas y bloqueó la puerta.

Muchos sonrieron a Harry, pero más que nadie sus padres y Sirius y Remus.

—Quítate de en medio, Potter. Ya estás metido en bas­tantes problemas —gruñó Snape—. Si no hubiera venido para salvarte...

—El profesor Lupin ha tenido cientos de oportunidades de matarme este curso —explicó Harry—. He estado solo con él un montón de veces, recibiendo clases de defensa con­tra los dementores. Si es un compinche de Black, ¿por qué no acabó conmigo?

—No me pidas que desentrañe la mente de un licántro­po —susurró Snape—. Quítate de en medio, Potter.

Algunos bufaron discretamente por la respuesta.

—¡DA USTED PENA! —gritó Harry—. ¡SE NIEGA A ES­CUCHAR SÓLO PORQUE SE BURLARON DE USTED EN EL CO­LEGIO!

Muchos miraron a Harry con los ojos muy abiertos, sorprendidos de que le haya gritado así a un profesor.

—¡SILENCIO! ¡NO PERMITIRÉ QUE ME HABLES ASÍ! —chi­lló Snape, más furioso que nunca—. ¡De tal palo tal astilla, Potter! ¡Acabo de salvarte el pellejo, tendrías que agradecér­melo de rodillas! ¡Te estaría bien empleado si te hubiera ma­tado! Habrías muerto como tu padre, demasiado arrogante para desconfiar de Black. Ahora quítate de en medio o te quitaré yo. ¡APARTATE, POTTER!

Lily dejó de leer de inmediato y se giró hacia Severus, dedicándole la mirada más fría que Severus había recibido en su vida. Sin molestarse en decir nada, siguió leyendo. Severus tragó saliva.

Harry se decidió en una fracción de segundo. Antes de que Snape pudiera dar un paso hacia él había alzado la varita.

—¡Expeliarmo! —gritó.

(Vale, no lo soporto más, cada vez que leo expeliarmo me duele el corazón. Voy a poner expelliarmus, que sino no me siento cómodo.)

—¡Expeliarmus! —gritó.

Todos le miraron impresionados.

—¿Va en serio? —preguntó Cho estupefacta.

Harry no pudo evitar sonreír levemente a pesar de saber que agredir a un profesor no era algo bueno.

Pero la suya no fue la única voz que gritó. 

Muchos fruncieron el ceño, sin comprender.

Una ráfaga de aire movió la puerta sobre sus goznes. Snape fue alzado en el aire y lanzado contra la pared. Luego resbaló hasta el suelo, con un hilo de sangre que le brotaba de la cabeza.

El trio tragó saliva, algo nerviosos, pero nadie les dijo nada.

Estaba sin conocimiento.

Harry miró a su alrededor. Ron y Hermione habían in­tentado desarmar a Snape en el mismo momento que él. 

Muchos miraron a Ron y a Hermione impresionados, no se esperaban que ellos hubiesen hecho eso y menos Hermione.

La varita de Snape planeó trazando un arco y aterrizó sobre la cama, al lado de Crookshanks.

—No deberías haberlo hecho —dijo Black mirando a Harry—. Tendrías que habérmelo dejado a mí...

—Por fin dices algo con sentido —le dijo Tonks sonriendo.

Harry rehuyó los ojos de Black. No estaba seguro, ni si—quiera en aquel momento, de haber hecho lo que debía.

—¡Hemos agredido a un profesor...! ¡Hemos agredido a un profesor...! —gimoteaba Hermione, mirando asustada a Snape, que parecía muerto—. ¡Vamos a tener muchos pro­blemas!

Algunos tuvieron que contener la risa por la reacción de Hermione.

Lupin forcejeaba para librarse de las ligaduras. Black se inclinó para desatarlo. Lupin se incorporó, frotándose los lu­gares entumecidos por las cuerdas.

—Gracias, Harry —dijo.

—Aún no creo en usted —repuso Harry.

—Entonces es hora de que te ofrezcamos alguna prueba —dijo Black—. Muchacho, entrégame a Peter. Ya.

Ron apretó a Scabbers aún más fuertemente contra el pecho.

—Venga —respondió débilmente—, ¿quiere que me crea que escapó usted de Azkaban sólo para atrapar a Scabbers? Quiero decir... —Miró a Harry y a Hermione en busca de apo­yo—. De acuerdo, supongamos que Pettigrew pueda transfor­marse en rata... Hay millones de ratas. ¿Cómo sabía, estando en Azkaban, cuál era la, que buscaba?

—¿Sabes, Sirius? Ésa es una buena pregunta —observó Lupin, volviéndose hacia Black y frunciendo ligeramente el entrecejo—. ¿Cómo supiste dónde estaba?

Todos escuchaban con atención, la respuesta a esta pregunta, sin duda, marcaría el que el trió le creyera o que le dieran por asesino.

Black metió dentro de la túnica una mano que parecía una garra y sacó una página arrugada de periódico, la alisó y se la enseñó a todos. Era la foto de Ron y su familia que ha­bía aparecido en el diario El Profeta el verano anterior. So­bre el hombro de Ron se encontraba Scabbers.

—¿Cómo lo conseguiste? —preguntó Lupin a Black, es­tupefacto.

—Fudge —explicó Black—. Cuando fue a inspeccionar Azkaban el año pasado, me dio el periódico. Y ahí estaba Pe­ter, en primera plana... en el hombro de este chico. Lo reconocí enseguida. Cuántas veces lo vi transformarse. Y el pie de foto decía que el muchacho volvería a Hogwarts, donde esta­ba Harry...

—¡Dios mío! —dijo Lupin en voz baja, mirando a Scab­bers, luego la foto y otra vez a Scabbers—. Su pata delan­tera...

—¿Qué le ocurre? —preguntó Ron, poniéndose chulito.

—Le falta un dedo —explicó Black.

—Claro —dijo Lupin—. Sencillo... e ingenioso. ¿Se lo cortó él?

—Poco antes de transformarse —dijo Black—. Cuando lo arrinconé, gritó para que toda la calle oyera que yo había traicionado a Lily y a James. Luego, para que no pudiera echarle ninguna maldición, abrió la calle con la varita en su espalda, mató a todos los que se encontraban a siete metros a la redonda y se metió a toda velocidad por la alcantarilla, con las demás ratas...

—¿Nunca lo has oído, Ron? —le preguntó Lupin—. El mayor trozo que encontraron de Peter fue el dedo.

—Mire, seguramente Scabbers tuvo una pelea con otra rata, o algo así. Ha estado con mi familia desde siempre.

—Doce años exactamente ¿No te has preguntado nunca por qué vive tanto?

—Bueno, la hemos cuidado muy bien —dijo Ron.

—Pero ahora no tiene muy buen aspecto, ¿verdad? —ob­servó Lupin—. Apostaría a que su salud empeoró cuando supo que Sirius se había escapado.

—¡La ha asustado ese gato loco! —repuso Ron, señalan­do con la cabeza a Crookshanks, que seguía ronroneando en la cama.

Pero no había sido así, pensó Harry inmediatamente. Scabbers ya tenía mal aspecto antes de encontrar a Crooks­hanks. Desde que Ron volvió de Egipto. Desde que Black es­capó...

—Este gato no está loco —dijo Black con voz ronca. Alar­gó una mano huesuda y acarició la cabeza mullida de Crooks­hanks—. Es el más inteligente que he visto en mi vida. Reco­noció a Peter inmediatamente. Y cuando me encontró supo que yo no era un perro de verdad. Pasó un tiempo antes de que confiara en mí. Finalmente, me las arreglé para hacerle en­tender qué era lo que pretendía, y me ha estado ayudando...

—¿Qué quiere decir? —preguntó Hermione en voz baja.

—Intentó que Peter se me acercara, pero no pudo... Así que se apoderó de las contraseñas para entrar en la torre de Gryffindor. Según creo, las cogió de la mesilla de un mu­chacho...

Muchos (sobre todo sus padres) se alegraron de que hubiese una prueba de que Neville no había perdido las contraseñas. Se las habían robado. Pero eso no justificaba el hecho de que escribir las contraseñas en un papel fuera un acto riesgoso.

El cerebro de Harry empezaba a hundirse por el peso de las muchas cosas que oía. Era absurdo... y sin embargo...

—Sin embargo, Peter se olió lo que ocurría y huyó. Este gato, ¿decís que se llama Crookshanks?, me dijo que Peter ha­bía dejado sangre en las sábanas. Supongo que se mordió... Simular su propia muerte ya había resultado en otra ocasión.

Estas palabras impresionaron a Harry y lo sacaron de su ensimismamiento.

—¿Y por qué fingió su muerte? —preguntó furioso—. Porque sabía que usted lo quería matar; como mató a mis padres.

—No, Harry —dijo Lupin.

—Y ahora ha venido para acabar con él.

—Sí, es verdad —dijo Black, dirigiendo a Scabbers una mirada diabólica.

—Entonces yo tendría que haber permitido que Snape lo entregara —gritó Harry.

—Harry —dijo Lupin apresuradamente—, ¿no te das cuenta? Durante todo este tiempo hemos pensado que Sirius había traicionado a tus padres y que Peter lo había persegui­do. Pero fue al revés, ¿no te das cuenta? Peter fue quien trai­cionó a tus padres. Sirius le siguió la pista y...

—¡ESO NO ES CIERTO! —gritó Harry—. ¡ERA SU GUAR­DIÁN SECRETO! ¡LO RECONOCIÓ ANTES DE QUE USTED APA­RECIESE! ¡ADMITIÓ QUE LOS MATÓ!

Todos en la sala estaban sin palabras

Señalaba a Black, que negaba lentamente con la cabeza. Sus ojos hundidos brillaron de repente.

—Harry..., la verdad es que fue como si los hubiera ma­tado yo —gruñó—. Persuadí a Lily y a James en el último momento de que utilizaran a Peter. Los persuadí de que lo utilizaran a él como guardián secreto y no a mí. Yo tengo la culpa, lo sé. La noche que murieron había decidido vigilar a Peter, asegurarme de que todavía era de fiar. Pero cuando llegué a su guarida, ya se había ido. No había señal de pelea alguna. No me dio buena espina. Me asusté. Me puse inme­diatamente en camino hacia la casa de tus padres. Y cuando la vi destruida y sus cuerpos... me di cuenta de lo que Peter había hecho. Y de lo que había hecho yo.

Lily dejo de leer. Su cuerpo temblaba y tenía los ojos cerrados. Ya sabía que eso había pasado. Ya lo sabía. Pero aún así... ¿Por qué, Peter? ¿Por qué?

Abrió los ojos decidida, Sirius y Remus habían cargado con esto, James también iba a hacerlo, así que ella tenía que hacerlo también.

Su voz se quebró. Se dio la vuelta.

—Es suficiente —dijo Lupin, con una nota de acero en la voz que Harry no le había oído nunca—. Hay un medio infa­lible de demostrar lo que verdaderamente sucedió. Ron, en­trégame la rata.

—¿Qué va a hacer con ella si se la doy? —preguntó Ron con nerviosismo.

—Obligarla a transformarse —respondió Lupin—. Si de verdad es sólo una rata, no sufrirá ningún daño.

Ron dudó. Finalmente puso a Scabbers en las manos de Lupin. Scabbers se puso a chillar sin parar; retorciéndose y agitándose. Sus ojos diminutos y negros parecían salirse de las órbitas.

—¿Preparado, Sirius? —preguntó Lupin.

Black ya había recuperado la varita de Snape, que había caído en la cama. Se aproximó a Lupin y a la rata. Sus ojos húmedos parecían arder.

—¿A la vez? —preguntó en voz baja.

—Venga —respondió Lupin, sujetando a Scabbers con una mano y la varita con la otra—. A la de tres. ¡Una, dos y... TRES!

Un destello de luz azul y blanca salió de las dos varitas. Durante un momento Scabbers se quedó petrificada en el aire, torcida, en posición extraña. Ron gritó. La rata golpeó el suelo al caer. Hubo otro destello cegador y entonces...

Fue como ver la película acelerada del crecimiento de un árbol. Una cabeza brotó del suelo. Surgieron las piernas y los brazos. Al cabo de un instante, en el lugar de Scabbers se ha­llaba un hombre, encogido y retorciéndose las manos. Crooks­hanks bufaba y gruñía en la cama, con el pelo erizado.

Era un hombre muy bajito, apenas un poco más alto que Harry y Hermione. Tenía el pelo ralo y descolorido, con calva en la coronilla. Parecía encogido, como un gordo que hubiera adelgazado rápidamente. Su piel parecía roñosa, casi como la de Scabbers, y le quedaba algo de su anterior condición roedora en lo puntiagudo de la nariz y en los ojos pequeños y húmedos. Los miró a todos, respirando rápida y superficial­mente. Harry vio que sus ojos iban rápidamente hacia la puerta.

—Hola, Peter —dijo Lupin con voz amable, como si fue­ra normal que las ratas se convirtieran en antiguos compa­ñeros de estudios—. Cuánto tiempo sin verte.

—Si... Sirius. Re... Remus —incluso la voz de Pettigrew era como de rata. Volvió a mirar a la puerta—. Amigos, que­ridos amigos...

Los tres merodeadores entrecerraron los ojos, molestos.

Black levantó el brazo de la varita, pero Lupin lo sujetó por la muñeca y le echó una mirada de advertencia. Enton­ces se volvió a Pettigrew con voz ligera y despreocupada.

—Acabamos de tener una pequeña charla, Peter, sobre lo que sucedió la noche en que murieron Lily y James. Qui­zás te hayas perdido alguno de los detalles más interesantes mientras chillabas en la cama.

—Remus —dijo Pettigrew con voz entrecortada, y Harry vio gotas de sudor en su pálido rostro—, no lo creerás, ¿ver­dad? Intentó matarme a mí...

—Eso es lo que hemos oído —dijo Lupin más fríamen­te—. Me gustaría aclarar contigo un par de puntos, Peter; si fueras tan...

—¡Ha venido porque otra vez quiere matarme! —chilló Pettigrew señalando a Black, y Harry vio que utilizaba el dedo corazón porque le faltaba el índice—. ¡Mató a Lily y a James, y ahora quiere matarme a mí...! ¡Tienes que prote­germe, Remus!

El rostro de Black semejaba más que nunca una cala­vera, mientras miraba a Peter Pettigrew con sus ojos inson­dables.

—Nadie intentará matarte antes de que aclaremos al­gunos puntos —dijo Lupin.

—¿Aclarar puntos? —chilló Pettigrew, mirando una vez más a su alrededor; hacia las ventanas cegadas y hacia la única puerta—. ¡Sabía que me perseguiría! ¡Sabía que volve­ría a buscarme! ¡He temido este momento durante doce años!

—¿Sabías que Sirius se escaparía de Azkaban cuando nadie lo había conseguido hasta ahora? —preguntó Lupin, frunciendo el entrecejo.

—¡Tiene poderes oscuros con los que los demás sólo podemos soñar! —chilló Pettigrew con voz aguda—. ¿Cómo, si no, iba a salir de allí? Supongo que El Que No Debe Nom­brarse le enseñó algunos trucos.

Black comenzó a sacudirse con una risa triste y horrible que llenó la habitación.

—¿Que Voldemort me enseñó trucos? —dijo y Peter Pet­tigrew retrocedió como si Black acabara de blandir un látigo en su dirección—. ¿Qué te ocurre? ¿Te asustas al oír el nom­bre de tu antiguo amo? —preguntó Black—. No te culpo, Pe­ter. Sus secuaces no están muy contentos de ti, ¿verdad?

—No sé... qué quieres decir, Sirius —murmuró Petti­grew, respirando más aprisa aún. Todo su rostro brillaba de sudor.

—No te has estado ocultando durante doce años de mí —dijo Black—. Te has estado ocultando de los viejos segui­dores de Voldemort. En Azkaban oí cosas. Todos piensan que si no estás muerto, deberías aclararles algunas dudas. Les he oído gritar en sueños todo tipo de cosas. Cosas como que el traidor les había traicionado. Voldemort acudió a la casa de los Potter por indicación tuya y allí conoció la derrota. Y no todos los seguidores de Voldemort han terminado en Azka­ban, ¿verdad? Aún quedan muchos libres, esperando su opor­tunidad, fingiendo arrepentimiento... Si supieran que sigues vivo...

—No entiendo de qué hablas... —dijo de nuevo Petti­grew, con voz más chillona que nunca. Se secó la cara con la manga y miró a Lupin—. No creerás nada de eso, de esa lo­cura...

—Tengo que admitir; Peter, que me cuesta comprender por qué un hombre inocente se pasa doce años convertido en rata —dijo Lupin impasible.

—¡Inocente, pero asustado! —chilló Pettigrew—. Si los seguidores de Voldemort me persiguen es porque yo metí en Azkaban a uno de sus mejores hombres: el espía Sirius Black.

El rostro de Black se contorsionó.

—¿Cómo te atreves? —gruñó, y su voz se asemejó de re­pente a la del perro enorme que había sido—. ¿Yo, espía de Voldemort? ¿Cuándo he husmeado yo a los que eran más fuertes y poderosos? Pero tú, Peter... no entiendo cómo no comprendí desde el primer momento que eras tú el espía. Siempre te gustó tener amigos corpulentos para que te prote­gieran, ¿verdad? Ese papel lo hicimos nosotros: Remus y yo... y James...

James se mordió el labio inferior mientras hacia fuerza con los ojos para retener las lagrimas que se acumulaban en ellos poco a poco.

Pettigrew volvió a secarse el rostro; le faltaba el aire.

—¿Yo, espía...? Estás loco. No sé cómo puedes decir...

—Lily y James te nombraron guardián secreto sólo por­que yo se lo recomendé —susurró Black con tanto odio que Pettigrew retrocedió—. Pensé que era una idea perfecta... una trampa. Voldemort iría tras de mí, nunca pensaría que los Potter utilizarían a alguien débil y mediocre como tú... Sin duda fue el mejor momento de tu miserable vida, cuando le dijiste a Voldemort que podías entregarle a los Potter.

Lily tuvo que hacer otra pausa para seguir leyendo, costaba leer cosas como esta y más cuando detrás de esas cosas está la razón de tu futura pasada muerte.

Pettigrew murmuraba cosas, aturdido. Harry captó pa­labras como «inverosímil» y «locura», pero no podía dejar de fijarse sobre todo en el color ceniciento de la cara de Petti­grew y en la forma en que seguía mirando las ventanas y la puerta.

—¿Profesor Lupin? —dijo Hermione, tímidamente—. ¿Puedo decir algo?

—Por supuesto, Hermione —dijo Lupin cortésmente.

—Pues bien, Scabbers..., quiero decir este... este hom­bre... ha estado durmiendo en el dormitorio de Harry duran­te tres años. Si trabaja para Quien Usted Sabe, ¿cómo es que nunca ha intentado hacerle daño?

—Eso es —dijo Pettigrew con voz aguda, señalando a Hermione con la mano lisiada—. Gracias. ¿Lo ves, Remus? ¡Nunca le he hecho a Harry el más leve daño! ¿Por qué no se lo he hecho?

—Yo te diré por qué —dijo Black—. Porque no harías nada por nadie si no te reporta un beneficio. Voldemort lleva doce años escondido, dicen que está medio muerto. Tú no co­meterías un asesinato delante de Albus Dumbledore por servir a una piltrafa de brujo que ha perdido todo su poder; ¿a que no? Tendrías que estar seguro de que es el más fuerte en el juego antes de volver a ponerte de su parte. ¿Para qué, si no, te alojaste en una familia de magos? Para poder estar informado, ¿verdad, Peter? Sólo por si tu viejo protector re­cuperaba las fuerzas y volvía a ser conveniente estar con él.

Pettigrew abrió y cerró la boca varias veces. Se había quedado sin habla.

—Eh... ¿Señor Black... Sirius? —preguntó tímidamen­te Hermione. —A Black le sorprendió que lo interpelaran de esta manera, y miró a Hermione fijamente, como si na­die se hubiera dirigido a él con tal respeto en los últimos años—. Si no le importa que le pregunte, ¿cómo escapó us­ted de Azkaban? Si no empleó magia negra...

—¡Gracias! —dijo Pettigrew, asintiendo con la cabeza—. ¡Exacto! ¡Eso es precisamente lo que yo...!

Pero Lupin lo silenció con una mirada. Black fruncía li­geramente el entrecejo con los ojos puestos en Hermione, pero no como si estuviera enfadado con ella: más bien pare­cía meditar la respuesta.

—No sé cómo lo hice —respondió—. Creo que la única razón por la que nunca perdí la cabeza es que sabía que era inocente. No era un pensamiento agradable, así que los dementores no me lo podían absorber... Gracias a eso conservé la cordura y no olvidé quién era... Gracias a eso conservé mis poderes... así que cuando ya no pude aguantar más me con­vertí en perro. Los dementores son ciegos, como sabéis. —Tragó saliva—. Se dirigen hacia la gente porque perciben sus emociones... Al convertirme en perro, notaron que mis sentimientos eran menos humanos, menos complejos, pero pensaron, claro, que estaba perdiendo la cabeza, como todo el mundo, así que no se preocuparon. Pero yo me encontraba débil, muy débil, y no tenía esperanza de alejarlos sin una varita. Entonces vi a Peter en aquella foto... comprendí que estaba en Hogwarts, con Harry... en una situación perfecta para actuar si oía decir que el Señor de las Tinieblas recupe­raba fuerzas... —Pettigrew negó con la cabeza y movió la boca sin emitir sonido alguno, mirando a Black como hipno­tizado—... Estaba dispuesto a hacerlo en cuanto estuviera seguro de sus aliados..., estaba dispuesto a entregarles al úl­timo de los Potter. Si les entregaba a Harry, ¿quién se atreve­ría a pensar que había traicionado a lord Voldemort? Lo reci­birían con honores...

Lily apretó sus manos contra el libro con fuerza antes de seguir leyendo.

—Así que ya veis, tenía que hacer algo. Yo era el único que sabía que Peter estaba vivo...

Harry recordó lo que el padre de Ron le había dicho a su esposa: «Los guardianes dicen que hacía tiempo que Black hablaba en sueños. Siempre decía las mismas palabras: “Está en Hogwarts.”»

—Era como si alguien hubiera prendido una llama en mi cabeza, y los dementores no podían apagarla. No era un pensamiento agradable..., era una obsesión... pero me daba fuerzas, me aclaraba la mente. Por eso, una noche, cuando abrieron la puerta para dejarme la comida, salí entre ellos, en forma de perro. Les resulta tan difícil percibir las emocio­nes animales que se confundieron. Estaba delgado, muy del­gado... Lo bastante delgado para pasar a través de los barrotes. Nadé como un perro. Viajé hacia el norte y me metí en Hogwarts con la forma de perro... He vivido en el bosque desde entonces... menos cuando iba a ver el partido de quidditch, claro... Vuelas tan bien como tu padre, Harry... —Miró al muchacho, que esta vez no apartó la vista—. Créeme —añadió Black—. Créeme. Nunca traicioné a James y a Lily. Antes habría muerto.

Y Harry lo creyó. 

Nadie en el comedor pudo contener una sonrisa. Nadie. Ni el ministro, ni Snape, y, seguramente, ni Umbridge de haber estado en la sala.

Asintió con la cabeza, con un nudo en la garganta.

—¡No!

Pettigrew se había arrodillado, como si el gesto de asen­timiento de Harry hubiera sido su propia sentencia de muer­te. Fue arrastrándose de rodillas, humillándose, con las ma­nos unidas en actitud de rezo.

—Sirius, soy yo, soy Peter... tu amigo. No..., tú no...

Black amagó un puntapié y Pettigrew retrocedió.

—Ya hay bastante suciedad en mi túnica sin que tú la toques.

—¡Remus! —chilló Pettigrew volviéndose hacia Lupin, retorciéndose ante él, implorante—. Tú no lo crees. ¿No te habría contado Sirius que habían cambiado el plan?

—No si creía que el espía era yo, Peter —dijo Lupin—. Supongo que por eso no me lo contaste, Sirius —dijo Lupin despreocupadamente, mirándolo por encima de Pettigrew.

—Perdóname, Remus —dijo Black.

—No hay por qué, Canuto, viejo amigo —respondió Lu­pin, subiéndose las mangas—. Y a cambio, ¿querrás perdo­nar que yo te creyera culpable?

—Por supuesto —respondió Black, y un asomo de sonri­sa apareció en su demacrado rostro. También empezó a re­mangarse—. ¿Lo matamos juntos?

Lily tragó saliva, iba a ser dificil leer esto.

—Creo que será lo mejor —dijo Lupin con tristeza.

—No lo haréis, no seréis capaces... —dijo Pettigrew. Y se volvió hacia Ron, arrastrándose—. Ron, ¿no he sido un buen amigo?, ¿una buena mascota? No dejes que me maten, Ron. Estás de mi lado, ¿a que sí?

Pero Ron miraba a Pettigrew con repugnancia.

—¡Te dejé dormir en mi cama! —dijo.

—Buen muchacho... buen amo... —Pettigrew siguió arrastrándose hacia Ron—. No lo consentirás... yo era tu rata... fui una buena mascota...

—Si eras mejor como rata que como hombre, no tienes mucho de lo que alardear —dijo Black con voz ronca.

Ron, palideciendo aún más a causa del dolor; alejó su pierna rota de Pettigrew. Pettigrew giró sobre sus rodillas, se echó hacia delante y asió el borde de la túnica de Hermione.

—Dulce criatura... inteligente muchacha... no lo consen­tirás... ayúdame...

Hermione tiró de la túnica para soltarla de la presa de Pettigrew y retrocedió horrorizada.

Pettigrew temblaba sin control y volvió lentamente la cabeza hacia Harry

—Harry, Harry.. qué parecido eres a tu padre... igual que él...

Muchos tuvieron que reprimir aires de violencia al ver que Peter se dirigía a Harry, y al ver que le hablaba de su padre.

—¿CÓMO TE ATREVES A HABLAR A HARRY? —bramó Black—. ¿CÓMO TE ATREVES A MIRARLO A LA CARA? ¿CÓMO TE ATREVES A MENCIONAR A JAMES DELANTE DE ÉL?

—Harry —susurró Pettigrew, arrastrándose hacia él con las manos extendidas—, Harry, James no habría consen­tido que me mataran... James habría comprendido, Harry... Habría sido clemente conmigo...

Tanto Black como Lupin se dirigieron hacia él con paso firme, lo cogieron por los hombros y lo tiraron de espaldas al suelo. Allí quedó, temblando de terror; mirándolos fijamente.

—Vendiste a Lily y a James a lord Voldemort —dijo Black, que también temblaba—. ¿Lo niegas?

Pettigrew rompió a llorar. Era lamentable verlo: parecía un niño grande y calvo que se encogía de miedo en el suelo.

—Sirius, Sirius, ¿qué otra cosa podía hacer? El Señor de las Tinieblas... no tienes ni idea... Tiene armas que no podéis imaginar... Estaba aterrado, Sirius. Yo nunca fui valiente como tú, como Remus y como James. Nunca quise que suce­diera... El Que No Debe Nombrarse me obligó.

—¡NO MIENTAS! —BRAMÓ BLACK—. ¡LE HABÍAS ESTADO PASANDO INFORMACIÓN DURANTE UN AÑO ANTES DE LA MUERTE DE LILY Y DE JAMES! ¡ERAS SU ESPÍA!

—¡Estaba tomando el poder en todas partes! —dijo Pet­tigrew entrecortadamente—. ¿Qué se ganaba enfrentándo­se a él?

—¿Qué se ganaba enfrentándose al brujo más malvado de la Historia? —preguntó Black, furioso—. ¡Sólo vidas ino­centes, Peter!

—¡No lo comprendes! —gimió Pettigrew—. Me habría matado, Sirius.

—¡ENTONCES DEBERÍAS HABER MUERTO! —bramó Black—. ¡MEJOR MORIR QUE TRAICIONAR A TUS AMIGOS! 

(Impresionante, en serio, esta es una de las frases que te marcan la vida)

¡TODOS HABRÍAMOS PREFERIDO LA MUERTE A TRAICIONAR­TE A TI!

Black y Lupin se mantenían uno al lado del otro, con las varitas levantadas.

—Tendrías que haberte dado cuenta —dijo Lupin en voz baja— de que si Voldemort no te mataba lo haríamos noso­tros. Adiós, Peter.

Hermione se cubrió el rostro con las manos y se volvió hacia la pared.

—¡No! —gritó Harry Se adelantó corriendo y se puso en­tre Pettigrew y las varitas—. ¡No podéis matarlo! —dijo sin aliento—. No podéis.

Muchos miraron a Harry sorprendidos y sus padres sonrieron.

Tanto Black como Lupin se quedaron de piedra.

—Harry, esta alimaña es la causa de que no tengas pa­dres —gruñó Black—. Este ser repugnante te habría visto morir a ti también sin mover ni un dedo. Ya lo has oído. Su propia piel maloliente significaba más para él que toda tu fa­milia.

—Lo sé —jadeó Harry—. Lo llevaremos al castillo. Lo entregaremos a los dementores. Puede ir a Azkaban. Pero no lo matéis.

—¡Harry! —exclamó Pettigrew entrecortadamente, y rodeó las rodillas de Harry con los brazos—. Tú... gracias. Es más de lo que merezco. Gracias.

—Suéltame —dijo Harry, apartando las manos de Petti­grew con asco—. No lo hago por ti. Lo hago porque creo que mi padre no habría deseado que sus mejores amigos se con­virtieran en asesinos por culpa tuya.

James sonrió de forma algo tristes, el tenía fresca la guerra que había en su epoca y sabía, que tanto como el como sus amigos habían tenido que enfrentarse a muchos mortifagos. Lo más seguro es que todos ellos fuesen ya asesinos. Pero, aún así, estaba muy orgulloso de su hijo.

Nadie se movió ni dijo nada, salvo Pettigrew, que jadea­ba con la mano crispada en el pecho. Black y Lupin se miraron. Y bajaron las varitas a la vez.

—Tú eres la única persona que tiene derecho a deci­dir; Harry —dijo Black—. Pero piensa, piensa en lo que hizo.

—Que vaya a Azkaban —repitió Harry—. Si alguien merece ese lugar; es él.

Muchos asintieron de acuerdo.

Pettigrew seguía jadeante detrás de él.

—De acuerdo —dijo Lupin—. Hazte a un lado, Harry

—Harry dudó—. Voy a atarlo —añadió Lupin—. Nada más, te lo juro.

Harry se quitó de en medio. Esta vez fue de la varita de Lupin de la que salieron disparadas las cuerdas, y al cabo de un instante Pettigrew se retorcía en el suelo, atado y amor­dazado.

—Pero si te transformas, Peter —gruñó Black, apuntan­do a Pettigrew con su varita—, te mataremos. ¿Estás de acuerdo, Harry?


Harry bajó la vista para observar la lastimosa figura, y asintió de forma que lo viera Pettigrew.


—De acuerdo —dijo de repente Lupin, como cerrando un trato—. Ron, no sé arreglar huesos como la señora Pomfrey pero creo que lo mejor será que te entablillemos la pier­na hasta que te podamos dejar en la enfermería.

Se acercó a Ron aprisa, se inclinó, le golpeó en la pierna con la varita y murmuró:

—¡Férula!

Unas vendas rodearon la pierna de Ron y se la ataron a una tablilla. Lupin lo ayudó a ponerse en pie. Ron se apoyó con cuidado en la pierna y no hizo ni un gesto de dolor.

—Mejor —dijo—. Gracias.

—¿Y qué hacemos con el profesor Snape? —preguntó Hermione, en voz baja, mirando a Snape postrado en el suelo.

—No le pasa nada grave —explicó Lupin, inclinándose y tomándole el pulso—. Sólo os pasasteis un poco. Sigue sin co­nocimiento. Eh... tal vez sea mejor dejarlo así hasta que haya­mos vuelto al castillo. Podemos llevarlo tal como está. —Lue­go murmuro—: Mobilicorpus.

El cuerpo inconsciente de Snape se incorporó como si ti­raran de él unas cuerdas invisibles atadas a las muñecas, el cuello y las rodillas. La cabeza le colgaba como a una marioneta grotesca. Estaba levantado unos centímetros del suelo y los pies le colgaban. Lupin cogió la capa invisible y se la guardó en el bolsillo.

—Dos de nosotros deberían encadenarse a esto —dijo Black, dándole a Pettigrew un puntapié—, sólo para estar seguros.

—Yo lo haré —se ofreció Lupin.

—Y yo —dijo Ron, con furia y cojeando.

Black hizo aparecer unas esposas macizas. Pettigrew volvió a encontrarse de pie, con el brazo izquierdo encadena­do al derecho de Lupin y el derecho al izquierdo de Ron. El rostro de Ron expresaba decisión. Se había tomado la verda­dera identidad de Scabbers como un insulto.

—Normal —coincidieron muchos.

Crookshanks saltó ágilmente de la cama y se puso el primero, con la cola alegremente levantada.

—Aquí acaba —dijo Lily suspirando, algo aliviada por haber acabado de leer.

—Bien, bien —dijo Dumbledore sonriendo—. Ronald Weasley, ¿le gustaría leer el siguiente?

Ron supuso que iba a comenzar esa aventura en la que el no participo y de la que sabía poca cosa así que... ¡Claro que quería leerla!

—Por supuesto —dijo levantándose y tomando el libro de las manos de la madre de su mejor amigo—. El beso del dementor.

VALE, ATENCIÓN TODO EL MUNDO. HAY UNA COSA QUE NO ME CUADRA EN ABSOLUTO, QUE NO ENTIENDO Y QUE, NO SE PORQUE, NUNCA SE ME HABÍA OCURRIDO.

FRED Y GEORGE TENÍAN EL MAPA DEL MERODEADOR... ¡PERO NO LO ENTIENDO! ¿COMO DEMONIOS NO HAN DICHO NADA SOBRE QUE SU HERMANO DUERME TODOS LOS DÍAS CON ALGUIEN LLAMADO "PETER PETTIGREW"?

Perdón por las mayúsculas, pero no he podido contenerme. Aaaaah... ¡Quiero gritar! ¡No entiendo nadaaaaaa!

Dejando eso aparte... Seguramente el domingo me vaya a la playa y me quede... un tiempo indefinido. No tengo portátil, así que me va a ser difícil escribir. Espero conseguirlo de alguna manera pero sino... Bueno, al menos estáis avisados.

Bye!

miércoles, 22 de julio de 2015

Lunático, Colagusano, Canuto y Cornamenta.


Buenos días. Y por si no nos vemos luego: Buenos días, buenas tardes y buenas noches.
Con ese saludo quiero decir lo obvio, que si alguno de vosotros no ha visto el show de Truman tiene que verlo. Ahora. No, en serio, es una de esas películas que todo el mundo debería ver antes de morir.

Ah, antes de que se me olvide, sobre lo de que Dumby leyera los libros antes que el resto... En serio, todas vuestras respuestas inteligentes sobre que estáis de acurdo y que era algo obvio... Me siento mal. Se me ocurrió de repente y lo puse (como todo), en serio, siempre veis cosas increíbles detrás de cosas que se me ocurren al azar. No se como lo hacéis.

Y ahora sí, supongo que ya no puedo evitarlo más tiempo ¿no?

A responder.

Erica: Esta bien, esta bien. Antes de que acabe el verano le daré una oportunidad a Percy Jackson, a ver si me convence. Y sobre lo de escribir una historia larga... Esta es mi primera vez. Yo siempre he sido (y de algún modo lo sigo siendo) ese tipo de persona vaga que solo hace lo que le apetece hacer. Cuando me apetecía escribir algo lo escribía, y cuando me apetecía escribir otra cosa lo hacía, así que nunca he terminado una historia. Esperemos que pueda terminar esta ;)

Nashi Dragneel: Una de las cosas que más me gustan de escribir esto, es que me digáis lo que pensáis del capitulo. Como tu has hecho. Esas cosas le ponen a uno feliz.

Disabel: Mi blog está perfectamente programado para borrar comentarios de disabeles a traición, esta vez te a tocado a ti y la siguiente... También te tocará a ti. Ya lo siento. Escasez de leche ¿eh? Bueno, supongo que es preferible eso a que haya cientos de vacas apretujadas, viviendo mal para que podamos beber leche. Pero, de todas maneras, donde no hay batido de chocolate se toma... Lo siento, país de Disabel, no creo que lo visite en un buen tiempo. Mi cuerpo es 80% leche.

anonimus maximus: Tu llevas aqui mucho tiempo, tu ya sabes como hago yo las cosas. Me siento frente al teclado y escribo, no planeo. Seguramente me olvide por un tiempo de Pansy (como ha ocurrido en este capitulo) y luego le ruegue a mi complaciente mente que busque alguna excusa. Y sí, espero traer a Flema y al tiburón.

LaurieAngel: Me alegro de que te haya gustado ^^ Lo de Arthur fue... Complicado. Arthur me parece una persona increíble, siempre parece calmado y amable, pero, ¿como reaccionaria en un momento como ese? No me lo imagino pegando a Sirius, pero tampoco podía quedarse callado. No se. Tengo la impresión de que no he escrito lo que realmente habría pasado pero no se me ocurría otra cosa.
PD: Tu sigue dejando mensajes largos, que aquí cuanto más largo mejor. Eeh... Hablo de los comentarios...

SON: Menos mal que estas tu aquí para advertirme de ciertas cosas, ¿ves? Yo no me paro a pensar las cosas y luego pasa lo que pasa. Me lo apunto, y ya sabes, si tienes algún que otro consejo que compartir con este mocoso inútil... Adelante.

Alma: Dirás lo que quieras, pero yo creo que tienes una mente malvada omnividente, porque suelo entrar todos los días a FF a ver si has comentado y ¡ZAS! Justo el día que no miro, es el día que aparece discretamente tu comentario. Aah... Esos días en los que lees todos los capítulos de diferentes fics de golpe y acabas mezclando las historias en tu cabeza y nada tiene sentido... En serio, el inglés británico me odia, me cuesta tres veces más entender lo que dicen, aunque el acento de Sheffield tiene algo que... No se, me atrae.
Fred y George ¿eh? Yo creo que Rowling se quedo dormida un día en el tren y se le ocurrió todo. Aunque tal vez Fred y George hayan salido de algún pensamiento sobre su hija en sus momentos traviesos, algo así como "¿Y si hubiera tenido gemelas en vez de una sola hija? Oh, dios, no podría con eso, ¡Imagina la de travesuras que podrían hacer! Y por estar siempre juntas se entenderian la una a la otra con solo mirarse... ¡No quiero ni imaginarlo". Pero ya era tarde. Fred y George había nacido... TAN TAN TAN!!!!!!
Y ahora un hiper salto hasta fabricas de chocolate. Rico. Yo puedo decir (y sintiéndome orgulloso por ello) que soy un publico fácil. Tanto para libros, películas, música o cualquier otra cosa. Así que ambas pelis me gustaron. Aunque, siendo un poco más critico, diré que de la película de Tim Burton me gustó más el aspecto visual que la película en sí, y en la de Mel Stuart (la vieja) me atrajó bastante más Willy Wonka (le llamaría Willy a secas, pero queda mucho mejor junto). No se, el que interpretó Deep me pareció como un personaje bastante más frágil. Y sobre Charlie... Charlie es charlie xD Su personalidad no cambia en ninguna de las dos, es un buen chico y ya. Pero es tan genial... Me gustó mucho más en la nueva. Supongo que por el actor. Y hasta aquí el pensar en chocolate en vez de comerlo.
El calor es el castigo de dios hacia mi por no ir a misa los domingos. Hace que me pique la espalda, que me ponga de mal humor y que se me derrita el chocolate. Espera, así no es. Hace que me ponga de mal humor porque me pica la espalda y se me derrite el chocolate. Mejor.
PD: Eso ERA una oreo. Ahora es solo una masa bien masticada camino a ser digerida.  

Y ya, hasta aquí las respuestas. Os dejo con el capitulo.

Todos los personajes y los fragmentos del libro original pertenecen a J.K. Rowling.

LUNÁTICO, COLAGUSANO, CANUTO Y CORNAMENTA


—No deja de sorprenderme, señorita Granger —dijo Dumbledore mientras confirmaba lo dicho por Hermione asintiendo con la cabeza—. Bien, entonces, comenzaré a leer: Lunático, Colagusano, Canuto y Cornamenta.

Era tan absurdo que les costó un rato comprender lo que ha­bía dicho. Luego, Ron dijo lo mismo que Harry pensaba:

—Están ustedes locos.

—¡Absurdo! —dijo Hermione con voz débil.

—¡Peter Pettigrew está muerto! ¡Lo mató hace doce años!

Señaló a Black, cuya cara sufría en ese momento un mo­vimiento espasmódico.

—Tal fue mi intención —explicó, enseñando los dientes amarillos—, pero el pequeño Peter me venció. ¡Pero esta vez me vengaré!

Y dejó en el suelo a Crookshanks antes de abalanzarse sobre Scabbers; Ron gritó de dolor cuando Black cayó sobre su pierna rota.

—¡Sirius, NO! —gritó Lupin, corriendo hacia ellos y se­parando a Black de Ron—. ¡ESPERA! ¡No puedes hacerlo así! ¡Tienen que comprender! ¡Tenemos que explicárselo!

Lily y James sonrieron a Remus, agradecidos porque se molestara en aclararle todo lo que estaba pasando.

—Podemos explicarlo después —gruñó Black, intentan­do desprenderse de Lupin y dando un zarpazo al aire para atrapar a Scabbers, que gritaba como un cochinillo y araña­ba a Ron en la cara y en el cuello, tratando de escapar.

—¡Tienen derecho... a saberlo... todo! —jadeó Lupin sujetando a Black—. ¡Es la mascota de Ron! ¡Hay cosas que ni siquiera yo comprendo! ¡Y Harry...! ¡Tienes que explicarle la verdad a Harry, Sirius!

Black dejó de forcejear; aunque mantuvo los hundidos ojos fijos en Scabbers, a la que Ron protegía con sus manos arañadas, mordidas y manchadas de sangre.

—De acuerdo, pues —dijo Black, sin apartar la mirada de la rata—. Explícales lo que quieras, pero date prisa, Remus. Quiero cometer el asesinato por el que fui encarcelado...

—Sirius —dijo Remus negando con la cabeza—. En serio, comentarios como esos no ayudan demasiado.

—Déjame en paz —refunfuño este.

—Están locos los dos —dijo Ron con voz trémula, miran­do a Harry y a Hermione, en busca de apoyo—. Ya he tenido bastante. Me marcho.

Intentó incorporarse sobre su pierna sana, pero Lupin volvió a levantar la varita apuntando a Scabbers.

—Me vas a escuchar hasta el final, Ron —dijo en voz baja—. Pero sujeta bien a Peter mientras escuchas.

—¡NO ES PETER, ES SCABBERS! —gritó Ron, obligando a la rata a meterse en su bolsillo delantero, aunque se resistía demasiado. Ron perdió el equilibrio. Harry lo cogió y lo ten­dió en la cama. Sin hacer caso de Black, Harry se volvió hacia Lupin.

—Hubo testigos que vieron morir a Pettigrew —dijo—. Toda una calle llena de testigos.

—¡No vieron, creyeron ver! —respondió Black con furia, vigilando a Scabbers, que se debatía en las manos de Ron.

James se mordió el labio, por fin iba a saberlo todo, y aunque, por una parte, desearía nunca haber sabido de esto, tenía que saberlo. Suspiró. No iba a ser fácil.

—Todo el mundo creyó que Sirius mató a Peter —confir­mó Lupin—. Yo mismo lo creía hasta que he visto el mapa esta noche. Porque el mapa del merodeador nunca miente... Peter está vivo. Ron lo tiene entre las manos, Harry.

Harry bajó la mirada hacia Ron, y al encontrarse sus ojos, se entendieron sin palabras: indudablemente, Black y Lupin estaban locos. Nada de lo que decían tenía sentido. ¿Cómo iba Scabbers a ser Peter Pettigrew? Azkaban debía de haber trastornado a Black, después de todo. Pero ¿por qué Lupin le seguía la corriente?

Entonces habló Hermione, con una voz temblorosa que pretendía parecer calmada, como si quisiera que el profesor Lupin recobrara la sensatez.

—Pero profesor Lupin: Scabbers no puede ser Petti­grew... Sencillamente es imposible, usted lo sabe.

—¿Por qué no puede serlo? —preguntó Lupin tranquila­mente, como si estuvieran en clase y Hermione se limitara a plantear un problema en un experimento con grindylows.

—Porque si Peter Pettigrew hubiera sido un animago, la gente lo habría sabido. Estudiamos a los animagos con la profesora McGonagall. Y yo los estudié en la enciclopedia cuando preparaba el trabajo. El Ministerio vigila a los magos que pueden convertirse en animales. Hay un registro que indica en qué animal se convierten y las señales que tie­nen. Yo busqué «Profesora McGonagall» en el registro, y vi que en este siglo sólo ha habido siete animagos. El nombre de Peter Pettigrew no figuraba en la lista.

—En serio, Hermione es el mejor libro que uno puede tener —aseguró Ron—. Y no lo digo solo por la portada.

(¿Como se me ocurren chorradas tan horribles? En serio, me doy miedo a mi mismo)

Iba a asombrarse Harry de la escrupulosidad con que Hermione hacía los deberes cuando Lupin se echó a reír.

—¡Bien otra vez, Hermione! —dijo—. Pero el Ministerio ignora la existencia de otros tres animagos en Hogwarts.

Los merodeadores compartieron una mirada cómplice, como si el hecho de haberse vuelto animagos fuese solo una más de sus miles de travesuras juntas. Aún así, Remus no podía dejar de agradecer a la vida que le hubiese juntado con dos personas como ellos, bueno, y Tonks, por supuesto. Remus sonrió como un idiota.

—Si se lo vas a contar; date prisa, Remus —gruñó Black, que seguía vigilando cada uno de los frenéticos movimientos de Scabbers—. He esperado doce años. No voy a esperar más.

(Es divertido que en la quinta peli, en el departamento de misterios, Harry diga "He esperado catorce años. Puedo esperar un poco más." o "I've waited fourteen years... Think I can wait a little longer." Estos guionistas... xD)

—De acuerdo, pero tendrás que ayudarme, Sirius —dijo Lupin—. Yo sólo sé cómo comenzó...

Lupin se detuvo en seco. Había oído un crujido tras él. La puerta de la habitación acababa de abrirse. Los cinco se volvieron hacia ella. Lupin se acercó y observó el rellano.

—No hay nadie.

—¡Este lugar está encantado! —dijo Ron.

James, Sirius y Remus no pudieron evitar sonreír un poco por eso.

—No lo está —dijo Lupin, que seguía mirando a la puer­ta, intrigado—. La Casa de los Gritos nunca ha estado embru­jada. Los gritos y aullidos que oían los del pueblo los produ­cía yo. —Se apartó el ceniciento pelo de los ojos. Meditó un instante y añadió—: Con eso empezó todo... cuando me convertí en hombre lobo. Nada de esto habría sucedido si no me hubieran mordido... y si no hubiera sido yo tan temerario.

—Remus, por favor... deja ya lo de culparte a ti mismo —le dijo Lily negando con la cabeza.

Estaba tranquilo pero fatigado. Iba Ron a interrumpirle cuando Hermione, que observaba a Lupin muy atentamen­te, se llevó el dedo a la boca.

—¡Chitón!

—Era muy pequeño cuando me mordieron —prosiguió Lupin—. Mis padres lo intentaron todo, pero en aquellos días no había cura. La poción que me ha estado dando el pro­fesor Snape es un descubrimiento muy reciente. Me vuelve inofensivo, ¿os dais cuenta? Si la tomo la semana anterior a la luna llena, conservo mi personalidad al transformarme... Me encojo en mi despacho, convertido en un lobo inofensivo, y aguardo a que la luna vuelva a menguar. Sin embargo, antes de que se descubriera la poción de matalobos, me convertía una vez al mes en un peligroso lobo adulto. Parecía imposi­ble que pudiera venir a Hogwarts. No era probable que los padres quisieran que sus hijos estuvieran a mi merced. Pero entonces Dumbledore llegó a director y se hizo cargo de mi problema. 

Las personas cercanas a Remus y algún que otro alumno que también pensaba que solo por ser un hombre lobo de deberían privarte de derechos básicos como es la enseñanza sonrieron a Dumbledore.

Dijo que mientras tomáramos ciertas precaucio­nes, no había motivo para que yo no acudiera a clase. —Lu­pin suspiró y miró a Harry—. Te dije hace meses que el sau­ce boxeador lo plantaron el año que llegué a Hogwarts. La verdad es que lo plantaron porque vine a Hogwarts. Esta casa —Lupin miró a su alrededor melancólicamente—, el túnel que conduce a ella... se construyeron para que los usara yo. Una vez al mes me sacaban del castillo furtivamente y me traían a este lugar para que me transformara. El árbol se puso en la boca del túnel para que nadie se encontrara conmigo mientras yo fuera peligroso.

Harry no sabía en qué pararía la historia, pero aun así escuchaba con gran interés. Lo único que se oía, aparte de la voz de Lupin, eran los chillidos asustados de Scabbers.

—En aquella época mis transformaciones eran... eran terribles. Es muy doloroso convertirse en licántropo. Se me aislaba de los humanos para que no los mordiera, de forma que me arañaba y mordía a mí mismo. En el pueblo oían los ruidos y los gritos, y creían que se trataba de espíritus espe­cialmente violentos. Dumbledore alentó los rumores... Ni si­quiera ahora que la casa lleva años en silencio se atreven los del pueblo a acercarse. Pero aparte de eso, yo era más feliz que nunca. Por primera vez tenía amigos, tres estupendos amigos: Sirius Black, Peter Pettigrew y tu padre, Harry, James Potter. 

Los tres se sonrieron, intentando parecer alegres, pero, sobretodo para James que lo tenía todo más reciente, era difícil dejar todo lo de Peter a un lado.

Mis tres amigos no podían dejar de darse cuenta de mis desapariciones mensuales. Yo inventaba historias de todo tipo. Les dije que mi madre estaba enferma y que tenía que ir a casa a verla... Me aterrorizaba que pudieran aban­donarme cuando descubrieran lo que yo era. 

La mayoría del comedor empatizó con el hombre lobo, tenía que haberlo pasado mal.

Pero al igual que tú, Hermione, averiguaron la verdad. Y no me abando­naron. Por el contrario, convirtieron mis metamorfosis no sólo en soportables, sino en los mejores momentos de mi vida. Se hicieron animagos.

Harry no pudo evitar sonreír de oreja a oreja, Sirius y su padre podían ser unos idiotas en muchos aspectos, pero eran personas increíbles, que, sin dudarlo, harían cualquier cosa, por ilegal o peligrosa que fuese, para aliviar el dolor de alguien a quien quieren.

—¿Mi padre también? —preguntó Harry atónito.

—Sí, claro —respondió Lupin—. Les costó tres años ave­riguar cómo hacerlo. Tu padre y Sirius eran los alumnos más inteligentes del colegio 

—¡Hum! —dijo Lily girando la cabeza hacia un lado.

Remus rodó los ojos, Lily podía ser muy madura cuando quería, pero tambien tenía momentos asi de infantiles.

—¿Y ahora que pasa? —le preguntó.

—Nada.

—Ya veo.

...

—Así que el bobo de James y el idiota de Sirius son los mas listos del colegio ¿eh? —le dio una pista Lily.

—Bueno, me parecia muy poco humilde incluirme a mi también...

Harry tuvo que reprimir una sonrisa.

—¡Hum!

—Venga Remus, dile lo que quiere oír de una vez y ya esta —le dijo Sirius.

—¡No es eso! —protestó Lily—. Ahora ya da igual... Pero diciendo cosas solo de James... Que si Harry pensaba que su madre era idiota ¿eh? Imagínate que llega a pensar que el bobo este es más listo que yo.

—¿Era necesario insultarme? —le preguntó James—. ¿O lo de bobo era para Sirius?

—Venga, venga, sigamos con la lectura —dijo Sirius que estaba deseando que todo esto de Peter acabara de una vez.

—¡Hum!

—En serio Cornamenta, tu mujer es un poco exasperante,

—¿Eh? ¿Pero que dices? ¿No es monisima cuando se porta así?

(¿Por que el corrector del blog insiste en decirme que escriba maimonismo en vez de monisima? Maimonismo o no maimonismo, esa es la cuestión.)

y tuvieron suerte porque la transformación en animago puede salir fatal. Es la razón por la que el Ministerio vigila estrechamente a los que lo in­tentan. Peter necesitaba toda la ayuda que pudiera obtener de James y Sirius. Finalmente, en quinto, lo lograron. Cada cual tuvo la posibilidad de convertirse a voluntad en un ani­mal diferente.

—Pero ¿en qué le benefició a usted eso? —preguntó Her­mione con perplejidad.

Lily abrió la boca para explicarlo, por costumbre, pero comprendió que la historia iba a explicarlo así que no merecía la pena que ella también lo hiciera. Así que, con algo de desgana, se contuvo.

—No podían hacerme compañía como seres humanos, así que me la hacían como animales —explicó Lupin—. Un licántropo sólo es peligroso para las personas. Cada mes abandonaban a hurtadillas el castillo, bajo la capa invisible de James. Peter, como era el más pequeño, podía deslizarse bajo las ramas del sauce y tocar el nudo que las deja inmóvi­les. Entonces pasaban por el túnel y se reunían conmigo. Bajo su influencia yo me volvía menos peligroso. Mi cuerpo seguía siendo de lobo, pero mi mente parecía más humana mientras estaba con ellos.

—Date prisa, Remus —gritó Black, que seguía mirando a Scabbers con una horrible expresión de avidez.

—Ya llego, Sirius, ya llego... Al transformarnos se nos abrían posibilidades emocionantes. Abandonábamos la Casa de los Gritos y vagábamos de noche por los terrenos del cole­gio y por el pueblo. Sirius y James se transformaban en animales tan grandes que eran capaces de tener a raya a un licántropo. Dudo que ningún alumno de Hogwarts haya descubierto nunca tantas cosas sobre el colegio como noso­tros. Y de esa manera llegamos a trazar el mapa del mero­deador y lo firmamos con nuestros apodos: Sirius era Canu­to, Peter Colagusano y James Cornamenta.

—¿Qué animal...? —comenzó Harry, pero Hermione lo interrumpió:

—¡Aun así, era peligroso! ¡Andar por ahí, en la oscuri­dad, con un licántropo! ¿Qué habría ocurrido si les hubiera dado esquinazo a los otros y mordido a alguien?

James y Sirius miraron cada uno hacia un lado.

—Ése es un pensamiento que aún me reconcome —res­pondió Lupin en tono de lamentación—. Estuve a punto de hacerlo muchas veces. Luego nos reíamos. Éramos jóvenes e irreflexivos. Nos dejábamos llevar por nuestras ocurren­cias. A menudo me sentía culpable por haber traicionado la confianza de Dumbledore. Me había admitido en Hogwarts cuando ningún otro director lo habría hecho, y no se imagi­naba que yo estuviera rompiendo las normas que había establecido para mi propia seguridad y la de otros. Nunca supo que por mi culpa tres de mis compañeros se convirtieron ile­galmente en animagos. Pero olvidaba mis remordimientos cada vez que nos sentábamos a planear la aventura del mes siguiente. Y no he cambiado... —Las facciones de Lupin se ha­bían tensado y se le notaba en la voz que estaba disgustado consigo mismo—. Todo este curso he estado pensando si de­bería decirle a Dumbledore que Sirius es un animago. Pero no lo he hecho. ¿Por qué? Porque soy demasiado cobarde. Decírselo habría supuesto confesar que yo traicionaba su confianza mientras estaba en el colegio, habría supuesto ad­mitir que arrastraba a otros conmigo... y la confianza de Dum­bledore ha sido muy importante para mí. Me dejó entrar en Hogwarts de niño y me ha dado un trabajo cuando durante toda mi vida adulta me han rehuido y he sido incapaz de en­contrar un empleo remunerado debido a mi condición. Y por eso supe que Sirius entraba en el colegio utilizando artes os­curas aprendidas de Voldemort y de que su condición de animago no tenía nada que ver... Así que, de alguna manera, Snape tenía razón en lo que decía de mí.

—¿Snape? —dijo Black bruscamente, apartando los ojos de Scabbers por primera vez desde hacía varios minutos, y mirando a Lupin—. ¿Qué pinta Snape?

—Garabatos inútiles en su libro de pociones, como siempre —rió James. 

(insertar aquí embotico de guiño)

—Está aquí, Sirius —dijo Lupin con disgusto—. Tam­bién da clases en Hogwarts. —Miró a Harry, a Ron y a Her­mione—. El profesor Snape era compañero nuestro. —Se volvió otra vez hacia Black—: Ha intentado por todos los me­dios impedir que me dieran el puesto de profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras. 

—Tiene sentido ¿no? El lleva años pidiéndolo y nada, y llega aquí el señorito Remus y toma, para ti. —dijo George—. Yo creo que Dumbledore lo hizo apropósito, por eso tu despacho era más grande.

—Yo sigo pensando que lo de hacerle profesor de pociones era una simple indirecta para que se hiciera un buen champú anti grasa —comentó Fred—. Pero creo que aún no lo ha pillado.

Le ha estado diciendo a Dumble­dore durante todo el curso que no soy de fiar. Tiene motivos... Sirius le gastó una broma que casi lo mató, una broma en la que me vi envuelto.

—Le estuvo bien empleado. —Black se rió con una mue­ca—. Siempre husmeando, siempre queriendo saber lo que tramábamos... para ver si nos expulsaban.

—Severus estaba muy interesado por averiguar adónde iba yo cada mes —explicó Lupin a los tres jóvenes—. Estába­mos en el mismo curso, ¿sabéis? Y no nos caíamos bien. En especial, le tenía inquina a James. Creo que era envidia por lo bien que se le daba el quidditch... 

—Y por lo mucho que agradaba a los profesores a pesar de ser tan rebelde, y por lo popular que era con las chicas, por su suprema habilidad en encantamientos o en defensa... Y podría seguir —dijo Sirius.

—¿Y por que no sigues? —le retó Snape sabiendo que el "Y podría seguir" lo había dicho porque se había quedado sin ideas.

—Oh, ¿Estás buscando pelea? —le preguntó Sirius evitando la pregunta.

—Tal vez.

—Con eso me basta —dijo Sirius sacando la varita y levantándose. 

Snape también se puso de pie y metió la mano en su túnica para cogerla su varita.

Lily carraspeó lo suficientemente fuerte como para que ambos la oyeran. El efecto fue instantáneo, los dos estaban nuevamente sentados y con sus varitas guardadas.

—Increíble —dijo James—. Cualquiera diría que eres una maga.

De todas formas, Snape me había visto atravesar los terrenos del colegio con la seño­ra Pomfrey cierta tarde que me llevaba hacia el sauce boxea­dor para mi transformación. Sirius pensó que sería divertido contarle a Snape que para entrar detrás de mí bastaba con apretar el nudo del árbol con un palo largo. Bueno, Snape, como es lógico, lo hizo. Si hubiera llegado hasta aquí, se ha­bría encontrado con un licántropo completamente transfor­mado. Pero tu padre, que había oído a Sirius, fue tras Snape y lo obligó a volver, arriesgando su propia vida, aunque Sna­pe me entrevió al final del túnel. Dumbledore le prohibió contárselo a nadie, pero desde aquel momento supo lo que yo era...

—Entonces, por eso lo odia Snape —dijo Harry—. ¿Pen­só que estaba usted metido en la broma?

—Exactamente —admitió una voz fría y burlona que provenía de la pared, a espaldas de Lupin.

Severus Snape se desprendió de la capa invisible y apuntó a Lupin con la varita.

—¡Esto se pone interesante! —dijo la joven Ravenclaw que había leído un tiempo atrás y que aún no tiene nombre (ni tendrá).

—No lo niego, señorita sin nombre, pero seguiremos después de comer.

—¡¿eh?! —se quejó la señorita sin nombre.

(Para todo aquel al que le haya sentado mal el irrealismo de esto: Podéis escribir vuestro propio fic)


Sin Nombre, es un nombre bastante original. Me gusta.

Este ha sido un capitulo bastante cortito, creo que es el más corto del libro, pero aún así es, sin duda, uno de los mejores del libro.

Cuatro capítulos más para terminar el libro y 5 para terminar esta saga. Despues empezaremos con el cuatro libro (por fin) y ya veremos que ritmo llevamos con ese. Supongo que esto es todo por esta semana.

Bye!

PD: Las leyes de carteo por correo electrónico dictan que, después de enviar un mensaje, hasta no recibir una respuesta directa a ese mensaje, no se debe enviar otro mensaje. Así están las cosas por el momento. Reclame al consejo galáctico si tiene alguna queja o inconveniente. Gracias por su atención.