domingo, 1 de octubre de 2017

El héroe de todos


¿Qué pasa con los ornitorrincos?

Hay varias cosas que deberías saber para entender mejor a los ornitorrincos:
  1. Un ornitorrinco es un pato castor con tetas que pone huevos.
  2. ¡Producen veneno! Un macho produce el suficiente como para matar a un perro (¡chupate esa perro!)
  3. Puede que anden raro, pero no te rias de ellos, no seas basura.
En fin.

Lamento el retraso (y tambien el haberme retrasado). El de hoy no es un capítulo largo ni especialmente bueno. Podía haberlo subido hace unas semanas, pero cuanto más tiempo pasaba más corto y malo me parecía. Al final hoy he decidido subirlo así, porque ya ha pasado demasiado (y con demasiado quiero decir demasiado) tiempo.

La uni me va bien. Me consume mucho tiempo y energía, pero estoy muy contento. 

Sobre el fic... Mi plan es seguir actualizandolo poco a poco. Si hay por ahí alguien con ganas de leerlo, lo que con más sinceridad puedo recomendarle es que se olvide de el por un largo tiempo. Así, con suerte, si en algún momento le da por volver, puede que encuentre varios capítulos nuevos. Es lo que yo haría. No puedo hablaros de plazos, pero me gustaría sacar como mínimo un capítulo al mes, dejando como utópico el tener un cap cada dos semanas.

Answer time!

David A: ¡has juntado las letras! que en el mundo exista gente como tú es la razón por la que no he perdido (del todo) la fé en la humanidad. Ven aquí y dame un abrazo, anda, que no se diga.

Superhyoga: sí, tengo que empezar a poner en orden los caps y eso, gracias por recordarmelo.  Lo haré algún día, en serio.

Mayda: bueno, aunque no haya aparecido en la historia Cedric ya ha estado con su padre. Entraron juntos al Gran Comedor, lo que da a entender que ya han tenido un encuentro emotivo. Digamos que sí.
Y no vas a mentirme, eres una enferma manipuladora. Pero no es tu culpa, naciste bajo el amparo de Saturno mientras Venus estaba en la duocedima casa celeste. Según Trelawney son pruebas suficientes.
¿Ranma, Harry Potter y El nombre del viento? Al final vas a tener razón y vas a ser mi yo en chica... Excepto por lo de tu gemela malvada, claro, yo estoy psicológicamente sano (ejem).
Se me olvidaba que eres nueva. Este blog está maldito. A veces le da por borrar comentarios y no envía notificaciones. Pero yo le quiero por como es y no voy a intentar cambiarlo.
Bueno, venga... hablemos de Harry y Ginny... Yo no se escribir. No tengo ninguna clase de método. Me siento y escribo. Cuando a Harry y a Ginny les de por juntarse ya se juntaran. Sin presiones. De momento yo solo rezo por que acabe lo de su intercambio de cuerpos sin más cosas echii.

LaurieAngel: ¡cuanto tiempo sin hablarte, camarada! I've missed you, girl!

Nelson III: gracias bro! Sí, yo también me lio con lo del cambio de cuerpos. Espero que acabe pronto. Que la fuerza te acompañe.

cami0ichi: algo tarde (solo un poco) pero aquí está. Comentarios como el tuyo son lo que me gusta inyectarme en vena.



Todos los personajes y los fragmentos del libro original pertenecen a J.K. Rowling.


EL HÉROE DE TODOS


—Salgamos de aquí —le susurró Cedric a Cho y, sin esperar respuesta, la tomó de la mano y salieron del gran comedor.

Amos vio a su hijo salir del gran comedor y suspiró, ¿querer acaparar a su hijo ahora que lo había recuperado era un pensamiento demasiado egoista?

Caminaron por los largos y frios pasillos del castillo en absoluto silencio. Cho caminaba detras de el, con su corazón acelerado y con ganas de desaparecer, aunque, al mismo tiempo, era incapaz de desviar la mirada de la ancha espalda de su acompañante. Espalda que tanto había añorado y que no esperaba volver a ver. Siguió a Cedric sin decir nada durante todo el trayecto, hasta que este se detuvo en medio de ninguna parte. Cho abrió la boca para decir algo, pero el chirriante sonido de una puerta la detuvo. Cho frunció el ceño mientras se fijaba en donde estaba por primera vez. Vio la pequeña puerta que Cedric había abierto y a donde daba esta. Un escobero. Cedric la observaba con una picara sonrisa.

—Adelante, señorita  —le dijo cediendole el paso.

Cho, algo confusa, entró en el escobero, cuando algo hizo clic en su cabeza.

—¡Espera! Este escobero es donde...

—¿Donde terminamos el baile de navidad? —concluyó el Hufflepuff sin dejar de sonreir—. Sin ninguna duda. No esperaba decirte esto nunca, y no se lo digas a nadie, pero desde esa noche he visitado este viejo escobero a menudo. Venía aquí a pensar. Ya sabes, mientras me preparaba para las pruebas del torneo y eso....

Se hizo el silencio. Cedric sabía disfrutar de los silencios, pero este era un silencio incomodo. El sabía lo que ocurría en la mente de Cho, pero no le gustaba nada la idea de tener que hablar de algo que el todavía no había asimilado. En fin, lo que hace uno por amor.

—Se que... Se que aquí estoy muerto —confesó Cedric evitando la mirada de su acompañante—. Lo habría deducido aunque no me lo hubiesen dicho. Con todo eso de mi padre llorando y eso, ¿y tu? supongo que tratabas de actuar normal. No eres muy buena actriz, aunque también es que te lo he puesto dificil. Lo siento. Ya sabes. Por actuar tan cercano, ni siquiera había entendido del todo que, si para ti estoy muerto... bueno, ¡está claro que es algo incomodo! Sin mencionar que ahora podías estar con otro...

—¡No hay ningún otro! —aseguró Cho sintiendose mal mientras lo decía (más por el hecho de que sus primeras palabras despues de la confesión del chico fuesen acerca de otros chicos que por el hecho de que apenas un par de días antes hubiese estado bastante predispuesta a besar a Harry en ese mismo escobero).

El silencio no tardó en volver a esparcerse por el pequeño espacio que les rodeaba.

—¿Como te sientes? —preguntó Cho despues de un rato, sin tener muy claro si hacía bien al preguntar—. Es decir... si te sientes comodo respondiendo, claro...

Cedric pareció meditar un instante antes de responder.

—Aún no lo he pensado bien, entiendeme, no es facil asimilar que uno esta muerto cuando... bueno, aún no lo está. Además, al parecer tal vez no tenga que morir —contestó Cedric con optimismo mientras se encogía de hombros.

—¿De que hablas? —preguntó Cho sorprendida.

—Eso me ha susurrado uno de los enmascarados. Estoy seguro de que era la voz de Harry —explicó Cedric con una media sonrisa—. y oye, si me han traido aquí desde el pasado, ¿por qué no iban a poder salvarme? Harry es un buen tipo, ¿te he contado que me ayudó con la prueba de los dragones?

—Sí, Cedric —aseguró Cho con una extraña sonrisa—. Más de una vez. Siempre eres tan...

Tragó saliva. Se le humedecieron los ojos. No quería hacerlo, no quería acabar como siempre acababa. Pero no pudo evitarlo. Empezó a llorar. ¿Tristeza? no, no del todo. ¿Alegría? tampoco era esa la razón de sus lagrimas. Se sentía confusa, envuelta en algo tan grande que no sabía como manejarlo. Encogida en el pequeño escobero y con las manos cubriendole el rostro sintió los brazos de cedric abrazandola.

—Te he hechado tanto de menos —sollozó mientras le abrazaba con fuerza.

—Estoy aquí —aseguró el—. Y seguiré estandolo.


ϟ ϟ ϟ

—Vale, ya estamos aquí —le dijo James a su hijo, quien, por mágicas causas, tenía más edad que él—. ¿Piensas decirme ahora por que me has hecho salir del Gran Comedor?

Un enmascarado Harry del futuro había aparecido en el Gran Comedor y le había hecho seguirlo, sin darle ninguna explicación, hasta un aula vacia del castillo (como estaban todas en estos momentos).

Harry no dijo nada. Miraba a su padre con los ojos muy serios. Sí James hubiese tenido la oportunidad de criar y de conocer a su hijo habría sabido que Harry no sabía exactamente como decir lo que quería decir, pero como eso no había sido posible la seria mirada de este le hacía sentirse extrañamente intimidado. Y a James no le gustaba sentirse así.

—Bueno, ¿que pasa? —preguntó casi con dureza.

—Estoy ideando un plan —dijo Harry al final mientras se quitaba la capucha—. Aún... aún falta mucho por pulir. Y con mucho quiero decir todo. Es más bien una idea.

—¿De que hablas? —preguntó James sin entender.

—De salvar a todos —contestó Harry con los ojos firmes—. A todos los que pueda. El problema es que es... arriesgado. El plan original era casi infalible. Este... este no. Podría llegar a salir muy mal. A Hermione le va a dar un infarto cuando se lo explique.

—Harry... —dijo James despues de unos segundos—. Nadie te pide que salves a todo el mundo. No hagas locuras por ser el héroe de todos.

La mirada de Harry se volvió desenfocada y, hasta cierto punto, vacia.

—Un mundo el que tu y Lily estáis vivos —dijo simplemente—. Dime que no merece la pena luchar por eso y te prometó que lo dejo.

James abrió mucho los ojos, sintiendo sus tripas retorcerse. Lily... Cogió aire. Lo expulsó. Se le olvidó volver a cogerlo.

—Eso es jugar sucio —protestó y Harry sonrió, su padre estaba aceptando su propuesta—. ¿que necesitas que haga?

—Hablaremos más adelante, solo quería saber si estabas dispuesto —explicó Harry—. Puedes volver con los demás, no te molesto más.

—¿Molestarme? No seas idiota —dijo James golpeandole en un hombro—. ¿tienes prisa por algo? Me gustaría preguntarte algo.

—Pregunta, pregunta —dijo su hijo sonriendo.

—¿Como funcionan los viajes en el tiempo? —preguntó James con profunda curiosidad—. Quiero decir, se como funcionan los giratiempos (y más despues del tercer libro) pero nunca había oido hablar de algo semejante como viajar años al pasado o al futuro.

—No tengo problema con explicartelo, pero es una larga historia —le advirtió Harry.

—Tengo todo el tiempo del mundo y una curiosidad insaciable —contestó James con una pícara sonrisa mientras tomaba asiento en una de las sillas del aula—. adelante, profe.

Harry se recogió las mangas y comenzó a explicar:

—¿Recuerdas el espejo de Oesed, del primer libro? —James asintió con la cabeza—. Bien. Hace... más o menos un año decidí ir a echarle un vistazo. Quería saber... —se detuvo, parecía buscar las palabras adecuadas con las que continuar—. Quería saber que vería ahora, como adulto, si me miraba en el espejo. Solo quería saber cuanto he cambiado.

James escuchaba en absoluto silencio. Harry cogió aire y prosiguió:

—Lo que vi... supongo que fue parecido a cuando era niño. Pero al mismo tiempo no lo era. Mirando el espejo con once años me vi junto a vosotros, los tres juntos, vivos. Ahora, sin embargo, siendo más adulto y, sobre todo, más racional, me veía a mi mismo diseñando un conjuro para viajar en el tiempo. Un conjuro con el que cambiar el pasado. Me vi a mi mismo rodeado de hojas cubiertas de apuntes y garabatos. En un primer momento me hizo gracia pero con el tiempo empecé a a verle sentido a los apuntes. Tal vez... —suspiró—. Tal vez la lógica en esos apuntes no fuese erronea. Tal vez tuviese alguna posibilidad de logarlo. Me puse a trabajar en ello. Pase meses encerrado con el espejo tomando notas y hablando de cambiar el pasado. Ginny pensaba que me había vuelto loco—James rió un poco pero al ver el rostro de Harry se detuvo—, y yo tenía miedo de pensar mucho en ello porque llegué a creer que Ginny tenía razón. 

James tragó saliva y dejó que su hijo continuara la historia.

—Mis hijos... No estoy orgulloso de esto, pero ellos si confiaban en mi. Aunque todo indicase que me había vuelto loco... Me hace preguntarme que pasaría si me volviese loco de verdad... Pero en el momento fue un gran alivio, porque yo mismo desconfiaba de mi. Las hojas que veia en el espejo tenían sentido, pero estaban mal relacionadas entre sí. Tuve que investigar muchisimo antes de conseguir algo con lo que trabajar. Se lo enseñé a Hermione (y menos mal), juntos conseguimos crear el hechizo completo. Un conjuro de magia conjunta. Se hablaba de ella en los libros de historia, pero esta magia está en completo desuso. Hicimos un par de pruebas simples y vimos que funcionaba. Nos pusimos a pensar en las posibilidades. Nadie quería arriesgarse a perder lo que teníamos, tuvimos que idear un plan a prueba de fallos. Y bueno, vinimos aquí, con el plan por escrito (un plan del tamaño de un libro) y...

—Y ahora quieres tirar ese plan a la basura —completó James con una media sonrisa.

—Entiendo que Hermione se vuelva loca —dijo Harry encogiendose de hombros—, pero estoy convencido de que es lo mejor que podemos hacer —James asintió con la cabeza lentamente, con algo de duda—Ahora, si eso es todo lo que querías preguntar, vuelve al Gran Comedor. Tengo algo que hacer.

James asintió, se despidió de su hijo con un apretón de manos sin saber realmente si era lo más adecuado y salió del aula. Harry se acercó también a la salida, pero no salió. Cerró la puerta.

—Se que estás ahí —le dijo Harry a la nada—. Ya puedes salir.

Pasaron unos segundos sin que nada ocurriera pero al final Hermione se quitó la capa invisible. Harry sonrió.

—Hola Hermione, que curioso encontrarte aquí.

Hermione se ruborizó pero no dijo nada.

—Supongo que no has escuchado lo que querías escuchar —comentó Harry pensativo.

Hermione negó con la cabeza.

—Quería saber de que va todo eso del nuevo plan —explicó—, pero no has comentado nada.

—Claro que no. Primero tengo que hablarlo contigo —aseguró Harry con una sonrisa—. pero antes tenía que saber si James estaba dispuesto a participar, su papel es esencial en el plan.

—¿Entonces piensas contarme de que va todo esto? —inquirió Hermione—. De verdad que todo esto me está volviendo loca. Estaba todo tan bien planeado...

—¿Que te parece si subimos a la sala de los menesteres y lo hablamos allí? Con Ginny y con Ron —sugirió Harry. Hermione se mostró conforme. Salieron del aula.

—Por cierto —dijo Hermione mientras caminaban—. ¿como me has descubierto? He estado todo el tiempo con la capa, no he hecho ningún ruido... ¿como has sabido que estaba ahí?

—Por favor Hermione, soy el jefe del Departamento de Aurores y he vestido esa misma capa desde los once años —contestó Harry sonriendo con chulería.

—Vamos, que basicamente lo has dicho al azar y ha colado —dijo Hermione riendose.

—Como me conoces —rió Harry también—. Llevo años haciendolo cuando me quedo solo en algún sitio. No te imaginas la de veces que había realmente alguien.

—¿Albus? —preguntó Hermione.

—Casi siempre —contesto Harry con una sonrisa—. Siempre quiere saberlo todo. Y a Lily se le están pegando esos malos habitos también... Y en los peores momentos (ejem) sale de la nada en nuestra habitación para darnos un susto. Algún día va a llevarse un susto ella... ¿Por qué no pueden ser gamberros normales como James?

—Dímelo tú —protestó Hermione—. A veces pagaría por que Rose tuviera algo más de vida... ¡Se pasa las vacaciones encerrada en casa leyendo!

—Sabes que es idéntica a ti ¿no? Incluso tal vez algo menos repelente —bromeó Harry.

—Cierra el pico —le dijo Hermione dandole un golpe en el hombro—. Soy perfectamente capaz de imaginarte a ti con la capa de tu padre, espiandole. Albus también es idéntico a ti.

Harry no dijo nada, pero puso una sonrisa triste. Incluso si el nuevo plan saliera bien y sus padres no muriesen en manos de voldemort... el no llegaría a tener una infancia con ellos. Suspiró, cansado, no era fácil ser Harry Potter.

ϟ ϟ ϟ

En el Gran Comedor la cabeza de Ginny Weasley que en estos momentos era controlada por Harry Potter sintió unos insistentes golpecitos en su cabeza. Levantó la mirada y se encontró con una graciosa libelula de papel flotando a pocos centimetros de el, alzó la mano para agarrarla pero esta se apartó. Harry soltó un gruñido, su orgullo de buscador estaba herido. Volvió a intentar agarrarla pero la libelula se elevó a un punto donde el no llegaba a alcanzarla.

—Maldita sea —murmuraron los labios de Ginny a voluntad de Harry mientras entrecerraba los ojos con instinto cazador, esto ya era personal. 

La libelula descendió, burlona y le dio un toquecito en la frente. Harry cogió aire y lo soltó poco a poco.

¡ZAS! En un instante Harry alzó su mano y sujetó la libelula de papel con, tal vez, demasiada fuerza.

—¡Para que aprendas! —no pudo evitar murmurar, muy satisfecho consigo mismo. Sintió a la libelula forcejear dentro de su mano durante unos instantes pero al final se detuvo. Harry utilizó sus poderes mentales para abrir la mano de Ginny, que ya no contenía una libelula, sino una nota de papel.

Hola Gin,
Te estoy esperando cerca del lago, ¡ven rápido! Preciso dialogar con vos sobre un tema de relativa trascendencia. Deberíamos hablarnos de usted más a menudo.
Un insipido beso (aún no se de que sabores de gustan).
Luna.
pd: ¡ven rápido!

Harry parpadeó un par de veces, ¿quien encantaba una libelula de papel que contenía una nota para que se resistiese a ser atrapada? Bueno, si alguien podía llegar a hacer algo tan incongruente tenía que ser Luna. Pero eso ya carecía de importancia. Luna quería hablar con Ginny, pero el no era Ginny y Ginny no parecía Ginny. Harry tenía miedo de hablar de algo "de relativa trascendencia" con Luna cuando ella pensaba que el era Ginny. Eso estaba mal.

Se levantó de todas formas y salió del comedor. A Harry no se le daba mal improvisar sobre la marcha, ya encontraría alguna forma de excaquearse. Buscó a Luna en el lago.

—¡Ginny! —exclamó la voz de Luna junto a el— ¡Tenemos que hablar de chicos!

Harry tragó saliva.

Oh no.

Bueno, con esto y un bizcocho hasta [indefinido] a las [indefinido]. 

Os he avisado con antelación de que era corto y vulgar. Y ya sabeís lo que dicen: "el que avisa no es pettigrew". Así que planeo respoder vuestros vociferadores con vociferadores. Y no veais lo bien que se me da entregarlos en los momentos menos indicados con las frases menos indicadas. Vosotr@s vereis.

¿Que más? 

No, otra vez no Dait... No. No quemo.

En fin. Cuidense mucho y pues lo típico: Las drogas para los lunes a las mañanas y los alfileres para los condones de vuestros hermanos mayores. Ya vereis que risas. Ya me contais si eso.

Oyasumi Punpun.

pd: Al final me niego a destruir la nota autodestructiva (que al parecer tan autodestructiva no es). Le he cogido cariño.

viernes, 1 de septiembre de 2017

1 de Septiembre de 2017


Hoy, 1 de septiembre de 2017, Albus Severus ha montado por primera vez en el Expreso de Hogwarts. Hoy es el día en el que transcurre el epílogo; las últimas páginas del último libro.

A estas horas, probablemente, el tren ya haya salido, y Albus se encuentre ahora en la mágica aventura de buscar a la humana señora del carrito para comprar golosinas. A estás horas, o tal vez un poco más tarde, probablemente, se cruce con el vagón de Scorpius. Al verle tan solo probablemente entre a ofrecerle chucherias. Es probable también que Albus, mucho más seguro de si mismo despues de hablar con su padre, le diga a Scorpius que va a acabar en Gryffindor, aunque su hermano le asegure que no. Cabe la posibilidad, también, de que Scorpius dude de donde le van a poner. Porque no es un Malfoy más.

A estas horas, probablemente, James ya se haya metido en algún lio, aunque probablemente la culpa haya sido de su tío George por llenarle la maleta de bombas fétidas y diferentes productos de su tienda de artículos de broma. También es probable que Rose entrase en el vagon de Albus y Scorpius. Lo más seguro es que echase la bronca al primero por haberla dejado sola, y también por haberle dado su parte de las golosinas a Scorpius en vez de a ella. Es probable que su relación con Scorpius empiece con unas chispas de desagrado, pero quien sabe con que clase de chispas acabará.

A estás horas, probablemente, Harry, Ginny, Ron, Hermione y los pequeños Lily y Hugo hayan ido al Callejón Diagon a tomar algo. Los adultos estarán en el Caldero Chorreante recordando sus primeros días en Hogwarts. Es posible que Ginny les eche la bronca a su hermano y a su marido por no haber estado presentes el día de su selección, y Harry le comentará de pasada lo contento que se puso Ron cuando la profesora McGonagall le dijo que su hermana había acabado en Gryffindor. Los niños estarán tomandose un helado enfrente de Ollivanders, tienda que ahora se encuentra cerrada, pero solo porque una vez empezado el curso escolar no hay muchos clientes y funciona solo por encargo via lechuza. Es posible que Lily esté tomandose un helado de vainilla y que Hugo, solo por la gracia que le hace, este tomandose uno de ron con pasas. Es probable que los dos estén tan emocionados hablando de lo que será su vida en Hogwarts que sus helados esten comenzando a derretirse y gotear.

A estas horas, o tal vez un poco antes, es cuando me he dado cuenta de lo que realmente ha significado Harry Potter para mi. Hay libros que te tocan porque se ajustan a quien eres. Hay otros que te hacen ser quien eres. Harry Potter me ha acompañado desde que tenía seis o siete años. Yo no sería quien soy si no fuera por Harry Potter. Y me gusta quien soy. Por eso y por mucho más, gracias.

Hoy, 1 de septiembre de 2017, es el día en el que transcurre el epílogo; las últimas páginas del último libro. Hoy, la historia acaba. Hoy debería ser un día de madurar, de dejar atras la infancia, de avanzar... Pero me niego. Este tal vez haya sido el final de los libros, pero Harry Potter estará conmigo hasta que me muera. Y, posiblemente, durante algo más.

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Saludos humanos, humanos. Esto no es un capítulo del fic, como os habreís dado cuenta. Pero es algo que necesitaba sacar. Tenía que decir algo. Sobre el fic... Tengo una buena excusa. Llevo todo el verano trabajando (eso que hacen los adultos responsables), porque papi tiene que pagarse la uni. Menudo rollo. El caso es que soy tan malo organizandome como cocinando (aunque os prometo que estoy mejorando, al menos con lo de cocinar), así que me cuesta encontrar tiempo. Pero tengo el capítulo casi entero. Espero poder publicarlo antes de empezar las clases.

Hoy a sido un día importante para mi, pero supongo que no soy el único afectado, ¿como ha sido vuestro 1 de Septiembre de 2017?

Un abrazo cargado de nostalgia para todos.
Ah... ¡Qué tiempos aquellos!

jueves, 3 de agosto de 2017

No, hoy no.


Pero estaré de vuelta pronto, ¿vale?

Es posible que este mensaje se autodestruya en menos de una semana (si todo va bien).

Y... bueno, ¿qué más?

Espera, que dices, tronco. ¿Qué quemas?

No, no. Yo no quemo nada, digo que ¿qué más?

¿Insinuas que yo quemo?

No lo insinuo, lo haces. Eres ardiente.

¿Tengo poderes igneos? ¡Genial! ¡Adios colega!

Maldita sea... Otro día que pasa sin que pueda confesar mi amor por mi segunda personalidad. Algo estoy haciendo mal.

¿ESTO ES FUEGO? ¡ES FUEGOOOO! JAJAJAJAJAJA ¡ARDED ARDILLAS ARDED!

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Nota: eh... , como voy a destruir este mensaje me da un poco igual haber escrito eso.

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La noche está espesa, 
pero no me pesa, princesa, 
el no cenar en buena mesa. 

Mientras sepa lo que te interesa, 
o lo que te pone tiesa (what?) 
conquistaré tu corazón, Teresa. 

Pero si ella no me besa, 
besaré a esa, 
que parece más traviesa. 

No me incomoda que sea obesa  
o si la lluvia no cesa, 
porque es una burguesa 
y me da de comer hamburguesa 
y patatas a la boloñesa. 

Y si su amor no confiesa,
profesa, o al menos sopesa 
y tras la noche la puerta atraviesa... 

Lloraré cual niño destetado hasta hacerte despertar.

Firmado: Sir No me pegues por favor, solo tengo retraso mental.

domingo, 11 de junio de 2017

El traslador


Mi mamá tu mamá pueden volar.
Mi mamá tu mamá, las brujas no lloran

¿Qué? ¡Claro que no, mamá! Claro que no estoy diciendo que seas una bruja. Aunque...

Bueno, ya no hay marcha atrás, moriré con las botas puestas. Dadme un par de capítulos para entrar en calor, que hace mucho que no escribo.

Antes de volver a castigaros con mis rudimentarias palabras me gustaría felicitaros a todos por haberme aguantado hasta ahora y (a los más locos) por seguir haciendolo. No se si halagaros o compadecerme de vosotros. 

PD: cualquier cosa extraña o carente de lógica que encontréis no es mía, es de mi gata y de su peculiar sentido del humor. He dicho.


Todos los J.K. Rowling pertenecen los fragmentos del personaje original de un libro.

—¿Y se puede saber qué piensas hacer para cambiar las cosas? —le preguntó una adulta Hermione a su mejor amigo.

Harry había mencionado que quería cambiar las cosas. Tenían un plan, pero este no incluía salvar a Cedric. Hermione sabía que Harry se sentía culpable por la muerte de este, pero tampoco era tan ingenua como para pensar que el cambio en el plan buscaba exclusivamente salvar a Cedric. Si hubieran podido preparar un plan que lo permitiese lo habrían hecho desde un principio... En ese caso, ¿que cambios implicaba todo esto en el plan original? ¿estaría Harry pensando en salvar a alguien más? 

—Harry... —insistió Hermione —. Dime que tienes un plan con fundamento y que no vas a hacer ninguna estupidez...

Harry cogió aire y se limitó a decir:

—Tengo que hablar con mi padre.

● ● 

El traslador —leyó el señor Diggory con cierta emoción.

(DN: Ya que estamos, ¿alguien sabe por qué el antiguo yo hizo leer a Amos justo cuando se reencuentra con su difunto hijo? Debo estar muerto por dentro.)


Cuando, en la habitación de Ron, la señora Weasley lo za­randeó para despertarlo, a Harry le pareció que acababa de acostarse.

Algunos miraron Ginny divertidos (DN: Em... sí, ahora Ginny es Harry, por alguna razón relacionada con unos hijos bastante retorcidos).

—Es la hora de irse, Harry, cielo —le susurró, dejándo­lo para ir a despertar a Ron.

Harry buscó las gafas con la mano, se las puso y se sen­tó en la cama. Fuera todavía estaba oscuro. Ron decía algo incomprensible mientras su madre lo levantaba. A los pies del colchón vio dos formas grandes y despeinadas que sur­gían de sendos líos de mantas.

—¿Ya es la hora? —preguntó Fred, más dormido que despierto.

Se vistieron en silencio, demasiado adormecidos para hablar, y luego, bostezando y desperezándose, los cuatro bajaron la escalera camino de la cocina.

La señora Weasley removía el contenido de una olla puesta sobre el fuego, y el señor Weasley, sentado a la mesa, comprobaba un manojo de grandes entradas de pergamino. Levantó la vista cuando los chicos entraron y extendió los brazos para que pudieran verle mejor la ropa. Llevaba lo que parecía un jersey de golf y unos vaqueros muy viejos que le venían algo grandes y que sujetaba a la cintura con un grue­so cinturón de cuero.

—Se ve tan bien en tí la ropa de muggle... —le dijo Molly de forma seductora a su marido mientras se acercaba hacia su oido—. Aunque, sinceramente, la ropa en tí es un desperdicio... ¡Debería denunciarte! ya sabes que estoy en contra de la censura en el arte.

Arthur vio escrito en los ardientes ojos de su esposa la frase "tomame aquí y ahora, Weasley". Arthur nunca había sido muy bueno reteniendo sus impulsos, así que lo hizo. La tomó de la mano y le sonrió con dulzura. Sintiendolo mucho, había que tener algo de respeto con la escuela de sus hijos, ¿no?

(A esto me refería con que mi gata en el teclado es un peligro, pero ella manda en esta casa, ya lo siento) 

—¿Qué os parece? —preguntó—. Se supone que vamos de incógnito... ¿Parezco un muggle, Harry?

—Sí —respondió Harry, sonriendo—. Está muy bien.

—¿Dónde están Bill y Charlie y Pe... Pe... Perry? —pre­guntó George, sin lograr reprimir un descomunal bostezo.

—Bueno, van a aparecerse, ¿no? —dijo la señora Weas­ley, cargando con la olla hasta la mesa y comenzando a ser­vir las gachas de avena en los cuencos con un cazo—, así que pueden dormir un poco más.

—¡Que poca solidaridad! —protestó Ron negando con la cabeza en señal de desaprobación.

—Oh, ¿así que ahora eres un chico solidario? —le preguntó Hermione emocionada mientras rebuscaba en sus bolsillos—. Toma. Aquí tienes unas insignias de la P.E.D.D.O, ve a buscar afiliados. Recuerda, la cuota por afiliación es de dos sickles.

—Eh.. oh... ah... ¿eh? —balbuceó Ron, que no estaba del todo seguro de como se había metido en este marrón solo por protestar un poco—. Sí, sí, por supuesto. Claro.

—Eres un cielo —le aseguró su sonriente novia mientras Ginny se reía de el con el cuerpo de Harry.

Harry sabía que aparecerse era algo muy difícil; había que desaparecer de un lugar y reaparecer en otro casi al mismo tiempo.

—O sea, que siguen en la cama... —dijo Fred de malhu­mor, acercándose su cuenco de gachas—. ¿Y por qué no po­demos aparecernos nosotros también?

—Porque no tenéis la edad y no habéis pasado el exa­men —contestó bruscamente la señora Weasley—. ¿Y dón­de se han metido esas chicas?

—¡Eso! —protestó Sirius—. ¿donde están las chicas? Me estoy cansando de esperar. Aquí solo hay niñas y un trozo de plastilina moldeable. Sin ofender, Tonks.

—Oh, pobre Canuto... —se burló James—. Perdió su tiempo en Hogwarts saltando de flor en flor y ahora se siente solo... ¿quien iba a pensarlo? Tal vez ahora quiera usted disculparse con el hombre que sabía lo que hacía.

—Por favor, prefiero morir solo a ser la mitad de lo baboso que fuiste en esos años —afirmó Sirius—. Oye, ¿y que habrá sido de Cat?

Hacía mucho que no pensaba en ella. Esa chiquilla insoportable. Los dementores la habían borrado de su mente, pero la llegada de James y Lily la había hecho despertar. Siempre había sido un grano en el culo, pero la echaba de menos.

—¿Catherine? ¿Catherine pulmones negros? —le preguntó Remus extrañado, Sirius asintió—. Se marchó del pais con sus padres, creo, aunque conociendola tal vez se escapara de casa antes del viaje. Nunca me pareció que quisiese huir de Voldemort.

—Es una chica interesante —comentó James con una sonrisa—. aunque Lily no la soporta.

—¡No es que no la soporte, es solo que...

—...qué no la soportas —terminó James—. Vamos, Lil, que haya gente que no te guste no te hace peor persona. Y ya no eres prefecta ni nada de eso.

Lily suspiró, la historia era más larga y enrevesada de lo que James imaginaba.

(DN: sinceramente, ni siqueira se quien es esa)

Salió de la cocina y la oyeron subir la escalera.

—¿Hay que pasar un examen para poder aparecerse? —preguntó Harry.

En ese momento Lily y James compartieron una de esas miradas. Una de esas miradas en las que dos padres, sin necesidad de palabras, discuten entre ellos que es lo que van a decirle a su hijo. Lily sabía que James no aprobaba la necesidad de examenes para nada, y, aunque entendía el punto, ella sabía que si había examenes era por una razón. Mantuvo firmemente la mirada hasta que James desistió.

—Si, Harry, aparecerse sin aprobar el examen puede causar castigos severos por parte de Lily —le explicó James.

—Que tonto eres, en serio —le aseguró su esposa—. sabes que aparecerse es peligroso, el examen certifica que estás cualificado para hacerlo. Sin el eres un peligro para ti y para los demas, ¿queda claro?

—Sí, mamá —dijeron padre y nuera (os recuerdo nuevamente que Ginny es Harry en estos momentos, es bastante confuso).

—Desde luego —respondió el señor Weasley, poniendo a buen recaudo las entradas en el bolsillo trasero del panta­lón—. El Departamento de Transportes Mágicos tuvo que multar el otro día a un par de personas por aparecerse sin tener el carné. La aparición no es fácil, y cuando no se hace como se debe puede traer complicaciones muy desagrada­bles. Esos dos que os digo se escindieron.

Todos hicieron gestos de desagrado menos Harry.

—¿Se escindieron? —repitió Harry, desorientado.

—La mitad del cuerpo quedó atrás —explicó el señor Weasley, echándose con la cuchara un montón de melaza en su cuenco de gachas—. Y, por supuesto, estaban inmoviliza­dos. No tenían ningún modo de moverse. Tuvieron que es­perar a que llegara el Equipo de Reversión de Accidentes Mágicos y los recompusiera. Hubo que hacer un montón de papeleo, os lo puedo asegurar, con tantos muggles que vie­ron los trozos que habían dejado atrás...

Harry se imaginó en ese instante un par de piernas y un ojo tirados en la acera de Privet Drive.

—¿Quedaron bien? —preguntó Harry, asustado.

—Sí —respondió el señor Weasley con tranquilidad—. Pero les cayó una buena multa, y me parece que no van a repetir la experiencia por mucha prisa que tengan. Con la aparición no se juega. Hay muchos magos adultos que no quieren utilizarla. Prefieren la escoba: es más lenta, pero más segura.

—Pues yo no estoy tan segura —comentó Hermione, a la que ninguna de las opciones le resultaba demasiado tentadora, ¿por qué no podía Ron cargarla como a una princesa cada vez que tuviera que desplazarse? Hermione se mordió el labio. Esto de estar enamorada la estaba volviendo tonta de remate.

—¿Pero Bill, Charlie y Percy sí que pueden?

—Charlie tuvo que repetir el examen —dijo Fred, con una sonrisita—. La primera vez se lo cargaron porque apa­reció ocho kilómetros más al sur de donde se suponía que te­nía que ir. Apareció justo encima de unos viejecitos que estaban haciendo la compra, ¿os acordáis?

Muchos rieron al imaginarlo, pero no Lily, que estaba esforzandose todo lo que podía por parecer una madre responsable. Pobres viejecitos ¿no? que susto tuvieron que llevarse. Ni Luna, a la que le parecía lo más natural del mundo. Ni tampoco Remus, que estaba extrañamente ocupado investigando los pequeños detalles que siempre había pasado por alto de la risa de Tonks. Ahora estaba más cerca de ella que nunca, y era algo que tenía que aprovechar.

—Bueno, pero aprobó a la segunda —dijo la señora Weasley, entre un estallido de carcajadas, cuando volvió a entrar en la cocina.

—Percy lo ha conseguido hace sólo dos semanas —dijo George—. Desde entonces, se ha aparecido todas las maña­nas en el piso de abajo para demostrar que es capaz de ha­cerlo.

—Hey Canuto, ¿lo hueles? —le preguntó James con una sonrisa.

—Sí, apesta de verdad... —contestó este con una sonrisa. George les miró frunciendo el ceño—. Apesta a celos.

—¿Celoso? ¿yo? —preguntó George ofendido—. ¿De Percy? ¿Por que iba yo a estar celoso de...

Pero James y Sirius ya no escuchaban. Estaban volviendo interpretar la "Danza de los Celos" con mucha pasión, Fred no tardó en unirse a ellos. No dejaron de bailar hasta que George no paró de protestar, y cuando lo hicieron hasta el mismo Dumbledore aplaudió. Hay que reconocer que a pesar de haber estado trece años en Azkaban las caderas de Sirius tenían mucho estílo. Harry se preguntó si los dementores daban clases de baile en Azkaban.

Se oyeron unos pasos y Hermione y Ginny entraron en la cocina, pálidas y somnolientas.

—¿Por qué nos hemos levantado tan temprano? —pre­guntó Ginny, frotándose los ojos y sentándose a la mesa.

—Tenemos por delante un pequeño paseo —explicó el señor Weasley.

—¿Paseo? —se extrañó Harry—. ¿Vamos a ir andando hasta la sede de los Mundiales?

Harry se mordió el labio avergonzado mientras negaba con la cabeza. No entendía como a veces podía ser tan estúpido.

—No, no, eso está muy lejos —repuso el señor Weasley, sonriendo—. Sólo hay que caminar un poco. Lo que pasa es que resulta difícil que un gran número de magos se reúnan sin llamar la atención de los muggles. Siempre tenemos que ser muy cuidadosos a la hora de viajar, y en una ocasión como la de los Mundiales de quidditch...

—¡George! —exclamó bruscamente la señora Weasley, sobresaltando a todos.

—¿Qué? —preguntó George, en un tono de inocencia que no engañó a nadie.

—¿Qué tienes en el bolsillo?

Muchos rieron mientras los hijos Weasley despotricaban (muy por lo bajini) contra el sexto sentido de su madre.

—¡Nada!

—¡No me mientas!

La señora Weasley apuntó con la varita al bolsillo de George y dijo:

—¡Accio!

Varios objetos pequeños de colores brillantes salieron zumbando del bolsillo de George, que en vano intentó aga­rrar algunos: se fueron todos volando hasta la mano exten­dida de la señora Weasley.

—¡Os dijimos que los destruyerais! —exclamó, furiosa, la señora Weasley, sosteniendo en la mano lo que, sin lugar a dudas, eran más caramelos longuilinguos—. ¡Os dijimos que os deshicierais de todos! ¡Vaciad los bolsillos, vamos, los dos!

Fue una escena desagradable. Evidentemente, los ge­melos habían tratado de sacar de la casa, ocultos, tantos caramelos como podían, y la señora Weasley tuvo que usar el encantamiento convocador para encontrarlos todos.

—¡Accio! ¡Accio! ¡Accio! —fue diciendo, y los caramelos salieron de los lugares más imprevisibles, incluido el forro de la chaqueta de George y el dobladillo de los vaqueros de Fred.

—¡Hemos pasado seis meses desarrollándolos! —le gri­tó Fred a su madre, cuando ella los tiró.

—¡Ah, una bonita manera de pasar seis meses! —excla­mó ella—. ¡No me extraña que no tuvierais mejores notas!

El ambiente estaba tenso cuando se despidieron. La se­ñora Weasley aún tenía el entrecejo fruncido cuando besó en la mejilla a su marido, aunque no tanto como los geme­los, que se pusieron las mochilas a la espalda y salieron sin dirigir ni una palabra a su madre.

Molly suspiró. Ser madre no era nada fácil. A veces envidiaba a Arthur, siempre calmado y con una sonrisa. Pero alguien tenía que encargarse de educar a sus hijos. A ella no le gustaba ser la mala, pero alguien tenía que serlo.

—Bueno, pasadlo bien —dijo la señora Weasley—, y portaos como Dios manda —añadió dirigiéndose a los ge­melos, pero ellos no se volvieron ni respondieron—. Os enviaré a Bill, Charlie y Percy hacia mediodía —añadió, mientras el señor Weasley, Harry, Ron, Hermione y Ginny se marchaban por el oscuro patio precedidos por Fred y George.

Hacía fresco y todavía brillaba la luna. Sólo un pálido resplandor en el horizonte, a su derecha, indicaba que el amanecer se hallaba próximo. Harry, que había estado pensando en los miles de magos que se concentrarían para ver los Mundiales de quidditch, apretó el paso para caminar junto al señor Weasley.

—Entonces, ¿cómo vamos a llegar todos sin que lo no­ten los muggles? —preguntó.

—Ha sido un enorme problema de organización —dijo el señor Weasley con un suspiro—. La cuestión es que unos cien mil magos están llegando para presenciar los Mundia­les, y naturalmente no tenemos un lugar mágico lo bastante grande para acomodarlos a todos. Hay lugares donde no pueden entrar los muggles, pero imagínate que intentára­mos meter a miles de magos en el callejón Diagon o en el an­dén nueve y tres cuartos... Así que teníamos que encontrar un buen páramo desierto y poner tantas precauciones anti­muggles como fuera posible. Todo el Ministerio ha estado trabajando en ello durante meses. En primer lugar, por su­puesto, había que escalonar las llegadas. La gente con en­tradas más baratas ha tenido que llegar dos semanas antes. Un número limitado utiliza transportes muggles, pero no podemos abarrotar sus autobuses y trenes. Ten en cuenta que los magos vienen de todas partes del mundo. Algunos se aparecen, claro, pero ha habido que encontrar puntos seguros para su aparición, bien alejados de los mug­gles. Creo que están utilizando como punto de aparición un bosque cercano. Para los que no quieren aparecerse, o no tienen el carné, utilizamos trasladores. Son objetos que sirven para transportar a los magos de un lugar a otro a una hora prevista de antemano. Si es necesario, se puede transportar a la vez un grupo numeroso de personas. Han dispuesto doscientos puntos trasladores en lugares estra­tégicos a lo largo de Gran Bretaña, y el más próximo lo tene­mos en la cima de la colina de Stoatshead. Es allí adonde nos dirigimos.

El señor Weasley señaló delante de ellos, pasado el pue­blo de Ottery St. Catchpole, donde se alzaba una enorme montaña negra.

—¿Qué tipo de objetos son los trasladores? —preguntó Harry con curiosidad.

—Bueno, pueden ser cualquier cosa —respondió el se­ñor Weasley—. Cosas que no llamen la atención, desde luego, para que los muggles no las cojan y jueguen con ellas... Cosas que a ellos les parecerán simplemente ba­sura.

McGonagall estaba sinceramente sorprendida con la cantidad de información útil que había en estos libros. Iba a ser realmente útil para los alumnos, iban a aprender mucho leyendolos. Sobre la magia y sobre la vida.

(¿Sabeís que las personas que han leido Harry Potter tienen menos probabilidades de votar a Donald Trump? Esta comprobado cientificamente. Para eso sirve la ciencia.)

Caminaron con dificultad por el oscuro, frío y húmedo sendero hacia el pueblo. Sólo sus pasos rompían el silencio; el cielo se iluminaba muy despacio, pasando del negro impe­netrable al azul intenso, mientras se acercaban al pueblo. Harry tenía las manos y los pies helados. El señor Weasley miraba el reloj continuamente.

Cuando emprendieron la subida de la colina de Stoats­head no les quedaban fuerzas para hablar, y a menudo trope­zaban en las escondidas madrigueras de conejos o resbalaban en las matas de hierba espesa y oscura. A Harry le costaba respirar, y las piernas le empezaban a fallar cuando por fin los pies encontraron suelo firme.

—¡Uf! —jadeó el señor Weasley, quitándose las gafas y limpiándoselas en el jersey—. Bien, hemos llegado con tiempo. Tenemos diez minutos...

Hermione llegó en último lugar a la cresta de la colina, con la mano puesta en un costado para calmarse el dolor que le causaba el flato.

—Menos leer y más hacer ejercicio —le dijo Tonks con una sonrisa burlona.

—Ahora sólo falta el traslador —dijo el señor Weasley volviendo a ponerse las gafas y buscando a su alrededor—. No será grande... Vamos...

Se desperdigaron para buscar. Sólo llevaban un par de minutos cuando un grito rasgó el aire.

—¡Aquí, Arthur! Aquí, hijo, ya lo tenemos.

Al otro lado de la cima de la colina, se recortaban contra el cielo estrellado dos siluetas altas.

—¡Amos! —dijo sonriendo el señor Weasley mientras se dirigía a zancadas hacia el hombre que había gritado. Los demás lo siguieron.

Muchos se pusieron algo tensos. Si una de las dos siluetas era Amos, la otra debía de ser Cedric. Cedric, su compañero de clase muerto. Su compañero de clase que ahora se encontraba sentado junto a ellos, muy sonriente y rodeando con un brazo la cintura de la que fue su novia y ahora nadie sabía que era.

El señor Weasley le dio la mano a un mago de rostro ru­bicundo y barba escasa de color castaño, que sostenía una bota vieja y enmohecida.

—Éste es Amos Diggory —anunció el señor Weasley—. Trabaja para el Departamento de Regulación y Control de las Criaturas Mágicas. Y creo que ya conocéis a su hijo Ce­dric.

Hermione, que había estado todo el rato desde que habían comenzado a leer pensando la razón por la que estaba Amos leyendo y no junto a su hijo al que creía que no volvería a ver, lo comprendió todo. Era una novedad demasiado grande como para asimilarla en tan poco tiempo, tal vez Dumbledore había considerado adecuado un rato de lectura para que todos mantuvieran la mente ocupada y luego, con más calma, pudieran hablar con Cedric. Aunque claro, esto era solo una teoria. Con Dumbledore nunca se sabe, tal vez en algún momento le de por hacer cargar a Harry una enorme roca por todo Hogwarts.

Cedric Diggory, un chico muy guapo de unos diecisiete años, 

Cedric miró a Ginny (ejem, a el cuerpo de Harry) con una sonrisa burlona. Y no fue el único. Aunque, siendo Cedric del que se hablaba, nadie se atrevió a bromear con que aún estaba a tiempo de pedirle una cita y llevarle a tomar un té a Madame Pudipié.

era capitán y buscador del equipo de quidditch de la casa Hufflepuff, en Hogwarts.

—Hola —saludó Cedric, mirándolos a todos.

Todos le devolvieron el saludo, salvo Fred y George, que se limitaron a hacer un gesto de cabeza. Aún no habían per­donado a Cedric que venciera al equipo de Gryffindor en el partido de quidditch del año anterior.

Todos recordaban la aparición de los dementores. Menos Amos, claro, que sonreía con orgullo.

—¿Ha sido muy larga la caminata, Arthur? —preguntó el padre de Cedric.

—No demasiado —respondió el señor Weasley—. Vivi­mos justo al otro lado de ese pueblo. ¿Y vosotros?

—Hemos tenido que levantarnos a las dos, ¿verdad, Ced? ¡Qué felicidad cuando tenga por fin el carné de apa­rición! 

Amos daría lo que fuera por volver a ese día, levantarse a las dos de la mañana y caminar hasta aquella estúpida bota. Con su hijo. Vivo. Cerró los ojos con fuerza durante unos instantes. No iba a llorar ahora.

Pero, bueno, no nos podemos quejar. No nos perderíamos los Mundiales de quidditch ni por un saco de galeones... que es lo que nos han costado las entradas, más o menos. Aunque, en fin, no me ha salido tan caro como a otros...

Amos Diggory echó una mirada bonachona a los hijos del señor Weasley, a Harry y a Hermione.

—¿Son todos tuyos, Arthur?

—Lo serán —le prometió Molly a Arthur al oido mientras este rodaba los ojos. Su mujer y su obsesión con formar parejas en su mente. En serio, Arthur no podía imaginar un mundo donde los humanos se dedicasen a obsesionarse con parejas ficticias. Le resultaba casi enfermizo imaginarse a alguien imaginando o incluso escribiendo historias acerca de esas personas. O que hablasen de ello publicamente y les llamasen sus "OTP" o algo por el estilo. Un escalofrio recorrió su espalda. Un mundo como ese tendría que estar cerca del apocalipsis.

—No, sólo los pelirrojos —aclaró el señor Weasley, se­ñalando a sus hijos—. Ésta es Hermione, amiga de Ron... y éste es Harry, otro amigo...

—Amiga lo que se dice amiga... —bromeo Ginny utilizando la boca de Harry.

—¡Por las barbas de Merlín! —exclamó Amos Diggory abriendo los ojos—. ¿Harry? ¿Harry Potter?

—Ehhh... sí —contestó Harry.

Harry ya estaba acostumbrado a la curiosidad de la gente y a la manera en que los ojos de todo el mundo se iban inmediatamente hacia la cicatriz en forma de rayo que tenía en la frente, pero seguía sintiéndose incómodo.

—Ced me ha hablado de ti, por supuesto —dijo Amos Diggory—. Nos ha contado lo del partido contra tu equipo, el año pasado... Se lo dije, le dije: esto se lo contarás a tus nietos... Les contarás... ¡que venciste a Harry Potter!

Ginny se esforzó por no parecer irritada. No quería que Harry pareciera un mal perdedor, y ahora ella era Harry.

A Harry no se le ocurrió qué contestar, de forma que se calló. Fred y George volvieron a fruncir el entrecejo. Cedric parecía incómodo.

—Harry se cayó de la escoba, papá —masculló—. Ya te dije que fue un accidente...

—Sí, pero tú no te caíste, ¿a que no? —dijo Amos de manera cordial, dando a su hijo una palmada en la espal­da—. Siempre modesto, mi Ced, tan caballero como de costumbre... Pero ganó el mejor, y estoy seguro de que Harry diría lo mismo, ¿a que sí? Uno se cae de la escoba, el otro aguanta en ella... ¡No hay que ser un genio para saber quién es el mejor!

Ya no era solo Ginny la que tenía que esforzarse. James, Lily, Sirius e incluso Remus estaban esforzandose por permanecer impasibles.

Cedric le pidió disculpas a Ginny con la mirada diciendo algo así como "padres, ya sabes". Aunque, no, probablemente Harry no supiera.

—Ya debe de ser casi la hora —se apresuró a decir el se­ñor Weasley, volviendo a sacar el reloj—. ¿Sabes si espera­mos a alguien más, Amos?

—No. Los Lovegood ya llevan allí una semana, y los Fawcett no consiguieron entradas —repuso el señor Dig­gory—. No hay ninguno más de los nuestros en esta zona, ¿o sí?

—No que yo sepa —dijo el señor Weasley—. Queda un minuto. Será mejor que nos preparemos.

Miró a Harry y a Hermione.

—No tenéis más que tocar el traslador. Nada más: con poner un dedo será suficiente.

—Eso, con un dedo es suficiente. Nada de comerse el traslador —indicó Remus.

—Por última vez Lunático, ni sabía que era un traslador ni me lo estaba comiendo. Solo era un adorable perrito jugando con su ahijado humano —le aseguró Sirius con fastidio.

Con cierta dificultad, debido a las voluminosas mochi­las que llevaban, los nueve se reunieron en torno a la bota vieja que agarraba Amos Diggory.

—Estoy seguro de que la imagen de nueves personas esforzandose por tocar una bota vieja sería una imagen que pasaría bastante desapercibida para un muggle —aseguró Tonks divertida.

Luna parpadeó un par de veces. No entendía por que Tonks había sentido la necesidad de comentar semejante obviedad, ¿por qué no iba a pasar esa imagen desapercibida?

Todos permanecieron en pie, en un apretado círculo, mientras una brisa fría barría la cima de la colina. Nadie ha­bló. Harry pensó de repente lo rara que le parecería aquella imagen a cualquier muggle que se presentara en aquel mo­mento por allí: nueve personas, entre las cuales había dos hombres adultos, sujetando en la oscuridad aquella bota sucia, vieja y asquerosa, esperando...

Luna entrecerró los ojos, confusa. En fin, Harry Potter era un chico bastante raro, eso ya lo sabía.

—Tres... —masculló el señor Weasley, mirando al re­loj—, dos... uno...

Ocurrió inmediatamente: Harry sintió como si un gan­cho, justo debajo del ombligo, tirara de él hacia delante con una fuerza irresistible. Sus pies se habían despegado de la tierra; pudo notar a Ron y a Hermione, cada uno a un lado, porque sus hombros golpeaban contra los suyos. Iban todos a enorme velocidad en medio de un remolino de colores y de una ráfaga de viento que aullaba en sus oídos. Tenía el índi­ce pegado a la bota, como por atracción magnética. Y enton­ces...

Tocó tierra con los pies. Ron se tambaleó contra él y lo hizo caer. El traslador golpeó con un ruido sordo en el suelo, cerca de su cabeza.

Harry levantó la vista. Cedric y los señores Weasley y Diggory permanecían de pie aunque el viento los zarandea­ba. Todos los demás se habían caído al suelo.

—Novatos —se burló James.

—Desde la colina de Stoatshead a las cinco y siete —anunció una voz.

Amos esperó unos segundos antes de levantar la vista.

—Aquí acaba —dijo levantando el libro. Dumbledore asintió.

—Dejalo aquí —le indicó mientras se levantaba—. Ahora vamos a tomarnos todos un largo descanso.

Cho tragó saliva, incomoda. Sintió a Cedric acercarse a su oido.

—Salgamos de aquí —le susurró y, sin esperar respuesta, la tomó de la mano y salieron del gran comedor.

Amos vio a su hijo salir del gran comedor y suspiró, ¿querer acaparar a su hijo ahora que lo había recuperado era un pensamiento demasiado egoista?


Aquí lo dejamos por hoy, amigüitos. Ah... lo echaba de menos. Y también a vosotros, ¿que tal os trata la vida? Ya sabeis lo que dicen: si la vida te da limones, haz limonada, vendela, y comprale a Dait unos batidos de chocolate con los beneficios (solo con los beneficios, el resto es para reinvertir en limones, tampoco perdais el negocio por mi, hombre).

Yo estoy francamente bien. Ya sabeis lo que dicen: si la vida te da la espalda disfruta de la vista de su trasero. Y la verdad es que no está nada mal.

En cuanto a FanFiction... iré subiendo la tercera parte cuando pueda (y me apetezca), cuando esté subida entera empezaré a subir allí la cuarta (this one).

Nos leemos!

Oh, supongo que algunos de vosotros querreís saber cuando viene el siguiente. No os preocupeis, que lo tengo todo planeado. El siguiente capítulo estará disponible el


lunes, 29 de mayo de 2017

Toc, toc


¡Soy yo! 

¡Cuanta gente! Sois muchos más de lo que esperaba. Que ilusión. O que presión. Orquestación.

Venía a deciros que he terminado de leer el fic y... Merlín, que mal lo he pasado. Lo que más me gustaría en este momento es borrar todo lo escrito, lanzaros un obliviate y empezar de cero.

Pero eso sería poco eficiente ¿no?

Resumiendo, que voy a seguir el fic. No se cada cuanto voy a poder actualizar, pero ya iré viendolo sobre la marcha. Hace mucho que no escribo y, la verdad, me apetece.

Aparte, a pasado bastante tiempo y ya no le guardo rencor a FF, así que, aunque no vaya a resubir la segunda parte, me estoy planteando volver a actualizar allí (y aquí, no vaya a ser que pase lo mismo otra vez, que uno perdona pero no olvida). Aunque me da algo de pereza, así que tal vez no lo haga. Ya veremos.

Espero que nos leamos pronto. 

Quesos.








lunes, 10 de abril de 2017

Lumos


Ha pasado más de un año. Un año, cuatro meses y veintiún días exactamente (y no, no llevo la cuenta). Se me hace una eternidad.

Vaya, que falta de educación la mía... ¡Hey, hola! Cuanto tiempo, ¿que tal todo? ¿queda alguien por aquí? Yo aún estoy bien, en mi nevera todavía quedan un par de batidos, todo es felicidad ahora mismo.

No se cuantas personas van a leer esto (si es que va a leerlo alguien), pero es mas por mi que por vosotros.

Quiero daros las gracias a todos por vuestros comentarios. Los leo todos, aunque no conteste, y siempre me hacen sonreir (sois un@s maestr@s en eso). Y siempre, siempre, siempre, me hacen preguntarme si algún día seguiré el fic.

Soy una persona a la que le encanta hacer cosas tanto como no hacer nada. Y soy la persona más vaga que conozco, así que haceos una idea.

El caso es que hace un par de días ha aparecido la señorita Mayda con un bate metálico para darme de lleno donde más duele. Esta señorita mediante sus relativamente dulces palabras me ha hecho reflexionar durante un rato y sacar un par de conclusiones:

1 - Eres una loca manipuladora, ¿lo sabías? y el único loco manipulador que puede existir en este mundo soy yo, así que venga, te espero en el callejón. Uno contra uno, una pelea con reglas (son menos afiladas que las navajas, así que mejor).

2 - Soy bastante idiota, la verdad. Lo llevo bien, no os preocupeís, es algo a lo que he tenido que acostumbrarme (como a ser tan guapo, pero eso lo llevo peor, ¿sabeís lo difícil que es controlar los impulsos que me entran cada vez que me veo al espejo?).

Pues sí, eso, que yo que se ¿sabes lo que te digo? Que por mi bien, pero que no estoy seguro.

Voy a leer mi propio fic, por placer por un lado y por nostalgia por otro. Y quién sabe, tal vez me apetezca volver a escribir. Y si lo hago, sería un placer que alguien se pasase por aquí a dejar un saludo o algo.

Pues eso, que aún sigo vivo y fuera de la carcel, así que nada de dejar de ponerme galletitas en navidad ¿eh? que es lo único que me mantiene con vida.

Musus para todos.

viernes, 20 de noviembre de 2015

FIN(ite incantatem)


Supongo que tuve que haberlo imaginado desde el principio, quiero decir, ¡son siete libros! es bastante lógico que nadie haya podido escribirlos todos.

Si, se que dije que lo acabaría, pero bueno, errar es humano y, al parecer, yo no soy ninguna clase de dios superpoderoso (si lo fuera crearía otro yo solo para continuar con el fic).

Lo primero que me vino a la cabeza fue ¡borra el blog y tu cuenta de fanfiction! Y, posiblemente, hubiera sido más eficaz y mucho más fácil, pero creo que os merecéis, por lo menos, una explicación.

No tengo tiempo para actualizar a diario, no tengo tiempo para escribir todos los días, y tengo muchas otras cosas en la cabeza aparte de Harry Potter. Eso causa que, cada vez que me siento a escribir, no tenga ni la más remota idea de lo que ocurrió en el último capitulo (y eso que lo escribí yo). Y con el tiempo eso se acumula, no me acuerdo de muchísimas cosas de la historia y, supongo que por eso, se ha quedado bastante estancada.

Siempre había pensado que este tipo de historias eran abandonadas porque avanzaban con las relaciones de las personas demasiado pronto. Ya sabéis, juntarles a todos en los primeros tres capítulos, ¿y en el resto que? Pues eso, pensaba que se aburrían cuando no les quedaba que escribir y por eso lo dejaban. Pero no es así (por lo menos no en todos los casos). Si cogéis la cantidad de letras escritas por mi de la primera parte del fic y la comparáis con la cantidad de letras del primer libro veréis que ¡son casi las mismas! Y de forma similar ocurre con el resto. Es una locura.

Supongo que podría alargar la historia un poco más, pero apenas he terminado los libros pequeñitos, y aún me quedan cuatro, así que no le veo sentido. Me guste o no, no sería capaz de terminarlo.

Eso es todo, supongo. No voy a asegurar que no vaya a seguir con esto (he perdido mi bola de cristal), pero dudo mucho que lo haga.

Espero que alguno de vosotros se quede con esa sensación de "¡Mierda, otra más que dejan abandonada! ¿Por que siempre igual? ¡Ya está bien! ¡Yo escribiré una!". Y ojala la escriba. Y ojala la termine. Y ojala yo pueda leerla.

Pues eso, dulces caballeros y valientes damas, que me alegro mucho de haber escrito todo lo que he escrito, de haber intentado lo que he intentado, y de haberos tenido a vosotros animándome por el camino.

Tenéis ahí abajo un pequeño cajón para depositar todos vuestros variados insultos, quejas y otros comentarios.

Aparte, os dejo aquí mi numero de bóveda de Gringotts para que me donéis vuestros ahorros: 904

En fin, thanks for all.