jueves, 27 de agosto de 2015

El intercambio


Hi, here JK. I'm reading this fic and i'm in love with the writer. Oh, when you look at me like that my darling... What did you expect?

Vale, vale, vale. No soy JK, ni tengo su talento. De hecho, ni siquiera soy chica. Tampoco soy de inglaterra, ni tengo hijos, ni soy millonario. Lo único que tengo en común con ella es que ambos amamos la misma historia, pero eso no me hace dueño de sus escritos ¿queda claro? Me alegro.


Oh, mis estimados lectores, he aquí el último capitulo de la tercera parte del fic... Teoricamente ya hemos terminado la mitad del trabajo, pero en la practica... Aún queda mucho, mucho más. Y es que, en teoría y hay diferencia entre la teoría y la practica, pero en la practica si la hay ;)


Os confieso una cosa, hoy me ha pasado algo bastante rarito, normalmente mientas escribo me imagino las cosas, pero hoy solo han habido letras y más letras. Ha sido extraño.


Venga, ahora a responder:


Kalita Bell: Pues nada, lo he intentado pero no lo he descubierto, tendrás que decírmelo. Y... lo de los favores de Ron ¡cierto! Lo había olvidado del todo, pero ya surgirá el momento, gracias por recordarmelo.


Patricia Acosta: Mañana lo leo y te dejo un comentario.

Anonimus Maximus: A Lucius te diría que no sin pensarmelo, pero Narcissa... No es tan mala opción, tal vez lo haga con el cuarto libro, que vendrá mucha gente nueva. Franceses y búlgaros, claro.

Lectio in Aeterum: La chica de Raven tampoco aparece en este :c Son muchos personajes, es muy complicado incluirlos a todos en todos los capítulos, sino lo haría. Y lo de Ron... ¡No debe haber respiros para el! Aunque los haya, por desgracia.

Aduya Diaz Escobar: He leído todos los libros de Laura Gallego (menos una saga de libros pequeñitos sobre fútbol) y son todos geniales. Por supuesto, las crónicas de la torre también. Salamandra es tan genial :)

LaurieAngel: No me lo habían dicho nunca, no, ¡Pero ahora sí! He corregido los del capitulo anterior y, aunque intentare que no se me escapen, llevo toda la vida haciéndolo, se me escapará alguno. Si localizas alguno házmelo saber y será erradicado. Por cierto, lo idos si que es de locos. Suena bastante... No se... Así: asduifhasufhaijerkjasdnfgoie.

YisselBriceño: ¡No! ¡Harry tiene que pasarse todo el libro sonrojado! ¡Que sufra por no haberse fijado antes en Ginny! ¡Humph! Aunque en algún momento tendré que encargarme de Cho...

Alma: Me temo que sí, señorita, el dragón enano subacuático que aparece y desaparece de su hombro a su antojo y que le dice que queme cosas e inunde espacios a acertado de forma absoluta con tendencias hidropiromanas.
Buff... ¿Por qué es Voldemort el mago antena tres? Esa es una pregunta difícil... ¡Hey, equipo, darme unos minutos para pensármelo! Mientras pasar a la publicidad.
"Voldemort en seis minutos".
Aunque... tengo una duda que tal vez tu podrías aclarar, ¿cual es el grupo favorito de Harry Potter?


Todos los personajes y los fragmentos del libro original pertenecen a J.K. Rowling.

EL INTERCAMBIO

—Vaya, entonces hemos estado juzgando mal a Black todos estos años —escuchó Harry como decía Dean—. En realidad el no ha hecho nada malo.

Harry no pudo evitar sonreír, los libros no eran tan malos a pesar de todo. Todavía sin dejar de sonreír Harry vio como Luna, que estaba sentada sola sin participar con ninguno de los grupos que conversaban sobre los libros, se levantaba y salía del comedor. Tuvo el impulso de seguirla porque tampoco era muy cómodo estar rodeado de cientos de estudiantes que están hablando de ti, pero en ese momento su madre le llamó la atención:

—¿Debo preocuparme por lo que pueda aparecer en el siguiente libro?

Harry tragó saliva, en su cuarto año pasaron muchas cosas.

—No tiene sentido que te preocupes mama —respondió de forma sincera, y era cierto, no iba a ganar nada preocupándose. En ese momento se dio cuenta de lo poco que le había costado llamar mama a su madre, volvió a tragar saliva, con solo pensar en que dentro de poco iban a tener que despedirse se le revolvía el estomago.

· · ·

Luna caminaba por los pasillos de la escuela sin prisa, admirando (como siempre lo hacía) el increíble trabajo que habían hecho el arquitecto de Hogwarts y Rowena Ravenclaw al diseñar el castillo. De forma automática y sin ser completamente consciente de a donde le dirigían sus pasos llegó a la torre oeste. Hacia frío. Tanto que su boca levemente abierta hacia que sus dientes chocaran entre sí para que su cuerpo entrara en calor. Hacia mucho frío. Lo sentía rodear sus brazos, intentando llegar hasta sus huesos. A medida que seguía ascendiendo sintió, con siniestro placer, como dejaba de sentir la punta de la nariz. Y cuando su mano agarró la probablemente fría manilla de la puerta de la lechucería fue consciente de que tampoco sentía sus manos.

Abrió la puerta lentamente y no se sorprendió al ver que no había ninguna lechuza allí: a las lechuzas no les gusta el frío. Se quitó lentamente los zapatos y se tomó su tiempo para quitarse las medias. Apoyó su pie derecho sobre la helada paja que cubría el suelo de la lechucería y disfrutó de como los dedos de su pie se levantaron de forma automática para tener el menor contacto posible con la fría paja. Ignorando completamente los deseos de su cuerpo apoyó su pie izquierdo también sobre la paja. Empezó a caminar lentamente y con cuidado para no pisar ninguno de los muchos excrementos de lechuza que había entre la paja.

Se había olvidado del frío, y estaba tan concentrada en donde dar el siguiente paso que no escuchaba las continuas peticiones de su cada vez más helado cuerpo. Pero entonces se detuvo, había llegado al final de la lechucería. Volvió a sentir el frío, y se dio cuenta de que estaba temblando. Echó por la boca el aire que le quedaba y, sintiéndose un dragón, disfrutó del humo que salía de su boca. Cogió una bocanada de aire y sintió como, junto con el oxigeno, el frío también se hospedaba en sus pulmones.

—De hecho, señor, el frío no existe —dijo Luna con voz grave—. Según las leyes de la Física, lo que consideramos frío, en realidad es la ausencia de calor.

—Te equivocas, Albert —dijo con una voz algo más aguda y con el tono severo de un profesor—. Ahora mismo hace frío, mucho frío.

Volvió a quedarse en silencio durante unos minutos observando el paisaje vació que tenía frente a ella. Lo miraba pero no lo miraba. Sus ojos apuntaban hacia el pero estaban enfocados en algo mucho más lejano.

—Saltamontes —dijo de repente—. No aplastes las perlas en el blanco rocío.

Permaneció varios minutos más sin decir nada, sin ser consciente de que el tiempo pasaba también a través de su silencio.

—El ruibarbo en la nieve, más pálido, brilla purpura —recitó entonces.

Y el silencio volvió a apoderarse del lugar hasta que alguien no pudo contenerse.

—El frío... ¿de donde viene? Oh espantapájaros... —dijo una voz tras ella.

Luna parpadeó un par de veces, sorprendida.

—Yo quería decir eso —dijo mientras se daba la vuelta para ver quien había aparecido.

—Tardabas demasiado —dijo un joven con una media sonrisa.

Era alto, no mucho, pero más alto que ella. Delgado, de piel pálida y con un escudo verde cosido a la túnica.

—Tu eres Theodore Nott —le aseguró Luna.

· · ·

En los jardines de la escuela había, por segunda vez en dos años, un laberinto. Y, junto a el, una pareja adulta. Una pareja compuesta por dos personas que estaban dos veces en este mismo tiempo pero con varios años de diferencia y que, irónicamente, observaban lo que sus hijos habían preparado para que sus versiones del pasado se enamoraran y les tuvieran como hijos.

—¿Un laberinto? —preguntó Harry algo confuso—. ¿Que se proponen?

Ginny suspiró.

—No estoy segura de querer saberlo.

· · ·

Tres hermanos corrían emocionados por los pasillos de la escuela.

—¡Va a ser genial! —decía el mediano—. ¡Va a ser absolutamente genial!

—Será genial si nos sale bien —dijo sabiamente la pequeña—. Aún no está todo hecho.

—Lily tiene razón, Albus, aún nos queda lo más importante —dijo el mayor—. Hacer que vayan.

—Bueno, no creo que vaya a ser más difícil que el hechizo... —opinó Albus.

—Puede que no sea más difícil, pero si es más importante. Ahora escuchadme: Yo me encargo de mama, vosotros aseguraos de llevar a papa ¡y recordad, no puede veros! —dijo James antes de salir corriendo para cumplir su misión en solitario.

Albus se rascó la cabeza.

—¿Tienes alguna idea de como podemos hacerlo? —le preguntó a su hermana, quien rápidamente negó con la cabeza—. ¡Al menos podía habernos dicho que es lo que iba a hacer el!

—Venga, venga, ahora no tiene sentido enfadarse con el. Tenemos que pensar en algo... Tenemos que hacer que papa vaya a los jardines sin que nos vea y que entre al laberinto... ¡Ya se! Podemos...

—¿Harry? ¿Ginny? —preguntó extrañada una voz femenina. Parecía confundida—. Pero... ¡Si cuando he salido del comedor aún estabais dentro!

Albus y Lily se miraron alarmados. Era Hermione.

—Mierda... —susurró Albus—. ¿Que hacemos?

—Eeh... ¿Podemos correr? —preguntó dubitativa.

—¿Correr a donde? —preguntó Hermione que se había acercado a ellos. Lily y Albus saltaron sobresaltados.

—¡Ah! ¡Hola tía! nosotros íbamos a...

—¡Idiota! —le dijo Lily cabreada por la estupidez de su hermano y le dio un fuerte pisotón—. ¡La has llamado tía!

Hermione parpadeó un par de veces, confundida por todo lo que estaba pasando. Sus ojos comenzaron a entre cerrarse mientras la maquinaría que tenía dentro de su cabeza cumplía con su función. Albus y Lily jurarían haber escuchado engranajes girando dentro de la cabeza de su tía. Entonces los ojos de Hermione se abrieron de golpe.

—¡No! —exclamó—. ¡No puede ser!

Pero esas negativas palabras eran acompañadas por un rostro brillante y sonriente.

Albus y Lily se miraron, algo incómodos por la ininterrumpida mirada de Hermione.

—Sois... ¡Los hijos de Harry y Ginny!

—¡Ssh! —exclamaron los dos hermanos simultáneamente llevándose un dedo a los labios y comenzaron a mirar como locos si alguien había oído a Hermione. El pasillo estaba vació, suspiraron aliviados.

—Sí, lo somos —confirmó Albus sabiendo que ya no tenían salida.

—¡Lo sabía! —dijo emocionada.

—Tampoco es que sea muy difícil de adivinar ¿no? —dijo Lily volviendo a pisar a su hermano, molesta por haber sido reconocidos ¿que iban a decir sus padres al enterarse?

—Bueno, eso es cierto ¡es que sois clavaditos a ellos! ¡es increíble! —aseguró Hermione mientras les observaba desde todas las posiciones que podía—. Tenéis que contarme muchísimas cosas... Espera, no, no me contéis nada... Aah... Pero quiero saber...

Entonces a Lily se le ocurrió una idea.

—Está bien, tía, digo... Hermione.

—Puedes llamarme tía —dijo Hermione visiblemente alegre.

—Ni hablar —se negó Lily—. Tenemos la misma edad.

—¿Y que más da eso?

—Bueno, da igual, el caso es que responderemos una de tus preguntas si nos ayudas con... una cosa.

—¿Que cosa?

—¿Esa es la pregunta que quieres que contestemos?

—Mierda, eres buena.

—Gracias.

Hermione se puso a pensar. Una pregunta. Podía hacer una pregunta sobre el futuro, una pregunta que iba a ser respondida. Lo primero que se le ocurrió era preguntar que iba a ser de ella y de Ron, pero entonces se dio cuenta de que no debía preguntar algo como eso. ¿Que debía preguntar entonces?

—No se me ocurre nada... —admitió, era muy difícil pensar una sola pregunta—. ¿Que tal si primero os ayudo y luego respondéis a mi pregunta?

Lily se encogió de hombros.

—Como quieras.

—Bueno, que queréis que haga —preguntó Hermione.

Albus se giró hacia Lily, el no tenía ni idea de que era lo que pretendía su hermana y tenía claro que, al igual que James, ella no se iba a molestar a explicarle nada.

—Quiero que le digas a papa... a Harry...

—Es increíble que el sea vuestro padre ¿no? —dijo Hermione emocionada, aún era incapaz de creer que ese chico que se escabullía con una capa invisible por las noches pudiera ser padre.

Lily y Albus se miraron sin saber que responder a eso, decidieron ignorarlo.

—Quiero que vayas a donde Harry y le digas que... Hay un laberinto el jardines y que hay alguien dentro que... ¿le necesita? —Lily no parecía tan convencida ahora que escuchaba su idea en voz alta—. Bueno, creo que funcionará así.

Hermione asintió con la cabeza, no le costaba nada decirle eso a Harry.

—Perfecto —dijo Lily sonriendo satisfecha—. Ahora la pregunta, rápido.

Hermione se mordió la lengua, nerviosa, seguía sin saber que preguntar. Había tantas preguntas en su cabeza en ese mismo momento... ¿Que debía preguntar? Tenía que ser algo que no implicara demasiadas cosas pero al mismo tiempo tenía que ser algo...

—10... 9... 8... 7... —empezó a contar Lily y los ojos de Hermione se abrieron de golpe. El cinco ya se había ido. el cuatro no tardó en irse también, el tres ya había llegado y marcharía sin esperar al dos.

—2... 1... y....

—¿Como os llamáis? —preguntó Hermione de golpe. Seguramente no era la mejor pregunta que podía haber hecho pero no consideraba que fuera una mala pregunta. Además, se moría de ganas de saberlo, ¿Que nombre habrían puesto Harry y Ginny a sus hijos?

—¿Los nombres completos? —preguntó Albus, que rápidamente volvió a ser pisoteado por su hermana.

—Solo teníamos que decir nuetro primer nombre y ya estaba... ¿por que tienes que complicarlo todo siempre?

—Si, el nombre completo, por favor.

Lily bufó y Albus suspiró. Ninguno de los dos tenía demasiadas ganas de que Hermione supiera el segundo nombre de Albus.

—Yo me llamo Lily Luna —dijo Lily haciando que la sonrisa de Hermione creciese de golpe—. Y el se llama...

—Albus Severus —dijo Albus.

La sonrisa de Hermione desapareció de golpe.

—¿Que? ¿Como? —preguntó, pero ambos hermanos se marcharon corriendo—. Es una broma... ¿no?

· · ·

Harry vio como, caminando lentamente con cara de estar completamente confundida Hermione entraba de nuevo al comedor.

—¿Ha donde habías ido? —le preguntó en cuanto se sentó a su lado.

—Yo... he ido a su tía de Albus —dijo sin mirarle a la cara—. Porque Severus no puede ser, claro, pero ellos son broma ¿no? quiero decir son Ginny y Harry, puede ser que tía de Albus, pero Severus... No tiene sentido ser la tía de Severus... ¿Tengo razón o no? Es Snape... ¡Snape!

Harry parpadeó varias veces.

—¿Hermione...? ¿Are you OK? —preguntó Harry y Hermione se empezó a reír sin parar.

—Ginny, are you OK? So, Ginny are you OK? Are you OK, Ginny? —y Hermione empezó a cantar la canción "Smooth Criminal" de Michael Jackson versión Ginny.

Harry no sabía si reír o preocuparse por su amiga.

—Hermione... No es por cortarte el rollo pero... ¿te pasa algo?

—¡Oh, Harry! Tienes que ir a los jardines ¡hay un laberinto y hay alguien dentro que te necesita! —dijo Hermione de pronto.

Harry se levantó sobresaltado ¿un laberinto en los jardines? ¿alguien le necesitaba? Sonaba como algo peligroso. Algo peligroso y Hermione seguía con su "Ginny, are you ok?". ¡Espera! ¡Ginny! No estaba en el comedor ¿donde estaría? Bueno, eso no era lo importante, tenía que ir al laberinto de los jardines. Echó a correr.

Al salir a los jardines vio el laberinto en cuestión. No era ni la mitad de grande de lo que lo fue el del torneo de los tres magos, pero era claramente un laberinto. Las paredes estaban formadas con grandes arbustos perfectamente podados. Era muy extraño que algo así hubiese aparecido de un día para otro. Había dos entradas, una a cada lado del laberinto. Sin pararse a decidir entró por la de la derecha.

La niebla que había dentro del laberinto le trajo malos recuerdos, pero siguió hacia delante. Su mente era un remolino de pensamientos, y ninguno de ellos iba a hacerle ningún bien a Harry, así que se movió rápido y sin pensar. Un cruce de caminos, derecha. Otro cruce de caminos, izquierda. No parecía haber trampas o enemigos, pero no iba a confiarse. Entonces llegó a un camino sin salida.

—Mierda —susurró cabreado. Tenía que darse prisa en encontrar a esa persona que le necesitaba.

Entonces se escuchó un grito. Un grito de mujer. Harry se sobresaltó por un momento pero luego se dio cuenta de que esa chica simplemente se había caído. La chica estaba justo ahí, pero no podía llegar a ella desde ahí. Salió del callejón, volvió al cruce de caminos y esta vez giró por la derecha.

Desde dentro el lugar parecía un lugar mucho más grande que desde fuera.

Por fin vio el final del laberinto, comenzó a acelerar. Tragó saliva, al recordar como el y Cedric luchaban por llegar primero. Suspiró, si tan solo hubiera sido un poco más egoísta Cedric estaría vivo en este momento.

En ese momento, frente a el, apareció Harry Potter. Parpadeó. El Harry que tenía en frente también parpadeó, ¿era un espejo? ¿Y como iba a pasar a través de el?

—¿Hola? —saludó Harry.

El Harry del espejo movió los labios pero no produjo sonido alguno. Harry, extrañado, camino hacia el.

—¿Eres un espejo? —el espejo se limito a imitarle sus movimientos pero no sus sonidos.

Harry se puso a pensar, ¿como podía pasar a través del espejo? Entonces se le ocurrió algo, era una tontería, pero era lo único que tenía.

—¿Puedo pasar? —preguntó en voz alta. Justo después Harry asintió con la cabeza, el Harry del espejo asintió también. ¿Entonces tenía permiso?

Parecía ser que si, porque en ese momento el Harry del espejo dejó de imitarle y, con un gesto, le invitó a pasar a través de el.

Harry estiró el brazo hacia el espejo y, aunque no tocó nada, sintió como si hubiese hecho añicos un cristal tan fino como un hilo. Eso no fue lo único que sintió, también sintió como si hubiese perdido la capacidad de hablar. Intentó decir algo pero no hizo ningún sonido. Su respiración comenzó a acelerarse, estaba entrando en pánico. Pero entrar en pánico no era algo que pudiera permitirse, había alguien en el laberinto que le necesitaba, y tenía que encontrarle.

Dejando la voz atrás, siguió su camino y llegó a lo que el había supuesto que era el final del camino. Se encontraba en una sala cuadrada, aunque estaba seguro de que era rectangular y de que esa pared de madera que había en el medio separaba una parte de la sala de la otra. Mirando esa pared de madera encontró un agujero. Se acercó para mirar a través de el. Esperaba encontrar una sala como la que le rodeaba a el pero en vez de eso se encontró un ojo. Un bonito ojo castaño. Harry vio como la persona que había al otro lado de la pared abría mucho los ojos, probablemente igual de sorprendida que el.

Harry retrocedió e intentó decir algo, pero su voz seguía sin aparecer. Eso era algo terriblemente malo porque sin voz tampoco podía hacer hechizos. Suspiró ¿que podía hacer? En ese momento comprendió lo útil que le habría sido haber aprendido morse o algún otro tipo de lenguaje que no necesite voz. Se frotó la cara, por lo que parecía el podía salir tranquilamente del laberinto pero... ¿podía la chica del otro lado salir? Y si podía... ¿por que no lo hacía?

—Maldita sea —intentó decir, pero no fue capaz de decir nada.

Suspiró, lo único que podía hacer era volver a mirar por el agujero. Volvió a ver el ojo, pero está vez no pareció sorprenderse al verle a el. El tampoco se sorprendió esta vez. Bueno, por lo menos al principio. A medida que miraba el ojo que tenía enfrente se daba cuenta de como cambia de color, poco a poco, muy poco a poco, el ojo dejó de ser castaño.

El ojo pasó a ser verde esmeralda.

Harry retrocedió sorprendido con la respiración agitada.

—¿Que demonios a sido eso? —quiso decir esta vez, pero fue inútil.

Lo había visto. Había visto como esos ojos habían pasado de ser castaños a verdes. Habían pasado a ser exactamente iguales que los suyos ¿que significaba eso? Tragó saliva. No entendía nada pero tenía claro que eso no era algo normal, ¿sería la persona del otro lado una persona que necesitaba su ayuda? ¿que le aseguraba a Harry que no fuera algo que intentaba hacerle daño? Tal vez un mortifago, o incluso Lord Voldemort. Pero Hermione le había dicho que alguien le necesitaba allí... Aunque Hermione estaba muy rara... ¡Tal vez estaba siendo controlada por la maldición imperius! El corazón de Harry latía muy rápidamente. Lo tenía claro. Tenía que salir de allí.

Se dio la vuelta y volvió por donde había venido. Al salir de la sala y volver al camino por el que había llegado vio algo que le sorprendió, Tenía delante de el a una joven pelirroja a la que conocía muy bien.

—¡Ginny! —quiso decir Harry mientras se acercaba a ella, pero no produjo sonido alguno.

—¡Ginny! —dijo Ginny delante de el, caminando también hacia el.

—¡No vengas, Ginny! ¡Tenemos que salir de aquí! —intentó decirle Harry con todas sus fuerzas mientras seguía caminando hacia Ginny.

—¡No vengas, Ginny! ¡Tenemos que salir de aquí! —dijo Ginny sin parar de acercarse a Harry.

Entonces Harry sospechó algo. Entonces Harry y Ginny se chocaron. Entonces Harry sintió como si hubiera roto un cristal tan fino como un hilo. Entonces Ginny desapareció y Harry pudo volver a hablar:

—Oh, mierda.

· · ·

—Tu eres Theodore Nott  —le aseguró Luna al joven que tenía en frente.

—Oh, pero puedes llamarme Theo —le dijo el joven.

—Pensaba llamarte espantapájaros —comentó Luna.

—Pues que yo sepa tu estabas aquí antes que yo y... ¡Mira! ¡No hay ninguna lechuza en la lechucería! —dijo Theo con una sonrisa.

Luna empezó a reír.

Theodore frunció el ceño sorprendido, esperaba, de forma optimista, hacer que Luna sonriera pero... ¿por que se reía así? Ni siquiera había dicho algo gracioso.

—Hacia tanto tiempo que no me reía así—dijo Luna divertida sonriendo. Theo suspiró, el sabía que Luna tenía muy pocos amigos pero era bastante triste escuchar cosas como esas, aunque, bueno, tampoco es que el tuviera muchos amigos—. La última vez fue en el tren viniendo a Hogwarts, con Ron Weasley. Creo que dijo algo del culo de un babuino.

—Que gracioso —comentó Theo sin sonreír.

—Pues no parece que te haga mucha gracia —opinó Luna.

—No me la hace.

Luna se encogió de hombros.

—¿No tienes frío? —le preguntó Theo.

Luna asintió.

—Ten —le dijo mientras le tenía su túnica—deberías salir de aquí ya si no quieres enfermar.

—Muchos dicen que ya estoy enferma —confesó Luna mientras se ponía la túnica que le ofrecía Theo.

—Muchos son idiotas —se limitó a decir Theo saliendo con ella de la lechucería.

—¿A que has venido, por cierto? —le preguntó Luna.

Theo se tomó unos segundos para buscar una respuesta con la que estuviera satisfecho.

—Para hablar un rato contigo.

—Eso es un gesto muy bonito, gracias —dijo Luna como si el hecho de que Theo haya ido a hablar con ella fuese para hacerle un favor a ella.

—Creo que me estas entendiendo mal —suspiró Theo—. Me apetecía hablar contigo.

Eso pareció descolocar un poco a Luna.

—¿Por qué? —preguntó.

—Porque eres interesante —contestó Theo encogiéndose de hombros.

—Soy rara —dijo Luna con naturalidad.

—Si que lo eres —dijo Theo sonriendo—. Y eso me gusta.

· · ·

Hermione estaba sentada en el Gran Comedor, escuchando como hablaban Ron, Fred y George. Riendo por dentro al pensar en como reaccionarían si les contaba que había conocido a los dos hijos de Ginny. Dos hijos que había tenido con Harry Potter. No pudo contener una pequeña carcajada, pero, por casualidad de la vida, Fred y Ron también se estaba riendo, así que nadie notó nada raro. Seguramente George hubiese dicho algo gracioso en ese momento. ¿Seguirían riendo tan tranquilos si supieran lo que Harry Potter iba a hacerle a su pequeña hermanita? Hermione volvió a reír.

· · ·

Ginny estaba sentada en la hierba, con la mano sobre su frente y visiblemente preocupada.

—Esto no puede ser —decía una y otra vez—. Esto no puede estar pasando.

· · ·

Harry estaba apoyado contra una de las paredes del laberinto del que acababa de salir. Se cubría el rostro con las manos.

—Esto no puede ser verdad —decía una y otra vez—. Esto tiene que ser una broma.

· · ·

Y es que no era Ginny quien estaba sentado en la hierba. Y no era Harry quien estaba apoyado en una de las paredes del laberinto. Porque ahora Ginny era Harry. Y Harry era Ginny.

Harry, sentado sobre la hierba, vio como su cuerpo se acercaba a el, caminando como el nunca habría caminado. Era algo super extraño.

—¿Harry? —preguntó el cuerpo de Harry.

—¿Ginny? —preguntó el cuerpo de Ginny.

—Así que hemos cambiado de cuerpos —dijeron ambos al mismo tiempo.

—Bueno, no hay que alarmarse —dijo Ginny que parecía bastante alarmada—. Seguro que Dumbledore puede hacer algo.

—¿Pero que es lo que ha pasado en primer lugar? —preguntó Harry.

Ginny abrió la boca para responder, entonces enrojeció un poco y cerró la boca.

—No tengo ni idea.

Harry vio como una nota descendía lentamente hacia ellos. Alzó la mano para cogerla, pero se le escurrió entre los dedos. El cuerpo de Ginny no se movía como el suyo. Ginny cogió la nota del suelo y la leyó en voz alta:

Estimados Harry y Ginny:

Nos complace informarles de que el cambio de cuerpos ha sido un éxito, ¡Felicidades! Queremos que disfruten de esta experiencia que no todo el mundo tiene la oportunidad de experimentar. El hechizo finalizará en tres días, así que esperamos que aprovechen bien el tiempo.

Se despiden, Los Tres Super Guerreros del Futuro que Buscan lo que Buscan

PD: Si se intenta finalizar el hechizo con algún conjuro o poción, los días aumentaran.

PD2: No hagáis caso a ese nombre estúpido, es que mi hermano es idiota.

Harry y Ginny se miraron sin decir nada, analizando lo leído.

—¿Tenemos que estar tres días con el cuerpo del otro? —preguntó Ginny—. ¡Es una locura!

Harry frunció el ceño, bueno si, era raro y agobiante, pero no era para tanto ¿no? Al fin y al cabo solo era una especie de broma.

—¿Es que no te das cuenta, Harry? —preguntó Ginny con un tono de voz que le recordó bastante a Hermione—. ¡Tres días con el cuerpo el otro! ¡Vamos a tener que mear y ducharnos!

En ese momento Harry comprendió las preocupaciones de Ginny.

—Es una locura —admitió.

—Y lo peor de todo es que no podemos decírselo a nadie —dijo Ginny—. Tenemos que fingir.

—¿Por que?

—¿Te imaginas lo que diría Ron si tuvieras que pasar tres días con mi cuerpo?

—¡Oh, dios! —dijo Harry preocupado.

—Me alegro de que lo entiendas, ahora tenemos que practicar.

—¿Practicar? —preguntó Harry que, aunque estaba confundido, estaba más tranquilo al ver como estaba manejando Ginny la situación.

—Claro, tienes que fingir ser yo. Tienes que hablar como hablaría yo, tienes que andar como andaría yo y tienes que hacer lo que haría yo.

—Esto no va a ser nada facial...

—¡En pie, Potter! ¡Camina para mi! —dijo Ginny algo divertida, dispuesta a no pasarlo tan mal como debería.

Pasaron más de una hora practicando a moverse como el otro se movería y a aprenderse ciertas frases que el otro solía decir.

—Bueno, creo que has aprobado —dijo Ginny sonriendo—. Ahora eres Ginny Weasley.

—Gracias por sus palabras, Potter —dijo Harry sonriendo también.

—¿Volvemos al castillo?

—No me apetece nada, pero supongo que deberíamos —dijo Harry suspirando.

Ginny tragó saliva.

—Hora de actuar.

· · ·

Harry y Ginny entraron al comedor, al principio con paso seguro pero poco a poco fueron perdiendo confianza.

—Vamos, Harry, tu puedes, un paso aquí, y el otro aquí, bien, así, sigue —se decía Harry a si mismo.

Ginny suspiraba sin parar y parecía bastante nerviosa, esto no era fácil para ninguno de los dos. Y las cosas acababan de empezar. Harry vio a Hermione hablando con Lily y con Tonks, a los gemelos con James, Sirius y Remus, y a Ron sentado solo. Miró a Ginny, ella asintió, sabía lo que tenía que hacer. Harry sonrió, las cosas no tenían por que salir mal.

—¡Ginny! —exclamó Luna de repente abalanzándose sobre Harry—. ¡Tengo que hablar contigo!

Eso pilló a Harry tan por sorpresa que casi grita.

—Di-dime... —preguntó Harry fingiendo interés. Tan solo quería irse a la cama cuanto antes y dormir durante tres días.

—¡Estoy enamorada! —dijo Luna con alegría.

—¿Qu-que... —eso pilló a Harry por sorpresa nuevamente y habló con voz tan aguda que sintió que sus verdaderas cuerdas vocales hubieran muerto antes de llegar a esas notas.

Luna parecía ignorar el raro comportamiento de "Ginny".

—Si —dijo muy contenta—. Es de Slytherin.

—¡¿Como?! —preguntó Harry sorprendido (Esta Luna... no para de sorprender al pobre Harry... Digo... Ginny).

—Se llama Theodore Nott —siguió Luna volviendo a ignorar las reacciones de Harry—. Es muy majo.

—Oh... ¿Y desde cuando hablas con el? —Harry enseguida se arrepintió de haber preguntado eso, ¡Por supuesto que Ginny ya sabría la respuesta! ¡Que estúpido había sido! ¡Todo había acabado! ¡Iba a ser descubierto nada más empezar!

—Hoy —dijo Luna muy contenta.

Harry suspiró con tanto alivio que sintió que el corazón se le escurría suavemente por la garganta.

—Pues eh... Me alegro mucho —probó a decir Harry.

—Eres tan amable —dijo Luna abrazando a Harry de forma demasiado cariñosa. Este intentó soltarse antes de que alguien sospechase sobre una posible bisexualidad por parte de Ginny.

—Esto... Emm... Luego me cuentas más, ahora voy a... emm... sentarme. Si, a sentarme allí, con Harry.

—Suerte —dijo Luna para la sorpresa de Harry guiñandole un ojo.

Harry parpadeó un par de veces y camino hacía Ginny pensando que ya había pasado lo peor.

—¿Que le pasa a Luna? —le preguntó Ginny en cuanto se sentó.

—Al parecer se ha enamorado de Theodore Nott —le contó Harry.

—Bueno, es guapo —dijo Ginny dando su aprobación.

—¿Harry? —preguntó Ron algo sorprendido—. ¿Acabas de llamar guapo a un chico y además de Slytherin?

Ginny se sobresaltó.

—¡Oh, venga ya Ron! ¡Estaba claro que era ironía! ¿A que tu lo has entendido Ha-Ginny?

—¡Claro! ¡Eres tan tonto Ronald! —dijo Harry cada vez más nervioso. Era una suerte que Hermione estuviese hablando con Lily porque Harry estaba seguro de que ella no habría pasado por alto algo como esto.

—Y-ya lo sabía, idiotas —se defendió inútilmente Ron—. Bueno, ¿donde habéis estado?

Harry y Ginny se miraron, ¡habían sido tan idiotas! ¿Como no habían planeado una respuesta para eso antes de venir? A Harry Hermione le había hablado sobre un laberinto, pero eso Ginny no lo sabía. Tenía que encargarse el de esta situación.

—Bueno, yo estaba dando una vuelta por los jardines y me he encontrado a Harry que, al parecer, había ido allí porque Hermione le había dicho que alguien le necesitaba ¿no Harry?

Ginny miró a Harry, agradecida por que le hubiese ayudado con eso.

—Sí, eso ha sido lo que ha pasado. Y luego hemos vuelto juntos.

—¿Y quien te necesitaba? —preguntó Ron con curiosidad.

—Nadie —aseguró Ginny—. Ha sido una broma de tu novia, ¡es tan graciosa!

Y fingió una risa horrible. Harry y Ginny se arrepintieron de no haber practicado las risas.

Ron parpadeó un par de veces pero no dijo nada.

—¿Creéis que falta mucho para la hora de cenar? —preguntó Harry buscando guiar el la conversación por terreno que pueda manejar con facilidad.

—Ni idea, pero me muero de hambre —comentó Ron.

—Y yo de sueño —dijo Ginny—. Creo que hoy me iré a dormir pronto.

—¿Eh? ¿Pero que dices? ¡Tenemos que hablar del próximo libro!

Esa idea pareció tentar a Ginny, siendo Harry podría enterarse de muchas cosas interesantes sobre sus aventuras y, quien sabe, tal vez alguna que otra cosa más.

Hermione se acercó a ellos en ese momento.

—Dice la profesora McGonagall que ya es hora de cenar. Levantaos para que puedan cambiar los asientos.

Como todas las veces anteriores Dumbledore sacudió su varita y el comedor volvió a su estado original. Todos los alumnos se apresuraron a sentarse y a servirse comida.

—¡Has visto estas alitas de pollo! ¡Que buena pinta! —dijo Ginny cogiendo una con cada mano y comiendo de forma bastante guarra.

Harry suspiró.

—Emm... ¿Harry? Sabes que así es como come Ron y no tú ¿no? —le preguntó en voz baja.

—Ostras, es cierto —dijo dejando las alitas en el plato y apresurándose a limpiarse el aceite de las manos y de la cara.

Hermione frunció el ceño, divertida por el comportamiento de Harry.

—Hey Ron, ¿tu crees que si comiera de forma igual de cerda que tu Hermione estaría enamorada de mi y no de ti? Quiero decir, mírame: Soy Harry Potter —dijo Ginny con una sonrisa ganándose un puñetazo en el hombro por parte de Ron.

—¡Pero que haces, idiota! —dijo Ginny alterada poniendose de pie, y entonces comprendió que Ron y Harry solían golpearse así de vez en cuando. Dejó caer la alita de pollo—. ¡Has hecho que se me caiga la alita de pollo!

(DN: Creo que si hubiera escrito yo los libros siempre estarían comiendo alitas de pollo ¿Por que siempre comen alitas de pollo? Debo tener una obsesión con las alitas de pollo)

Ron rió un poco mientras se agachó para recoger la alita y dejarla encima de la mesa.

—Oh, Ron, pon una servilleta debajo, vas a hacer que se pringue toda la mesa —le regañó Hermione.

—Ya has oído a mami —le dijo Harry y vio con extremo placer como Hermione no le miraba de mala manera. Esto podía llegar a ser bastante genial.

Harry comprendió que hablar demasiado era comprar boletos para ser descubierto, cuanto menos hablara mejor. Así que se pasó el resto de la cena hablando lo mínimo posible. Sin embargo, Ginny parecía disfrutar diciendo cosas de parte de Harry, generalmente halagos hacia Ginny o burlas hacia Ron.

Al terminar de cenar se despidieron de los adultos y subieron todos hacia la sala común de Gryffindor. Pasaron por el retrato de la Señora Gorda y fueron a sentarse frente al fuego. Harry se volvió completamente colorado al saber lo que quería decir Ginny al decir que "Había bebido demasiado". Y miró intranquilo como Ginny subía a la habitación de los chicos. Ginny iba a hacerlo. Iba a... La pierna derecha de Harry comenzó a temblar. Ginny iba a verla. Ginny iba a ver su varita.

—¿Que te pasa, Ginny? —preguntó Ron al ver el extraño comportamiento de su hermana.

—Se acabó —dijo Harry—. Mi vida se ha acabado.

Ron frunció el ceño y miró a Hermione, quien se encogió de hombros.

· · ·

Ginny subió la habitación de los chicos, no era la primera vez que subía así que eso no era una novedad. Lo que si era una novedad era que iba a ir a el baño de los chicos y a mear como un chico. Se mordió el labio, nerviosa, sabía que no debería hacer esto ¡pero se meaba! Lo sentía por Harry, pero lo sentía más por ella misma al saber que, tarde o temprano Harry también tendría que hacerlo, ¡y se sentía pero aún al pensar en Harry con su cuerpo poniendo barquitos a flotar en el baño! Le recorrió un escalofrío.

—Vamos Ginny, no pienses en eso, no pienses en eso —se dijo a si misma mientras entraba a uno de los baños.

Cogió aire y lo soltó varias veces, necesitaba prepararse.

—¡Ah, mierda! ¡No quiero hacer esto! —exclamó molesta.

—¿Hacer que, Harry? —escuchó Ginny a Dean hablandole desde la puerta.

—¡Ah! —exclamó Ginny asustada.

—¿Estás bien? —preguntó Dean preocupado.

Ginny cogió aire.

—Sí, Dean, estoy bien, no te preocupes.

—Vale, pues estaré abajo...

Ginny esperó a que los pasos dejaran de oírse.

—Vamos, tranquila, no es tan difícil —se dijo a si misma y comenzó a desabrocharse el pantalón.

(DN: Las mentes sensibles pueden prepararse porque pienso ser todo lo especifico que me apetezca.)

Sentía su corazón latir muy rápido y muy fuerte y le temblaban las manos, pero comenzó a bajarse el pantalón. Se lo bajó hasta las rodillas, por costumbre más que por otra cosa, y se miró el calzoncillo. Ahora venía la parte difícil.

—Se positiva Ginny, es lo más cerca que vas a estar de Harry en toda tu vida —se dijo antes de agarrarse los calzoncillos y bajarselos de golpe.

Ya estaba hecho, se dijo mirando hacia debajo. Y ahí estaba. Y ella lo vio. Y se puso roja. No era como ella se lo había imaginado aunque... ¡ella nunca se lo había imaginado! ¿O si? ¡Que más da eso ahora! Tragó saliva. Quería gritar, esto era demasiado.

—Calmate, calmate, calmate —se dijo a si misma—. No eres una pervertida, solo vas a mear con tu propio cuerpo ¿no es así? Eso es, eso es. Ahora a mear.

Una vez decidida no le costó tanto hacerlo, agarró la varita de Harry y apuntó hacia el váter. Vale, vamos allá. Y lo dejó ir. Y de la impresión un escalofrío recorrió su espalda. Y del susto movió el brazo y manchó el váter. Intentó relajarse pero cada vez estaba más nerviosa, ¡Y parecía que no iba a acabar nunca! Le temblaba la mano tanto que tuvo que sujetársela con la otra mano. Entonces, por fin, acabó. Ginny suspiró aliviada. Ya estaba hecho. Tenía ganas de saltar de alegría pero sabía lo que tenía que hacer. Tenía que sacudirla un poco para que no quedaran gotas. Tan solo el pensar en hacer algo así hizo que su piel se volviera roja.

—Lo siento tanto, Harry...

Y comenzó a sacudirlo, era su primera vez así que no sabía cuando debía parar pero, oye, era bastante agradable. Decidió seguir un poco más. Si, la verdad es que no estaba mal. ¿Y que pasaría si bajara la mano más?

—Vaya... —dejó escapar Ginny mientras experimentaba.

Pero no tardó en ocurrir lo peor. La varita de Harry se había transformado. Ahora era todo un bastón de mago, ¡un basilisco!. Ginny tragó saliva. ¿Entonces había estado haciendo lo que creía que había estado haciendo? Eso estaba mal... ¡Pero mira este basilisco! Ginny no podía bajar así a la sala común ¿Que diría Harry?

—No pienses en eso, Ginny —se dijo a si misma.

Pero ese no era el problema, ¿que iba a hacer con ese basilisco? Se le ocurría una cosa pero... No. No podía hacer eso... ¿O si? ¿Acaso tenía otra opción? ¿Que haría Harry si viera que tardaba mucho en bajar? Así es, no tenía otra opción.

—Venga ya Ginny, solo dices eso porque quieres hacerlo —se dijo a sí misma.

¿Podía ser eso cierto? Bueno, era cierto que estaba sintiéndose bien, pero ella entendía que no debía tratar el cuerpo de Harry. Ella había venido a mear y lo había hecho, ahora debía salir del baño, ¡Pero mira ese maldito basilisco!

—No puedo bajar así, y lo sabes —seguía hablando para si misma.

Algo avergonzada volvió a comenzar a mover la mano. Al principio fue probando diferentes formas de hacerlo y diferentes ritmos y, a medida que lo hacía, iba dejando de preocuparse por todas esas cosas. Solo tenía una cosa en la cabeza: Harry. Y lo más absurdo era que ella era Harry, ella estaba haciendo eso con la varita de Harry... Y se sentía tan bien... Una y otra vez... No podía parar... ¿Era una pervertida? Debía de serlo... Harry....

Y sintió como si un globo dentro de ella explotara. Dejó de moverse y sintió como su respiración estaba mucho más agitada de lo que pensaba. Pero eso no fue lo peor. Lo peor fue ver tanto en el suelo como en sus manos los resultados del hechizo de la varita de Harry. Abrió mucho los ojos.

—¡Mierda, mierda, mierda, mierda! —exclamó cogiendo papel higiénico. Se limpió la mano rápidamente, lanzó el papel al váter y tiró de la cadena. Repitió el proceso con lo que había en el suelo y salió corriendo. Se lavó las manos mientras se insultaba a si misma una y otra vez y salió del baño.

—Soy idiota... —dijo mientras se sentaba en la primera cama que vio y se tapaba la cara con las manos—. No voy a poder mirar a Harry a la cara nunca más...

· · ·

Ginny tardaba demasiado en bajar y, por cada minuto que tardaba, mil ideas horripilantes pasaban por la mente de Harry.

—¿Y si piensa que es muy pequeña? ¿Y si piensa que es asquerosa? Aah... Estoy perdido... —se decía Harry a si mismo.

—¿No está tardando Harry demasiado? —preguntó Hermione.

Ron asintió.

—Antes dijo que estaba cansado y que quería irse pronto a la cama, ¡Mas le vale no irse a dormir todavía! ¡Voy a ir a por el!

—¡No, Ron! —exclamó Harry—. Harry está bien, dejadle tranquilo.

Aunque era el el que estaba más preocupado de los tres.

—¿Tu que vas a saber? —dijo Ron frunciendo el ceño y subiendo a la habitación de los chicos.

· · ·

—¿Harry? —preguntó Ron al subir a la habitación de los chicos. Vio a su amigo sentado en su cama, tapándose la cara con las manos—. ¿Harry, estás bien?

—¡No, Ron, no lo estoy! —saltó Ginny—. ¡Soy lo peor! ¡La peor basura! ¡No me hables!

Y salió corriendo dejando a Ron completamente confuso.

—En fin, yo también voy a mear —dijo entrando al baño.

Se encontró con un váter manchado completamente de orina. Ron suspiró.

—Si meas fuera lo limpias —dijo algo mosqueado—. No te llamas a ti mismo basura y sales corriendo ¿que demonios le pasa a ese?

Y con un aireo de su varita (la de madera está vez) limpio el váter.

—No soy tan bueno como Hermione pero oye, no esta tan mal.

Y volvió a la sala común orgulloso de si mismo.

Cuando volvió estaba Hermione sentada sola, Ginny tampoco estaba ahí.

—¿Y mi hermana? —preguntó.

—Cuando Harry salió corriendo ella salió corriendo detrás de el —dijo encogiendose de hombros—. El caso es que ahora estamos solos.

Ron sonrió.

—En momentos como este me doy cuenta de que quiero a mi hermanita —confesó—. Supongo que tendremos que aprovechar el momento.

· · ·

—¡Harry! ¡Harry! ¡Harry! ¡Harrry! ¡GINNY! —gritó Harry y, por fin, Ginny se detuvo.

Harry también paró de correr, estaba completamente agotado, si que se notaba lo que era correr con un cuerpo que no era el suyo.

—¿Que diantres te pasa? —preguntó.

—No me hables, Harry —le dijo Ginny de espaldas.

—No, tu eres Harry ¿recuerdas? —le preguntó Harry.

Lo que recordó Ginny hizo que volviera a salir corriendo. Harry suspiró.

—¡Petrificus Totalus! —exclamó agitando su varita, pero de su varita salió una simple chispa.

Harry frunció el ceño y recordó a Ollivander hablando de las varitas y eso de que eligen al mago. ´

—Así que no basta con tener su cuerpo ¿eh? Interesante —dijo contemplando la varita de Ginny—. ¡Espera! ¡No tengo tiempo para esto!

Y echó a correr por el castillo, buscando su propio cuerpo.

—Corre como lo hace Ginny, acuérdate —se decía a si mismo de vez en cuando.

—Lo haces bastante bien —le dijo una voz desde unas escaleras que, justo en ese momento, comenzaron a moverse.

—¡Mierda, Ginny! —exclamó Harry furioso al ver como las escaleras se movían lejos de el—. ¿Que ha pasado en el baño?

Pero, cuando las escaleras llegaron a su siguiente destino, Ginny salió corriendo.

—Así que quieres guerra ¿eh? —dijo Harry hurgando en sus bolsillos—. Pues guerra tendrás.

Y entonces se dio cuenta de que Ginny no acostumbraba a llevar el mapa del merodeador encima, así que el no podía tenerlo en ese momento.

—Esto es una mierda —se dijo a si mismo mientras corría.

Aún así, Harry conocía el castillo, sabía a donde llevaba el camino por el que corría ahora Ginny, y conocía atajos y contraseñas.

—Sopa de cebollas —le gritó a el cuadro de un gracioso hombrecillo con bigote.

—No hay nada mejor para espantar a una dama —le confesó el hombrecillo antes de dejarle pasar por su pasadizo.

Harry salió por el pasadizo y se chocó con algo. O alguien. Se calló encima de Ginny. Ginny, al ver a Harry encima suyo, por instinto intento cubrirse sus ahora inexistentes pechos.

—Ese debería ser mi trabajo ahora —comentó Harry riendo.

—¡Ni se te ocurra! —le advirtió Ginny.

—Tranquila, tranquila, nunca se me ocurriría hacer algo así con tu cuerpo —Y eso hizo que Ginny se sintiera aún peor, por varias razones—. Ahora dime, ¿que ha pasado en el baño?

Ginny sabía que no tenía escapatoria.

—He meado —le confesó.

Harry sintió que enrojecía, tuvo ganas de preguntar miles de cosas y de esconderse para siempre al mismo tiempo. No dijo nada.

—Eso es todo —mintió Ginny.

—¿Y porque has salido corriendo?

—Eeh... Había visto un plimpy...

—¿Un plimpy de agua dulce? ¿Eso de lo que habla Luna que, al parecer, es actuático? —inquirió Harry acercándose más hacia Ginny.

—¡Vale, no es eso! —dijo Ginny irritada—. Pero no puedo decirte lo que ha pasado.

—¡¿Por que no?! ¡Es mi cuerpo!

—¡Precisamente!

—¡Eso digo yo!

—¿Y que quieres que te diga? ¿Que soy una inútil que no sabe controlarse?

Harry parpadeó un par de veces pensando y Ginny enrojeció avergonzada.

—¿Que no sabes controlarte? —preguntó Harry—. ¿Quieres decir que...

Ginny asintió.

—¿Entonces te has meado encima? —preguntó Harry divertido.

Ginny le miró extrañada.

—¿Mearme encima? ¡Claro que no!

Harry la miró más extrañado que ella a el.

—¿Entonces?

—Quiero decir que... que... —Ginny estaba sufriendo al pensar como decirlo.

Harry suspiró.

—Si, supongo que tener que ver las partes de un tío tiene que ser muy desagradable —dijo comprensivo—. Si yo estuviera en el cuerpo de otro tío pensaría lo mismo.

—¿Que? No es eso.

—¡En serio! Que alivio, pensaba que te daba asco...

Ginny rió.

—Claro que no, es...

Harry giró la cabeza, curioso.

—¿Es?

—Nada.

—Así que nada ¿eh?

—Eso es. Nada. Volvamos a la sala común.

Harry se levantó.

—Si, hagamoslo.

Ginny suspiró, al final Harry no se había enterado.

· · ·

Volvieron a la sala común sin prisas y, cuando entraron, solo quedaban allí Ron y Hermione. Harry no tenía muy claro donde acababa uno y donde empezaba el otro, pero una cosa estaba clara, lo mejor (por su propia seguridad) era dejarles tranquilos.

—Pues supongo que me voy a la cama —le dijo Harry a Ginny caminando hacia la habitación de los chicos.

—Por ahí vas mal, Ginny —rió Ginny remarcando su nombre—. Es por el otro lado. Hay un cartel en la puerta con el numero del curso, ya sabes que estás en cuarto ¿no?

—Eh... Si, claro —contestó Harry si hacerle mucho caso. El había visto hacía no demasiado tiempo lo que ocurría cuando un chico intentaba subir a la habitación de las chicas, ¿podría subir si tenía el cuerpo de una chica?

—Podrás subir —le aseguró Ginny adivinando sus pensamientos—. El problema son los nombres... ¿Conoces a las chicas de mi clase?

Harry se dio cuenta entonces de que no se sabía ninguno. Se había perdido la selección de Ginny en su primer año así que nunca había oído los nombres de sus compañeras de clase.

—Vale... ¿Como te lo digo? La más bajita se llama Aya, no hablo mucho con ella así que no te preocupes. La única rubia se llama Diana, seguramente te haga alguna pregunta tonta de vez en cuando, dale respuestas cortas y te dejará en paz. Ariane es muy despreocupada y siempre está alegre, la reconocerás enseguida y, su mejor amiga y la única que queda, es Dorothy, siempre está lloriqueando con que echa de menos su hogar y cosas así —le explicó rápidamente—. Por cierto, mi cama es la del medio, ¿te acordarás de todo?

Harry asintió, eran cuatro personas y una cama, iba a poder con ello. O eso pensaba antes de darse cuenta de que iba a tener que pasar tres noches durmiendo rodeado de chicas.

Subió las escaleras de caracol y entró a la habitación que correspondía al curso de Ginny.

—Por fin llegas, te estábamos esperando —le dijo una chica lanzandole una almohada, parecía muy alegre, ella debería ser Ariane.

—¿Esperándome para que, Ariane? —preguntó Harry algo dubitativo.

—Ariane está en el baño, ahora saldrá —le dijo la chica que Harry pensaba que era Ariane y Harry maldijo por lo bajo. Bueno, esa chica parecía bajita, no sabía si sería la más bajita, pero era probable. Esa chica debía ser Aya.

—Vale, Aya.

—Oh, Aya está durmiendo ya, dijo que estaba muy cansada —le informo la chica que no era ni Ariane ni Aya y Harry volvió a maldecir por lo bajo.

—¡Espera! —dijo entonces—. ¡Eres rubia!

—Emm... Sí, lo soy.

—Vale, eres Diana.

Diana rió.

—Claro que lo soy, ¿a que viene esto Ginny?

Resuestas cortas, respuestas cortas.

—A nada, a nada.

Diana se encogió de hombros y Harry le pasó su almohada.

La cama del medio era la suya, camino hasta ella y se sentó encima. En ese momento se dio cuenta de lo peor. Y lo peor no era solo una cosa, eran muchas. Iba a tener que quitarse el uniforme para ponerse el pijama ¿como demonios se desabrocha un sujetador?, iba a tener que revolver entre la ropa de Ginny y, lo peor, iba a tener que mear, ¡Mear! ¡Orinar! ¡Hacer pis! No podía ser cierto... ¿No había ningún hechizo que vaciara mágicamente la vejiga?

Harry suspiró, Ginny se había enfrentado esto y había salido victoriosa, el también podía hacerlo.

Entró al baño.

—Oh, hola Ginny —le dijo alguien. Harry supuso que era Ariane.

—Hola Airannnnnnnnnaaaaaaaaa —no pudo terminar de pronunciar el nombre al encontrarse que la Ariane a la que saludaba estaba delante suyo recién duchada y cubierta únicamente con una toalla. Es decir, debajo de la toalla no había nada ¿Entiendes? ¡Nada! Se metió corriendo en uno de los baños y cerró la puerta.

—Te entiendo —dijo Ariane—. Cuando alguien tiene que ir, tiene que ir.

—Ja, ja —intentó reír Harry. Le latía el corazón como loco. Esto no estaba bien, no estaba bien. Tenía que mear rápido, meterse rápidamente en la cama, cerrar los ojos y no abrirlos hasta que el dormitorio estuviese completamente vacío.

—En fin, yo salgo ya —le informó Ariane.

Harry no pudo relajarse hasta que escuchó como se cerraba la puerta del baño. Dejó salir todo el aire que tenían sus pulmones.

—Tu puedes, Harry, digo Ginny —se dijo a si mismo mientras se disponía a bajar la tapa del váter que, por alguna razón ya estaba bajada.

—Vale, esto es una falda... ¿Tengo que bajármela para mear o basta con levantarla? No, Harry, Harry, tienes que hacer las cosas bien. Bajatela. Espera... ¿Tengo permitido hacer eso? Claro que si, bobo, ahora bájate esto... Bien, veamos, ¿como se baja?

Y en ese momento Harry se dio cuenta de lo idiotas que habían sido el Ginny al discutir sobre como andar y no sobre como manejar las cosas importantes. Entonces Harry descubrió una pequeña cremallerita a un lado de la falda, bajo la cremallera y la falda cayó sola. Se sintió un pervertido al estar viendo las bragas de Ginny.

—Y esto también tengo que quitármelo... En serio, no puedo hacer esto... —cogió aire—. Lo siento, Ginny.

Y se bajó las bragas. Cerró los ojos para no ver nada y se sentó. Estaba nervioso. Prefería mil veces enfrentarse a un colacuerno húngaro que pasar por lo que estaba pasando. Aunque eso era estúpido ¿no? En ese momento se dio cuenta de que estaba a solas con el cuerpo de una chica. Podía mirar todo lo que quisiera, ¡incluso tocar!

—No, Harry, contente... ¿A esto era a lo que se refería Ginny con lo de "controlarse"? —se preguntó Harry a si mismo y se sintió estúpido—. No, por supuesto que no. Vale, es hora de mear.

Se relajo y sintió como todo pasaba. Seguía con los ojos cerrados y, por un instante, tuvo ganas de llorar. Y, por fin, todo acabó. Espera, no todo, tenía que quitarse las gotitas que quedaban pero... ¿como? Durante un par de segundos sacudió el cuerpo como un idiota y se dio cuenta de que eso no funcionaba y de que era idiota.

—¡Pues claro, papel! —exclamó sintiéndose un genio y cogiendo papel higiénico.

Respiró un par de veces.

—A la de tres —se dijo a si mismo—. Una, dos y... No puedo. Si puedes. No puedo. ¡Tres! Aaaah...

¿Froto o le doy toquecitos con el papel? ¡¿Froto o le doy golpecitos con el papel?! ¿FROTO O LE DOY GOLPECITOS CON EL PAPEL? ¡Maldita sea, ser chica es tan endiabladamente difícil! Y Harry sintió admiración por todas las chicas del planeta. Por todas esas chicas que sabían si debían frotar o dar golpecitos.

Harry llegó a la conclusión de que dar golpecitos era más seguro y eso hizo, con delicadeza y suavidad. No pudo evitar sentir a través del papel lo que había al otro lado, y eso no fue demasiado bueno para su salud. Su respiración se fue agitando mientras olvidaba que el papel higiénico que había cogido no era para que hiciera de intermediario entre el y la cámara de los secreto de Ginny. No podía verlo desde esa posición así que solo podía imaginar con lo que sentía a través del papel.

—No debería estar haciendo esto —dijo Harry de forma sensata mientras dejaba caer el papel al váter—. ¡Pero, maldita sea, necesito ver como es! No, no, no, no, contrólate. Piensa en lo que diría Ginny si lo hicieras. Espera... ¿No dijo Ginny que no supo controlarse? ¿Quiere decir eso que lo miro?

(DN: Si tu supieras amigo mio...)

—¡Entonces yo tengo derecho también! —se dijo Harry a si mismo mientras sentía como su corazón se aceleraba. Iba a hacerlo. Iba a ver como era. Tragó saliva—. Solo será un vistazo...

· · ·

—Hey, Ginny ¿que pasa con esa sonrisita? —le preguntó Diana en cuanto Harry salió del baño.

Diana < Respuestas cortas.

—Nada.

Pero Ginny mintió.

—¿Como que nada? ¿A pasado algo? —volvió a preguntar—. ¿Tiene que ver con Michael?

—¡Ni hablar! —negó Harry mosqueado por alguna razón.

—¿Dean el de quinto? —preguntó Ariane, y Diana y la que quedaba (que debía ser Dorothy) la miraron sorprendidas—. ¡Venga ya! ¿Pero es que no habéis visto como la mira?

Las chicas rieron tontamente y Harry se sintió molesto.

—Bueno, pero a ti Dean no te importa para nada ¿no? —le preguntó Dorothy.

—Por supuesto que no —aseguró Harry.

—¿Entonces quien es el que te "importa" ahora? —inquirió Ariane con una picara sonrisa.

A Harry casi le se escurre el nombre de Cho, pero supo controlarse.

—Tu me importas —dijo Harry mientras se dejaba caer sobre la cama, dando respuestas secas y tontas deberían de dejarle en paz.

—Oh... ¿Entonces soy yo? ¿Estás en etapa de experimentar? —la voz de Diana estaba cada vez más cerca. La cama Harry se hundió más y Harry no tardó en llegar a la conclusión de que, en ese mismo momento había una chica es su misma cama—. ¿Te apetece jugar?

¿Que debía hacer Harry?

1.- Hacerse el dormido (ir a la pág. 297)
2.- El contrataque del león salvaje (ir a la pág. 666)

(DN: Oye, pues hacer un "Elige tu propia aventura" de Harry Potter sería interesante. Si alguien hace uno que me comunique)

Harry no estaba acostumbrado a este tipo de situaciones y no sabía como debía reaccionar. Sabía que era una broma pero, ¿como reacciona un hombre ante una broma como esta? Pero para el solo había dos salidas, y la más factible era bastante borde.

—Ahora no Diana, tengo sueño —dijo Harry girandose y dandole la espalda. Ya está, pensó Harry, por fin me dejaran en paz.

Pero sintió un par de dedos dando pasitos por su cintura.

—¿Estás segura? Sería divertido...

—Ha dicho que tiene sueño, Diana —dijo una voz desconocida para Harry, que debía ser Aya—. Dejala en paz, y callad de una vez, que hay quien intenta dormir,

Diana bufó.

—Celosa.

Harry suspiró aliviado, pero aún no había pasado lo peor. Ahora tenía que quitarse el uniforme y ponerse el pijama... Lo bueno es que ya sabía quitarse la falda.

Inteligentemente, Harry cerró las cortinas, así nadie vería sus ridículos intentos al intentar quitarse el sujetador. ¡Espera, espera, espera! ¡Harry! Si te quitas el sujetador.... ¡Quedaran al aire!

—Maldita sea —murmuró Harry—. El mundo es demasiado difícil.

—¿Dices algo? —preguntó Dorothy, que estaba en la cama de al lado.

—Que echó de menos mi cuer... casa.

—Te entiendo —dijo Dorothy—. Como en casa no se está en ningún sitio.

—Venga ya, Dorothy —escuchó Harry decir a Ariane—. El mundo es genial, y tienes que darte cuenta.

—Pero echo de menos a mi perrito...

—¿A Toto? —preguntó Harry siguiendo una corazonada.

—¡Sí! —dijo Dorothy con nostalgia y Harry sonrió divertido—. Espera, ¿alguna vez os había dicho su nombre?

—Llevamos juntos desde primero, claro que si —mintió Harry—. En fin, buenas noches.

—Buenas noches —dijeron todas a coro.

Harry cogió aire y lo echó despacito. Vale, primero la tunica, desabrocho la camisa, me la quito y... ¡Demonios, porque Ginny tiene un cuerpo tan... ¡Alto ahí, Harry! ¡Somos tu mentaurores y te prohibimos tener ese tipo de pensamientos hacia la hermana de Ron! Lo entiendo señores, ha sido un despiste, en serio, perdonadme. No te preocupes, chico, estamos aquí para ayudarte. Pudriros en el infiero, pensó Harry, sin darse cuenta de que los mentaurores están en su mente. ¡Falta de respeto hacia los mentaurores! ¡A la mentacarcel!

—Venga, Harry, deja de hacer el idiota y enfréntate a ello —susurró mientras observaba con algo de vergüenza los sujetadores de Ginny y, sin manera posible de evitarlo, lo que contenían.

—Vale, primero cojamos el pijama para cambiarme rápidamente.

Abrió la maleta de Lily y buscó algún pijama, pero no encontró nada. Frunció el ceño, extrañado ¿no tendría Ginny pijama? Sabía que los Weasleys eran pobres, pero creia que todos tendrían pijama. Bueno, de hecho había visto a Ginny con su pijama hacía dos años. Tan mona cuando era pequeña... Sonrió durante unos segundos y luego se obligo a ponerse serio. Se dejó caer sobre la almohada ¿Por qué era todo tan dificil? Espera ¿Y ese vulto? Levantó la almohada.

—¡Aja! —dijo en voz alta al encontrarse el pijama bajo la almohada.

—¡Sshh! —escuchó Harry decir a Aya para que deje de hacer ruido.

Vale, ahora a por el sujetador. Llevo sus manos hacia detrás y buscó la forma de quitárselo. Cada vez que se rozaba la espalda sentía un escalofrío. No fue tan difícil de soltar como había pensado, pensó mientras lo dejaba sobre la cama, dejando los pechos de Ginny completamente al aire,

—¡Mierda! ¡Los he visto! —susurró cabreado consigo mismo—. Bueno, al menos no he prestado demasiada atención.

Podía dibujarlos con todos los detalles.

—Ya no hay nada que hacer, ponte el pijama y a la cama.

Se quitó la falda y las medias y, como no sabía si Ginny dormía con o sin bragas, decidió dejárselas puestas. Su puso el pijama y se metió en la cama. Todo lo que había pasado ese día era de locos. Suspiró y cerró los ojos. ¿Podrían Ginny y el superar los tres días?

Bueno, ya habían podido con uno.


¡Menudo capitulo más raro! Por una parte me he divertido haciéndolo, pero por otra mi mente no paraba de decirme que esto daba para mucho más. Si tan solo se me hubiera ocurrido antes de sentarme a escribir...

¡Se acabó la tercera parte! ¡Hora del cuarto libro! Que locura.

En fin, queridas princesas y queridos princesos, es hora de que Dait se vaya a la cama. Si no me voy no podré despertarme y arrepentirme de la mitad de las cosas que he escrito.

¡Lee la siguiente parte!
(El miércoles que viene)

jueves, 20 de agosto de 2015

Más lechuzas mensajeras


Yahallo!

Los más agudos os habréis percatado de que hoy es jueves y no miércoles, pero espero que podáis guardar el secreto.

Realmente no hay una razón por la que actualice hoy y no ayer, simplemente a pasado. Mis más sinceras disculpas.

Por cierto, antes de que se me olvide, en el camping donde he estado este tiempo he conocido a Tonks. 

Trabaja en una especie de todo a cien que hay en la entrada del camping y es, sin lugar a dudas, la persona más torpe que he conocido en toda mi vida. Cuando entré estaba ordenando algo subida a una escalera y cuando me vió se le calló una caja de el otro lado de la estantería, se bajó tan rápido de la escalera que la escalera se le calló al suelo también. Lo intenté, pero no pude evitar reír un poco mientras ponía en sus sitio la caja que se había caído del otro lado. Yo había ido allí para darle una bombona de butano gastada y para comprar otra y, cuando haces eso le quitan el tapón a la nueva y se lo ponen a la vieja y, después de varios intentos fallidos en poner el tapón en la bombona que le había llevado, se rindió y me dijo que tenía toda la tarde para ponerle el tapón. 

Supuse que había empezado trabajar hace poco y  que por eso estaba tan nerviosa, pero viendo tanta torpeza junta no pude evitar pensar en Tonks. Y, como caballero que soy con todo lo que me recuerda a Harry Potter, le puse el tapón a la bombona mientras me daba las vueltas (aplaudidme, por favor). Creo que fue amor a primera vista. Bueno, no, pero casi.

Oh, y también había un festival hippie (o eso querían aparentar, porque más de la mitad tenían tanto de hippie como lo tiene mi abuela que piensa que el reciclaje es tan estúpido como el que no te gusten los circos porque tratan mal a los animales). Lo único bueno de ese festival "hippie" fueron los dos conciertos tributo que tocaron. Uno de los Rolling Stones y otro de los Beatles. Muy buenos los dos, aunque estos segundos estaban muy mayores y solo pudieron tocar las canciones más tranquilitas.

Si, si, ya dejo de contar estupideces. ¿Respondo de una carrera y al capítulo? Perfecto.

Lectio in Aeterum: No te enfades con el blog :c Se que a veces es un poco travieso y hace travesuras pero en el fondo es un buen chico, el otro día le vi ayudando a una señora a cruzar la carretera. Además, acaricia perros y ayuda a patos a cruzar charcos sin mojarse, es un buen blog.

Kalita Bell: El personaje de Ron está creado para que me burle de el. Lo siento pero es que es tan... ¿Ron?

Anonimus Maximus: Dirás lo que quieras, pero ya me has mandado los besos. Y serás todo lo heterosexual que quieras, pero acabas mandar besos a un hombre. 

JuanMa: Es una teoría chula y tiene algo de sentido, me gusta :3 Y eso de ver links... No tengo problemas con abrir links de desconocidos xD no le des tantas vueltas.

Jime Toledo: ¡Felicidades! Algo atrasadas, pero felicidades xD Ehh... Un libro... Es una pregunta complicada elegir uno entre 100.000... ¿Has leido algo de Laura Gallego? Te los recomiendo todos, pero si no quieres meterte con sagas largas como Las Memorias de Idhun o Las Cronicas de la Torre puedes leer Dos Velas para el Diablo.

Alma: ¿El monumento favorito de Lord Voldemort? ¿Por que clase de novato me tomas? ¡He leído tantas veces Harry Potter que ya se que el pequeño Voldy se siente identificado con la gran esfinge, quien tampoco tiene nariz! 

¿He acertado? Espero que si. Y ahora dime, alma... ¿Donde guarda sus ahorros Sirius Black?

Todos los personajes y los fragmentos del libro original pertenecen a J.K. Rowling.


MÁS LECHUZAS MENSAJERAS

McGonagall asintió y cogió el libro que Ron le tendía.

Más lechuzas mensajeras.

En el Gran Comedor se respiraba un ambiente relajado. Ya habían pasado todos los problemas, todos, incluido Sirus, estaban a salvo.

—¡Harry! —Hermione le tiraba de la manga, mirando el re­loj—. Tenemos diez minutos para regresar a la enfermería sin ser vistos. Antes de que Dumbledore cierre la puerta con llave.

Y la tensión volvió al comedor.

—Mierda —dijo Fred—. Me había olvidado completamente de eso.

—De acuerdo —dijo Harry, apartando los ojos del cie­lo—, ¡vamos!

Entraron por la puerta que tenían detrás y bajaron una estrecha escalera de caracol. Al llegar abajo oyeron voces. Se arrimaron a la pared y escucharon. Parecían Fudge y Snape. Caminaban aprisa por el corredor que comenzaba al pie de la escalera.

—... Sólo espero que Dumbledore no ponga impedimen­tos —decía Snape—. ¿Le darán el Beso inmediatamente?

—En cuanto llegue Macnair con los dementores. Todo este asunto de Black ha resultado muy desagradable. No tie­ne ni idea de las ganas que tengo de decir a El Profeta que por fin lo hemos atrapado. Supongo que querrán entrevis­tarle, Snape... Y en cuanto el joven Harry vuelva a estar en sus cabales, también querrá contarle al periódico cómo us­ted lo salvó.

Sirius apretó los dientes, irritado.

Harry apretó los dientes. Entrevió la sonrisa hipócrita de Snape cuando él y Fudge pasaron ante el lugar en que es­taban escondidos. Sus pasos se perdieron. Harry y Hermio­ne aguardaron unos instantes para asegurarse de que esta­ban lejos y echaron a correr en dirección opuesta. Bajaron una escalera, luego otra, continuaron por otro corredor y oyeron una carcajada delante de ellos.

—¡Peeves! —susurró Harry, asiendo a Hermione por la muñeca—. ¡Entremos aquí!

Corrieron a toda velocidad y entraron en un aula vacía que encontraron a la izquierda. Peeves iba por el pasillo dan­do saltos de contento, riéndose a mandíbula batiente.

—¡Es horrible! —susurró Hermione, con el oído pegado a la puerta—. Estoy segura de que se ha puesto así de alegre porque los dementores van a ejecutar a Sirius... —Miró el re­loj—. Tres minutos, Harry.

Harry suspiró. Sabía que, tiempo atrás, cuando el seguía pensando que Sirius era el culpable de la muerte de sus padres, el también habría deseado la posible muerte de Sirius. Aunque, bueno, no creía que fuera a ponerse a saltar con alegría.

Aguardaron a que la risa malvada de Peeves se perdie­ra en la distancia. Entonces salieron del aula y volvieron a correr.

—Hermione, ¿qué ocurrirá si no regresamos antes de que Dumbledore cierre la puerta? —jadeó Harry.

—No quiero ni pensarlo —dijo Hermione, volviendo a mirar el reloj—. ¡Un minuto! —Llegaron al pasillo en que se hallaba la enfermería—. Bueno, ya se oye a Dumbledore —dijo nerviosa Hermione—. ¡Vamos, Harry!

Siguieron por el corredor cautelosamente. La puerta se abrió. Vieron la espalda de Dumbledore.

—Os voy a cerrar con llave —le oyeron decir—. Son las doce menos cinco. Señorita Granger; tres vueltas deberían bastar. Buena suerte.

Dumbledore salió de espaldas de la enfermería, cerró la puerta y sacó la varita para cerrarla mágicamente. Asusta­dos, Harry y Hermione se apresuraron. Dumbledore alzó la vista y una sonrisa apareció bajo el bigote largo y plateado.

—¿Bien? —preguntó en voz baja.

—¡Lo hemos logrado! —dijo Harry jadeante—. Sirius se ha ido montado en Buckbeak...

—Dos pájaros de un tiro —dijo Ojoloco con una sonrisa torcida—. Bien hecho, chicos.

Dumbledore les dirigió una amplia sonrisa.

—Bien hecho. Creo... —Escuchó atentamente por si se oía algo dentro de la enfermería—. Sí, creo que ya no estáis ahí dentro. Entrad. Os cerraré.

Entraron en la enfermería. Estaba vacía, salvo por lo que se refería a Ron, que permanecía en la cama. Después de oir la cerradura, se metieron en sus camas. Hermione volvió a es­conder el giratiempo debajo de la túnica. Un instante después, la señora Pomfrey volvió de su oficina con paso enérgico.

—¿Ya se ha ido el director? ¿Se me permitirá ahora ocu­parme de mis pacientes?

Estaba de muy mal humor. Harry y Hermione pensaron que era mejor aceptar el chocolate en silencio. La señora Pomfrey se quedó allí delante para asegurarse de que se lo comían. Pero Harry apenas se lo podía tragar. Hermione y él aguzaban el oído, con los nervios alterados. Y entonces, mientras tomaban el cuarto trozo del chocolate de la señora Pomfrey, oyeron un rugido furioso, procedente de algún dis­tante lugar por encima de la enfermería.

—¿Qué ha sido eso? —dijo alarmada la señora Pomfrey.

Oyeron voces de enfado, cada vez más fuertes. La señora Pomfrey no perdía de vista la puerta.

—¡Hay que ver! ¡Despertarán a todo el mundo! ¿Qué creen que hacen?

Harry intentaba oír lo que decían. Se aproximaban.

—Debe de haber desaparecido, Severus. Tendríamos que haber dejado a alguien con él en el despacho. Cuando esto se sepa...

—¡NO HA DESAPARECIDO! —bramó Snape, muy cerca de ellos—. ¡UNO NO PUEDE APARECER NI DESAPARECER EN ESTE CASTILLO! ¡POTTER TIENE ALGO QUE VER CON ESTO!

Harry puso cara de asombro.

—¿Yo? —preguntó con inocencia—. Si he estado todo el rato encerrado en la enfermería, profesor.

—No te me pongas chulito, Potter —le advirtió Snape—. Sigo siendo tu profesor.

—Para una vez que le llamo profesor en vez de Snape a secas... —murmuró Harry en voz baja.

McGonagall miró a Snape con desdén.

—Pues yo no se si seguir considerándolo un profesor, Severus, después de todas las cosas injustas que ha hecho a lo largo de los libros —le dijo con dureza.

—No lo deis tantas vueltas a eso ahora —dijo Dumbledore moviendo la mano en señal de que no tenía tanta importancia—. Ya hablaremos de esto al acabar la lectura.

Harry, al igual que muchos otros, deseó que, cuando llegase ese momento, Dumbledore no tuviera piedad con Snape,

—Continua, Minerva, por favor —pidió el director.

—Sé razonable, Severus. Harry está encerrado.

¡PLAM!

La puerta de la enfermería se abrió de golpe. Fudge, Snape y Dumbledore entraron en la sala con paso enérgico. Sólo Dumbledore parecía tranquilo, incluso contento. Fudge estaba enfadado, pero Snape se hallaba fuera de sí.

—¡CONFIESA, POTTER! —vociferó—. ¿QUÉ ES LO QUE HAS HECHO?

—¡Profesor Snape! —chilló la señora Pomfrey—, ¡con­trólese!

—Por favor, Snape, sé razonable —dijo Fudge—. Esta puerta estaba cerrada con llave. Acabamos de comprobarlo.

—¡LE AYUDARON A ESCAPAR, LO SÉ! —gritó Snape, se­ñalando a Harry y a Hermione. Tenía la cara contorsionada. Escupía saliva.

—¡Tranquilícese, hombre! —gritó Fudge—. ¡Está di­ciendo tonterías!

—¡NO CONOCE A POTTER! —gritó Snape—. ¡LO HIZO ÉL, SÉ QUE LO HIZO ÉL!

—Bueno —dijo Ron—, razón tiene.

—Ya vale, Severus —dijo Dumbledore con voz tranqui­la—. Piensa lo que dices. Esta puerta ha permanecido cerra­da con llave desde que abandoné la enfermería, hace diez minutos. Señora Pomfrey, ¿han abandonado estos alumnos sus camas?

—¡Por supuesto que no! —dijo ofendida la señora Pom­frey—. ¡He estado con ellos desde que usted salió!

—Ahí lo tienes, Severus —dijo Dumbledore con tranqui­lidad—. A menos que crea que Harry y Hermione son capa­ces de encontrarse en dos lugares al mismo tiempo, me temo que no encuentro motivo para seguir molestándolos.

Algunos rieron levemente y Snape bufó.

Snape se quedó allí, enfadado, apartando la vista de Fudge, que parecía totalmente sorprendido por su compor­tamiento, y dirigiéndola a Dumbledore, cuyos ojos brillaban tras las gafas. Snape dio media vuelta (la tela de su túnica produjo un frufrú) y salió de la sala de la enfermería como un vendaval.

—Su colega parece perturbado —dijo Fudge, siguiéndo­lo con la vista—. Yo en su lugar; Dumbledore, tendría cuida­do con él.

—No es nada serio —dijo Dumbledore con calma—, sólo que acaba de sufrir una gran decepción.

—¡No es el único! —repuso Fudge resoplando—. ¡El Pro­feta va a encontrarlo muy divertido! ¡Ya lo teníamos arrinco­nado y se nos ha escapado entre los dedos! Sólo faltaría que se enterasen también de la huida del hipogrifo, y seré el haz­merreír. Bueno, tendré que irme y dar cuenta de todo al Mi­nisterio...

El ministro suspiró, pensando que peor sería cuando se supiera que se había equivocado en todo. Sirius era inocente y le habían hecho pasar doce años en Azkaban, Voldemor había vuelto y se había pasado un año intentando ridiculizar a Dumbledore y a Potter... Suspiró de nuevo. Bueno, como consuelo, Dumbledore le había dicho que no tenía porque dimitir, aunque, por otra parte, no estaba tan seguro de que el resto del país pensara lo mismo.

—¿Y los dementores? —le preguntó Dumbledore—. Es­pero que se vayan del colegio.

—Sí, tendrán que irse —dijo Fudge, pasándose una mano por el cabello—. Nunca creí que intentaran darle el Beso a un niño inocente..., estaban totalmente fuera de control. Esta noche volverán a Azkaban. Tal vez deberíamos pensar en poner dragones en las entradas del colegio...

Ron rió entre dientes.

—Tan preocupados ese año por la seguridad de los alumnos y el siguiente año reviven un torneo que dejo de celebrarse por la cantidad de muertes que provocaba. Todo muy lógico.

—Es tan absurdo —se quejó Hermione también. Por culpa de haber revivido ese torneo no solo Voldemort había vuelto, sino que un alumno había muerto también, razón por la que habían dejado de celebrar el torneo.

—Eso le encantaría a Hagrid —dijo Dumbledore, diri­giendo a Harry y a Hermione una rápida sonrisa. Cuando él y Fudge dejaron la enfermería, la señora Pomfrey corrió ha­cia la puerta y la volvió a cerrar con llave. Murmurando en­tre dientes, enfadada, volvió a su despacho.

Se oyó un leve gemido al otro lado de la enfermería. Ron se acababa de despertar. Lo vieron sentarse, rascarse la ca­beza y mirar a su alrededor.

—¿Qué ha pasado? —preguntó—. ¿Harry? ¿Qué hace­mos aquí? ¿Dónde está Sirius? ¿Dónde está Lupin? ¿Qué ocurre?

Harry y Hermione se miraron.

—Explícaselo tú —dijo Harry, cogiendo un poco más de chocolate.

—Fue una explicación tan poco detallada... —protestó Ron—. Me alegro de que estén los libros aquí, así podré enterarme de todo.

—Hey —se quejó Hermione—. Que normalmente soy yo la que se queda atrás, mira todo lo del espejo de Oesed. Yo no tuve ni idea.

—Bueno, ahí todavía no eramos amigos —razonó Ron.

—¿Y toda la aventura del basilisco?

—Estabas petrificada...

—Y tu aquí dormido en la enfermería...

—Ademas, en lo del basilisco yo también me quede sin ver lo que paso, me quedé tras las piedras.

—Cierto —recordó Hermione—. Bueno, los dos sacamos algo con esto de los libros.

Harry suspiró, el no sacaba nada y, al paso que iban las cosas todos iban a enterarse con los siguientes libros de sus sentimientos por Cho. Eso, por primera vez en lo que llevaban de lectura le hizo darse cuenta de una cosa: ¡Iba a poder saber si al final conseguía algo con ella o no! Si tan solo pudiera leer los libros el solo...

Cuando Harry; Ron y Hermione dejaron la enfermería al día siguiente a mediodía, encontraron el castillo casi desierto. El calor abrasador y el final de los exámenes invitaban a todo el mundo a aprovechar al máximo la última visita a Hogsmea­de. Sin embargo, ni a Ron ni a Hermione les apetecía ir, así que pasearon con Harry por los terrenos del colegio, sin pa­rar de hablar de los extraordinarios acontecimientos de la noche anterior y preguntándose dónde estarían en aquel momento Sirius y Buckbeak. Cuando se sentaron cerca del lago, viendo cómo sacaba los tentáculos del agua el calamar gigante (que en realidad es Lavender), Harry perdió el hilo de la conversación mirando ha­cia la orilla opuesta. La noche anterior; el ciervo había galo­pado hacia él desde allí.

Una sombra los cubrió. Al levantar la vista vieron a Ha­grid, medio dormido, que se secaba la cara sudorosa con uno de sus enormes pañuelos y les sonreía.

—Ya sé que no debería alegrarme después de lo sucedi­do la pasada noche —dijo—. Me refiero a que Black se vol­viera a escapar y todo eso... Pero ¿a que no adivináis...?

—Creo que si lo adivinan, Hagrid —rió Sirius.

—¿Qué? —dijeron, fingiendo curiosidad.

—Buckbeak. ¡Se escapó! ¡Está libre! ¡Lo estuve cele­brando toda la noche!

—¡Eso es estupendo! —dijo Hermione, dirigiéndole una mirada severa a Ron, que parecía a punto de reírse.

—Sí, no lo atamos bien —explicó Hagrid, contemplando el campo satisfecho—. Esta mañana estaba preocupado, pensé que podía tropezarse por ahí con el profesor Lupin. Pero Lupin dice que anoche no comió nada.

—¿Cómo? —preguntó Harry.

—Caramba, ¿no lo has oído? —le preguntó Hagrid, bo­rrando la sonrisa. Bajó la voz, aunque no había nadie cer­ca—. Snape se lo ha revelado esta mañana a todos los de Slytherin. 

Lily miró a Snape con los ojos muy abiertos, un acto como ese iba a provocar, de forma asegurada, que Remus dejara la escuela.

James, Tonks y Sirius miraron a Snape con odio y, con todas sus fuerzas, reprimieron sus ganas de sacar la varita y recitar en voz alta el libro de 100 útiles conjuros para librarte de un murciélago.

Remus suspiró.

Creía que a estas alturas ya lo sabría todo el mun­do: el profesor Lupin es un hombre lobo. Y la noche pasada anduvo suelto por los terrenos del colegio. En estos momen­tos está haciendo las maletas, por supuesto.

—¿Que está haciendo las maletas? —preguntó Harry alarmado—. ¿Por qué?

La mano de Tonks, cerrada en forma de puño, presionaba con fuerza su asiento y su cabello, anteriormente de un empalagoso rosa chicle, era de un rojo furioso y amenazante.

Entonces, salido de la nada, un dedo presionó suavemente su mejilla.

—Me encanta cuando te enfadas.

Instantáneamente su puño dejó de hacer fuerza contra el asiento aunque, por alguna razón, su cabello seguía siendo rojo.

—Porque se marcha —dijo Hagrid, sorprendido de que Harry lo preguntara—. Lo primero que hizo esta mañana fue presentar la dimisión. Dice que no puede arriesgarse a que vuelva a suceder.

Harry se levantó de un salto.

—Voy a verlo —dijo a Ron y a Hermione.

—Pero si ha dimitido...

—No creo que podamos hacer nada.

—No importa. De todas maneras, quiero verlo. Nos vere­mos aquí mismo más tarde.

Los merodeadores sonrieron a Harry.

La puerta del despacho de Lupin estaba abierta. Ya había empaquetado la mayor parte de sus cosas. Junto al depósito vacío del grindylow, la maleta vieja y desvencijada se halla­ba abierta y casi llena. Lupin se inclinaba sobre algo que ha­bía en la mesa y sólo levantó la vista cuando Harry llamó a la puerta.

—Te he visto venir —dijo Lupin sonriendo. Señaló el pergamino sobre el que estaba inclinado. Era el mapa del merodeador.

—Acabo de estar con Hagrid —dijo Harry—. Me ha dicho que ha presentado usted la dimisión. No es cierto, ¿verdad?

—Me temo que sí —contestó Lupin. Comenzó a abrir los cajones de la mesa y a vaciar el contenido.

—¿Por qué? —preguntó Harry—. El Ministerio de Ma­gia no lo creerá confabulado con Sirius, ¿verdad?

Lupin fue hacia la puerta y la cerró.

—No. El profesor Dumbledore se las ha arreglado para convencer a Fudge de que intenté salvaros la vida —suspi­ró—. Ha sido el colmo para Severus. Creo que ha sido muy duro para él perder la Orden de Merlín. 

Cho bufó.

—Si alguien se merece una Orden de Merlín aquí, ese es Harry —dijo asegurándose de que dedicarle a Harry una bonita sonrisa.

—Las O.M. son algo muy serio señorita.... Chang —le explicó Percy—. No cualquiera puede...

—¡Por favor, Pecy! ¿Quien se merece una más que Harry? Protegió la piedra filosofal de quien-tu-sabes, mató un basilisco, salvó a un inocente del beso de un dementor y se deshizo de, por lo menos, un centenar de dementores ¡Y eso solo en tres años! —saltó Ginny.

—Además, a Norvel Twonk le dieron una O.M. de primera clase solo por salvar a un muggle de una mantícora —razonó Hermione.

—Pero Hermione... —empezó Percy buscando que decir—. Las mantícoras son inteligentes, todo el mundo sabe que si no fueran tan agresivas serían considerados seres. Mientras que los basiliscos...

—¡Por favor! —le interrumpió Hermione—. Ya se demostró en el torneo "Las Criaturas Más Fuertes del Mundo Mágico" (que, por cierto, me alegro muchísimo de que hayan cancelado una aberración como esa, aunque solo lo hicieran por la cantidad de muertes humanas que provocaba el capturar algunas de las criaturas) que los basiliscos son más fuertes que las mantícoras.

—Bueno, hay que reconocer que la mantícora era bastante pequeña para ser una mantícora (si no dudo que pudieran capturarla)  y que, por desgracia para ella, el veneno de basilisco es una de las pocas cosas que su piel no repele —dijo Tonks.

—¿Pero tu a quien apoyas? —bufó Ginny.

—Emm... Yo solo estaba intentando lucir mi inteligencia —admitió Tonks haciendo que Remus soltara una carcajada.

—Venga, dejadlo ya, ¿que más da lo fuerte que sea una mantícora? —dijo Sirius—. Harry se merece una Orden de Merlín de primera clase y punto

(DN: Si, el que no haya punto al final del dialogo anterior es intencionado. Me siento traviesote hoy.)

—Me alegro de que hayáis llegado a una conclusión —dijo Dumbledore sonriendo—. Y ahora, si no os importa, me gustaría seguir con la lectura. ¿Minerva?

McGonagall siguió leyendo.

Así que él... por ca­sualidad... reveló esta mañana en el desayuno que soy un li­cántropo.

—¡Que asqueroso! —saltó James molesto y miró a Lily, rogándole con la mirada que le diera permiso para hechizarle y dejarle en ridículo delante de todos, pero Lily se limitó a sonreír con tristeza.

—¿Y se va sólo por eso? —preguntó Harry.

Algunos sonrieron a Harry, sorprendidos por su inocencia.

Lupin sonrió con ironía.

—Mañana a esta hora empezarán a llegar las lechuzas enviadas por los padres. No consentirán que un hombre lobo dé clase a sus hijos, Harry. Y después de lo de la última no­che, creo que tienen razón. Pude haber mordido a cualquiera de vosotros... No debe repetirse.

—¡Es usted el mejor profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras que hemos tenido nunca! —dijo Harry—. ¡No se vaya!

—Si llego a haber sabido lo que ocurriría el siguiente año no me habría ido —aseguró Lupin, y James y Lily cruzaron una mirada, inquietos por lo que eso podía significar.

Lupin negó con la cabeza, pero no dijo nada. Siguió va­ciando los cajones. Luego, mientras Harry buscaba un argu­mento para convencerlo, Lupin añadió:

—Por lo que el director me ha contado esta mañana, la noche pasada salvaste muchas vidas, Harry. Si estoy orgu­lloso de algo es de todo lo que has aprendido. Háblame de tu patronus.

—¿Cómo lo sabe? —preguntó Harry anonadado.

—¿Qué otra cosa podía haber puesto en fuga a los dementores?

Harry contó a Lupin lo que había ocurrido. Al terminar, Lupin volvía a sonreír:

—Sí, tu padre se transformaba siempre en ciervo —confirmó—. Lo adivinaste. Por eso lo llamábamos Cornamenta. —Lupin puso los últimos libros en la maleta, cerró los cajo­nes y se volvió para mirar a Harry—. Toma, la traje la otra noche de la Casa de los Gritos —dijo, entregándole a Harry la capa invisible—: Y... —titubeó y a continuación le entregó también el mapa del merodeador—. Ya no soy profesor tuyo, así que no me siento culpable por devolverte esto. A mí ya no me sirve. Y me atrevo a creer que tú, Ron y Hermione le en­contraréis utilidad.

Muchos sonrieron y James y Sirius le dieron una palmada en la espalda a su amigo.

—Este es nuestro Lunático —dijeron con orgullo.

Hermione sintió la mirada de la profesora McGonagall y tragó saliva. Le había dicho a la profesora que había quemado el mapa en su cuarto año, es decir, en el siguiente libro. Pero no lo había hecho, y no tenía ni idea de como iban a salir de esa.

Harry cogió el mapa y sonrió.

—Usted me dijo que Lunático, Colagusano, Canuto y Cornamenta me habrían tentado para que saliera del cole­gio..., que lo habrían encontrado divertido.

—Sí, lo habríamos hecho —confirmó Lupin, cerrando la maleta—. No dudo que a James le habría decepcionado que su hijo no hubiera encontrado ninguno de los pasadizos se­cretos para salir del castillo.

—Eh... No realmente, Harry —empezó James, nervioso—. Eh... Incluso si fueras un alumno ejemplar y plasta de esos... no me sentiría decepcionado ¿vale? Bueno, tal vez un poco pero...

Harry rió y James dejó de hablar, sonriendo.

Alguien llamó a la puerta. Harry se guardó rápida­mente en el bolsillo el mapa del merodeador y la capa invi­sible.

Era el profesor Dumbledore. No se sorprendió al ver a Harry.

—Tu coche está en la puerta, Remus —anunció.

—Gracias, director.

Lupin cogió su vieja maleta y el depósito vacío del grindylow.

—Bien. Adiós, Harry —dijo sonriendo—. Ha sido un ver­dadero placer ser profesor tuyo. Estoy seguro de que nos vol­veremos a encontrar en otra ocasión. Señor director; no hay necesidad de que me acompañe hasta la puerta. Puedo ir solo.

Harry tuvo la impresión de que Lupin quería marcharse lo más rápidamente posible.

—Adiós entonces, Remus —dijo Dumbledore escueta­mente. Lupin apartó ligeramente el depósito del grindylow para estrecharle la mano a Dumbledore. Luego, con un últi­mo movimiento de cabeza dirigido a Harry y una rápida son­risa, salió del despacho.

Harry se sentó en su silla vacía, mirando al suelo con tristeza. Oyó cerrarse la puerta y levantó la vista. Dumble­dore seguía allí.

—¿Por qué estás tan triste, Harry? —le preguntó en voz baja—. Tendrías que sentirte muy orgulloso de ti mismo des­pués de lo ocurrido anoche.

—No sirvió de nada —repuso Harry con amargura—. Pettigrew se escapó.

—¿Que no sirvió de nada? —dijo Dumbledore en voz baja—. Sirvió de mucho, Harry. Ayudaste a descubrir la ver­dad. Salvaste a un hombre inocente de un destino terrible.

«Terrible.» Harry recordó algo. «Más grande y más terri­ble que nunca.» ¡La predicción de la profesora Trelawney!

—Deberías contárselo a Dumbledore —le dijeron Lily y Remus al mismo tiempo.

—Profesor Dumbledore: ayer; en mi examen de Adivina­ción, la profesora Trelawney se puso muy rara.

—¿De verdad? —preguntó Dumbledore—. ¿Quieres de­cir más rara de lo habitual?

Algunos rieron, sorprendidos de que Dumbledore hubiese dicho algo así y la profesora Trelawney bufó de forma exagerada y cruzó las piernas.

—Sí... Habló con una voz profunda, poniendo los ojos en blanco. Y dijo que el vasallo de Voldemort partiría para reu­nirse con su amo antes de la medianoche. Dijo que el vasallo lo ayudaría a recuperar el poder. —Harry miró a Dumbledo­re—. Y luego volvió a la normalidad y no recordaba nada de lo que había dicho. ¿Sería una auténtica profecía?

Dumbledore parecía impresionado.

—Pienso que podría serlo —dijo pensativo—. ¿Quién lo habría pensado? Esto eleva a dos el total de sus profecías au­ténticas. Tendría que subirle el sueldo...

Muchos parpadearon extrañados, algunos por el hecho de que la profesora Trelawney hubiese hecho alguna profecía auténtica y otros por el hecho de que solo hubiese hecho dos.

—Pero... —Harry lo miró aterrorizado: ¿cómo podía to­márselo Dumbledore con tanta calma?—, ¡pero yo impedí que Sirius y Lupin mataran a Pettigrew! Esto me convierte en culpable de un posible regreso de Voldemort.

—¡Claro que no, Harry! —saltó Hermione—. Fue la elección más pacifica, hiciste bien.

Harry no dijo nada, pero seguía sintiendose culpable. Si tan solo hubiera dejado que lo mataran... Voldemort no habría vuelto. Y Cedric... Cedric seguiría vivo... Cogió todo el aire que le permitieron sus pulmones y lo expulso poco a poco. Vió como Cho le miraba y, por un momento, llego a pensar que estaba pensando como el: que Harry tenía la culpa. Pero Cho sonrió levemente, demostrando que no le culpaba de nada pero, por supuesto, que también le entristecía el hecho de que Peter estuviera vivo y Cedric muerto.

—En absoluto —respondió Dumbledore tranquilamen­te—. ¿No te ha enseñado nada tu experiencia con el giratiempo, Harry? Las consecuencias de nuestras acciones son siempre tan complicadas, tan diversas, que predecir el futu­ro es realmente muy difícil. La profesora Trelawney, Dios la bendiga, es una prueba de ello. Hiciste algo muy noble al sal­varle la vida a Pettigrew.

Harry miró al suelo, el no creía nada de eso.

—¡Pero si ayuda a Voldemort a recuperar su poder...!

—Pettigrew te debe la vida. Has enviado a Voldemort un lugarteniente que está en deuda contigo. Cuando un mago le salva la vida a otro, se crea un vínculo entre ellos. Y si no me equivoco, no creo que Voldemort quiera que su va­sallo esté en deuda con Harry Potter.

—No quiero tener ningún vínculo con Pettigrew —dijo Harry—. Traicionó a mis padres.

—Esto es lo más profundo e insondable de la magia, Harry. Pero confía en mí. Llegará el momento en que te ale­gres de haberle salvado la vida a Pettigrew.

Desde luego, ahora no era el momento, y dudaba que llegara a vivir ese momento.

Harry no podía imaginar cuándo sería. Dumbledore pa­recía saber lo que pensaba Harry.

—Traté mucho a tu padre, Harry, tanto en Hogwarts como más tarde —dijo dulcemente—. Él también habría sal­vado a Pettigrew, estoy seguro.

James no estaba tan seguro. Peter había causado su muerte, la de Lily, y había creado un infierno para su hijo... ¿De verdad le salvaría? Suspiró. Era todo muy complicado.

Harry lo miró. Dumbledore no se reina. Se lo podía de­cir.

—Anoche... pensé que era mi padre el que había hecho aparecer mi patronus. Quiero decir... cuando me vi a mí mis­mo al otro lado del lago, pensé que lo veía a él.

—Un error fácil de cometer —dijo Dumbledore—. Su­pongo que estarás harto de oírlo, pero te pareces extraordi­nariamente a James. Menos en los ojos: tienes los de tu ma­dre.

Harry sacudió la cabeza.

—Fue una idiotez pensar que era él —murmuró—. Quie­ro decir... ya sé que está muerto.

James volvió a sentir algo afilado clavarse en su corazón sin piedad alguna. No quería que Harry estuviese solo. No quería que Harry creciese sin padres. No quería que Harry fuese huérfano. No quería. ¿Pero que podía hacer? Cerró los ojos unos segundos, no iba a ser tan fácil como pensaba el volver a su tiempo y dejarse matar...

—¿Piensas que los muertos a los que hemos querido nos abandonan del todo? ¿No crees que los recordamos especial­mente en los mayores apuros? Tu padre vive en ti, Harry, y se manifiesta más claramente cuando lo necesitas. ¿De qué otra forma podrías haber creado ese patronus tan especial? Cornamenta volvió a galopar anoche. —Harry tardó un rato en comprender lo que Dumbledore acababa de decirle—. Sirius me contó anoche cómo se convertían en animagos —aña­dió Dumbledore sonriendo—. Una hazaña extraordinaria... y aún más extraordinario fue que yo no me enterara. Y enton­ces recordé la muy insólita forma que adoptó tu patronus cuando embistió al señor Malfoy en el partido contra Ra­venclaw. Así que anoche viste realmente a tu padre... Lo encontraste dentro de ti mismo.

James sonrió a Dumbledore y este le devolvió la sonrisa.

Y Dumbledore abandonó el despacho dejando a Harry con sus confusos pensamientos.


Nadie en Hogwarts conocía la verdad de lo ocurrido la noche en que desaparecieron Buckbeak, Sirius y Pettigrew, salvo Harry; Ron, Hermione y el profesor Dumbledore. Al final del curso, Harry oyó muchas teorías acerca de lo que había suce­dido, pero ninguna se acercaba a la verdad.

Malfoy estaba furioso por lo de Buckbeak. Estaba con­vencido de que Hagrid había hallado la manera de esconder el hipogrifo, y parecía ofendido porque el guardabosques hu­biera sido más listo que su padre y él. Percy Weasley, mien­tras tanto, tenía mucho que decir sobre la huida de Sirius.

—¡Si logro entrar en el Ministerio, tendré muchas pro­puestas para hacer cumplir la ley mágica! —dijo a la única persona que lo escuchaba, su novia Penelope.

Aunque el tiempo era perfecto, aunque el ambiente era tan alegre, aunque sabía que había logrado casi lo imposible al liberar a Sirius, Harry nunca había estado tan triste al fi­nal de un curso.

Ciertamente, no era el único al que le apenaba la parti­da del profesor Lupin. Todo el grupo que acudía con Harry a la clase de Defensa Contra las Artes Oscuras lamentaba su dimisión.

—Me pregunto a quién nos pondrán el próximo curso —dijo Seamus Finnigan con melancolía.

—Tal vez a un vampiro —sugirió Dean Thomas con ilusión.

—O tal vez un mortífago chiflado con el cuerpo de un ex-auror que también esta chiflado —comentó Ron en voz baja haciendo reír a Harry y a Hermione.

Lo que le pesaba a Harry no era sólo la partida de Lupin. No podía dejar de pensar en la predicción de la profesora Trelawney. Se preguntaba continuamente dónde estaría Pet­tigrew, si estaría escondido o si habría llegado ya junto a Vol­demort. Pero lo que más lo deprimía era la perspectiva de volver con los Dursley. Durante media hora, una gloriosa me­dia hora, había creído que viviría en adelante con Sirius, el mejor amigo de sus padres. Era lo mejor que podía imaginar, exceptuando la posibilidad de tener allí otra vez a su padre. 

James tuvo ganas de duplicarse y darse a su mismo una paliza. Se sentía basura, se sentía el peor humano del planeta. Su corazón acelerado le repetía con crueldad una y otra vez que Lily se había sacrificado por Harry y eso era lo que le había salvado la vida pero que el solo había muerto inútilmente dejando a su mujer y a su hijo a su suerte. Se rascó la cabeza, irritado, sabía que el mismo Harry del futuro le había prohibido hacer nada pero, aún así... Aún así. Aún así debía hacer algo.

Y aunque era una buena noticia no tener noticias de Sirius, porque significaba que no lo habían encontrado, Harry no podía dejar de entristecerse al pensar en el hogar que habría podido tener y en el hecho de que lo había perdido.

Lily tampoco estaba satisfecha. Su lado responsable le decía que su muerte y la de James habían contribuido a que su hijo fuera quien era y a que Voldemort fuera derrotado pero... ¿Por que tenía que ser todo tan complicado? Ella tan solo deseaba una vida tranquila con su marido y su hijo ¿era tanto pedir? Cerró los ojos para contener las lagrimas. Harry había podido superar todo esto. James también lo estaba haciendo. Ella no podía ser menos.

Los resultados de los exámenes salieron el último día del curso. Harry, Ron y Hermione habían aprobado todas las asignaturas. Harry estaba asombrado de que le hubieran aprobado Pociones. Sospechaba que Dumbledore había inter­venido para impedir que Snape lo suspendiera injustamente. El comportamiento de Snape con Harry durante toda la últi­ma semana había sido alarmante. Harry nunca habría creído que la manía que le tenía Snape pudiera aumentar; pero así fue. A Snape se le movía un músculo en la comisura de la boca cada vez que veía a Harry, y se le crispaban los dedos como si deseara cerrarlos alrededor del cuello de Harry.

Snape tuvo la impresión de que iba a ser asesinado antes de que acabaran de leer los libros.

Percy obtuvo las más altas calificaciones en ÉXTASIS. Fred y George consiguieron varios TIMOS cada uno. 

Ron se puso nervioso al escuchar a su madre gruñendo por los pocos TIMOS que consiguieron Fred y George y se preguntó, sin confianza, si el sería capaz de cumplir las altas expectativas de su madre.

Mien­tras tanto, la casa de Gryffindor; en gran medida gracias a su espectacular actuación en la copa de quidditch, había ganado la Copa de las Casas por tercer año consecutivo. Por eso la fiesta de final de curso tuvo lugar en medio de ornamentos rojos y dorados, y la mesa de Gryffindor fue la más ruidosa de todas, ya que todo el mundo lo estaba celebrando. Incluso Harry, comiendo, bebiendo, hablando y riendo con sus com­pañeros, consiguió olvidar que al día siguiente volvería a casa de los Dursley.

Muchos gruñeron al escuchar el-apellido-que-no-debe-ser-nombrado.

· · ·

Cuando a la mañana siguiente el expreso de Hogwarts salió de la estación, Hermione dio a Ron y a Harry una sorpren­dente noticia:

—Esta mañana, antes del desayuno, he ido a ver a la profesora McGonagall. He decidido dejar los Estudios Mug­gles.

—¡Pero aprobaste el examen con el 320 por ciento de efi­cacia!

—¿trescientos veinte por ciento? —preguntaron muchos sorprendidos mientras Hermione intentaba aparentar que no estaba demasiado satisfecha con el resultado.

—Lo sé —suspiró Hermione—. Pero no puedo soportar otro año como éste. El giratiempo me estaba volviendo loca. Lo he devuelto. Sin los Estudios Muggles y sin Adivinación, volveré a tener un horario normal.

—Todavía no puedo creer que no nos dijeras nada —dijo Ron resentido—. Se supone que somos tus amigos.

—Prometí que no se lo contaría a nadie —dijo grave­mente. Se volvió para observar a Harry, que veía cómo desa­parecía Hogwarts detrás de una montaña. Pasarían dos meses enteros antes de volverlo a ver—. Alégrate, Harry —dijo Hermione con tristeza.

—Estoy bien —repuso Harry de inmediato—. Pensaba en las vacaciones.

—Sí, yo también he estado pensando en ellas —dijo Ron—. Harry, tienes que venir a pasar unos días con noso­tros. Lo comentaré con mis padres y te llamaré. Ya sé cómo utilizar el felétono.

Unos cuantos rieron mientras otros se preguntaban con curiosidad que era el felétono.

—El teléfono, Ron —le corrigió Hermione—. La verdad, deberías coger Estudios Muggles el próximo curso...

Ron no le hizo caso.

—¡Este verano son los Mundiales de quidditch! ¿Qué di­ces a eso, Harry? Ven y quédate con nosotros. Iremos a ver­los. Mi padre normalmente consigue entradas en el trabajo.

—¡Por favor! —rugió James hacia el señor y la señora Weasley—. ¡Se lleváis a mi hijo a los mundiales haré lo que sea! ¡Lo que sea!

Molly, que se había asustado con la precipitada aparición de James delante de ellos, se había puesto detrás de Arthur y este, que permanecía tan calmado como de costumbre, se limitó a sonreír.

—Llegas tarde para pedirlo —dijo ampliando su sonrisa.

James fue consciente entonces de la realidad y torciendo el cuello en una postura un poco extraña volvió a su asiento, donde Lily, Tonks y Remus intentaban disimular que se estaban riendo.

La proposición alegró mucho a Harry.

—Sí... Apuesto a que los Dursley estarán encantados de dejarme ir... Especialmente después de lo que le hice a tía Marge...

Mucho más contento, Harry jugó con Ron y Hermione varias manos de snap explosivo, y cuando llegó la bruja con el carrito del té, compró un montón de cosas de comer; aun­que nada que contuviera chocolate.

Pero fue a media tarde cuando apareció lo que lo puso de verdad contento...

—Harry —dijo Hermione de repente, mirando por enci­ma del hombro de él—, ¿qué es eso de ahí fuera?

Harry se volvió a mirar. Algo muy pequeño y gris apare­cía y desaparecía al otro lado del cristal. Se levantó para ver mejor y distinguió una pequeña lechuza que llevaba una car­ta demasiado grande para ella. La lechuza era tan pequeña que iba por el aire dando tumbos a causa del viento que le­vantaba el tren. Harry bajó la ventanilla rápidamente, alar­gó el brazo y la cogió. Parecía una snitch cubierta de plumas. La introdujo en el vagón con mucho cuidado. La lechuza dejó caer la carta sobre el asiento de Harry y comenzó a zumbar por el compartimento, contenta de haber cumplido su misión. Hedwig dio un picotazo al aire con digna actitud de censura. Crookshanks se incorporó en el asiento, persiguien­do con sus grandes ojos amarillos a la lechuza. Al notarlo, Ron la cogió para protegerla.

Harry recogió la carta. Iba dirigida a él. La abrió y gritó:

—¡Es de Sirius!

—¿Qué? —exclamaron Ron y Hermione, emocionados—. ¡Léela en voz alta!

Querido Harry:

Espero que recibas esta carta antes de llegar a casa de tus tíos. No sé si ellos están habituados al co­rreo por lechuza.

Buckbeak y yo estamos escondidos. No te diré dónde por si ésta cae en malas manos. Tengo dudas acerca de la fiabilidad de la lechuza, pero es la mejor que pude hallar, y parecía deseosa de acometer esta misión.

Ginny sonrió, Pig siempre se emocionaba cuando le pedían que llevara una carta.

Creo que los dementores siguen buscándome, pero no podrán encontrarme. Estoy pensando en dejarme ver por algún muggle a mucha distancia de Hogwarts, para que relajen la vigilancia en el castillo.

—Que considerado —dijo Remus sorprendido—. Cualquiera diría que has madurado, Sirius.

—Nada, solo quiere hacerse el guay delante de su ahijado —rió James.

—Oh, cállate —dijo Sirius riendo también. Se sentía tan en paz estando con ellos...

Hay algo que no llegué a contarte durante nues­tro breve encuentro: fui yo quien te envió la Saeta de Fuego.

—¡Ja! —exclamó Hermione, triunfante—. ¿Lo veis? ¡Os dije que era de él!

—¿Por que nunca pude equivocarse? —le preguntó Ron a Harry algo molesto haciendo que este riera.

—Sí, pero él no la había gafado, ¿verdad? —observó Ron—. ¡Ay!

La pequeña lechuza, que daba grititos de alegría en su mano, le había picado en un dedo de manera al parecer afec­tuosa.

Crookshanks llevó el envío a la oficina de correos. Utilicé tu nombre, pero les dije que cogieran el oro de la cámara de Gringotts número 711, la mía. Por fa­vor, considéralo como el regalo que mereces que te haga tu padrino por cumplir trece años.

Muchos sonrieron a Sirius, desde luego la impresión que tenían de el había cambiado muchísimo.

También me gustaría disculparme por el susto que creo que te di aquella noche del año pasado cuando abandonaste la casa de tu tío. Sólo quería verte antes de comenzar mi viaje hacia el norte. Pero creo que te alarmaste al verme.

Te envío en la carta algo que espero que te haga disfrutar más el próximo curso en Hogwarts.

Harry sonrió al recordar que era.

Si alguna vez me necesitas, comunícamelo. Tu le­chuza me encontrará.

Volveré a escribirte pronto.

Sirius

Harry miró impaciente dentro del sobre. Había otro per­gamino. Lo leyó rápidamente, y se sintió tan contento y re­confortado como si se hubiera tomado de un trago una bote­lla de cerveza de mantequilla.

Muchos se preguntaban que podía ser, mientras Lily aconsejaba a James que no apostara contra Remus, porque perdería seguro.

Yo, Sirius Black, padrino de Harry Potter, autorizo por la presente a mi ahijado a visitar Hogsmeade los fines de semana.

—¿Ves? —le dijo Lily a James—. Es que ni siquiera se como podías llegar a pensar que esa pequeña lechuza le llevara a Harry la moto de Sirius.

—¡La moto! —exclamó Sirius sorprendido—. ¿Como no se me había ocurrido?

Lily suspiró, siempre era lo mismo con esos dos.

—Esto le bastará a Dumbledore —dijo Harry contento. Volvió a mirar la carta de Sirius—. ¡Un momento! ¡Hay una posdata...!

He pensado que a tu amigo Ron tal vez le guste esta lechuza, ya que por mi culpa se ha quedado sin rata.

Ron abrió los ojos de par en par. La pequeña lechuza se­guía gimiendo de emoción.

—¿Quedármela? —preguntó dubitativo. La miró muy de cerca durante un momento, y luego, para sorpresa de Harry y Hermione, se la acercó a Crookshanks para que la olfatease.

—¿Qué te parece? —preguntó Ron al gato—. ¿Es una le­chuza de verdad?

Crookshanks ronroneó.

—Es suficiente —dijo Ron contento—. Me la quedo.

Algunos rieron divertidos.

Harry leyó y releyó la carta de Sirius durante todo el trayecto hasta la estación de King’s Cross. Todavía la apre­taba en la mano cuando él, Ron y Hermione atravesaron la barrera del andén nueve y tres cuartos. Harry localizó ense­guida a tío Vernon. Estaba de pie, a buena distancia de los padres de Ron, mirándolo con recelo. Y cuando la señora Weasley abrazó a Harry, confirmó sus peores suposiciones sobre ellos.

—¡Te llamaré por los Mundiales! —gritó Ron a Harry, al despedirse de ellos. Luego volvió hacia tío Vernon el carrito en que llevaba el baúl y la jaula de Hedwig. Su tío lo saludó de la manera habitual.

—¿Qué es eso? —gruñó, mirando el sobre que Harry apre­taba en la mano—. Si es otro impreso para que lo firme, ya tie­nes otra...

—No lo es —dijo Harry con alegría—. Es una carta de mi padrino.

James, Remus y Sirius compartieron una mirada misteriosa.

—Harry, dime que vas a hacer lo que creo que tienes que hacer —pidió Sirius.

—Harry, por merlín y por todas las estrellas que cubren el cielo por las noches, dime que vas a hacerlo —rogó Remus.

—Harry, este es tu momento, haz lo que tienes que hacer, se que puedes —le animó su padre.

—¿Padrino? —farfulló tío Vernon—. Tú no tienes pa­drino.

—Sí lo tengo —dijo Harry de inmediato—. Era el mejor amigo de mis padres. Está condenado por asesinato, pero se ha escapado de la prisión de los brujos y ahora se halla es­condido. Sin embargo, le gusta mantener el contacto conmi­go... Estar al corriente de mis cosas... Comprobar que soy feliz...

—¡SI! —celebraron los merodeadores con felicidad, la cual era compartida por el resto del comedor.

—¡Estoy orgulloso, hijo mio! —le confesó James limpiándose con la manga unas lagrimas de felicidad que descendían por su sonriente cara.

—No podíamos esperar menos de Harry Potter ¿cierto George? —le preguntó Fred a su hermano, quien asintió varias veces.

Y sonriendo ampliamente al ver la expresión de terror que se había dibujado en el rostro de tío Vernon, Harry se dirigió a la salida de la estación, con Hedwig dando picotazos delante de él, para pasar un verano que probablemente se­ría mucho mejor que el anterior.

—Aquí acaba —anunció la profesora McGonagall y Harry juraría que ella estaba sonriendo también.

—Un bonito final —comentó Dumbledore mientras se ponía en pie—. Empezaremos con el cuarto libro mañana, tenéis lo que queda de tarde libre. Pasadlo bien.

Como era de esperar, nadie se apresuró a salir del comedor, todos se juntaron en grupo para comentar este tercer libro y para preguntarse que pasaría en el siguiente. 

Harry escuchaba divertido como Ron y Hermione discutían, pensando que, en el fondo, siempre habían parecido en cierto modo una pareja. Ginny, sin embargo, observaba divertida como Harry escuchaba divertido la discusión de Ron y Hermione. Pero lo que ni Ginny ni Harry sabían era que tres hermanos más relacionados con ellos de lo que pudieran llegar a creer sonreían maliciosamente al haber ideado completamente un plan que los incluía a ambos.

—Funcionará —aseguró el mayor.


Se acabó el tercer libro. Queda un cap más para acabar con esta saga.

Por cierto, gracias a todos los que habéis comentado que deberían preparar los tres hermanos traviesos pero, lamento informaros que ¡Harry no puede enamorarse de Ginny todavía, y menos aún saber que va a ser la madre de sus pottercitos! Por desgracia... 

Por cierto, no tengo ni idea de lo que van a hacer Lily, James y Albus pero espero que salga algo divertido.

Nos vemos el miércoles que viene.

Bye!

PD: Vuelvo a subir el cap sin corregir, como siempre, avisadme de cualquier cosa. Y gracias a los que avisasteis en el anterior :)