martes, 9 de junio de 2015

La final de quidditch


Vale, esto no ha salido nada bien. Cada vez que quiero actualizar pronto, actualizo más tarde... Esto no puede ser. Pero si hay que echarle la culpa a alguien se la echamos a Voldemort, que me ha amenazado en los comentarios y he querido probarle que soy un verdadero Gryffindor (¿vale como excusa? ¡Pero es cierto! ¡Voldemort me ha amenazado en los comentarios!)

Como sea, el caso es que por fin llegamos a la final de quidditch... Ya era hora. Bueno, eso significa que cada vez queda menos para que todo el mundo sepa que hay tras los merodeadores y, por supuesto, para que comencemos con el cuarto libro. En serio Dait, no sabes donde te estas metiendo, si sigues actualizando a este ritmo gastarás tu noche de bodas actualizando el maldito fic...

Me duele la cabeza. Respondo de una vez:

LaurieAngel: ¿Lo de los 42 grados va en serio? ¿42? ¿Y sigues viva? Por favor, y luego el niño que vivió es el Harry Potter ese... Aquí no se está tan mal, hace algo de calor pero si lo comparo con eso... Me alegro de vivir aquí. Aunque, por otra parte, calor es igual a piscina y playa, y piscina y playa es igual a chicas en bañador... Bueno, digamos que el calor tiene sus cosas buenas también.

Flor Amaral: ¡Gracias por el primero comentario! Espero que no sea el único ;)

Lord Voldemort: ¿Haaa? ¿Acaso crees que te tengo miedo? Aquí me tienes, en pie y desafiante. Te desafió Voldemort, a un duelo a la vieja usanza. Nos vemos después de clases en el patio de baloncesto.

I boi a poner 3 reglas:

1.- No se bale habisar al profe.
2.- No se bale benir con amigos.
3.- No se bale pegar en la nariz (porke io tengo i tu no i es mui injusto ¿no crees?).

¿Que me dices, cobarde?

anonimus maximus: A ver si lo he entendido, ¿te gustaría ser un licantropo para comerte entre comillas a una vela cubierta de chocolate? ¿Y porque tienes que comertela entre comillas? ¿No es mejor entre pan y pan? Bueno, igual con el chocolate sabe mejor entre comillas... Depende de cuan pervertida sea tu mente.

Son: No han sido 20 años exactos ¿no? Me he asegurado de tardar un par de días más para no tener ninguna represalia. ¿Soy un buen muchacho?

Isabel Gonzalo Colmenar: Por raro que te parezca... ¡Lo he escrito rápido! Según he conseguido tiempo lo he hecho. Y ese ha sido el mayor problema, cuando hay tiempo 0 hay tiempo 0. El verano va a ser mi salvación. Espero.

Lulu23: Wiii, alguien que me lee desde cerca. Me hace algo de ilusión :3 Y sí bueno, espero llegar a acabar algún día si es posible. Pero al ritmo que vamos me muero antes... Tengo que ponerme las pilas. Por cierto, que gusto da decir agur y que me entiendan.

Nashi Dragneel: 
1.- Hueles un poco a Fairy Tail.
2.- ¿En serio quieres que Harry lea? ¿Es que no tienes compasión?
3.- aaspiudfhaspidfhiujipsadfiuashfd

brujaflu: buen comentario xD

Abyss: Bueno, no estoy del todo seguro de lo que significa la expresión melón (si es que realmente es una expresión) pero yo la he usado para llamar bobo a Ron. Y lo de la tilde del "tú"... Pues bueno, habrá mil y una más tildes faltantes en los capítulos ya que últimamente los escribo con bastante prisa y sin revisarlos (ni siquiera los estoy pasando por word para que los corrija el por mi). Pido perdón por todos las tildes que haya omitido en este capitulo y lo siguientes.
Sip, me encanta el manga, y bueno, el anime también, pero siempre he sido más de leer. Y sobre los géneros... Me son bastante indiferentes. Leo mucho y de todo. He leído mucho shonen, mucho shojo, mucho seinen... Pocos joseis, eso si.

Jime Toledo: No se a que viene pero sí, me gusta Naruto xD Y claro que me gusta la pareja que hacen Naruto y Sakura. Es broma es broma.  Siempre me ha gustado más con Hinata. Ella se lo merece. Y sobre Minato y Kushina... No estoy muy metido en el fandom de Naruto, pero suena interesante. Ya buscaré algo cuanto tenga tiempo, ¿alguna recomendación?

Erica: No puedo evitar reír al imaginar que, en alguna parte del mundo, alguien se ha reido con mi historia en medio de la uni xD

Alma: Que seas la última ya es costumbre ¿eh? Es lo que tiene que tenga que abrir FanFiction para releer lo que escribiste. En este tiempo estoy algo ocupado como para ocuparme de una hermana más, así que tendré que rechazar su oferta. A no ser, claro, que la chica en cuestión sea capaz de prepararse sopa de pollo a si misma cuando este mala. En ese caso no hay problema. Sin embargo la lanza teléfonos la habría aceptado de inmediato, lastima que la hayas donado, podías haber ganado 6 de los grandes por ellas.


Hasta aquí las respuestas. Y desde aquí el capitulo. Ya no me acuerdo de como me ha quedado, como siempre, espero que os guste y todo ese rollo que pasáis de leer :p ¡Nos vemos luego!

Pd: No he revisado el capitulo. Doy una alerta roja, todas las mentes que sean débiles a la falta de tildes o a una que otra locura mal escrita... ¡Caminad con cuidado! El que avisa no es traidor (es avisador, claro esta).


Todos los personajes y los fragmentos del libro original pertenecen a J.K. Rowling.

LA FINAL DE QUIDDITCH

—¡Yo! ¡Yo! —dijo una joven de tercero que, al parecer, se dejaba llevar mucho por las historias que leía, y no le gustaba quedarse con las ganas, así que, sin esperar respuesta, corrió hacia la abuela que sostenía el libro, se lo quitó de las manos y no tardó en leer el título del siguiente capitulo con una sonrisa—: La final de Quidditch.

A James no podía importarle menos la final de quidditch cuando acababa de enterarse de que, por una razón estúpida, iban a ejecutar a Buckbeak.

—Me ha enviado esto —dijo Hermione, tendiéndoles la carta. Harry la cogió. El pergamino estaba húmedo; las grue­sas lágrimas habían emborronado tanto la tinta que la lec­tura se hacía difícil en muchos lugares.

Muchos tragaron saliva.

Querida Hermione:
Hemos perdido. Me permitirán traerlo a Hog­warts, pero van a fijar la fecha del sacrificio.
A Buckbeak le ha gustado Londres.
Nunca olvidaré toda la ayuda que nos has pro­porcionado.
Hagrid


—No pueden hacerlo —dijo Harry—. No pueden. Buck­beak no es peligroso.

—El padre de Malfoy consiguió atemorizar a la Comi­sión para que tomaran esta determinación —dijo Hermione secándose los ojos—. Ya sabéis cómo es. Son unos viejos im­béciles y los asustó. Pero podremos recurrir. Siempre se pue­de. Aunque no veo ninguna esperanza... Nada cambiará.

—Sí, algo cambiará —dijo Ron, decidido—. En esta oca­sión no tendrás que hacer tú sola todo el trabajo. Yo te ayu­daré. 

La buena respuesta del Ron del libro hizo que el Ron del presente se ganara un beso en la mejilla. Buen trabajo Ron.

—¡Ron!

Hermione le echó los brazos al cuello y rompió a llorar. Ron, totalmente aterrado, le dio unas palmadas torpes en la cabeza. Hermione se apartó por fin.

—Ron, de verdad, siento muchísimo lo de Scabbers —so­llozó.

—Bueno, ya era muy viejo —dijo Ron, aliviado de que ella se hubiera soltado—. Y era algo inútil. Quién sabe, a lo mejor ahora mis padres me compran una lechuza.

—¿Tan difícil era verlo así desde el principio? —le preguntó Ginny—. No es como si le hubieses tenido mucho cariño en algún momento.

Las medidas de seguridad impuestas a los alumnos después de la segunda intrusión de Black impedían que Harry, Ron y Hermione visitaran a Hagrid por las tardes. La única posibi­lidad que tenían de hablar con él eran las clases de Cuidado de Criaturas Mágicas.

Hagrid parecía conmocionado por el veredicto.

—Todo fue culpa mía. Me quedé petrificado. Estaban to­dos allí con sus togas negras, y a mí se me caían continua­mente las notas y se me olvidaron todas las fechas que me habías buscado, Hermione. Y entonces se levantó Lucius Malfoy, soltó su discurso y la Comisión hizo exactamente lo que él dijo...

—¡Todavía podemos apelar! —dijo Ron con entusias­mo—. ¡No tires la toalla! ¡Estamos trabajando en ello!

—¡Ese es el espíritu, Ron! —le animaron muchos. A el libro, claro. Inteligencia humana.

Volvían al castillo con el resto de la clase. Delante po­dían ver a Malfoy, que iba con Crabbe y Goyle, y miraba ha­cia atrás de vez en cuando, riéndose.

—No servirá de mucho, Ron —le dijo Hagrid con triste­za, al llegar a las escaleras del castillo—. Lucius Malfoy tie­ne a la Comisión en el bolsillo. Sólo me aseguraré de que el tiempo que le queda a Buckbeak sea el más feliz de su vida. Se lo debo...

Varios en el Gran Comedor lo pasaban mal con solo escuchar lo que Hagrid decía.

Hagrid dio media vuelta y volvió a la cabaña, cubriéndo­se el rostro con el pañuelo.

—¡Miradlo cómo llora!

—¡No me jodas, Malfoy! —dijo Ginny poniendose en pie de golpe y agitando su varita con fuerza. Si Harry hubiese tenido que ponerle un nombre al hechizo de Ginny, viendo los resultados, habría sido, sin duda, mocomúrcielago.

La chica que estaba leyendo parpadeo un par de veces y siguió a lo suyo.

Malfoy, Crabbe y Goyle habían estado escuchando en la puerta.

—¿Habíais visto alguna vez algo tan patético? —dijo Malfoy—. ¡Y pensar que es profesor nuestro! 

Previendo que si no era Ginny la que se levantaba esta vez seria otro, la joven lectora no quiso dejar tiempo a nadie a levantarse y siguió leyendo.

Harry y Ron fueron hacia ellos, pero Hermione llegó antes:

Harry, Ron y Hermione sonrieron con satisfacción, sabiendo que iba a ocurrir.

¡PLAF!
¿Plaf? —preguntó George emocionado—. ¿He oído plaf?

—Espera, espera, espera... ¿me estas diciendo que Hermione le ha dado un plaf en toda la cara a Malfoy? —preguntó Fred—. No me lo creo.

—¿Que esperabais de mi novia? —dijo Ron con confianza. Confianza que se perdió segundos después y que fue sustituida por una vergüenza enorme.

Ginny no pudo evitar golpearse la cara con la mano divertida.

—En serio Ron, si te avergüenzas de lo que has dicho, ¿para que lo has dicho?

—En mi mente no sonaba tan vergonzoso —dijo el pelirrojo bajando la cabeza.

Dio a Malfoy una bofetada con todas sus fuerzas. Malfoy se tambaleó. Harry; Ron, Crabbe y Goyle se quedaron atóni­tos en el momento en que Hermione volvió a levantar la mano.

—¡No te atrevas a llamar «patético» a Hagrid, so puer­co... so malvado...!

—Nuestra pequeña Hermione está falta de vocabulario ofensivo —dijo Fred negando con la cabeza—. ¿Como esperas así ser la mejor del curso?

—Cierto, cierto —dijo George asintiendo con la cabeza—. Nosotros podemos darte clases personalizadas... A un buen precio.

Hermione rodó los ojos.

—¿Por quien me tomáis? —preguntó.

—Tienes razón, es cierto, estamos perdiendo el tiempo —admitió George.

Hermione asintió un par de veces.

—Estoy de acuerdo contigo hermano, Hermione nunca sería capaz de ser buena en esto, es un caso perdido —dijo Fred.

Sí, sí, tiene capacidad cero en este área, por eso siempre se ha mantenido alejada de ella.

—¿Pero que tonterías estáis diciendo? —dijo Hermione estirando el cuello y arrugando un poco la nariz—. Si no tengo un extenso repertorio de insultos es porque, a parte de no ser necesario, no sirve para nada más que para hacer sentir mal a los demás —Hermione parecía una girafa de tanto estirar el cuello—. Me siento más que orgullosa de mi falta de vocabulario ofensivo.

—¿Excusas? —preguntó Fred.

—¿Que... no son excu...

—Sí hermano, puras excusas.

—He dicho que no son excu...

—Bueno, estaba claro desde el principio que iba a tener que poner excusas, ¿no George? Casi podría considerarse una Gryffindor si no las pusiera.

—Si, tienes toda la...

—¡No pongo excusas! ¡Y soy una Gryffindor! —se quejó Hermione ya picada.

—Dejadla en paz, idiotas —les dijo Ron algo molesto con sus hermanos también.

Fred y George se miraron con una idéntica picara sonrisa.

—Ooooh... —murmuraron al mismo tiempo.

—¿Que? —preguntó Ron algo irritado.

—Ahora todo tiene sentido —dijo Fred asintiendo varias veces con la cabeza.

—Tienes razón Fred, es más que obvio lo que pasa aqui.

—¿Que? —repitió Ron frunciendo el ceño.

—Bueno, estaba claro ¿no?

—Sí, sí, es normal que no quiera que nosotros le quitemos la oportunidad.

—¿Pero que oportunidad? ¿De que estáis hablando?

—¿Hum? De la oportunidad de darle clases privadas a tu novia, claro.

—¿Q-que que estáis diciendo? —preguntó Ron mientras su mente adolescente se dejaba llevar por la original idea—. No es como si yo quisiera... Que estupidez ¿Verdad Hermione?

—Si, es una estupidez... —le apoyó la muchacha mientras su también adolescente mente recorría divertida las, por que no decirlo, atrayentes situaciones que le mostraba su imaginación.

—Bueno, ¿puedo seguir o que? —dijo la joven que estaba leyendo ya cansada que la interrumpieran todo el rato, y es que de verdad, ¿como había podido leer el resto siendo interrumpidos cada dos por tres? ¡Que fastidio!

—Si, por favor, continua —pidió el director Dumbledore.

—¡Hermione! —dijo Ron con voz débil, intentando suje­tarle la mano.

—Suéltame, Ron.

Hermione sacó la varita. Malfoy se echó hacia atrás. Crabbe y Goyle lo miraron atónitos, sin saber qué hacer.

—Vámonos —musitó Malfoy. Y en un instante, los tres desaparecieron por el pasadizo que conducía a las mazmo­rras.

Muchos en el comedor rieron por el comportamiento de malfoy, otros felicitaron a Hermione y muchos se limitaron a murmurar "Todo un Slytherin".

—¡Hermione! —dijo Ron de nuevo, atónito por la sor­presa.

—¡Harry, espero que le ganes en la final de quidditch! —dijo Hermione chillando—. ¡Espero que ganes, porque si gana Slytherin no podré soportarlo!

—¡Esa es la Hermione de la que me he ena....

—¡Si te vas a avergonzar de decirlo no lo digas! —le advirtió Ginny—. Que yo también lo paso mal cuando te avergüenzas.

Harry frunció levemente el ceño, mejor era decirlo y avergonzarse por ello que no decirlo, ¿no? Pero en fin, quien era el para opinar de asuntos que no tenían perros de tres cabezas, trolls, basiliscos o dragones.

—Hay que ir a Encantamientos —dijo Ron, mirando to­davía a Hermione con los ojos como platos.

—Alguien se esta enamorando —rieron Harry y Bill al mismo tiempo.

—Oh, callaos ya.

Subieron aprisa hacia la clase del profesor Flitwick.

—¡Llegáis tarde, muchachos! —dijo en tono de censura el profesor Flitwick, cuando Harry abrió la puerta del aula—. ¡Vamos, rápido, sacad las varitas! Vamos a trabajar con encan­tamientos estimulantes. Ya se han colocado todos por parejas.

Harry y Ron fueron aprisa hasta un pupitre que había al fondo y abrieron las mochilas. Ron miró a su alrededor.

—¿Dónde se ha puesto Hermione? 

Creo que ya no le vales como pareja, Harry, ha conocido al amor de su vida —le dijo Fred dándole unas suaves palmadas en la espalda para consolarle.

Harry suspiró.

—Supongo que tienes razón, Ron ya no estará ahí para mi... Ahora no me queda otra que acercarme más a la Weasly restante de Hogwarts...

—No bromees con eso Harry, es de mal gusto.

Harry tragó saliva, ese comentario le molestaba por alguna extraña y, por supuesto, nada obvia razón.

Harry también echó un vistazo. Hermione no había en­trado en el aula, pero Harry sabia que estaba a su lado cuan­do había abierto la puerta.

—Es extraño —dijo Harry mirando a Ron—. Quizás... quizás haya ido a los lavabos...

Pero Hermione no apareció durante la clase.

—Pues tampoco le habría venido mal a ella un encanta­miento estimulante —comentó Ron, cuando salían del aula para ir a comer; todos con una dilatada sonrisa. La clase de en­cantamientos estimulantes los había dejado muy contentos.

Los gemelos asintieron varias veces.

—Ahora que se ha dado cuenta de sus sentimientos ya esta buscando estimularla. Así se hace, hermanito.

—¿Pero queréis dejarme en paz?

Hermione tampoco apareció por el Gran Comedor du­rante el almuerzo. Cuando terminaron el pastel de manza­na, el efecto de los encantamientos estimulantes se estaba perdiendo, y Harry y Ron empezaban a preocuparse.

—¿No le habrá hecho nada Malfoy? —comentó Ron mien­tras subían aprisa las escaleras hacia la torre de Gryffindor.

—Ya veo... Así que ahora quieres salvar a Hermione para que caiga bajo el efecto del puente colgante ¿eh? —dijo George.

Ron parpadeó un par de veces pero no contestó, mejor no decir nada y parecer tonto que abrir la boca y demostrarlo.

—Me sorprende que sepas lo que es el efecto del puente colgante —admitió Hermione sin comentar nada sobre lo que había dicho George.

(Dait-nota: El efecto del puente colgante (para los que no lo sepáis) es que, cuando una persona experimenta terror, miedo o algún tipo de emoción fuerte y ve a otra persona del sexo opuesto, confunde ese miedo con que está enamorado de esa persona. Se confunde el sentimiento de adrenalina y la aceleración del ritmo cardíaco, y se la "culpa" a la otra persona. Por eso se dice que, para que alguien se enamore fácil, una buena película de terror o una casa embrujada son unas de las mejores opciones. Tampoco es que yo sepa mucho sobre esto, si queréis saber más buscar sobre el experimento de Dutton y Aron o el "Efecto de Asociación erronea".)

Pasaron entre los troles de seguridad, le dieron la con­traseña («Pitapatafrita») a la señora gorda y entraron por el agujero del retrato para acceder a la sala común.

Hermione estaba sentada a una mesa, profundamente dormida, con la cabeza apoyada en un libro abierto de Aritmancia. Fueron a sentarse uno a cada lado de ella. Harry le dio con el codo para que despertara.

—Ante todo un caballero ¿no Harry? —preguntó Ron divertido.

—¿Qué... qué? —preguntó Hermione, despertando sobresaltada y mirando alrededor con los ojos muy abiertos—. ¿Es hora de marcharse? ¿Qué clase tenemos ahora?

—Adivinación, pero no es hasta dentro de veinte minu­tos —dijo Harry—. Hermione, ¿por qué no has estado en Encantamientos?

—¿Qué? ¡Oh, no! —chilló Hermione—. ¡Se me olvidó!

—Pero ¿cómo se te pudo olvidar? —le preguntó Harry—. ¡Llegaste con nosotros a la puerta del aula!

Todos estabas desconcertados, tanta tonteria con Hermione estando y no estando era estresante ¿que demonios pasaba?

—¡Imposible! —aulló Hermione—. ¿Se enfadó el profe­sor Flitwick? Fue Malfoy. Estaba pensando en él y perdí la noción de las cosas. 

Huy, huy, huuuuy... Ron, deberías ponerte celoso ¿no crees? —rieron los gemelos.

—En serio, parad, esta perdiendo su gracia —les dijo Ron.

—¡No del todo! —aseguraron los gemelos.

—¿Sabes una cosa, Hermione? —le dijo Ron, mirando el libro de Aritmancia que Hermione había empleado como almohada—. Creo que estás a punto de estallar. Tratas de abarcar demasiado.

—No, no es verdad —dijo Hermione, apartándose el pelo de los ojos y mirando alrededor, buscando la mochila infruc­tuosamente—. Me he despistado, eso es todo. Lo mejor será que vaya a ver al profesor Flitwick y me disculpe. ¡Os veré en Adivinación!

Se reunió con ellos veinte minutos más tarde, todavía confusa, a los pies de la escalera que llevaba a la clase de la profesora Trelawney.

—¡Aún no me puedo creer que me perdiera la clase de encantamientos estimulantes! ¡Y apuesto a que nos sale en el examen! ¡El profesor Flitwick me ha insinuado que puede salir!

—¡Y ahora el profesor Flitwick se le ha insinuado! En serio Ron, ahora mismo debes estar muriéndote de celos... Lo siento mucho por ti —dijo Fred con cara de lastima.

—Púdrete.

Subieron juntos y entraron en la oscura y sofocante sala de la torre. En cada mesa había una brillante bola de cristal llena de neblina nacarada. Harry, Ron y Hermione se senta­ron juntos a la misma mesa destartalada.

—Creía que no veríamos las bolas de cristal hasta el próximo trimestre —susurró Ron, echando a su alrededor una mirada, por si la profesora Trelawney estaba cerca.

—No te quejes, esto quiere decir que ya hemos termina­do con la quiromancia. Me ponía enfermo verla dar respin­gos cada vez que me miraba la mano.

—¡Buenos días a todos! —dijo una voz conocida y a la vez indistinta, y la profesora Trelawney hizo su habitual en­trada teatral, surgiendo de las sombras. Parvati y Lavender temblaban de emoción, con el rostro encendido por el res­plandor lechoso de su bola de cristal—. He decidido que em­pecemos con la bola de cristal algo antes de lo planeado —dijo la profesora Trelawney, sentándose de espaldas al fuego y mirando alrededor—. Los hados me han informado de que en vuestro examen de junio saldrá la bola, y quiero que recibáis suficientes clases prácticas.

—¿Y no podía haber previsto eso antes y así no tener que hacer cambios? —preguntó Cho.

Harry sonrió divertido.

—En realidad es mucho más simple —dijo Hermione—. Ella pone el examen, todo esto es simplemente ridículo. No había que prever nada.

Hermione dio un bufido.

—Bueno, de verdad... los hados le han informado... ¿Quién pone el examen? ¡Ella! ¡Qué predicción tan asombrosa! —dijo, sin preocuparse de bajar la voz.

—¿Hermione siendo maleducada con un profesor? —preguntó George abriendo mucho los ojos y llevandose una mano a la boca—. Ron, eso solo puede significar una cosa...

—¡Hay otro hombre! —dijo Fred.

—En serio, callad de una vez, ya me estais molestando hasta a mi —dijo Hermione.

—¡Puedes callarnos a nosotros, pero no a la verdad!

—¡Eso es estúpido! Ron es el único que.. bueno, que... que... ¡Que eso!

—Hermione, están diciendo estupideces, no tienes que forzarte a contestar —le dijo Ginny.

—Primero dices "Eso" es estúpido, y luego que Ron es el único que es "Eso", ¿es una forma indirecta de llamar a Ron estúpido para que el no se de cuenta?

—¡Noo! ¡Dejar de liarlo todo! ¡Ya sabéis que...

—¿Que que? —preguntaron los gemelos.

—Pues que...

—Quee... —insistieron los gemelos.

—Que Ron es el único para mi, ala, ya lo he dicho —dijo Hermione molesta, irritada y avergonzada.

Ginny suspiró.

—Es increíble que Ron y Hermione sean un año mayores que yo y se comporten como si fueran una pareja de niños de trece años... —le dijo a Harry, quien se limitó a asentir varias veces.

—Cof, cof —dijo la joven Ravenclaw para llamar la atención.

—Emm... —le dijo Ron—. Creo que el "Cof, cof" es la onomatopeya del carraspeo de voz para llamar la atención, creo que lo adecuado habría sido que carraspearas la voz y no que dijeras "cof cof".

—¡Ca-callate! ¡Sois vosotros los que no paráis te interrumpir para empezar!

—Yo solo intentaba ayudar —dijo Ron levantando las manos en señal de inocencia.

—En fin, sigo con la lectura.

Era difícil saber si la profesora Trelawney los había oído, ya que su rostro estaba oculto en las sombras. Sin em­bargo, prosiguió como si no se hubiera enterado de nada.

—Mirar la bola de cristal es un arte muy sutil —explicó en tono soñador—. No espero que ninguno vea nada en la bola la primera vez que mire en sus infinitas profundidades. Comenzaremos practicando la relajación de la conciencia y de los ojos externos —Ron empezó a reírse de forma incon­trolada y tuvo que meterse el puño en la boca para ahogar el ruido—, con el fin de liberar el ojo interior y la superconcien­cia. Tal vez, si tenéis suerte, algunos lleguéis a ver algo antes de que acabe la clase.

Y entonces comenzaron. Harry; por lo menos, se sentía muy tonto mirando la bola de cristal sin comprender; inten­tando vaciar la mente de pensamientos que continuamente pasaban por ella, por ejemplo «qué idiotez». No facilitaba las cosas el que Ron prorrumpiera continuamente en risitas mu­das ni que Hermione chascara la lengua sin parar; en señal de censura.

(DN: ¿soy el único que piensa que J.K. tampoco era muy devota hacia la adivinación?)

—¿Habéis visto ya algo? —les preguntó Harry después de mirar la bola en silencio durante un cuarto de hora.

—Sí, aquí hay una quemadura —dijo Ron, señalando la mesa con el dedo—. A alguien se le ha caído la cera de la vela.

—Esto es una horrible pérdida de tiempo —dijo Hermione entre dientes—. En estos momentos podría estar practi­cando algo útil. Podría ponerme al día en encantamientos estimulantes.

Acompañada por el susurro de la falda, la profesora Tre­lawney pasó por su lado.

—¿Alguien quiere que le ayude a interpretar los oscuros augurios de la bola mágica? —susurró con una voz que se elevaba por encima del tintineo de sus pulseras.

—Yo no necesito ayuda —susurró Ron—. Es obvio lo que esto quiere decir: que esta noche habrá mucha niebla.

Las risas se expandieron por el Gran Comedor, mientras unos cuantos bufaban.

Harry y Hermione estallaron en una carcajada.

—¡Venga! —les llamó la atención la profesora Trelaw­ney, al mismo tiempo que todo el mundo se volvía hacia ellos. Parvati y Lavender los miraban escandalizadas—. Estáis perjudicando nuestras vibraciones clarividentes. —Se apro­ximó a la mesa de los tres amigos y observó su bola de cristal. A Harry se le vino el mundo encima. Imaginaba lo que pasaría a continuación—: ¡Aquí hay algo! —susurró la profesora Trelawney, acercando el rostro a la bola, que quedó doblemente reflejada en sus grandes gafas—. Algo que se mueve... pero ¿qué es?

Harry habría apostado todo cuanto poseía a que, fuera lo que fuese, no serían buenas noticias. En efecto:

—Muchacho... —La profesora Trelawney suspiró miran—do a Harry—. Está aquí, más claro que el agua. Sí, querido muchacho... está aquí acechándote, aproximándose... el Gr...

—¡Por Dios santo! —exclamó Hermione—. ¿Otra vez ese ridículo Grim?

Lily asintió varias veces, Hermione estaba respondiendo por ella.

La profesora Trelawney levantó sus grandes ojos hasta la cara de Hermione. Parvati susurró algo a Lavender y am­bas miraron a la muchacha. La profesora Trelawney se in­corporó y la contempló con ira.

—Siento decirte que desde el momento en que llegaste a esta clase ha resultado evidente que careces de lo que requiere el noble arte de la adivinación. En realidad, no recuerdo haber tenido nunca un alumno cuya mente fuera tan incorregiblemente vulgar.

Ni siquiera Fred y George se atrevieron a decir algo en ese momento.

Hubo un momento de silencio.

—Bien —dijo de repente Hermione, levantándose y metiendo en la mochila su ejemplar de Disipar las nieblas del futuro—. Bien —repitió, echándose la mochila al hom­bro y casi derribando a Ron de la silla—, abandono. ¡Me voy!

—Bien hecho, Hermione —le dijo Molly con seguridad, despues de que la profesora esa que no le había hecho mucha gracia desde el principio se propasara de esa manera estaba más que de acuerdo con la decisión de Hermione. No se merecían a una alumna como ella.

Y ante el asombro de toda la clase, Hermione se dirigió con paso firme hacia la trampilla, la abrió de un golpe y se perdió escaleras abajo.

La clase tardó unos minutos en volver a apaciguarse. Parecía que la profesora Trelawney se había olvidado por completo del Grim. Se volvió de repente desde la mesa de Harry y Ron, respirando hondo a la vez que se subía el chal transparente.

—¡Aaaaah! —exclamó de repente Lavender; sobresal­tando a todo el mundo—. ¡Aaaah, profesora Trelawney, aca­bo de acordarme! Usted la ha visto salir; ¿no es así, profeso­ra? «En torno a Semana Santa, uno de vosotros nos dejará para siempre.» Lo dijo usted hace milenios, profesora.

La profesora Trelawney le dirigió una amable sonrisa.

—Sí, querida. Ya sabía que nos dejaría la señorita Gran­ger. Una siempre tiene la esperanza, sin embargo, de haber confundido los signos... El ojo interior puede ser una cruz, ¿sabéis?

—Ah... De verdad quiero golpearla... —susurró Ron irritado.

(DN: A todo esto... ¿Trelawney esta en la sala? Sí, ya se que yo soy el escritor de esta cosa extraña y que también puedo inventarme lo que quiera... Pero... ¿alguien recuerda se la he mencionado en la sala en algún momento? Tampoco es que importe y me da bastante pereza mirar...)

Lavender y Parvati parecían muy impresionadas y se apartaron para que la profesora Trelawney pudiera ponerse en su mesa.

—Hermione se la está buscando, ¿verdad? —susurró Ron a Harry, con expresión sobrecogida.

—Sí...

Harry miró en la bola de cristal, pero no vio nada salvo niebla blanca formando remolinos. ¿De verdad había vuelto a ver al Grim la profesora Trelawney? ¿Lo vería él? Lo que menos falta le hacía era otro accidente casi mortal con la fi­nal de quidditch cada vez más cerca.

Muchos suspiraron esperando que no pasase nada.


Las vacaciones de Semana Santa no resultaron lo qué se dice relajantes. Los de tercero nunca habían tenido tantos deberes. Neville Longbottom parecía encontrarse al borde del colapso nervioso y no era el único.

—¿A esto lo llaman vacaciones? —gritó Seamus Finni­gan una tarde, en la sala común—. Los exámenes están a mil años de distancia, ¿qué es lo que pretenden?

Pero nadie tenía tanto trabajo como Hermione. Aun sin Adivinación, cursaba más asignaturas que ningún otro. Nor­malmente era la última en abandonar por la noche la sala común y la primera en llegar al día siguiente a la biblioteca. Tenía ojeras como Lupin y parecía en todo momento estar a punto de echarse a llorar.

Ron se estaba encargando de la apelación en el caso de Buckbeak. Cuando no hacía sus propios deberes estaba en­frascado en enormes volúmenes que tenían títulos como Ma­nual de psicología hipogrífica o ¿Ave o monstruo? Un estudió de la brutalidad del hipogrifo. Estaba tan absorto en el tra­bajo que incluso se olvidó de tratar mal a Crookshanks.

Algunos sonrieron.

Harry, mientras tanto, tenía que combinar sus deberes con el diario entrenamiento de quidditch, por no mencionar las interminables discusiones de tácticas con Wood. El par­tido entre Gryffindor y Slytherin tendría lugar el primer sábado después de las vacaciones de Semana Santa. Sly­therin iba en cabeza y sacaba a Gryffindor doscientos pun­tos exactos.

Esto significaba, como Wood recordaba a su equipo cons­tantemente, que necesitaban ganar el partido con una ven­taja mayor; si querían ganar la copa. También significaba que la responsabilidad de ganar caía sobre Harry en gran medi­da, porque capturar la snitch se recompensaba con ciento cincuenta puntos.

—Así, si les sacamos una ventaja de cincuenta puntos, no tienes más que cogerla —decía Wood a Harry todo el tiempo—. Sólo si les llevamos más de cincuenta puntos, Harry, porque de lo contrario ganaremos el partido pero per­deremos la copa. Lo has comprendido, ¿verdad? Tienes que atrapar la snitch sólo si estamos...

—¡YA LO SÉ, OLIVER! —gritó Harry.

—¡En serio! ¡Ni que fuera idiota! —bufó este recordando lo plasta que estaba siendo Wood.

Toda la casa de Gryffindor estaba obsesionada por el partido. Gryffindor no había ganado la copa de quidditch desde que el legendario Charlie Weasley 

Que bien suena eso —comentó el mencionado.

(el segundo de los hermanos de Ron) había sido buscador. Pero Harry dudaba de que alguien de Gryffindor; incluido Wood, tuviera tantas ganas de ganar como él. 

Wood le miró entre impresionado y desafiante, tal vez hubiera gente con más técnica que el pero difícilmente iba a haber alguien con mas ganas de ganar que el. Aunque bueno, tratándose de Harry...

Harry y Malfoy se odiaban más que nunca. A Malfoy aún le dolía el barro que había recibido en Hogsmeade, y le había puesto furioso que Harry se hubiera librado del castigo. Harry no había olvidado el intento de Malfoy de sabotearle en el partido contra Ravenclaw, pero era el asunto de Buckbeak lo que le daba más ganas de ven­cer a Malfoy delante de todo el colegio.

Nadie recordaba un partido precedido de una atmósfera tan cargada. Cuando las vacaciones terminaron, la tensión entre los equipos y entre sus respectivas casas estaba al rojo. En los corredores estallaban pequeñas peleas que culmina­ron en un desagradable incidente en el que un alumno de cuarto de Gryffindor y otro de sexto de Slytherin terminaron en la enfermería con puerros brotándoles de las orejas.

Harry lo pasaba especialmente mal. No podía ir a las aulas sin que algún Slytherin sacara la pierna y le pusiera la zancadilla. 

Los cercanos a este entrecerraron los ojos con furia.

Crabbe y Goyle aparecían continuamente don­de estaba él, y se alejaban arrastrando los pies, decepciona­dos, al verlo rodeado de gente. Wood había dado instruccio­nes para que Harry fuera acompañado a todas partes, por si los de Slytherin trataban de quitarlo de en medio. Toda la casa de Gryffindor aceptó la misión con entusiasmo, de forma que a Harry le resultaba imposible llegar a tiempo a las cla­ses porque estaba rodeado de una inmensa y locuaz multitud. Estaba más preocupado por la seguridad de su Saeta de Fuego que por la suya propia. Cuando no volaba en ella, la tenía guardada con llave en su baúl, y a menudo volvía corriendo a la torre de Gryffindor para comprobar que seguía allí.

—¡Je! ¡Suenas igual de obsesionado que el hermano mayor de la fabula de los tres hermanos con su varita superpoderosa! —dijo Ron divertido.

—¿Fabula de los tres hermanos? —preguntaron Harry y Hermione.

—Em... ¿Si? —dijo Ron como si fuera obvio—. ¡Venga ya! De los cuentos de Beedle el Bardo: Babbitty Rabbitty y su cepa carcajeante, El mago y el cazo saltarín y todos esos... ¿No?

—No —dijeron ambos negando con la cabeza.

—Somos nacidos de muggle ¿recuerdas? —dijo Hermione—. Nosotros tenemos nuestras propias fabulas.

—Si, si, la tortuga y la liebre y todas esas —dijo Harry asintiendo con la cabeza.

—¡Esa es mi favorita! —dijo Hermione—. Cuando eres pequeña no puedes evitar emocionarte cuando la tortuga lo consigue...

—¡Incluso ahora seguiría emocionándome! —dijo Harry.

—Ah... Odio cuando habláis de cosas muggles —confesó Ron—. Nunca tengo nada que decir y me acabáis dejando de lado.

—Eso es porque no prestas atención en Estudios Muggle —le reprendió Hermione.

—Bueno, si fueras tu la que me enseñara tal vez fuese distinto...

—¿Habéis odio eso chicos? —les dijo Harry a los gemelos—. Ron prefiere el rol de estudiante.

—¿Tú también, Harry? —dijo Ron molesto.

La joven Ravenclaw carraspeó un par de veces.

—Esta vez lo has hecho bien —la felicitó Ron.

—Cállate —le dijo ella rápidamente.

—Al menos podía darme las gracias por haberla ayudado... —suspiró el pelirrojo algo molesto—. Es por eso que no me gusta ayudar a la gente...

La joven volvió a carraspear.

—Que sí, lee, lee.

(DN: Lo siento Hermione... quiero emparejar a Ron con esa Ravenclaw sin nombre. Tendrás que sufrir en silencio. Bueno vale no, pero si te matan en la guerra de Hogwarts no habrá problema ¿no? Perfecto.)

(DN: Seguro que alguien me asesina si lo hago... xD)

La víspera del partido por la noche, en la sala común de Gryffindor, se abandonaron todas las actividades habitua­les. Incluso Hermione dejó sus libros.

—No puedo trabajar; no me puedo concentrar —dijo nerviosa.

Había mucho ruido. Fred y George Weasley habían reac­cionado a la presión alborotando y gritando más que nunca. Oliver Wood estaba encogido en un rincón, encima de una maqueta del campo de quidditch, y con su varita mágica movía figurillas mientras hablaba consigo mismo. 

Tan lindo cuando se concentra... —murmuró Katie embobada.

(DN: La gente me mira raro cuando digo la palabra "lindo", y tiene algo de sentido en realidad, ya que no es una palabra que usemos mucho por aquí, pero siento que expresa justo lo que quiero expresar en muchas ocasiones. Ademas, "lindo" es una linda palabra.)

(DN: Estoy pesadito hoy ¿eh?)

Angelina, Alicia y Katie se reían de las gracias de Fred y George. Harry estaba sentado con Ron y Hermione, algo alejado del barullo, tratando de no pensar en el día siguiente, porque cada vez que lo hacía le acometía la horrible sensación de que algo grande se esforzaba por salir de su estómago.

—Eso es porque no masticas, si masticaras saldrian muchas cosas pequeñitas cuando vomites —le explicó Bill.

—Bill... —le dijo su madre negando con la cabeza.

—¿Que? —preguntó—. Es verdad, lo tengo comprobado.

—Calladito estas mas guapo —dijo su madre simplemente.

—Siempre estoy guapo —dijo Bill cruzando los brazos algo molesto.

—Vas a hacer un buen partido —le dijo Hermione, aun­que en realidad estaba aterrorizada.

—¡Tienes una Saeta de Fuego! —dijo Ron.

—Sí —admitió Harry.

Fue un alivio cuando Wood, de repente, se puso en pie y gritó:

—¡Jugadores! ¡A la cama!


Harry no durmió bien. Primero soñó que se había quedado dormido y que Wood gritaba: «¿Dónde te habías metido? ¡Tuvimos que poner a Neville en tu puesto!» 

Incluso Neville se rió con eso.

Luego soñó que Malfoy y el resto del equipo de Slytherin llegaban al terreno de juego montados en dragones. Volaba a una velocidad de vértigo, tratando de evitar las llamaradas de fuego que sa­lían de la boca de la cabalgadura de Malfoy, cuando se dio cuenta de que había olvidado la Saeta de Fuego. Se cayó en el aire y se despertó con un sobresalto.

—Espera ¿volar en tu saeta de fuego para esquivar llamaradas de dragon? ¡Las clases de adivinación estas sirviendo para algo! —dijo Ron divertido.

—¡¿QUE?! —preguntaron exaltados Lily y James.

—¿Nada? —probó Ron arrepentido por haber hablado.

—¡Dejar de interrumpir, en serio! —se quejó la estudiante de Ravenclaw que estaba leyendo.

(DN: Tengo que ponerle un nombre a esta chica... me estoy cansando de escribir todo eso cada vez que dice algo.)

Ron le guiñó el ojo, agradecido, sin percatarse de la algo molesta mirada de la chica sentada a su lado.

Tardó unos segundos en comprender que el partido aún no había empezado, que él estaba metido en la cama, y que al equipo de Slytherin no lo dejarían jugar montado en dra­gones. Tenía mucha sed. Lo más en silencio que pudo, se le­vantó y fue a servirse un poco de agua de la jarra de plata que había al pie de la ventana.

Los terrenos del colegio estaban tranquilos y silencio­sos. Ni un soplo de viento azotaba la copa de los árboles del bosque prohibido. El sauce boxeador estaba quieto y tenía un aspecto inocente. Las condiciones para el partido parecían perfectas.

Harry dejó el vaso y estaba a punto de volverse a la cama cuando algo le llamó la atención. Un animal que no po­día distinguir bien rondaba por el plateado césped.

Harry corrió hasta su mesilla, cogió las gafas, se las puso y volvió a la ventana a toda prisa. Esperaba que no se trata­ra del Grim. No en aquel momento, horas antes del partido.

—El Grim no existe, el Grim no existe, el Grim no existe... —se murmuraba Lily continuamente.

Miró los terrenos con detenimiento y tras un minuto de ansiosa búsqueda volvió a verlo. Rodeaba el bosque... no era el Grim ni mucho menos: era un gato. Harry se apoyó alivia­do en el alféizar de la ventana al reconocer aquella cola de brocha. Sólo era Patizambo.

Pero... ¿sólo era Crookshanks? Harry aguzó la vista y pegó la nariz al cristal de la ventana. Crookshanks estaba inmóvil. Harry estaba seguro de que había algo más movién­dose en la sombra de los árboles.

Varios tragaron saliva.

Un instante después apareció: un perro negro, peludo y gigante que caminaba con sigilo por el césped. 

¡No me jodas! —exclamó Seamus.

—¡Seamus! —le regañó la profesora McGonagall.

—Perdón.

Crookshanks corría a su lado. Harry observó con atención. ¿Qué significa­ba aquello? Si Crookshanks también veía al perro, ¿cómo po­día ser un augurio de la muerte de Harry?

—Buen razonamiento —le dijo Lupin.

—¡Ron! —susurró Harry—. ¡Ron, despierta!

—¿Mmm?

—¡Necesito que me digas si puedes ver una cosa!

—Está todo muy oscuro, Harry —dijo Ron con esfuer­zo—. ¿A qué te refieres?

—Ahí abajo...

Harry volvió a mirar por la ventana.

Crookshanks y el perro habían desaparecido. Harry se subió al alféizar para ver si estaban debajo, junto al muro del castillo. Pero no estaban allí. ¿Dónde se habrían metido?

Un fuerte ronquido le indicó que Ron había vuelto a dor­mirse.

Los Weasley negaron con la cabeza, Ron siempre siendo tan... Ron.

Harry y el resto del equipo de Gryffindor fueron recibidos con una ovación al entrar por la mañana en el Gran Come­dor. Harry no pudo dejar de sonreír cuando vio que los de las mesas de Ravenclaw y Hufflepuff también les aplaudían. Los de Slytherin les silbaron al pasar. Malfoy estaba incluso más pálido de lo habitual.

Wood se pasó el desayuno animando a sus jugadores a que comieran, pero él no probó nada.

Oliver se sintió algo idiota por eso.

Luego les metió prisa para ir al campo antes de que los demás terminaran. Así po­drían hacerse una idea de las condiciones. Cuando salieron del Gran Comedor; volvieron a oír aplausos.

—¡Buena suerte, Harry! —le gritó Cho Chang. Harry se puso colorado.

—Irritante —murmuraron Hermione y Ginny al mismo tiempo.

—¿Por que? —preguntó Luna—. A mi me parece una linda reacción.

—¿Verdad? —preguntó Cho sonriendo.

Harry alzó la cabeza sorprendido, ¿Cho le consideraba lindo? Espera, espera, espera, ¿era lindo algo bueno para un chico en primer lugar? Hum... ¿Que sería bueno entonces? ¿Verse como un machote? ¿Debería vestir con chalecos de cuero y tatuarse colacuernos húngaros entonces?

—Muy bien..., el viento es insignificante. El sol pega algo fuerte y puede perjudicarnos la visión. Tened cuidado. El suelo está duro, nos permitirá un rápido despegue.

Wood recorrió el terreno de juego, mirando a su alre­dedor y con el equipo detrás. Vieron abrirse las puertas del castillo a lo lejos y al resto del colegio aproximándose al campo.

—¡A los vestuarios! —dijo Wood escuetamente. Nadie habló mientras se cambiaban y se ponían la túnica escarla­ta. Harry se preguntó si se sentirían como él: como si hubiera desayunado algo vivo. Antes de que se dieran cuenta, Wood les dijo:

—¡Ha llegado el momento! ¡Adelante...!

Salieron al campo entre el rugido de la multitud. Tres cuartas partes de los espectadores llevaban escarapelas ro­jas, agitaban banderas rojas con el león de Gryffindor o enar­bolaban pancartas con consignas como «ÁNIMO, GRYFFIN­DOR» y «LA COPA PARA LOS LEONES». Detrás de la meta de Slytherin, sin embargo, unas doscientas personas llevaban el verde; la serpiente plateada de Slytherin brillaba en sus banderas. El profesor Snape se sentaba en la primera fila, de verde como todos los demás y con una sonrisa macabra.

—Borrale esa sonrisa de la cara —le animó James a su hijo con tal emoción que Harry no quiso recordarle que todo ya había pasado.

—¡Y aquí llegan los de Gryffindor! —comentó Lee Jordan, que hacía de comentarista, como de costumbre—. ¡Potter, Bell, Johnson, Spinnet, los hermanos Weasley y Wood! Ampliamente reconocido como el mejor equipo que ha visto Hogwarts desde hace años. —Los comentarios de Lee fueron ahogados por los abucheos de la casa de Slytherin—. ¡Y aho­ra entra en el terreno de juego el equipo de Slytherin, enca­bezado por su capitán Flint! Ha hecho algunos cambios en la alineación y parece inclinarse más por el tamaño que por la destreza. —Más abucheos de los hinchas de Slythe­rin. Harry, sin embargo, pensó que Lee tenía razón. Malfoy era el más pequeño del equipo de Slytherin. Los demás eran enormes.

—Bueno, también es que Malfoy es un enano —comentó Ron.

—¡Capitanes, daos la mano! —ordenó la señora Hooch.

Flint y Wood se aproximaron y se estrecharon la mano con mucha fuerza, como si intentaran quebrarle al otro los dedos.

—¡Montad en las escobas! —dijo la señora Hooch—. Tres... dos... uno...

El silbato quedó ahogado por el bramido de la multitud, al mismo tiempo que se levantaban en el aire catorce esco­bas. Harry sintió que el pelo se le disparaba hacia atrás. Con la emoción del vuelo se le pasaron los nervios. Miró a su alre­dedor. Malfoy estaba exactamente detrás. Harry se lanzó en busca de la snitch.

—Y Gryffindor tiene el quaffle. Alicia Spinnet, de Gryf­findor; con el quaffle, se dirige hacia la meta de Slytherin. Alicia va bien encaminada. Ah, no. Warrington intercepta el quaffle. Warrington, de Slytherin, rasgando el aire. ¡ZAS! Buen trabajo con la bludger por parte de George Weasley. Warrington deja caer el quaffle Lo coge Johnson. Gryffindor vuelve a tenerlo. Vamos, Angelina. Un bonito quiebro a Mon­tagne. ¡Agáchate, Angelina, eso es una bludger! ¡HA MARCADO! ¡DIEZ A CERO PARA GRYFFINDOR!

Angelina golpeó el aire con el puño, mientras sobrevola­ba el extremo del campo. El mar escarlata que se extendía debajo de ella vociferaba de entusiasmo.

—¡AY!

Angelina casi se cayó de la escoba cuando Marcus Flint chocó contra ella.

Abucheos cubrieron la sala.

—¡Perdón! —se disculpó Flint, mientras la multitud lo abucheaba—. ¡Perdona, no te vi!

—Ya, seguro —bufó Angelina.

Un momento después, Fred Weasley lanzó el bate hacia la nuca de Flint. La nariz de Flint dio en el palo de su propia escoba y comenzó a sangrar.

—¡Basta! —gritó la señora Hooch, metiéndose en medio a toda velocidad—. ¡Penalti para Gryffindor por un ataque no provocado sobre su cazadora! ¡Penalti para Slytherin por agresión deliberada contra su cazador!

—¡No diga tonterías, señora! —gritó Fred. Pero la seño­ra Hooch pitó y Alicia retrocedió para lanzar el penalti.

—¡Tu puedes Alicia! —dijeron muchos.

—¡Vamos, Alicia! —gritó Lee en medio del silencio que de repente se había hecho entre el público— SÍ, HA BATIDO AL GUARDAMETA! ¡VEINTE A CERO PARA GRYFFINDOR!

—¡Bien hecho! —le felicitó Fred con emoción.

Harry se dio la vuelta y vio que Flint, que seguía san­grando, volaba hacia delante para ejecutar el penalti. Wood estaba delante de la portería de Gryffindor; con las mandí­bulas apretadas.

—¡Wood es un soberbio guardameta! —dijo Lee Jordan a la multitud, mientras Flint aguardaba el silbato de la se­ñora Hooch—. ¡Soberbio! Será muy difícil parar este golpe, realmente muy difícil... ¡SÍ! ¡NO PUEDO CREERLO! ¡LO HA PARADO!

—¡Genial! —exclamaron muchos.

Aliviado, Harry se alejó como una bala, buscando la snitch, pero asegurándose al mismo tiempo de que no se per­día ni una palabra de lo que decía Lee. Era esencial mante­ner a Malfoy apartado de la snitch hasta que Gryffindor sa­cara a Slytherin más de cincuenta puntos.

Wood asintió varias veces.

—Gryffindor tiene el quaffle, no, lo tiene Slytherin. ¡No! ¡Gryffindor vuelve a tenerlo, y es Katie Bell, Katie Bell lleva el quaffle! Va rápida como un rayo... ¡ESO HA SIDO INTEN­CIONADO!

Montague, un cazador de Slytherin, había hecho un quie­bro delante de Katie y en vez de coger el quaffle, le había cogido a ella la cabeza. Katie dio una voltereta en el aire y consi­guió mantenerse en la escoba, pero dejó caer el quaffle.

El silbato de la señora Hooch volvió a sonar; mientras se dirigía a Montague gritándole. Un minuto después, Katie metía otro gol de penalti al guardameta de Slytherin.

—¡TREINTA A CERO! ¡CHÚPATE ÉSA, TRAMPOSO!

—¡Jordan, si no puedes comentar de manera neutral...!

—¡Lo cuento como es, profesora!

Muchos le dieron la razón.

Harry sintió un vuelco de emoción. Acababa de ver la snitch. Brillaba a los pies de uno de los postes de la meta de Gryffindor. Pero aún no debía cogerla. Y si Malfoy la veía...

Simulando una expresión de concentración repentina, dio la vuelta con la Saeta de Fuego y se dirigió a toda veloci­dad hacia el extremo de Slytherin. Funcionó. Malfoy fue tras él como un bólido, creyendo que Harry había visto la snitch en aquel punto.

—Bien pensado —le felicitó Oliver.

¡ZUUUM!

Una de las bludgers, desviada por Derrick, el gigantesco golpe ador de Slytherin, se aproximó y le pasó a Harry rozando el oído derecho. Al momento siguiente...

¡ZUUUM!

La segunda bludger le había arañado el codo. El otro golpeador; Bole, se aproximaba.

Harry vio fugazmente a Bole y a Derrick, que se acerca­ban muy aprisa con los bates en alto.

En el último segundo viró con la Saeta, y Bole y Derrick se dieron un batacazo.

Muchos felicitaron a Harry por la jugada mientras otros reian imaginandoselo.

—¡Ja,ja,ja! —rió Lee Jordan mientras los dos golpeado­res de Slytherin se separaban y alejaban, tambaleándose y agarrándose la cabeza—. Es una lástima, chicos. ¡Tendréis que espabilar mucho para vencer a una Saeta de Fuego! Y Gryffindor vuelve a tener el quaffle, porque Johnson lo ha recogido. Flint va a su lado. ¡Métele el dedo en el ojo, Angeli­na! ¡Era una broma, profesora, era una broma! ¡Oh, no! ¡Flint lleva el quaffle, va volando hacia la meta de Gryffindor! ¡Aho­ra, Wood, párala!

Pero Flint ya había marcado. Hubo un ovación en la par­te de Slytherin y Lee lanzó una expresión tan malsonante que la profesora McGonagall quiso quitarle el megáfono má­gico.

—¡Perdón, profesora, perdón! ¡No volverá a ocurrir! Veamos, Gryffindor va ganando por treinta a diez y ahora Gryffindor está en posesión del quaffle.

—Los comentarios de Jordan no serían tan geniales sin la profesora McGonagall riñendole —dijo Ron asintiendo con la cabeza.

—Estoy totalmente de acuerdo —le dijo el propio Lee Jordan.

Se estaba convirtiendo en el partido más sucio que Harry había jugado. Indignados porque Gryffindor se hubiera ade­lantado tan pronto en el marcador; los de Slytherin estaban recurriendo a cualquier medio para apoderarse del quaffle. Bole golpeó a Alicia con el bate y arguyó que la había confun­dido con una bludger. 

—¿No pueden, al menos, pensar buenas excusas? —bufó Lily molesta.

George Weasley, para vengarse, dio a Bole un codazo en la cara. La señora Hooch castigó a los dos equipos con sendos penaltis, y Wood logró evitar otro tanto espectacular; consiguiendo que la puntuación quedara en 40 a 10 a favor de Gryffindor.

—¡Bien! —dijo Sirius emocionado.

La snitch había vuelto a desaparecer. Malfoy seguía de cerca a Harry, mientras éste sobrevolaba el campo de juego buscándola. En cuanto Gryffindor le sacara a Slytherin cin­cuenta puntos...

Katie marcó: 50 a 10. Fred y George Weasley bajaron en picado para situarse a su lado, con los bates en alto por si a alguno de Slytherin se le ocurría tomar represalias. Bole y Derrick aprovecharon la ausencia de Fred y George para lanzar a Wood las dos bludgers. Le dieron en el estómago, primero una y después la otra. Wood dio una vuelta en el aire, sujetándose a la escoba, sin resuello.

La señora Hooch estaba fuera de sí.

—¡Sólo se puede atacar al guardameta cuando el quaffle está dentro del área! —gritó a Boyle y a Derrick—. ¡Penalti para Gryffindor!

Y Angelina marcó: 60 a 10. Momentos después, Fred Weas­ley lanzaba a Warrington una bludger, quitándole el quaffle de las manos. Alicia la cogió y volvió a marcar: 70 a 10.

—¡Vamos! —exclamaron Sirius y James tan emocionados como si estuvieran presenciando el propio partido.

La afición de Gryffindor estaba ronca de tanto gritar. Gryffindor sacaba sesenta puntos de ventaja. Y si Harry co­gía la snitch, la copa era suya. Harry notaba que cientos de ojos seguían sus movimientos mientras sobrevolaba el cam­po por encima del nivel de juego, con Malfoy siguiéndolo a toda velocidad.

Y entonces la vio: la snitch brillaba a siete metros por encima de él.

Todos se mantuvieron en silencio.

Harry aceleró con el viento rugiendo en sus orejas. Esti­ró la mano, pero de repente la Saeta de Fuego redujo la velo­cidad.

—¿Que? —preguntaron muchos aterrorizados.

Horrorizado, miró alrededor. Malfoy se había lanzado hacia delante, había cogido la cola de la Saeta y tiraba de ella.

—¡Serás...! —empezó Ginny sin llegar a decir nada.

—¡Serás...! 

Ambos se miraron y rieron por la casualidad totalmente inconscientes de como le molestaba eso a una joven de Ravenclaw.

Harry estaba lo bastante enfadado para golpear a Mal­foy, pero no lo podía alcanzar. Malfoy jadeaba por el esfuerzo de sujetar la Saeta de Fuego, pero tenía un brillo de malicia en los ojos. Había logrado lo que quería: la snitch había vuel­to a desaparecer.

—¿Como se puede ser tan sucio? —preguntó la profesora McGonagall molesta.

—¡Penalti! ¡Penalti a favor de Gryffindor! ¡Nunca he vis­to tácticas semejantes! —chilló la señora Hooch, saliendo disparada hacia el punto donde Malfoy volvía montar en su Nimbus 2.001.

~¡SO CERDO, SO TRAMPOSO! —gritaba Lee Jordan por el megáfono, alejándose de la profesora McGonagall—. ¡AS­QUEROSO HIJ. ..!

La profesora McGonagall ni siquiera se molestó en de­cirle que se callara. La verdad es que levantaba el puño en dirección a Malfoy. Se le había caído el sombrero y también ella gritaba furiosa.

—¡Esa es nuestra profesora! —aplaudieron los gemelos, siendo seguidos rápidamente por muchos otros estudiantes.

Alicia lanzó el penalti de Gryffindor; pero estaba tan en­fadada que lo envió fuera. El equipo de Gryffindor perdía concentración, y los de Slytherin, entusiasmados por la falta de Malfoy contra Harry, cada vez se atrevían a más.

—Slytherin en posesión del quaffle, Slytherin se dirige a la meta... Montague marca —gruñó Lee—: 70 a 20 a favor de Gryffindor...

Harry marcaba en ese momento a Malfoy desde tan cer­ca que sus rodillas chocaban. Harry no iba a dejar que Mal­foy se acercara a la snitch...

—¡Quítate de en medio, Potter! —gritó Malfoy con enojo, e intentó dar la vuelta, pero encontró a Harry bloqueándole el paso.

—Angelina Johnson coge el quaffle. ¡Vamos, Angelina! ¡VAMOS!

Harry miró a su alrededor. Excepto Malfoy, todos los ju­gadores de Slytherin, incluido el guardameta, habían salido disparados contra Angelina. Iban a bloquearla.

Harry dio la vuelta a la Saeta de Fuego, se agachó hasta quedar paralelo al palo de la escoba y se lanzó hacia delante. Como una bala, se dirigió en dirección a los de Slytherin.

—¡VOOOOOY!

Se dispersaron cuando la Saeta de Fuego se lanzó con­tra ellos como un torpedo. El camino de Angelina quedó des­pejado. 

—¡Perfecto Harry! —exclamó Sirius fuera de si—. Así se hace, joder.

—¡HA MARCADO!, ¡HA MARCADO! ¡Gryffindor en cabeza por 80 a 20!

Harry, que casi salió despedido hacia las gradas, frenó en el aire bruscamente, dio la vuelta y regresó veloz al centro del campo.

Y entonces vio algo como para pararle el corazón. Mal­foy bajaba a toda velocidad con una expresión de triunfo en la cara. Allí, a unos metros del suelo, había un resplandor dorado.

—No me jodas —dijo Sirius, que había perdido todo el color de su rostro.

Harry orientó hacia abajo el rumbo de su saeta, pero Malfoy le llevaba muchísima ventaja.

—¡Vamos!, ¡vamos!, ¡vamos! —dijo para espolear a la escoba. Ya reducía la distancia...

—Tu puedes Harry —le animaban muchos.

Harry se pegó al palo de la escoba cuando Bole le lanzó una bludger... estaba ya ante los tobillos de Malfoy... a su misma altura...

Harry se echó hacia delante, soltando las dos manos de la escoba. Desvió de un golpe el brazo de Malfoy y..

—¡SÍ!

—¡SÍ! —exclamaron muchos también.

—¡Sí, sí, sí, sí joder sí! —exclamaban Sirius y James, tan emocionados como los alumnos.

Recuperó la horizontal, con la mano en el aire, y el esta­dio se vino abajo. Harry sobrevoló a la multitud con un extraño zumbido en los oídos. La pequeña pelota dorada estaba fuertemente sujeta en su puño, batiendo las alas desespera­damente contra sus dedos.

Wood se acercó a él a toda velocidad, casi cegado por las lágrimas; cogió por el cuello a Harry y sollozó en su hombro irrefrenablemente. Harry sintió dos golpes en la espalda cuando Fred y George se acercaron. Luego oyó las voces de Angelina, Alicia y Katie:

—¡Hemos ganado la copa! ¡Hemos ganado la copa!

Atrapado en un abrazo colectivo, el equipo de Gryffindor bajó a tierra dando gritos con la voz quebrada.

Los grupos de hinchas del equipo escarlata saltaban ya las barreras y entraban en el terreno de juego. Multitud de manos palmeaban las espaldas de los jugadores. Harry esta­ba aturdido por el ruido y la multitud de cuerpos que lo apre­taban. La afición los subió en hombros a él y al resto del equipo. Cuando pudo ver algo, vio a Hagrid cubierto de esca­rapelas rojas:

—¡Los has vencido, Harry! ¡Los has vencido! ¡Cuando se lo cuente a Buckbeak...!

Allí estaba Percy, dando saltos como un loco, olvidado de su dignidad. La profesora McGonagall sollozaba incluso más sonoramente que Wood, y se secaba los ojos con una enorme bandera de Gryffindor. Y allí, abriéndose camino hacia Harry; se encontraban Ron y Hermione. No podían articular palabra. Se limitaron a sonreír mientras Harry era conduci­do a las gradas, donde Dumbledore esperaba de pie, con la enorme copa de quidditch.

Si hubiera habido un dementor por allí... Mientras Wood le pasaba la copa a Harry, sin dejar de sollozar; mientras la elevaba en el aire, Harry pensó que podía materializar al patronus más robusto del mundo.

Muchos sonrieron, y no hizo falta que la joven Ravenclaw lo indicara para que supieran que ese había sido el final del capitulo.


Y por fin acabamos con el capitulo de la final de quidditch. Son literalmente las 5:31 de la mañana en este momento y quiero irme a la cama. Espero que seáis lo suficientemente comprensivos como para dejarme hacerlo, lo suficientemente amables como para ayudarme a dormir cantándome una dulce nana y lo suficientemente Slytherins como para pintarme la cara mientras duermo.

Emm... ¿Que diga algo sobre el siguiente capitulo? Pues... Vereis... Eh...

Zzzzz.... Zzzzz.... Zzzzz...

Venga va, no tardaré tanto como he tardado con este. No me atrevo a jurarlo (que luego a saber) pero os doy mi palabra de caballero, por si os vale.

Bye!