miércoles, 19 de noviembre de 2014

Hola


He estado pensando y pensando en como decir esto, pero es que no encuentro manera para hacerlo, ¿Me creeríais si os dijera que mi madre me ha castigado sin escribir? No os preocupéis, es normal, es algo demasiado raro. He estado dándole vueltas y vueltas al asunto pero no he encontrado ninguna manera medianamente decente para decíroslo. Así que lo dejo así.

Entiendo que no vais a creerme, pero ya me he hecho a la idea, no os preocupéis. De hecho, paso de leer como empezáis a mandarme comentarios hirientes cuando yo no he hecho nada realmente. Voy a bloquear los comentarios.

Supongo que se nota que estoy algo borde ahora mismo, pero es normal, estoy entre dos espadas. Una me ataca por una razón y la otra por la opuesta, no puedo hacer nada.

No se si podré continuar el fic en algún momento. Sinceramente, me gustaría hacerlo, pero supongo que estaréis todos enfadados y pasareis de mi cuando pueda volver. En fin. Cuidaos mucho y ser felices.

PD: Si ha alguien le apetece coger mi fic y continuarlo tiene mi permiso, todos lo tenéis. Hacer lo que queráis.

sábado, 15 de noviembre de 2014

¿Por qué, Peter? II


¿Otra vez vosotros? ¿No habíais volado en pedazos? Aaah... Debió ser un sueño. (No os toméis demasiado en serio nada de lo que os diga, ya sabéis que se me va la olla...)

Cutre el título del capítulo de hoy ¿no? Pero es que era uno de mis sueños (de los que he sido consciente hoy) publicar un capitulo llamado igual que el anterior que sea la "Segunda parte".

¡Respuestas!

un anónimo sin más: ¿Yo he escrito eso? ¿Donde? xD Ya lo he corregido, gracias por avisar. Fallo tonto.

Nuria13C: :D (<--Esta ha sido mi mejor respuesta jamas escrita xD) 

Minara: Jo... :c Y yo que pensaba acostumbrarme a verte por aqui... xD

Lunaticaobsesionada: ¡Hola! ¿Te gustó el capitulo de ayer? Me alegro. El de hoy es basura. ¡Saludos!
PD: Yo también quiero un hermano como yo, soy lo más.
PD2: ¿Cuerpo atletico? ¿Yo? Quien sabe...

Airam: Ya había pensado traer a los padres de Hermione pero es mucha lata para algo totalmente irrelevante. Claro que a los padres de Hermione les gustaría saber que tal le va a su hija, que hace, quien es ese pícaro pelirrojo que osa besarla en plena guerra... Pero habría que explicarles muchas cosas, es un mundo nuevo para ellos. Y realmente no aportarían nada a la historia, por lo que serían demasiadas explicaciones tontas que todos conocemos para no conseguir (apenas) nada. Lo siento si te hacia ilusión.

sergio andrés gonzalez: Tal vez escriba algo en algún momento, pero aún es pronto. De momento no tengo nada pensado. Gracias por tu ofrecimiento.

Athena-Black: Pues como <Abrazarme> es una acción física y <Odiarme> una acción mental, puedes realizar ambas al mismo tiempo. Abrázame mientras me odias.

Demethor-Potter: Está bien. Puedes avisarme. Le echaré un ojo.

LarousseLucy: Que vengativa xD ¿Es de humanos imaginarse la muerte de otras personas? Ya decía yo que no me sentía demasiado humano. Es que yo suelo imaginarme cosas como lluvias de gatitos, fuentes de batido ilimitadas, y esas chorradas mías :p
PD: ¿Con "respuestas cortas ameritan reviews cortos" quieres decirme que la extensión de tus reviews van acorde a la extensión de mis respuestas?

Legolas Potter: En el capitulo dicen que James y Lily nombran a Sirius como guardián. Resulta que los James y Lily venidos de el pasado ya habían nombrado a Peter como guardián (y no a Sirius).

Laurie Angel: Pues vaya, lamento decepcionarte... Este capitulo es ******* **** *******.

Alma: ¿Porque siempre te dejo para el final? Como sea. Entiendo lo que dices de las notitas, pero piénsalo, Remus estaba entre Sirius y James, ¿De verdad iba a pasarle las notas de uno al otro cuando lo que quería era que pararan? Aún así ha habido ciertos momentos en los que Remus cuenta que ha visto las notas volando, es decir, esas el no las ha leído. Pero luego hay tantas y para tantas personas que, como es normal, el/la escritor/a se ha hecho un lió. Y sí, he leído la segunda parte, y sí, me puse a buscar una tercera. Lastima que no haya.
Ya que estamos voy a contarte mis experiencias con las "Muglelimpiadas".
Empezamos bien... Lee el titulo de nuevo: "Muglelimpiadas". ¿Notas algo? Seguro que sí. Muggle lleva dos "g"s. Dejemos eso de lado, cualquiera se come una letra. Porque espero que sea eso y no que alguien que se propone escribir un fic de Harry Potter no haya leído suficientes veces esa palabra como para saber como se escribe. No suelo criticar faltas de ortografía comunes, pero me molestan ese tipo de faltas. 
Comencemos: "Cuando el sexto curso de Hogwards comenzo, las densas nubes[...]". Fuuu. Aquí hay para rato. Como he dicho, yo mismo cometo faltas ortográficas a menudo, por lo que ignoraré el acento que falta en "comenzó". "Hogwards". "Hogwards". No es por ofender a nadie pero, ¿Puedes realmente considerarte fan de Harry Potter cuando no sabes como se escribe Hogwarts? Como sea, eso no es lo que más me molesta de todo esto. Cuando el sexto curso de Hogwards comenzo". "Cuando el sexto curso de Hogwards". "sexto curso de Hogwards". ¿Sexto curso de Hogwarts? ¿En serio? A ver, lo entiendo. Se refiere al sexto curso de Harry, Hermione y Malfoy... Hay mucha más gente en la escuela que no están en sexo curso... No tiene sentido. Si alguien que no conoce Harry Potter leyera eso pensaría que "Hogwards" es un estudiante que va a cursar su sexto curso. Si lo leyera alguien que sabe lo que es Hogwarts interpretaría que es el sexto año de servicio de la escuela. Viendo el titulo y como empieza la cosa no me tienta demasiado, a decir verdad, ¿Realmente merece la pena? Porque por unas tontas faltas no quiero perderme una increíble historia, por eso te pregunto.
Dios, cuanto he escrito.
PD: Nada de lo escrito busca ofender a nadie.
PD2: ¿Que por que no? xD Because gitchee gitchee goo means that i love you. 


Si os soy sincero el capitulo de hoy a sido increíblemente difícil de escribir por esta serie de razones:

1.- Es un capitulo complicado, yo mismo tenía expectativas para el y no he sabido cumplirlas. Ha sido un desastre.

2.- Había escrito este capitulo directamente aquí, en Blogger, y por alguna extraña razón, no se guardó todo, solo el principio (no voy a volver a escribir aquí, lo escribo en Word y luego lo paso, como he hecho siempre). Con la idea todavía fresca en la mente decidí, intentando no cabrearme demasiado, volver a escribir el capítulo. No quedó ni parecido. Lo borré entero, insatisfecho con lo que había escrito. Después de varios intentos y muchas (muchísimas) correcciones acabé quedándome con menos de lo que tenía al principio. Algo más de 1.500 palabras... En fin, un asco.

Es por eso que pido perdón, he cagado un momento importante. Y, a pesar de que lo he intentado, no me ha salido nada mejor. Aparte de eso a quedado cortísimo, y, aunque me gustaría poner el siguiente capitulo de la lectura en este capitulo (ya que es tan corto), no puedo, no me da tiempo.


Todos los personajes pertenecen a J.K.Rowling.

¿Por qué, Peter? II

—Supongo que tenemos que hablar, ¿No?

James tragó saliva. Sabía que Remus tenía razón, que tenían que hablar, pero no sabía cómo hacerlo. No era un tema fácil de tratar.

Remus suspiró y se acarició la frente, nervioso y tenso. Sabía que tratar este tema le tocaba a él ya que Lily, James y Sirius no iban a ser capaces de hacerlo.

—Supongo que ya tenéis una idea de lo que ocurrió... O de lo que os va a ocurrir... O... Bueno, supongo que me entendéis —dijo cada vez más nervioso.

Lily asintió en silencio, todavía abrazada a su marido. James, con la vista fija en la pared, dejó salir lo que pensaba:

—Nombramos a Peter guardián de los secretos, él nos traiciona y le revela nuestra ubicación a Voldemort. Luego Voldemort nos asesina, Harry sobrevive. Sirius (quien es el único superviviente que sabe que Peter era el verdadero guardián de los secretos) persigue a Peter y... —James miró a Sirius, ¿Habría el matado a todos esos muggles? No podía ser, pero...

—Y Peter asesinó a todos esos muggles y fingió su propia muerte, ¿No? —dijo Lily algo dudosa.

Sirius asintió levemente. Sus manos temblaban, las tenía sujetadas entre ellas para intentar disimularlo pero era demasiado obvio. James suspiró enormemente aliviado y abrazó con más fuerza a su mujer.

—Si —dijo Remus—. Eso es más o menos todo.

Tragó saliva, no sabía bien como continuar.

—¡FUE MI CULPA! —estalló Sirius—. ¡FUE TODO MI JODIDA CULPA! ¡JODER!

James suspiró nuevamente, ya se esperaba algo así por parte de su amigo.

—No, Sirius tú no tienes la...

—¡SI QUE LA TENGO! ¡CLARO QUE LA TENGO! ¡Y NO ME VENGAS CON EL "Tu no nos vendiste a Voldemort, Sirius, tu eres buena gente. El mejor, de hecho. Tu nunca nos harías daño" ¡PORQUE NO, NO OS HE VENDIDO A VOLDEMORT, Y NO NUNCA OS HARÍA DAÑO, PERO AÚN ASÍ FUI YO EL QUE SUGIRIÓ USAR A PETER COMO GUARDIÁN! ¡FUI YO EL QUE OS CONDENÓ A MUERTE! ¡VUESTRA MENTE ES CULPA MÍA!

James volvió a suspirar y se puso  de pie.

—No, Sirius, no... ¡DÉJAME HABLAR, JODER! Lo estás mirando desde el lado equivocado, no es tan difícil de entender. Es como decir que mi muerte es culpa de mis padres por haberme tenido. Eso no es <Culpa> sino <Consecuencia>.

—¡ES LA JODIDA MISMA COSA!

—¡QUE NO, JODER!

—¡DEJAR DE DECIR JODER, JODER! —dijo Lily ya irritada, en este momento cualquier cosa la sacaba de sus casillas—. Mira, Sirius, a nosotros nos mató... O nos matará... ¡Da igual! Nuestro asesino es Voldemort, no tú. Y si alguien tiene la culpa aparte de él, ese es Peter, no tú. Tú intentabas ayudarnos, ¿No es cierto? Tu solo querías que sobreviviéramos, ¡Y habrías dado tu propia vida por ello, lo sé! Y nosotros no te culpamos, Sirius. Nosotros no te culpamos. Y si nosotros no te culpamos... ¿Porque culparte tú?

Sirius desvió la mirada de Lily y la dirigió al suelo, le costaba replicarle nada mirándole a los ojos. 

—Pero Lily... Si yo no hubiera dicho nada... Vosotros... Con Harry... —Y rompió a llorar—. ¡Lo siento! —gritó entre lágrimas—. ¡Lo siento tanto! ¡Cómo me gustaría poder intercambiar mi vida por la vuestra! Yo no tengo nada por lo que vivir, ¡A Harry! Pero Harry es vuestro hijo, y necesitaría estar con vosotros... No conmigo.

Lily le sonrió.

—Puede ser, no lo niego —admitió aun sonriendo—. Pero Harry te quiere, lo veo en sus ojos. Nos quiere a nosotros también, pero por el simple hecho de que somos sus padres, ¡No nos conoce! Y a ti si, eres lo más cercano a una familia que tiene, y te quiere. 

Sirius no pudo evitar sonreír también, aún con lágrimas en los ojos.

—Dime, Sirius —dijo Remus—, Siempre que Harry ha tenido algún tipo de problema, ¿A quién a acudido?

Sirius amplió su sonrisa mientras se limpiaba las lágrimas con el brazo.

—¡Exacto! —siguió Remus—. Harry te quiere, Sirius. Todos aquí te queremos. Y, ahora que han pasado un tiempo desde que descubrí la verdad sobre todo esto, me alegro de que no hayas sido tu el traidor, ¡En verdad que me alegro!

Lily se mordió el labio inferior, pensativa.

—¿Pero por qué? —preguntó—. Quiero decir, nosotros le queríamos, ¡Todos! Siempre le hemos tratado bien, le hemos apoyado, ¡Hemos sido como familia!

—Yo también lo he pensado durante mucho tiempo —comentó Remus—. Y puede que no sea la verdadera razón, pero yo creo que siempre ha tenido envidia de nosotros. Que aunque nosotros no lo veíamos así el siempre se ha visto como "el merodeador que sobra", "el merodeador que tiene el titulo solo por la amabilidad de los otros merodeadores" —hizo una pausa para mirar tristemente a los tres que le escuchaban—. El quería ser como nos otros, ¡Nos tenía envidia! Especialmente a ti, James. Atractivo, inteligente, atlético, divertido, social... ¡Y acabaste consiguiendo a Lily! Y todos sabemos que durante un tiempo Peter estuvo encaprichado con Lily también.

—¿Cómo? —preguntó Lily alzando una ceja.

—Bueno, he pensado sobre ello también y creo, repito, creo, que como Peter quería ser como James, intentó comprender que veía en ella y, bueno, eso le creo una extraña sensación. No creo que llegará a amor, pero si un capricho. Además de que era un reto personal, si conseguía que Lily se fijará en el y no en James estaría por encima de James en algo. Pero no lo consiguió.

—Wow Remus, piensas en todo —bromeó Sirius.

—También he pensado sobre eso y creo, repito, creo, que es correcto —le siguió la corriente Remus.

James cogió aire lentamente, sabía que no habían hablado todo lo que tenían que hablar, así como sabía también que esta noche iba a ser dura y larga, pero por ahora esto era suficiente.

—¿Volvemos? —preguntó.

—Volvamos —aceptó Remus con alivio.

.

El gran comedor había quedado en absoluto silencio desde que los Potter, Sirius y Remus salieron. Pasados varios minutos algunos pequeños grupos de personas comenzaron a hablar en susurros. Harry sentía su corazón agitarse con violencia, no sabía de qué hablaban, pero lo intuía. No era demasiado difícil, estarían acusando a Sirius y preguntandose porque nadie hacia nada contra él.

—¡ES INOCENTE! ¿VALE? —estalló entonces—. ¡EL NO HA HECHO NADA! ¡NADA! ¡CERRAR EL PICO!

Y el comedor volvió a quedarse completamente en silencio durante varios minutos. Harry se sentó aún irritado. Entonces sintió la mano de Ginny agarrar suavemente su brazo. Ninguno de los dos dijo nada, pero no hacía falta. Harry se sentía bien solo con ello.

—¡Ya estamos de vuelta! —dijo James fingiendo que todo estaba bien al entrar al Gran Comedor.

—¡Que empiece la fiesta! —dijo Sirius fingiendo también.

—Yo leeré —se ofreció James mientras caminaba hasta el libro. No quería pensar, y había llegado a la conclusión de que leyendo no iba a poder pensar en nada de eso—. La saeta de fuego. 



Y fin... En serio, lo siento. Ya he explicado antes porque. Confiemos en que no vuelva a pasar nada así. Que ascote, en serio...

Bueno, ya que estamos hablemos de algo:

¿Que opináis vosotros de la relaciones romanticas de hoy en día? Porque yo filipo (en serio, filipo, con todas las letras y de forma multicolor) con las relaciones de hoy en día. En serio, romanticismo cero. Solo les falta acercarse y decir "Oye, ¿Quieres compartir fluidos corporales conmigo?"...

Como sea.


He estado pensando (si, a veces me da por pensar y esas cosas (okno xD)) y he llegado a la conclusión de que voy a poner, de vez en cuando, letras de alguna canción al final de cada capitulo. Por que sí. Igual, por alguna casualidad, alguna vez reconocéis alguna. O tal vez a alguien le de por curiosear y la escuche. O tal vez paséis de ellas como de la mierda. No importa, yo soy feliz solo con ponerlas ;)

Come on, come on.
Come on, come on.
Come on, it's such a joy.
Come on, it's such a joy.
Come on, let's take it easy.
Come on, let's take it easy.
Take it easy.
Take it easy.
¡¡Everybody's got something to hide,
except for me and my monkey!!

(Pu pu puin pu pu puin... ¡Pu pu puin pu pu puin! xD)

martes, 11 de noviembre de 2014

¿Por qué, Peter? I


Hola!

Me he dado cuenta de que tengo mucho en común con James. Los dos tenemos el pelo alborotado, los dos nos lo revolvemos cuando estamos nerviosos o incómodos, los dos estamos perdidamente enamorados de Lily... Como sea.

En el capitulo de hoy no hay lectura, supongo que ya lo suponíais. La verdad es que este capitulo me ha quedado bastante raro, he mostrado algo del pasado de los merodeadores junto a Peter y, bueno, espero que no haya quedado demasiado mal. Me gusta escribir sobre ellos, lastima que haya tenido que escoger momentos en los que apareciera Peter...

¡Claro que no voy a actualizar por partes! ¿Cuando he dicho yo eso? ¿Es que Alma ha sido la única que lo ha entendido? Me refería a que, si a vosotros os molesta esperar tantos días, en vez de leerlo todo de golpe, leyerais un poco cada día xD

Y no, James no ha ido a matar a Peter. Lastima. Sería emocionante ver como alguien supuestamente muerto intenta matar a otra persona supuestamente muerta por haberle matado. 

En fin, se me va. Respondo y empezamos con el capitulo.

LaurieAngel: Me alegro de que te haya gustado y yo también os echaba de menos.
Claro que Hermione sabe que se darán cuenta con los siguientes libros de que no lo a quemado, pero a salvado la situación, ¿No? Ya se preocuparan por eso más adelante. Bueno, supongo que Hermione le estará dando vueltas a ello ahora mismo, fijo. Dejémoselo a ella.

Minara: Gracias por comentar! Me alegro de que te guste, y espero volver a ver tu nombre en los comentarios ;)

luis ignacio sanabria medina: Sí, eso también habría sido una idea interesante. Pero le faltan las acromántulas.

Lunatica-obsecionada: ¡Cuanto tiempo! ¿Rey del batido? ¡Suena realmente genial! Necesito ese titulo, pero tendré que esperar a tener mi propia fabrica de batidos. Cuando la tenga seré el jefe y todos tendrán que llamarme así. Lo veo. Será genial.

anonimus maximus: ¡Atentos todos! ¡Soy el elegido! ¡Abrir paso! ¡Inclinaos ante mi! Menos tu, tu puedes permanecer a mi lado como mi mano derecha, disfrútalo xD

SON: ¿No te fiabas de mi? :c Bueno, supongo que es natural, muchos han hecho lo mismo. Me alegra que te alegres, y mucho.

Anonimo: ¡Dime quien eres o no podré contestarte nunca! Tienes suerte de ser la unica que no ha dicho quien es xD Me ha emocionado tu emoción :p

slak: Wow, escribiendo desde un teclado virtual, gracias por la tomarte todas esas molestias. En serio.

£Ï£Ï GÂߥ: ¡Eres la única persona que me ha preguntado cuando pienso actualizar! La verdad es que le he estado dando muchas vueltas, ya que actualizar 2 veces a la semana teniendo en cuenta que las semanas tienen 7 no me cuadra de ninguna manera. Así que irá rotando. Al final de cada capitulo anunciaré para cuando el siguiente.

LarousseLucy: Espera, ¿Que tenías fantasías con mis posibles muertes? Me estas asustando... 
¡Lo siento! ¡Nadie puede matar a Peter en estos momentos!

Alma: ¡Lo siento! ¡Fuiste a la única a la que no respondí el otro día! ¡Tienes permiso para matarme o maltratarme de cualquier manera!
Lo de "Me comí a la cigueña" me hecho mucha gracia, pero me ha hecho todavía más gracia el hecho de que hayas pensado en quedarte embarazada para eso.
¡Has puesto una carita! ¡Ja! (No se porque digo "Ja", supongo que llevo todo este tiempo tomandome tu falta total de emoticonos como un desafío y por eso he puesto tantos, como sea).
Toco la batería ¬¬ Aunque golpearla sin sentido también es divertido. ¿Que tipo de música tocamos? A mi, sinceramente, descontando unos pocos géneros musicales, me gustan todos (y los que no me gustan, por lo general, no tienen instrumentos reales, así que no podría tocarlos). Tocamos un poco de todo Rock, Rock-pop, punk, metal... En fin.
Que mona tu hermana. Y que malvados tus padres. ¿Cuantos años tiene tu hermana? Porque, aun que no lo parezca, mi hermano tiene 15 y sigue diciendo mal "otorrinolaringólogo". Me encanta xD
Me ha tocado el corazón el que nombres mi fic xD ¡El de notepassing es genial! Aunque no tenga demasiado sentido el hecho de que todos puedan leer todas las notas, ¿Las escriben varias veces y se las mandan a todos?
PD: Yo también he pensado muchas veces que debería haber tirado hacia letras, y no solo por que mi profesora de lengua se haya pasado toda la eso diciéndomelo xD Me gustaría publicar un libro, tiene que ser algo genial. Y un disco de música. Y una película. Y un (bla, bla, bla).
PD2: Si, Dumbledore se pasó el quinto año de Harry ignorandole, pero tenía una razón para ello (por muy estúpida que fuese) y supongo que todos sufrimos con ello. Me recuerda a Harry evitando a Colin. Donde las dan las toman.
PD3: Y como no, vuelves a llevarte la respuesta más larga... ¡Y tres posdatas! Te quejaras xD
PD4: Acabo de ser consciente de que me dijiste "Gitchee Gitchee Goo"No deberías decir esas cosas a la ligera ;)

Todos los personajes pertenecen a J.K.Rowling.

¿Por qué, Peter? I

Todo le daba vueltas. Sentía nauseas, mareos y le dolían las piernas, pero seguía corriendo. Corría mecánicamente, sus pies le llevan automáticamente al lugar al que siempre iba en estas situaciones. La casa de los gritos. Sentía el frió que traía el viento atravesar su piel e integrarse en sus huesos, pero no le importaba. Sentía su cabeza arder y sus mandíbulas apretadas con tanta fuerza que le hacían daño, pero no le importaba. Nada de eso le importaba. Había algo mucho más importante en su cabeza.

Jadeando, se detuvo en la habitación de la casa de los gritos a la que siempre acudía cuando quería estar solo. Puso su mano derecha sobre la pared para conseguir mantener el equilibrio, todo a su alrededor giraba sin parar, y giraba a mucha velocidad, a demasiada velocidad. Estaba en el futuro. En un futuro en el que el y Lily estaban muertos. Su hijo había crecido solo. Su hijo había sido maltratado, la muerte había acariciado su rostro en más de una ocasión y el no había estado allí para poder evitarlo... ¿Y porque? Cerró los ojos con fuerza sintiendo la ira corroer su interior. Le dio una patada a la pared. Peter... El pequeño Peter... Vergonzoso, tímido, amable... Siempre intentando agradar a la gente, siempre preocupándose de no hacer daño a nadie... A James le temblaban los brazos. Peter... Uno de sus mejores amigos... Le había vendido... Le había condenado a muerte junto a Lily y a Harry... ¡Lily no existía en ese futuro por su culpa!

—Peter... Si te tuviera aquí en este momento... —entrecerró los ojos con ira imaginándose la situación...

Nada. Cerró los ojos con fuerza, culpándose por ser tan inútil. No era capaz de imaginarse haciéndole daño a Peter. A Colagusano. A ese imbécil que siempre te daba mil veces las gracias por cualquier tontería sin importancia que hacías por el. Que siempre metía la pata en las cosas más fáciles pero que siempre era capaz de sorprenderte con algunas cosas realmente complejas. Que siempre se disculpaba sin parar hasta que no pudieras evitar dejar de estar enfadado con el...

Peter...

—Peter...

¿Por qué?

—¿Por qué?

Eramos amigos...

—Eramos amigos...

—¡Te quería!

¿Te quería?

—¡Te quería, joder! ¡Eramos todos como hermanos! ¡Eramos una jodida familia!

¡Eramos los merodeadores!

—Habríamos muerto por ti.

¿Y tu que, Peter?

—Peter...

Peter...

—¿Por que?

James no pudo más. Se desplomó sobre el frió suelo y dejó salir todo. Gritó por los ojos, en forma de lagrimas. Lloró por la boca, en forma de chillidos de dolor. De el dolor que siente alguien al ser traicionado. Al saber que todo lo que le importa a sido destruido por alguien a quien quería. Al saber que el, Peter, Colagusano, un hermano más de su alegre y ficticia familia, le había apuñalado por la espalda. Le había vendido al mejor postor.

Y dolía. Mucho. Y lloraba. Mucho. Y gritaba. Mucho.

Sentía algo dentro de el desgarrándose, deslizándose junto a sus lagrimas cada vez que parpadeaba.

—Peter...

James estaba completamente tirado en el suelo, inmóvil. Pero todo su mundo giraba y giraba. Aumentaba la velocidad y James perdió totalmente la orientación. ¿Arriba? ¿Abajo? Y todo se volvió negro.

—¡Parad! —gritaba un niño bajito y rechoncho—. ¡No! ¡Basta! ¡Me hacéis daño! —aparentaba diez u once años. A su lado había tres alumnos con un uniforme escolar negro y verde, lanzandole diferentes hechizos por turnos entre risas.

—Oh, callate, cerdito —dijo uno de ellos haciendo que los otros dos rieran como bobos—. ¡Furunculus!

Un rayo de luz salió despedido desde su varita y golpeó de lleno al niño que gritaba. Su cara se llenó instantáneamente de gordos y asquerosos forúnculos, las risas de los otros dos aumentaron.

—¡Ahora me toca a mi! ¡Me toca a mi! —dijo uno de ellos emocionado.

—Me parece que no —dijo una nueva voz con aire superior—. Porque ahora nos toca a nosotros.

Los ojos del niño rechoncho se abrieron enormemente al escuchar eso, y se giró a ver de donde provenía la voz. Eran otros tres chicos con uniforme escolar, pero el de estos era negro y rojo. Había hablado el que estaba en el centro de los tres. Tenía un pelo muy desordenado, usaba gafas y tenía la cabeza levantada con arrogancia, demostrando la enorme cantidad de confianza que tenía en si mismo.

—¡Exacto! ¡Han llegado los merodeadores! —dijo el que estaba a su derecha. Era el más alto del grupo y tenía el pelo bastante más largo que los otros dos, y desordenado de manera salvaje. Demasiado salvaje para un niño de once años.

—¡Sirius! ¡Ya te he dicho muchas veces que dejes de decir "Merodeadores"! ¡Es ridículo! ¡Me avergüenzas! —refunfuñó el primero.

—Céntrate, James —dijo el último de ellos. Era muy flacucho y parecía algo enfermo, pero su mirada contenía tanta determinación como la de los otros dos.

—Tienes razón, Remus —dijo el primero.

—Siempre la tiene —rió el joven al que el primero había llamado Sirius.

—¡Centraos de una vez! —dijo el nombrado Remus sacando su varita—. Tenemos que...

Pero había llegado tarde, los otros dos ya se habían abalanzado sobre los tres abusones y habían comenzado a pelear a puño limpio.

—¿Sois magos o que? —bufó Remus negando con la cabeza pero con una pequeña sonrisa en su rostro—. ¡Petrificus totalus!

Varios golpes y hechizos después los tres abusones habían acabado derrotados. El niño de gafas sonrió con arrogancia.

—¿Estás bien? Esto...

—Se llama Peter, James, esta en nuestra habitación, ¿Como no te sabes todavía su nombre? —le dijo Remus.

—Bueno, solo llevamos dos días de clase, ¿no? —se excusó James.

Y así era, por mucho que esos tres parecieran conocerse de toda la vida solo llevaban día y medio juntos.

Remus volvió a replicarle algo a James y este le respondió pero el pequeño al que habían salvado no estaba escuchando nada, solo les miraba a los tres aun emocionado.

—Me habéis salvado —comentó entonces.

James le dedicó una sonrisa algo altanera.

—Por supuesto.

Los ojos del niño se llenaron de lagrimas.

—¡Gracias, gracias, gracias, gracias! ¡Muchísimas gracias! —soltó de repente—. ¡Es la tercera vez que me hacen esto! ¡Gracias! ¡Gracias!

Sirius le puso una mano en el hombro.

—Pues no te preocupes más. Si algún día vuelven a acercarse a ti solo tienes que decírnoslo, y nosotros, los merodeadores, nos encargaremos de que nunca más se atrevan a mirarte a la cara.

James bufó.

—¡Te he dicho que dejes lo de los merodeadores! ¡Es absurdo!

—¡Pero si se te ocurrió a ti! —replicó Sirius.

—Pero solo fue una sugerencia tonta... ¡Es un nombre terrible!

—A mi me gusta... —comentó tímidamente Peter.

—Vaya, el pequeñín tiene buen gusto —dijo Sirius sonriendo.

—¡Tenemos la misma edad! —dijo Peter subiendo un poco el tono de su voz.

—Eso ya esta mejor —dijo Sirius sonriendo—. Es que cuando hablas tan bajo no parece que tengamos la misma edad.

—El asunto es —empezó Remus, ya molesto con que sus amigos siempre acabaran desviándose del asunto—, que si tienes cualquier tipo de problema puedes contárnoslo a nosotros, y te ayudaremos.

—¡Somos los héroes de Hogwarts! —dijo James con entusiasmo.

—En fin, adiós Peter —se despidió Sirius, y los tres se dieron la vuelta para irse.

—Esperar —murmuró Peter. No le escucharon.

—¡Esperar! —gritó con todas sus fuerzas—. ¡Yo no quiero ser el débil al que los héroes ayudan! ¡Yo quiero ser fuerte! ¡Yo quiero ayudar! ¡Yo quiero ser un héroe!

Sirius y Remus miraron a James y vieron un extraño brillo en sus ojos, luego se miraron entre ellos y se encogieron de hombros. James siempre tenía una característica especial para encontrar a personas increíbles.

.

—¡Lo siento! ¡Lo siento! —decía una vocecita increíblemente aguda—. ¡No volveré a hacerlo! ¡Lo prometo! ¡Perdónadme!

—Ya te he dicho que no, Colagusano —dijo la bastante grave, en comparación, voz de Sirius Black—. Por culpa de que eres tan torpe hemos acabado castigados una semana entera.

—¡Una semana entera! —repitió James aun incapaz de creérselo.

—No seáis tan duros con el —dijo la afable voz de Remus—. El plan era un desastre, nos habrían pillado de todas maneras.

—¡Tu lo planeaste!

—Y por eso se mejor que nadie que era un desastre.

—¡Solo intentas proteger a Peter, no lo piensas de verdad! —resopló Sirius.

—Yo no necesito que nadie me proteja, ¡No soy débil! —dijo Peter picado.

—¡No! ¡Solo eres un inútil, patoso, cobarde que se aprovecha de nosotros! —exclamó Sirius.

Los fuertes pasos que dio Peter mientras salía corriendo de la habitación hicieron eco en la cabeza de los presentes durante varios minutos.

—Te has pasado, Sirius.

.

La profesora McGonagall entró en la sala común de Gryffindor minutos después. Sirius no pudo evitar bufar, estaba seguro de que Peter había ido a quejarse a McGonagall de que le había dicho algo feo.

—Chicos —empezó la profesora—. Siento haberos acusado de todo esto, no estáis castigados.

Las cejas de los tres merodeadores presentes se alzaron simultáneamente.

—¿Que? —preguntaron incrédulos.

—El joven Pettigrew ha venido a explicármelo todo. Me ha hecho comprender que era él el que quería hacer esa broma y que vosotros solo intentabais detenerle. Y si, no hace falta ser un genio para saber que solo querías detenerle por que ese plan era tan malo que estaba condenado al fracaso, pero aun así vosotros no tenéis nada que ver con esa travesura. Quedáis libres de tener que limpiar a mano la clase de pociones durante toda esta semana.

Y dicho esto la profesora se marchó.

Los tres merodeadores no sabían como reaccionar.

—Tu plan era un desastre, Lunático.

—Cállate —dijo Remus—. Tenéis que ir a disculparos con Peter.

.

—Gracias por ayudarme a limpiar esto —les dijo Peter realmente agradecido.

—Te lo debemos —aseguró Sirius.

—Eres una buena persona, Peter —dijo James sonriendo—. Es cierto que eres algo torpe, pero el titulo de merodeador te lo mereces.

—Gracias, James.

—¡Ya, deja de dar las gracias por todo! ¡Es molesto! —resopló Sirius—. ¡Si te mereces el titulo de merodeador te lo mereces y punto! ¡No tienes que darle las gracias a nadie! ¿Entiendes?

—Si, gracias Sirius.

Sirius soltó un chillido exasperado.

—¿Es que no me has oído?

James rió.

—Te esta vacilando, Canuto.

Sirius abrió los ojos sorprendido, y los fue cerrando a medida que comprendía la situación.

—Ya es todo un merodeador —dijo con orgullo.

.

—¡Hey Lily, atenta! —dijo James—. Tengo preparada una cita perfecta para ti y para mi mañana en Hogsmeade, quiero verte bien vestida y esperando en la sala común mañana tempranito.

—Ni hablar —negó instantaneamente una joven pelirroja—. Y no soy Lily, Potter.

—Pero lo serás, no te quepa duda —dijo James sonriendo—. Espera a que cumplamos el mínimo de edad permitido para casarnos.

—¡Eres un idiota! —dijo Lily lanzandole el libro que tenía en las manos.

—¿Está colorada o me lo parece a mi? —le preguntó Peter a James.

—Claro que está colorada, me ama —dijo James muy convencido mientras se acariciaba el lugar donde el libro le había golpeado—. Mañana tempranito, Lily, acuérdate.

—¡Que para ti no soy Lily, Potter! —exclamó Lily.

—Cada vez que lo dices suena mejor —dijo James guiñándole un ojo picaramente mientras subía con Peter a la sala común.

—¿Estás seguro de que esta bien seguir con esto? —le preguntó Peter no muy convencido—. Al fin y al cabo fuiste tu el que me dijo que si le pido salir a una chica y me dice que no solo puedo volver a intentarlo una vez más. 

—Dos "nos" son un "no, nunca" —dijo Sirius desde su cama—. Fue eso lo que dijiste, ¿No?

—Pero esto es diferente —aseguró James—. ¡Le gusto! ¡Lo se! Se como me mira, ¡Está enamorada de mi! ¡Locamente! Pero, por alguna razón que no conozco, no quiere reconocerlo...

—¿Tal vez porque eres un imbécil que ha salido con medio Hogwarts? —probó Remus sin levantar la vista del libro que estaba leyendo.

—¡Pero esto es diferente!

—Pues parece que ella no lo sabe —dijo Frank mientras caminaba hacia la puerta.

—¿Te vas? —le preguntó Sirius.

—He quedado con Alice —dijo con ojos de enamorado mientras salía de la habitación.

—Alice, Alice, Alice... —dijo Sirius negando con la cabeza—. Nos ha robado un posible merodeador, más le vale casarse con el y darnos un niño increíble.

—¿Porque siempre está aquí Frank? —preguntó Peter—. Es de otro curso...

—¡Estábamos hablando de mi y de Lily! ¿No? —resopló James molesto.

—James, si eres tu seguro que lo conseguirás —dijo Peter—. Al fin y al cabo no hay nadie más increíble que tu, ¿Cierto?

—¡Cierto! ¡Que listo eres, Colagusano!

—Cornamenta, el pequeño Colagusano te estaba vacilando... —le dijo Sirius con una risita.

—¿Que? ¡Pero si soy genial! —los tres rodaron los ojos—. ¡Lo soy! ¿O no?

—Si, si —dijeron los tres de manera desganada.

—Así me gusta —dijo sonriendo—. Y ahora a prepararme para mi cita con Lily.

—James.

—¿Que?

—Lily no va a ir.

.

—¡Hey, Snivellus! —dijo James sonriendo burlón—. ¿A donde vas con tanta prisa? Quédate a hablar un rato con nosotros.

—Déjame, Potter.

—Vaya, alguien no se a despertado de buen humor hoy —opinó Sirius.

—Cierra la boca.

—Ten un poco de respeto, Quejicus —dijo Peter intentando aparentar superioridad.

—Y tu búscate una vida, perdedor.

Sirius le gritó algo más a Snape antes de que este desapareciera de su vista pero James no lo escuchó, estaba preocupado por la cara que Peter había puesto al escuchar a Snape, ¿Que le pasaba?

—No le hagas caso, Peter, es idiota —dijo Sirius.

.

—¡Atentos, merodeadores! —exclamó James poniéndose de pie en su cama—. ¡Os presento la nueva versión del mapa del merodeador!

Peter, Sirius y Remus se acercaron a James y observaron el mapa con interés.

—No notó nada... —admitió Peter al cabo de un rato.

—Yo tampoco —dijo Sirius.

—¡Pero si se ve claramente! —se quejó James.

—Pues yo tampoco veo nada —aseguró Remus.

—¡Pero mirar aquí! Donde pone Lily, ¿No veis un corazoncito dibujado?

—¡Dios, James! ¿Desde cuando eres tan idiota? —preguntó Sirius sin poder creérselo.

—Desde que me contagiaste, imbécil —dijo James sacandole la lengua.

—Creo que Canuto tiene razón, Cornamenta, te estás pasando con lo de Lily... —opinó Peter.

—Dejadle en paz, chicos —dijo Remus.

—¡Oh! ¡Y aquí está de nuevo el defensor de los pobres! —bufó Sirius.

—Ya, fin, ¿Que os parece si vamos a llenar de ese moco verde que hizo Sirius el otro día la entrada de la sala común de Slytherin? —sugirió Peter.

—¡Buena idea, Peter, hagamoslo! —dijo Sirius emocionado.

—¿Podemos pasar cerca del gato de pelo azul del tercer piso? Lily esta cerca, así tal vez nos crucemos con ella...

.

—James.

—¿Que?

—¿Estás despierto?

—No, hablo en sueños.

—Ja, ja, ja, que gracioso.

—¿Que quieres, Peter?

—¿De verdad te gusta tanto Lily? ... ¿James? ¿Sigues despierto?

—Sí, creo que la amo.

—Y si... Y si por alguna casualidad de la vida... No se... A Lily le diese por salir con un amigo tuyo... ¿Dejarías de ser su amigo?

—¿A que viene esto, Peter? Me estas asustando.

—Nada, da igual. Buenas noches.

—Buenas noches.

.

—¿Que haces, Peter? ¡Transformate! ¡Ahora no es Remus, va a hacerte daño! —gritó Sirius.

—¡Sigue siendo Remus! —aseguró Peter.

—¡Eso no lo sabes!

—Pero algún día tendríamos que comprobarlo, ¿No?

—¿Y tu desde cuando eres tan valiente?

Sirius, Peter y James se acercaron al hombre-lobo en sus formas humanas. Este les gruñó, enseñando sus afilados dientes. Sirius y James se miraron y miraron a Peter, pero este tenía sus ojos fijos en Remus.

—Hey Remus, Lunático, amigo, somos nosotros, tus amigos, ¿Nos oyes? ¿Estas ahí?

El lobo no hizo nada que pudiese dar a entender que le había oído pero Peter siguió caminando.

—Estamos aquí, Remus, contigo. Todo esta bien.

Peter alzó su brazo y lo posó delicadamente sobre la cabeza del animal. Comenzó a acariciarla. El lobo comenzó a ronronear. Los tres sonrieron.

—Genial, Peter.

—¿Veis? ¡Es Remus!

Entonces el lobo saltó contra Peter, le mordió fuertemente en la oreja y le arrancó un enorme trozo de carne. Peter chilló de dolor.

—¡PETER!

Los tres se transformaron inmediatamente. El ciervo se lanzó contra el lobo e impidió que pudiera moverse. El perro mordió a la rata con delicadeza y se la llevó del lugar.

.

—Lo siento, Peter, lo siento —se disculpaba Remus una y otra vez, sintiéndose increíblemente culpable.

—No es tu culpa, Remus, fui yo el que decidió hacerlo —aseguró Peter—- Y no me arrepiento.

—Está hecho todo un merodeador —opinó James.

—Bueno, porque la señorita Pomfrey ha conseguido que me vuelva a salir lo que me faltaba de oreja, sino sí que me arrepentiría —dijo Peter divertido.

.

—¡Brindemos! —gritó James lleno de alegría—. ¡Por el día en el que Lily admitió sus sentimientos por mi!

—¡Salud! —exclamaron todos bebiendo todo el vaso de cerveza de mantequilla de un trago.

—Felicidades —le dijo Remus con una sonrisa.

—Por fin lo lograste, Cornamenta —dijo Sirius mientras se servía más cerveza de mantequilla en su vaso.

—Si, por fin —dijo Peter con una pequeña sonrisa que, por alguna razón, a James no le pareció genuina en absoluto.

.

—¿Que os casáis? ¡Felicidades! ¿Cuando es la boda? —Peter puso esa misma sonrisa que James creyó haber malinterpretado tiempo atrás.

.

Una lechuza llegó hasta un ya adulto James, este cogió la carta que traía con emoción.

—¡Es de Peter! —anunció en voz alta.

—¿Si? —la voz de Lily también parecía emocionada y se acercó a James corriendo—. ¿Que dice?

James la abrió y ambos leyeron en silencio.

"Hola, chicos, ¡Cuanto tiempo!
Yo también os hecho de menos, y me gustaría que nos viéramos pronto, pero en esos momentos estoy bastante ocupado, ya encontraremos un momento.
¡¿Que Lily está embarazada?! En serio, he saltado de la emoción cuando he leído eso. Lo prometo.
Bueno, se que no nos veremos en un tiempo, así que me gustaría que siguiéramos en contacto, y que me vayáis informando como le va al nuevo Potter ;)"

.

—¡Cariño, otra carta de Peter! —gritó Lily.

—Ya voy —exclamó James y, antes de acabar de pronunciarlo, ya le había quitado a Lily la carta de las manos.

"¡¿Ya ha nacido?! ¡Genial! Entonces se llama Harry Potter, ¿No? Tiene el nombre de alguien que conseguirá muchas cosas, aunque no me extraña sabiendo quienes son sus padres. Espero poder veros pronto, no vaya a ser que, por alguna casualidad, muráis antes de que os vea. Ja ja. Adios."

—Este Peter... Nunca a tenido sentido del humor —dijo James con una sonrisa negando con la cabeza.

—¿Vamos a ver a Harry? 

—Vamos.

.

James se encontraba en un lugar vació, oscuro, junto a Peter.

—¡MUERTO! ¡MUERTO! —gritaba Peter—. ¡ESTAS MUERTO! ¡YO TE MATÉ! ¡Y TU MUJER TAMBIÉN ESTA MUERTA! ¡YO LA MATE! ¡YO OS HE MATADO A LOS DOS! ¡YO HE CONDENADO A TU HIJO! ¡YO! ¡A QUIEN TU CREÍAS TU AMIGO! ¿COMO TE SIENTES, JAMES? ¿YA NO TE SIENTES TAN GENIAL Y TAN SUBLIME, EH? ¿DUELE, VERDAD? QUE TE TRAICIONEN. DISFRUTA DE LO QUE TE QUEDA DE VIDA. QUE NO SERÁ MUCHO. YA ME ENCARGARÉ YO DE QUE TU HIJO SE JUNTE PRONTO A TI Y LA IMBÉCIL DE TU MUJER.

.

Los ojos de James se abrieron de golpe.

—¡NO! —gritó estúpidamente.

—¡James, estás bien! —exclamó Lily abalanzándose sobre el—. Estaba tan preocupada...

James observó su alrededor. Seguía en la casa de los gritos, pero ahora no estaba solo. Remus, Lily y Sirius también estaban allí.

Permaneció abrazado a Lily, en silencio, silencio que Remus cortó.

—Supongo que tenemos que hablar, ¿No?


Mira que soy malo... ¿No ha acabado el capitulo de la misma forma que el anterior? Acabo de darme cuenta.

¿Alguno de vosotros sabe lo que es un doble elefante telepata de guerra? ¿Y alguno de vosotros tiene uno? Porque estoy buscando comprar uno.

Hablando de comprar y vender, he conseguido un antiguo iMac g3 y estaba pensando en venderlo para comprarle un bajo mi hermano (quiere aprender a tocarlo todo, y me encanta xD Ademas de que podría usarlo yo también). Pensaba venderlo por menos de 50€ por eso de que, aunque funciona, es bien antiguo. He estado mirando en internet y la gente lo vende por 100€ 150€. Que locura. 

Me despido:

Te mataré con mis zapatos de claqué 
te asfixiaré con mi malla de ballet 
te ahorcaré con mi smoking 
y morirás mientras se ríe el disc-jockey 

Y bailaré sobre tu tumba

¡Lee el siguiente capítulo!
(El sabado)

viernes, 7 de noviembre de 2014

El mapa del merodeador


Yo!

¿Me echabais de menos?

¡Pues ahora acabareis echándome de más! Bueno, tal vez no, por eso de que soy genial y todo eso... xD En fin, aquí estoy, con energías renovadas, listo para haceros sufrir con 36 páginas de Word.

36 páginas de Word... ¿De verdad pensáis hacerme escribir capítulos de semejante cantidad cada dos días? ¿No os parece cruel? Dudo que pueda mantener el ritmo. Pero pensadlo, son 36 páginas, ¿Cuánto escribía antes? ¿La mitad? No me acuerdo, pero seguro que mucho menos. La actualización pasará a 2 por semana. Tal vez, y cuando digo tal vez estoy diciendo (prestad atención) que tal vez, en alguna ocasión y si tengo tiempo actualice tres por semana. No lo sé. Si os molesta tengo la solución, dividiros el capítulo. Son 36 páginas, leéis 10 un día, otras diez otro, y así hasta que salga el siguiente... Eso sí, esto es solo porque este tercer libro tiene capítulos de muchas páginas. Con el siguiente libro actualizaré más de seguido, que tiene menos.

Creo que eso es todo lo serio que tengo que comentar. ¿Hora de repuestas? Supongo que, como es natural, todos habréis olvidado ya que es lo que escribisteis, así que ir a revisarlo. Encontrareis allí las respuestas. (Os he respondido a todos e.e, y a algunos del capitulo anterior que no pude responder).

Al final estuve fuera más tiempo del planeado. ¡Lo he disfrutado! Pero echaba demasiado de menos vuestros comentarios... ahora mis desayunos son mucho más sosos, (Y no, no pienso echarles sal para que estén menos sosos).

Me gustaría decir que todo vuelve a ser como antes, pero desgraciadamente no es así. Se me ha olvidado como escribía antes xD Así que esta es una nueva versión de mi escritura. Ni mejor ni peor. Diferente. Aunque probablemente no lo notéis...

Todos los personajes y Harry Potter y el Prisionero de Azkaban son propiedad de J.K. Rowling

EL MAPA DEL MERODEADOR

—Yo leeré —dijo Susan Bones caminando hasta Ginny—. El mapa del merodeador.

Los tres merodeadores compartieron una mirada cómplice. Olvidando los años que habían pasado, olvidando que James moría y olvidando que Sirius había estado en Azkaban, olvidando que ya no eran esos revoltosos adolescentes que recorrían Hogwarts con una sonrisa maliciosa y los bolsillos llenos de bombas fétidas.

La señora Pomfrey insistió en que Harry se quedara en la enfermería el fin de semana. El muchacho no se quejó, pero no le permitió que tirara los restos de la Nimbus 2.000. Sa­bía que era una tontería y que la Nimbus no podía repararse, pero Harry no podía evitarlo. Era como perder a uno de sus mejores amigos.

Harry asintió, su Nimbus 2000 había sido y aún era algo muy importante para él.

Lo visitó gente sin parar; todos con la intención de infun­dirle ánimos. Hagrid le envió unas flores llenas de tijeretas y que parecían coles amarillas, y Ginny Weasley, sonrojada, apareció con una tarjeta de saludo que ella misma había he­cho y que cantaba con voz estridente salvo cuando se cerra­ba y se metía debajo del frutero.

Varios rieron mientras Ginny se ponía colorada y se giraba hacia Harry para disculparse por las molestias que le había causado la tarjeta, Harry, al mismo tiempo, se giró hacia Ginny para disculparse por haber metido la tarjeta debajo de un florero para que dejara de sonar.

El equipo de Gryffindor volvió a visitarlo el domingo por la mañana, esta vez con Wood, que aseguró a Harry con voz de ultratumba que no lo culpaba en absoluto. Ron y Hermio­ne no se iban hasta que llegaba la noche.

Harry les sonrió agradecido.

Pero nada de cuan­to dijera o hiciese nadie podía aliviar a Harry, porque los de­más sólo conocían la mitad de lo que le preocupaba.

No había dicho nada a nadie acerca del Grim, ni siquie­ra a Ron y a Hermione, porque sabía que Ron se asustaría y Hermione se burlaría.

Ron asintió demostrando comprensión y Hermione bufó.

—Vamos, no creo que fuera a burlarme, solo te haría ver que no tiene sentido preocuparse por eso.

Ron alzó una ceja.

—Hermione, a esa edad eras tremendamente repelente, ¿Sabes?

El hecho era, sin embargo, que el Grim se le había aparecido dos veces y en las dos ocasiones había habido accidentes casi fatales. La primera casi lo había atro­pellado el autobús noctámbulo. La segunda había caído de veinte metros de altura. ¿Iba a acosarlo el Grim hasta la muerte? ¿Iba a pasar él el resto de su vida esperando las apariciones del animal?

Muchos tragaron saliva, estremeciéndose.

Y luego estaban los dementores. Harry se sentía muy humillado cada vez que pensaba en ellos. Todo el mundo de­cía que los dementores eran espantosos, pero nadie se des­mayaba al verlos... Nadie más oía en su cabeza el eco de los gritos de sus padres antes de morir.

James cerró los ojos, recordando como Ginny había leído antes las últimas palabras de Lily antes de morir. A pesar de lo que le había prometido a los del futuro no iba a poder simplemente volver y dejar que todo pase. No tenía inconveniente con morir el pero no podía permitir que Lily pasase por eso, que Lily tuviera que decir esas palabras, que tuviera que suplicar de esa manera, que tuviese que morir. No podía permitirlo. Tenía que hacer algo.

Porque Harry sabía ya de quién era aquella voz que gritaba. En la enfermería, desvelado durante la noche, contem­plando las rayas que la luz de la luna dibujaba en el techo, oía sus palabras una y otra vez. Cuando se le acercaban los dementores, oía los últimos gritos de su madre, su afán por protegerlo de lord Voldemort, y las carcajadas de lord Volde­mort antes de matarla... Harry dormía irregularmente, su­mergiéndose en sueños plagados de manos corruptas y vis­cosas y de gritos de terror, y se despertaba sobresaltado para volver a oír los gritos de su madre.

El corazón de Harry latía con fuerza mientras miraba el suelo. Aún tenía esos sueños. Siempre lo pasaba mal pero en este instante, con sus padres a su lado, todo era mucho peor. Mucho más doloroso. Recordó el momento en el que entró a la habitación y se los encontró en pie, esperando por él. Recordó los desayunos de estos días, las conversaciones simples e insustanciales que habían tenido, y sonrió. Fue una sonrisa aterradoramente triste. Cada vez que recordaba algo positivo sobre sus padres una carcajada fría hacía eco por el fondo de su cabeza mientras se oían unos agudos chillidos de súplica. Un par de lágrimas descendieron por sus ojos. Entonces sintió algo cálido. Abrió los ojos y se encontró apretujado contra el cuerpo de su madre. Le estaba abrazando. Sintió también una mano apoyada en su hombro. La de su padre.

—Harry... —dijo este en voz baja y con un notable eje de tristeza y desesperación—. Lo siento. Soy padre desde hace muy poco y, sinceramente, no sé qué debo hacer en situaciones como esta. No sé qué debo decir, ni cómo debo actuar... Solo puedo decir una cosa, y ya sé que no le vas a ver demasiado valor pero es todo lo que puedo decir... —hizo una pausa para respirar profundamente—. Estamos contigo, hijo. Te apoyamos—hizo otra pausa—. Te queremos.

Los ojos de Harry se abrieron con fuerza y las lágrimas comenzaron a fluir con mayor rapidez.

—Te queremos, Harry —dijo también Lily.

Harry se abrazó a su madre con más fuerza.

—Yo también os quiero —intento articular entre lágrimas—. Mucho.

James no pudo evitarlo y se abrazó a ellos también. A las dos personas que más quería. A las dos personas que menos quería que sufrieran y que tanto estaban sufriendo. ¡Tenía que evitarlo! ¡No podía permitir todo esto! Apretó los ojos con fuerza, lleno de impotencia.

Sirius tuvo que armarse de fuerza para no acercarse a su ahijado, el sentía que debía estar ahí para él, pero pensaba que ese era uno de los pocos momentos que iba a tener Harry para compartir a solas con sus padres así que quiso dejarlo así.

Todo el mundo se mantuvo en absoluto silencio hasta que los Potter estuvieron listos para continuar con la lectura.

Fue un alivio regresar el lunes al bullicio del colegio, donde estaba obligado a pensar en otras cosas, aunque tuviera que soportar las burlas de Draco Malfoy.

Draco suspiró, ya harto de su yo pasado. Harto de lo imbécil e insensible que había sido todos estos años.

Malfoy no cabía en sí de gozo por la derrota de Gryffindor. Por fin se había quitado las vendas y lo había celebrado parodiando la caída de Harry. La mayor parte de la siguiente clase de Pociones la pasó Malfoy imitando por toda la mazmorra a los dementores.

Por favor, ¡Que alguien le lance algo a ese idiota! —bufó Sirius irritado.

Llegó un momento en que Ron no pudo soportarlo más y le arrojó un corazón de cocodrilo grande y viscoso.

Sirius y Ron se sonrieron.

Le dio en la cara y consiguió que Snape le quitara cincuenta puntos a Gryffindor.

¿Cincuenta? —preguntaron muchos molestos.

—Mereció la pena —aseguró el pelirrojo.

—Si Snape vuelve a dar la clase de Defensa Contra las Artes Oscuras, me pondré enfermo —explicó Ron, mientras se dirigían al aula de Lupin, tras el almuerzo

Un pergamino rojo apareció en lo alto del comedor y comenzó a reír sin ganas.

Dale tiempo, unos tres años, y entonces sí que disfrutaras mucho —dijo con cierta molestia una voz que a muchos se les hizo familiar y desapareció.

Muchos compartieron una mirada preocupada.

—. Mira a ver quién está, Hermione.

Hermione se asomó al aula.

—¡Estupendo!

El profesor Lupin había vuelto al aula. Ciertamente, tenía aspecto de convaleciente. Las togas de siempre le quedaban grandes y tenía ojeras. Sin embargo, sonrió a los alumnos mientras se sentaban, y ellos prorrumpieron inmediatamen­te en quejas sobre el comportamiento de Snape durante la enfermedad de Lupin.

—No es justo. Sólo estaba haciendo una sustitución ¿Por qué tenía que mandarnos trabajo?

—No sabemos nada sobre los hombres lobo...

—¡... dos pergaminos!

—¿Le dijisteis al profesor Snape que todavía no había­mos llegado ahí? —preguntó el profesor Lupin, frunciendo un poco el entrecejo.

Volvió a producirse un barullo.

—Si, pero dijo que íbamos muy atrasados...

—... no nos escuchó...

—¡... dos pergaminos!

El profesor Lupin sonrió ante la indignación que se di­bujaba en todas las caras.

—No os preocupéis. Hablaré con el profesor Snape. No tendréis que hacer el trabajo.

—Ese es nuestro Lunático —dijo Sirius palmeando fuertemente la espalda de Remus.

—¡Oh, no! —exclamó Hermione, decepcionada—. ¡Yo ya lo he terminado!

Algunos rieron brevemente.

Tuvieron una clase muy agradable. El profesor Lupin había llevado una caja de cristal que contenía un hinkypunk, una criatura pequeña de una sola pata que parecía hecha de humo, enclenque y aparentemente inofensiva.

—Atrae a los viajeros a las ciénagas —dijo el profesor Lupin mientras los alumnos tomaban apuntes—. ¿Veis el fa­rol que le cuelga de la mano? Le sale al paso, el viajero sigue la luz y entonces...

Sirius hizo un sonido aterrador mirando a los alumnos de primer año, que se encogieron en su asiento algo asustados.

El hinkypunk produjo un chirrido horrible contra el cristal.

Al sonar el timbre, todos, Harry entre ellos, recogieron sus cosas y se dirigieron a la puerta, pero...

—Espera un momento, Harry —le dijo Lupin—, me gus­taría hablar un momento contigo.

Harry volvió sobre sus pasos y vio al profesor cubrir la caja del hinkypunk.

—Me han contado lo del partido —dijo Lupin, volviendo a su mesa y metiendo los libros en su maletín—. Y lamento mucho lo de tu escoba. ¿Será posible arreglarla?

Harry suspiró levemente.

—No —contestó Harry—, el árbol la hizo trizas.

Lupin suspiró.

—Plantaron el sauce boxeador el mismo año que llegué a Hogwarts.

—Plantaron el sauce boxeador porque llegaste a Hogwarts —corrigió Snape en voz baja.

La gente jugaba a un juego que consistía en aproximarse lo suficiente para tocar el tronco. Un chico lla­mado Davey Gudgeon casi perdió un ojo y se nos prohibió acercarnos. Ninguna escoba habría salido airosa.

Lily fulminó a Sirius con la mirada.

—¿Qué? —preguntó este.

—¿No recuerdas porque casi perdió un ojo Gudgeon? —dijo la pelirroja con enfado.

—Lily, creo que ya te explique la situación  —replicó Sirius—. Si usé un conjuro para bajarle los pantalones fue porque pensé que tendría el autorreflejo de inclinarse para subírselos y así esquivaría la rama, ¡Yo intentaba salvarle! ¡Nunca pensé que fuera tan estúpido como para darse la vuelta para mirarme mal! Aunque bueno, si no se llega a dar la vuelta sí que habría perdido un ojo... Pensándolo así yo salvé su ojo, ¿Algo que decir ahora, señorita?

—Sí. Eres idiota, Sirius.

—¿Ha oído también lo de los dementores? —dijo Harry, haciendo un esfuerzo.

Lupin le dirigió una mirada rápida.

—Sí, lo oí. Creo que nadie ha visto nunca tan enfadado al profesor Dumbledore. Están cada vez más rabiosos porque Dumbledore se niega a dejarlos entrar en los terrenos del colegio... Fue la razón por la que te caíste, ¿no?

—Sí —respondió Harry. Dudó un momento y se le escapó la pregunta que le rondaba por la cabeza—. ¿Por qué? ¿Por qué me afectan de esta manera? ¿Acaso soy...?

—Por supuesto que no —dijeron Lily y Hermione al mismo tiempo.

—No tiene nada que ver con la cobardía —dijo el profesor Lupin tajantemente, como si le hubiera leído el pensamiento—. Los dementores te afectan más que a los demás porque en tu pasado hay cosas horribles que los demás no tienen.

Muchos tragaron saliva, incomodos.

—Un rayo de sol invernal cruzó el aula, iluminando el cabello gris de Lupin y las líneas de su joven rostro—. Los dementores están entre las criaturas más nauseabundas del mundo. Infestan los lugares más oscuros y más sucios. Disfrutan con la desesperación y la destrucción ajenas, se llevan la paz, la esperanza y la alegría de cuanto les rodea. Incluso los muggles perciben su presencia, aunque no pueden verlos. Si alguien se acerca mucho a un dementor; éste le quitará hasta el último sentimiento positivo y hasta el último recuerdo dichoso. Si puede, el dementor se alimentará de él hasta convertirlo en su semejante: en un ser desalmado y maligno. Le dejará sin otra cosa que las peores experiencias de su vida. Y el peor de tus recuerdos, Harry, es tan horrible que derribaría a cualquiera de su escoba. No tienes de qué avergonzarte.

—Cuando hay alguno cerca de mí... —Harry miró la mesa de Lupin, con los músculos del cuello tensos— oigo el momento en que Voldemort mató a mi madre.

La mandíbula de James temblaba con violencia y su mirada dejaba claro el odio que sentía por Voldemort. ¿Cómo había podido permitir que alguien dañara a Lily? ¿Cómo había podido permitir que Harry creciera sin padres? Sentía unas enormes ganas de desahogarse, de gritar, de golpear algo y de hechizar a Snape.

Lupin hizo con el brazo un movimiento repentino, como si fuera a coger a Harry por el hombro, pero lo pensó mejor. Hubo un momento de silencio y luego...

—¿Por qué acudieron al partido? —preguntó Harry con tristeza.

—Están hambrientos —explicó Lupin tranquilamente, cerrando el maletín, que dio un chasquido—. Dumbledore no los deja entrar en el colegio, de forma que su suministro de presas humanas se ha agotado... Supongo que no pudieron resistirse a la gran multitud que había en el estadio. Toda aquella emoción... El ambiente caldeado... Para ellos, tenía que ser como un banquete.

—Azkaban debe de ser horrible —masculló Harry

James miró de reojo a Sirius. Se había enterado de que había pasado trece años en Azkaban y, por supuesto, estaba preocupado.

Lupin asintió con melancolía.

—La fortaleza está en una pequeña isla, perdida en el mar. Pero no hacen falta muros ni agua para tener a los pre­sos encerrados, porque todos están atrapados dentro de su propia cabeza, incapaces de tener un pensamiento alegre. La mayoría enloquece al cabo de unas semanas.

—Pero Sirius Black escapó —dijo Harry despacio—. Escapó...

El maletín de Lupin cayó de la mesa. Tuvo que inclinarse para recogerlo:

—Sí —dijo incorporándose—. Black debe de haber des­cubierto la manera de hacerles frente. Yo no lo habría creí­do posible... En teoría, los dementores quitan al brujo todos sus poderes si están con él el tiempo suficiente.

Sirius se mordió ligeramente el labio, le dolía cada vez que Remus le llamaba Black.

—Usted ahuyentó en el tren a aquel dementor —dijo Harry de repente.

—Hay algunas defensas que uno puede utilizar —expli­có Lupin—. Pero en el tren sólo había un dementor. Cuantos más hay, más difícil resulta defenderse.

—¿Qué defensas? —preguntó Harry inmediatamente—. ¿Puede enseñarme?

James sonrió, satisfecho con el comportamiento de Harry, aunque estuviese claro que un niño de trece años no fuese a ser capaz de aprender a usar el encantamiento patronus.

—No soy ningún experto en la lucha contra los demen­tores, Harry. Más bien lo contrario...

Tonks suspiró suavemente y apretó la mano de Remus con cariño. Remus era increíblemente bueno realizando conjuros de todo tipo y si no era un experto usando el patronus no era por falta de habilidad. Desgraciadamente no era por eso. Era por falta de pensamientos felices. Tonks tomó una decisión. Ella se encargaría de que Remus pudiera realizar el encantamiento patronus con facilidad.

—Pero si los dementores acuden a otro partido de quid­ditch, tengo que tener algún arma contra ellos.

Lupin vio a Harry tan decidido que dudó un momento y luego dijo:

—Bueno, de acuerdo. Intentaré ayudarte. Pero me temo que no podrá ser hasta el próximo trimestre. Tengo mu­cho que hacer antes de las vacaciones. Elegí un momento muy inoportuno para caer enfermo.

Lily frunció el ceño.

—¿Remus? ¿En serio estabas pensando en enseñar a un niño de trece años el encantamiento patronus? —preguntó entre extrañada y sorprendida.

—Hey Lily, él no es un niño de trece años, ¡Es Harry Potter! —dijo Remus con una sonrisa.

Lily iba a replicar algo pero acabó sonriendo ella también.

Con la promesa de que Lupin le daría clases antidemento­res, la esperanza de que tal vez no tuviera que volver a oír la muerte de su madre, y la derrota que Ravenclaw infligió a Hufflepuff en el partido de quidditch de finales de noviem­bre, el estado de ánimo de Harry mejoró mucho. Gryffindor no había perdido todas las posibilidades de ganar la copa, aunque tampoco podían permitirse otra derrota. Wood recu­peró su energía obsesiva y entrenó al equipo con la dureza de costumbre bajo la fría llovizna que persistió durante todo el mes de diciembre. Harry no vio la menor señal de los dementores dentro del recinto del colegio. La ira de Dumbledo­re parecía mantenerlos en sus puestos, en las entradas.

Dos semanas antes de que terminara el trimestre, el cielo se aclaró de repente, volviéndose de un deslumbrante blanco opalino, y los terrenos embarrados aparecieron una mañana cubiertos de escarcha. Dentro del castillo había am­biente navideño. El profesor Flitwick, que daba Encanta­mientos, ya había decorado su aula con luces brillantes que resultaron ser hadas de verdad, que revoloteaban.

Los ojos de los alumnos de primer y segundo año brillaron mientras se preguntaban si Filtwick iba a traer hadas ese año por navidades.

Los alum­nos comentaban entusiasmados sus planes para las vaca­ciones. Ron y Hermione habían decidido quedarse en Hog­warts, y aunque Ron dijo que era porque no podía aguantar a Percy durante dos semanas, y Hermione alegó que necesi­taba utilizar la biblioteca, no consiguieron engañar a Harry: se quedaban para hacerle compañía y él se sintió muy agra­decido.

James y Lily miraron a Ron y a Hermione sonriendo, verdaderamente encantados con los amigos que había hecho su hijo.

Para satisfacción de todos menos de Harry, estaba programada otra salida a Hogsmeade para el último fin de se­mana del trimestre.

—¡Podemos hacer allí todas las compras de Navidad! —dijo Hermione—. ¡A mis padres les encantaría el hilo dental mentolado de Honeydukes!

Resignado a ser el único de tercero que no iría, Harry le pidió prestado a Wood su ejemplar de El mundo de la escoba, y decidió pasar el día informándose sobre los diferentes modelos. En los entrenamientos había montado en una de las escobas del colegio, una antigua Estrella Fugaz muy lenta que volaba a trompicones; estaba claro que necesitaba una escoba propia.

James asintió, su hijo no podía jugar partidos con una de las escobas del colegio.

La mañana del sábado de la excursión, se despidió de Ron y de Hermione, envueltos en capas y bufandas, y subió solo la escalera de mármol que conducía a la torre de Gryffindor. Habla empezado a nevar y el castillo estaba muy tranquilo y silencioso.

—¡Pss, Harry!

Fred y George se miraron sonriendo.

Se dio la vuelta a mitad del corredor del tercer piso y vio a Fred y a George que lo miraban desde detrás de la estatua de una bruja tuerta y jorobada.

—¿Qué hacéis? —preguntó Harry con curiosidad—. ¿Có­mo es que no estáis camino de Hogsmeade?

—Hemos venido a darte un poco de alegría antes de ir­nos —le dijo Fred guiñándole el ojo misteriosamente—. Entra aquí...

Harry les dio las gracias con la mirada, el mapa le había servido de mucho todos estos años y, seguramente, seguiría siéndole útil.

Le señaló con la cabeza un aula vacía que estaba a la iz­quierda de la estatua de la bruja. Harry entró detrás de Fred y George. George cerró la puerta sigilosamente y se volvió, mirando a Harry con una amplia sonrisa.

—Un regalo navideño por adelantado, Harry —dijo.

Fred sacó algo de debajo de la capa y lo puso en una mesa, haciendo con el brazo un ademán rimbombante. Era un pergamino grande, cuadrado, muy desgastado.

Muchos, la gran mayoría fruncieron el ceño extrañados, y lo fruncieron más todavía al ver las miradas que tenían James, Sirius y Lupin.

No tenía nada escrito. Harry, sospechando que fuera una de las bro­mas de Fred y George, lo miró con detenimiento.

—¿Qué es?

Eso era lo que se preguntaban todos.

—Esto, Harry, es el secreto de nuestro éxito —dijo Geor­ge, acariciando el pergamino.

—Nos cuesta desprendernos de él —dijo Fred—. Pero anoche llegamos a la conclusión de que tú lo necesitas más que nosotros.

—De todas formas, nos lo sabemos de memoria. Tuyo es. A nosotros ya no nos hace falta.

—¿Y para qué necesito un pergamino viejo? —preguntó Harry.

—¡Un pergamino viejo! —exclamó Sirius llevándose una mano al corazón y abriendo exageradamente los ojos en dirección a Harry.

—¡Un pergamino viejo! —exclamó Fred, cerrando los ojos y haciendo una mueca de dolor; como si Harry lo hubiera ofendido gravemente—. Explícaselo, George.

—Bueno, Harry.. cuando estábamos en primero.. y éra­mos jóvenes, despreocupados e inocentes... —Harry se rió. Dudaba que Fred y George hubieran sido inocentes alguna vez—.

Varios rieron también.

Bueno, más inocentes de lo que somos ahora... tuvi­mos un pequeño problema con Filch.

—Tiramos una bomba fétida en el pasillo y se molestó.

—Así que nos llevó a su despacho y empezó a amenazar­nos con el habitual...

—... castigo...

—... de descuartizamiento...

Molly frunció el ceño molesta. Estaba de acuerdo con que cuando sus hijos se comportaran mal les castigaran, pero nadie, excepto ella, podía amenazar a sus hijos con descuartizarles.

—... y fue inevitable que viéramos en uno de sus archi­vadores un cajón en que ponía «Confiscado y altamente peli­groso».

Ginny rodó los ojos sonriendo.

—No me digáis... —dijo Harry sonriendo.

—Bueno, ¿qué habrías hecho tú? —preguntó Fred— George se encargó de distraerlo lanzando otra bomba fétida, yo abrí a toda prisa el cajón y cogí... esto.

—No fue tan malo como parece —dijo George—. Cree­mos que Filch no sabía utilizarlo. Probablemente sospecha­ba lo que era, porque si no, no lo habría confiscado.

—¿Y sabéis utilizarlo?

—Si —dijo Fred, sonriendo con complicidad—. Esta pe­queña maravilla nos ha enseñado más que todos los profesores del colegio.

—¿Pero cómo conseguisteis aprender cómo funcionaba? —preguntó Remus con curiosidad.

Fred y George se encogieron de hombros.

—Fue bastante simple —dijo Fred—. Solo tuve que preguntarle a George, ¿Hey, George, si tu hubieras puesto una frase como requisito para desbloquear los secretos de este pergamino cual sería?

Los merodeadores les sonrieron satisfechos.

—Me estáis tomando el pelo —dijo Harry, mirando el pergamino.

—Ah, ¿sí? ¿Te estamos tomando el pelo? —dijo George.

Sacó la varita, tocó con ella el pergamino y pronunció:

—Juro solemnemente que mis intenciones no son buenas.

—Como no —resopló Lily mirando con desaprobación a los merodeadores, de la misma forma que Molly miraba a sus hijos.

E inmediatamente, a partir del punto en que había tocado la varita de George, empezaron a aparecer unas finas lí­neas de tinta, como filamentos de telaraña. Se unieron unas con otras, se cruzaron y se abrieron en abanico en cada una de las esquinas del pergamino. Luego empezaron a aparecer palabras en la parte superior. Palabras en caracteres gran­des, verdes y floreados que proclamaban:



Los señores Lunático, Colagusano, Canuto y Cornamenta

proveedores de artículos para magos traviesos

están orgullosos de presentar

EL MAPA DEL MERODEADOR



Todos en el comedor estaban completamente excitados por averiguar de qué servía ese tal “Mapa del merodeador”.

Era un mapa que mostraba cada detalle del castillo de Hogwarts y de sus terrenos.

—Wow —dijo Dean impresionado.

Pero lo más extraordinario eran las pequeñas motas de tinta que se movían por él, cada una etiquetada con un nombre escrito con letra diminuta. Estu­pefacto, Harry se inclinó sobre el mapa. Una mota de la esqui­na superior izquierda, etiquetada con el nombre del profesor Dumbledore, lo mostraba caminando por su estudio. La gata del portero, la Señora Norris, patrullaba por la segunda plan­ta, y Peeves se hallaba en aquel momento en la sala de los trofeos, dando tumbos.

Lily tenía los ojos muy abiertos.

—Eso es... Eso es... —empezó a murmurar.

—¿Increíble? —la ayudó Sirius.

—¿Impresionante? —probó James.

—¿Alucinante? —intentó también Tonks.

Pero la expresión de Lily delataba que ninguna de ellas se acercaba si quiera a lo que intentaba decir. Entonces se levantó de golpe.

—¡Entonces así era como eras capaz de saber siempre donde estaba! —dijo molesta.

—¿Es malo? —preguntó James inocentemente.

—¡Es enfermizo! ¡Es como el arma perfecta para un acosador! —exclamó la pelirroja.

—Pero sin el “como” —dijo Sirius sonriendo—. James fue un perfecto acosador con el arma perfecta para un acosador.

James le miró mal y luego se giró hacia Lily.

—Pero cariño...

—¡Ahora no pongas excusas, James! ¡Podías ver donde estaba en todo momento!

—Lily... —dijo Remus suspirando—. No lo hicimos para eso... Lo preparamos para apuntar todos nuestros conocimientos sobre el castillo y para poder preparar travesuras sin ser descubiertos.

—Y para que James pudiera dárselo a el hijo que iba a tener con Lily cuando este cumpliera once años —recordó Sirius con una sonrisa.

Lily alzó una ceja, sorprendida.

—Estás loco, James.

McGonagall ahora entendía muchas cosas que antes no tenían sentido.

—A pesar de que me molesta en gran medida un invento como ese, debo decir que es algo realmente increíble y que, sin duda, ni muchos magos expertos podrían haber creado un invento semejante. Estoy impresionada —los merodeadores sonrieron con satisfacción, pero McGonagall no había acabado—. Y ahora, señor Potter, ¿Haría el favor de entregarme ese mapa?

Los ojos de todos en el comedor se abrieron de golpe.

Harry, Ron y Hermione cruzaron una mirada. Harry estaba completamente en blanco y Ron no paraba de abrir y cerrar la boca como un estúpido.

—Profesora, ¿Cree que iba a permitirle a Harry tener un artículo semejante? El año pasado me encargué de quemarlo —aseguró Hermione.

Ron tuvo que usar toda su fuerza interior para no abalanzarse contra Hermione en ese mismo instante y comérsela a besos.

—¿Es eso cierto? —preguntó la profesora McGonagall.

Harry bufó fingiendo molestia.

—Tomaré eso como un sí.

Harry contempló al profesor Dumbledore, dudaba que él se hubiese creído la mentira de Hermione pero, aun así, Dumbledore no dijo nada.

Señorita Bones, puede continuar —dijo afablemente el director.

Y mientras los ojos de Harry reco­rrían los pasillos que conocía, se percató de otra cosa: aquel mapa mostraba una serie de pasadizos en los que él no había entrado nunca. Muchos parecían conducir...

Los merodeadores sonrieron.

—Exactamente a Hogsmeade —dijo Fred, recorriéndo­los con el dedo—. Hay siete en total. Ahora bien, Filch conoce estos cuatro. —Los señaló—. Pero nosotros estamos seguros de que nadie más conoce estos otros.

Filch sonrió, ahora iba a poder conocer todos los secretos del castillo.

¡FLASH!

Un enorme rayo cayó del techo del comedor y se estrelló contra el conserje, que desapareció en ese mismo instante.

Un pequeño pergamino descendió hasta las manos de Ron, que leyó con una sonrisa:

Me debéis una, inútiles.

Susan Bones parpadeó un par de veces, asimilando la situación, y continuó con la lectura. A nadie parecía importarle que Filch hubiese desaparecido.

Olvídate de éste de de­trás del espejo de la cuarta planta. Lo hemos utilizado hasta el invierno pasado, pero ahora está completamente bloquea­do. Y en cuanto a éste, no creemos que nadie lo haya utili­zado nunca, porque el sauce boxeador está plantado justo en la entrada.

Remus tragó saliva.

Pero éste de aquí lleva directamente al sótano de Honeydukes. Lo hemos atravesado montones de veces. Y la entrada está al lado mismo de esta aula, como quizás hayas notado, en la joroba de la bruja tuerta.

—Lunático, Colagusano, Canuto y Cornamenta —sus­piró George, señalando la cabecera del mapa—. Les debe­mos tanto...

—Ahora podéis devolvérnoslo —dijo Sirius sonriendo.

—Vamos Sirius, le han dado el mapa a Harry, es suficiente —dijo Remus suspirando.

—Solo iba a pedir que nos dejaran ver los artículos de broma esos que se pasan el verano haciendo... —dijo Sirius.

—Será un placer —dijeron los gemelos.

—Hombres nobles que trabajaron sin descanso para ayudar a una nueva generación de quebrantadores de la ley —dijo Fred solemnemente.

—Bien —añadió George—. No olvides borrarlo después de haberlo utilizado.

—De lo contrario, cualquiera podría leerlo —dijo Fred en tono de advertencia.

—No tienes más que tocarlo con la varita y decir: «¡Tra­vesura realizada!», y se quedará en blanco.

—En serio —dijo Sirius impresionado—. Tenéis que enseñarme como hacéis para dividiros así los diálogos.

—Así que, joven Harry —dijo Fred, imitando a Percy ad­mirablemente—, pórtate bien.

—Nos veremos en Honeydukes —le dijo George, gui­ñándole un ojo.

Salieron del aula sonriendo con satisfacción.

Harry se quedó allí, mirando el mapa milagroso. Vio que la mota de tinta que correspondía a la Señora Norris se vol­vía a la izquierda y se paraba a olfatear algo en el suelo. Si realmente Filch no lo conocía, él no tendría que pasar por el lado de los dementores. Pero incluso mientras permanecía allí, emocionado, recordó algo que en una ocasión había oído al señor Weasley: «No confíes en nada que piense si no ves dónde tiene el cerebro.»

Arthur sonrió, satisfecho con que Harry tuviera eso presente.

Aquel mapa parecía uno de aquellos peligrosos objetos mágicos contra los que el señor Weasley les advertía. «Artícu­los para magos traviesos...» Ahora bien, meditó Harry, él sólo quería utilizarlo para ir a Hogsmeade. No era lo mismo que robar o atacar a alguien... Y Fred y George lo habían utilizado durante años sin que ocurriera nada horrible.

Harry recorrió con el dedo el pasadizo secreto que llevaba a Honeydukes.

Entonces, muy rápidamente, como si obedeciera una or­den, enrolló el mapa, se lo escondió en la túnica y se fue a toda prisa hacia la puerta del aula. La abrió cinco centíme­tros. No había nadie allí fuera. Con mucho cuidado, salió del aula y se colocó detrás de la estatua de la bruja tuerta.

¿Qué tenía que hacer? Sacó de nuevo el mapa y vio con asombro que en él había aparecido una mota de tinta con el rótulo «Harry Potter». Esta mota se encontraba exactamen­te donde estaba el verdadero Harry, hacia la mitad del co­rredor de la tercera planta. Harry lo miró con atención. Su otro yo de tinta parecía golpear a la bruja con la varita.

Lily tuvo que reconocer que, por mucho que le molestara, era un invento increíble.

Rápidamente, Harry extrajo su varita y le dio a la estatua unos golpecitos. Nada ocurrió. Volvió a mirar el mapa. Al lado de la mota había un diminuto letrero, como un bocadillo de tebeo. Decía: «Dissendio.»

—¡Genial! —dijeron muchos impresionados con la capacidad del mapa.

Los merodeadores, el trío y los gemelos estaban bastante molestos con todo esto. Ahora todos iban a conocer muchos de los pasadizos de la escuela, y eso ni les agradaba ni les convenía.

—¡Dissendio! —susurró Harry, volviendo a golpear con la varita la estatua de la bruja.

Inmediatamente, la joroba de la estatua se abrió lo sufi­ciente para que pudiera pasar por ella una persona delgada. Harry miró a ambos lados del corredor, guardó el mapa, me­tió la cabeza por el agujero y se impulsó hacia delante. Se deslizó por un largo trecho de lo que parecía un tobogán de piedra y aterrizó en una tierra fría y húmeda. Se puso en pie, mirando a su alrededor. Estaba totalmente oscuro. Levantó la varita, murmuró ¡Lumos!, y vio que se encontraba en un pasadizo muy estrecho, bajo y cubierto de barro. Levantó el mapa, lo golpeó con la punta de la varita y dijo: «¡Travesura realizada!» El mapa se quedó inmediatamente en blanco. Lo dobló con cuidado, se lo guardó en la túnica, y con el corazón latiéndole con fuerza, sintiéndose al mismo tiempo emocio­nado y temeroso, se puso en camino.

Los merodeadores sonrieron, orgullosos del comportamiento de Harry.

El pasadizo se doblaba y retorcía, más parecido a la ma­driguera de un conejo gigante que a ninguna otra cosa. Harry corrió por él, con la varita por delante, tropezando de vez en cuando en el suelo irregular.

Tardó mucho, pero a Harry le animaba la idea de llegar a Honeydukes. Después de una hora más o menos, el camino comenzó a ascender. Jadeando, aceleró el paso. Tenía la cara caliente y los pies muy fríos.

Diez minutos después, llegó al pie de una escalera de piedra que se perdía en las alturas. Procurando no hacer rui­do, comenzó a subir. Cien escalones, doscientos... perdió la cuenta mientras subía mirándose los pies... Luego, de im­proviso, su cabeza dio en algo duro. Parecía una trampilla.

—Aún recuerdo como me choqué con ella la primera vez que fuimos —dijo Sirius acariciándose la cabeza.

—Ni que fuese la única vez que te chocaste con ella —dijo Remus divertido.

Aguzó el oído mientras se frotaba la cabeza. No oía nada. Muy despacio, levantó ligeramente la trampilla y miró por la rendija.

Se encontraba en un sótano lleno de cajas y cajones de madera. Salió y volvió a bajar la trampilla. Se disimulaba tan bien en el suelo cubierto de polvo que era imposible que nadie se diera cuenta de que estaba allí. Harry anduvo sigilo­samente hacia la escalera de madera. Ahora oía voces, ade­más del tañido de una campana y el chirriar de una puerta al abrirse y cerrarse.

Mientras se preguntaba qué haría, oyó abrirse otra puer­ta mucho más cerca de él. Alguien se dirigía hacia allí.

—Y coge otra caja de babosas de gelatina, querido. Casi se han acabado —dijo una voz femenina.

—¡Escóndete! —le urgieron muchos.

Un par de pies bajaba por la escalera. Harry se ocultó tras un cajón grande y aguardó a que pasaran.

—Bien hecho —dijo Sirius asintiendo con la cabeza.

Oyó que el hombre movía unas cajas y las ponía contra la pared de en­frente. Tal vez no se presentara otra oportunidad...

Muchos contuvieron la respiración.

Rápida y sigilosamente, salió del escondite y subió por la escalera. Al mirar hacia atrás vio un trasero gigantesco y una cabeza calva y brillante metida en una caja. Harry llegó a la puerta que estaba al final de la escalera, la atravesó y se encontró tras el mostrador de Honeydukes. Agachó la cabe­za, salió a gatas y se volvió a incorporar.
—¡Genial! —dijeron muchos emocionados.

Honeydukes estaba tan abarrotada de alumnos de Hog­warts que nadie se fijó en Harry.

Ron y Hermione comenzaron a reírse y varios les miraron extrañados.

—¿Nadie se fijó en Harry Potter? —preguntó Hermione.

—Eso es nuevo —dijo Ron sonriendo—. Felicidades amigo, lo has conseguido.

Snape frunció el ceño, él siempre se había imaginado a Harry pavoneándose delante de todos los alumnos de cómo, gracias a su genialidad, había conseguido ir a Hogsmeade sin permiso. Snape ya era consciente de lo mucho que se había equivocado con Harry pero a medida que la lectura continuaba era más y más consciente de ello.

Pasó por detrás de ellos, mirando a su alrededor; y tuvo que contener la risa al ima­ginarse la cara que pondría Dudley si pudiera ver dónde se encontraba. La tienda estaba llena de estantes repletos de los dulces más apetitosos que se puedan imaginar.

Los alumnos de primero y de segundo escuchaban con atención.

Cremosos trozos de turrón, cubitos de helado de coco de color rosa tré­mulo, gruesos caramelos de café con leche, cientos de chocola­tes diferentes puestos en filas. Había un barril enorme lleno de alubias de sabores y otro de Meigas Fritas, las bolas de helado levitador de las que le había hablado Ron. En otra pa­red había dulces de efectos especiales: el chicle droobles, que hacía los mejores globos (podía llenar una habitación de glo­bos de color jacinto que tardaban días en explotar), la rara seda dental con sabor a menta, diablillos negros de pimienta («¡quema a tus amigos con el aliento!»); ratones de helado («¡oye a tus dientes rechinar y castañetear!»); crema de menta en forma de sapo («¡realmente saltan en el estómago!»); frági­les plumas de azúcar hilado y caramelos que estallaban.

—¿A alguien más le han entrado ganas de ir a Hogsmeade? —preguntó Sirius.

—Y que lo digas —dijeron muchos, ya acostumbrados a la presencia de Sirius y sin temerle como antes.

Harry se apretujó entre una multitud de chicos de sex­to, y vio un letrero colgado en el rincón más apartado de la tienda («Sabores insólitos»). Ron y Hermione estaban deba­jo, observando una bandeja de pirulíes con sabor a sangre. Harry se les acercó a hurtadillas por detrás.

—Uf, no, Harry no querrá de éstos. Creo que son para vampiros —decía Hermione.

—¿Y qué te parece esto? —dijo Ron acercando un tarro de cucarachas a la nariz de Hermione.

—Aún peor —dijo Harry.

Ron miró mal a Harry.

A Ron casi se le cayó el bote.

Varios rieron y Fred, George, Tonks, Sirius y James le sonrieron a Harry con aprobación.

—¡Harry! —gritó Hermione—. ¿Qué haces aquí? ¿Có­mo... como lo has hecho...?

—¡Ahí va! —dijo Ron muy impresionado—. ¡Has apren­dido a materializarte!

—¿En serio has llegado a pensar eso, Ron? —preguntó Hermione divertida—. Era imposible que hubiese aprendido.

—¿Y por qué no? —replicó Ron—. Ha sobrevivido a una maldición asesina, ha sacado la piedra filosofal de una prueba preparada por el mismo Dumbledore y la ha protegido de quien tú ya sabes, ha matado un basilisco con la espada de Godric Gryffindor... Y no digo más porque estaría quitándole la emoción a los siguientes libros. Así que dime, ¿Cuántas de esas cosas te habrían parecido imposibles si no las hubiera conseguido?

Hermione tuvo que admitir que Ron tenía un punto, pero no dijo nada.

—Por supuesto que no —dijo Harry. Bajó la voz para que ninguno de los de sexto pudiera oírle y les contó lo del mapa del merodeador.

—¿Por qué Fred y George no me lo han dejado nunca? ¡Son mis hermanos!

Ron miró de mala manera a Fred y George pero estos le ignoraron totalmente fingiendo que tenían una muy interesante conversación a susurros.

—¡Pero Harry no se quedará con él! —dijo Hermione, como si la idea fuera absurda—. Se lo entregará a la profeso­ra McGonagall. ¿A que sí, Harry?

—¡Estás loca! —exclamaron muchos alarmados.

—¡No! —contestó Harry

Muchos asintieron energéticamente.

—¿Estás loca? —dijo Ron, mirando a Hermione con ojos muy abiertos—. ¿Entregar algo tan estupendo?

—¡Si lo entrego tendré que explicar dónde lo conseguí! Filch se enteraría de que Fred y George se lo cogieron.

—Pero ¿y Sirius Black? —susurró Hermione—. ¡Podría estar utilizando alguno de los pasadizos del mapa para en­trar en el castillo! ¡Los profesores tienen que saberlo!

—No puede entrar por un pasadizo —dijo enseguida Harry—. Hay siete pasadizos secretos en el mapa, ¿verdad? Fred y George saben que Filch conoce cuatro. Y en cuanto a los otros tres... uno está bloqueado y nadie lo puede atrave­sar; otro tiene plantado en la entrada el sauce boxeador; de forma que no se puede salir; y el que acabo de atravesar yo..., bien..., es realmente difícil distinguir la entrada, ahí abajo, en el sótano... Así que a menos que supiera que se encontra­ba allí...

James, Sirius y Remus se mordieron el labio y negaron con la cabeza, divertidos por el hecho de que Harry había estado preguntándose a ver si uno de los creadores del mapa conocía uno de los pasadizos ahí dibujados.

Harry dudó. ¿Y si Black sabía que la entrada del pasadi­zo estaba allí?

—¡Claro que lo sabía! —dijo Sirius indignado.

Ron, sin embargo, se aclaró la garganta y se­ñaló un rótulo que estaba pegado en la parte interior de la puerta de la tienda:



POR ORDEN DEL MINISTERIO DE MAGIA

Se recuerda a los clientes que hasta nuevo aviso los dementores patrullarán las calles cada noche des­pués de la puesta de sol. Se ha tomado esta medida pensando en la seguridad de los habitantes de Hogs­meade y se levantará tras la captura de Sirius Black. Es aconsejable, por lo tanto, que los ciudadanos finali­cen las compras mucho antes de que se haga de noche.

¡Felices Pascuas!




—¿Lo veis? —dijo Ron en voz baja—. Me gustaría ver a Black tratando de entrar en Honeydukes con los dementores por todo el pueblo. De cualquier forma, los propietarios de Ho­neydukes lo oirían entrar, ¿no? Viven encima de la tienda.

—Sí, pero... —Parecía que Hermione se esforzaba por hallar nuevas objeciones—. Mira, a pesar de lo que digas, Harry no debería venir a Hogsmeade porque no tiene auto­rización. ¡Si alguien lo descubre se verá en un grave aprieto! Y todavía no ha anochecido: ¿qué ocurriría si Sirius Black apareciera hoy? ¿Si apareciera ahora?

James volvió ponerse serio, todo esto sobre Sirius persiguiendo a Harry podía con él, a pesar de que sabía que, al parecer, en este momento todo estaba bien.

—¿Soy la única que piensa que Hermione buscaba quedarse a solas con Ron? —preguntó Ginny buscando quitarle la tensión al ambiente, cosa que logró espléndidamente, ya que las increíblemente rojas caras de Ron y Hermione hicieron que James sonriera, y eso hizo que Sirius, que también estaba algo tenso, se tranquilizara.

—Pues que las pasaría moradas para localizar aquí a Harry —dijo Ron, señalando con la cabeza la nieve densa que formaba remolinos al otro lado de las ventanas con parteluz. Vamos, Hermione, es Navidad. Harry se merece un descanso.

Hermione se mordió el labio. Parecía muy preocupada.

—¿Me vas a delatar? —le preguntó Harry con una son­risa.

—Claro que no, pero, la verdad...

—¿Has visto las Meigas Fritas, Harry? —preguntó Ron, cogiéndolo del brazo y llevándoselo hasta el tonel en que es­taban—. ¿Y las babosas de gelatina? ¿Y las píldoras ácidas? Fred me dio una cuando tenía siete años. Me hizo un agujero en la lengua.

Molly lanzó una mirada feroz a Fred, ¿Cómo era capaz de hacerle algo así a su propio hermano pequeño?

Recuerdo que mi madre le dio una buena tunda con la escoba. —Ron se quedó pensativo, mirando la caja de píldoras—. ¿Creéis que Fred picaría y cogería una cucaracha si le dijera que son cacahuetes?

Fred y George negaron con la cabeza varias veces luciendo decepcionados con la ocurrencia de Ron.

Después de pagar los dulces que habían cogido, salieron los tres a la ventisca de la calle.

Hogsmeade era como una postal de Navidad. Las tien­das y casitas con techumbre de paja estaban cubiertas por una capa de nieve crujiente. En las puertas había adornos navideños y filas de velas embrujadas que colgaban de los árboles.

A Harry le dio un escalofrío. A diferencia de Ron y Her­mione, no había cogido su capa. Subieron por la calle, incli­nando la cabeza contra el viento. Ron y Hermione gritaban con la boca tapada por la bufanda.

—Ahí está correos.

—Zonko está allí.

—Podríamos ir a la casa de los gritos.

—Os propongo otra cosa —dijo Ron, castañeteando los dientes—. ¿Qué tal si tomamos una cerveza de mantequilla en Las Tres Escobas?

A Harry le apetecía muchísimo, porque el viento era ho­rrible y tenía las manos congeladas. Así que cruzaron la ca­lle y a los pocos minutos entraron en el bar.

Estaba calentito y lleno de gente, de bullicio y de humo. Una mujer guapa y de buena figura servía a un grupo de pendencieros en la barra.

—¿Guapa y de buena figura? —repitió Sirius sonriendo pícaramente.

Harry, que no estaba acostumbrado a hablar de ese tipo de cosas, en una situación normal se habría ruborizado completamente. Pero en este caso, con sus padres presentes, se ruborizó más todavía.

—Ésa es la señora Rosmerta —dijo Ron—. Voy por las bebidas, ¿eh? —añadió sonrojándose un poco.

A Ron se le volvieron las orejas coloradas al ver lo obvio de sus intenciones.

Harry y Hermione se dirigieron a la parte trasera del bar; donde quedaba libre una mesa pequeña, entre la ventana y un bonito árbol navideño, al lado de la chimenea. Ron regresó cinco minutos más tarde con tres jarras de caliente y espumosa cerveza de mantequilla.

—¡Felices Pascuas! —dijo levantando la jarra, muy con­tento.

Harry bebió hasta el fondo. Era lo más delicioso que ha­bía probado en la vida, y reconfortaba cada célula del cuerpo.

Una repentina corriente de aire lo despeinó. Se había vuelto a abrir la puerta de Las Tres Escobas. Harry echó un vistazo por encima de la jarra y casi se atragantó.

El profesor Flitwick y la profesora McGonagall acaba­ban de entrar en el bar con una ráfaga de copos de nieve.

—¿Pero cómo puedes tener tanta mala suerte? —preguntaron Ginny y Malfoy al mismo tiempo.

Los seguía Hagrid muy de cerca, inmerso en una conversación con un hombre corpulento que llevaba un sombrero hongo de color verde lima y una capa de rayas finas: era Cornelius Fudge, el ministro de Magia.

Ginny no sabía si reír o si llorar por lo absurdo de la situación. No solo habían entrado los profesores en el lugar en el que Harry estaba, ¡Sino que el ministro de magia también! ¿Es que Harry tenía algún tipo de maldición?

En menos de un segundo, Ron y Hermione obligaron a Harry a agacharse y esconderse deba­jo de la mesa, empujándolo con las manos. Chorreando cer­veza de mantequilla y en cuclillas, empuñando con fuerza la jarra vacía, Harry observó los pies de los tres adultos, que se acercaban a la barra, se detenían, se daban la vuelta y avan­zaban hacia donde él estaba.

—¡Hacer algo! —les instaron muchos.

Hermione susurró:

—¡Mobiliarbo!

El árbol de Navidad que había al lado de la mesa se ele­vó unos centímetros, se corrió hacia un lado y, suavemente, se volvió a posar delante de ellos, ocultándolos.

—¡Genial! —dijeron muchos emocionados pero Hermione no se dio cuenta de ello porque Ron la había sujetado de los hombros y le había plantado un beso en los labios, dejando a Hermione completamente colorada.

—¡Hoo! El pequeño Roonie se está haciendo un hombre —dijo Charlie, burlón haciendo que Ron se diera cuenta de lo que acababa de hacer y delante de quienes.

Harry le palmeó varias veces la espalda.

—Es lo que tiene ser tan impulsivo —le dijo sabiamente—. Tienes que pensar un poco antes de hacer las cosas, mírame a mí, nunca haré algo parecido —añadió muy convencido.

Mirando a través de las ramas más bajas y densas, Harry vio las patas de cuatro sillas que se separaban de la mesa de al lado, y oyó a los profesores y al ministro resoplar y suspirar mientras se sentaban.

Luego vio otro par de pies con zapatos de tacón alto y de color turquesa brillante, y oyó una voz femenina:

—Una tacita de alhelí...

—Para mí —indicó la voz de la profesora McGonagall.

—Dos litros de hidromiel caliente con especias...

—Gracias, Rosmerta —dijo Hagrid.

—Un jarabe de cereza y gaseosa con hielo y sombrilla.

—¡Mmm! —dijo el profesor Flitwick, relamiéndose.

—El ron de grosella tiene que ser para usted, señor mi­nistro.

—Gracias, Rosmerta, querida —dijo la voz de Fudge—. Estoy encantado de volver a verte. Tómate tú otro, ¿quieres? Ven y únete a nosotros...

—Está hecho un pervertido, señor ministro —dijo Sirius divertido.

—Muchas gracias, señor ministro.

Harry vio alejarse y regresar los llamativos tacones. Sentía los latidos del corazón en la garganta. ¿Cómo no se le había ocurrido que también para los profesores era el último fin de semana del trimestre?

—No te preocupes —le dijo James comprensivo—. Suele pasar.

—Eso es porque no consideras a los profesores seres humanos —explicó Sirius—. Nos pasa a todos.

¿Cuánto tiempo se quedarían allí sentados? Necesitaba tiempo para volver a entrar en Honeydukes a hurtadillas si quería volver al colegio aquella noche... A la pierna de Hermione le dio un tic.

—¿Cómo lo haces? —preguntó Ron.

—¡No lo hice yo! ¡El tic me salió solo! —aseguró Hermione.

—Le decía a Harry —aclaró el pelirrojo—. ¿Cómo lo haces para darte cuenta de todo?

Hermione se interesó también por la respuesta.

—La respuesta es mucho más simple de lo que parece —aseguró Harry. Muchos escuchaban atentamente—. Solo tienes que... Ser Harry Potter.

—Oh, venga ya Harry, no juegues conmigo —resopló el pelirrojo irritado.

—¿Prefieres que te diga que es gracias a que he crecido dentro de una alacena donde no pasaba nada y lo único que podía hacer era concentrarme en los pequeños detalles que tenía? ¿A que nunca he podido entrar en una conversación y lo único que he podido hacer ha sido observar los patrones de estas? ¿A que nunca he podido ir a ningún sitio y tenido que aprendérmelos de memoria gracias a fotos? —dijo Harry algo molesto.

Ron tragó saliva. Prefería la otra respuesta.

—Eeh... Continua, por favor, señorita Bones —pidió la profesora McGonagall.

—¿Qué le trae por estos pagos, señor ministro? —dijo la voz de la señora Rosmerta.

Harry vio girarse la parte inferior del grueso cuerpo de Fudge, como si estuviera comprobando que no había nadie cerca. Luego dijo en voz baja:

—¿Qué va a ser; querida? Sirius Black. Me imagino que sabes lo que ocurrió en el colegio en Halloween.

Todos sabían a que se refería el ministro. Nadie dijo nada.

—Sí, oí un rumor —admitió la señora Rosmerta.

—¿Se lo contaste a todo el bar; Hagrid? —dijo la profeso­ra McGonagall enfadada.

—¿Cree que Black sigue por la zona, señor ministro? —susurró la señora Rosmerta.

—Estoy seguro —dijo Fudge escuetamente.

—¿Sabe que los dementores han registrado ya dos veces este local? —dijo la señora Rosmerta—. Me espantaron a toda la clientela. Es fatal para el negocio, señor ministro.

—Rosmerta querida, a mí no me gustan más que a ti —dijo Fudge con incomodidad—. Pero son precauciones ne­cesarias... Son un mal necesario. Acabo de tropezarme con algunos: están furiosos con Dumbledore porque no los deja entrar en los terrenos del castillo.

—Menos mal —dijo la profesora McGonagall tajantemente.

—¿Cómo íbamos a dar clase con esos monstruos rondan­do por allí?

—Bien dicho, bien dicho —dijo el pequeño profesor Flit­wick, cuyos pies colgaban a treinta centímetros del suelo.

—De todas formas —objetó Fudge—, están aquí para defendernos de algo mucho peor. Todos sabemos de lo que Black es capaz...

—¿Sabéis? Todavía me cuesta creerlo —dijo pensativa la señora Rosmerta—. De toda la gente que se pasó al lado Tenebroso, Sirius Black era el último del que hubiera pensa­do...

Sirius sonrió.

—Rosmerta se merece que le haga una visita.

Quiero decir, lo recuerdo cuando era un raño en Hogwarts. Si me hubierais dicho entonces en qué se iba a convertir; ha­bría creído que habíais tomado demasiado hidromiel.

—No sabes la mitad de la historia, Rosmerta —dijo Fud­ge con aspereza—. La gente desconoce lo peor.

Todos se tensaron y James estaba completamente rígido.

—¿Lo peor? —dijo la señora Rosmerta con la voz impreg­nada de curiosidad—. ¿Peor que matar a toda esa gente?

Sirius gruño levemente.

—Desde luego, eso quiero decir —dijo Fudge.

—No puedo creerlo. ¿Qué podría ser peor?

—Dices que te acuerdas de cuando estaba en Hogwarts, Rosmerta —susurró la profesora McGonagall—. ¿Sabes quién era su mejor amigo?

James sonrió con orgullo.

—Pues claro —dijo la señora Rosmerta riendo ligera­mente—. Nunca se veía al uno sin el otro. ¡La de veces que estuvieron aquí! Siempre me hacían reír. ¡Un par de cómicos, Sirius Black y James Potter!

A Harry se le cayó la jarra de la mano, produciendo un fuerte ruido de metal. Ron le dio con el pie.

Muchos tragaron saliva, sabiendo que eso sería un gran golpe para Harry. Y no se referían precisamente a la patada de Ron...

—Exactamente —dijo la profesora McGonagall—. Black y Potter. Cabecillas de su pandilla. Los dos eran muy inteli­gentes. Excepcionalmente inteligentes. Creo que nunca he­mos tenido dos alborotadores como ellos.

—Pobre Remus —dijo Sirius suspirando—. Nadie reconoce su existencia.

—Yo era un buen estudiante, ¿Recuerdas? No un alborotador.

—Ya —dijo James sonriendo—. De cara al público.

Remus no pudo contener una pequeña sonrisa.

—No sé —dijo Hagrid, riendo entre dientes—. Fred y George Weasley podrían dejarlos atrás.

—Gracias, Hagrid —dijo George sonriendo.

—¡Cualquiera habría dicho que Black y Potter eran her­manos! —terció el profesor Flitwick

—¡Nosotros mismo lo decimos! —aseguraron ambos.

—. ¡Inseparables!

Ambos tragaron saliva, ninguno de los dos dijo nada.

—¡Por supuesto que lo eran! —dijo Fudge—. Potter con­fiaba en Black más que en ningún otro amigo. Nada cambió cuando dejaron el colegio. Black fue el padrino de boda cuan­do James se casó con Lily. Luego fue el padrino de Harry. Harry no sabe nada, claro. Ya te puedes imaginar cuánto se impresionaría si lo supiera.

Muchos lucían preocupados, preguntándose como iba a reaccionar ahora que lo sabía.

—¿Porque Black se alió con Quien Ustedes Saben? —su­surró la señora Rosmerta.

Sirius volvió a gruñir.

—Aún peor; querida... —Fudge bajó la voz y continuó en un susurro casi inaudible—. Los Potter no ignoraban que Quien Tú Sabes iba tras ellos. Dumbledore, que luchaba in­cansablemente contra Quien Tú Sabes, tenía cierto número de espías. Uno le dio el soplo y Dumbledore alertó inmedia­tamente a James y a Lily. Les aconsejó ocultarse. Bien, por supuesto que Quien Tú Sabes no era alguien de quien uno se pudiera ocultar fácilmente. Dumbledore les dijo que su me­jor defensa era el encantamiento Fidelio.

James asintió.

—Ha eso hemos llegado en nuestro tiempo.

—¿Cómo funciona eso? —preguntó la señora Rosmerta, muerta de curiosidad.

El profesor Flitwick carraspeó.

—Es un encantamiento tremendamente complicado —dijo con voz de pito— que supone el ocultamiento mágico de algo dentro de una sola mente. La información se oculta dentro de la persona elegida, que es el guardián secreto. Y en lo sucesivo es imposible encontrar lo que guarda, a menos que el guardián secreto opte por divulgarlo. Mientras el guardián secreto se negara a hablar, Quien Tú Sabes podía registrar el pueblo en que estaban James y Lily sin encon­trarlos nunca, aunque tuviera la nariz pegada a la ventana de la salita de estar de la pareja.

Muchos lucían impresionados, pero era lógico, era un encantamiento impresionante.

—¿Así que Black era el guardián secreto de los Potter? —susurró la señora Rosmerta.

Los ojos de James y de Lily se abrieron de golpe.

—Naturalmente —dijo la profesora McGonagall—. Ja­mes Potter le dijo a Dumbledore que Black daría su vida an­tes de revelar dónde se ocultaban, y que Black estaba pen­sando en ocultarse él también... Y aun así, Dumbledore seguía preocupado. Él mismo se ofreció como guardián se­creto de los Potter.

La respiración de James era fuerte y pesada, como si le costará hacerlo. Lily no paraba de parpadear, como se no fuese capaz de creer el pensamiento que golpeaba sin cesar su cabeza.

—¿Sospechaba de Black? —exclamó la señora Rosmerta.

—Dumbledore estaba convencido de que alguien cercano a los Potter había informado a Quien Tú Sabes de sus movi­mientos —dijo la profesora McGonagall con voz misterio­sa—. De hecho, llevaba algún tiempo sospechando que en nuestro bando teníamos un traidor que pasaba información a Quien Tú Sabes.

—¿Y a pesar de todo James Potter insistió en que el guardián secreto fuera Black?

James cerró los ojos con fuerza. Quisiera o no ahora todo cuadraba en su cabeza. El encantamiento fidelio, el que acabo siendo realmente guardián de los secretos, su muerte y la de Lily, el hecho de que Peter no estuviese con ellos... Todo cuadraba. Y lo odiaba.

La tensión en el ambiente era palpable.

Lily trago saliva, pálida como la cera y con los ojos tan abiertos que parecía un cadáver de alguien al que acababan de apuñalar por la espalda. Lily abrió la boca.

—¡No digas nada! —ordenó Remus—. No digas nada ahora —repitió—. Espera a que acabe el capítulo.

Susan Bones, nerviosa y sintiendo cientos de miradas sobre ella, decidió seguir leyendo.

—Así es —confirmó Fudge—. Y apenas una semana después de que se hubiera llevado a cabo el encantamiento Fidelio...

—¿Black los traicionó? —musitó la señora Rosmerta.

—Desde luego.

Ninguno entendía porque nadie se lanzaba contra Sirius.

Black estaba cansado de su papel de es­pía. Estaba dispuesto a declarar abiertamente su apoyo a Quien Tú Sabes. Y parece que tenía la intención de hacerlo en el momento en que murieran los Potter. Pero como sa­bemos todos, Quien Tú Sabes sucumbió ante el pequeño Harry Potter. Con sus poderes destruidos, completamente debilitado, huyó. Y esto dejó a Black en una situación incó­moda. Su amo había caído en el mismo momento en que Black había descubierto su juego. No tenía otra elección que escapar...

—Sucio y asqueroso traidor —dijo Hagrid, tan alto que la mitad del bar se quedó en silencio.

Sirius lucía fúnebre.

—Chist —dijo la profesora McGonagall.

—¡Me lo encontré —bramó Hagrid—, seguramente fui yo el último que lo vio antes de que matara a toda aquella gente! ¡Fui yo quien rescató a Harry de la casa de Lily y James, después de su asesinato! Lo saqué de entre las rui­nas, pobrecito. Tenía una herida grande en la frente y sus padres habían muerto... Y Sirius Black apareció en aque­lla moto voladora que solía llevar. No se me ocurrió pre­guntarme lo que había ido a hacer allí. No sabía que él ha­bía sido el guardián secreto de Lily y James. Pensé que se había enterado del ataque de Quien Vosotros Sabéis y ha­bía acudido para ver en qué podía ayudar. Estaba pálido y tembloroso. ¿Y sabéis lo que hice? ¡ME PUSE A CONSOLAR A AQUEL TRAIDOR ASESINO! —exclamó Hagrid.

Eso solo hacía más extraña la situación. ¿Por qué James y Lily estaban rígidos y observaban el libro sin moverse ni un ápice? ¿Por qué Harry miraba atentamente sus zapatos? ¿Por qué Ron y Hermione estaban encogidos en sus asientos y dados de la mano? ¡¿Por qué nadie le hacía nada a Sirius Black?!

—Hagrid, por favor —dijo la profesora McGonagall—, baja la voz.

—¿Cómo iba a saber yo que su turbación no se debía a lo que les había pasado a Lily y a James? ¡Lo que le turbaba era la suerte de Quien Vosotros Sabéis! Y entonces me dijo: «Dame a Harry, Hagrid. Soy su padrino. Yo cuidaré de él...» ¡Ja! ¡Pero yo tenía órdenes de Dumbledore y le dije a Black que no! Dumbledore me había dicho que Harry tenía que ir a casa de sus tíos. Black discutió, pero al final tuvo que ceder. Me dijo que cogiera su moto para llevar a Harry hasta la casa de los Dursley. «No la necesito ya», me dijo. Tendría que haberme dado cuenta de que había algo raro en todo aquello. Adoraba su moto. ¿Por qué me la daba? ¿Por qué decía que ya no la necesitaba? La verdad es que una moto deja dema­siadas huellas, es muy fácil de seguir. Dumbledore sabía que él era el guardián de los Potter. Black tenía que huir aquella noche. Sabía que el Ministerio no tardaría en perseguirlo. Pero ¿y si le hubiera entregado a Harry, eh? Apuesto a que lo habría arrojado de la moto en alta mar. ¡Al hijo de su mejor amigo! Y es que cuando un mago se pasa al lado tenebroso, no hay nada ni nadie que le importe...

Sirius tenía los ojos apretados con fuerza. Sentía rabia y furia... Dolor y tristeza... Impotencia...

Tras la perorata de Hagrid hubo un largo silencio. Lue­go, la señora Rosmerta dijo con cierta satisfacción:

—Pero no consiguió huir; ¿verdad? El Ministerio de Ma­gia lo atrapó al día siguiente.

—¡Ah, si lo hubiéramos encontrado nosotros...! —dijo Fudge con amargura—. No fuimos nosotros, fue el pequeño Peter Pettigrew: otro de los amigos de Potter. Enloquecido de dolor; sin duda, y sabiendo que Black era el guardián secreto de los Black, él mismo lo persiguió.

Lily abría la boca y la cerraba sin cesar, queriendo decir algo pero sin poder hacerlo. Todo esto era demasiado para ella. Parecía a punto de quebrarse.

—¿Pettigrew...? ¿Aquel gordito que lo seguía a todas partes? —preguntó la señora Rosmerta.

El estado de James no era mucho mejor que el de Lily. Tenía los ojos fijos en el libro e intentaba no parpadear, intentaba no sentir. Pero sentía. Y mucho.

—Adoraba a Black y a Potter. Eran sus héroes —dijo la profesora McGonagall—. No era tan inteligente como ellos y a menudo yo era brusca con él. Podéis imaginaros cómo me pesa ahora... —Su voz sonaba como si tuviera un resfriado repentino.

Remus tenía una vena palpitante en la frente y la furia que reflejaban sus ojos haría que cualquiera pensará que había una brillante luna llena en el cielo y que Remus se estaba transformando.

—Venga, venga, Minerva —le dijo Fudge amablemen­te—. Pettigrew murió como un héroe. Los testigos oculares (muggles, por supuesto, tuvimos que borrarles la memoria...) nos contaron que Pettigrew había arrinconado a Black. Di­cen que sollozaba: «¡A Lily y a James, Sirius! ¿Cómo pudis­te...?» Y entonces sacó la varita. Aunque, claro, Black fue más rápido. Hizo polvo a Pettigrew.

Los corazones de James y de Lily comenzaron a acelerarse.

La profesora McGonagall se sonó la nariz y dijo con voz llorosa:

—¡Qué chico más alocado, qué bobo! Siempre fue muy malo en los duelos. Tenía que habérselo dejado al Ministerio...

—Os digo que si yo hubiera encontrado a Black antes que Pettigrew, no habría perdido el tiempo con varitas... Lo ha­bría descuartizado, miembro por miembro —gruñó Hagrid.

—No sabes lo que dices, Hagrid —dijo Fudge con brus­quedad—. Nadie salvo los muy preparados Magos de Choque del Grupo de Operaciones Mágicas Especiales habría tenido una oportunidad contra Black, después de haberlo acorrala­do. En aquel entonces yo era el subsecretario del Departa­mento de Catástrofes en el Mundo de la Magia, y fui uno de los primeros en personarse en el lugar de los hechos cuando Black mató a toda aquella gente. Nunca, nunca lo olvidaré. Todavía a veces sueño con ello. Un cráter en el centro de la calle, tan profundo que había reventado las alcantarillas. Había cadáveres por todas partes. Muggles gritando. Y Black allí, riéndose, con los restos de Pettigrew delante... Una túni­ca manchada de sangre y unos... unos trozos de su cuerpo.

Sirius tenía los ojos cerrados con fuerza. Recordaba cómo se había sentido en ese instante. Las sensaciones irracionales que había sentido. Como un par de días el mundo había dejado de tener sentido. Como ya nada importaba...

La voz de Fudge se detuvo de repente. Cinco narices se sonaron.

—Bueno, ahí lo tienes, Rosmerta —dijo Fudge con la voz tomada—. A Black se lo llevaron veinte miembros del Grupo de Operaciones Mágicas Especiales, y Pettigrew fue inves­tido Caballero de primera clase de la Orden de Merlín, que creo que fue de algún consuelo para su pobre madre. Black ha estado desde entonces en Azkaban.

La señora Rosmerta dio un largo suspiro.

—¿Es cierto que está loco, señor ministro?

—Me gustaría poder asegurar que lo estaba —dijo Fud­ge—. Ciertamente creo que la derrota de su amo lo trastornó durante algún tiempo. El asesinato de Pettigrew y de todos aquellos muggles fue la acción de un hombre acorralado y desesperado: cruel, inútil, sin sentido. Sin embargo, en mi última inspección de Azkaban pude ver a Black. La mayoría de los presos que hay allí hablan en la oscuridad consigo mismos. Han perdido el juicio... Pero me quedé sorpren­dido de lo normal que parecía Black. Estuvo hablando con­migo con total sensatez. Fue desconcertante. Me dio la im­presión de que se aburría. Me preguntó si había acabado de leer el periódico. Tan sereno como os podáis imaginar; me dijo que echaba de menos los crucigramas. Sí, me quedé estupefacto al comprobar el escaso efecto que los dementores parecían tener sobre él. Y él era uno de los que estaban más vigilados en Azkaban, ¿sabéis? Tenía dementores ante la puer­ta día y noche.

Muchos miraron a Sirius entre sorprendidos e impresionados, pero nadie dijo nada, nadie sabía cómo reaccionar ante toda esta información.

—Pero ¿qué pretende al fugarse? —preguntó la señora Rosmerta—. ¡Dios mío, señor ministro! No intentará reunir­se con Quien Usted Sabe, ¿verdad?

—Me atrevería a afirmar que es su... su... objetivo final —respondió Fudge evasivamente

—¡Espere ministro! —dijo Ron sin poder contenerse—. ¿Pero Quién Usted Sabe no estaba muerto?

—. Pero esperamos atra­parlo antes. Tengo que decir que Quien Tú Sabes, solo y sin amigos, es una cosa... pero con su más devoto seguidor, me es­tremezco al pensar lo poco que tardará en volver a alzarse...

Hubo un sonido hueco, como cuando el vidrio golpea la madera. Alguien había dejado su vaso.

—Si tiene que cenar con el director, Cornelius, lo mejor será que nos vayamos acercando al castillo.

Todos los pies que había ante Harry volvieron a sopor­tar el cuerpo de sus propietarios. La parte inferior de las ca­pas se balanceó y los llamativos tacones de la señora Ros­merta desaparecieron tras el mostrador. Volvió a abrirse la puerta de Las Tres Escobas, entró otra ráfaga de nieve y los profesores desaparecieron.

—¿Harry?


Sirius tragó saliva, ¿Cómo reaccionaría Harry?

Las caras de Ron y Hermione se asomaron bajo la mesa. Los dos lo miraron fijamente, sin saber qué decir.

Susan Bones levantó la vista del libro, claramente aliviada de poder dejar de leer.

—Bu-bueno... —comenzó la profesora McGonagall—. No creo que haga falta mencionaros que nos tomaremos un... descanso, por un tiempo.

—Chicos, salgamos a hablar —dijo Remus.

Sirius asintió y se puso de pie.

—Remus —llamó Lily.

—¿Qué pasa?

—Hay un problema.


El asiento de James estaba vació.



Si os soy sincero me habría gustado hacer de este capitulo algo super épico para volver con una gran entrada, pero no se me ha ocurrido nada alucinante. Bueno sí, me habría molado meter dragones, dementores, trolls y acromantulas y a todos muriendo. Que sobreviviesen solo Ginny, Harry, Ron, Hermione y Neville y que fueran perdices y comieran felices. Pero muchos os quejaríais :c

Os informaré sobre algo simple pero útil. He puesto en cada uno de los capítulos anteriores un link al capitulo siguiente. Así la lectura será más cómoda para los que empiecen a leer o a los que se les acumulen varios capítulos. (Es que subí algunos en desorden y si se sigue el orden del "Archivo del blog" uno como mínimo no coincide con el orden correcto).

Bueno, supongo que eso a sido todo. 

¿Como se tomarán Lily y James la traición de Peter? ¿Como reaccionaran?