martes, 23 de septiembre de 2014

La poción multijugos


Todos los personajes y las palabras en negrita pertenecen a J.K. Rowling.


LA POCIÓN MULTIJUGOS

Debían de ser las cuatro de la madrugada cuando Harry abrió los ojos, sin razón aparente. Permaneció unos minutos tumbado en la cama intentando volver a dormir, pero nada, era imposible. Tenía la extraña sensación de que debía hacer algo. Algo. Pero no sabía que. Era una sensación similar a cuando ves una recordadora con humo rojo. Suspiró resignado y se levantó. No se sentía para nada cansado y eso era algo raro porque apenas había dormido.

Contempló el cielo a través de la ventana. Estaba completamente despejado, sin una sola nube. Y oscuro, muy oscuro, aunque había muchas cosas brillando. Harry, extrañado por esas cosas brillantes, se puso sus gafas y volvió a mirar. Claro, eran estrellas. Era un hermoso espectáculo. El silencio, la oscuridad y las estrellas brillando. Si tan solo no estuvieran los ronquidos de Ron...

Sintiendo un gran anhelo por ver las estrellas con tranquilidad caminó hasta la torre de Astronomía. Los pasillos estaban desiertos y en completa oscuridad. Tuvo que conjurar un lumos para poder distinguir el camino.

El frio golpeó con fuerza el cuerpo de Harry acompañado de una potente ráfaga de viento en cuanto este abrió la puerta de la torre. Las ventanas estaban abiertas de par en par.

—Ginny... ¿Qué haces aquí? —preguntó Harry extrañado en cuanto vio a la pelirroja asomando la cabeza por la ventana.

Estaba en pijama y muy despeinada. Si la hubiera visto así hace unos años Ginny se habría avergonzado tanto que se habría planteado la idea de saltar por la ventana.

—No podía dormir —contestó Ginny con simpleza.

—¿Una pesadilla? —preguntó Harry mientras se acercaba a Ginny.

La pelirroja no contestó. Se mantuvo un rato silencio.

—Bonita noche —dijo la pelirroja pasados unos segundos.

Harry asintió en silencio.

—¿Y tú? ¿Por qué estás aquí? —preguntó Ginny sin voltearse hacia él.

—No podía dormir —repitió Harry con simpleza.

Ginny sonrió levemente.

—¿Una pesadilla? —le preguntó alzando una ceja.

—Bonita noche —imitó Harry burlón.

Ambos sonrieron por lo estúpido de la situación y el silenció se apoderó de la sala. No era un silencio incómodo. De hecho, pensó Harry, nunca había visto un silencio tan agradable.

—Me apetecía ver las estrellas —dijeron ambos al mismo tiempo pasados unos minutos.

Rieron de manera silenciosa.

—Tienes unos padres increíbles —dijo Ginny entonces.

—Tú también —dijo Harry simplemente.

—¿Cómo te sientes? —preguntó.

Harry se giró hacia ella, frunciendo el ceño.

—¿Qué cómo me siento? —repitió extrañado.

—Si —dijo Ginny mirándole a los ojos por primera vez—. Yo no sé cómo me sentiría en tu situación pero de algo estoy segura, y es de que, a pesar de ser feliz, también me sentiría triste y frustrada.
Harry mantuvo su mirada durante unos segundos y la desvió.

—Es extraño... Es increíble. Es lo más bonito que me ha ocurrido en la vida. Pero al mismo tiempo es lo más triste. No paro de pensar en lo que habría sido de mi vida viviendo con ellos. No paro de pensar en lo que sería de mi vida sin esta estúpida cicatriz —dijo frotándose la frente frustrado. Calló unos instantes y suspiró—. Tengo unas ganas increíbles de gritar. De gritar hasta quedarme sin voz.
Ginny le sonrió tiernamente. Harry se había abierto a ella. Le había contado como se sentía y lo que pensaba.

—Gritemos —dijo Ginny de repente.

Harry la miró extrañado.

—Yo también tengo cosas por las que quiero gritar —dijo Ginny mirando nuevamente el cielo.
Harry fue consciente de que no quería hablar más y de que no sería buena idea presionarla.

—¿Pero no podrían oírnos?

—Estamos en la torre de astronomía —razonó Ginny encogiéndose de hombros—. No hay ningún dormitorio cerca de aquí, además, tenemos la puerta cerrada.

Harry se mordió ligeramente el labio. Tenía increíbles ganas de gritar. De soltarse. De desahogarse. Pero con Ginny delante... No era lo que había planeado. No le parecía demasiado cómodo.

—A la de tres —dijo Ginny entonces cogiéndole de la mano.

Harry tragó saliva.

—Uno.

Ambos miraron fijamente una estrella que brillaba con inusual fuerza en el cielo.

—Dos...

Harry cerró los ojos y echó todo el aire que tenían sus pulmones en un suspiro.

—¡Tres!

Ambos llenaron al máximo sus pulmones. Cruzaron una mirada. Volvieron a contemplar la estrella. Y gritaron.

Y volvieron a gritar. Y se sentían cómodos. Y siguieron gritando. Y a Harry se le llenaba la cara de lágrimas. Y siguieron gritando. Y a Ginny se le notaba la frustración que sentía en sus gritos. Y siguieron gritando. Y sintieron como su voz sonaba cada vez más rasgada. Y siguieron gritando. Y en algún momento de la noche sus bocas dejaron de producir sonido alguno. Pero ambos siguieron gritando. Les hacía daño hacerlo. Pero gritaban. Les satisfacía hacerlo. Y por eso gritaban.

Ambos acabaron tumbados en el frio suelo de la habitación, respirando agitadamente y todavía cogidos de la mano. Ambos giraron la cabeza para mirarse entre ellos. Se sonrieron.

—Gracias —dijeron ambos. Ningún sonido salió de sus labios. Pero importaba. Ambos entendieron los sentimientos del otro.

Se miraron a los ojos una última vez y cayeron profundamente dormidos. Con sus gargantas ardiendo y con una sonrisa en los labios.

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Harry despertó debido a los potentes rayos de sol que le daban en los ojos. Sintió que dolor en la espalda. Se apoyó en la cama extrañado. Pero claro, no estaba en una cama, estaba dormido en la dura piedra de la sala más alta de la torre de Astronomía. Sintió que su garganta ardía como si se hubiera bebido todas las botellas de Whiskey de Fuego de Las Tres Escobas. Sintió también que su mano sujetaba algo. Era suave, cálido y agradable. Lo apretó un poco inconscientemente antes de mirarlo. Era la mano de alguien, ¿De quién? Hizo un recorrido con los ojos, desde la mano, pasando por el pálido brazo, llegando un lindo pijama de conejitos algo infantil, encontrándose con una pequeña y linda sonrisa y terminando con un largo cabello rojo iluminado de manera hermosa por los rayos de sol. La reconoció. Ginny.

Y entonces lo recordó todo. Y se avergonzó, ¿Cómo había podido hacer algo tan vergonzoso delante de Ginny? Aunque había sido agradable. Muy agradable de hecho. Y se sentía genial a pesar de los dolores que sentía en su cuerpo. Acarició la mano de Ginny con dulzura. Era una buena chica. Y muy linda. Recorrió su cuerpo con la mirada nuevamente. Su rostro, dulce y confiado mientras dormía. So expresión inocente. Sus delicadas curvas. Su suave y pálida piel. Su camisa del pijama algo levantada que dejaba visible parte de su tripa. Su hermoso cabello rojo. Sus pequeños pechos... ¡Hey, no puedes fijarte en los pechos de la hermana de tu mejor amigo! Aun así no pudo evitar hacerlo. Era hermosa, no podía negarlo. ¿Cómo no se había dado cuenta antes? Y no solo eso. Era amable, y con carácter. Además comprendía sus sentimientos perfectamente.

Soltó un largo suspiro. Tenía que dejar de pensar esas cosas. Era la hermana de su mejor amigo. Soltó su mano.

Ginny abrió los ojos instantáneamente y se encontró con la sonriente mirada de Harry.

—Bueno días —dijo este algo tímido. Estaba totalmente afónico, ¿Habría estado gritando?

Y entonces Ginny comprendió en la situación en la que se encontraba. ¡Estaba en el suelo de la torre de Astronomía! ¡Y había pasado la noche allí con Harry! Los recuerdos de la noche anterior aparecieron de manera fugaz en su cabeza. Se sonrojó. Había sido algo vergonzoso. ¡Además tenía puesto un estúpido pijama de conejitos! ¡Y seguro que su pelo era un desastre!

—Sí... Buenos días —dijo esta pasados unos segundos cuando se dio cuenta de que se había quedado callada. Ella también estaba totalmente afónica. Había gritado demasiado la noche anterior. Ambos habían gritado demasiado. Bueno, lo habían disfrutado mucho y eso era lo que importaba.

Se frotó los ojos todavía sin levantarse.

—Deberíamos bajar al comedor —dijo Harry entonces hablando bajo, porque le dolía hablar—. No tengo ni idea de que hora es.

(N.A. Por favor, volver a leer desde que Harry despierta intentando pensar mal. Si lo habéis hecho desde el principio, ¡Enhorabuena! Sois increíbles :3)

En ese momento la puerta se abrió de golpe y Hermione, James, Sirius, Remus, Tonks y todos los Weasleys entraron corriendo. Ron tenía el mapa del merodeador pero eso no era lo impactante de su imagen, lo impactante eran sus ojos exageradamente abiertos al verles. Y no era el único así, la escena que tenían delante les había dejado mudos a todos.

Ginny estaba tumbada. Muy despeinada. Con el pijama subido más arriba del ombligo. Muy sonrojada. Y con pinta de haber dormido apenas un par de horas. Harry estaba algo levantado y también muy despeinado (nadie tuvo en cuenta que siempre lo está).

—Podemos explicarlo —dijo Ginny tan colorada como afónica, eligiendo las peores palabras que podía haber elegido.

—¡TE MATO! —saltó Ron fuera de sí contra Harry.

—¡Petrificus totales! —gritó Hermione muy nerviosa y el pelirrojo cayó contra el suelo rígido como una piedra pero mirando con odio y desprecio a Harry.

El resto de los Weasleys no sabían cómo reaccionar. Los gemelos abrían y cerraban la boca simultáneamente, escena que, de no estar en la situación en la que estaba, Harry habría encontrado graciosa. Percy tenía la boca tan abierta que podía comerse la cabeza de Harry de un bocado. Bill y Molly solo parpadeaban, incapaces de creerse lo que sus ojos les mostraban. Charlie estaba rojo, tan rojo que su pelo parecía un chiste en comparación. Harry juraría que salía humo de sus boca cada vez respiraba de manera pesada y temía que pudiera por lanzarle una llamarada. Arthur tenía los ojos fuertemente cerrados y respiraba con dificultad.

—¿Habéis tenido precaución al hacerlo? —preguntó Lily, practica como siempre.

Harry se ruborizó tanto que si estuviera saliendo con Ginny esta le dejaría por parecerse a su ex-novio remolacha.

—Nosotros no... —empezó sintiendo dolor en su garganta cada vez que pronunciaba algo—. No. No.

—¿No habéis tenido precaución? ¿Ni un simple hechizo anti-embarazo? —preguntó Tonks alarmada mientras Lily y Molly se llevaban las manos a la boca ahogando un grito.

—¡Nosotros no hemos hecho nada! —gritó Harry con la voz tan rasgada que parecía Kurt Cobain cantando.

Ginny asintió varias veces. Cada vez más roja.

Arthur suspiró mientras se quitaba el sudor de la cara con el brazo.

—A ver, habéis venido a la torre de Astronomía los dos solos por la noche, ¿A no hacer nada? —preguntó sin abrir todavía los ojos. No quería tener que mirar a Harry de mala manera.

Harry notó que a Charlie le faltaba poco para decidirse a saltar contra él. Dedicó unos segundos a pensar que decir. Le dolía tanto la garganta al hablar que casi no podía hacerlo.

—Yo vine solo —dijo sin mirar a nadie en particular—. Ginny ya estaba aquí.

—Oh, claro, ya entiendo —bufó Charlie—. Os encontráis en la torre de Astronomía por casualidad y decidís pasar la noche aquí.

—No —aseguró Ginny—. Bueno, si... Sí y no. Estuvimos viendo las estrellas, y gritando y acabamos muy cansados así que nos quedamos dormidos.

—¿Gritando? —preguntó James extrañado.

—Eeh... Si —dijo Ginny sintiendo que si seguía hablando más se iba a quedar sin voz.

—Para desahogarnos —aportó Harry.

—Podéis darnos veritaserum y comprobarlo —añadió Ginny soltando un gemido de dolor.

Muchos suspiraron, algo más calmados ahora que tenían una versión alternativa. Aun así, y aunque a todos les gustaría pensar que era eso lo que había pasado, algunos seguían dudando.

—Ya decía yo, ¡Demasiado loca había tenido que ser la noche para que hubierais acabado así de afónicos! —dijo Fred guiñándole un ojo a Ginny, que no enrojeció más por que no podía.

El comentario de Fred relajó más a los presentes y a la mayoría se les pasó el enfado. Ron dejó de estar petrificado (N.A. Que oportuno, ¿No?). Suspiró mientras se ponía de pie y caminaba hasta un muy nervioso Harry.

—Siento haber dudado de ti, amigo. Pero entiéndeme, es mi hermana pequeña... —intentó excusarse el pelirrojo y Harry sonrió, pensaba que Ron seguiría enfadado.

—Bueno, vamos a arreglaros esa voz —dijo Lily mucho más calmada caminando hasta Ginny y Harry y agitando dos veces su varita, apuntando una vez a cada uno.

—Aaah... Aaaaah... —dijo Harry comprobando, para su alegría, que su voz había vuelto a la normalidad—. Gracias mama.

—Sí, gracias señora Potter —dijo Ginny sonriendo también, sin dejar de lado su vergüenza por haber sido descubierta por pasar la noche con Harry y por estar tan despeinada y en un pijama tan infantil delante de tanta gente.

—Llámame Lily.

—Claro. Y ahora, si no os importa, quiero irme a mi habitación a prepararme para bajar a desayunar.

Todos los presentes excepto Harry y Ginny comenzaron a reír escandalosamente.

—Me parece que de desayunar nada, falta poco para que sea la hora de comer —dijo Hermione sonriendo—. Iros a prepararos y bajar al Gran Comedor, que empezaremos a leer en nada, ya comeréis algo en unas horas.

Ambos asintieron y salieron juntos del comedor. Se mantuvieron en silencio durante todo el trayecto. Este si fue un silencio incómodo. De hecho, pensó Harry, ese es el silencio más incómodo que he visto jamás.
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Minutos después ambos estaban listos para comenzar con la lectura y bajaron al comedor, donde muchos les miraban con curiosidad, otros algo enfadados y otros divertidos. (N.A. A saber que estaban pensado esos al ver que Harry y Ginny no estaban en sus camas a la mañana y que no habían aparecido para desayunar xD)

—¿Quién quiere empezar a leer hoy?

—Yo lo haré —se ofreció Frank. Caminó hasta la montaña de libros, cogió el segundo, lo abrió y leyó con sumo interés—: La poción multijugos.

Algunos rieron brevemente suponiendo que en este capítulo aparecería como el trío estropeaba la poción.

Dejaron la escalera de piedra y la profesora McGonagall llamó a la puerta. Ésta se abrió silenciosamente y entraron. La profesora McGonagall pidió a Harry que esperara y lo dejó solo.

Todos recordaron la situación en la que se encontraba Harry y el humor de la sala se enfrió.

Harry miró a su alrededor. Una cosa era segura: de todos los despachos de profesores que había visitado aquel año, el de Dumbledore era, con mucho, el más interesante. Si no hubiera tenido tanto miedo a ser expulsado del colegio, habría disfrutado observando todo aquello.

Dumbledore asintió satisfecho mientras otros profesores bufaban con envidia. Ellos también querían que la gente encontrara sus despachos interesantes.

Era una sala circular, grande y hermosa, en la que se oía multitud de leves y curiosos sonidos. Sobre las mesas de patas largas y finísimas había chismes muy extraños que hacían ruiditos y echaban pequeñas bocanadas de humo. Las paredes aparecían cubiertas de retratos de antiguos directores, hombres y mujeres, que dormitaban encerrados en los marcos. Había también un gran escritorio con pies en forma de zarpas, y detrás de él, en un estante, un sombrero de mago ajado y roto: era el Sombrero Seleccionador.

Varios sonrieron ante la mención del sombrero.

Harry dudó. Echó un cauteloso vistazo a los magos y brujas que había en las paredes. Seguramente no haría ningún mal poniéndoselo de nuevo. Sólo para ver si…, sólo para asegurarse de que lo había colocado en la casa correcta.

—¡Claro que sí! —aseguraron los Gryffindor.

Se acercó sigilosamente al escritorio, cogió el sombrero del estante y se lo puso despacio en la cabeza. Era demasiado grande y se le caía sobre los ojos, igual que en la anterior ocasión en que se lo había puesto. Harry esperó pero no pasó nada. Luego, una sutil voz le dijo al oído:

¿No te lo puedes quitar de la cabeza, eh, Harry Potter?

Mmm, no —respondió Harry—. Esto…, lamento molestarte, pero quería preguntarte…

—El sombrero ya lo sabe —le explicó Remus a Harry—. Te lee los pensamientos.

—Harry lo sabe—le explicó burlonamente Sirius a Remus—. Ya lo ha vivido.

Te has estado preguntando si yo te había mandado a la casa acertada —dijo acertadamente el sombrero—. Sí…, tú fuiste bastante difícil de colocar. Pero mantengo lo que dije… aunque —Harry contuvo la respiración— podrías haber ido a Slytherin.

Muchos bufaron. No se imaginaban a Harry en otra casa que en Gryffindor.

El corazón le dio un vuelco. Cogió el sombrero por la punta y se lo quitó. Quedó colgando de su mano, mugriento y ajado. Algo mareado, lo dejó de nuevo en el estante.

Te equivocas —dijo en voz alta al inmóvil y silencioso sombrero.

Varios le sonrieron a Harry al mismo tiempo que algunas serpientes le fulminaban con la mirada por estar tan en contra de su casa.

Éste no se movió. Harry se separó un poco, sin dejar de mirarlo. Entonces, un ruido como de arcadas le hizo volverse completamente.

Todos escuchaban extrañados.

No estaba solo. Sobre una percha dorada detrás de la puerta, había un pájaro de aspecto decrépito que parecía un pavo medio desplumado. Harry lo miró, y el pájaro le devolvió una mirada torva, emitiendo de nuevo su particular ruido. Parecía muy enfermo. Tenía los ojos apagados y, mientras Harry lo miraba, se le cayeron otras dos plumas de la cola.

Los que habían estado en el despacho de Dumbledore sonrieron ante la mención de Fawkes.

Estaba pensando en que lo único que le faltaba es que el pájaro de Dumbledore se muriera mientras estaba con él a solas en el despacho, cuando el pájaro comenzó a arder.

—¡Venga ya! —se quejaron muchos entre sorprendidos y muy asqueados, ¿Cómo tenía Harry tanta mala suerte?

Harry profirió un grito de horror y retrocedió hasta el escritorio. Buscó por si hubiera cerca un vaso con agua, pero no vio ninguno. El pájaro, mientras tanto, se había convertido en una bola de fuego; emitió un fuerte chillido, y un instante después no quedaba de él más que un montoncito humeante de cenizas en el suelo.

Muchos tragaron saliva, ¿Qué le diría Dumbledore cuando viera que su pájaro había muerto estando Harry allí solo?

La puerta del despacho se abrió. Entró Dumbledore, con aspecto sombrío.

Profesor —dijo Harry nervioso—, su pájaro…, no pude hacer nada…, acaba de arder…

Varios asintieron varias veces, intentando convencer al Dumbledore del libro.

Para sorpresa de Harry, Dumbledore sonrió.

Muchos fruncieron el ceño, extrañados.

Ya era hora —dijo—. Hace días que tenía un aspecto horroroso. Yo le decía que se diera prisa.

Todos los que sabían que Fawkes era un fénix se rieron de la cara que habían puesto los sorprendidos estudiantes.

Se rió de la cara atónita que ponía Harry.

Fawkes es un fénix, Harry. Los fénix se prenden fuego cuando les llega el momento de morir, y luego renacen de sus cenizas. Mira…

La mayoría abrió los ojos sorprendidos. Un fénix... Existían muy pocos pero, una vez lo pensaban, resultaba casi normal que el grandioso Dumbledore fuera uno de los pocos que tuvieran uno.

Harry dirigió la vista hacia la percha a tiempo de ver un pollito diminuto y arrugado que asomaba la cabeza por entre las cenizas. Era igual de feo que el antiguo.

Muchos bufaron pero nadie más que Hagrid. Este le tenía mucho aprecio al fénix. Tal vez fuera porque los dos compartieran esa lealtad incondicional a Dumbledore.

Es una pena que lo hayas tenido que ver el día en que ha ardido —dijo Dumbledore, sentándose detrás del escritorio—. La mayor parte del tiempo es realmente precioso, con sus plumas rojas y doradas. Fascinantes criaturas, los fénix. Pueden transportar cargas muy pesadas, sus lágrimas tienen poderes curativos y son mascotas muy fieles.

Hermione y Lily asintieron varias veces, como intentando demostrar a todo el mundo que ellas ya lo sabían.

Con el susto del incendio de Fawkes, Harry se había olvidado del motivo por el que se encontraba allí, pero lo recordó en cuanto Dumbledore se sentó en su silla de respaldo alto, detrás del escritorio, y fijó en él sus ojos penetrantes, de color azul claro.

—Suele pasar —le dijo Sirius sonriendo.

Sin embargo, antes de que el director pudiera decir otra palabra, la puerta se abrió de improviso e irrumpió Hagrid en el despacho con expresión desesperada, el pasamontañas mal colocado sobre su pelo negro, y el gallo muerto sujeto aún en una mano.

Muchos sonrieron a Hagrid, suponiendo que había ido a defender a Harry pero algo extrañados por el gallo.

¡No fue Harry, profesor Dumbledore! —dijo Hagrid deprisa—. Yo hablaba con él segundos antes de que hallaran al muchacho, señor, él no tuvo tiempo…

James y Lily sonrieron a Hagrid agradecidos.

Dumbledore trató de decir algo, pero Hagrid seguía hablando, agitando el gallo en su desesperación y esparciendo las plumas por todas partes.

—… No puede haber sido él, lo juraré ante el ministro de Magia si es necesario…

Hagrid, yo…

Usted se confunde de chico, yo sé que Harry nunca…

¡Hagrid! —dijo Dumbledore con voz potente—, yo no creo que Harry atacara a esas personas.

Ahora los padres de Harry sonrieron a Dumbledore también, aunque ya suponían que el sabría que Harry no había sido.

¿Ah, no? —dijo Hagrid, y el gallo dejó de balancearse a su lado—. Bueno, en ese caso, esperaré fuera, señor director.

Y, con cierto apuro, salió del despacho.

Algunos rieron un poco.

¿Usted no cree que fui yo, profesor? —repitió Harry esperanzado, mientras Dumbledore limpiaba la mesa de plumas.

No, Harry —dijo Dumbledore, aunque su rostro volvía a ensombrecerse—. Pero aun así quiero hablar contigo.

Harry aguardó con ansia mientras Dumbledore lo miraba, juntando las yemas de sus largos dedos.

Quiero preguntarte, Harry, si hay algo que te gustaría contarme —dijo con amabilidad—. Lo que sea.

—Cuéntaselo todo —le aconsejó su madre, ignorando el hecho de que eso ya había ocurrido.

Harry no supo qué decir. Pensó en Malfoy gritando: «¡Los próximos seréis los sangre sucia!», y en la poción multijugos, que hervía a fuego lento en los aseos de Myrtle la Llorona. Luego pensó en la voz que no salía de ningún sitio, oída en dos ocasiones, y recordó lo que Ron le había dicho: «Oír voces que nadie más puede oír no es buena señal, ni siquiera en el mundo de los magos.» Pensó, también, en lo que todo el mundo comentaba sobre él, y en su creciente temor a estar de alguna manera relacionado con Salazar Slytherin…

No —respondió Harry—, no tengo nada que contarle.

—¡No que va! —bufó Sirius entre molesto y divertido.

Harry notó que ninguno de los Weasleys había abierto la boca en todo este rato, y eso le extrañó mucho porque siempre estaban hablando. Si no era uno era otro. Suspiró. Debían de seguir molestos porque había dormido con Ginny.

La doble agresión contra Justin y Nick Casi Decapitado convirtió en auténtico pánico lo que hasta aquel momento había sido inquietud. Curiosamente, resultó ser el destino de Nick Casi Decapitado lo que preocupaba más a la gente.

—Normal —dijo Remus—. Es un fantasma, ¿Qué clase de ser puede ser el que haya conseguido hacerle algo así a un fantasma?

Solo unos pocos tenían la respuesta, y ninguno quería compartirla.

Se preguntaban unos a otros qué era lo que podía hacer aquello a un fantasma; qué terrible poder podía afectar a alguien que ya estaba muerto. La gente se apresuró a reservar sitio en el expreso de Hogwarts para volver a casa en Navidad.

Muchos asintieron, habían tenido mucho miedo.

Si sigue así la cosa, sólo nos quedaremos nosotros —dijo Ron a Harry y Hermione—. Nosotros, Malfoy, Crabbe y Goyle. Serán unas vacaciones deliciosas.

Algunos rieron por la ironía.

Crabbe y Goyle, que siempre hacían lo mismo que Malfoy, habían firmado también para quedarse en vacaciones.

Harry juraría que había oído a su madre decir algo así como "Compraros una vida" y alzó una ceja sorprendido.

Pero Harry estaba contento de que la mayor parte de la gente se fuera. Estaba harto de que se hicieran a un lado cuando circulaba por los pasillos, como si fueran a salirle colmillos o a escupir veneno; harto de que a su paso los demás murmuraran, le señalaran y hablaran en voz baja.

Muchos bajaron la cabeza, avergonzados, mientras Lily, James, Sirius y algunos más les fulminaban con la mirada.

Fred y George, sin embargo, encontraban todo aquello muy divertido. Le salían al paso y marchaban delante de él por los corredores gritando:

Abran paso al heredero de Slytherin, aquí llega el brujo malvado de veras…

—¡Chicos! —les recriminó Molly.

Los gemelos permanecieron en silencio. Eso irritó a Harry, ¡Por Merlín, él no había hecho nada! Estaba comenzando a cabrearse.

Percy desaprobaba tajantemente este comportamiento.

Percy tampoco asintió, como frecuentaba a hacer siempre que aparecía un comentario de el mismo que aprobaba.

No es asunto de risa —decía con frialdad.

Quítate del camino, Percy —decía Fred—. Harry tiene prisa.

Sí, va a la Cámara de los Secretos a tomar el té con su colmilludo sirviente —decía George, riéndose.

Molly les fulminó con la mirada pero no dijo nada, algo extrañada por la expresión seria que tenían ambos.

Ginny tampoco lo encontraba divertido.

¡Ah, no! —gemía cada vez que Fred preguntaba a Harry a quién planeaba atacar a continuación, o cuando, al encontrarse con Harry, George hacía como que se protegía de Harry con un gran diente de ajo.

Ginny asintió en silencio.

A Harry no le importaba; incluso le aliviaba que Fred y George pensaran que la idea del heredero de Slytherin era para tomársela a guasa.

Harry se mordió la lengua. De estar en una situación normal les habría sonreído pero ahora no. Y no era solo porque ellos estaban muy serios y callados, sino porque Harry también se estaba cabreando con ellos.

Pero sus payasadas parecían enervar a Draco Malfoy, que se amargaba más cada vez que los veía con aquel pitorreo.

—¡Porque eres tú el heredero! —acusó un Gryffindor de primero señalándole acusadoramente.

A Harry le pareció gracioso el ver como Malfoy cogia aire y lo echaba varias veces, intentando contener las ganas de soltar algún insulto o algún comentario cortante.

—No, no soy ni he sido ni seré el heredero de Slytherin —aseguró—. Aunque por una parte sería algo interesante.

Astoria se mordió el labio mientras escuchaba a Draco. Se lo estaba tomando muy en serio y eso a ella le gustaba porque le demostraba que Draco no había mentido y que no había hecho mal al declararse y confiar en el.

Eso es porque está rabiando de ganas de decir que es él —dijo Ron sentenciosamente—. Ya sabéis cómo aborrece que se le gane en cualquier cosa, y tú te estás llevando toda la gloria de su sucio trabajo.

—¡Que no soy yo! —bufó Malfoy algo irritado.

Ron no pudo evitar sorprenderse al no escuchar un "estupida comadreja" en su comentario.

No durante mucho tiempo —dijo Hermione en tono satisfecho—. La poción multijugos ya está casi lista. Cualquier día revelaremos la verdad sobre él.

Varios rieron y Lily les miró con preocupación.

—Espero que no hayáis llegado a probar la poción —dijo muy seria—. ¡Ha saber cuáles podrían llegar a ser las consecuencias!

Hermione suspiró, intentando relajarse. Le cabreaba que nadie confiara en su capacidad para las pociones pero, por otra parte, el que no se lo creyeran solo haría más increíble el que vieran que lo había conseguido. (N.A. Harry y Ron también colaboraron, ¿Recuerdas? ¬¬)

Por fin concluyó el trimestre, y sobre el colegio cayó un silencio tan vasto como la nieve en los campos. Más que lúgubre, a Harry le pareció tranquilizador, y se alegró de que él, Hermione y los Weasley pudieran gobernar la torre de Gryffindor, lo que quería decir que podían jugar a los naipes explosivos dando voces y sin molestar a nadie, o podían batirse en privado.

Ninguno de los Weasley hizo comentario alguno y Harry estaba comenzando a perder la paciencia. Porque cabreado ya estaba, y bastante.

Fred, George y Ginny habían preferido quedarse en el colegio a ir a visitar a Bill a Egipto con sus padres.

—Vaya, gracias —dijo Bill sarcástico.

Harry meneó la cabeza. Al menos Bill había hablado.

Percy, que desaprobaba lo que llamaba su infantil comportamiento, no pasaba mucho tiempo en la sala común de Gryffindor. Ya les había dicho en tono presuntuoso que se quedaba en Navidad porque era el deber de un prefecto ayudar a los profesores durante los períodos difíciles.

—Pero si la escuela estaba vacía —dijo Sirius extrañado.

—Sí, pero no se refería a alumnos revoltosos sino a el tema de las petrificaciones y eso —le explicó Remus.

Amaneció el día de Navidad, frío y blanco. Hermione despertó temprano a Harry y Ron, los únicos que quedaban en aquel dormitorio. Iba ya vestida y llevaba regalos para ambos.

Ambos le sonrieron y ella les sonrió de vuelta. Aunque le fulminó un poco a Ron con la mirada, indicándole que no le gustaba en absoluto el comportamiento que estaba teniendo.

¡Despertad! —dijo en voz alta, abriendo las cortinas de la ventana.

Hermione…, sabes que no puedes entrar aquí —dijo Ron, protegiéndose los ojos de la luz.
Feliz Navidad a ti también —le dijo Hermione, arrojándole su regalo—. Me he levantado hace casi una hora, para añadir más crisopos a la poción. Ya está lista.

Muchos abrieron los ojos algo impresionado por el hecho de que, aunque estuviera mal preparada, hubieran logrado terminarla.

—No la probéis —les aconsejo Lily—. Es una poción muy complicada, ¡Incluso yo lo tendría complicado para hacerla correctamente y eso que soy buena en pociones!

—No lo entiendo —dijo Sirius extrañado—. Pensaba que...

—Ya lo hemos hablado, Sirius, para pensar hace falta un cerebro, por ende, tú no puedes hacerlo —le dijo Tonks burlona y Sirius decidió ignorarla.

—Pensaba que preparar pociones era solo seguir una serie de instrucciones. Entiendo que pueda resultar difícil para unos críos de doce pero, ¿Para ti? Vamos pelirroja, eres toda una experta en pociones ¿Cómo va a poder salirte mal?

Lily cogió aire, decidida a dar una larga y completa explicación.

—No es una poción cualquiera. La poción multijugos permite cambiar tu forma a la de la persona elegida mediante una parte de él, pero, ¿Qué diferencia el polvo de cuerno de bicornio del pelo de un humano? Porque, aunque la poción está pensada para transformaciones en humanos si echas el ingrediente de un animal puede salir una extraña media transformación. Así que, ¿Cómo sabe la poción cuál de los ingredientes es el indicado para realizar la transformación? Porque tiene que tener las cantidades exactas, removidas las veces exactas en un tiempo exacto, cocinado hasta el punto exacto y dejando que repose el tiempo exacto. Si uno de los puntos falla la poción fallará. Por eso es una poción tan complicada. Además de que si sale mal las consecuencias pueden ser terribles, ¡Incluso irreversibles!

(N.A. ¿Cómo ha quedado la explicación? ¿Realista?)

Todos escucharon a Lily con atención y después miraron preocupados al trío. Estos tragaron saliva, asustados por lo que les podía haber llegado a pasar.

—Me alegro de que seas Hermione y no cualquier otra —le confesó Ron a Hermione en un susurro.
Hermione sonrió con suficiencia.

—Por supuesto.

Harry se sentó en la cama, despertando por completo de repente.

¿Estás segura?

—¡No! —dijeron muchos alterados.

Del todo —dijo Hermione, apartando a la rata Scabbers para poder sentarse a los pies de la cama—. Si nos decidimos a hacerlo, creo que tendría que ser esta noche.

—¡No lo hagáis! —les rogaron muchos (aunque casi era una orden).

En aquel momento, Hedwig aterrizó en el dormitorio, llevando en el pico un paquete muy pequeño.

Hola —dijo contento Harry, cuando la lechuza se posó en su cama—, ¿me hablas de nuevo?

Algunos sonrieron al ver el trato que tenía Harry para con su lechuza.

La lechuza le picó en la oreja de manera afectuosa, gesto que resultó ser mucho mejor regalo que el que le llevaba, que era de los Dursley.

Muchos gruñeron ante la mención de los Dursley.

Éstos le enviaban un mondadientes y una nota en la que le pedían que averiguara si podría quedarse en Hogwarts también durante las vacaciones de verano.

Más gruñidos. (N.A. ¿Hacía falta que lo dijera? xD)

El resto de los regalos de Navidad de Harry fueron bastante más generosos. Hagrid le enviaba un bote grande de caramelos de café con leche que Harry decidió ablandar al fuego antes de comérselos;

Algunos rieron mientras Hagrid, algo avergonzado, agradecía el gesto de que al menos quisiera comérselos.

Ron le regaló un libro titulado Volando con los Cannons, que trataba de hechos interesantes de su equipo favorito de quidditch;

—Como no —dijo Ginny divertida—. Ha regalado ese libro a todo el mundo.

Ron ni siquiera la miró y eso no solo la molestó a ella, a Harry también. Este estaba comenzando a sospechar que en realidad los hermanos Weasley no les habían creído cuando les dijeron lo que habían estado haciendo. Comenzó a respirar agitadamente mientras miraba la nuca de Ron de mala manera. Este pareció percatarse porque se encogió en su asiento de manera que por encima del respaldo no se viera nada.

y Hermione le había comprado una lujosa pluma de águila para escribir.

—Como no —repitió Ginny divertida—. Les has mandado plumas a todos tú también. Aunque bueno, a mí nunca me has mandado una lujosa.

—La de Harry tampoco era lujosa —se explicó Hermione—. Lo que pasa es que Harry siempre compra las más baratas, como los bolis Bic.

—¿Bolis Bic? —preguntó Arthur interesado. Harry pensó en responder pero una duda apareció en su mente de repente, ¿El señor Weasley le creía? Se mordió el labio frunciendo el ceño y no respondió, cada vez más molesto.

—Oh, son los bolis más baratos del mercado —explicó Hermione, que no había sido consciente de que los sangre limpia no lo iban a entender.

Harry abrió el último regalo y encontró un jersey nuevo, tejido a mano por la señora Weasley, y un plumcake.

Harry le sonrió a la señora Weasley, quien le devolvió la sonrisa pero Harry notó que el resto de su cara no hacia juego con la sonrisa. Era una sonrisa forzada. Su pierna derecha comenzó a temblar con violencia. Faltaba poco para que Sirius tuviera que volver a gritar "¡Explosión Evans!".

Cogió la tarjeta con un renovado sentimiento de culpa, acordándose del coche del señor Weasley, que no habían vuelto a ver desde la colisión con el sauce boxeador, y de la cantidad de infracciones que habían planeado para el futuro inmediato.

Nadie podía dejar de asistir a la comida de Navidad en Hogwarts, aunque estuviera atemorizado por tener que tomar luego la poción multijugos.

—No la toméis —volvieron a decir muchos.

—Por vuestro propio bien —les dijo Moody tan serio como siempre.

El Gran Comedor relucía por todas partes. No sólo había una docena de árboles de Navidad cubiertos de escarcha, y gruesas serpentinas de acebo y muérdago que se entrecruzaban en el techo, sino que de lo alto caía nieve mágica, cálida y seca. Cantaron villancicos, y Dumbledore los dirigió en algunos de sus favoritos. Hagrid gritaba más fuerte a cada copa de ponche que tomaba.

Hagrid enrojeció.

Percy, que no se había dado cuenta de que Fred le había encantado su insignia de prefecto, en la que ahora podía leerse «Cabeza de Chorlito», no paraba de preguntar a todos de qué se reían.

Muchos rieron. Ningún Wealey.

Harry ni siquiera se preocupaba por los insidiosos comentarios que desde la mesa de Slytherin hacía Draco Malfoy, en voz alta, sobre su nuevo jersey.

Molly frunció el ceño, ¿Qué le pasaba a sus jerseys?

Con un poco de suerte, Malfoy recibiría su merecido unas horas después.

Muchos le sonrieron a Harry, nuevamente ningún Weasley entre ellos.

Harry y Ron apenas habían terminado su tercer trozo de tarta de Navidad, cuando Hermione les hizo salir del salón con ella para ultimar los planes para la noche.

Aún nos falta conseguir algo de las personas en que os vais a convertir —dijo Hermione sin darle importancia, como si los enviara al supermercado a comprar detergente—. Y, desde luego, lo mejor será que podáis conseguir algo de Crabbe y de Goyle; como son los mejores amigos de Malfoy, él les contaría cualquier cosa. Y también tenemos que asegurarnos de que los verdaderos Crabbe y Goyle no aparecen mientras lo interrogamos.

Malfoy bufó. ¿Crabbe y Goyle amigos suyos? ¿Qué a ellos les contaría cualquier cosa? ¡Venga ya, si no eran capaces de recordar ni su nombre como para poder guardar un secreto! Aunque bueno, tal vez olvidaran lo que Malfoy les contará así que, de cierta manera, sí que podrían guardar un secreto.

»Lo tengo todo solucionado —siguió ella tranquilamente y sin hacer caso de las caras atónitas de Harry y Ron. Les enseñó dos pasteles redondos de chocolate—. Los he rellenado con una simple pócima para dormir. Todo lo que tenéis que hacer es aseguraros de que Crabbe y Goyle los encuentran. Ya sabéis lo glotones que son; seguro que se los tragan.

Los Slytherin fulminaron a Crabbe y Goyle con la mirada.

Cuando estén dormidos, los esconderemos en uno de los armarios de la limpieza y les arrancaremos unos pelos.

—¿En serio piensas hacer eso? —le preguntó Ginny sorprendida—. ¿Piensas dormir sin permiso a dos estudiantes, esconderlos en un armario, arrancarles pelos, intentar transformarte en ellos con una poción prohibida y colarte en la sala común de Slytherin? ¿Quién eres tú y que has hecho con Hermione las-reglas-van-primero Granger?

—Oh, esa Hermione desapareció en primero —aseguró Harry—. Ahora es Hermione soy-una-chica-mala-pero-lo-escondo Granger.

Harry y Ron se miraron incrédulos.

Hermione, no creo…

Podría salir muy mal…

Muchos asintieron, incluso tratándose de Crabbe y Goyle eso era demasiado.

Pero Hermione los miró con expresión severa, como la que habían visto a veces adoptar a la profesora McGonagall.

La poción no nos servirá de nada si no tenemos unos pelos de Crabbe y Goyle —dijo con severidad—. Queréis interrogar a Malfoy, ¿no?

—En serio —confesó Sirius—. Parece Remus cuando se le ocurría una broma que quería probar e intentaba convencernos de que la pusiéramos en práctica.

Los merodeadores rieron con nostalgia mientras McGonagall miraba a Remus entre divertida, molesta e incrédula, ¿Lupin no era el responsable que se dedicaba únicamente a pararles los pies a Potter y a Black?

De acuerdo, de acuerdo —dijo Harry—. Pero ¿y tú? ¿A quién se lo vas a arrancar tú?

Harry soltó una risita, recordando de que era el pelo. Ron se mantuvo en silencio e incluso Hermione hubiera preferido que Ron se hubiere reído de que ella había acabado transformada en gato a que estuviera así de serio.

¡Yo ya tengo el mío! —dijo Hermione alegre, sacando una botellita diminuta de un bolsillo y enseñándoles un único pelo que había dentro de ella—. ¿Os acordáis de que me batí con Millicent Bulstrode en el club de duelo? ¡Al estrangularme se dejó esto en mi túnica! Y se ha ido a su casa a pasar las Navidades. Así que lo único que tengo que decirles a los de Slytherin es que he decidido volver.

—Podría funcionar —dijo Remus meneando la cabeza—. Pero la poción tendría que estar bien preparada, y eso es imposible. Más os vale no tocarla.

—Espero que la hayan preparado tan mal que el color que tenga difiera bastante del que se especifica en el libro y se den cuenta de que está mal preparada —dijo Lily sinceramente y muchos asintieron.

Al marcharse Hermione corriendo para ver cómo iba la poción multijugos, Ron se volvió hacia Harry con una expresión fatídica.

¿Habías oído alguna vez un plan en el que pudieran salir mal tantas cosas?

Varios negaron con la cabeza.

Pero, para sorpresa de Harry y de Ron, la primera fase de la operación resultó tan sencilla como Hermione había supuesto.

Varios Slytherin volvieron a fulminar a Crabbe y Goyle con la mirada. Estos no se habían percatado de que la primera frase de la operación se refería a cuando les durmieron.

Se escondieron en el vacío vestíbulo después de la merienda de Navidad, esperando a Crabbe y a Goyle, que se habían quedado solos en la mesa de Slytherin, acometiendo cuatro porciones de bizcocho. Harry había dejado los pasteles de chocolate en el extremo del pasamanos.

—Oh, Harry, nadie se va a comer algo que este dejado en el pasamanos —dijo Hermione rodando los ojos. Ella había esperado alguna estrategia mejor pensada por su parte.

Al ver a Crabbe y Goyle salir del Gran Comedor, Harry y Ron se ocultaron rápidamente detrás de una armadura, junto a la puerta principal.

¿Cuánto puede llegar uno a engordar? —susurró Ron entusiasmado al ver que Crabbe, lleno de alegría, señalaba a Goyle los pasteles y los cogía. Sonriendo de forma estúpida, se metieron los pasteles enteros en la boca.

—¿Va en serio? —preguntó Cho asqueada—. A saber la de asquerosidades que habrán comido que estuviesen tiradas por ahí.

Muchos asintieron.

Los masticaron glotonamente durante un momento, poniendo cara de triunfo. Luego, sin el más leve cambio en la expresión, se desplomaron de espaldas en el suelo.

Harry sintió ganas de chocar los cinco con Ron pero recordó que este se estaba comportando como un imbécil. Harry se puso en pie.

—¿Qué mierdas te pasa? —le preguntó molesto.

Ron le ignoró y eso sacó de sus casillas a Harry.

—¡Joder! ¡Que no he tocado a tu hermana! ¡Te lo hemos dicho los dos! ¿Llevamos cinco años juntos la mayoría del tiempo y aun no confías en mí? Eres un grandísimo idiota —le gritó molesto, entonces se giró hacia el resto de hermanos Weasley—. ¡Y vosotros también! ¿Qué coño os pasa a todos? ¿De verdad creéis que, así porque sí, de la noche a la mañana me he enamorado de Ginny y me he acostado con ella?

Ron se puso en pie con furia, tirando al suelo su sillón y, cabreado, agarró a Harry de la camisa con furia y lo atrajo hacia él, haciendo que Dobby se cállese del asiento.

—¡Eso es lo que me jode! ¡Que ni siquiera te gusta! Ella acaba de romper con su novio y tú, que siempre le has gustado, coges y decides aprovecharte de ella en un momento de debilidad, ¡Me das asco!

Harry abrió mucho los ojos, sorprendido e irritado.

—¿Te das cuenta de lo que estás diciendo? ¿QUIEN ARRIESGO SU MALDITA VIDA PARA SACARLA DE LA CAMARA DE LOS SECRETOS SIN ESPERAR NADA A CAMBIO? ¿Y después de hacer algo como eso dices que sería capaz de aprovecharme de ella? ¡Joder, pensaba que me conocías mejor! —le escupió Harry fuera de si—. Puede que a veces sea egoísta pero no soy tan insensible como tú. Yo soy consciente de lo que la gente siente. Nunca me aprovecharía de Ginny. ¡IMBECIL!

—¿A quién llamas tu imbécil? —le gritó Ron dándole un puñetazo en la mandíbula tirando a Harry al suelo—. ¡No sé cómo he podido llegar a ser amigo tuyo, asqueroso traidor!

Harry se dispuso a levantarse y darle una buena paliza a Ron pero alguien se interpuso entre ellos.

—¡¿PERO TU ERES IDIOTA?! —exclamó Ginny dándole un tremendo bofetón a su hermano—. Si yo decidiera acostarme con Harry sería únicamente cosa nuestra. Entiéndelo bien. Además, ¿Cómo que estado de debilidad? Michael nunca ha llegado a ser importante para mí.

Ron miró furioso a su hermana, sintiendo como la piel que había sido golpeada por ella enrojecía con ganas.

—Sigues enamorada de el —la acusó—. Le perdonas lo que te ha hecho porque le quieres.

Ginny abrió los ojos sorprendida.

—¡Serás idiota! ¡Que Harry no me ha tocado! —dijo evitando el tema de aceptar o desmentir la acusación sobre si estaba enamorada de Harry.

—Ya —dijo Ron sin cambiar su expresión—. Por supuesto. Y yo voy a creerme que os habéis pasado la noche solos en la torre de Astronomía sin hacer nada.

Cho, junto a otras chicas y otros chicos les miraron con los ojos muy abiertos.

—¡Ya te hemos contado lo que pasó! —le recordó Harry mientras se levantaba furioso—. ¡Os lo hemos dicho a todos vosotros! —dijo señalando a todos los Weasley—. ¡Y no solo dudáis de mí, sino también de vuestra propia hermana! ¡Venga, trae veritaserum y lo comprobamos! Así podrás quedar como un imbécil, como siempre.

Ron se lanzó contra Harry pero este, usando sus reflejos de buscador, se apartó y le puso la zancadilla. Provocando que Ron cállese fuertemente al suelo. Se levantó y se lanzó de nuevo contra Harry, este le dio un rodillazo en el estómago pero Ron ni se inmutó. Se agarró a Harry y le dio un fuerte cabezazo en la frente. Harry se obligó a sí mismo a no echar la cabeza hacia detrás y así se quedaron ambos. Presionándose frente con frente.

—Mi propia hermana —le dijo Ron en un recriminatorio susurro—. Te consideraba mi amigo.

—Y yo a ti —dijo Harry—. Pero ni siquiera confías en mí.

—¡Has pasado la noche con mi hermana!

—Hemos dormido en el mismo sitio, nada más —le aseguró con los ojos entrecerrado—. ¡Es tu hermana, por favor! Jamás se me ocurriría llegar a algo más con ella.

Ron tragó saliva.

—¿Me lo prometes? —preguntó suavizando su vo
z.
Harry tragó saliva, ¿Qué debía decir?

—No me gusta hacer promesas.

—Harry, prométeme que nunca piensas aprovecharte de mi hermana o te juro por Merlín que...

—Te juro que no voy a aprovecharme de tu hermana —dijo Harry muy convencido. Eso lo tenía muy claro, si alguna vez llegara a hacer algo con ella sería porque ambos querían.

Ron suspiró y agarró a Harry por los hombros.

—Lo siento, amigo —le dijo sinceramente.

—Más te vale porque yo también siento un dolor muy agudo en mi mandíbula.

Ron soltó una pequeña risa desganada.

—Pero entiéndeme, es mi hermana pequeña, no quiero que nadie le haga daño...

—Yo tampoco, ¿Recuerdas?

Ron asintió.

—¿Y piensas perdonarle así de fácil? —le preguntó Ginny a Harry, escéptica.

—¿Qué propones?

—Un mínimo de diez favores —dijo ella.

—¿Favores? —preguntó Harry extrañado.

—Claro, cuando necesites algo se lo pides y tendrá que hacerlo hasta que gastes los diez favores.

—Suena interesante —coincidió Harry girándose hacia Ron, que volvía a parecer molesto.

—Está bien —aceptó el pelirrojo—. Pero solo porque sé que me he pasado tres pueblos y me arrepiento.

—Vaya, esto sí que ha sido un espectáculo —dijo Ron enrojeciendo al ver que todo el colegio había visto como se comportaba como un idiota—. Sigamos leyendo, sigamos.

Frank asintió, comprendiendo lo incomodo que era esa situación para los tres que la habían protagonizado y siguió leyendo.

Lo más difícil fue arrastrarlos hasta el armario, al otro lado del vestíbulo. En cuanto los tuvieron bien escondidos entre las fregonas y los calderos, Harry arrancó un par de pelos como cerdas, de los que Goyle tenía bien avanzada la frente, y Ron arrancó a Crabbe también algunos. Les cogieron asimismo los zapatos, porque los suyos eran demasiado pequeños para el tamaño de los pies de Crabbe y Goyle.

—Increíble —dijo Moody muy sorprendido—. Estoy convencido de que Nymphadora no se habría dado cuenta de eso.

Tonks, más que enfadarse porque Ojoloco dijese que no lo habría hecho mejor que ellos, se cabreó por lo de siempre.

—¡No me llames Nymphadora!

Remus la atrajo hacia el con una sonrisa. Le encantaba cuando Tonks se quejaba por eso.

Luego, todavía aturdidos por lo que acababan de hacer, corrieron hasta los aseos de Myrtle la Llorona.

Apenas podían ver nada a través del espeso humo negro que salía del retrete en que Hermione estaba removiendo el caldero. Subiéndose las túnicas para taparse la cara, Harry y Ron llamaron suavemente a la puerta.

¿Hermione?

Se oyó el chirrido del cerrojo y salió Hermione, con la cara sudorosa y una mirada inquieta. Tras ella se oía el gluglu de la poción que hervía, espesa como melaza.

Lily comenzó a alterarse. La poción debía ser espesa y si parecía que estaba bien preparada ellos la beberían y entonces a saber que podía ocurrir.

Sobre la taza del retrete había tres vasos de cristal ya preparados.

Harry sacó el pelo de Goyle.

Bien. Y yo he cogido estas túnicas de la lavandería —dijo Hermione, enseñándoles una pequeña bolsa—. Necesitaréis tallas mayores cuando os hayáis convertido en Crabbe y Goyle.

—Bien pensado —le felicitó Remus.

Los tres miraron el caldero. Vista de cerca, la poción parecía barro espeso y oscuro que borboteaba lentamente.

Remus dejó escapar un "Mierda" pues la poción parecía bien preparada, eso solo iba a causar que los niños pensaran que la habían preparado bien y la bebieran.

Estoy segura de que lo he hecho todo bien —dijo Hermione, releyendo nerviosamente la manchada página de Moste Potente Potions—. Parece que es tal como dice el libro…

—No importa —dijeron Remus y Lily alarmados—. No está bien preparada. No la bebáis.
Hermione frunció el ceño. Cada vez más molesta por que dudaran de su habilidad mientras Harry y Ron se sonreían divertidos, esperando por la reacción de todos cuando vieran que había funcionado bien.

En cuanto la hayamos bebido, dispondremos de una hora antes de volver a convertirnos en nosotros mismos.

¿Qué se hace ahora? —murmuró Ron.

La separamos en los tres vasos y echamos los pelos.

Hermione sirvió en cada vaso una cantidad considerable de poción. Luego, con mano temblorosa, trasladó el pelo de Millicent Bulstrode de la botella al primero de los vasos.
La poción emitió un potente silbido, como el de una olla a presión, y empezó a salir muchísima espuma. Al cabo de un segundo, se había vuelto de un amarillo asqueroso.

Aggg…, esencia de Millicent Bulstrode —dijo Ron, mirándolo con aversión—. Apuesto a que tiene un sabor repugnante.

Bulstrode fulminó a Ron con la mirada, molesta.

Echad los vuestros, venga —les dijo Hermione.

Harry metió el pelo de Goyle en el vaso del medio, y Ron, el pelo de Crabbe en el último. Una y otra poción silbaron y echaron espuma, la de Goyle se volvió del color caqui de los mocos, y la de Crabbe, de un marrón oscuro y turbio.

Muchos pusieron muecas de asco, intentando no imaginar el sabor.

Esperad —dijo Harry, cuando Ron y Hermione cogieron sus vasos—. Será mejor que no los bebamos aquí juntos los tres: al convertirnos en Crabbe y Goyle ya no estaremos delgados. Y Millicent Bulstrode tampoco es una sílfide.

—Bien pensado —le dijo Sally a Harry sonriendo. Viendo como Hermione se había puesto por lo que dijo de hacerle a Ron decidió cambiar de objetivo. Y Harry era tan buena opción como el primero.

Bien pensado —dijo Ron, abriendo la puerta—. Vayamos a retretes separados.

Con mucho cuidado para no derramar una gota de poción multijugos, Harry pasó al del medio.

¿Listos? —preguntó.

Listos —le contestaron las voces de Ron y Hermione.

—¡No lo hagáis! —les advirtieron muchos preocupados.

A la una, a las dos, a las tres…

Todos tragaron saliva, ya era demasiado tarde.

Tapándose la nariz, Harry se bebió la poción en dos grandes tragos. Sabía a col muy cocida.
Inmediatamente, se le empezaron a retorcer las tripas como si acabara de tragarse serpientes vivas. Se encogió y temió ponerse malo. Luego, un ardor surgido del estómago se le extendió rápidamente hasta las puntas de los dedos de manos y pies.

Lily escuchaba preocupada. Ella nunca había bebido poción multijugos por lo que no sabía lo que se sentía al beberla y, obviamente, pensaba que se sentía así porque la habían preparado mal.

Jadeando, se puso a cuatro patas y tuvo la horrible sensación de estarse derritiendo al notar que la piel de todo el cuerpo le quemaba como cera caliente, y antes de que los ojos y las manos le empezaran a crecer, los dedos se le hincharon, las uñas se le ensancharon y los nudillos se le abultaron como tuercas. Los hombros se le separaron dolorosamente, y un picor en la frente le indicó que el pelo se le caía sobre las cejas. Se le rasgó la túnica al ensanchársele el pecho como un barril que reventara los cinchos. Los pies le dolían dentro de unos zapatos cuatro números menos de su medida…

Muchos escucharon sorprendidos.

—¿Ha... Funcionado...? —preguntó James, incrédulo.

El trío asintió sonriendo.

—¡No puede ser! —exclamó Lily sorprendida y algo aliviada.

—¡Increíble! —exclamó Moody poniéndose en pie emocionado—. Nunca había oído nada igual, ¡Nunca! Y eso que he oído cosas. Esto es demasiado impresionante.

—¡Es que Harry Potter y sus amigos son increíbles! —explicó Dobby dando divertidos saltitos de emoción en el asiento de Harry.

Seguido de eso empezó a aplaudir, los profesores continuaron el aplauso y luego el resto de adultos. Por ultimo todos los alumnos y así, todos en Hogwarts acabaron aplaudiendo como Harry, Ron y Hermione habían preparado una poción prohibida con doce años.

—¡Espera! —dijo Sirius de pronto—. ¡Eso significa que vais a colaros en la sala común de Slytherin!

—¡Genial! —exclamaron todos los hermanos Weasleys, James, Tonks, Seamus, Dean y alguno más.

—¡Se le restaran veinte puntos a Gryffindor por la preparación de una poción prohibida y diez por intentar colarse en una sala común a la que no pertenecen! —dijo Snape molesto. El nunca habría podido prepararla con doce años y, al contrario que el, Grenger si lo había hecho. Eso le irritaba mucho.

—Y se le sumaran cien por la increíble hazaña —dijo Dumbledore sonriendo.

Todos los Gryffindor rompieron a aplaudir, acababan de ganar setenta puntos del tirón, era algo increíble. Aunque no tanto que el hecho de que tres niños de doce años hubiesen preparado poción multijugos.

Todo concluyó tan repentinamente como había comenzado. Harry se encontró tendido boca abajo, sobre el frío suelo de piedra, oyendo a Myrtle sollozar de tristeza al fondo de los aseos. Con dificultad, se desprendió de los zapatos y se puso de pie. O sea que así se sentía uno siendo Goyle. Con una gran mano temblorosa se desprendió de su antigua túnica, que le quedaba a un palmo de los tobillos, se puso la otra y se abrochó los zapatos de Goyle, que eran como barcas. Se llevó una mano a la frente para retirarse el pelo de los ojos, y se encontró sólo con unos pelos cortos, como cerdas, que le nacían en la misma frente. Entonces comprendió que las gafas le nublaban la vista, porque obviamente Goyle no las necesitaba. Se las quitó y preguntó:

¿Estáis bien? —De su boca surgió la voz baja y áspera de Goyle.


—Hermione no —le dijo Ron a Harry divertido—. O tal vez sí que estaba bien pero no dijo nada para que no la oyéramos maullar.

Muchos le escucharon extrañados, ¿Maullar?

— Yo creo que estaba cabreada, porque podría llegar a arañarnos más como un animal que como una persona.

Ambos soltaron una risita y Hermione les fulminó con la mirada mientras muchos escuchaban sin entender.

Sí —contestó, proveniente de su derecha, el gruñido de Crabbe.

Harry abrió su puerta y se acercó al espejo quebrado. Goyle le devolvió la mirada con ojos apagados y hundidos en las cuencas. Harry se rascó una oreja, tal como hacía Goyle.

Algunos rieron imaginándose a Harry comportándose como Goyle.

Se abrió la puerta de Ron. Se miraron. Salvo por estar pálido y asustado, Ron era idéntico a Crabbe en todo, desde el pelo cortado con tazón hasta los largos brazos de gorila.

Es increíble —dijo Ron, acercándose al espejo y pinchando con el dedo la nariz chata de Crabbe—. Increíble.

—Y que lo digas —dijeron asombrados los gemelos. ¡La de cosas que podrían a haber hecho ellos si hubiesen contado con Hermione en sus filas!

Mejor que nos vayamos —dijo Harry, aflojándose el reloj que oprimía la gruesa muñeca de Goyle—. Aún tenemos que averiguar dónde se encuentra la sala común de Slytherin. Espero que demos con alguien a quien podamos seguir hasta allí.

—¡Chicos! —les regañó Remus—. ¿Cómo no habéis averiguado eso lo primero?

—Teníamos doce años —se excusaron ambos al mismo tiempo pero Ron siguió hablando—. Suficiente con que preparáramos la poción multijugos con éxito.

Hermione carraspeó molesta poniendo sus manos en sus caderas.

—Yo hice la poción —dijo la chica.

—¡Oh, venga ya, nosotros también la hicimos! —se quejó Harry.

—¿Estás diciendo que podrías preparar otra sin mi ayuda? —preguntó Hermione alzando una ceja.
—Yo... bueno... Pero nosotros estuvimos ahí todo el tiempo, y ayudamos...

—Sí, fuisteis buenos ayudantes —ambos chicos bufaron y miraron a Hermione molestos—. Es totalmente gracias a mí que la poción fuese preparada con éxito.

Ambos volvieron a bufar y Hermione sonrió con suficiencia.

Ron dijo, contemplando a Harry:

No sabes lo raro que se me hace ver a Goyle pensando.

La sala se llenó de risas mientras Goyle fulminaba a Ron con la mirada.

Golpeó en la puerta de Hermione.

Vamos, tenemos que irnos…

Una voz aguda le contestó:

Me… me temo que no voy a poder ir. Id vosotros sin mí.

Muchos miraron a Hermione extrañados. Esta ignoró las miradas porque, al parecer, encontraba mucho más interesantes sus zapatos que a la gente de su alrededor. O tal vez estuviese avergonzada.

Hermione, ya sabemos que Millicent Bulstrode es fea, nadie va a saber que eres tú.

Algunos rieron nuevamente mientras Bulstrode fulminaba a Ron.

No, de verdad… no puedo ir. Daos prisa vosotros, no perdáis tiempo.

Cada vez más gente miraba a Hermione extrañada y cada vez Hermione encontraba más interesantes sus zapatos. Aunque, claro, también podía ser que cada vez estuviese más avergonzada.

Harry miró a Ron, desconcertado.

Pareces Goyle —dijo Ron—. Siempre pone esta cara cuando un profesor pregunta.

Muchos rieron nuevamente. Incluso Crabbe, Goyle les fulminó a todos con la mirada, cabreado.

Hermione, ¿estás bien? —preguntó Harry a través de la puerta.

Sí, estoy bien… Marchaos.

Harry miró el reloj. Ya habían transcurrido cinco de sus preciosos sesenta minutos.
Espera aquí hasta que volvamos, ¿vale? —dijo él.

—¿Qué te pasaba? —le preguntó Lily algo preocupada.

—Luego lo sabrás —contestó Harry por ella con una desconcertante sonrisa.

Harry y Ron abrieron con cuidado la puerta de los lavabos, comprobaron que no había nadie a la vista y salieron.

No muevas así los brazos —susurró Harry a Ron.

¿Eh?

Crabbe los mantiene rígidos…

¿Así?

Sí, mucho mejor.

—Bien hecho, eso es algo que muchos no tienen en cuenta y por eso les descubren —dijo Moody asintiendo varias veces, satisfecho.

Bajaron por la escalera de mármol. Lo que necesitaban en aquel momento era a alguien de Slytherin a quien pudieran seguir hasta la sala común, pero no había nadie por allí.

¿Tienes alguna idea? —susurró Harry.

Cuando los de Slytherin bajan a desayunar, creo que vienen de por allí —dijo Ron, 
señalando con un gesto de la cabeza la entrada de las mazmorras. Apenas lo había terminado de decir, cuando una chica de pelo largo rizado salió de la entrada.

Perdona —le dijo Ron, yendo deprisa hacia ella—, se nos ha olvidado por dónde se va a nuestra sala común.

Me parece que no os entiendo —dijo la chica muy tiesa—. ¿Nuestra sala común? Yo soy de Ravenclaw.

Pelo largo rizado, Ravenclaw. Percy sospechó que seguramente fuera Penelope, y si Penelope había salido de la entrada de las mazmorras era porque había estado con él. Tragó saliva.

Y se alejó, volviendo recelosa la vista hacia ellos.

Harry y Ron bajaron corriendo los escalones de piedra y se internaron en la oscuridad. Sus pasos resonaban muy fuerte cuando los grandes pies de Crabbe y Goyle golpeaban contra el suelo, pero temían que la cosa no resultara tan fácil como se habían imaginado.

Los laberínticos corredores estaban desiertos. Fueron bajando más y más pisos, mirando constantemente sus relojes para comprobar el tiempo que les quedaba. Después de un cuarto de hora, cuando ya estaban empezando a desesperarse, oyeron un ruido delante.

¡Eh! —exclamó Ron, emocionado—. ¡Uno de ellos!

La figura salía de una sala lateral. Sin embargo, después de acercarse a toda prisa, se les cayó el alma a los pies: no se trataba de nadie de Slytherin, era Percy.

Percy suspiró, rezando por qué nadie relacionara a la chica de antes con él. Aunque, si lo pensaba bien, ni siquiera habían nombrado quien era la chica, así que era muy poco probable que lo relacionaran.

¿Qué haces aquí? —preguntó Ron, con sorpresa.

Percy lo miró ofendido.

Eso —contestó fríamente— no es asunto de tu incumbencia. Tú eres Crabbe, ¿no?

—Oh, claro, que pareces Crabbe —dijo Sirius que había pasado por alto eso y se había sorprendido mucho al ver la reacción de Percy a encontrarse con su hermano.

Eh… sí —respondió Ron.

Bueno, id a vuestros dormitorios —dijo Percy con severidad—. En estos días no es muy prudente merodear por los corredores.

Pues tú lo haces —señaló Ron.

Yo —dijo Percy, dándose importancia— soy un prefecto. Nadie va a atacarme.

Los gemelos comenzaron a reír con fuerza mientras Percy se sonrojaba avergonzado.

Repentinamente, resonó una voz detrás de Harry y Ron. Draco Malfoy caminaba hacia ellos, y por primera vez en su vida, a Harry le encantó verlo.

Malfoy bufó molesto. No recordaba ese día y eso significaba que no había descubierto a Harry y a Weasley.

Estáis ahí —dijo él, mirándolos—. ¿Os habéis pasado todo el tiempo en el Gran Comedor, poniéndoos como cerdos? Os estaba buscando, quería enseñaros algo realmente divertido.

Muchos Slytherin miraron a Malfoy. Rogándole con la mirada que detectara que no eran Crabbe y Goyle antes de entrar en la sala común. Porque dos Gryffindors no podían, nunca, jamás, entrar a la sala común de Slytherin.

Malfoy echó una mirada fulminante a Percy.

¿Y qué haces tú aquí, Weasley? —le preguntó con aire despectivo.

Percy se ofendió aún más.

¡Tendrías que mostrar un poco más de respeto a un prefecto! —dijo—. ¡No me gusta ese tono!

—¡Soy un prefecto. Muestra respeto. Hasta el monstruo de Slytherin lo hace al no atacarme, ¿Por qué no lo haces tú? —dijo Fred haciendo una imitación algo exagerada del comportamiento de Percy.

—Porque soy Draco Malfoy, el príncipe de Slyhterin. Y ni se te ocurra llamarme hurón, porque se lo diré a mi padre —dijo George imitando también bastante exageradamente a Malfoy.

Cuando las risas se calmaron Frank continuó con la lectura.

Malfoy lo miró despectivamente e indicó a Harry y a Ron que lo siguieran. A Harry casi se le escapa disculparse ante Percy, pero se dio cuenta justo a tiempo.

Percy sonrió a Harry. Ahora que había quedado perfectamente claro que él no había tocado a la pequeña Gin-Gin no había problema con ser amigable con él.

Él y Ron salieron a toda prisa detrás de Malfoy, que les decía, mientras tomaban el siguiente corredor:

Ese Peter Weasley…

Percy —le corrigió automáticamente Ron.

—¡Ron! —le regañó Hermione.

—¿Sabes que Harry? —le dijo Ron a Harry en un susurro—. Me alegro de que Hermione no estuviera porque cada vez que hiciéramos algo como eso nos pisaría o nos daría un codazo. Nos habrían descubierto en nada.

Como sea —dijo Malfoy—. He notado que últimamente entra y sale mucho por aquí, a hurtadillas. Y apuesto a que sé qué es lo que pasa. Cree que va a pillar al heredero de Slytherin él solito.

Percy soltó una pequeña carcajada, eso no estaba ni cerca de la razón por la que iba allí.

Lanzó una risotada breve y burlona. Harry y Ron se cambiaron miradas de emoción.

Malfoy se detuvo ante un trecho de muro descubierto y lleno de humedad.

¿Cuál es la nueva contraseña? —preguntó a Harry.

Eh… —dijo éste.

¡Ah, ya! «¡Sangre limpia!» —dijo Malfoy, sin escuchar, y se abrió una puerta de piedra disimulada en la pared.

Muchos bufaron al escuchar la contraseña.

—Nosotros no la elegimos, ¿Sabéis? —preguntó molesta Astoria—. Además, normalmente son cosas tontas como "Cancerbero", "Colmillos" o "Requiem".

Malfoy la cruzó y Harry y Ron lo siguieron.

Todas las casas menos Slytherin rompieron en aplausos.

—¡Los Gryffindor se han colado en la sala común de Slytherin! —exclamó Sirius emocionado—. Esto debería salir en la historia de Hogwarts.

—¡Y que lo digas! —dijo James también emocionado—. Las aventuras de mi hijo son ms emocionantes que cualquier otra chorrada que salga en ese libro.

La sala común de Slytherin era una sala larga, semisubterránea, con los muros y el techo de piedra basta. Varias lámparas de color verdoso colgaban del techo mediante cadenas. Enfrente de ellos, debajo de la repisa labrada de la chimenea, crepitaba la hoguera, y contra ella se recortaban las siluetas de algunos miembros de la casa Slytherin, acomodados en sillas de estilo muy recargado.

Los Gryffindor sonrieron con suficiencia. Su sala común era mucho mas acogedora.

Esperad aquí —dijo Malfoy a Harry y Ron, indicándoles un par de sillas vacías separadas del fuego—. Voy a traerlo. Mi padre me lo acaba de enviar.

Preguntándose qué era lo que Malfoy iba a enseñarles, Harry y Ron se sentaron, intentando aparentar que se encontraban en su casa.

Malfoy volvió al cabo de un minuto, con lo que parecía un recorte de periódico. Se lo puso a Ron debajo de la nariz.

Te vas a reír con esto —dijo.

Harry vio que Ron abría los ojos, asustado. Leyó deprisa el recorte, rió muy forzadamente y pasó el papel a Harry.

Todos tenían ganas de saber que ponía.

Era de El Profeta, y decía:

INVESTIGACIÓN EN EL MINISTERIO DE MAGIA
Arthur Weasley, director de la Oficina Contra el Uso Indebido de Artefactos Muggles, ha sido multado hoy con cincuenta galeones por embrujar un automóvil muggle.

Harry y Ron bajaron la cabeza avergonzados.

El señor Lucius Malfoy, miembro del Consejo Escolar del Colegio Hogwarts de Magia, en donde el citado coche embrujado se estrelló a comienzos del presente curso, ha pedido hoy la dimisión del señor Weasley.

Muchos gruñeron o bufaron, o ambas cosas mientras Draco se daba cuenta de que en realidad no era algo gracioso. Detrás del nombre escrito en ese papel había una persona, con una vida y una familia que mantener. No era gracioso.

«Weasley ha manchado la reputación del Ministerio», declaró el señor Malfoy a nuestro enviado. «Es evidente que no es la persona adecuada para redactar nuestras leyes, y su ridícula Ley de defensa de los muggles debería ser retirada inmediatamente.»
El señor Weasley no ha querido hacer declaraciones, si bien su esposa amenazó a los periodistas diciéndoles que si no se marchaban, les arrojaría el fantasma de la familia.

Los Weasley rieron al leer la reacción de su madre mientras esta se avergonzaba y el resto la miraban algo atemorizados.

¿Y bien? —dijo Malfoy impaciente, cuando Harry le devolvió el recorte—. ¿No os parece divertido?

—Obvio que no —dijo Malfoy suspirando.

Ja, ja —rió Harry lúgubremente.

Arthur Weasley tiene tanto cariño a los muggles que debería romper su varita mágica e irse con ellos —dijo Malfoy desdeñosamente—. Por la manera en que se comportan, nadie diría que los Weasley son de sangre limpia.

—Y orgullosos estamos —dijeron todos a una.

A Ron (o, más bien, a Crabbe) se le contorsionaba la cara de la rabia.

¿Qué te pasa, Crabbe? —dijo Malfoy bruscamente.

Me duele el estómago —gruñó Ron.

—Buena excusa —coincidió Malfoy.

Bueno, pues id a la enfermería y dadles a todos esos sangre sucia una patada de mi parte —dijo Malfoy, riéndose—. ¿Sabéis qué? Me sorprende que El Profeta aún no haya dicho nada de todos esos ataques —continuó diciendo pensativamente—. Supongo que Dumbledore está tapándolo todo. Si no para la cosa pronto, tendrá que dimitir. Mi padre dice siempre que la dirección de Dumbledore es lo peor que le ha ocurrido nunca a este colegio.

Miradas de furia fueron dirigidas en grandes cantidades hacia Malfoy, aunque lo único que había dicho este era lo que pensaba su padre.

Le gustan los que vienen de familia muggle. Un director decente no habría admitido nunca una basura como el Creevey ese.

Colin fulminó a Malfoy con la mirada, junto a muchos otros.

Malfoy empezó a sacar fotos con una cámara imaginaria, imitando a Colin, cruel pero acertadamente.

Potter, ¿puedo sacarte una foto, Potter? ¿Me concedes un autógrafo? ¿Puedo lamerte los zapatos, Potter, por favor?

Algunos contuvieron las ganas de reír porque estaban cabreados.

Bajó las manos y se quedó mirando a Harry y a Ron.

¿Qué os pasa a vosotros dos?

Demasiado tarde, Harry y Ron se rieron a la fuerza; sin embargo, Malfoy pareció satisfecho. Quizá Crabbe y Goyle fueran siempre lentos para comprender las gracias.

Muchos asintieron, era lo más probable. Draco asintió también, corroborándolo.

San Potter, el amigo de los sangre sucia —dijo Malfoy lentamente—. Ése es otro de los que no tienen verdadero sentimiento de mago, de lo contrario no iría por ahí con esa sangre sucia presuntuosa que es Granger. ¡Y se creen que él es el heredero de Slytherin!

—Bueno —dijo Harry—. Al menos Draco nunca ha pensado que era el heredero.

—¿Draco? —preguntó Ron mirando a Harry irritado—. ¿Cómo que Draco, Harry? ¿Tú también? ¿Qué demonios os pasa a los dos?

—Bueno —se excusó Harry que no había sido consciente de que le había llamado por su nombre—. Va a cambiar. De hecho ya ha empezado, y ha empezado muy bien, ¡Incluso se a disculpado!

—Ya, claro, se disculpa y todo queda perdonado.

—No. No funciona así. Yo no le he perdonado y el no esperaba que lo hiciera. El solo quería decirme que sentía haberse portado como se ha portado. Y yo le llamo por su nombre porque ahora no es el Malfoy de siempre. Ahora es Draco.

Ron frunció el ceño, molesto aun y todo. Le irritaba que sus amigos cedieran ante las mentiras del Slytherin, ¿Cómo podían ser tan idiotas? Estaba claro que Malfoy tramaba algo, y el averiguaría el que.

Harry y Ron estaban con el corazón en un puño; quizás a Malfoy le faltaban unos segundos para decirles que el heredero era él.

—¡Que no soy yo! —bufó molesto.

Pero en aquel momento…

Me gustaría saber quién es —dijo Malfoy, petulante—. Podría ayudarle.

—¿Veis?

A Ron se le quedó la boca abierta, de manera que la cara de Crabbe parecía aún más idiota de lo usual.

Algunos rieron imaginándoselo, sobra decir que no lo consiguieron, ¿Cómo imaginar a Crabbe mas idiota de lo que es? ¿Acaso se podía ser más idiota?

Afortunadamente, Malfoy no se dio cuenta, y Harry, pensando rápido, dijo:

Tienes que tener una idea de quién hay detrás de todo esto.

Ya sabes que no, Goyle, ¿cuántas veces tengo que decírtelo? —dijo Malfoy bruscamente—. Y mi padre tampoco quiere contarme nada sobre la última vez que se abrió la Cámara de los Secretos. Aunque sucedió hace cincuenta años, y por tanto antes de su época, él lo sabe todo sobre aquello, pero dice que la cosa se mantuvo en secreto y asegura que resultaría sospechoso si yo supiera demasiado.

Cincuenta años. Era un dato importante. Todos lo tuvieron en cuenta.

Pero sé algo: la última vez que se abrió la Cámara de los Secretos, murió un sangre sucia. Así que supongo que sólo es cuestión de tiempo que muera otro esta vez… Espero que sea Granger —dijo con deleite.

—Hasta aquí podíamos llegar —Ron se había puesto de pie y apuntaba a Malfoy con la varita. Él ya había oído a Malfoy decir eso la otra vez y había tenido que contenerse pero ahora no pensaba hacerlo.

Draco se puso en pie, suspirando, había sido un tremendo idiota y debía asumir las consecuencias. Permaneció inmóvil, esperando a que Weasley decidiera atacarle. Eso pareció descolocar a Ron, que esperaba que Malfoy sacara la varita o, por lo menos, que huyera como un cobarde pero no que se dejara hechizar tan tranquilamente. Eso le hizo dudar y no fue capaz de hechizarle.

—Discúlpate —le gritó. Si no se disculpaba le hechizaría. Así de simple.

—Lo siento. En serio. Era un niño estúpido que ni siquiera entendía bien todo eso de la muerte. Seguía todo lo que escuchaba de mi padre. Pensaba como él quería que pensara. Pero eso se acabó —sentenció—. Nunca más pienso volver a hacer algo así. Lo siento.

Ron tragó saliva. Quería creer que la disculpa de Malfoy era falsa pero parecía tan sincero... Eso solo le fastidió más.

—Y ya que estamos, Weasley. Quiero disculparme contigo también. Siemrpe me he metido con tu familia por ser pobres y, siendo sincero, tu hermana tenía razón. Siempre he querido un hermano. Eso no te importa en absoluto pero quería que lo supieras. Lo siento. No volveré a llamarte comadreja, aunque me llames hurón. Eso sí, si me haces algo responderé. Simplemente no pienso usar los insultos que usaba antes.

Ron asintió en silencio, ¿Iba en serio? ¿Malfoy quería cambiar? ¿Sentía lo que había hecho? Era difícil imaginarlo y, por supuesto, no iba a creer eso tan fácilmente.

—Lo que tú digas —dijo el pelirrojo dejándose caer sobre su asiento con fuerza. Malfoy le irritaba y por mucho que cambiara eso no iba a cambiar.

Ron apretaba los grandes puños de Crabbe. Dándose cuenta de que todo se echaría a perder si pegaba a Malfoy, Harry le dirigió una mirada de aviso y dijo:

¿Sabes si cogieron al que abrió la cámara la última vez?

Sí… Quienquiera que fuera, lo expulsaron —dijo Malfoy—. Aún debe de estar en Azkaban.
¿En Azkaban? —preguntó Harry, sin entender.

—La prisión de los magos —le explicó James y Sirius tragó saliva empalideciendo notablemente.

Claro, en Azkaban, la prisión mágica, Goyle —dijo Malfoy, mirándole, sin dar crédito a su torpeza—. La verdad es que si fueras más lento irías para atrás.

Algunos rieron.

Se movió nervioso en su silla y dijo:

Mi padre dice que tengo que mantenerme al margen y dejar que el heredero de Slytherin haga su trabajo. Dice que el colegio tiene que librarse de toda esa infecta sangre sucia, pero que yo no debo mezclarme. Naturalmente, él ya tiene bastantes problemas por el momento. ¿Sabéis que el Ministerio de Magia registró nuestra casa la semana pasada? —Harry intentó que la inexpresiva cara de Goyle expresara algo de preocupación—. Sí… —dijo Malfoy—. Por suerte, no encontraron gran cosa. Mi padre posee algunos objetos de Artes Oscuras muy valiosos. Pero afortunadamente nosotros también tenemos nuestra propia cámara secreta debajo del suelo del salón.

Moody y Tonks sonrieron con petulancia. Sin saber que Ron ya le había informado de eso a su padre.

¡Ah! —exclamó Ron.

Malfoy lo miró. Harry hizo lo mismo. Ron se puso rojo, incluso el pelo se le volvió un poco rojo. También se le alargó la nariz. La hora de que disponían llegaba a su fin, de forma que Ron estaba empezando a convertirse en sí mismo, y a juzgar por la mirada de horror que dirigía a Harry, a éste le estaba sucediendo lo mismo.

—Salir de ahí —les urgieron muchos.

Se pusieron de pie de un salto.

Necesito algo para el estómago —gruñó Ron,

—Buena excusa —dijeron los gemelos sonriendo.

y sin más preámbulos echaron a correr a lo largo de la sala común de Slytherin, lanzándose contra el muro de piedra y metiéndose por el corredor, y deseando desesperadamente que Malfoy no se hubiera dado cuenta de nada. Harry podía notarse los pies sueltos dentro de los grandes zapatos de Goyle, y tuvo que levantarse los bajos de la túnica al hacerse más pequeño. Subieron los escalones y llegaron al oscuro vestíbulo de entrada, en que se oían los sordos golpes que llegaban del armario en que habían encerrado a Crabbe y Goyle. Dejando los zapatos junto a la puerta del armario, subieron corriendo en calcetines hasta los lavabos de Myrtle la Llorona.

Bueno, no ha sido completamente inútil —dijo Ron, cerrando tras ellos la puerta de los aseos—. Ya sé que todavía no hemos averiguado quién ha cometido las agresiones, pero mañana voy a escribir a mi padre para decirle que miren debajo del salón de Malfoy.

Muchos sonrieron a Ron y Draco, a pesar de que seguía queriendo a su padre, contuvo las ganas que sentía de decirle algo a Weasley. Su padre se había ganado a pulso la enemistad que tenía con ellos.

Harry se miró la cara en el espejo roto. Volvía a la normalidad. Se puso las gafas mientras Ron llamaba a la puerta del retrete de Hermione.

Hermione, sal, tenemos muchas cosas que contarte.

¡Marchaos! —chilló Hermione.

Muchos fruncieron el ceño, extrañados.

Harry y Ron se miraron el uno al otro.

¿Qué pasa? —dijo Ron—. Tienes que estar a punto de volver a la normalidad, nosotros ya…
Pero Myrtle la Llorona salió de repente atravesando la puerta del retrete. Harry nunca la había visto tan contenta.

Cada vez todos estaban más extrañados.

¡Aaaaaaaah, ya la veréis! —dijo—. ¡Es horrible!

—¿Qué es horrible? —preguntó Molly preocupada.

Oyeron descorrerse el cerrojo, y Hermione salió, sollozando, tapándose la cara con la túnica.
¿Qué pasa? —preguntó Ron, vacilante—. ¿Todavía te queda la nariz de Millicent o algo así?

Algunos rieron pero la mayoría no, estaban preocupados por Hermione, ¿Por qué lloraba? ¿Y por qué se tapaba la cara con la túnica?

Hermione se descubrió la cara y Ron retrocedió hasta darse en los riñones con un lavabo.

—¿Qué pasa? —preguntaron muchos alterados.

Tenía la cara cubierta de pelo negro. Los ojos se le habían puesto amarillos y unas orejas puntiagudas le sobresalían de la cabeza.

—¡Un pelo de mi gato! —dijo Bulstrode mientras sonreís muy feliz—. ¡Jodete sangre sucia!

¡ZAS!

Un rayó descendió del techo del comedor e impacto de lleno en Bulstrode. Que desapareció. Entonces apareció un vociferador.

No os preocupéis por ella. Está en el mismo sitio que la cara sapo. Sinceramente, ni a vosotros ni a nosotros nos interesa que ellas estén allí leyendo los libros. Les hemos dado una oportunidad pero la han perdido. Con mis mejores deseos, Rose. dijo el vociferador de carrerilla. Entonces calló y estalló en llamas, dejando a todos en el comedor con la boca abierta.

—Bueno, sigamos —dijo entonces Frank algo extrañado por lo que acababa de ocurrir.

—¿Pero no se supone que en Hogwarts nadie puede aparecer o desaparecer? —le preguntó Ginny a Hermione. Esta bufó.

—Ginny, estos tíos han venido del futuro. Y si pueden viajar en el tiempo, ¿Por qué no iban a poder moverse por Hogwarts a su gusto?

¡Era un pelo de gato! —maulló—. ¡Mi-Millicent Bulstrode debe de tener un gato! ¡Y la poción no está pensada para transformarse en animal!

—¡No maullé! —se quejó Hermione.

—Hermione, los gatos maúllan, creí que ya lo sabías —le dijo Harry burlón.

¡Eh, vaya! —exclamó Ron.

Todos se van a reír de ti —dijo Myrtle, muy contenta.

Hermione bufó, molesto con Myrtle.

No te preocupes, Hermione —se apresuró a decir Harry—. Te llevaremos a la enfermería. La señora Pomfrey no hace nunca demasiadas preguntas…

Los merodeadores asintieron, eso lo sabían de sobra.

Les costó mucho trabajo convencer a Hermione de que saliera de los aseos. Myrtle la Llorona los siguió riéndose con ganas.

¡Pues ya verás cuando todos se enteren de que tienes cola!

Algunos rieron mientras Hermione despotricaba contra Myrtle.

—Aquí acaba —dijo Frank sonriendo a su mujer. Esa tomó esa sonrisa como una petición de que leyera ella y, sin importarle en absoluto, caminó hasta Frank y leyó en voz alta y algo extrañada—: El diario secretísimo.



2 comentarios :

  1. Mmmm creo que me perdí de algo, en qué momento fue la disculpa de malfoy con harry??????

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    1. En "Carrera en el bosque prohibido" (cap 13) Me había colado ese capitulo, gracias por comentarlo.

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