miércoles, 24 de septiembre de 2014

El heredero de Slytherin


¡!HolaloH¡!

Y aquí tenemos el climax. Para estar preparados quiero que todos escuchéis la canción "SAVE GINNY WEASLEY" de HARRY AND THE POTTERS. Es un requisito básico para poder leer el capítulo (por ninguna razón en especial, simplemente es así).

Bueno, que conste que esta vez he escrito el capítulo muy despierto (y eso que apenas he llegado a dormir 5 horas...) Lo que hace el cola-cao xD Espero que os guste y todo eso. Luego me lo contáis en ese agradable review que vais a escribir ;)


Todos los personajes y las palabras en negrita pertenecen a J.K. Rowling.

EL HEREDERO DE SLYTHERIN

Yo lo haré —giró Molly mientras corría hacia Charlie llena de preocupación. Su pequeña Ginny estaba allí, cerca de la muerte, y Harry también se acercaba a ella, ¿Qué iba a pasar? ¡No podían ponerse a comer ahora! Cogió el libro y leyó con en un agudo chillido—: El heredero de Slytherin.

El corazón de todos en la sala comenzó a agitarse con fuerza.

Molly cerró los ojos durante unos segundos. Reuniendo fuerza. Su hija y Harry estaban en una situación crítica, ¿Llegarían los profesores a tiempo? Vio que Ginny le sonreía, mientras Harry la abrazaba por detrás. Sonrió. Hacían una pareja perfecta. Verlos así, juntos, en armonía, era como si la vida les hubiera preparado para encajar así, ¿Cuándo se darían ellos cuenta de eso?

Esos pensamientos le dieron la fuerza que necesitaba, ellos estaban bien, y estarían mejor. Eso ya había pasado, todo iba a estar bien.

Se hallaba en el extremo de una sala muy grande, apenas iluminada.

La luz del comedor desapareció, excepto por unas pequeñas velas que flotaban alrededor de Molly, para que pudiera leer.

Todos se estremecieron, ¿Por qué había Dumbledore quitado la luz? ¡Como si no tuvieran ya suficiente miedo!

Altísimas columnas de piedra talladas con serpientes enlazadas se elevaban para sostener un techo que se perdía en la oscuridad, proyectando largas sombras negras sobre la extraña penumbra verdosa que reinaba en la estancia.

El terror comenzaba a cubrir la sala. Esta estaba completamente a oscuras, apenas podían ver la silueta del cuerpo de los que estaban sentados a su lado. Lo único visible para todos eran el libro y Molly, razón por la que todos miraban hacia allí.

Con el corazón latiéndole muy rápido, Harry escuchó aquel silencio de ultratumba. ¿Estaría el basilisco acechando en algún rincón oscuro, detrás de una columna? ¿Y dónde estaría Ginny?

Muchos tragaros saliva, imaginando la situación. Perdido en un lugar que no conoces, teniendo que arriesgarte a vagar por el para encontrar a Ginny pero con miedo de que aparezca un terrible monstruo que es capaz de matarte con una sola mirada. La oscuridad del comedor no ayudaba a calmar ese terror. Algunos temblaban.

Sacó su varita y avanzó por entre las columnas decoradas con serpientes. Sus pasos resonaban en los muros sombríos. Iba con los ojos entornados, dispuesto a cerrarlos completamente al menor indicio de movimiento.

Varios asintieron con fuerza, aprobando lo dicho. Harry vio como las siluetas de sus padres estaban tan pegadas la una a la otra que no podía diferenciar donde acababa uno y donde empezaba el otro.

Le parecía que las serpientes de piedra lo vigilaban desde las cuencas vacías de sus ojos. Más de una vez, el corazón le dio un vuelco al creer que alguna se movía.

Los labios de Ginny temblaban, como si estuviera tiritando. Ella había visto la cámara con claridad cuando salieron de ella así que el imaginar la situación de Harry, cuando no había nada claro y podía llegar a morir en cualquier momento, la aterraba.

Al llegar al último par de columnas, vio una estatua, tan alta como la misma cámara, que surgía imponente, adosada al muro del fondo.

Ron tragó saliva. Él había estado muy preocupado cuando Harry siguió sin él. La vida de su mejor amigo y de su propia hermana estaban en peligro y él no había podido hacer nada para ayudarles. Nada. Solo esperar junto a Lockhart. Solo esperar intentando pensar de manera positiva. Intentando imaginar el maravilloso viaje de Harry en el que derrotaba al basilisco con facilidad y con ello salvaba a una Ginny que estaba en perfecto estado. No había sido así, y él lo había tenido claro desde el principio. Y, aunque por una parte tenía curiosidad por saber lo que había ocurrido mientras el quitaba piedras, no tenía ninguna gana de saber lo que habían sufrido dos de las personas que más quería mientras él no era capaz de ayudarles.

Harry tuvo que echar atrás la cabeza para poder ver el rostro gigantesco que la coronaba: era un rostro antiguo y simiesco, con una barba larga y fina que le llegaba casi hasta el final de la amplia túnica de mago, donde unos enormes pies de color gris se asentaban sobre el liso suelo.

Algunos tenían unas muy claras sospechas sobre quien se trataba y, aunque él otros no lo tenían claro, sí que lo intuían.

Y entre los pies, boca abajo, vio una pequeña figura con túnica negra y el cabello de un rojo encendido.

Harry cerró los ojos y apretó con fuerza a Ginny contra él. Cuando la vio ahí tirada, inconsciente, sintió que el mundo se le caía encima. Apretó con más fuerza a Ginny, buscando que dejara salir algún gemido de dolor, indicándole que seguía viva, que todo lo que había sentido en ese momento era falso. Que todo estaba bien.

Ginny no soltó quejido alguno. Dejó que Harry la abrazara con fuerza. Ella también lo necesitaba.
Molly comenzó a temblar con violencia cuando siguió leyendo.

¡Ginny! —susurró Harry, corriendo hacia ella e hincándose de rodillas—. ¡Ginny! ¡No estés muerta! ¡Por favor, no estés muerta!

Harry tenía los ojos cerrados con tanta fuerza que se hacía daño. Entonces sintió las pequeñas y frías manos de Ginny acariciando las suyas. El resultado fue inmediato. Su corazón se relajó. Sus ojos permanecieron cerrados, pero tranquilos. Sus brazos relajaron la presión que ejercían sobre Ginny. Y se dejó acariciar, intentando acompasar los latidos de su corazón al ritmo de las caricias, relajándose.

Dejó la varita a un lado, cogió a Ginny por los hombros y le dio la vuelta. Tenía la cara tan blanca y fría como el mármol, aunque los ojos estaban cerrados, así que no estaba petrificada. Pero entonces tenía que estar…—.

—¡No! —gritaron muchos—. ¡No lo está!

Molly asintió varias veces y se secó las gotas de sudor que recorrían su cara. No estaba llorando, en este momento necesitaba permanecer fuerte. Y no por nada era una Prewett, sabía cómo comportarse fuerte cuando necesitaba parecer fuerte. Pero nada de esa fuerza sentía en su interior. Cada palabra de Harry narrando como Ginny estaba tirada, inconsciente y aparentemente muerta le hacía un hoyo en su interior, ¿Dónde había estado ella como madre para salvar a su hija?

—Estás viva —aseguró Harry a Ginny, aunque en realidad intentaba convencerse a sí mismo. Había creído tan fuertemente que no había llegado a tiempo que esa terrible sensación se le había acabado grabando de manera permanente. No en su memoria, donde recuerdas lo que pasó. Sino en su corazón, donde recuerdas como te sentiste—. Estás viva.

—Estoy viva —aseguró Ginny girándose para sonreír a Harry, aunque por la oscuridad este solo pudiera ver sus ojos—, y es gracias a ti.

—Estás viva, y eso es lo importante —dijo Harry apoyando su frente contra su frente—. Eso es lo único que me importa.

Ginny sintió como su cuerpo entraba en calor de manera repentina. Harry acercaba su rostro al de ella, poco a poco, veía en sus ojos la intención de besarla. Ginny cerró los ojos, dispuesta a aceptar su beso.

Pero el besó no llegó. Permaneció con los ojos cerrados unos segundos más, esperando por él, pero no llegó. Cuando por fin abrió los ojos se encontró con un Harry que miraba con atención a Molly. Pero incluso con toda esta oscuridad Ginny se percató de que estaba completamente sonrojado.

El corazón de Harry latía con violencia, ¡Había estado a punto de besar a Ginny! ¡A Ginny! ¡A la hermana de Ron! ¡A la única chica a la que no podía tocar! Estaba completamente atentó a Molly, oyendo como leía pero sin escuchar lo que decía. Había sido por la situación. Sí. Estaba claro, ¿Por qué sino iba Harry a querer besarla? La situación le había llevado a pensar que era lo que debía hacer. Menos mal que se había dado cuenta a tiempo. ¿Menos mal? Eso no era lo que pensaba un extraño monstruo que acababa de nacer dentro de él. Y lo demostró rugiendo insatisfecho.

Ginny, por favor, despierta —susurró Harry sin esperanza, agitándola. La cabeza de Ginny se movió, inanimada, de un lado a otro.

No despertará —dijo una voz suave.

Todos se alteraron, ¿Quién había hablado? ¿Era el heredero de Slytherin? ¡Oh, Merlín! ¿Qué iba a pasar con Harry y Ginny? (N.A. Que se casaran y tendrán tres lindos hijos e.e)

Harry se enderezó de un salto.

Un muchacho alto, de pelo negro, estaba apoyado contra la columna más cercana, mirándole. Tenía los contornos borrosos, como si Harry lo estuviera mirando a través de un cristal empañado. Pero no había dudas sobre quién era.

Tom… ¿Tom Ryddle?

—¡¿Tom Ryddle?! —preguntaron muchos asombrados—. ¿Pero cómo ha entrado en Hogwarts?

Ginny se echaba a ella toda la culpa.

—¿Y que hace en la cámara? —preguntó Lily aterrada—. ¡¿Cómo demonios ha entrado?!

Ella ya temía que Ryddle no era de fiar y lo demostraba temblando de manera furiosa en los brazos de James, quien estaba también tan preocupado y asustado que no intentó hacer nada para calmarla.

Ryddle asintió con la cabeza, sin apartar los ojos del rostro de Harry.

¿Qué quieres decir? ¿Por qué no despertará? —dijo Harry desesperado—. ¿Ella no está… no está…?

Algunos sonrieron, aunque ya sabían que así era les gustaba que ese Harry lo supiera también.

Todavía está viva —contestó Ryddle—, pero por muy poco tiempo.

Harry lo miró detenidamente. Tom Ryddle había estudiado en Hogwarts hacía cincuenta años, y sin embargo allí, bajo aquella luz rara, neblinosa y brillante, aparentaba tener dieciséis años, ni un día más.

—¡¿Cómo?! —exclamó Cho incrédula.

—¡Oh, vamos Cho, ahora no es momento de preocuparse por la estética! —la regañó su amiga Marietta.

—¿Pero tú eres tonta? —bufó Cho—. ¡Harry está cerca de morir! ¡Ese chico es malo! ¿Y te atreves a decirme que me estoy preocupando por parecer más joven?

—Callaos las dos —chilló Molly alterada. Tenía que seguir leyendo. Tenía que comprobar que no les pasaba nada a Harry y a Ginny.

¿Eres un fantasma? —preguntó Harry dubitativo.

Soy un recuerdo —respondió Ryddle tranquilamente— guardado en un diario durante cincuenta años.

—Eso huele a magia terriblemente oscura —murmuró Sirius.

James no dijo ninguna tontería acerca de Sirius oliendo algo.

Ryddle señaló hacia los gigantescos dedos de los pies de la estatua. Allí se encontraba, abierto, el pequeño diario negro que Harry había hallado en los aseos de Myrtle la Llorona. Durante un segundo, Harry se preguntó cómo habría llegado hasta allí. Pero tenía asuntos más importantes en los que pensar.

Tienes que ayudarme, Tom —dijo Harry, volviendo a levantar la cabeza de Ginny—. Tenemos que sacarla de aquí. Hay un basilisco… No sé dónde está, pero podría llegar en cualquier momento. Por favor, ayúdame…

—Harry... —le llamó su madre que parecía apunto de desmayarse—. Harry, ese es malo, es malo, malo.

Ryddle no se movió. Harry, sudando, logró levantar a medias a Ginny del suelo, y se inclinó a recoger su varita.

Pero la varita ya no estaba.

Muchos abrieron los ojos de manera exagerada, aterrados, ¿Se la había quitado Ryddle?

¿Has visto…?

Levantó los ojos. Ryddle seguía mirándolo… y jugueteaba con la varita de Harry entre los dedos.

El temor, los nervios y la preocupación que habitaban en la sala eran tales que eran casi visibles.

Gracias —dijo Harry, tendiendo la mano para que el muchacho se la devolviera.

Muchos pusieron muecas, incomodos por la increíble inocencia de Harry.

Una sonrisa curvó las comisuras de la boca de Ryddle. Siguió mirando a Harry, jugando indolente con la varita.

Escucha —dijo Harry con impaciencia. Las rodillas se le doblaban bajo el peso muerto de Ginny—. ¡Tenemos que huir! Si aparece el basilisco…

—Vete, Harry —le urgió su padre tan pálido que brillaba en la oscuridad como un fantasma—. Coge a Ginny y corre.

No vendrá si no es llamado —dijo Ryddle con toda tranquilidad.

—¡Él es el heredero! —comprendió Tonks—. ¡El heredero de Slytherin!

—¡El mató a Myrtle! ¡No quería que cerraran Hogwarts pero tampoco quería tener que irse de allí así que culpó a Hagrid! —exclamó Neville.

La tensión era casi palpable. A Harry le extrañaba que Molly fuera capaz de seguir leyendo mientras temblaba como temblaba.

Harry volvió a posar a Ginny en el suelo, incapaz de sostenerla.

—Mi plan queda descartado —dijo James en un susurro. Empalideció más todavía, ¿Qué iba a pasar?
Ginny se giró hacia Harry.

—Tenías que haber huido —le dijo convencida.

—¿Y dejarte morir? —replicó Harry sorprendido—. Antes muerto.

Ginny se sintió algo intimidada al ver la determinación con la que Harry había hablado.

—Pero podías haber muerto...

—Pero también podíamos haber salido ambos vivos —dijo sonriendo—. Y ahora, que yo vea, ambos estamos vivos.

—Pero...

—¿Preferías estar muerta? Está bien, no hace falta que contestes. Yo no quería que estuvieses muerta. No quiero que estés muerta. Y si tengo que dar mi vida para evitar que lo estés, Ginny —la miró a los ojos con determinación—, lo haré con gusto.

Ginny tragó saliva mientras se perdía en los ojos verdes de este. Así era Harry Potter, dispuesto a dar su vida por cualquiera, aunque simplemente fuese la hermana pequeña de su amigo. Sonrió levemente.

—Pero yo no quiero eso...

—Tienes razón, yo tampoco —admitió Harry—. ¿Qué te parece si lo dejamos como esta? Con nosotros dos vivos.

Ginny amplió su sonrisa.

—Está bien.

¿Qué quieres decir? —preguntó—. Mira, dame la varita, podría necesitarla.

Varios suspiraron desesperados, ¿Es que no iba a darse cuenta de que era el malo?

La sonrisa de Ryddle se hizo más evidente.

No la necesitarás —repuso.

Algunos tragaron saliva, cada vez en un peor estado.

Harry lo miró.

¿A qué te refieres, yo no…?

He esperado este momento durante mucho tiempo, Harry Potter —dijo Ryddle—. Quería verte. Y hablarte.

Muchos fruncieron el ceño entre extrañados y asustados, ¿Por qué quería Ryddle conocer a Harry?

Mira —dijo Harry, perdiendo la paciencia—, me parece que no lo has entendido: estamos en la Cámara de los Secretos. Ya tendremos tiempo de hablar luego.

Vamos a hablar ahora —dijo Ryddle, sin dejar de sonreír, y se guardó en el bolsillo la varita de Harry.

La tensión aumentaba, ¿Qué iba a ocurrir? ¡¿Qué iba a ocurrir?! (N.A. WOAAAAA)

Harry lo miró. Allí sucedía algo muy raro.

¿Cómo ha llegado Ginny a este estado? —preguntó, hablando despacio.

Bueno, ésa es una cuestión interesante —dijo Ryddle, con agrado—. Es una larga historia. Supongo que el verdadero motivo por el que Ginny está así es que le abrió el corazón y le reveló todos sus secretos a un extraño invisible.

Todos estaban ahora más extrañados todavía.

Ginny temblaba entre los brazos de Harry, ¿Qué pensarían todos cuando vieran que ella había sido la culpable?

—Ginny —la voz de Harry sonó con suavidad cerca de su oreja—. Ese diario logró manipularme hasta a mí, ¡El gran Harry Potter! —dijo con humor—. No te sientas débil por eso.

—No me siento débil —aseguró ella—. Me siento culpable.

Aquello descolocó a Harry.

—¿Y por qué ibas a sentirte culpable?

Ginny le miró extrañada, ¿Acaso no era obvio el por qué se sentía culpable?

—Harry —dijo hablando muy despacio—. Yo maté los gallos. Yo pinté las paredes. Yo elegí las victimas...

—Tu —dijo Harry hablando tan despacio como ella— eres la víctima. Todas esas cosas no las hiciste tú, sino Ryddle. Estabas siendo manipulada, ¿A quién, por Merín, se le ocurre pensar que algo así es culpa suya? Nadie va a pensar eso, Ginny —y entonces Harry lo estropeó—, Porque la culpa es mía.

—¿Qué? —preguntó Ginny sorprendida.

—Está claro. Tuve el diario en mis manos, ¡Tú lograste deshacerte de él! Pero yo, como un idiota, lo cogí, ¡Y eso que Ron me previno de hacerlo! Y tuviste que volver a someterte a él por mi culpa.

—¡No lo hice para salvarte! ¡Tenía miedo de que averiguaras quien hizo todas esas cosas! ¡Tenía miedo de que supieras quien tenía la culpa de todo! —estaba gritando.

—¡Yo tengo la culpa! —gritó también Harry.

—¡¿Pero cómo vas a tener tú la culpa, joder, si la tengo yo?!

—¡Tu solo fuiste la mayor victima! ¿Qué culpa puede tener la victima?

James suspiró y decidió intervenir.

—¿Pelea de enamorados?

Simple y efectivo. Ambos se detuvieron instantáneamente y se giraron hacia él.

—Estoy seguro, chicos, de que ninguno de los dos tiene la culpa —dijo sonriendo—. Y si hay aquí algún culpable, ese es Lunático.

—¡Eh! —se quejó el licántropo.

—Lunático tiene la culpa de todo —dijo guiñándoles un ojo—. A él nunca le castigan.

Harry y Ginny no pudieron evitar reír brevemente, olvidando su estúpida discusión.

Molly, que seguía temblando, siguió leyendo.

¿De qué hablas? —dijo Harry.

Del diario —respondió Ryddle—. De mi diario. La pequeña Ginny ha estado escribiendo en él durante muchos meses, contándome todas sus penas y congojas: que sus hermanos se burlaban de ella,

Fred y George bajaron la cabeza, avergonzados.

que tenía que venir al colegio con túnica y libros de segunda mano,

Los Weasley bajaron la cabeza mientras los Potter la elevaban. Eso no iba a volver a pasar.

que… —A Ryddle le brillaron los ojos—… pensaba que el famoso, el bueno, el gran Harry Potter no llegaría nunca a quererla…

Ginny se ruborizó de manera furiosa. Harry no se dio cuenta, porque estaba demasiado preocupado intentando que ella no se diera cuenta de que el también esta ruborizado.

Ron tragó saliva. No quería que Harry estuviera enamorado de su hermana pequeña. Pero tampoco quería que su hermana sufriera. ¿Qué debería hacer? (N.A. Mantente al margen, inútil ¬¬)

Mientras hablaba, Ryddle mantenía los ojos fijos en Harry. Había en ellos una mirada casi ávida.

Es una lata tener que oír las tonterías de una niña de once años —siguió—. Pero me armé de paciencia. Le contesté por escrito. Fui comprensivo, fui bondadoso. Ginny, simplemente, me adoraba: Nadie me ha comprendido nunca como tú, Tom… Estoy tan contenta de poder confiar en este diario… Es como tener un amigo que se puede llevar en el bolsillo…

Ginny se mordió el labio, furiosa, ¡Que ganas tenía de hacérselo pagar a Ryddle! Aunque, seguramente, el propio Ryddle no sabría lo que hizo ya que el culpable fue un recuerdo.

Ryddle se rió con una risa potente y fría que parecía ajena. A Harry se le erizaron los pelos de la nuca.

Si es necesario que yo lo diga, Harry, la verdad es que siempre he fascinado a la gente que me ha convenido. Así que Ginny me abrió su alma, y era precisamente su alma lo que yo quería.

Molly hizo una pausa porque temblaba tanto que no era capaz de seguir leyendo. Dumbledore hizo hacer una mesita para que Molly pudiera apoyar el libro.

Me hice cada vez más fuerte alimentándome de sus temores y de sus profundos secretos. Me hice más poderoso, mucho más que la pequeña señorita Weasley. Lo bastante poderoso para empezar a alimentar a la señorita Weasley con algunos de mis propios secretos, para empezar a darle un poco de mi alma…

La voz de Molly temblaba tanto que cualquiera diría que se iba a quebrar. Pero no lo hizo.

¿Qué quieres decir? —preguntó Harry, con la boca completamente seca.

¿Todavía no lo adivinas, Harry Potter? —dijo sin inmutarse Ryddle—. Ginny Weasley abrió la Cámara de los Secretos. Ella retorció el pescuezo a los gallos del colegio y pintarrajeó pavorosos mensajes en las paredes. Ella echó la serpiente de Slytherin contra los cuatro sangre sucia y el gato del squib.

El silencio en el comedor fue abrumador. Nadie dijo nada. No entendían porque Ginny había hecho eso, aun si Ryddle se lo pidió.

No —susurró Harry.

Sí —dijo Ryddle con calma—. Por supuesto, al principio ella no sabía lo que hacía. Fue muy divertido. Me gustaría que hubieras podido ver las anotaciones que escribía en el diario… Se volvieron mucho más interesantes… Querido Tom —recitó, contemplando la horrorizada cara de Harry—, creo que estoy perdiendo la memoria. He encontrado plumas de gallo en mi túnica y no sé por qué están ahí.

Ginny se sorprendió al ver como la mayoría suspiraban aliviados.

—Entonces tu no fuiste la culpable —dijo Dean con alivió—. Te estaba controlando.

—Si pero...

—"Si pero..." nada, Ginny —dijo Harry con seriedad—. Te estaba controlando. No tienes la culpa.

Querido Tom, no recuerdo lo que hice la noche de Halloween, pero han atacado a un gato y yo tengo manchas de pintura en la túnica. Querido Tom, Percy me sigue diciendo que estoy pálida y que no parezco yo. Creo que sospecha de mí… Hoy ha habido otro ataque y no sé dónde me encontraba en aquel momento. ¿Qué voy a hacer, Tom? Creo que me estoy volviendo loca. ¡Me parece que soy yo la que ataca a todo el mundo, Tom!

Muchos reflejaban la ira que sentían en sus propios ojos.

Ron tenía los puños apretados con tanta fuerza que le dolía. Pero le importaba. Lo prefería así. Ryddle había hecho daño a su hermana. Le había hecho mucho daño. Por su culpa su primer año en Hogwarts fue terrible, y le dejó una marca que nadie pudo nunca arrancar.

Harry tenía los puños apretados y se clavaba las uñas en las palmas.

Ron le sonrió, al menos Harry iba a pararle los pies a ese imbécil.

Le llevó mucho tiempo a esa tonta de Ginny dejar de confiar en su diario —explicó Ryddle—. Pero al final sospechó e intentó deshacerse de él. Y entonces apareciste tú, Harry. Tú lo encontraste, y nada podría haberme hecho tan feliz. De todos los que podrían haberlo cogido, fuiste tú, la persona a la que yo tenía más ganas de conocer…

Lily cada vez estaba más preocupada y furiosa. Más le valía a ese Ryddle no tocar a su hijo.

¿Y por qué querías conocerme? —preguntó Harry. La ira lo embargaba y tenía que hacer un gran esfuerzo para mantener firme la voz.

Bueno, verás, Ginny me lo contó todo sobre ti, Harry —dijo Ryddle—. Toda tu fascinante historia. —Sus ojos vagaron por la cicatriz en forma de rayo que Harry tenía en la frente, y su expresión se volvió más ávida—. Quería averiguar más sobre ti, hablar contigo, conocerte si era posible, así que decidí mostrarte mi famosa captura de ese zopenco, Hagrid, para ganarme tu confianza.

Hagrid es mi amigo —dijo Harry, con voz temblorosa—. Y tú lo acusaste, ¿no? Creí que habías cometido un error, pero…

Ryddle volvió a reírse con su risa sonora.

Era mi palabra contra la de Hagrid. Bueno, ya te puedes imaginar lo que pensaría el viejo Armando Dippet. Por un lado, Tom Ryddle, pobre pero muy inteligente, sin padres pero muy valeroso, prefecto del colegio, estudiante modelo; por el otro lado, el grandulón e idiota de Hagrid,

Hagrid gruñó con enfado mientras muchos le miraban con pena.

que tenía problemas cada dos por tres, que intentaba criar cachorros de hombre lobo debajo de la cama, que se escapaba al bosque prohibido para luchar con los trols. Pero admito que incluso yo me sorprendí de lo bien que funcionó mi plan. Creía que alguien al fin comprendería que Hagrid no podía ser el heredero de Slytherin. Me había llevado cinco años averiguarlo todo sobre la Cámara de los Secretos y descubrir la entrada oculta… ¡como si Hagrid tuviera la inteligencia o el poder necesarios!

Hagrid volvió a gruñir, y esta vez no fue el único.

»Sólo el profesor de Transformaciones, Dumbledore, creía en la inocencia de Hagrid. Convenció a Dippet para que retuviera a Hagrid y le enseñara el oficio de guarda. Sí, creo que Dumbledore podría haberlo adivinado. A Dumbledore nunca le gusté tanto como a los otros profesores…

Hagrid sonrió a Dumbledore. Le tenía demasiado aprecio a ese hombre.

Me apuesto algo a que Dumbledore descubrió tus intenciones —dijo Harry, rechinando los dientes.

Muchos asintieron con fuerza.

Bueno, es verdad que él me vigiló mucho más después de la expulsión de Hagrid, me fastidió bastante —dijo Ryddle sin darle importancia—. Me di cuenta de que no sería prudente volver a abrir la cámara mientras siguiera estudiando en el colegio. Pero no iba a desperdiciar todos los años que había pasado buscándola. Decidí dejar un diario, conservándome en sus páginas con mis dieciséis años de entonces, para que algún día, con un poco de suerte, sirviese de guía para que otro siguiera mis pasos y completara la noble tarea de Salazar Slytherin.

Gruñidos recorrieron la sala, incluso desde la mesa de Slytherin.

Bueno, pues no la has completado —dijo Harry en tono triunfante—. Nadie ha muerto esta vez, ni siquiera el gato. Dentro de unas pocas horas la pócima de mandrágora estará lista y todos los petrificados volverán a la normalidad.

Algunos se permitieron el sonreír triunfantes también.

Ginny, Ron y Hermione estaban muy tensos. Los tres sabían que Harry se había enfrentado al basilisco, pero no sabían cuándo, y, de algún modo, tampoco querían saberlo.

¿No te he dicho todavía —dijo Ryddle con suavidad— que ya no me preocupa matar a los sangre sucia? Desde hace meses mi nuevo objetivo has sido… tú.

Muchos temblaban con violencia, ¿Por qué tenía que pasarle todo a Harry? ¿Por qué todo iba en su contra?

Harry lo miró—. Imagina mi disgusto cuando alguien volvió a abrir mi diario, y ya no eras tú quien me escribía, sino Ginny. Ella te vio con el diario y se puso muy nerviosa. ¿Y si averiguabas cómo funcionaba, y el diario te contaba todos sus secretos? ¿Y si, lo que aún era peor, te decía quién había retorcido el pescuezo a los pollos?

Muchos miraron a Ginny con tristeza mientras esta bajaba la cabeza avergonzada. Le habría podido decir algo como "¡Mentira, yo solo quería ayudar a Harry a deshacerse del diario!" pero sería mentir. También había pensado eso, por supuesto, pero esa no había sido la razón principal, y se despreciaba por eso.

Así que esa mocosa esperó a que tu dormitorio quedara vacío y te lo robó. Pero yo ya sabía lo que tenía que hacer. Era evidente que tú ibas detrás del heredero de Slytherin. Por todo lo que Ginny me había dicho sobre ti, yo sabía que irías al fin del mundo para resolver el misterio… y más si atacaban a uno de tus mejores amigos.

Ron empalideció, ¿Entonces Hermione había estado cerca de morir solo porque quería llamar la atención de Harry? Una potente furia comenzó a invadirle por dentro.

Y Ginny me había dicho que todo el colegio era un hervidero de rumores porque te habían oído hablar pársel…

»Así que hice que Ginny escribiera en la pared su propia despedida y bajara a esperarte. Luchó y gritó y se puso muy pesada. Pero ya casi no le quedaba vida: había puesto demasiado en el diario, en mí.

La voz de Molly sonaba fatal. A Harry le extrañaba como era capaz de seguir leyendo. Era como si se hubiera quebrado pero no lo hubiera admitido. O como si no lo pudiera admitir. Y así era, Molly tenía que seguir leyendo.

Lo suficiente para que yo pudiera salir al fin de las páginas. He estado esperándote desde que llegamos. Sabía que vendrías. Tengo muchas preguntas que hacerte, Harry Potter.

¿Como cuál? —soltó Harry, con los puños aún apretados.

Bueno —dijo Ryddle, sonriendo—, ¿cómo es que un bebé sin un talento mágico extraordinario derrota al mago más grande de todos los tiempos? ¿Cómo escapaste sin más daño que una cicatriz, mientras que lord Voldemort perdió sus poderes?

Se hizo un silencio abrumador que solo fue interrumpido por el inteligente comentario de Luna.

—¿Por qué le importa? —preguntó temblorosa—. Voldemort es posterior a él.

Harry cerró los ojos, intentando calmarse. Él sabía muy bien por qué.

En aquel momento apareció un extraño brillo rojo en su mirada.

¿Por qué te preocupa cómo me libré? —dijo Harry despacio—. Voldemort fue posterior a ti.

Voldemort —dijo Ryddle imperturbable— es mi pasado, mi presente y mi futuro, Harry Potter…

Muchos comenzaron a asustarse, ¿A qué se refería?

Sacó del bolsillo la varita de Harry y escribió en el aire con ella tres resplandecientes palabras:

TOM SORVOLO RYDDLE

Luego volvió a agitar la varita, y las letras cambiaron de lugar:

SOY LORD VOLDEMORT

Todos abrieron los ojos de manera exagerada.

—Ese tío es... —murmuró Malfoy pero el silencio era tal que todos lo escucharon.

¿Ves? —susurró—. Es un nombre que yo ya usaba en Hogwarts, aunque sólo entre mis amigos más íntimos, claro. ¿Crees que iba a usar siempre mi sucio nombre muggle? ¿Yo, que soy descendiente del mismísimo Salazar Slytherin, por parte de madre? ¿Conservar yo el nombre de un vulgar muggle que me abandonó antes de que yo naciera, sólo porque se enteró de que su mujer era bruja?

Todos abrieron todavía más los ojos.

—El señor tenebroso es... Es... ¿Mestizo? —preguntó Blaise incapaz de creérselo.

—Yo... Esto... No puede ser —murmuró Malfoy—. No tiene sentido.

—¿Pero entonces porque ese odio contra los hijos de muggles si él es hijo de un muggle? —preguntó Luna extrañada.

—La respuesta es más simple de lo que parece —dijo Dumbledore. Todo estaba tan oscuro que lo único visible de él eran sus ojos y, en algún momento, algún extraño brillo que salía de su barba.
Hubo un largo silencio. Todos necesitaban un tiempo para procesar esa información.

Después de varios minutos Molly volvió a la lectura.

No, Harry. Me di un nuevo nombre, un nombre que sabía que un día temerían pronunciar todos los magos, ¡cuando yo llegara a ser el hechicero más grande del mundo!

Hubo un silencio más incómodo todavía que solo fue interrumpido por Dobby.

—El-que-no-debe-ser-nombrado no es el mago más grande del mundo —aseguró—. ¡Ese es Harry Potter! Y también Albus Dumbledore.

Harry miró hacia su silla, donde no se veía ni la silueta de Dobby, ¿En serio Dobby le consideraba un mago tan poderoso? Él se había librado de lo que se había librado porque tenía mucha suerte y casi siempre contaba con ayuda.

A Harry pareció bloqueársele el cerebro. Miraba como atontado a Ryddle, al huérfano que se convirtió en el asesino de sus padres, y de otra mucha gente… Al final hizo un esfuerzo por hablar.

No lo eres —dijo. Su voz aparentemente calmada estaba llena de odio.

¿No soy qué? —preguntó Ryddle bruscamente.

No eres el hechicero más grande del mundo —dijo Harry, con la respiración agitada—. Lamento decepcionarte pero el mejor mago del mundo es Albus Dumbledore.

Dumbledore sonrió a Harry, aunque este no pudiera ver su sonrisa.

Todos lo dicen.

Todos asintieron convencidos.

Ni siquiera cuando eras fuerte te atreviste a apoderarte de Hogwarts. Dumbledore te descubrió cuando estabas en el colegio y todavía le tienes miedo, te escondas donde te escondas.

—¡Bien dicho, Harry! —le apoyó Neville.

De la cara de Ryddle había desaparecido la sonrisa, y había ocupado su lugar una mirada de desprecio absoluto.

¡A Dumbledore lo han echado del castillo gracias a mi simple recuerdo! —dijo Ryddle, irritado.

Los ojos de mucho brillaban con ira.

No está tan lejos como crees —replicó Harry. Hablaba casi sin pensar, con la intención de asustar a Ryddle y deseando, más que creyendo, que lo que afirmaba fuese verdad.

Dumbledore sonrió.

Ryddle abrió la boca, pero no dijo nada.

Llegaba música de algún lugar. Ryddle se volvió para comprobar que en la cámara no había nadie más. Pero aquella música sonaba cada vez más y más fuerte. Era inquietante, estremecedora, sobrenatural.

Muchos comenzaron a alterarse, ¿A que venía eso ahora? ¿No era suficiente solo con Ryddle?

A Harry le puso los pelos de punta y le pareció que el corazón iba a salírsele del pecho. Luego, cuando la música alcanzó tal fuerza que Harry la sentía vibrar en su interior, surgieron llamas de la columna más cercana a él.

Harry sonrió con ganas. Si no llega a ser por Fawkes él habría muerto, sin duda.

Apareció de repente un pájaro carmesí del tamaño de un cisne, que entonaba hacia el techo abovedado su rara música. Tenía una cola dorada y brillante, tan larga como la de un pavo real, y brillantes garras doradas, con las que sujetaba un fardo de harapos.

El pájaro se encaminó derecho a Harry, dejó caer el fardo a sus pies y se le posó en el hombro. Cuando plegó las grandes alas, Harry levantó la mirada y vio que tenía un pico dorado afilado y los ojos redondos y brillantes.

—¿Cómo? —preguntaron muchos extrañados.

El pájaro dejó de cantar y acercó su cuerpo cálido a la mejilla de Harry, sin dejar de mirar fijamente a Ryddle.

Es un fénix —dijo Ryddle, devolviéndole una mirada perspicaz.

¿Fawkes? —musitó Harry, sintiendo la suave presión de las garras doradas.

Y eso —dijo Ryddle, mirando el fardo que Fawkes había dejado caer—, eso no es más que el viejo Sombrero Seleccionador del colegio.

Todos estaban alucinados, ¿Por qué había ido allí el fénix de Dumbledore? ¿Y porque había llevado el Sombrero Seleccionador?

Así era. Remendado, deshilachado y sucio, el sombrero yacía inmóvil a los pies de Harry.

Ryddle volvió a reír. Rió tan fuerte que su risa se multiplicó en la oscura cámara, como si estuvieran riendo diez Ryddles al mismo tiempo.

¡Eso es lo que Dumbledore envía a su defensor: un pájaro cantor y un sombrero viejo! ¿Te sientes más seguro, Harry Potter? ¿Te sientes a salvo?

Muchos fruncieron el ceño extrañados, ¿Qué se proponía Dumbledore enviando eso?

Harry no respondió. No veía la utilidad de Fawkes ni del viejo sombrero, pero ya no se sentía solo, y aguardó con creciente valor a que Ryddle dejara de reír.

Ginny apretó con fuerza la mano de Harry.

A lo que íbamos, Harry —dijo Ryddle, sonriendo todavía con ganas—. En dos ocasiones, en tu pasado, en mi futuro, nos hemos encontrado. Han sido dos ocasiones en que no he logrado matarte. ¿Cómo sobreviviste? Cuéntamelo todo. Cuanto más hables —añadió con voz suave—, más tardarás en morir.

Muchos dejaron salir un jadeo, pero el de Lily se hizo oír por encima de los demás.

Harry pensó deprisa, sopesando sus posibilidades. Ryddle tenía la varita; él tenía a Fawkes y el Sombrero Seleccionador, que no resultarían de gran utilidad en un duelo. No prometían mucho, la verdad. Pero cuanto más tiempo permaneciera Ryddle allí, menos vida le quedaría a Ginny…

Ahora fue Harry quien apretó con fuerza la mano de Ginny. Ahora que lo pensaba, sentarse de esa manera con ella había sido lo mejor que podía haber hecho. Podían calmarse el uno al otro y estarían mucho más calmados que estando separados.

Harry percibió algo de pronto: en el tiempo que llevaban en la cámara, los contornos de la imagen de Ryddle se habían vuelto más claros, más corpóreos. Si Ryddle y él tenían que luchar, mejor que fuera pronto.

Los corazones de los presentes en la sala comenzaron a agitarse con fuerza, ¿De verdad iba Harry a enfrentarse con Voldemort?

Nadie sabe por qué perdiste tus poderes al atacarme —dijo bruscamente Harry—. Yo tampoco. Pero sé por qué no pudiste matarme: porque mi madre murió para salvarme. Mi vulgar madre de origen muggle —añadió, temblando de rabia—; ella evitó que me mataras.

Lily no pudo evitar sonreír. Ella había salvado a su hijo. Había dado su vida en el proceso, sí, pero había salvado a su hijo.

Y yo te he visto de verdad, te vi el año pasado. Eres una ruina. Apenas estás vivo. A esto te ha llevado todo tu poder. Te ocultas. ¡Eres horrible, inmundo!

La mayoría miraban a Harry impresionados.

—¿Cómo eres capaz de... de hablarle así a... a él? —preguntó Seamus incapaz de creérselo.

Harry se encogió de hombros, pero la oscuridad impidió que nadie fuese consciente de ello.

Ryddle tenía el rostro contorsionado. Forzó una horrible sonrisa.

O sea que tu madre murió para salvarte. Sí, ése es un potente contrahechizo. Tenía curiosidad, ¿sabes? Porque existe una extraña afinidad entre nosotros, Harry Potter. Incluso tú lo habrás notado. Los dos somos de sangre mezclada, los dos huérfanos, los dos criados por muggles. Tal vez somos los dos únicos hablantes de pársel que ha habido en Hogwarts después de Slytherin. Incluso nos parecemos físicamente… Pero, después de todo, sólo fue suerte lo que te salvó de mí. Eso es lo que quería saber.

—¡Suerte dice! —bufó James ultrajado—. ¡Suerte!

Harry permaneció quieto, tenso, aguardando que Ryddle levantara su varita. Pero Ryddle se limitaba a exagerar más su sonrisa contrahecha.

Ahora, Harry, voy a darte una pequeña lección. Enfrentemos los poderes de lord Voldemort, heredero de Salazar Slytherin, contra el famoso Harry Potter, que tiene de su parte las mejores armas de Dumbledore.

Muchos tragaron saliva aterrados y algunos, inconscientemente, agarraron a la persona que tenían mas cerca.

Ryddle dirigió una mirada socarrona a Fawkes y al Sombrero Seleccionador, y luego anduvo unos pasos en dirección opuesta. Harry, notando que el miedo se le extendía por las entumecidas piernas, vio que Ryddle se detenía entre las altas columnas y dirigía la mirada al rostro de Slytherin, que se elevaba sobre él en la oscuridad. Ryddle abrió la boca y silbó… pero Harry comprendió lo que decía.

Háblame, Slytherin, el más grande de los Cuatro de Hogwarts.

La mayoría temblaba de puro terror, ¿Qué iba a pasar?

Harry se volvió hacia la estatua. Fawkes se balanceaba sobre su hombro.

El gigantesco rostro de piedra de la estatua de Slytherin se movió y Harry vio, horrorizado, que abría la boca, más y más, hasta convertirla en un gran agujero.

—Oh, Merlín —dijo Lily en un grito ahogado comprendiendo lo que iba a ocurrir.

Algo se movía dentro de la boca de la estatua. Algo que salía de su interior.

—¡Corre! —exclamó James alarmado—. ¡Corre!

Harry retrocedió hasta dar de espaldas contra la pared de la cámara y cerró fuertemente los ojos. Sintió que el ala de Fawkes le rozaba el rostro al emprender el vuelo. Harry quiso gritar: «¡No me dejes!» Pero ¿de qué le podía valer un fénix contra el rey de las serpientes?

Dumbledore sonrió, sin poder evitar divertirse con la situación (N.A. Viejo loco ¬¬)

Una gran mole golpeó contra el suelo de piedra de la cámara, y Harry notó que toda la estancia temblaba. Sabía lo que estaba ocurriendo, podía sentirlo, podía ver sin abrir los ojos la gran serpiente desenroscándose de la boca de Slytherin. Entonces oyó una voz silbante.

Mátalo.

Los temblores de los presentes eran incontrolables. Algunos habían dejado salir algún grito de terror. Ginny tenía los ojos cerrados y agarraba la mano de Harry con fuerza, clavándole las uñas sin darse cuenta.

El basilisco se movía hacia Harry, éste podía oír su pesado cuerpo deslizándose lentamente por el polvoriento suelo. Con los ojos cerrados, Harry comenzó a moverse a ciegas hacia un lado, palpando con las manos el camino. Ryddle reía…

Las respiraciones agitadas eran todo lo que podía oírse en el comedor aparte de la voz entrecortada de Molly. Quien no se atrevía a leer. Pero leía.

Harry tropezó. Cayó contra la piedra y notó el sabor de la sangre. La serpiente se encontraba a un metro escaso de él, y Harry la oía acercarse.

Gemidos de sufrimiento interno resonaban por la sala. Harry juraría haber oído, incluso, algún sollozo.

De repente oyó un ruido fuerte, como un estallido, justo encima de él, y algo pesado lo golpeó con tanta fuerza que lo tiró contra el muro. Esperando que la serpiente le hincara los colmillos, oyó más silbidos enloquecidos y algo que azotaba las columnas.

No pudo evitarlo. Abrió los ojos lo suficiente para vislumbrar qué sucedía.

—¡No! —chillaron muchos.

La serpiente, de un verde brillante y gruesa como el tronco de un roble, se había alzado en el aire y su gran cabeza roma zigzagueaba como borracha entre las columnas. Temblando, Harry se preparó a cerrar los ojos en cuanto el monstruo hiciera ademán de volverse, y entonces vio qué era lo que había enloquecido a la serpiente.

Fawkes planeaba alrededor de su cabeza, y el basilisco le lanzaba furiosos mordiscos con sus colmillos largos y afilados como sables.

Muchos abrieron los ojos impresionados.

Entonces Fawkes descendió. Su largo pico de oro se hundió en la carne del monstruo y un chorro de sangre negruzca salpicó el suelo. La cola de la serpiente golpeaba muy cerca de Harry, y antes de que pudiera cerrar los párpados, el basilisco se volvió. Harry miró de frente a su cabeza y se dio cuenta de que el fénix lo había picado en los ojos, aquellos grandes y prominentes ojos amarillos. La sangre resbalaba hasta el suelo y la serpiente escupía agonizando.

—¡Sí! —chillaron todos—. ¡Esta ciega!

—Pero aún puede oler —dijo Lily en estado de pánico.

—Y sigue siendo una serpiente gigante —añadió James aterrado.

Molly temblaba tanto que no era capaz de tenerse en pie. Dumbledore hizo aparecer un asiento para que pudiera sentarse.

¡No! —oyó Harry gritar a Ryddle—. ¡Deja al pájaro! ¡Deja al pájaro! ¡El chico está detrás de ti! ¡Puedes olerlo! ¡Mátalo!

Un silencio antinatural únicamente cubierto con gemidos ahogados, sollozos y respiraciones agitadas volvió a invadir la sala.

La serpiente ciega se balanceaba desorientada, herida de muerte. Fawkes describía círculos alrededor de su cabeza, silbando su inquietante canción, picando aquí y allá en el morro lleno de escamas del basilisco, mientras brotaba la sangre de sus ojos heridos.

¡Ayuda, ayuda! —pedía Harry enloquecido—. ¡Que alguien me ayude!

Algunos dejaron salir un gemido, ¿Es que no había nadie que pudiera ayudarle?

La cola de la serpiente volvió a golpear contra el suelo. Harry se agachó. Un objeto blando le golpeó en la cara.

El basilisco había lanzado en su furia el Sombrero Seleccionador sobre Harry, y éste lo cogió. Era cuanto le quedaba, su última oportunidad. Se lo caló en la cabeza y se echó al suelo antes de que la serpiente sacudiera la cola de nuevo.

Ayúdame…, ayúdame… —pensó Harry, apretando los ojos bajo el sombrero—, ¡ayúdame, por favor!

Todos rezaban por ello.

No hubo una voz que le respondiera. En su lugar, el sombrero encogió, como si una mano invisible lo estrujara.

Algo muy duro y pesado golpeó a Harry en lo alto de la cabeza, dejándolo casi sin sentido. Viendo todavía parpadear estrellas en los ojos, cogió el sombrero para quitárselo y notó que debajo había algo largo y duro.

Muchos abrieron mucho los ojos, ¿Qué era?

Se trataba de una espada plateada y brillante, con la empuñadura llena de fulgurantes rubíes del tamaño de huevos.

—Una espada —bufó Sirius fura de si—. Le da una espada a un niño de doce años que se enfrenta a un basilisco, ¿De qué le va a servir?

¡Mata al chico! ¡Deja al pájaro! ¡El chico está detrás de ti! Olfatea… ¡Huélelo!

—¡Mierda! ¡Mierda! —gritaba James.

Remus y Tonks estaban completamente pegados, pálidos, y el cabello de esta última era de un color muy apagado.

Harry empuñó la espada, dispuesto a defenderse.

Muchos cerraron los ojos pero, por supuesto, eso no cambió nada.

Nadie podía evitar asombrarse con Harry.

El basilisco bajó la cabeza, retorció el cuerpo, golpeando contra las columnas, y se volvió para enfrentarse a Harry. Pudo verle las cuencas de los ojos llenas de sangre, y la boca que se abría. Una boca lo bastante grande para tragarlo entero, bordeada de colmillos tan largos como su espada, delgados, brillantes, venenosos…

Los gemidos y los sollozos aumentaban y Ginny se removía aterrada en brazos de Harry.

La bestia arremetió a ciegas.

Todos cerraron los ojos con fuerza, en estado de pánico.

Harry, al esquivarla, dio contra la pared de la cámara. El monstruo arremetió de nuevo, y su lengua bífida azotó un costado de Harry. Entonces levantó la espada con ambas manos.
El basilisco atacó de nuevo, pero esta vez fue directo a Harry, que hincó la espada con todas sus fuerzas, hundiéndola hasta la empuñadura en el velo del paladar de la serpiente.

Todos abrieron los ojos respirando agitadamente, ¿Harry le había clavado la espada?

Pero mientras la cálida sangre le empapaba los brazos, sintió un agudo dolor encima del codo. Un colmillo largo y venenoso se le estaba hundiendo más y más en el brazo, y se partió cuando el monstruo volvió la cabeza a un lado y con un estremecimiento se desplomó en el suelo.

—¡NOOOO! —chillaron muchos.

Y era una reacción normal si se tiene en cuenta que el veneno de basilisco es terriblemente mortal.

Harry, apoyado en la pared, se dejó resbalar hasta quedar sentado en el suelo. Agarró el colmillo envenenado y se lo arrancó. Pero sabía que ya era demasiado tarde. El veneno había penetrado. La herida le producía un dolor candente que se le extendía lenta pero regularmente por todo el cuerpo. Al extraer el colmillo y ver su propia sangre que le empapaba la túnica, se le nubló la vista. La cámara se disolvió en un remolino de colores apagados.

Los sollozos y los gemidos crecieron más todavía.

Una mancha roja pasó a su lado y Harry oyó un ruido de garras.

Fawkes —dijo con dificultad—. Eres estupendo, Fawkes… —Sintió que el pájaro posaba su hermosa cabeza en el brazo, donde la serpiente lo había herido.

Unos pocos, los adultos que lo sabían, abrieron los ojos exageradamente pensando en lo mismo: Lágrimas de fénix.

Oyó unos pasos que resonaban en la cámara, y luego vio una negra sombra delante de él.

Estás muerto, Harry Potter —dijo sobre él la voz de Ryddle—. Muerto. Hasta el pájaro de Dumbledore lo sabe. ¿Ves lo que hace, Potter? Está llorando.

Lily y James, Remus y Tonks, Fred y George y algunos más, se abrazaron emocionados.

—¡Está llorando! —gritaron con alegría—. ¡Está llorando!

Harry parpadeó. Sólo un instante vio con claridad la cabeza de Fawkes. Por las brillantes plumas le corrían unas lágrimas gruesas como perlas.

Lily dejo salir un sollozo de alivio y James lo hizo también.

Me voy a sentar aquí a esperar que mueras, Harry Potter. Tómate todo el tiempo que quieras. No tengo prisa.

Harry cayó en un profundo sopor. Todo le daba vueltas.

Éste es el fin del famoso Harry Potter —dijo la voz distante de Ryddle—. Solo en la Cámara de los Secretos, abandonado por sus amigos, derrotado al fin por el Señor Tenebroso al que él tan imprudentemente se enfrentó. Volverás con tu querida madre sangre sucia, Harry… Ella compró con su vida doce años de tiempo para ti… pero al final te ha vencido lord Voldemort. Sabías que sucedería.

—No sucederá —dijo Ron con felicidad—. Nunca.

Si aquello era morirse, pensó Harry, no era tan desagradable. Incluso el dolor se iba…
Pero ¿de verdad era aquello la muerte? En lugar de oscurecerse, la cámara se volvía más clara. Harry movió un poco la cabeza, y allí estaba Fawkes, apoyándole todavía la suya en el brazo. Un charquito de lágrimas brillaba en torno a la herida… Sólo que ya no había herida.

Muchos abrieron los ojos de manera exagerada, ¿Qué pasaba?

Márchate, pájaro —dijo de pronto la voz de Ryddle—. Sepárate de él. ¡He dicho que te vayas!

Harry levantó la cabeza. Ryddle apuntaba a Fawkes con la varita de Harry. Sonó como un disparo y Fawkes emprendió el vuelo en un remolino de rojo y oro.

Lágrimas de fénix… —dijo Ryddle en voz baja, contemplando el brazo de Harry—. Naturalmente… Poderes curativos…, me había olvidado…

Los que no lo sabían sonrieron aliviados junto a los que hacía rato que sonreían.

miró a Harry a la cara—. Pero igual da. De hecho, lo prefiero así. Solos tú y yo, Harry Potter…, tú y yo…

Y las sonrisas desaparecieron de golpe.

Levantó la varita.

Y todos comenzaron respirar de manera agitada.

Entonces, con un batir de alas, Fawkes pasó de nuevo por encima de sus cabezas y dejó caer algo en el regazo de Harry: el diario.

Lo miraron los dos durante una fracción de segundo, Ryddle con la varita levantada. Luego, sin pensar, sin meditar, como si todo aquel tiempo hubiera esperado para hacerlo, Harry cogió el colmillo de basilisco del suelo y lo clavó en el cuaderno.

—¡SI! —chillaron muchos poniéndose en pie de golpe.

Se oyó un grito largo, horrible, desgarrado. La tinta salió a chorros del diario, vertiéndose sobre las manos de Harry e inundando el suelo. Ryddle se retorcía, gritando, y entonces…

Todos temblaban.

Desapareció.

—¡SI! —volvieron a chillar.

Todos estaban de pie y se abrazaban con felicidad los unos a los otros.

Molly había dejado de leer y sollozaba con felicidad. Harry estaba a salvo. Ginny estaba a salvo. Todo estaba bien.

Lily, James, Ginny, Sirius, Hermione, Ron, Fred, George, Remus y Tonks se abalanzaron sobre Harry y le abrazaron en conjunto. Sin importarles el hecho de que le habían tirado del asiento y de que estaban todos en el suelo. Varios lloraban. Varios reían. Varios hacían ambas cosas. Pero es que todo estaba bien. No había de que preocuparse.

—¡Potter! —chilló entonces Moody—. ¿Ha matado a un basilisco con una espada?

Harry, poniéndose en pie lentamente y algo confundido, asintió.

Entonces Moody soltó una sonora carcajada.

—¡Ha matado a un basilisco con una maldita espada! —dijo mientras se reía—. ¡Con una espada! Solo diez personas juntas consiguieron matar uno en una única ocasión y usando varita ¡Y él ha matado uno el solo con una espada! ¡Y con doce años! —entonces se puso repentinamente serio—. Todo el mundo debería saberlo. Deberían darle una orden de Merlín de primera clase.
Harry abrió la boca sorprendido.

—Tiene razón, Moody —dijo Fudge aun sorprendido por lo que se acababa de leer—. Y yo me aseguraré de que la tenga.

Hermione soltó un chillido y abrazó con fuerza a Harry.

—¡Orden de Merlín de primera clase, Harry! ¿Lo has oído? ¡Es impresionante! —exclamó.

—Lo impresionante no es eso —dijo Ron emocionado—. ¡Has matado a un basilisco con una espada! ¡Joder, como me gustaría poder presumir de haber hecho eso!

—¡Y ha vuelto a derrotar al-que-no-debe-ser-nombrado! —aportó Percy dando pequeños y divertidos saltitos.

—¡Van a hacer un Cromo de Magos Famosos sobre ti, Harry! —exclamó Ron ilusionado.

—Harry —dijo Sirius acercándose a este lentamente—. Harry, Harry, Harry —repitió mientras le palmeaba el hombro—. Como buen padrino que soy supongo que debería decirte algo importante —permaneció varios segundos en silencio, esperando a que la curiosidad de Harry creciera.

—¿Me lo vas a decir o qué?

Sirius soltó una carcajada.

—¡Haber matado un basilisco es la excusa definitiva! —dijo esperando una reacción emocionada por parte de Harry pero este solo alzó una ceja extrañado.

—¡Señor Potter, no ha hecho usted los deberes! —dijo Fred imitando la voz de la profesora McGonagall.

—Pero he matado un basilisco con una espada —dijo George muy convencido.

—¡Señor Potter, se ha quedado dormido y no ha ido a ninguna clase durante todo el día! —dijo Fred imitando nuevamente a McGonagall.

—Pero he matado un basilisco con una espada —repitió George.

Harry les miró, escéptico, pero vio que muchos asentían con la cabeza. Parecía que todos pensaban que el haber matado un basilisco te permitía hacer lo que quisieras.

Entonces Bill y Charlie se acercaron a Harry y ambos le abrazaron.

—Te debemos la vida de nuestra hermana —dijo Charlie muy seriamente—. No sé cómo podemos agradecértelo.

—Podéis empezar por no acusarme cada vez que tenéis la oportunidad —dijo Harry burlón, aunque algo molesto.

Charlie y Bill asintieron y se dispusieron a volver a su asiento pero antes Bill se acercó mucho a Harry.

—Después de saber esto he comprendido que, tal vez, tú seas el más apropiado para cuidar de Ginny —le susurró al oído—. Pero no te atrevas a hacerla sufrir.

Antes de que Harry pudiera decir nada ambos volvieron a sus asientos.

Harry se dispuso a volver a sentarse cuando vio que, obviamente, Ginny ya estaba sentada en el asiento. Claro, pensó Harry, claro que iba a sentarse en su asiento. Y así, algo tristemente, volvió hasta su asiento original. Con Dobby.

—¡Eso ha sido increíble, Harry Potter! —chilló el elfo emocionado—. ¡Harry Potter ha demostrado una vez más ser el mago más grande de todos los tiempos!

Harry le sonrió y esperó pacientemente a que Molly volviera a leer.

Se oyó caer al suelo la varita de Harry y luego se hizo el silencio, sólo roto por el goteo de la tinta que aún manaba del diario. El veneno del basilisco había abierto un agujero incandescente en el cuaderno.

Harry se levantó temblando. La cabeza le daba vueltas, como si hubiera recorrido kilómetros con los polvos flu. Recogió la varita y el sombrero y, de un fuerte tirón, extrajo la brillante espada del paladar del basilisco.

Todos sonrieron emocionados al recordar que un compañero suyo había derrotado un basilisco con una espada y con solo doce años.

Le llegó un débil gemido del fondo de la cámara. Ginny se movía.

Molly leyó eso con una enorme sonrisa y dejó de leer. Lanzó el libro y corrió hasta Harry, para estrujarlo fuertemente entro sus brazos.

—¡Gracias! ¡Gracias! ¡Gracias! —sollozó en los brazos del azabache sin dejar de sonreír—. ¡Gracias!

—Fue todo un placer —aseguró el azabache haciendo fuerza para poder respirar.

—No sé cómo agradecer todo lo que has hecho por nosotros.

Harry alzó una ceja sorprendido.

—¿Quién ha hecho que por quién? —preguntó divertido—. ¿Quién se a preocupado por mi salud cuando estaba demasiado delgado? ¿Quién no me ha repudiado a pesar de saber que he puesto varias veces la vida de su hijo en peligro? ¿Quién me ha llevado a las mundiales de quidditch? ¿Quién ha dejado que me quede en su casa sin importarle y tratándome como a alguien más de la familia?

—Eres de la familia, Harry —le aseguró el señor Weasley que había caminado hasta ellos para abrazar a Harry junto con su mujer.

Lily y James se miraron. Ambos sonreían. Tenían la certeza de que, aun no estando ellos, Harry iba a ser feliz. Iba a ser cuidado. Iba a ser querido.

Ambos derramaron unas cuantas lágrimas.

—Me... M-me gustarí-ría estar... —murmuró Lily limpiándose las lágrimas con el brazo.

—Lo sé —dijo James atrayéndola hacia él y abrazándola—. Créeme que lo sé, y que lo siento.

—¡Os quiero tanto! —sollozó Lily—. ¡Os quiero tanto a los dos! Ojala... Ojala...

—Ojala —secundó James con una triste sonrisa mientras cerraba los ojos con fuerza para reprimir las lágrimas—. Te quiero, Lily, y no podría estar más orgulloso de ti. Sacrificarse por nuestro hijo. Por la persona a la que más quiero en el mundo.

—Tu... Tú también te sa-sa-sacri... —Lily apenas podía hablar. Ella normalmente no lloraba pero había aprendido a abrirse con James. Le resultaba muy fácil y cómodo hacerlo.

—Por supuesto —dijo James con orgullo—. Porque os quiero.

Harry, que se había percatado del comportamiento de sus padres había vuelto hasta ellos.
Ambos, aun abrazados, sonrieron a su hijo. Observándole atentamente. Esa persona tan ejemplar, tan única, tan maravillosa, era el fruto de su amor. Del amor que ambos se profesaban. Y era lo más maravilloso que podía haber.

—Te queremos, hijo.

—Y yo a vosotros.

Varios minutos después McGonagall había decidido seguir leyendo ella ya que parecía que Molly no quería alejarse de su familia.

Mientras Harry corría hacia ella, la muchacha se sentó, y sus ojos desconcertados pasaron del inmenso cuerpo del basilisco a Harry, con la túnica empapada de sangre, y luego al cuaderno que éste llevaba en la mano. Profirió un grito estremecido y se echó a llorar.

Harry sonrió tiernamente a Ginny.

Harry…, ah, Harry, intenté decíroslo en el desayuno, pero delante de Percy no fui capaz. Era yo, Harry, pero te juro que no quería… Ryddle me obligaba a hacerlo, se apoderó de mí y… ¿cómo lo has matado? ¿Dónde está Ryddle? Lo último que recuerdo es que salió del diario.

Ha terminado todo bien —dijo Harry, cogiendo el diario para enseñarle a Ginny el agujero hecho por el colmillo—. Ryddle ya no existe. ¡Mira! Ni él ni el basilisco. Vamos, Ginny, salgamos…

Muchos sonrieron. Era una historia preciosa si lo miraban de esa manera. Solo faltaba un toque de amor infantil y sería perfecta.

Entonces Cho abrió mucho los ojos, dándose cuenta de lo que acababa de pensar. No podía ser. No. A Harry le gustaba Cho. Y Cho lo sabía. Si, como historia sería algo muy bonito y todo eso, pero no podía permitirlo.

¡Me van a expulsar! —se lamentó Ginny, incorporándose torpemente con la ayuda de Harry—. Siempre quise estudiar en Hogwarts, desde que vino Bill, y ahora tendré que irme y… ¿qué pensarán mis padres?

Algunos soltaron una risita, divertidos, calmados, tranquilos. Ya no había peligro.

Fawkes los estaba esperando, revoloteando en la entrada de la cámara. Harry apremió a Ginny. Dejaron atrás el cuerpo retorcido e inanimado del basilisco, y a través de la penumbra resonante regresaron al túnel. Harry oyó cerrarse las puertas tras ellos con un suave silbido.

Tras unos minutos de andar por el oscuro túnel, a los oídos de Harry llegó un distante ruido de piedras.

¡Ron! —gritó Harry, apresurándose—. ¡Ginny está bien! ¡La traigo conmigo!

Ron sonrió. Ese gritó de Harry seguía grabado en su corazón, junto con la alegría que le había causado.

Oyó que Ron daba un grito ahogado de alegría, y al doblar la última curva vieron su cara angustiada que asomaba por el agujero que había logrado abrir en el montón de piedras.

¡Ginny! —Ron sacó un brazo por el agujero para ayudarla a pasar—. ¡Estás viva! ¡No me lo puedo creer! ¿Qué ocurrió?

Intentó abrazarla, pero Ginny se apartó, sollozando.

Ginny se disculpó con Ron con la mirada pero este negó con la cabeza, todo estaba bien.

Pero estás bien, Ginny —dijo Ron, sonriéndole—. Todo ha pasado. ¿De dónde ha salido ese pájaro?

Fawkes había pasado por el agujero después de Ginny.

Es de Dumbledore —dijo Harry, encogiéndose para pasar.

¿Y cómo has conseguido esa espada? —dijo Ron, mirando con la boca abierta el arma que brillaba en la mano de Harry.

Te lo explicaré cuando salgamos —dijo Harry, mirando a Ginny de soslayo.

Pero…

Más tarde —insistió Harry. No creía que fuera buena idea decirle en aquel momento quién había abierto la cámara, y menos delante de Ginny

Ginny soltó un pequeño bufido. Sabía que en ese momento no debería haber sabido quien había abierto la cámara pero, ¿Qué menos que decirle quien había sido el verdadero causante de su dolor?

. ¿Dónde está Lockhart?

Muchos bufaron. La reacción normal de cuando se nombraba Lockhart.

Volvió atrás —dijo Ron, sonriendo y señalando con la cabeza hacia el principio del túnel—. No está bien. Ya veréis.

Guiados por Fawkes, cuyas alas rojas emitían en la oscuridad reflejos dorados, desanduvieron el camino hasta la tubería. Gilderoy Lockhart estaba allí sentado, tarareando plácidamente.

Ha perdido la memoria —dijo Ron—. El embrujo desmemorizante le salió por la culata. Le dio a él. No tiene ni idea de quién es, ni de dónde está, ni de quiénes somos. Le dije que se quedara aquí y nos esperara. Es un peligro para sí mismo.

Muchos abrieron mucho los ojos, sorprendidos.

—¡Ja! —saltó Sirius—. ¡Por idiota! ¡Eso te pasa por intentar embrujar a mi ahijado y a Ron!

Lockhart los miró a todos afablemente.

Hola —dijo—. Qué sitio tan curioso, ¿verdad? ¿Vivís aquí?

Algunos bufaron y otros soltaron una risita.

No —respondió Ron, mirando a Harry y arqueando las cejas.

Harry se inclinó y miró la larga y oscura tubería.

¿Has pensado cómo vamos a subir? —preguntó a Ron.

Ron negó con la cabeza, pero Fawkes ya había pasado delante de Harry y se hallaba revoloteando delante de él. Los ojos redondos del ave brillaban en la oscuridad mientras agitaba sus alas doradas. Harry lo miró, dubitativo.

Parece como si quisiera que te cogieras a él… —dijo Ron, perplejo—. Pero pesas demasiado para que un pájaro te suba.

—Es un fénix, Ron —le explicó Fred rodando los ojos.

—Ya lo sé, Fred —replicó Ron rodando los ojos.

Fawkes —aclaró Harry— no es un pájaro normal. —Se volvió inmediatamente a los otros—. Vamos a darnos la mano. Ginny, coge la de Ron. Profesor Lockhart…

Se refiere a usted —aclaró Ron a Lockhart.

Coja la otra mano de Ginny.

Harry se metió la espada y el Sombrero Seleccionador en el cinto. Ron se agarró a los bajos de la túnica de Harry, y Harry, a las plumas de la cola de Fawkes, que resultaban curiosamente cálidas al tacto.

Una extraordinaria luminosidad pareció extenderse por todo el cuerpo del ave, y en un segundo se encontraron subiendo por la tubería a toda velocidad. Harry podía oír a Lockhart que decía:

¡Asombroso, asombroso! ¡Parece cosa de magia!

Muchos soltaron una risa divertida.

El aire helado azotaba el pelo de Harry, y cuando empezaba a disfrutar del paseo, el viaje por la tubería terminó. Los cuatro fueron saltando al suelo mojado del cuarto de baño de Myrtle la Llorona, y mientras Lockhart se arreglaba el sombrero, el lavabo que ocultaba la tubería volvió a su lugar cerrando la abertura.

Myrtle los miraba con ojos desorbitados.

Estás vivo —dijo a Harry sin comprender.

Muchos fruncieron el ceño.

Pareces muy decepcionada —respondió serio, limpiándose las motas de sangre y de barro que tenía en las gafas.

No, es que… había estado pensando. Si hubieras muerto, aquí serías bienvenido. Te dejaría compartir mi retrete —le dijo Myrtle, ruborizándose de color plata.

Hermione hizo un sonido que sonó como "¡Pfft!" y Harry comprendió que estaba reprimiendo una carcajada.

Otros no se cortaron y se rieron abiertamente.

¡Uf! —dijo Ron, cuando salieron de los aseos al corredor oscuro y desierto—. ¡Harry, creo que le gustas a Myrtle! ¡Ginny, tienes una rival!

Las risas aumentaron mientras Ginny se sonrojaba.

Pero por el rostro de Ginny seguían resbalando unas lágrimas silenciosas.

Las risas se cortaron de golpe.

¿Adónde vamos? —preguntó Ron, mirando a Ginny con impaciencia. Harry señaló hacia delante.

Fawkes iluminaba el camino por el corredor, con su destello de oro. Lo siguieron a grandes zancadas, y en un instante se hallaron ante el despacho de la profesora McGonagall.

Harry llamó y abrió la puerta.

—Fin del capítulo —dijo la profesora McGonagall suspirando aliviada. Demasiadas emociones había sentido en un solo capitulo—. Ahora a comer.

Realmente nadie quería ir a comer cuando solo quedaba un capitulo pero no tuvieron otro remedio.
Fue una comida agradable y ajetreada. Todos gritaban cosas con emoción, y el noventa por ciento de ellas tenía que ver con las aventuras de Harry, Ron y Hermione.

—Matar un basilisco con una espada —murmuraba continuamente James—. ¡Mi hijo es genial!

—¡No es genial! Bueno, el si es genial —admitió Lily—. ¡Pero está mal! ¡Tu hijo pudo morir y tu tan alegre!

—Nuestro hijo a salvado a su futura mujer de un basilisco —dijo James lleno de orgullo—. Y todo ha salido perfecto. No tiene ni un rasguño. Solo nos queda felicitarle por ello.

Lily no pudo reprimir una sonrisa.

—Bueno, pero solo por esta vez, que tampoco quiero que crea que meterse en peligro cada rato es algo bueno.

—¡Por mi ahijado! —gritó Sirius alzando una copa.

—¡Por Harry! —brindaron todos en el comedor.

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¡Por Harry! *se bebe su batido de un trago* *se atraganta* *tose* *tose* *no tiene quien le dé palmaditas en la espalda* *se ahoga* *muere* *resucita porque si no habrá quien le vuelva a matar por no subir el cap de mañana* *se siente estúpido* ¡Por Harry! (si, ese último grito ha sido un intento fallido de intentar salvar la situación, y sí, acabo de cagar ese intento con este comentario entre paréntesis)

¿Qué tal? En serio, quiero vuestra opinión, ¿Qué tal ha quedado?

Creo que esta ha sido la primera vez que he llorado mientras escribía. El momento en el que Lily y James hablaban me ha tocado, ¿Raro llorar con algo que tú mismo estas escribiendo, no? Pues raro o no me ha gustado, significa que le he hecho llegar mis sentimientos al lector más importante. Yo. (Nótese la modestia (?)).

Bueno, bueno, mañana toca hacer libre a nuestro elfo favorito (Que nadie diga que prefiere a Legolas, a Fenris o a cualquier otro elfo). ¿Queréis un dato curioso que tal vez ya sepias? Las primeras palabras de Dobby fueron "Harry Potter". También lo fueron sus últimas.

Vale, he vuelto a llorar, hoy estoy sensible.

Hoy no me apetece quejarme ni nada de eso. Aunque bueno, ahora que lo pienso sí que quiero quejarme. Ayer me acosté a las dos de la mañana, por eso de que tocaba maratón de las películas del señor de los anillos y eso. Me he despertado a las cinco de la mañana y no podía volver a dormir. Me levanté, me vestí y salí a dar una vuelta. Me encanta pasear de noche. La oscuridad, el silencio, la tranquilidad. Pasados quince o treinta minutos volví a casa, nuevamente con sueño y listo para dormir hasta las doce de la mañana (es sábado). Y resulta que mi madre tenía que coger y levantarse a las siete de la mañana para ir a no-se-donde. Pues sí. Me despertó. Y me cabreé. Y me dijo "Date una ducha y ya verás cómo te despejas" y yo, como un digno adolescente dije "¿Qué sabrás tu si has dormido toda la noche a pierna suelta?". Pues resulta que me duché y, como siempre, mi madre tenía razón.

Y menos mal, porque tengo que coger el tren a las cinco para ir a un sitio extraño al que no he ido nunca y que ni siquiera sé dónde queda, menos mal que voy a ir con gente que sí que sabe dónde está. Seguro que luego me arrepiento de haber ido, pero buee, mantener amistades requiere un esfuerzo por nuestra parte...

Mi madre es genial. Mi hermano es genial. Yo soy genial. Vosotros sois geniales. Todos somos geniales. Pero Snape mata a Dumbledore D: Perdón por ese dato que, obviamente, ninguno sabía.

Bueno, os dejo con algo interesante que me dijo mi madre ayer:

-¿Tu que tomas para ser feliz?

-Decisiones.


5 comentarios :

  1. Gran capítulo, te ha quedado realmente bien ^^

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  2. Excelente capitulo, a mi también me han dado ganas de llorar pero me he aguantado ya que estoy "trabajando" XD, pero me encanta tu forma de escribir y cuidado con los batidos no queremos que te ahogues y mueras, mejor sigue escribiendo vale =) y por lo que escribes te me haces una persona super genial =)

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  3. Holis me encanta tu fic. Me encantaria que vovieras a ff.net y sigas actualizando porque si tienes lectores por favor vuelve

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    1. Si, a mi también me gustaría volver FF.net. Pero no voy a hacerlo, no quiero que vuelvan a borrarme la historia.

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  4. Yo también he llorado... y rabiado. Ahora todas, todas las chicas, acosarán a Harry, y claro, Cho, más obsesionada con él. Ya tarda en darse cuenta de la única que le amaba desde antes de leer los libros, la que le creía y veía detrás de la imagen de héroe: Ginny... ¡¡Que se besen ya!! XDDD Gracias por escribir. Ojalá y acabes todos los libros, porque historias de este tipo, de lectura hay muchas, pero siempre terminan en el tercero y ya no siguen. Y sí, que Harry y Ginny estuvieran juntos cuando se lea lo que sentía hasta ahora por Cho, y luego lo de Ginny y Dean, sería genial, porque ya serían conflictos de pareja. Y hay tan pocos relatos con situaciones de ellos dos estando juntos como pareja que da asco. Muchos de cómo se van enamorando, y acaban juntos, pero nunca de cómo funcionan como pareja, para que todos entiendan que son el uno para el otro, la pareja perfecta. Somos much@s l@s que deseamos leer sobre ese tema. No sé si lo habrás hecho ya o no, pero por si acaso, aquí te dejo la sugerencia, o/y el deseo de leerlo escrito por ti... eso sí, que hayas hecho que Ginny volviera a su silla en lugar de quedarse con Harry, que desaprovechara esa ocasión, al igual que Harry la de besarla... grr... tendrás que compensarlo, o te torturaremos de forma terrible... :P XD

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