martes, 23 de septiembre de 2014

Aragog


Hey! Ho! Let's Go! 

A Partir de aquí vuelven las notas que estaban en los originales de Fanfiction.

¿Os parecería bien si empiezo a responder ya? ¿No? ¡Crucio! ¿Ahora? Eso está mejor ^^ (Sí, al no haber sistema de mensajería instantánea tengo que imaginar vuestras respuestas, espera ¿Qué no habíais respondido "no"? ¡Crucio!)

AVISO: Desgraciadamente, por culpa de FF, las respuestas y los reviews para los que eran han desaparecido. Lo sentimos virtualmente.

¡Aragooooog! ¿Dónde está mi perro? ¡¿Dónde está mi perro?! ¿Ya te lo has vuelto a comer? En serio, me cabreas. Siempre me lo guardo para el postre y tú te me adelantas. Y lo que más me fastidia es que te me adelantas porque nunca te terminas las verduras, ¡Maldita araña! ¡Contra la pared! Buff, ahora tengo que ir hasta la nevera a sacar otro perro :c 

En el cap de hoy tendremos... ¡Arañas! ¿A que no os lo esperabais? Es que se cómo pillaros por sorpresa ;)

Bueno, a leer y a alimentar tus neuronas haciéndolo. (Que aproveche)


Todos los personajes y las palabras en negrita pertenecen a J.K. Rowling.

ARAGOG

Yo leeré —dijo Hermione poniéndose en pie y caminando hasta Bill. Ella ahora estaba petrificada así que no iba a tener que leer en alto sobre ella misma. Pasó la página del libro y leyó—: Aragog.

Ron se tornó completamente pálido y Harry tragó saliva. La pequeña visita a Aragog no había sido agradable para ninguno de los dos.

Hagrid sonrió ante la mención de la Acromántula, por fin iba a leer como Harry y Ron conocieron a su araña favorita, ¡Seguro que quedaron encantados con ella!

El verano estaba a punto de llegar a los campos que rodeaban el castillo. El cielo y el lago se volvieron del mismo azul claro y en los invernaderos brotaron flores como repollos. Pero sin poder ver a Hagrid desde las ventanas del castillo, cruzando el campo a grandes zancadas con Fang detrás, a Harry aquel paisaje no le gustaba;

Muchos sonrieron a Harry mientras Hagrid se emocionaba por lo que había pensado Harry.

y lo mismo podía decirse del interior del castillo, donde las cosas iban de mal en peor.

Harry y Ron habían intentado visitar a Hermione, pero incluso las visitas a la enfermería estaban prohibidas.

A Hermione le alegraba saber que habían intentado visitarla. Ella siempre había pensado que Ron estaría quejándose diciendo cosas insensibles como "¿Para qué visitarla si esta petrificada y no se va a enterar? No sirve de nada.".

No podemos correr más riesgos —les dijo severamente la señora Pomfrey a través de la puerta entreabierta—. No, lo siento, hay demasiado peligro de que pueda volver el agresor para acabar con esta gente.

Harry y Ron gruñeron, ¡Como si hubiesen sido ellos los culpables! Aunque entendían que Pomfrey tenía razón, si les dejaba entrar a ellos tendría que dejar entrar también a los demás y eso no era seguro.

Ahora que Dumbledore no estaba, el miedo se había extendido más aún, y el sol que calentaba los muros del castillo parecía detenerse en las ventanas con parteluz. Apenas se veía en el colegio un rostro que no expresara tensión y preocupación, y si sonaba alguna risa en los corredores, parecía estridente y antinatural, y enseguida era reprimida.

Los que habían estado en Hogwarts ese año recordaron lo mal que lo pasaron. Aun estando todos juntos y acompañados siempre por un profesor habían tenido miedo, y mucho. Tan solo con recordarlo se alteraban.

Harry se repetía constantemente las últimas palabras de Dumbledore: «Sólo abandonaré de verdad el colegio cuando no me quede nadie fiel. Y Hogwarts siempre ayudará al que lo pida.» Pero ¿con qué finalidad había dicho aquellas palabras? ¿A quién iban a pedir ayuda, cuando todo el mundo estaba tan confundido y asustado como ellos?

Muchos asintieron, sin entender tampoco a que se refería Dumbledore con esas palabras, ¿Es que nunca podía hablar claro?

La indicación de Hagrid sobre las arañas era bastante más fácil de comprender.

Todos asintieron y Ron bufó.

—Ya podía ser al revés —dijo molesto.

Y Harry entendió que, nuevamente, alguien había sufrido por su culpa. El debería haber ido solo hasta Aragog. Él lo había pasado fatal y por eso, sabiendo del terrible pánico que les tenía Ron a las arañas, Harry no era capaz de imaginar lo mal que lo había pasado este. Y por culpa suya, como no.

El problema era que no parecía haber quedado en el castillo ni una sola araña a la que seguir.

Remus, junto a la mayoría, sabía que eso era extraño pero, ¿Cuál era la razón de que las arañas se comportasen así? ¿Tendrían miedo de la araña enorme de Hagrid? Pero eso no podía ser posible, las arañas no solían pelear entre ellas, entonces ¿Por qué se marchaban del castillo? ¿Estaría el monstruo fuera del castillo e iban hacia él? Remus se mordió el labio, entre cabreado y emocionado por tener una incógnita tan grande sobre la que pensar. El monstruo del castillo era una Acromántula, según había dicho Ryddle... ¡Ahí esta! ¡Tal vez Ryddle estaba equivocado o había mentido! Es decir, tal vez fuera otro monstruo el culpable. Además, ¿Las Acromántulas podían petrificar? No estaba seguro pero lo dudaba bastante, no parecía una cualidad de araña. Cada vez cobraba más sentido la teoría de que la Acromantula no era la culpable, ¿Pero entonces quién era? El corazón de Remus comenzó a acelerarse. ¿Cuántos monstruos tenían la capacidad de petrificar a alguien? Su cerebro trabajaba a toda velocidad.

—¡Remus! ¡Estas sangrando! —exclamó Tonks alarmada.

Remus, saliendo de sus pensamientos, descubrió que había estado mordiéndose el labio con tanta fuerza que había clavado el diente en él, y ahora sangraba.

—¿Pero cómo te has hecho eso? —le preguntó la metamorfomaga extrañada.

—Me he mordido el labio, ¿Qué otra cosa podría ser? —dijo Remus algo cabreado por haber perdido el hilo de sus pensamientos.

Tonks puso morritos y se cruzó de brazos.

—¿No piensas curarme? —le preguntó Remus alzando una ceja, divertido y extrañado.

La metamorfomaga bufó, sacó su varita y la agitó cerca de los labios de Remus.

—Pero que sepas que no lo hago por ti. Solo lo hago porque si no no podría hacer esto.

Y le besó.

Y Sirius bufó.

Y siguió besándole.

Y Sirius volvió a bufar.

Y Remus la rodeó con sus brazos mientras continuaba el beso.

Y Sirius carraspeó con fuerza.

Ambos se separaron, Remus sonrojado como un quinceañero y Tonks furiosa, mirando a Sirius de mala manera.

—Estamos en medio de una lectura —dijo Sirius—. Y, si no le importa a la parejita, me gustaría saber qué pasa con las arañas.

Hermione, suspirando, continuó con la lectura.

Harry las buscaba adondequiera que iba, y Ron lo ayudaba a regañadientes. Además se añadía la dificultad de que no les dejaban ir solos a ningún lado, sino que tenían que desplazarse siempre en grupo con los alumnos de Gryffindor. La mayoría de los estudiantes parecían agradecer que los profesores los acompañaran siempre de clase en clase, pero a Harry le resultaba muy fastidioso.

Muchos miraron a Harry extrañados, ¿Prefería ir solo por un castillo en el que había un terrible monstruo? ¿Es que estaba loco? Entonces muchos comprendieron lo estúpido de la pregunta pues, en efecto, Harry estaba loco.

Había una persona, sin embargo, que parecía disfrutar plenamente de aquella atmósfera de terror y recelo.

Muchos bufaron, sabían exactamente de quien se trataba; Malfoy.

Draco bajó la cabeza. Él tenía doce años y lo único que sabía era que él no estaba en peligro, ¡Normal que no tuviera tanto miedo como los demás! Además, su padre estaría feliz porque había logrado expulsar a Dumbledore, y eso, en parte, le hacía feliz a él también.

Draco Malfoy se pavoneaba por el colegio como si acabaran de elegirlo delegado. Harry no comprendió por qué Malfoy se sentía tan a gusto hasta que, unos quince días después de que se hubieran ido Dumbledore y Hagrid, estando sentado detrás de él en clase de Pociones, le oyó regodearse de la situación ante Crabbe y Goyle:

Siempre pensé que mi padre sería el que echara a Dumbledore —dijo, sin preocuparse de hablar en voz baja—. Ya os dije que él opina que Dumbledore ha sido el peor director que ha tenido nunca el colegio. Quizá ahora tengamos un director decente, alguien que no quiera que se cierre la Cámara de los Secretos. McGonagall no durará mucho, sólo está de forma provisional…

—Antes de que nadie diga nada —dijo Draco poniéndose en pie—. Ahora puedo admitir sin preocuparme que creo que Dumbledore es un director estupendo, aunque, por supuesto, sigo pensando que Snape sería mejor director.

Dumbledore sonrió a Draco, mas por el hecho de que estuviera empezando a actuar según sus propias opiniones que por el hecho de que opinase que él era un buen director.

Snape pasó al lado de Harry sin hacer ningún comentario sobre el asiento y el caldero solitarios de Hermione.

Señor —dijo Malfoy en voz alta—, señor, ¿por qué no solicita usted el puesto de director?

Venga, venga, Malfoy —dijo Snape, aunque no pudo evitar sonreír con sus finos labios—. El profesor Dumbledore sólo ha sido suspendido de sus funciones por el consejo escolar. Me atrevería a decir que volverá a estar con nosotros muy pronto.

Ya —dijo Malfoy, con una sonrisa de complicidad—. Espero que mi padre le vote a usted, señor, si solicita el puesto. Le diré que usted es el mejor profesor del colegio, señor.

Sirius comenzó a fingir arcadas y James le miraba con envidia, girándose de vez en cuando hacia Lily. Como un niño cuando ve a otro niño haciendo algo que él quiere hacer y su madre no le deja. Lily negó con la cabeza rotundamente, Snape no había hecho nada malo y no se merecía burlas en este momento, aunque, por supuesto, después de haber sido tan injusto con su hijo, ella no le quería como director.

Snape paseaba sonriente por la mazmorra, afortunadamente sin ver a Seamus Finnigan, que hacía como que vomitaba sobre el caldero.

Algunos sonrieron y Sirius y Seamus se miraron con complicidad. James gruñó, esa mirada en Sirius solo podía ser dirigida a él o, como mucho, a Remus.

Me sorprende que los sangre sucia no hayan hecho ya todos el equipaje —prosiguió Malfoy—. Apuesto cinco galeones a que el próximo muere. Qué pena que no sea Granger…

—¡Hasta aquí podíamos llegar! —exclamó Ron mientras se abalanzaba contra Malfoy.

Draco cerró los ojos y esperó el golpe. Un puño golpeó con fuerza su rostro, Draco sintió como su nariz crujía y, en instantes, su cuerpo se estrelló contra el frio suelo del comedor.

Draco se incorporó nuevamente, con la vista fija en el suelo. Escuchaba como Ron respiraba de manera agitada y furiosa. Y no le extrañaba. Había deseado que una compañera suya muriera. Se merecía eso y mucho más. Y por eso se había levantado, porque sabía que Ron también necesitaba golpearle más. Ron se acercó a él y Draco volvió a cerrar los ojos sin moverse, como antes. Y sintió un golpe. Pero había sido un golpe sin fuerza. Ron le había abofeteado sin ganas.

—Te odio, Malfoy. Has hecho demasiadas cosas mal, demasiadas. Y por mucho que cambies tu pasado no va a cambiar. Podrás conocer nueva gente que te acepte pero yo no pienso hacerlo. No pienso acercarme nunca a alguien que ha deseado el sufrimiento de la gente a la que quiero —dijo mirándole con furia—. Y eso no va a cambiar. Nunca.

Draco tragó saliva y abrió lentamente los ojos.

—Está bien —dijo solamente. Sin golpearle de vuelta. Sin reclamarle el que le haya golpeado. Aceptando lo ocurrido y sintiendo que se lo merecía.

Ron se mordió el labio inferior y permaneció inmóvil durante unos segundos. Entonces asintió y se dio la vuelta.

¡PUM!

Ron se había vuelto a girar y había dado otro puñetazo a Malfoy, que había vuelto a caer estrepitosamente al suelo.

Ron suspiró, como si se hubiese quitado un peso de encima.

—Mucho mejor —dijo de manera sincera antes de volver hasta su asiento.

Nadie dijo nada y Hermione intentaba mantener la vista oculta tras el libro para que nadie intentase interpretar la complicada expresión que su rostro mostraba.

Astoria estaba cabreada con Ron, entendía que hubiese tenido ganas de pegar a Draco, ¡Incluso se puso de su parte cuando le dio el primer golpe! Pero ese último puñetazo la había cabreado. Por otra parte estaba muy orgullosa de Draco. No solo había aceptado que sus actos habían sido malos sino que también había aceptado las consecuencias de estos. De pie, sin retroceder, como un digno Slytherin. Sonrió. Y es que este nuevo Draco conseguía que Astoria dejará de darle vueltas a la idea de si había sido precipitado acercarse a él tan pronto.

Draco se sentó en su asiento, fulminando con la mirada a cualquiera de los que se acercaron a intentar curarle. Esos moratones en su cara y esa sangre que descendía de su nariz eran la prueba de que estaba aceptando las consecuencias que tenían sus actos. Eran las pruebas de que estaba cambiando. Y le gustaban. Y se sentía feliz por sentir su cara adolorida. Se sentía feliz por haber hecho lo correcto. Si, definitivamente iba a cambiar y a intentar sentir esa sensación más a menudo.

Draco vio como una nota había aparecido encima de sus piernas. La cogió y la leyó sorprendido.

"Estamos muy orgullosos de ti. Sigue así. T.F.E. y T.F.H."

Draco sonrió, ¿Quiénes serían? No parecía muy difícil de adivinar. TFutura Esposa y TFutur@ Hij@. Sonrió más todavía. Draco, aun sabiendo que apenas la conocía, quiso creer que T.F.E. era Astoria.

La campana sonó en aquel momento, y fue una suerte, porque al oír las últimas palabras, Ron había saltado del asiento para abalanzarse sobre Malfoy, aunque con el barullo de recoger libros y bolsas, su intento pasó inadvertido.

Dejadme —protestó Ron cuando lo sujetaron entre Harry y Dean—. No me preocupa, no necesito mi varita mágica, lo voy a matar con las manos…

Ron no les dijo nada, había quedado tan satisfecho que no le preocupaba no haberle pegado entonces.

Daos prisa, he de llevaros a Herbología —les gritó Snape, y salieron en doble hilera, con Harry, Ron y Dean en la cola, el segundo intentando todavía liberarse. Sólo lo soltaron cuando Snape se quedó en la puerta del castillo y ellos continuaron por la huerta hacia los invernaderos.

La clase de Herbología resultó triste, porque había dos alumnos menos: Justin y Hermione.

Ambos sonrieron a Harry.

La profesora Sprout los puso a todos a podar las higueras de Abisinia, que daban higos secos. Harry fue a tirar un brazado de tallos secos al montón del abono y se encontró de frente con Ernie Mcmillan. Ernie respiró hondo y dijo, muy formalmente:

Sólo quiero que sepas, Harry, que lamento haber sospechado de ti. Sé que nunca atacarías a Hermione Granger y te quiero pedir disculpas por todo lo que dije. Ahora estamos en el mismo barco y…, bueno…

Algunos sonrieron a Ernie por haberse disculpado con Harry.

Avanzó una mano regordeta y Harry la estrechó.

—¿Así de fácil? —preguntó James sorprendido.

—Harry Potter es muy amable, señor. No hay nadie más amable que Harry Potter —le aseguró Dobby a James y Harry sonrió, le hacía feliz ver el aprecio que le tenía el elfo.

Ernie y su amiga Hannah se pusieron a trabajar en la misma higuera que Ron y Harry.

Ese tal Draco Malfoy —dijo Ernie, mientras cortaba las ramas secas— parece que se ha puesto muy contento con todo esto, ¿verdad? ¿Sabéis?, creo que él podría ser el heredero de Slytherin.

Draco gruñó, otro más que sospechaba de él.

Esto demuestra que eres inteligente, Ernie —dijo Ron, que no parecía haber perdonado a Ernie tan fácilmente como Harry.

—Claro que no —dijo el pelirrojo como si fuera obvio.

Harry comprendió entonces que si fuera de Ron de quien habían dudado él tampoco les habría perdonado tan fácilmente.

¿Crees que es Malfoy, Harry? —preguntó Ernie.

No —respondió Harry con tal firmeza que Ernie y Hannah se lo quedaron mirando.

—Bueno, ahora comprendemos por qué —dijo Hannah sonriendo.

—Sí, estos libros nos van a sacar muchas dudas —dijo Neville.

Un instante después, Harry vio algo y lo señaló dándole a Ron en la mano con sus tijeras de podar.

¡Ah! ¿Qué estás…?

Harry señaló al suelo, a un metro de distancia. Varias arañas grandes correteaban por la tierra.

—Bien —dijo Hagrid contento, deseoso de que ellos y Aragog se conocieran.

¡Anda! —dijo Ron, intentando, sin éxito, hacer como que se alegraba—. Pero no podemos seguirlas ahora…

Ernie y Hannah escuchaban llenos de curiosidad.

—Normal —dijeron muchos riéndose al imaginarse las caras que tendrían ambos.

Harry contempló a las arañas que se alejaban.

Parece que se dirigen al bosque prohibido…

Muchos abrieron los ojos de manera exagerada.

—No vais a ir al bosque, ¿No? —preguntó Remus mordiéndose un labio, tratándose de ellos era bien posible que lo hicieran.

No respondieron.

—¡COMO SE OS OCURRE! —exclamó Lily.

—¡¿TENEIS IDEA DE LO PELIGROSO QUE ES EL BOSQUE?! —gritó Molly.

—¡PODIAIS HABER MUERTO! —dijeron ambas fuera de sí.

Harry y Ron suspiraron, de hecho casi murieron pero, por supuesto, sus madres no tenían por qué saber eso. Al menos todavía.

Y a Ron aquello aún le hizo menos gracia.

—Normal —dijeron muchos.

Al acabar la clase, la profesora Sprout acompañó a los alumnos al aula de Defensa Contra las Artes Oscuras. Harry y Ron se rezagaron un poco para hablar sin que los oyeran.

Tenemos que recurrir otra vez a la capa para hacernos invisibles —dijo Harry a Ron—. Podemos llevar con nosotros a Fang. Hagrid lo lleva con él al bosque, así que podría sernos de ayuda.

—Bien pensado —dijo Hagrid asintiendo—. Es bastante cobarde pero puede ser de ayuda.

De acuerdo —dijo Ron, que movía su varita mágica nerviosamente entre los dedos—. Pero… ¿no hay…, no hay hombres lobo en el bosque? —añadió, mientras ocupaban sus puestos habituales al final del aula de Lockhart.

Remus bufó, algo molesto.

Prefiriendo no responder a aquella pregunta, Harry dijo:

También hay allí cosas buenas. Los centauros son buenos, y los unicornios también.

—Y los thestrals —dijo Luna.

—¿Thestrals? —preguntó Ron—. Esos animales realmente no existen —aseguro—. ¡Un animal que solo puede ver la gente que ha visto morir a alguien! ¡Menuda estupidez! además, aunque existieran no habría ninguno en Hogwarts.

—¿Ah, no? Entonces, según tú, ¿Quién tira de los carros?

—¡Nada tira de los carros! —aseguró Hermione exasperada—. Y ahora, si no os molesta, voy a seguir leyendo.

Ron no había estado nunca en el bosque prohibido. Harry había penetrado en él en una ocasión, y deseaba no tener que volver a hacerlo.

—Comprensible —dijeron muchos al recordar la anterior aterradora visita de Harry al bosque.

Lockhart entró en el aula dando un salto, y la clase se lo quedó mirando. Todos los demás profesores del colegio parecían más serios de lo habitual, pero Lockhart estaba tan alegre como siempre.

La sala se cubrió de bufidos, ¿Y a ese ahora que le pasaba?

¡Venga ya! —exclamó, sonriéndoles a todos—, ¿por qué ponéis esas caras tan largas?

—Umm... No sé —dijo Lily exasperada por lo idiota que podía llegar a ser Lockhart—. ¿Tal vez porque hay un monstruo suelto en el castillo, por casualidad? ¿Te suena?

James sonrió, le encantaba Lily en todos los estados, y no, no se refería a sólido, líquido y gas (que también). Le encantaba Lily riendo, sonriendo, enfadada, y, aunque se odiaba por ello, le parecía preciosa incluso llorando.

Los alumnos intercambiaron miradas de exasperación, pero no contestó nadie.

¿Es que no comprendéis —les decía Lockhart, hablándoles muy despacio, como si fueran tontos— que el peligro ya ha pasado? Se han llevado al culpable.

—Idiota —soltaron varios.

Incluso Molly se preguntaba cómo había respetado tanto a ese hombre. Podía haber hecho mil y un actos heroicos e increíbles pero, aun así, era un enorme idiota.

¿A quién dice? —preguntó Dean Thomas en voz alta.

Mi querido muchacho, el ministro de Magia no se habría llevado a Hagrid si no hubiera estado completamente seguro de que era el culpable —dijo Lockhart, en el tono que emplearía cualquiera para explicar que uno y uno son dos.

—Pues yo creo que si —dijo Ginny mirando al ministro con los ojos entrecerrados y llenos de furia.

Ya lo creo que se lo llevaría —dijo Ron, alzando la voz más que Dean.

Me atrevería a suponer que sé más sobre el arresto de Hagrid que usted, señor Weasley —dijo Lockhart empleando un tono de satisfacción.

Algunos negaron con la cabeza, entre divertidos y exasperados.

Ron comenzó a decir que él no era de la misma opinión, pero se paró en mitad de la frase cuando Harry le arreó una patada por debajo del pupitre.

Nosotros no estábamos allí, ¿recuerdas? —le susurró Harry.

Muchos asintieron mientras Ron se avergonzaba por haber pasado algo tan tonto por alto.

Pero la desagradable alegría de Lockhart, las sospechas que siempre había tenido de que Hagrid no era bueno, su confianza en que todo el asunto ya había tocado a su fin, irritaron tanto a Harry, que sintió deseos de tirarle Una vuelta con los espíritus malignos a su cara de idiota.

Muchos sonrieron a Harry mientras Ron asentía, declarando que él había pensado lo mismo.

Pero en lugar de eso, se conformó con garabatearle a Ron una nota: «Lo haremos esta noche.»

A pesar de ser una nota altamente malentendible nadie rió, todos sabían que eso significaba que iban a adentrarse en el bosque oscuro en la noche y eso les alteraba tanto que no tenían ánimos de malentender nada.

Ron leyó el mensaje, tragó saliva con esfuerzo y miró a su lado, al asiento habitualmente ocupado por Hermione. Entonces parecieron disiparse sus dudas, y asintió con la cabeza.

Hermione paró de leer un segundo y se cubrió la cara con el libro, para que nadie viera la tonta sonrisa que cubría su rostro. Aunque todos, a excepción de varios como Ron, no se percataron de lo que pasaba y pensaron que simplemente estaba cogiendo aire para seguir leyendo. Sally, Lavender gruñeron molestas.

Aquellos días, la sala común de Gryffindor estaba siempre abarrotada, porque a partir de las seis, los de Gryffindor no tenían otro lugar adonde ir. También tenían mucho de que hablar, así que la sala no se vaciaba hasta pasada la medianoche.

Después de cenar, Harry sacó del baúl su capa para hacerse invisible y pasó la noche sentado encima de ella, esperando que la sala se despejara. Fred y George los retaron a jugar a los naipes explosivos y Ginny se sentó a contemplarlos, muy retraída y ocupando el asiento habitual de Hermione.

Varios miraron a Ginny extrañados. Para ellos Ginny siempre había sido una chica que, aunque antes era más vergonzosa, siempre había tenido un gran sentido del humor, era divertida y se preocupaba por los demás, ¿Qué la llevaba a estar tan rara?

Harry y Ron perdieron a propósito, intentando acabar pronto, pero incluso así, era bien pasada la medianoche cuando Fred, George y Ginny se marcharon por fin a la cama.

—¡Os dejasteis ganar! —les acusaron enfadados—. Es indignante, y nosotros satisfechos con la partida.

Harry y Ron esperaron a oír cerrarse las puertas de los dos dormitorios antes de coger la capa, echársela encima y salir por el agujero del retrato.

Muchos comenzaron a tensarse, ahora empezaba esta nueva y loca aventura.

Este recorrido por el castillo también fue difícil, porque tenían que ir esquivando a los profesores. Al fin llegaron al vestíbulo, descorrieron el pasador de la puerta principal y se colaron por ella, intentando evitar que hiciera ruido, y salieron a los campos iluminados por la luz de la luna.

Naturalmente —dijo Ron de pronto, mientras cruzaban a grandes zancadas el negro césped—, cuando lleguemos al bosque podría ser que no tuviéramos nada que seguir. A lo mejor las arañas no iban en aquella dirección. Parecía que sí, pero…

Algunos le sonrieron a Ron tristemente. Ahora sabían de su miedo a las arañas y, por si eso fuera poco, tendría que seguirlas en el bosque prohibido, y si por si aún fuera poco, a medianoche.

Su voz se fue apagando, pero conservaba un aire de esperanza.

Llegaron a la cabaña de Hagrid, que parecía muy triste con sus ventanas tapadas. Cuando Harry abrió la puerta, Fang enloqueció de alegría al verlos. Temiendo que despertara a todo el castillo con sus potentes ladridos, se apresuraron a darle de comer caramelos de café con leche que había en una lata sobre la chimenea, de tal manera que consiguieron pegarle los dientes de arriba a los de abajo.

Muchos les miraron mal por ello.

Harry dejó la capa sobre la mesa de Hagrid. No la necesitarían en el bosque completamente oscuro.

—Yo no estaría tan segura —dijo Lily preocupada.

—No, mejor así —dijo James—. Así no hay posibilidades de que la pierdan dentro.

—¡Estás loco! —le gritó Lily—. Tu hijo va a jugarse la vida y tú te preocupas por esa estúpida capa.

—Tranquilízate —dijo James—. El bosque no es tan peligroso a no ser que te adentres demasiado. Y la capa no es tonta.

Venga, Fang, vamos a dar una vuelta —le dijo Harry, dándole unas palmaditas en la pata, y Fang salió de la cabaña detrás de ellos, muy contento, fue corriendo hasta el bosque y levantó la pata al pie de un gran árbol. Harry sacó la varita, murmuró: «¡Lumos!», y en su extremo apareció una lucecita diminuta, suficiente para permitirles buscar indicios de las arañas por el camino.

El lumos era un conjuro simple que todos aprendían al principio del segundo curso o, a veces, a finales del primero si habían acabado lo propuesto para ese año y les quedaba tiempo. Los profesores estaban orgullosos de enseñar a los alumnos conjuros tan útiles como ese cuanto antes, precisamente porque siempre podían llegar a serle uno útil.

Bien pensado —dijo Ron—. Yo haría lo mismo con la mía, pero ya sabes…, seguramente estallaría o algo parecido…

Varios asintieron, sintiendo lastima por Ron, que había tenido que pasar todo el curso con una varita rota.
Harry le puso una mano en el hombro y le señaló la hierba. Dos arañas solitarias huían de la luz de la varita para protegerse en la sombra de los árboles.

Vale —suspiró Ron, como resignándose a lo peor—. Estoy dispuesto. Vamos.

Ginny sonrió a Ron, ella sabía cuánto pánico les tenía este a las arañas. Estaba siendo muy valiente.

De esta forma penetraron en el bosque, con Fang correteando a su lado, olfateando las hojas y las raíces de los árboles. A la luz de la varita mágica de Harry, siguieron la hilera ininterrumpida de arañas que circulaban por el camino. Caminaron unos veinte minutos, sin hablar, con el oído atento a otros ruidos que no fueran los de ramas al romperse o el susurro de las hojas. Más adelante, cuando el bosque se volvió tan espeso que ya no se veían las estrellas del cielo y la única luz provenía de la varita de Harry, vieron que las arañas se salían del camino.

—Oh, no —murmuró James comenzando a preocuparse. Habían estado adentrándose en el bosque más de veinte minutos y ahora iban a salirse del camino. Ya comenzaba a ser peligroso.

Harry se detuvo y miró hacia donde se dirigían las arañas, pero, fuera del pequeño círculo de luz de la varita, todo era oscuridad impenetrable. Nunca se había internado tanto en el bosque. Podía recordar vívidamente que Hagrid, una vez que había entrado con él, le advirtió que no se saliera del camino. Pero ahora Hagrid se hallaba a kilómetros de distancia, probablemente en una celda en Azkaban, y les había indicado que siguieran a las arañas.

—¿Por qué arañas? —maldijo Ron con un toque de terror en su voz—. ¿Por qué no podían ser mariposas?

—Ron —dijo Harry rodando los ojos—. Ya sabes porque tenían que ser arañas.

—No importa —aseguró este—. Las arañas son malas. Las mariposas son buenas. Yo soy humano y puedo soñar. Y tú eres idiota y te callas.

Harry entornó los ojos una vez más y le hizo un gesto a Hermione para que siguiera leyendo.

Harry notó en la mano el contacto de algo húmedo,

—¡MIERDA! —exclamaron muchos asustados.

dio un salto hacia atrás y pisó a Ron en el pie, pero sólo había sido el hocico de Fang.

Suspiros de alivio inundaron el comedor (Y todos se ahogaron xD Okno).

¿Qué te parece? —preguntó Harry a Ron, de quien sólo veía los ojos, que reflejaban la luz de la varita mágica.

—Iros —dijeron muchos.

Ya que hemos llegado hasta aquí… —dijo Ron.

Muchos miraron a Ron impresionados mientras este sonreía con suficiencia, ¡Claro que era valiente! ¡No por nada era un Gryffindor!

De forma que siguieron a las arañas que se internaban en la espesura. No podían avanzar muy rápido, porque había tocones y raíces de árboles en su ruta, apenas visibles en la oscuridad. Harry notaba en la mano el cálido aliento de Fang. Tuvieron que detenerse más de una vez para que, en cuclillas, a la luz de la varita, Harry pudiera volver a encontrar el rastro de las arañas.

Caminaron durante una media hora por lo menos. Las túnicas se les enganchaban en las ramas bajas y en las zarzas. Al cabo de un rato notaron que el terreno descendía, aunque el bosque seguía igual de espeso.

La preocupación aumentaba, ¿Cuánto se habrían adentrado ya en el bosque?

De repente, Fang dejó escapar un ladrido potente, resonante, dándoles un susto tremendo.

—¿Qué pasa? —exclamaron muchos preocupados y tensos.

¿Qué pasa? —preguntó Ron en voz alta, mirando en la oscuridad y agarrándose con fuerza al hombro de Harry.

Algo se mueve por ahí —musitó Harry—. Escucha… Parece de gran tamaño.

Molly y Lily comenzaron a temblar preocupadas. James tenía los ojos abiertos y fijos en Hermione, muy alterado.

Escucharon. A cierta distancia, a su derecha, aquella cosa de gran tamaño se abría camino entre los árboles quebrando las ramas a su paso.

Más personas comenzaron a temblar.

¡Ah, no! —exclamó Ron—, ¡ah, no, no, no…!

Calla —dijo Harry, desesperado—. Te oirá.

¿Oírme? —dijo Ron en un tono elevado y poco natural—. Pero ¡si ya ha oído a Fang!

—¡No discutáis! —le gritaron muchos.

La oscuridad parecía presionarles los ojos mientras aguardaban aterrorizados. Oyeron un extraño ruido sordo, y luego, silencio.

¿Qué crees que está haciendo? —preguntó Harry.

Seguramente, se está preparando para saltar —contestó Ron.

Aguardaron, temblando, sin atreverse apenas a moverse.

—¡Correr! —gritaron la mayoría.

—¡Salir de ese maldito bosque! —escucharon que gritaba Draco, mas pálido de lo normal.

¿Crees que se ha ido? —susurró Harry.

No sé…

Entonces vieron a su derecha un resplandor que brilló tanto en la oscuridad que los dos tuvieron que protegerse los ojos con las manos. Fang soltó un aullido y echó a correr, pero se enredó en unos espinos y volvió a aullar aún más fuerte.

—¡¿Qué pasa?! ¡¿Qué es?! —preguntó Charlie histérico.

¡Harry! —gritó Ron, tan aliviado que la voz apenas le salía—. ¡Harry, es nuestro coche!

Los suspiros de alivio no se hicieron esperar. Hermione espero a que, tanto su corazón como el de los demás volvieran a su cantidad de latidos por minuto habitual antes de continuar con la lectura.

¿Qué?

¡Vamos!

Harry siguió a Ron en dirección a la luz, dando tumbos y traspiés, y al cabo de un instante salieron a un claro.

El coche del padre de Ron estaba abandonado en medio de un círculo de gruesos árboles y bajo un espeso tejido de ramas, con los faros encendidos. Ron caminó hacia él, boquiabierto, y el coche se le acercó despacio, como si fuera un perro que saludase a su amo. Un perro de color turquesa.

Algunos se permitieron reír al imaginarlo, aun sin tranquilizarse del todo.

¡Ha estado aquí todo el tiempo! —dijo Ron emocionado, contemplando el coche—. Míralo: el bosque lo ha vuelto salvaje…

Algunos rieron nuevamente. Lo más divertido de eso es que Ron también lo trataba como si fuera un perro.

Los guardabarros del coche estaban arañados y embadurnados de barro. Daba la impresión de que el coche había conseguido llegar hasta allí él solo. A Fang no parecía hacerle ninguna gracia, y se mantenía pegado a Harry, temblando. Mientras su respiración se acompasaba, guardó la varita bajo la túnica.

¡Y creíamos que era un monstruo que nos iba a atacar! —dijo Ron, inclinándose sobre el coche y dándole unas palmadas—. ¡Me preguntaba adónde habría ido!

Harry aguzó la vista en busca de arañas en el suelo iluminado, pero todas habían huido de la luz de los faros.

—Bien —dijeron muchos aliviados—. Dejarlo. Volver a la cama y no volváis.

Hemos perdido el rastro —dijo—. Tendremos que buscarlo de nuevo.

—Noo —se quejaron muchos aun sabiendo que era inútil hacerlo.

Ron no habló ni se movió. Tenía los ojos clavados en un punto que se hallaba a unos tres metros del suelo, justo detrás de Harry. Estaba pálido de terror.

La tensión invadió la sala con brutalidad.

Harry ni siquiera tuvo tiempo de volverse. Se oyó un fuerte chasquido, y de repente sintió que algo largo y peludo lo agarraba por la cintura y lo levantaba en el aire, de cara al suelo.

—¿QUÉ? —exclamaron muchos levantándose de golpe. Alterados, preocupados y aterrados.

Mientras forcejeaba, aterrorizado, oyó más chasquidos, y vio que las piernas de Ron se despegaban del suelo, y oyó a Fang aullar y gimotear… y sintió que lo arrastraban por entre los negros árboles.

Todos se morían de miedo. Todos, menos Hagrid. Que sonreía al saber que los llevarían ante Aragog, que allí hablarían tranquilamente, que Aragog les contaría lo que había ocurrido y que ambos podrían volver al castillo sanos y salvos.

Levantando como pudo la cabeza, Harry vio que la bestia que lo sujetaba caminaba sobre seis patas inmensamente largas y peludas, y que encima de las dos delanteras que lo aferraban, tenía unas pinzas también negras.

—Acromántulas —comprendieron muchos y el terror que sentían aumentó.

Tras él podía oír a otro animal similar, que sin duda era el que había cogido a Ron. Se encaminaban hacia el corazón del bosque. Harry pudo ver a Fang que forcejeaba intentando liberarse de un tercer monstruo, aullando con fuerza, pero Harry no habría podido gritar aunque hubiera querido: parecía como si la voz se le hubiese quedado junto al coche, en el claro.

Todos tragaron saliva. Ni siquiera Harry sabía qué hacer en esa situación, ¿Qué iba a pasar? ¿Cómo iban a solucionarlo?

Nunca supo cuánto tiempo pasó en las garras del animal, sólo que de repente hubo la suficiente claridad para ver que el suelo, antes cubierto de hojas, estaba infestado de arañas.

Harry se fijó en el color pálido del rostro de Ron. Bueno, del rostro y de todo su cuerpo. Parecía Ron con la piel de Draco. Gimoteaba de vez en cuando y Ginny, que estaba a su lado, lo notó y le dio la mano, para darle ánimos. Porque así era Ginny, una chica que siempre estaba dispuesta a ayudar a quien lo necesitaba.

Estaban en el borde de una vasta hondonada en la que los árboles habían sido talados y las estrellas brillaban iluminando el paisaje más terrorífico que se pueda imaginar.

La gente seguía temblando.

Arañas. No arañas diminutas como aquellas a las que habían seguido por el camino de hojarasca, sino arañas del tamaño de caballos, con ocho ojos y ocho patas negras, peludas y gigantescas.

Los ojos de todos en el comedor estaban tan abiertos que parecían los ojos de Dobby en cuerpos humanos.

—Del... Tamaño... De... Caballos... —repitió Hermione lentamente, tratando de asimilarlo.

Miró a Ron. Ella, a pesar de que siempre le había parecido divertido, sabía del enorme pánico que les tenía Ron a las arañas. Y esas arañas serían capaces de asustar a cualquiera. Y Ron estaba allí, con solo doce años, demostrando que era una persona con un increíble valor y sentido del deber. Ese era el Ron del que ella estaba enamorada. Ese era el Ron que demostraba que estaba perfectamente a la altura de Harry, ¡Tal vez incluso más en este caso! Ya que Ron tenía fobia a las arañas, y ahí estaba, enfrentando su mayor miedo. Sonrió. Ron era, definitivamente, una persona increíble.

El ejemplar que transportaba a Harry se abría camino, bajando por la brusca pendiente, hacia una telaraña nebulosa en forma de cúpula que había en el centro de la hondonada, mientras sus compañeras se acercaban por todas partes chasqueando sus pinzas, emocionadas a la vista de su presa.

La voz de Hermione temblaba y tenía subidas y bajones en su volumen.

La araña soltó a Harry, y éste cayó al suelo de cuatro patas. A su lado, con un ruido sordo, cayeron Ron y Fang. El perro ya no aullaba; se quedó encogido y en silencio en el mismo punto en que había caído. Ron parecía encontrarse tan mal como Harry había supuesto. Su boca se había alargado en una especie de grito mudo y los ojos se le salían de las órbitas.

Muchos miraron a Ron y vieron lo pálido que estaba. Así como también vieron la sonrisa de suficiencia que logró mandarles. Demostrando que, a pesar de tener miedo, había sido capaz de hacer lo que tenía que hacer.

—Eso es el verdadero valor —dijo Dumbledore alzando la voz—. Ser valiente no quiere decir no tener miedo. Eso sería ser inconsciente. Ser valiente implica ser lo suficientemente fuerte como para vencer a tus miedos. Y como todos estáis viendo, Ron es valiente.

—Un digno Gryffindor —dijo McGonagall con orgullo.

Todos los Weasley asintieron mientras miraban a Ron impresionados.

Hermione, después de dedicarle una sonrisa al Ron de quince años, como pretendiendo darle ánimos al Ron de doce, siguió con la lectura.

De pronto Harry se dio cuenta de que la araña que lo había dejado caer estaba hablando. No era fácil darse cuenta de ello, porque chascaba sus pinzas a cada palabra que decía.

¡Aragog! —llamaba—, ¡Aragog!

Hagrid sonrió, ahora todos se darían cuenta de que no les pasaría nada.

Y del medio de la gran tela de araña salió, muy despacio, una araña del tamaño de un elefante pequeño.

—¡Del tamaño de un elefante! —gritaron muchos de puro terror.

Nadie dijo nada más, todos esperaban a que Hermione siguiera leyendo y les explicara cómo (demonios) pudieron lograr salir de esa situación.

El negro de su cuerpo y sus piernas estaba manchado de gris, y los ocho ojos que tenía en su cabeza horrenda y llena de pinzas eran de un blanco lechoso. Era ciega.

¿Qué hay? —dijo, chascando muy deprisa sus pinzas.

Hombres —dijo la araña que había llevado a Harry.

¿Es Hagrid? —Aragog se acercó, moviendo vagamente sus múltiples ojos lechosos.

Desconocidos —respondió la araña que había llevado a Ron.

Matadlos —ordenó Aragog con fastidio—. Estaba durmiendo…

Hagrid abrió mucho los ojos, sorprendido, él siempre le había dicho a Aragog que no tocara humanos.

Somos amigos de Hagrid —gritó Harry. Sentía como si el corazón se le hubiera escapado del pecho y estuviera retumbando en su garganta.

—Buena salida —dijo James intentando sonreír pero solo le salió una extraña mueca que, de no estar en esta situación, muchos habrían considerado graciosa.

Clic, clic, clic —hicieron las pinzas de todas las arañas en la hondonada.

Aragog se detuvo.

Hagrid nunca ha enviado hombres a nuestra hondonada —dijo despacio.

Hagrid está metido en un grave problema —dijo Harry, respirando muy deprisa—. Por eso hemos venido nosotros.

—Bien, bien —dijo Remus también al borde de la histeria—. Sigue así.

¿En un grave problema? —dijo la vieja araña, en un tono que a Harry se le antojó de preocupación—. Pero ¿por qué os ha enviado?

Harry quiso levantarse, pero decidió no hacerlo; no creía que las piernas lo pudieran sostener. Así que habló desde el suelo, lo más tranquilamente que pudo.

Muchos miraron a Harry sorprendidos. Era normal que se sintiera así pero, a pesar de eso, seguía sobrellevando la situación.

En el colegio piensan que Hagrid se ha metido en… en… algo con los estudiantes. Se lo han llevado a Azkaban.

Muchos gruñeron y Sirius empalideció.

Aragog chascó sus pinzas enojado, y el resto de las arañas de la hondonada hizo lo mismo: era como si aplaudiesen, sólo que los aplausos no solían aterrorizar a Harry.

Pero aquello fue hace años —dijo Aragog con fastidio—. Hace un montón de años. Lo recuerdo bien. Por eso lo echaron del colegio. Creyeron que yo era el monstruo que vivía en lo que ellos llaman la Cámara de los Secretos. Creyeron que Hagrid había abierto la cámara y me había liberado.

—Entonces él no era el monstruo —dijo Remus confirmando la teoría que había hecho antes.

Y tú… ¿tú no saliste de la Cámara de los Secretos? —dijo Harry, notando un sudor frío en la frente.

¡Yo! —dijo Aragog, chascando de enfado—. Yo no nací en el castillo. Vine de una tierra lejana. Un viajero me regaló a Hagrid cuando yo estaba en el huevo. Hagrid sólo era un niño, pero me cuidó, me escondió en un armario del castillo, me alimentó con sobras de la mesa. Hagrid es un gran amigo mío, y un gran hombre.

Hagrid fue el único capaz de sonreír, el resto seguían aterrados.

Cuando me descubrieron y me culparon de la muerte de una muchacha, él me protegió. Desde entonces, he vivido siempre en el bosque, donde Hagrid aún viene a verme. Hasta me encontró una esposa, Mosag, y ya veis cómo ha crecido mi familia, gracias a la bondad de Hagrid…

Varios miraron a Hagrid de mala manera, por su culpa el bosque estaba lleno de arañas del tamaño de caballos. (N.A. Bueno, dejarlas vivir, tampoco es que vosotros vayáis mucho al bosque)

Harry reunió todo el valor que le quedaba.

¿Así que tú nunca… nunca atacaste a nadie?

Nunca —dijo la vieja araña con voz ronca—. Mi instinto me habría empujado a ello, pero, por consideración a Hagrid, nunca hice daño a un ser humano.

Hagrid sonrió y muchos se relajaron un poco, pensando que las arañas no iban a atacarles, aunque fuese por consideración a Hagrid.

El cuerpo de la muchacha asesinada fue descubierto en los aseos. Yo nunca vi nada del castillo salvo el armario en que crecí. A nuestra especie le gusta la oscuridad y el silencio.

Pero entonces… ¿sabes qué es lo que mató a la chica? —preguntó Harry—. Porque, sea lo que sea, ha vuelto a atacar a la gente…

Algunos se mordieron el labio, impacientes, eso era lo que querían saber desde hace mucho.

Los chasquidos y el ruido de muchas patas que se movían de enojo ahogaron sus palabras. Al mismo tiempo, grandes figuras negras parecían crecer a su alrededor.

Lo que habita en el castillo —dijo Aragog— es una antigua criatura a la que las arañas tememos más que a ninguna otra cosa. Recuerdo bien que le rogué a Hagrid que me dejara marchar cuando me di cuenta de que la bestia rondaba por el castillo.

¿Algo que las arañas temen más que cualquier cosa? La mente de Remus estaba bloqueada, Estaba llena con demasiada preocupación por Harry y Ron como para pensar en cualquier otra cosa.

¿Qué es? —dijo Harry enseguida.

Las pinzas chascaron más fuerte. Parecía que las arañas se acercaban.

¡No hablamos de eso! —dijo con furia Aragog—. ¡No lo nombramos! Ni siquiera a Hagrid le dije nunca el nombre de esa horrible criatura, aunque me preguntó varias veces.

—Como con Voldemort —murmuró Sirius.

Harry no quiso insistir, y menos con las arañas que se acercaban cada vez más por todos lados.

Los nervios, las preocupaciones y el terror volvieron a la sala.

Aragog parecía cansada de hablar. Iba retrocediendo despacio hacia su tela, pero las demás arañas seguían acercándose, poco a poco, a Harry y Ron.

Algunos comenzaron a temblar.

—Marchaos —decían—. Marchaos.

En ese caso, ya nos vamos —dijo Harry desesperadamente a Aragog, al oír los crujidos muy cerca.

Muchos asintieron varias veces.

¿Iros? —dijo Aragog despacio—. Creo que no…

Hagrid abrió mucho los ojos, sorprendido.

Pero, pero…

Mis hijos e hijas no hacen daño a Hagrid, ésa es mi orden. Pero no puedo negarles un poco de carne fresca cuando se nos pone delante voluntariamente. Adiós, amigo de Hagrid.

—¡NO PUEDE SER! —rugió Hagrid—. ¡TANTOS AÑOS CUIDANDOLE! ¡A EL Y A SU FAMILIA! ¿Y ASÍ ES COMO ME LO PAGA? ¿INTENTANDO MATAR A MIS AMIGOS?

Nadie dijo nada más, todos miraban a Hermione esperando a que le diera por recuperar el habla y por seguir leyendo.

Harry miró a todos lados. A muy poca distancia, mucho más alto que él, había un frente de arañas, como un muro macizo, chascando sus pinzas y con sus múltiples ojos brillando en las horribles cabezas negras.

Al coger su varita, Harry sabía que no le iba a servir, que había demasiadas arañas, pero estaba decidido a hacerles frente, dispuesto a morir luchando.

James se reprendió a si mismo por sonreír ante esa frase y la mayoría de los presentes miraban a Harry con admiración. Era una persona increíble.

Pero en aquel instante se oyó un ruido fuerte, y un destello de luz iluminó la hondonada.

—¡El coche! —chilló Molly esperanzada.

El coche del padre de Ron rugía bajando la hondonada, con los faros encendidos, tocando la bocina, apartando a las arañas al chocar con ellas. Algunas caían del revés y se quedaban agitando sus largas patas en el aire. El coche se detuvo con un chirrido delante de Harry y Ron, y abrió las puertas.

—AAAAAH —chillaba Molly con felicidad. Se lanzó contra Arthur y se lo comió a besos—. ¡AMO ESE COCHE! ¡LO AMO!

Muchos asentían mientras Ron miraba a su madre entre molesto y divertido.

¡Coge a Fang! —gritó Harry, metiéndose por la puerta delantera.

—¡Cógelo tú! —bufó Ron.

Ron cogió al perro, que no paraba de aullar, por la barriga y lo metió en los asientos de atrás. Las puertas se cerraron de un portazo. Ni Ron puso el pie en el acelerador ni falta que hizo. El motor dio un rugido, y el coche salió atropellando arañas.

Muchos gritaron cosas como "Vamos", "Venga" o "Que podéis".

Subieron la cuesta a toda velocidad, salieron de la hondonada y enseguida se internaron en el bosque chocando contra todo lo que se les ponía por delante, con las ramas golpeando las ventanillas, mientras el coche se abría camino hábilmente a través de los espacios más amplios, siguiendo un camino que obviamente conocía.

Harry miró a Ron. En la boca aún conservaba la mueca del grito mudo, pero sus ojos ya no estaban desorbitados.

Muchos suspiraron sin saber bien como sentirse. Lo único que sabían era que Ron lo había pasado fatal.

¿Estás bien?

Ron miraba fijamente hacia delante, incapaz de hablar.

Ron, tan solo con recordarlo, tenía una expresión similar. Aunque algo menos exagerada, la edad también le había hecho más maduro.

Se abrieron camino a través de la maleza, con Fang aullando sonoramente en el asiento de atrás. Harry vio cómo al rozar un árbol arrancaba de cuajo el retrovisor exterior. Después de diez minutos de ruido y tambaleo, el bosque se aclaró y Harry vio de nuevo algunos trozos de cielo.

Todos suspiraron aliviados.

—Por fin a salvo —murmuró Tonks aliviada dejándose caer contra el hombro de Remus.

El coche frenó tan bruscamente que casi salen por el parabrisas. Habían llegado al final del bosque. Fang se abalanzó contra la ventanilla en su impaciencia por salir, y cuando Harry le abrió la puerta, corrió por entre los árboles, con la cola entre las piernas, hasta la cabaña de Hagrid. Harry también salió y, al cabo de un rato, Ron lo siguió, recuperado ya el movimiento en sus miembros, pero aún con el cuello rígido y los ojos fijos. Harry dio al coche una palmada de agradecimiento, y éste volvió a internarse en el bosque y desapareció de la vista.

Molly sonrió una vez más. Ya no tenía nada en contra del coche, más bien al contrario, le debía la vida de su hijo, y eso valía mucho más que la suya propia.

Harry entró en la cabaña de Hagrid a recoger la capa invisible. Fang se había acurrucado en su cesta, temblando debajo de la manta. Cuando Harry volvió a salir, vio a Ron vomitando en el bancal de las calabazas.

Nadie puso muecas de asco. La mayoría le sonrieron con compasión y comprensión.

Seguid a las arañas —dijo Ron sin fuerzas, limpiándose la boca con la manga—. Nunca perdonaré a Hagrid. Estamos vivos de milagro.

Hagrid se sentía fatal consigo mismo, y aún más con Aragog. Tendría que ir y tener una buena conversación con ella y dejarle varias cosas bien claras aunque fuese de mala manera. Aunque Hagrid comprendía algo que muchos pasaban por alto. Al igual que los humanos matan pollos para comérselos las acromántulas pueden matar humanos para comérselos. Es ley de vida. Lo que le dolía no era eso, lo que le dolía era que Aragog había permitido eso. Aragog, la acromántula que el crio. A la que creyó haber educado bien.

Apuesto a que no pensaba que Aragog pudiera hacer daño a sus amigos —dijo Harry.

Hagrid asintió lenta y levemente.

¡Ése es exactamente el problema de Hagrid! —dijo Ron, aporreando la pared de la cabaña—. ¡Siempre se cree que los monstruos no son tan malos como parecen, y mira adónde lo ha llevado esa creencia: a una celda en Azkaban! —No podía dejar de temblar—. ¿Qué pretendía enviándonos allá? Me gustaría saber qué es lo que hemos averiguado.

—Algo importante —declaró Hermione.

Que Hagrid no abrió nunca la Cámara de los Secretos —contestó Harry, echando la capa sobre Ron y empujándole por el brazo para hacerle andar—. Es inocente.

Muchos asintieron mientras otros fulminaban al ministro con furia.

Ron dio un fuerte resoplido. Evidentemente, criar a Aragog en un armario no era su idea de la inocencia.

Varios en la sala pensaban lo mismo.

Al aproximarse al castillo, Harry enderezó la capa para asegurarse de que no se les veían los pies, luego empujó despacio la puerta principal, para que no chirriara, sólo hasta dejarla entreabierta. Cruzaron con cuidado el vestíbulo y subieron la escalera de mármol, conteniendo la respiración al encontrarse con los centinelas que vigilaban los corredores. Por fin llegaron a la sala común de Gryffindor, donde el fuego se había convertido en cenizas y unas pocas brasas. Al hallarse en lugar seguro, se desprendieron de la capa y ascendieron por la escalera circular hasta el dormitorio.

Ron cayó en la cama sin preocuparse de desvestirse. Harry, por el contrario, no tenía mucho sueño. Se sentó en el borde de la cama, pensando en todo lo que había dicho Aragog.

—¿En serio te quedaste despierto? —preguntó Ron asombrado—. Yo no habría podido ni aun habiendo querido.

La criatura que merodeaba por algún lugar del castillo, pensó, se parecía a Voldemort, incluso en el hecho de que otros monstruos no quisieran mencionar su nombre.

Varios asintieron intentando saber que era. Remus, Lily, Moody, James y algunos profesores tenían una teoría. Y, a pesar de que parecía la única con lógica, rezaban para que fuese falsa.

Pero Ron y él no se encontraban más cerca de averiguar qué era aquello ni cómo había petrificado a sus víctimas. Ni siquiera Hagrid había sabido nunca qué se escondía en la cámara de los Secretos.

—Pero Hermione si —murmuró Ron para sí mismo con orgullo.

Harry subió las piernas a la cama y se reclinó contra las almohadas, contemplando la luna que destellaba para él a través de la ventana de la torre.

No comprendía qué otra cosa podía hacer. Nada de lo que habían intentado hasta el momento les había llevado a ninguna parte. Ryddle había atrapado al que no era, el heredero de Slytherin había escapado y nadie sabía si sería o no la misma persona que había vuelto a abrir la cámara.

—Lo era —murmuró Harry para sí mismo, cabreado.

No quedaba nadie a quien preguntar. Harry se tumbó, sin dejar de pensar en lo que había dicho Aragog.

Estaba adormeciéndose cuando se le ocurrió algo que podía ser su última esperanza, y se incorporó de repente.

—¡¿Qué?! —exclamaron muchos sin comprender.

Ron —susurró en la oscuridad—, ¡Ron!

Ron despertó con un aullido como los de Fang, abrió unos ojos desorbitados y miró a Harry.
Ron: la chica que murió. Aragog dijo que fue hallada en unos aseos —dijo Harry, sin hacer caso de los ronquidos de Neville que venían del rincón—.

—¿Y? —preguntó Sirius sin comprender.

¿Y si no hubiera abandonado nunca los aseos? ¿Y si todavía estuviera allí?

Todos abrieron mucho los ojos mientras Dumbledore sonreía a Harry, satisfecho.

Bajo la luz de la luna, Ron se frotó los ojos y arrugó la frente. Y entonces comprendió.

¿No pensarás… en Myrtle la Llorona?

—Cabe la posibilidad —admitió Lily—. Aunque puede que no.

—Pero no pierden nada por preguntar —razonó James—. No tienen por donde avanzar. Están totalmente atascados.

—Cierto... —suspiró Lily.

Ambos odiaban que su hijo se metiera en tantos problemas y estaban seguros de que, de seguir así, no iban a acabar los libros con vida de tanta preocupación. Sobre todo una vez pasaran del principio del quinto libro, pues ya no tendrían la certeza de si Harry estaba completamente a salvo. Aunque, por lo menos, tenían la certeza de que hasta llegar al séptimo libro estaría vivo. Y confiaban en que después también.

Hermione tenía los ojos cerrados y se frotaba la frente con la mano con la que no tenía el libro. Este capítulo había sido tan intenso. No quería ni imaginar cómo sería el del basilisco. Levantó el libro, en señal de que el capítulo había acabado. No tenía fuerzas para hablar.

—Yo leeré ahora —dijo Charlie corriendo hacia Hermione. Deseoso de acabar la historia cuanto antes—. La Cámara de los Secretos.




Ya nos acercamos más al final, ¿Emocionados? Ademas, cuando acabemos el segundo ¡viene el tercero! ¿Tenéis ganas de ver como Harry quería ver muerto a su querido padrino? ¿Quereis ver como Harry logra hacer un patronus corporeo a los trece años? ¿Queréis ver como empieza a sentir cosas por Cho que, por suerte o por desgracia, ahora esta dejando de sentir? Pues nada, a esperar.

Bueno, Leoncia23 a propuesto que hable sobre las personas que cambian su personalidad dependiendo de con quien están y, aunque tenía pensado hablar sobre que odio tener un supermercado entre mi escuela y mi casa porque me compro cada día al volver un batido de 750ml y voy a acabar gastándome todo mi dinero demasiado rápidamente para mi gusto, está bien, a ninguno de vosotros le puede interesar que me compre un batido al día y que mi cartera se vacíe lo equivalente así que acepto la propuesta de Leoncia23.

Primero y antes de nada quiero que sepáis que TODOS cambiamos nuestra forma de comportarnos dependiendo de con quien estamos, ¿O tratáis de la misma manera a vuestro profesor que ha vuestra pareja? (No valen argumentos como "El profesor es mi pareja", razón: Porque yo lo digo).

Una vez visto que no nos comportamos igual con todo el mundo podemos llegar a comenzar a desarrollar el tema. Es muy diferente utilizar diferentes aspectos de tu personalidad que cambiar de personalidad. No es malo querer agradar a las personas que nos rodean pero, por una parte, hemos de entender que les estamos mintiendo. Y yo por mi parte prefiero (con diferencia) a una persona que me muestre como es realmente aunque no se parezca en nada a mí a alguien que finge pensar como yo.

¿Es malo hacerlo? Bueno, podría ampliar todo esto a discutir sobre que está bien y que está mal. A decir que no hay una respuesta fija y que todo son puntos de vista. Las opiniones de alguien están puestas como leyes, para que todos consigamos una felicidad mediocre donde las opiniones de otros sobre lo correcto y lo incorrecto permanecen por encima de las nuestras propias. Podría discutir sobre eso y, la verdad, siento que tengo mucho que decir sobre eso, pero no es de eso de lo que estamos hablando. Es natural para mucha gente intentar agradar a los que tienes a tu alrededor. Yo para eso busco puntos en común entre la persona con la que estoy y yo. Si no tenemos puntos en común siempre se puede crear una pequeña y organizada discusión, done cada uno expone su punto de vista y el otro lo respeta. Yo, sinceramente, prefiero eso a fingir que pienso como ella. Pero esa es mi opinión y puede que muchos no piensen así, en este punto y aunque a muchos les molesta la gente así, no hay algo común. Hay personas que solo quieren sentirse comprendidas y hablar con una persona que, aunque sea fingiendo, la comprende, les ayuda mucho. Lo único que puedo asegurar con firmeza es que prefiero (y siempre lo dejo claro) que la gente se suelte conmigo, que me digan lo que opinan de verdad y sean ellos mismos. Con el resto de personas que se comporten como quieran (siempre y cuando no falten al respeto).

¿Y vosotros que opináis? ¿Os agrada estar con una persona que finge que piensa como vosotros, que no aporta su opinión y solo repite lo que dices tú asintiendo con la cabeza? ¿Soléis hacerlo a menudo, no lo hacéis nunca o lo hacéis siempre? ¿Qué os gusta más de la carne con patatas; la carne o las patatas?

Se despide, Patope Patata.



2 comentarios :

  1. Por fin puedo seguir, que me quedé en este capítulo cuando te lo borraron de FF (vaya putada, por cierto) A ver si se pasa por aquí más gente

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  2. Se me había olvidado de que Hermione estaba empecinada de que los thestrals no existían, pobre.... está equivocada.

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