sábado, 30 de agosto de 2014

La Madriguera


Todos los personajes y las palabras en negrita pertenecen a J.K. Rowling.


LA MADRIGUERA

Yo lo haré —dijo Neville poniéndose en pie y corriendo hacia Charlie. Quería asegurarse cuanto antes de que Harry salía sano y salvo de aquella casa—. La Madrigera.

Todos los Weasley y Harry sonrieron ante la mención de la Madriguera.

¡RON! —exclamó Harry, encaramándose a la ventana y abriéndola para poder hablar con él a través de la reja—. Ron, ¿cómo has logrado…? ¿Qué…?

Harry se quedó boquiabierto al darse cuenta de lo que veía. Ron sacaba la cabeza por la ventanilla trasera de un viejo coche de color azul turquesa que estaba detenido ¡ni más ni menos que en el aire!

Muchos dejaron salir gemidos impresionados.

—¡Eso tiene que ser increíble! —dijo James con los ojos muy abiertos—. Es cosa de Arthur, ¿Cierto?

El señor Weasley asintió con la cabeza, orgulloso de sí mismo mientras Molly, por extraño que parezca, también sonreía, orgullosa de su marido. Posiblemente fuese porque ese estúpido invento de Arthur estaba ayudando a salvar a Harry en ese momento.

Sonriendo a Harry desde los asientos delanteros, estaban Fred y George, los hermanos gemelos de Ron, que eran mayores que él.

Muchos sonrieron a los gemelos y James y Lily les agradecieron a ellos también por haber ido a ayudar a Harry.

¿Todo bien, Harry?

¿Qué ha pasado? —preguntó Ron—. ¿Por qué no has contestado a mis cartas? Te he pedido unas doce veces que vinieras a mi casa a pasar unos días, y luego mi padre vino un día diciendo que te habían enviado un apercibimiento oficial por utilizar la magia delante de los muggles.

No fui yo. Pero ¿cómo se enteró?

Trabaja en el Ministerio —contestó Ron—.

Arthur asintió, orgulloso de su trabajo.

Sabes que no podemos hacer ningún conjuro fuera del colegio.

¡Tiene gracia que tú me lo digas! —repuso Harry, echando un vistazo al coche flotante.

—Bueno, es que el coche lo he hechizado yo, así que ellos no han incumplido nada —le dijo Arthur y Harry asintió mientras le sonreía.

—¡Oh, venga ya! ¿Es que solo vas a restregarme a mí que ya sabias las cosas cuanto te las explico? —bufó Sirius cruzándose de brazos.

Lily sonrió. Al parecer, por mucho que el aspecto de Sirius estuviese mucho más deteriorado su personalidad era, si no la misma, muy parecida.

¡Esto no cuenta! —explicó Ron—. Sólo lo hemos cogido prestado. Es de mi padre, nosotros no lo hemos encantado. Pero hacer magia delante de esos muggles con los que vives…

—¡Ha sido el elfo! —se quejaron muchos.

—¡Se llama Dobby! —les recordó Hermione molesta.

No he sido yo, ya te lo he dicho…, pero es demasiado largo para explicarlo ahora. Mira, puedes decir en Hogwarts que los Dursley me tienen encerrado y que no podré volver al colegio, y está claro que no puedo utilizar la magia para escapar de aquí, porque el ministro pensaría que es la segunda vez que utilizo conjuros en tres días, de forma que…

—¿En serio, hijo? ¿En serio creías que habían viajado hasta tu casa, te habían visto encerrado y se iban a largar dejándote ahí? —le preguntó James alzando una ceja y Harry meneó la cabeza algo incómodo.

—Bueno, cuando Lily te encerró en las jaulas de la lechucería y te encontré ahí tú no pensaste que fuera a ayudarte a salir —razonó Sirius.

—¡Venga ya, Canuto! ¡Es que no ibas a ayudarme a salir! ¿O es que no te acuerdas de cómo te reías de mí y me decías que me ibas a dejar ahí toda la noche?

—Bueno, pero de ahí a explotar la jaula haciendo que todas las lechuzas saliesen volando...

—Bueno, ¿Y que querías que hiciera?

—¿Alohomora?

—¡Oh, cállate! —bufó el azabache algo avergonzado.

—¿Y porque te encerró mama? —le preguntó Harry extrañado pasando por alto el hecho de que, inconscientemente, había llamado a Lily "Mama".

—Bueno —intentó explicarse Lily—. Es que tu padre había estado un poco... pesado esa semana.

—¿Pesado? —preguntó Remus alzando una ceja—. ¡Te había estado acosando las veinticuatro horas del día!

Harry miró a su padre extrañado.

—Tampoco exageres, Lunático —se quejó James.

—¿Exagerar? Te quedabas esperándola en la puerta del baño y, ¡Por Merlín! ¡Dormías delante de las escaleras de su cuarto en un saco de dormir! —replicó el licántropo.

Harry escuchaba a Remus con la boca ligeramente abierta.

—¿Va en serio? —preguntó dudoso.

—Es que... Bueno... Tu madre se negaba a aceptar sus más que obvios sentimientos por mí —intentó explicarse James—. Y bueno... Quería que tuviera siempre presente que tenía esos sentimientos.

—¡No los tenía! —se quejó Lily.

—Oh, vamos pelirroja, ahora hasta tenemos un hijo, reconócelo, estabas locamente enamorada de mí.

—¡No lo estaba! ¡No! ¡¿Cómo iba a enamorarme yo de un estúpido arrogante como tú? —bufó Lily.

James sonrió de manera traviesa y se acercó a besar a su mujer. Eso pilló a Lily por sorpresa y abrió mucho los ojos pero acabó cerrándolos y profundizando el beso.

—Sí, todo esto está muy bien pero... ¿Podrías quitarte de encima? —se quejó Harry incómodo. Como si no fuera lo suficientemente raro estar sentado entre sus difuntos padres, además de estar viendo como sus padres tenían sus respectivas lenguas en la boca del otro, tenía que tener a su padre pasando por encima suyo para llegar a su madre...

—Oh... —dijo James mientras sonreía pícaramente a su hijo y volvía a sentarse, dejando atrás a una Lily tan colorada que su pelo ya no parecía tan rojo.

—Sigue, Neville —le indicó Harry.

Deja de decir tonterías —dijo Ron—. Hemos venido para llevarte a casa con nosotros.

Muchos sonrieron a los tres Weasley.

Pero tampoco vosotros podéis utilizar la magia para sacarme…

No la necesitamos —repuso Ron, señalando con la cabeza hacia los asientos delanteros y sonriendo—. Recuerda a quién he traído conmigo.

James contempló a los gemelos, tenían aire de bromistas pero, ¿En qué podía ayudar eso para sacar a Harry de su casa?

Ata esto a la reja —dijo Fred, arrojándole un cabo de cuerda.

Si los Dursley se despiertan, me matan —comentó Harry, atando la soga a uno de los barrotes. Fred aceleró el coche.

No te preocupes —dijo Fred— y apártate.

Harry se retiró al fondo de la habitación, donde estaba Hedwig, que parecía haber comprendido que la situación era delicada y se mantenía inmóvil y en silencio.

—Hedwig es increíblemente inteligente —aseguró Harry orgulloso.

El coche aceleró más y más, y de pronto, con un sonoro crujido, la reja se desprendió limpiamente de la ventana mientras el coche salía volando hacia el cielo.

—¡Bien! —dijeron muchos algo preocupados aun y todo por la posibilidad de despertar a los Dursley.

Harry corrió a la ventana y vio que la reja había quedado colgando a sólo un metro del suelo. Entonces Ron fue recogiendo la cuerda hasta que tuvo la reja dentro del coche. Harry escuchó preocupado, pero no oyó ningún sonido que proviniera del dormitorio de los Dursley.

Muchos suspiraron aliviados.

Después de que Ron dejara la reja en el asiento trasero, a su lado, Fred dio marcha atrás para acercarse tanto como pudo a la ventana de Harry.

Entra —dijo Ron.

—¡La Nimbus 2000! —les recordó Oliver alterado y muchos bufaron.

—Wood, la varita es más importante —le recordó Hermione.

—Tonterías, con una varita uno no juega al quidditch.

—Me cae bien ese chico —le dijo James a Harry sonriendo.

Pero todas mis cosas de Hogwarts… Mi varita mágica, mi escoba…

¿Dónde están?

Guardadas bajo llave en la alacena de debajo de las escaleras. Y yo no puedo salir de la habitación.

No te preocupes —dijo George desde el asiento del acompañante—. Quítate de ahí, Harry.
Fred y George entraron en la habitación de Harry trepando con cuidado por la ventana.

«Hay que reconocer que lo hacen muy bien», pensó Harry cuando George se sacó del bolsillo una horquilla del pelo para forzar la cerradura.

—¡Increíble! —exclamaron James y Sirius—. Tenemos que aprender a hacer eso.

Entonces, como si una manguera de agua helada les hubiera mojado enteros cayeron en la cuenta de algo. Cuando acabaran los libros dejarían de estar juntos. Ambos tragaron saliva y se sentaron sin mirarse a la cara.

Neville, comprendiendo la situación, se apresuró en continuar con la lectura. Claro que, antes de hacerlo echó un rápido vistazo al asiento que ocupaban sus padres, el cual, para su gran alivio, seguía ocupado.

Muchos magos creen que es una pérdida de tiempo aprender estos trucos muggles —observó Fred—, pero nosotros opinamos que vale la pena adquirir estas habilidades, aunque sean un poco lentas.

—Y que lo digas —coincidió Sirius.

Molly, sintiendo que debería reñir a sus hijos por aprender cosas como esas, se limitó a fulminarles levemente con la mirada pues, al fin y al cabo, ese conocimiento había acabado sirviendo para algo.

Se oyó un ligero «clic» y la puerta se abrió.

—Genial —murmuraron muchos como si pensaran que si hacían ruido los Durleys despertarían (Idiotas...)

Bueno, nosotros bajaremos a buscar tus cosas. Recoge todo lo que necesites de tu habitación y ve dándoselo a Ron por la ventana —susurró George.

Tened cuidado con el último escalón, porque cruje —les susurró Harry mientras los gemelos se internaban en la oscuridad.

Harry fue cogiendo sus cosas de la habitación y se las pasaba a Ron a través de la ventana. Luego ayudó a Fred y a George a subir el baúl por las escaleras. Oyó toser al tío Vernon.

Muchos se alteraron momentáneamente.

Una vez en el rellano, llevaron el baúl a través de la habitación de Harry hasta la ventana abierta. Fred pasó al coche para ayudar a Ron a subir el baúl, mientras Harry y George lo empujaban desde la habitación. Centímetro a centímetro, el baúl fue deslizándose por la ventana.
Tío Vernon volvió a toser.

La gente se alteró más todavía, ¿Iba a despertar? ¿Podría Harry escapar?

Un poco más —dijo jadeando Fred, que desde el coche tiraba del baúl—, empujad con fuerza…
Harry y George empujaron con los hombros, y el baúl terminó de pasar de la ventana al asiento trasero del coche.

Estupendo, vámonos —dijo George en voz baja.

Pero al subir al alféizar de la ventana, Harry oyó un potente chillido detrás de él, seguido por la atronadora voz de tío Vernon.

—¡Te ibas a olvidar a Hedwig! —le recriminó Ginny—. ¡A saber que podrían hacerle los Dursley si te la llegas a dejar! ¡Como poco dejan que se muera de hambre!

Harry se sentía fatal por su lechuza, ella era mucho más importante que el resto de cosas que había metido en el coche.

¡ESA MALDITA LECHUZA!

¡Me olvidaba de Hedwig!

—¡Corre! —le urgieron muchos preocupados porque Vernon había despertado.

Harry cruzó a toda velocidad la habitación al tiempo que se encendía la luz del rellano. Cogió la jaula de Hedwig, volvió velozmente a la ventana, y se la pasó a Ron. Harry estaba subiendo al alféizar cuando tío Vernon aporreó la puerta, y ésta se abrió de par en par.

—Mier... Caca —escuchó Harry que se corregía su madre y sonrió al pensar que intentaba no decir nada indebido delante de él.

Durante una fracción de segundo, tío Vernon se quedó inmóvil en la puerta; luego soltó un mugido como el de un toro furioso y, abalanzándose sobre Harry, lo agarró por un tobillo.

—MIERDA —rugió James, al que no le que Harry le escuchara decir cosas así.

Ron, Fred y George lo asieron a su vez por los brazos, y tiraban de él todo lo que podían.

—Vamos, vamos —les animaban en masa los alumnos de la escuela.

¡Petunia! —bramó tío Vernon—. ¡Se escapa! ¡SE ESCAPA!

Pero los Weasley tiraron con más fuerza, y el tío Vernon tuvo que soltar la pierna de Harry. Tan pronto como éste se encontró dentro del coche y hubo cerrado la puerta con un portazo, gritó Ron:
¡Fred, aprieta el acelerador!

Y el coche salió disparado en dirección a la luna.

—¡Sí! —exclamaron muchos felices de que Harry hubiese escapado por fin.

Harry no podía creérselo: estaba libre. Bajó la ventanilla y, con el aire azotándole los cabellos, volvió la vista para ver alejarse los tejados de Privet Drive. Tío Vernon, tía Petunia y Dudley estaban asomados a la ventana de Harry, alucinados.

Varios sonrieron imaginándose la escena.

¡Hasta el próximo verano! —gritó Harry.

Algunos se permitieron soltar una risita.

Los Weasley se rieron a carcajadas, y Harry se recostó en el asiento, con una sonrisa de oreja a oreja.

Suelta a Hedwig —dijo a Ron— y que nos siga volando. Lleva un montón de tiempo sin poder estirar las alas.

Hermione miró a Ron impresionada.

—Y yo que siempre había pensado que tenías la capacidad emocional de un ladrillo —le dijo sonriendo antes de darle un abrazo.

Ron enrojeció instantáneamente y a su mente llegó un razonamiento estúpido digno de un mono: Preocuparse por los demás = Abrazo de Hermione. Definitivamente iba a aprender a ser más consciente de los sentimientos de los demás, ¡Todo sea por los abrazos de Hermione!

George le pasó la horquilla a Ron y, en un instante, Hedwig salía alborozada por la ventanilla y se quedaba planeando al lado del coche, como un fantasma.

Entonces, Harry, ¿por qué…? —preguntó Ron impaciente—. ¿Qué es lo que ha ocurrido?
Harry les explicó lo de Dobby, la advertencia que le había hecho y el desastre del pudín de violetas. Cuando terminó, hubo un silencio prolongado.

Muy sospechoso —dijo finalmente Fred.

Me huele mal —corroboró George—. ¿Así que ni siquiera te dijo quién estaba detrás de todo?

—Dobby no podía, señor —le explicó Dobby a Fred (pensando que era George).

Creo que no podía —dijo Harry—, ya os he dicho que cada vez que estaba a punto de irse de la lengua, empezaba a darse golpes contra la pared.

Vio que Fred y George se miraban.

¿Creéis que me estaba mintiendo? —preguntó Harry.

Bueno —repuso Fred—, tengamos en cuenta que los elfos domésticos tienen mucho poder mágico, pero normalmente no lo pueden utilizar sin el permiso de sus amos. Me da la impresión de que enviaron al viejo Dobby para impedirte que regresaras a Hogwarts.

—Ahora sabemos que no, Dobby —le dijeron ambos sonriendo.

Una especie de broma. ¿Hay alguien en el colegio que tenga algo contra ti?

Algunos miraron a Malfoy sospechando.

—Oh, venga ya. Sé que es mucha casualidad que un elfo vaya a casa de Potter y haga eso y más todavía que el elfo sea mío pero yo no he hecho nada —aseguró el rubio.

Harry sonrió y no dijo nada, que la gente pensará lo que quisiera.

Sí —respondieron Ron y Harry al unísono.

Draco Malfoy —dijo Harry—. Me odia.

Lily miró a Malfoy de mala manera, dependiendo de lo que leyera en los libros tal vez tuviera que tener una buena charla con aquel chico y, viendo lo que pasó en el primer libro, las probabilidades indicaban que tendría que hacerlo.

James pensaba de diferente manera. Le parecía bueno que su hijo tuviera una especie de enemigo en Slytherin al que molestar y con el que batirse en duelo pero no le gustaba que fuera Malfoy. Y no tenía nada que ver con que Lucius fuera su padre, no, era por que Malfoy era un cobarde que reta a gente a un duelo pero luego no se digna a aparecer.

¿Draco Malfoy? —dijo George, volviéndose—. ¿No es el hijo de Lucius Malfoy?

Supongo que sí, porque no es un apellido muy común —contestó Harry—. ¿Por qué lo preguntas?

He oído a mi padre hablar mucho de él —dijo George—. Fue un destacado partidario de Quien-tú-sabes.

—Y lo es —aseguro Harry en voz alta haciendo que Malfoy se encogiera en su asiento, incomodo.

Y cuando desapareció Quien-tú-sabes —dijo Fred, estirando el cuello para hablar con Harry—, Lucius Malfoy regresó negándolo todo. Mentiras… Mi padre piensa que él pertenecía al círculo más próximo a Quien-tú-sabes.

—Y tenía razón —dijo Arthur mirando a su esposa.

—Nunca lo he negado, cariño —se explicó Molly—. Es solo que no me gusta que te involucres con él, es una familia peligrosa.

Muchos en la sala asintieron y Draco se dio cuenta de que, siendo el el heredero de los Malfoy, no quería que todos a su alrededor pensaran así de su familia cuando el creciera. En estos tres días ya había conseguido más que suficientes motivos para querer cambiar, y mucho.

Harry ya había oído estos rumores sobre la familia de Malfoy, y no le habían sorprendido en absoluto. En comparación con Malfoy, Dudley Dursley era un muchacho bondadoso, amable y sensible.

—Exagerado —se quejó Draco para sorpresa de muchos.

—¿Qué no te gusta que te consideren un odioso repelente? —le dijo Astoria fingiendo sorpresa.

—¿Qué no te gusta a ti fingir que no te gusto cuando sé que lo hago? —replicó Draco imitando su expresión.

—¡Ja! Sigue soñando, Malfoy.

Entonces, repentinamente, la piel Draco adquirió un potente tono rojizo que destacaba mucho pues su piel era muy pálida. Draco estaba recordando las imágenes que le habían rondado por la cabeza hacia dos noches.

Astoria vio como Malfoy se sonrojaba y abrió mucho los ojos, ¿Significaba eso que Malfoy sí que había soñado con ella? Ahora enrojeció ella también y ella, como el, también era de piel pálida así que la situación resultaba bastante graciosa.

Neville, viendo la incomodidad de ambos y como era una buena persona, ignoró el hecho de que Malfoy había sido más que desagradable con él y decidió sacarle del apuro continuando con la lectura.

No sé si los Malfoy poseerán un elfo —dijo Harry.

—Tenemos tres —le aseguró Malfoy, ya no tan orgulloso de ello como antes.

Bueno, sea quien sea, tiene que tratarse de una familia de magos de larga tradición, y tienen que ser ricos —observó Fred.

Sí, mamá siempre está diciendo que querría tener un elfo doméstico que le planchase la ropa —dijo George—. Pero lo único que tenemos es un espíritu asqueroso y malvado en el ático, y el jardín lleno de gnomos. Los elfos domésticos están en grandes casas solariegas y en castillos y lugares así, y no en casas como la nuestra.

Todos los Weasley se giraron hacia Malfoy, esperando algún comentario insultante por su parte pero le vieron callado, sin percatarse de que tenía que haber dicho algo. Así que, algo extrañados, siguieron prestando atención a la lectura.

Harry estaba callado. A juzgar por el hecho de que Draco Malfoy tenía normalmente lo mejor de lo mejor, su familia debía de estar forrada de oro mágico. Podía imaginárselo dándose aires en una gran mansión. También parecía encajar con el tipo de cosas que Malfoy podría hacer, el enviar a un criado para que impidiera que Harry volviese a Hogwarts.

Malfoy reconoció que, en esa época, de habérsele ocurrido lo habría intentado.

¿Había sido un estúpido al dar crédito a Dobby?

Harry se disculpó con Dobby por haber dudado de sus intenciones.

De cualquier manera, estoy muy contento de que hayamos podido rescatarte —dijo Ron—. Me estaba preocupando que no respondieras a mis cartas. Al principio le echaba la culpa a Errol…

¿Quién es Errol?

Nuestra lechuza macho. Pero está viejo. No sería la primera vez que le da un colapso al hacer una entrega. Así que intenté pedirle a Percy que me prestara a Hermes…

¿Quién?

La lechuza que nuestros padres compraron a Percy cuando lo nombraron prefecto —dijo Fred desde el asiento delantero.

Pero Percy no me la quiso dejar —añadió Ron—. Dijo que la necesitaba él.

Harry sonrió a Percy pícaramente, recordando para que la "necesitaba" y este enrojeció al más puro estilo Weasley. ¿La razón? Pues que después de la disculpa había vuelto a ser un Weasley como Merlín manda, con sonrojos incluidos.

Este verano, Percy se está comportando de forma muy rara —dijo George, frunciendo el entrecejo—. Ha estado enviando montones de cartas y pasando muchísimo tiempo encerrado en su habitación… No puede uno estar todo el día sacando brillo a la insignia de prefecto. Te estás desviando hacia el oeste, Fred —añadió, señalando un indicador en el salpicadero. Fred giró el volante.

¿Vuestro padre sabe que os habéis llevado el coche? —preguntó Harry, adivinando la respuesta.

Esto…, no —contestó Ron—, esta noche tenía que trabajar. Espero que podamos dejarlo en el garaje sin que nuestra madre se dé cuenta de que nos lo hemos llevado.

¿Qué hace vuestro padre en el Ministerio de Magia?

Trabaja en el departamento más aburrido —contestó Ron—: la Oficina Contra el Uso Indebido de Artefactos Muggles.

—¡No es aburrido! —se quejó Arthur y todos los Weasley rodaron los ojos.

¿El qué?

Se trata de cosas que han sido fabricadas por los muggles pero que alguien las encanta, y que terminan de nuevo en una casa o una tienda muggle. Por ejemplo, el año pasado murió una bruja vieja, y vendieron su juego de té a un anticuario. Una mujer muggle lo compró, se lo llevó a su casa e intentó servir el té a sus amigos. Fue una pesadilla. Nuestro padre tuvo que trabajar horas extras durante varias semanas.

¿Qué ocurrió?

Pues que la tetera se volvió loca y arrojó un chorro de té hirviendo por toda la sala, y un hombre terminó en el hospital con las tenacillas para coger los terrones de azúcar aferradas a la nariz.

Muchos comenzaron a reír ruidosamente.

—¡No es gracioso! —aseguró Arthur recordando lo que le había costado arreglar esa situación.

Nuestro padre estaba desesperado, en el departamento solamente están él y un viejo brujo llamado Perkins, y tuvieron que hacer encantamientos para borrarles la memoria y otros trucos para que no se acordaran de nada.

Pero vuestro padre…, este coche…

Fred se rió.

Sí, le vuelve loco todo lo que tiene que ver con los muggles, tenemos el cobertizo lleno de chismes muggles. Los coge, los hechiza y los vuelve a poner en su sitio. Si viniera a inspeccionar a casa, tendría que arrestarse a sí mismo.

Algunos rieron mientras Remus, Lily, Molly y Hermione negaban con la cabeza.

A nuestra madre la saca de quicio.

Ahí está la carretera principal —dijo George, mirando hacia abajo a través del parabrisas—. Llegaremos dentro de diez minutos… Menos mal, porque se está haciendo de día.

Un tenue resplandor sonrosado aparecía en el horizonte, al este.

Fred dejó que el coche fuera perdiendo altura, y Harry vio a la escasa luz del amanecer el mosaico que formaban los campos y los grupos de árboles.

Vivimos un poco apartados del pueblo —explicó George—. En Ottery Saint Catchpole.
El coche volador descendía más y más. Entre los árboles destellaba ya el borde de un sol rojo y brillante.

¡Aterrizamos! —exclamó Fred cuando, con una ligera sacudida, tomaron contacto con el suelo. Aterrizaron junto a un garaje en ruinas en un pequeño corral, y Harry vio por vez primera la casa de Ron.

Los Weasley se removieron incómodos, esperando una descripción y una valoración de su hogar.

Parecía como si en otro tiempo hubiera sido una gran pocilga de piedra, pero aquí y allá habían ido añadiendo tantas habitaciones que ahora la casa tenía varios pisos de altura y estaba tan torcida que parecía sostenerse en pie por arte de magia, y Harry sospechó que así era probablemente. Cuatro o cinco chimeneas coronaban el tejado. Cerca de la entrada, clavado en el suelo, había un letrero torcido que decía «La Madriguera». En torno a la puerta principal había un revoltijo de botas de goma y un caldero muy oxidado. Varias gallinas gordas de color marrón picoteaban a sus anchas por el corral.

No es gran cosa.

Es una maravilla —repuso Harry, contento, acordándose de Privet Drive.

Los Weasley le sonrieron satisfechos.

Salieron del coche.

Ahora tenemos que subir las escaleras sin hacer el menor ruido —advirtió Fred—, y esperar a que mamá nos llame para el desayuno. Entonces tú, Ron, bajarás las escaleras dando saltos y diciendo: «¡Mamá, mira quién ha llegado esta noche!» Ella se pondrá muy contenta, y nadie tendrá que saber que hemos cogido el coche.

—¿En serio, Fred? Luego me dices a mí que no se inventar excusas —se quejó Harry mientras el mencionado enrojecía.

—Bueno, ¿Qué quieres? no había dormido y después de toda la tensión de haberte sacado de allí mi mente no daba para mucho más —intentó excusarse el pelirrojo.

Harry negó con la cabeza.

—Esa excusa también es cutre —le aseguró—. Intenta mejorar para la próxima vez.

Fred le sacó la lengua mientras George se reía de él.

Bien —dijo Ron—. Vamos, Harry, yo duermo en el…

De repente, Ron se puso de un color verdoso muy feo y clavó los ojos en la casa. Los otros tres se dieron la vuelta.

La señora Weasley iba por el corral espantando a las gallinas, y para tratarse de una mujer pequeña, rolliza y de rostro bondadoso, era sorprendente lo que podía parecerse a un tigre de enormes colmillos.

Todos los Weasley asintieron y Molly enrojeció de manera furiosa, tal vez no tuviese sangre Weasley pero en ese aspecto tenía el apellido más que merecido.

¡Ah! —musitó Fred.

¡Dios mío! —exclamó George.

La señora Weasley se paró delante de ellos, con las manos en las caderas, y paseó la mirada de uno a otro. Llevaba un delantal estampado de cuyo bolsillo sobresalía una varita mágica.

Así que… —dijo.

Buenos días, mamá —saludó George, poniendo lo que él consideraba que era una voz alegre y encantadora.

—Que no lo es para nada —le aseguró su hermano gemelo.

—Bueno, que sepas que lo que consideras tú una buena voz para el canto tampoco lo es —replicó Geroge algo molesto.

—Oye, no te metas con mi voz. Además, ¿Recuerdas cuando te dije que hacías bien la pirueta de Amroski? Era mentira, parecías un idiota dando vueltas en su escoba.

—¿A, si? ¡Pues...

—¡YA! —les cortó su madre y ambos pararon de discutir instantáneamente.

—Nunca les había visto discutir —le aseguró Harry a Ron.

—Eso es porque no vives con ellos —le explicó—. Son inseparables pero hasta ellos tienen diferencias, aunque no tienen tantas físicamente como le gustaría a mama.

¿Tenéis idea de lo preocupada que he estado? —preguntó la señora Weasley en un tono aterrador.

Perdona, mamá, pero es que, mira, teníamos que…

Aunque los tres hijos de la señora Weasley eran más altos que su madre, se amilanaron cuando descargó su ira sobre ellos.

Molly sonrió satisfecha.

¡Las camas vacías! ¡Ni una nota! El coche no estaba…, podíais haber tenido un accidente… Creía que me volvía loca, pero no os importa, ¿verdad?… Nunca, en toda mi vida… Ya veréis cuando llegue a casa vuestro padre,

—Lo siento chicos. Habiendo leído lo que he leído me alegro mucho de que hayáis ido —aseguró Molly a sus hijos.

un disgusto como éste nunca me lo dieron Bill, ni Charlie, ni Percy…

Percy, el prefecto perfecto —murmuró Fred.

¡PUES PODRÍAS SEGUIR SU EJEMPLO! —gritó la señora Weasley, dándole golpecitos en el pecho con el dedo—. Podríais haberos matado o podría haberos visto alguien, y vuestro padre haberse quedado sin trabajo por vuestra culpa…

Los gemelos y Ron tragaron saliva nerviosamente.

—No os preocupéis —les tranquilizó Arthur—. Mejor yo sin trabajo que Harry muerto por inanición.
Harry, James y Lily le sonrieron a Arthur agradecidos.

Les pareció que la reprimenda duraba horas. La señora Weasley enronqueció de tanto gritar y luego se plantó delante de Harry, que retrocedió asustado.

Me alegro de verte, Harry, cielo —dijo—. Pasa a desayunar.

Lily le sonrió a Molly tiernamente.

—Gracias por todo, señora Weasley —agradeció Lily de corazón—. No solo por esto sino por todo lo que ha hecho por nuestro hijo, le estamos a usted y a su familia más que agradecidos.

—No le des importancia, querida —dijo Molly algo ruborizada—. Y llámame Molly.

—Por supuesto, Molly, pero gracias aun y todo.

La señora Weasley se encaminó hacia la casa y Harry la siguió, después de dirigir una mirada azorada a Ron, que le respondió animándolo con un gesto de la cabeza.

La cocina era pequeña y todo en ella estaba bastante apretujado. En el medio había una mesa de madera que se veía muy restregada, con sillas alrededor. Harry se sentó tímidamente, mirando a todas partes. Era la primera vez que estaba en la casa de un mago.

Hermione le sonrió a Harry recordando que ella se había sentido igual la primera vez que fue.

El reloj de la pared de enfrente sólo tenía una manecilla y carecía de números. En el borde de la esfera había escritas cosas tales como «Hora del té», «Hora de dar de comer a las gallinas» y «Te estás retrasando».

Muchos abrieron mucho los ojos, emocionados por el increíble reloj.

—Impresionante —dijo Lily mirando impresionada a una Molly que sonreía abiertamente.

Sobre la repisa de la chimenea había unos libros en montones de tres, libros que tenían títulos como La elaboración de queso mediante la magia, El encantamiento en la repostería o Por arte de magia: cómo preparar un banquete en un minuto. Y, a menos que Harry hubiera escuchado mal, la vieja radio que había al lado del fregadero acababa de anunciar que a continuación emitirían el programa «La hora de las brujas, con la popular cantante hechicera Celestina Warbeck».

Molly se emocionó levemente al escuchar el nombre de su cantante favorita mientras el resto de los Weasley suspiraban, más que hartos de esa Celestina.

La señora Weasley preparaba el desayuno sin poner demasiada atención en lo que hacía, y en el rato que tardó en freír las salchichas echó unas cuantas miradas de desaprobación a sus hijos. De vez en cuando murmuraba: «cómo se os pudo ocurrir» o «nunca lo hubiera creído».

Molly se disculpó nuevamente con sus hijos, ahora que sabía toda la historia veía todo de un modo muy distinto.

Tú no tienes la culpa, cielo —aseguró a Harry, echándole en el plato ocho o nueve salchichas—. Arthur y yo también hemos estado muy preocupados por ti. Anoche mismo estuvimos comentando que si Ron seguía sin tener noticias tuyas el viernes, iríamos a buscarte para traerte aquí. Pero —dijo mientras le servía tres huevos fritos— cualquiera podría haberos visto atravesar medio país volando en ese coche e infringiendo la ley…

—Hay tiene un punto—coincidió Remus—. Pero sigo pensando que ir a sacarle cuanto antes era lo mejor que podías haber hecho.

Entonces, como si fuera lo más natural, dio un golpecito con la varita mágica en el montón de platos sucios del fregadero, y éstos comenzaron a lavarse solos, produciendo un suave tintineo.

—Sí, ya sé que para vosotros es lo más normal del mundo, callaos —dijo Harry antes de que nadie abriese la boca.

James sonrió pícaramente a Lily, como si la poca paciencia de su hijo fuera culpa suya.

¡Estaba nublado, mamá! —dijo Fred.

¡No hables mientras comes! —le interrumpió la señora Weasley.

¡Lo estaban matando de hambre, mamá! —dijo George.

Molly bajó la cabeza, avergonzada por no haber escuchado a su hijo.

¡Cállate tú también! —atajó la señora Weasley, pero cuando se puso a cortar unas rebanadas de pan para Harry y a untarlas con mantequilla, la expresión se le enterneció.

En aquel momento apareció en la cocina una personita bajita y pelirroja, que llevaba puesto un largo camisón y que, dando un grito, se volvió corriendo.

Ginny se ruborizó completamente. Harry no entendía por qué el recuerdo de esa Ginny de once años le parecía algo tan adorable.

Es Ginny —dijo Ron a Harry en voz baja—, mi hermana. Se ha pasado el verano hablando de ti.

Michael fulminó a Harry con la mirada, como si el que Ginny hubiese dejado de salir con el fuese por su culpa mientras Ginny pegaba a su hermano por hablar de mas.

Sí, debe de estar esperando que le firmes un autógrafo, Harry —dijo Fred con una sonrisa,

Ginny no llegaba a pegar a Fred así que le fulminó con la mirada.

pero se dio cuenta de que su madre lo miraba y hundió la vista en el plato sin decir ni una palabra más. No volvieron a hablar hasta que hubieron terminado todo lo que tenían en el plato, lo que les llevó poquísimo tiempo.

Estoy que reviento —dijo Fred, bostezando y dejando finalmente el cuchillo y el tenedor—. Creo que me iré a la cama y…

Molly sonrió tristemente, sabiendo que no les iba a dejar dormir.

De eso nada —interrumpió la señora Weasley—. Si te has pasado toda la noche por ahí, ha sido culpa tuya. Así que ahora vete a desgnomizar el jardín, que los gnomos se están volviendo a desmadrar.

Pero, mamá…

Y vosotros dos, id con él —dijo ella, mirando a Ron y George—. Tú sí puedes irte a la cama, cielo —dijo a Harry—. Tú no les pediste que te llevaran volando en ese maldito coche.

Pero Harry, que no tenía nada de sueño, dijo con presteza:

Ayudaré a Ron, nunca he presenciado una desgnomización.

Lily y James sonrieron a su hijo, orgullosos de su comportamiento.

Eres muy amable, cielo, pero es un trabajo aburrido —dijo la señora Weasley—. Pero veamos lo que Lockhart dice sobre el particular.

Muchos bufaron ante la mención de Lockhart.

—Ese estúpido... —bufó Hermione.

—¡Oh, tu calla! Cualquiera diría que estuviste enamorada de el ese año —dijo Ron molesto.

—E-enamorarme... ¿De el?... Que cosas tienes, Ron... —dijo Hermione desviando la mirada del pelirrojo, algo incomoda.

Ron bufó.

Lavender y Parvati se miraron sonriendo. Al parecer era normal en ellas enamorarse de un profesor, aunque en su caso no fue Lockhart, sino Lupin.

Y cogió un pesado volumen de la repisa de la chimenea. George se quejó.

Mamá, ya sabemos desgnomizar un jardín.

—Al menos más que el —masculló Ron.

Harry echó una mirada a la cubierta del libro de la señora Weasley. Llevaba escritas en letras doradas de fantasía las palabras «Gilderoy Lockhart: Guía de las plagas en el hogar». Ocupaba casi toda la portada una fotografía de un mago muy guapo de pelo rubio ondulado y ojos azules y vivarachos. Como todas las fotografías en el mundo de la magia, ésta también se movía: el mago, que Harry supuso que era Gilderoy Lockhart, guiñó un ojo a todos con descaro. La señora Weasley le sonrió abiertamente.

Se escucharon algunos suspiros por la sala, cuando algunas recordaron a Lockhart. Harry sonrió con ganas cuando vio que Cho más que suspirar puso cara de asco.

Es muy bueno —dijo ella—, conoce al dedillo todas las plagas del hogar, es un libro estupendo…

—Oh, ¿Qué va a conocer ese idiota? —bufó Ron irritado—. Ya no se acuerda ni de su nombre.

Harry camufló una pequeña carcajada, era algo cruel reírse de alguien que había perdido la memoria pero era más cruel que Lockhart hubiese desmemorizado a verdaderos héroes para quedarse con sus hazañas. De hecho, si él no hubiese perdido la memoria la habrían perdido Ron y el, así que, ¿Por que no reírse?

A mamá le gusta —dijo Fred, en voz baja pero bastante audible.

Arthur se removió en su asiento algo molesto mientras Molly se ruborizaba.

—Bueno —dijo Hermione alegremente—. Después de leer este libro todos le odiaran.

Muchos se miraron entre sí extrañados. Una cosa era que todos consiguieran pensar que era desagradable, ¿Pero odiarle? ¿Es que había hecho algo malo?

No digas tonterías, Fred —dijo la señora Weasley, ruborizándose—. Muy bien, si crees que sabes más que Lockhart, ponte ya a ello; pero ¡ay de ti si queda un solo gnomo en el jardín cuando yo salga!

Malfoy sonreía con suficiencia. Si algo no iba a cambiar es que odiaba el trabajo duro y él nunca había hecho algo como desgnomizar, sonaba agotador y aburrido.

Entre quejas y bostezos, los Weasley salieron arrastrando los pies, seguidos por Harry. El jardín era grande y a Harry le pareció que era exactamente como tenía que ser un jardín. A los Dursley no les habría gustado; estaba lleno de maleza y el césped necesitaba un recorte, pero había árboles de tronco nudoso junto a los muros, y en los arriates, plantas exuberantes que Harry no había visto nunca, y un gran estanque de agua verde lleno de ranas.

Los Weasley sonrieron con el recuerdo de su jardín, a ellos les encantaba.

Los muggles también tienen gnomos en sus jardines, ¿sabes? —dijo Harry a Ron mientras atravesaban el césped.

Sí, ya he visto esas cosas que ellos piensan que son gnomos —dijo Ron, inclinándose sobre una mata de peonías—. Como una especie de papás Noel gorditos con cañas de pescar…

Algunos rieron levemente imaginándose esos gnomos.

Se oyó el ruido de un forcejeo, la peonía se sacudió y Ron se levantó, diciendo en tono grave:

Esto es un gnomo.

¡Suéltame! ¡Suéltame! —chillaba el gnomo.

Desde luego, no se parecía a papá Noel: era pequeño y de piel curtida, con una cabeza grande y huesuda, parecida a una patata.

Algunos rieron mientras otros asentían, así eran exactamente los gnomos.

Ron lo sujetó con el brazo estirado, mientras el gnomo le daba patadas con sus fuertes piececitos. Ron lo cogió por los tobillos y lo puso cabeza abajo.

Esto es lo que tienes que hacer —explicó. Levantó al gnomo en lo alto («¡suéltame!», decía éste) y comenzó a voltearlo como si fuera un lazo. Viendo el espanto en el rostro de Harry, Ron añadió—: No les duele. Pero los tienes que dejar muy mareados para que no puedan volver a encontrar su madriguera.

Entonces soltó al gnomo y éste salió volando por el aire y cayó en el campo que había al otro lado del seto, a unos siete metros, con un ruido sordo.

¡De pena! —dijo Fred—. ¿Qué te apuestas a que lanzo el mío más allá de aquel tocón?

Malfoy se sorprendió a si mismo pensando que tal vez fuese divertido desgnomizar un jardín. Intentó desechar esos pensamientos pero la imagen de él lanzando un gnomo mucho más lejos que los demás y una Astoria mirándole impresionada se le había grabado en la cabeza.

Harry aprendió enseguida que no había que sentir compasión por los gnomos y decidió lanzar al otro lado del seto al primer gnomo que capturase, pero éste, percibiendo su indecisión, le hundió sus afiladísimos dientes en un dedo, y le costó mucho trabajo sacudírselo…

Caramba, Harry…, eso habrán sido casi veinte metros…

James palmeó la espalda de su hijo satisfecho. No es que él hubiese desgnomizado nunca pero viendo que Ron lo lanzó siete metros y su hijo casi veinte podía estar orgulloso.

Pronto el aire se llenó de gnomos volando.

Malfoy tragó saliva, cada vez le parecía más interesante desgonmizar un jardín. Aun así dudaba que aun pidiéndoselo a sus padres le dejaran hacer algo así. No, nunca le dejarían hacer nada que fuese de "clase baja".

Ya ves que no son muy listos —observó George, cogiendo cinco o seis gnomos a la vez—. En cuanto se enteran de que estamos desgnomizando, salen a curiosear. Ya deberían haber aprendido a quedarse escondidos en su sitio.

Al poco rato vieron que los gnomos que habían aterrizado en el campo, que eran muchos, empezaban a alejarse andando en grupos, con los hombros caídos.

Volverán —dijo Ron, mientras contemplaban cómo se internaban los gnomos en el seto del otro lado del campo—. Les gusta este sitio… Papá es demasiado blando con ellos, porque piensa que son divertidos…

Molly fulminó a Arthur con la mirada, algo molesta pero no enfadada. Ella sabía que Arthur era muy bondadoso y amaba también esa parte del solo que muchas veces resultaba algo agobiante.

En aquel momento se oyó la puerta principal de la casa.

¡Ya ha llegado! —dijo George—. ¡Papá está en casa!

Y fueron corriendo a su encuentro.

Arthur sonrió contento al ver como se emocionaban por su llegada y corrían hacia él mientras James se preguntaba que de haber criado a Harry este haría lo mismo cuando el volviera del trabajo.

El señor Weasley estaba sentado en una silla de la cocina, con las gafas quitadas y los ojos cerrados. Era un hombre delgado, bastante calvo, pero el escaso pelo que le quedaba era tan rojo como el de sus hijos. Llevaba una larga túnica verde polvorienta y estropeada de viajar.

Arthur movió levemente la cabeza, aceptando su descripción. Podía haber sido peor.

¡Qué noche! —farfulló, cogiendo la tetera mientras los muchachos se sentaban a su alrededor—. Nueve redadas. ¡Nueve! Y el viejo Mundungus Fletcher intentó hacerme un maleficio cuando le volví la espalda.

Moody gruñó, nunca le había agradado Mundungus.

El señor Weasley tomó un largo sorbo de té y suspiró.

¿Encontraste algo, papá? —preguntó Fred con interés.

Sólo unas llaves que merman y una tetera que muerde —respondió el señor Weasley en un bostezo—. Han ocurrido, sin embargo, algunas cosas bastante feas que no afectaban a mi departamento. A Mortlake lo sacaron para interrogarle sobre unos hurones muy raros, pero eso incumbe al Comité de Encantamientos Experimentales, gracias a Dios.

¿Para qué sirve que unas llaves encojan? —preguntó George.

Para atormentar a los muggles —suspiró el señor Weasley—. Se les vende una llave que merma hasta hacerse diminuta para que no la puedan encontrar nunca cuando la necesitan…

Incluso James y Sirius pensaban que eso no debería hacerse. ¿Y si llegaran a necesitar las llaves para algo importante?. Una faena como esa en un momento de necesidad podía causar algo grave. (Esto prueba que algo han madurado un poco desde que salieron de Hogwarts, ahora tienen algo de conciencia xD)

Naturalmente, es muy difícil dar con el culpable porque ningún muggle quiere admitir que sus llaves merman; siempre insisten en que las han perdido. ¡Jesús! No sé de lo que serían capaces para negar la existencia de la magia, aunque la tuvieran delante de los ojos… Pero no os creeríais las cosas que a nuestra gente le ha dado por encantar…

¿COMO COCHES, POR EJEMPLO?

A Molly seguía sin gustarle el coche volador pero aceptaba que había sido útil en esa ocasión.

La señora Weasley había aparecido blandiendo un atizador como si fuera una espada. El señor Weasley abrió los ojos de golpe y dirigió a su mujer una mirada de culpabilidad.

¿Co-coches, Molly, cielo?

Molly negó con la cabeza, su marido nunca había sido bueno ocultando cosas, aunque bueno, eso facilitaba las cosas para ella.

Sí, Arthur, coches —dijo la señora Weasley, con los ojos brillándole—. Imagínate que un mago se compra un viejo coche oxidado y le dice a su mujer que quiere llevárselo para ver cómo funciona, cuando en realidad lo está encantando para que vuele.

Bill y Charlie sonrieron divertidos imaginando la reacción de su padre.

El señor Weasley parpadeó.

Bueno, querida, creo que estarás de acuerdo conmigo en que no ha hecho nada en contra de la ley, aunque quizá debería haberle dicho la verdad a su mujer… Verás, existe una laguna jurídica… siempre y cuando él no utilice el coche para volar. El hecho de que el coche pueda volar no constituye en sí…

—¡Tu inventaste esa maldita ley para tu propio beneficio! —le recriminó su mujer y Arthur bajó la cabeza avergonzado mientras algunos reían discretamente.

¡Señor Weasley, ya se encargó personalmente de que existiera una laguna jurídica cuando usted redactó esa ley! —gritó la señora Weasley—. ¡Sólo para poder seguir jugando con todos esos cachivaches muggles que tienes en el cobertizo! ¡Y, para que lo sepas, Harry ha llegado esta mañana en ese coche en el que tú no volaste!

¿Harry? —dijo el señor Weasley mirando a su esposa sin comprender—. ¿Qué Harry?

—¿Qué otro Harry iba a ser? —le preguntó Harry a Ron acusadoramente—. ¿Te ves con otro Harry a mis espaldas? Y yo que pensaba que no eras de esos...

—¡¿Qué?! No, Harry, eso es mentira. Tú eres el único Harry para mí —le aseguró el pelirrojo.

—¿En serio soy tu único Harry?

—En serio eres mi único Harry. No podría tener otro Harry que no seas tú.

—Me alegro de ser tu único Harry.

(N.A: SI ES OS PARECE DEMASIADO ABSURDO IGNORARLO PERO DEJADME TENER PEQUEÑOS MOMENTOS DE DIVERSIÓN xD)

Al darse la vuelta, vio a Harry y se sobresaltó.

¡Dios mío! ¿Es Harry Potter? Encantado de conocerte. Ron nos ha hablado mucho de ti…

—¿Ves cómo eres mi único Harry? —le dijo Ron a Harry y este asintió con la cabeza mientras Hermione rodaba los ojos y algunos reían por lo absurdo de la situación.

(N.A: Ok, ya paro xD)

¡Esta noche, tus hijos han ido volando en el coche hasta la casa de Harry y han vuelto! —gritó la señora Weasley—. ¿No tienes nada que comentar al respecto?

Los gemelos, Ron y Harry se miraron sonriendo, recordando lo que dijo Arthur.

¿Es verdad que hicisteis eso? —preguntó el señor Weasley, nervioso—. ¿Fue bien la cosa?

Muchos rieron mientras Lily y Molly negaban con la cabeza divertidas.

Qui-quiero decir —titubeó, al ver que su esposa echaba chispas por los ojos—, que eso ha estado muy mal, muchachos, pero que muy mal…

Dejémosles que lo arreglen entre ellos —dijo Ron a Harry en voz baja, al ver que su madre estaba a punto de estallar—. Venga, quiero enseñarte mi habitación.

Salieron sigilosamente de la cocina y, siguiendo un estrecho pasadizo, llegaron a una escalera torcida que subía atravesando la casa en zigzag. En el tercer rellano había una puerta entornada. Antes de que se cerrara de un golpe, Harry pudo ver un instante un par de ojos castaños que estaban espiando.

Ginny volvió a ruborizarse y se removió en su asiento, intentando incitar al asiento para que se la tragase.

Ginny —dijo Ron—. No sabes lo raro que es que se muestre así de tímida. Normalmente nunca se esconde.

James sonrió pícaramente, intuyendo que Ginny estaba enamorada de Harry.

Subieron dos tramos más de escalera hasta llegar a una puerta con la pintura desconchada y una placa pequeña que decía «Habitación de Ronald».

Hermione se sonrojó levemente de manera inconsciente. Como si en ese momento estuviese a punto de entrar de verdad en la habitación de Ron.

Cuando Harry entró, con la cabeza casi tocando el techo inclinado, tuvo que cerrar un instante los ojos. Le pareció que entraba en un horno, porque casi todo en la habitación era de color naranja intenso: la colcha, las paredes, incluso el techo. Luego se dio cuenta de que Ron había cubierto prácticamente cada centímetro del viejo papel pintado con pósteres iguales en que se veía a un grupo de siete magos y brujas que llevaban túnicas de color naranja brillante, sostenían escobas en la mano y saludaban con entusiasmo.

¿Tu equipo de quidditch favorito? —le preguntó Harry.

Los Chudley Cannons —confirmó Ron,

—¿En serio, Ron? ¿Los Chudley Cannons? —le preguntó Sirius alzando una ceja—. ¡Si lo único bueno que tienen es el guardián! ¿Y de que les sirve?

—Oh, tu cállate Sirius, que eres de las Arpías de Holyhead solo porque son todo chicas —le recriminó James negando con la cabeza.

—Bueno, así cuando voy a los partidos no me deprimo aun que pierdan, siempre vuelvo a casa habiendo visto un buen espectáculo —dijo de manera picara haciendo que Remus negara con la cabeza y Lily rodara los ojos diciendo "Sirius...".

señalando la colcha naranja, en la que había estampadas dos letras «C» gigantes y una bala de cañón saliendo disparada—. Van novenos en la liga.

—¿Novenos? —preguntó James impresionado—. En mis tiempo nunca han llegado ni a acercarse al décimo puesto.

—Es cierto —corroboró Lily—. Siempre quedan últimos o, como mucho, penúltimos.

Harry miró a su madre extrañado.

—¿Te gusta el quidditch?

Lily soltó una pequeña carcajada.

—Recuerda con quien me he casado. Si no me gustaba antes de salir con él me tuvo que empezar a gustar después, aunque fuese solo por la emoción con la que hablaba James sobre él.

James sonrió satisfecho, había hecho un buen trabajo con ella (Básicamente insistir).

Ron tenía los libros de magia del colegio amontonados desordenadamente en un rincón, junto a una pila de cómics que parecían pertenecer todos a la serie Las aventuras de Martin Miggs, el «muggle» loco. Su varita mágica estaba en el alféizar de la ventana, encima de una pecera llena de huevos de rana y al lado de Scabbers, la gorda rata gris de Ron, que dormitaba en la parte donde daba el sol.

Los que sabían la verdadera identidad de Scabber se pusieron palidos, no sabían que hacer o decir ahora que Lily y James estaban delante.

—Hablando de ratas, ¿Es que no pensáis decir donde esta Colagusano? —preguntó James.

—Ya lo sabrás —dijo Harry desviando la mirada de su padre.

—¿Le ha pasado algo malo? ¿Debería preocuparme?

—Nah, todavía no le ha pasado nada demasiado malo —le dijo Sirius intentando ocultar las ganas que tenía de que le pasase algo malo y de ser el el culpable.

Harry echó un vistazo por la diminuta ventana, tras pisar involuntariamente una baraja de cartas autobarajables que se hallaba esparcida por el suelo. Abajo, en el campo, podía ver un grupo de gnomos que volvían a entrar de uno en uno, a hurtadillas, en el jardín de los Weasley a través del seto. Luego se volvió hacia Ron, que lo miraba con impaciencia, esperando que Harry emitiera su opinión.

—Harry, demonios, deja de ser tan perspicaz —gruñó Ron avergonzado.

Es un poco pequeña —se apresuró a decir Ron—, a diferencia de la habitación que tenías en casa de los muggles. Además, justo aquí arriba está el espíritu del ático, que se pasa todo el tiempo golpeando las tuberías y gimiendo…

Pero Harry le dijo con una amplia sonrisa:

Es la mejor casa que he visto nunca.

Todos los Weasley se ruborizaron y sonrieron a Harry.

Ron se ruborizó hasta las orejas.

—Aquí acaba —dijo Neville sonriendo tranquilamente mientras alzaba el libro, esperando a que alguien se levantara para leer.

—Yo leeré ahora —dijo Luna mientras caminaba dando saltitos hasta Neville, cogió el libro de sus manos le dedicó una adorable sonrisa y comenzó a leer con voz soñadora—. En Flourish y Botts.


1 comentario :

  1. Cuando James potter dice:
    "—MIERDA —rugió James, al que no le que Harry le escuchara decir cosas así." le falta el verbo, o sea, ".....al que no le que Harry le escuchara....".
    Despues del QUE no pone cual sería la actitud de James respecto a que Harry le escuchara decir cosas así.

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