viernes, 29 de agosto de 2014

La advertencia de Dobby


Todos los personajes y las palabras en negrita pertenecen a J.K. Rowling.


LA ADVERTENCIA DE DOBBY

Yo leeré —dijo Charlie mientras avanzaba rápidamente hasta Dumbledore, deseoso de saber cuánto antes que había en la cama de Harry—. La advertencia de Dobby.

—¿Dobby? —preguntó Malfoy extrañado— ¿De que conoces a nuestro antiguo elfo?

Antes de que nadie tuviese tiempo para contestar sonó un "Crack" y un pequeño ser apareció enfrente de Harry. Este lo reconoció al instante, era Dobby.

—Hola Harry Potter, señor —dijo el pequeño elfo domestico mirando a Harry con esos exageradamente grandes ojos que denotaban admiración.

—Hola, Dobby —saludó el azabache con una sonrisa—. ¿Qué haces aquí?

—Han pedido a Dobby que escuche como leen un libro, señor —explicó Dobby mientras se giraba hacia Charlie, que tenía el libro en las manos.

—¿Y piensas quedarte de pie? Ven, siéntate aquí —le dijo Harry mientras abría las piernas, dejándole un hueco entre ellas mientras muchos le miraban sorprendidos.

Dobby tardó unos segundos en reaccionar.

—Claro, Harry Potter, señor. Dobby a veces olvida hasta donde llega su grandeza —dijo Dobby emocionado mientras se sentaba en el hueco que Harry había dejado para él.

Todos miraban como Harry se comportaba con el elfo muy sorprendidos. Harry vio como Hermione, sus padres y varias personas más le sonreían.

—¿Qué haces con Potter, Dobby? —preguntó Malfoy algo molesto.

—A Dobby le agrada Harry Potter —contestó el pequeño elfo haciendo un gran esfuerzo para luchar contra sus antiguas costumbres y contenerse de llamar a Malfoy "señor".

Malfoy fulminó a Harry con la mirada pero no dijo nada. Ese silencio hizo sonreír a Astoria, dándose cuenta de que Malfoy intentaba ser menos desagradable.

—¿Empezamos? —preguntó Charlie.

—No —dijo Lily y todos se giraron hacia ella. Lily se limitó a mirar a James recordándole con la mirada que había prometido hacer las paces con Snape cuando acabara el capítulo anterior.

—Está bien, está bien —dijo James mientras se levantaba y caminaba hasta la mesa de los profesores.

Caminó sin prisa, con las manos en los bolsillos y con una pequeña sonrisa ladeada. Desbordaba confianza en sí mismo y eso normalmente intimidaba o provocaba admiraciones en la gente pero nada de eso pasaba con Snape. En cuanto James se colocó enfrente del este se levantó y preguntó de manera mordaz:

—¿Qué quieres, Potter?

James suspiró, esto no iba a ser nada fácil.

—Lily quiere que nos disculpemos y dejemos atrás nuestro odio —explicó sin ganas—. Y, la verdad, ahora mismo estoy bastante enfadado contigo como para disculparme.

Snape guardó silencio.

—¡Oh, vamos, Snivellus! ¿Es que ni siquiera vas a decirme que tú tampoco quieres disculparte? —bufó James y Snape siguió sin decir nada—. Está bien, está bien. Tengo una idea.

—¿Qué propones? —preguntó Snape frunciendo el ceño.

James sonrió de manera traviesa.

—Yo no quiero tener que disculparme contigo y sé que tú tampoco —dijo mencionando lo obvio—. Tengamos un duelo.

—¿Qué? —preguntó el profesor de pociones extrañado.

—Ya sabes, como en los viejos tiempos, tú contra mí. El que pierda se disculpa.

—¡JAMES! Eso no es lo que tienes que hacer —le dijo Lily cabreada.

—No importa —aseguró Snape con una maliciosa sonrisa—. Está bien, hagámoslo.

Un "Ooh" recorrió el comedor y los murmullos comenzaron. El profesor de pociones y el padre de Harry iban a batirse en duelo. Los profesores miraron al director, esperando que este cortara esta estupidez pero Dumbledore lucia especialmente divertido.

—Bien, bien, me parece una idea estupenda. ¿Podríais todos levantaros de vuestros asientos y acercaros a una pared? —pidió el director educadamente.

Todos lo hicieron y el director hizo desaparecer los asientos y colocó una larga tarima dorada donde ambos contendientes se batirían en duelo.

James caminó hasta la tarima de manera altanera mientras seguido de un muy serio Snape. Todos en el Gran Comedor rodearon la tarima muy emocionados por el duelo.

—¿Nos saltamos la reverencia? —le preguntó James mientras sacaba la varita. Snape asintió mientras sacaba la suya.

—No, no, no. Un duelo tiene sus reglas y la demostración de respeto mutuo es una de ella —explicó Dumbledore con una sonrisa.

James y Snape bufaron e inclinaron muy levemente la cabeza.

—El duelo acabará en cuanto alguien sea desarmado, caiga de la tarima o quede inconsciente pero sería más agradable para todos si os contuvierais a dejaros inconscientes.

Harry, junto a Ron y a Hermione, estaba deseando ver como combatía su padre.

Ambos contendientes blandieron sus varitas.

—Uno

Ambos entrecerraron los ojos.

—Dos.

Sus cuerpos se tensaron y apretaron con fuerza la varita, preparados para comenzar.

—¡Tres!

James agitó rápidamente su varita lanzando un potente conjuro que Harry no fue capaz de reconocer contra Snape. Este, previniendo el primer paso de su contrincante, se había limitado a crear un escudo lo suficientemente potente como para detener el conjuro pero no tanto como para reflejarlo.

James sonrió, comenzando a emocionarse.

Lily y Remus siempre le habían dicho que usara conjuros no verbales para que su adversario no supiera con que iba a atacarle pero James lo detestaba. Cuando no pronunciabas el conjuro este era más débil que si lo pronuncias y James siempre quería conseguir la máxima potencia posible.

Observó a su rival. Había estado peleando contra Snape desde su primer año en Hogwarts pero ahora estaba muy cambiado, su estilo era diferente y a pesar de que su velocidad de reacción había decrecido bastante parecía mucho más hábil. No iba a poder desarmarle ni aun que Snape se dejara hechizar con un Expelliermus pues este ya se lo esperaba, tendría que buscar una distracción.

Antes de que pudiera seguir planeando nada Snape lanzó un potente rayo rojo contra el que lo lanzó volando por los aires. Por suerte salió en línea recta y no llegó a salirse de la tarima pero había estado cerca de hacerlo.

Se levantó rápidamente y levantó su varita.

—¡Mimblewimble!

De la varita de James salió un conjuro útil pero más bien básico, James no se contuvo con eso y, sin pronunciar palabra, lanzó el conjuro de inmovilidad total (Petrificus Totalus) seguido del anterior hechizo.
Snape desvió sin problemas el conjuro mimblewimble y, sin darse tiempo para pensar en la estrategia de James al pronunciar en voz alta un conjuro tan simple, lanzó nuevamente un Desmaius.

James sonrió al ver como su segundo hechizo golpeaba de lleno a Snape dejándolo petrificado pero dejó de sonreír un segundo después cuando vio un rayo rojo a punto golpearle.

—Mierda —gritó antes de salir volando.

Mientras James volaba y volaba por el aire todos soltaron un grito ahogado. James vio la mirada preocupada de su hijo y se dio cuenta de algo:

No podía perder.

No podía permitirse decepcionarle en uno de los pocos momentos que tenía para lucirse.

—¡Carpe Retractum! —exclamó desde el aire y de la punta de su varita salió una especie de cuerda que se ató en torno a el cuerpo petrificado de Snape. Estirando de su varita logró dirigirse desde el aire hasta la tarima de manera esplendida.

—¡Genial! —gritó Harry emocionado y James sonrió tontamente mientras aterrizaba.

El haberse atado a Snape tenía una pega, lo había despetrificado y en cuento James recuperó la respiración, listo para continuar con el duelo, Snape ya se estaba levantando.

James podía aprovechar ese instante para acabar con el duelo pero como idiota arrogante que era decidió hacer un poco el tonto.

Flagellum —pronunció burlón agitando su varita y Snape sintió un golpe en su mejilla, como si alguien acabará de azotarle. El sonido que retumbó en la sala también fue similar al de un azote.

Algunos rieron mientras Remus y Lily negaban con la cabeza.

Snape se giró hacia el con ira, sintiéndose algo humillado pero James no había terminado.

—Calvariu...

—¡Langlock! —exclamó Snape furioso agitando su varita.

James sintió como su lengua se pegaba a su paladar y, cabreado, pensó con claridad "Exspulso" y Snape fue lanzado con fuerza hacia atrás cayendo estrepitosamente al suelo. Mientras se levantaba James aprovecho para cancelar el encantamiento de lengua atada.

Lo que ocurrió después Harry no pudo entenderlo del todo. Fue el duelo más profesional y alucinante que había visto nunca. La velocidad con la que ambos movían la varita, hechizando y desviando los conjuros de su adversario. Rodando por el suelo, gritando conjuros de vez en cuando y siendo lanzados con violencia en algunas ocasiones.

Harry se sintió sobrecogido cuando vio la bola de fuego que Snape lanzó contra su padre y aún más cuando su padre causó un estallido en el aire que lanzó a Snape con violencia contra el suelo dejando un fuerte pitido en los oídos de todos los que estaban alrededor. Harry no quería ni imaginarse como estarían los oídos de Snape.

Minutos después James acabó colgado de los tobillos en el aire, con la camisa rota y sin una zapatilla mientras que en frente de él estaba Snape, petrificado, con el pelo tan revuelto como James, con la túnica hecha pedazos y un ojo morado. Entonces Snape consiguió despetrificarse pero anulando con ello el Levicorpus que tenía colgado a James.

—¡EXPELLIARMUS! —gritaron ambos furiosos y los dos rayos rojos chocaron entre si anulándose entre ellos.

Se miraron y ambos vieron el cansancio en los ojos del otro como también las ganas de ganar.

—Acabemos con esto —dijo James caminando hacia Snape. Este sonrió, acababa de ocurrírsele una gran idea para ganar.

—DESMAIUS —dijo James agitando con fuerza su varita apuntando a Snape.

—DEPRIMO —dijo Snape apuntando al suelo debajo de James.

James sonrió satisfecho cuando vio como Snape salía volando, entonces el suelo debajo del estalló provocando un gran agujero en la tarima haciendo que James cayera al suelo también.

Todo el comedor estalló en chillidos emocionados.

—¡Mierda! —gruñó el azabache mientras salía del agujero.

Snape se levantó y caminó hacia James con una sonrisa.

—Me debes una disculpa —dijo simplemente.

—¿Qué? —preguntó James extrañado—. Tú también has caído fuera del campo.

—Pero cuando tú ya estabas en el suelo yo todavía estaba en el aire —dijo Snape burlón.

James tragó saliva, ¿Había perdido? El, James Potter, ¿Había perdido y en presencia de su hijo?

—Te equivocas, Severus —dijo Lily mientras caminaba alegremente hacia ellos dando saltitos con las manos en la espalda.

—¿Me equivoco? —gruñó intentando no mirar a Lily a la cara. Tenía miedo de ensuciar con su contaminada mirada el alegre brillo de sus ojos.

—Bueno, no has tenido en cuenta esto —dijo sonriendo mientras le tendía su mano. En su mano estaba la varita de Snape—. Se te cayó mientras estabas en el aire.

Snape abrió mucho los ojos.

—¿Entonces...

—¿Quién ha ganado? —preguntó James ansioso.

—Yo he visto al profesor Snape perder la varita antes —anunció Ron en voz alta.

—Y yo —gritaron varios.

—Pues yo he visto a el señor Potter caer primero —dijo una joven de Ravenclaw.

—Yo también —la apoyaron otros.

Snape y James se giraron hacia el director.

—¿Y bien? —preguntaron ambos al mismo tiempo—. ¿Quién ha ganado?

Dumbledore sonrió.

—Empate —anunció alegremente—. Puede que no haya sido exactamente al mismo tiempo pero ha sido tan parecido como para que nuestros ojos no puedan juzgarlo. Declaro que el duelo ha terminado en empate.

Todos los presentes comenzaron a abuchear y James y Snape suspiraron resignados sabiendo que no iban a conseguir otra respuesta por parte de Dumbledore.

—¿Y ahora qué? —preguntó Snape en voz alta.

—Os tendréis que disculpar los dos —dijo Lily muy contenta con el resultado, esto era lo que ella había deseado desde el principio.

—O... —empezó James con una pícara sonrisa—...No nos disculpamos ninguno.

Lily alzó las cejas sorprendida.

—¿Qué?

—Bueno, ya que hemos ganado ambos podemos quedar en paz sin tener que decir nada. No nos disculpamos por el pasado que tuvimos pero dejaremos atrás los hechos que ocurrieron.

—¿Y eso que conlleva? —preguntó Snape.

—Que ya no te llamaré más Snivellus o Quejicus y que tampoco te hechizaré solo porque sea divertido —dijo James de forma calmada pero entonces se puso serio—. Pero en cuanto lea alguna injusticia tuya contra mi hijo ya puedes prepararte.

—Ahí le apoyo —confesó Lily.

Snape tragó saliva, esto no iba a acabar demasiado bien.

—¿Cómo he estado? —le preguntó James a su hijo una vez estaban todos nuevamente sentados.

—¡Ha sido alucinante! —le aseguró Harry todavía emocionado y James sonrió satisfecho—. Cuando volviste al campo con el Carpe Retractum o cuando rechazaste su bola de fuego... ¡Y cuando le dejaste el ojo morado con el Oculum Pugno fue genial!

—Ha estado bastante bien —dijo Sirius también—. Aunque yo no hubiese perdido contra alguien como él.

—Oh, vamos Sirius, yo te gano de sobra, ¿Cómo va a compararse un Black con un Potter?

—Yo no soy un Black como los demás —aseguró Sirius y James sonrió.

—Eso no lo dudes.

—¿Ahora si empezamos? —preguntó Charie y todos asintieron.

Harry no gritó, pero estuvo a punto. La pequeña criatura que yacía en la cama tenía unas grandes orejas, parecidas a las de un murciélago, y unos ojos verdes y saltones del tamaño de pelotas de tenis. En aquel mismo instante, Harry tuvo la certeza de que aquella cosa era lo que le había estado vigilando por la mañana desde el seto del jardín.

Fue tan simple atar los cabos que todos en la sala comprendieron que aquel ser era Dobby. Malfoy tuvo que reprimir sus ganas de buscar una explicación para eso pues sabía que el libro lo explicaría como también sabía que Dobby no tenía por qué darle explicaciones.

Dobby se ruborizó, entendiendo instantáneamente de que estaba narrando el libro. El momento en el que Dobby había visitado a Harry Potter para advertirle de que no fuera a Hogwarts.

La criatura y él se quedaron mirando uno al otro, y Harry oyó la voz de Dudley proveniente del recibidor.

¿Me permiten sus abrigos, señor y señora Mason?

Alguno rió brevemente por lo ridículo de la situación.

Aquel pequeño ser se levantó de la cama e hizo una reverencia tan profunda que tocó la alfombra con la punta de su larga y afilada nariz.

Hermione bufó, cabreada por que los elfos tuvieran que mostrar respeto ante cualquier persona, no porque realmente sintieran respeto sino por obligación. Aunque en este caso era cierto que Dobby sentía respeto por Harry.

Harry se dio cuenta de que iba vestido con lo que parecía un almohadón viejo con agujeros para sacar los brazos y las piernas.

Hermione volvió a bufar. Los elfos tenían que vestir esos harapos por obligación, era lo que mostraba que eran esclavos.

Esto…, hola —saludó Harry, azorado.

Harry Potter —dijo la criatura con una voz tan aguda que Harry estaba seguro de que se había oído en el piso de abajo—, hace mucho tiempo que Dobby quería conocerle, señor… Es un gran honor…

Hermione y Lily le sonrieron a Dobby.

Gra-gracias —respondió Harry, que avanzando pegado a la pared alcanzó la silla del escritorio y se sentó. A su lado estaba Hedwig, dormida en su gran jaula. Quiso preguntarle «¿Qué es usted?», pero pensó que sonaría demasiado grosero, así que dijo:

¿Quién es usted?

Muchos miraron a Harry extrañados por tratar de usted a un simple elfo doméstico.

Dobby, señor. Dobby a secas. Dobby, el elfo doméstico —contestó la criatura.

¿De verdad? —dijo Harry—. Bueno, no quisiera ser descortés, pero no me conviene precisamente ahora recibir en mi dormitorio a un elfo doméstico.

Muchos asintieron, de hecho, no podía ser peor momento.

De la sala de estar llegaban las risitas falsas de tía Petunia. El elfo bajó la cabeza.

Estoy encantado de conocerlo —se apresuró a añadir Harry—. Pero, en fin, ¿ha venido por algún motivo en especial?

Eso hizo que Malfoy prestara más atención a la historia, ¿Por qué había su elfo ido a visitar a Potter?

Sí, señor —contestó Dobby con franqueza—. Dobby ha venido a decirle, señor…, no es fácil, señor… Dobby se pregunta por dónde empezar…

Harry le sonrió a Dobby, que volvía a estar sentado entre sus piernas.

Siéntese —dijo Harry educadamente, señalando la cama.

Sus padres y alguno más le sonrieron mientras la mayoría le miraban entre extrañados y sorprendidos.

Para consternación suya, el elfo rompió a llorar, y además, ruidosamente.

—Normal —dijo Hermione enojada—, no creo que nadie antes le hubiese ofrecido asiento.

Sin saber todavía porque Malfoy bajó la cabeza avergonzado.

¡Sen-sentarme! —gimió—. Nunca, nunca en mi vida…

Hermione y Lily sonrieron a Dobby con tristeza.

A Harry le pareció oír que en el piso de abajo hablaban entrecortadamente.

Lo siento —murmuró—, no quise ofenderle.

—¡Ofenderle! —dijeron muchos entre divertidos y sorprendidos.

¡Ofender a Dobby! —repuso el elfo con voz disgustada—. A Dobby ningún mago le había pedido nunca que se sentara…, como si fuera un igual.

Hermione fulminó a Malfoy con la mirada por los maltratos de su familia contra el elfo.

Harry, procurando hacer «¡chss!» sin dejar de parecer hospitalario, indicó a Dobby un lugar en la cama, y el elfo se sentó hipando. Parecía un muñeco grande y muy feo.

Harry se disculpó con Dobby por haberle definido como feo.

Por fin consiguió reprimirse y se quedó con los ojos fijos en Harry, mirándole con devoción.
Se ve que no ha conocido a muchos magos educados —dijo Harry, intentando animarle.

Malfoy volvió a bajar la mirada avergonzado. No es que el quisiese ser maleducado, a él le habían enseñado a comportarse así, pero ¿Era así como él quería comportarse? ¿Tenía que hacer siempre lo que sus padres querían que hiciera? Tal vez fuese porque eran un adolescente y tenía la vena de la rebeldía muy activa o tal vez fuera porque era eso lo que de verdad deseaba pues su decisión de cambiar cobró muchas más fuerza. Ahora no era una idea, era una decisión.

Dobby negó con la cabeza. A continuación, sin previo aviso, se levantó y se puso a darse golpes con la cabeza contra la ventana, gritando: «¡Dobby malo! ¡Dobby malo!»

Muchos suspiraron, así era la vida de un elfo doméstico y ellos lo tenían aceptado.

—¿Veis? —dijo Hermione indignada—. Eso es más que cruel.

No…, ¿qué está haciendo? —Harry dio un bufido, se acercó al elfo de un salto y tiró de él hasta devolverlo a la cama.

Muchos sonrieron a Harry mientras Dobby le daba mil veces las gracias por impedirle que se siguiera castigando.

Hedwig se acababa de despertar dando un fortísimo chillido y se puso a batir las alas furiosamente contra las barras de la jaula.

—No le gusta que la despierten —aseguró Harry con una pequeña sonrisa ladeada.

Dobby tenía que castigarse, señor —explicó el elfo, que se había quedado un poco bizco—. Dobby ha estado a punto de hablar mal de su familia, señor.

—Odio ese sistema —se enfurruñó Hermione mientras se cruzaba de brazos.

¿Su familia?

La familia de magos a la que sirve Dobby, señor. Dobby es un elfo doméstico, destinado a servir en una casa y a una familia para siempre.

—No siempre —le dijo Ron sonriendo y Dobby le devolvió la sonrisa.

¿Y saben que está aquí? —preguntó Harry con curiosidad.

—No —declaró Malfoy algo molesto.

Dobby se estremeció.

No, no, señor, no… Dobby tendría que castigarse muy severamente por haber venido a verle, señor. Tendría que pillarse las orejas en la puerta del horno, si llegaran a enterarse.

Muchos pusieron muecas de dolor. Era algo horrible.

—¿Cómo alguien permite que alguien se torture así? —preguntó Ron más que molesto.

—Lo peor —confesó Dobby—. Es que somos nosotros los que tenemos que autocastigarnos.

Una pequeña cantidad de personas dirigió a Dobby miradas de lastima y compasión, este respondió a ellas con una sonrisa.

Pero ¿no advertirán que se ha pillado las orejas en la puerta del horno?

Dobby lo duda, señor. Dobby siempre se está castigando por algún motivo, señor. Lo dejan de mi cuenta, señor. A veces me recuerdan que tengo que someterme a algún castigo adicional.

—¡Serán cerdos! —bufaron Lily y Ginny al mismo tiempo.

Ambas se miraron sorprendidas y se sonrieron.

—Me gusta esa chica —le confesó Lily a James, quien asintió con la cabeza.

Pero ¿por qué no los abandona? ¿Por qué no huye?

—No puede —le explicó Lily tristemente y Harry le sonrió levemente.

Sirius bufó.

—A ella tampoco le dices que la respuesta ya la sabes, ¿No?

Harry le sacó la lengua, James, Remus y Tonks se rieron un poco de él y la lectura siguió su curso.

Un elfo doméstico sólo puede ser libertado por su familia, señor. Y la familia nunca pondrá en libertad a Dobby… Dobby servirá a la familia hasta el día que muera, señor.

Muchos miraron a Dobby extrañados, ¿Entonces que hacia aquí? O, por lo menos, ¿Por qué no estaba con Malfoy en vez de con Harry?

Harry lo miró fijamente.

Y yo que me consideraba desgraciado por tener que pasar otras cuatro semanas aquí —dijo—. Lo que me cuenta hace que los Dursley parezcan incluso humanos. ¿Y nadie puede ayudarle? ¿Puedo hacer algo?

Dobby le sonrió a Harry, agradecido por que se preocupara por él.

Casi al instante, Harry deseó no haber dicho nada. Dobby se deshizo de nuevo en gemidos de gratitud.

Ahora Harry sonrió al elfo con algo de tristeza.

Por favor —susurró Harry desesperado—, por favor, no haga ruido. Si los Dursley le oyen, si se enteran de que está usted aquí…

—Demonios, se me habían olvidado esos idiotas —murmuró Ron y los que le escucharon asintieron.

Harry Potter pregunta si puede ayudar a Dobby… Dobby estaba al tanto de su grandeza, señor, pero no conocía su bondad…

—Wow, si lo dices así parece que soy una persona increíble —dijo Harry algo ruborizado.

—Harry Potter es una persona increíble y Dobby castigará cruelmente a cualquiera que piense lo contrario —sentenció Dobby y Harry le sonrió.

—Me alegra que lo pienses, Dobby, pero tampoco tienes que castigar a nadie.

Harry, consciente de que se estaba ruborizando, dijo:

Sea lo que fuere lo que ha oído sobre mi grandeza, no son más que mentiras. Ni siquiera soy el primero de la clase en Hogwarts, es Hermione, ella…

—¡Oh, vamos Harry! —le dijo Hermione exasperada y Ron le dio una colleja.

—¿A que ha venido eso? —le preguntó Harry acariciándose el lugar del golpe.

—Si tú me pegas cuando me infravaloro yo haré lo mismo contigo.

James y Remus se sonrieron nostálgicos, esa clase de situacion era común entre ellos.

Pero se detuvo enseguida, porque le dolía pensar en Hermione.

Algunos miraron a Harry con tristeza.

Harry Potter es humilde y modesto —dijo Dobby, respetuoso. Le resplandecían los ojos grandes y redondos—. Harry Potter no habla de su triunfo sobre El-que-no-debe-ser-nombrado.

Snape carraspeó levemente, consciente de que siempre había juzgado mal al pequeño Potter, ahora que el padre estaba presente la diferencia era clara.

¿Voldemort? —preguntó Harry.

Algunos se estremecieron y Dobby se tapó los oídos con las manos.

Dobby se tapó los oídos con las manos y gimió:

¡Señor, no pronuncie ese nombre! ¡No pronuncie ese nombre!

¡Perdón! —se apresuró a decir—. Sé de muchísima gente a la que no le gusta que se diga…, mi amigo Ron…

Se detuvo. También era doloroso pensar en Ron.

Más miradas de tristeza hacia Harry.

Dobby se inclinó hacia Harry, con los ojos tan abiertos como faros.

Alguno rió y Dobby parecía avergonzado aunque no se veía rubor alguno en su cara.

Dobby ha oído —dijo con voz quebrada— que Harry Potter tuvo un segundo encuentro con el Señor Tenebroso, hace sólo unas semanas…, y que Harry Potter escapó nuevamente.

—¡Ese es mi hijo/ahijado! —volvieron a decir James y Sirius.

Harry asintió con la cabeza, y a Dobby se le llenaron los ojos de lágrimas.

¡Ay, señor! —exclamó, frotándose la cara con una punta del sucio almohadón que llevaba puesto—. ¡Harry Potter es valiente y arrojado! ¡Ha afrontado ya muchos peligros!

—Y los que quedan —dijo Hermione en un suspiro y Ron y Harry suspiraron también.

Muchos les observaron entre interesados y aterrados, ¿Les ocurriría algo peor que ese primer encuentro con el innombrable?

Pero Dobby ha venido a proteger a Harry Potter, a advertirle, aunque más tarde tenga que pillarse las orejas en la puerta del horno, de que Harry Potter no debe regresar a Hogwarts.

Harry sonrió a Dobby, entre agradecido por su intención y exasperado por lo que su intención conllevaba.

Hubo un silencio, sólo roto por el tintineo de tenedores y cuchillos que venía del piso inferior, y el distante rumor de la voz de tío Vernon.

¿Que-qué? —tartamudeó Harry—. Pero si tengo que regresar; el curso empieza el 1 de septiembre. Eso es lo único que me ilusiona. Usted no sabe lo que es vivir aquí. Yo no pertenezco a esta casa, pertenezco al mundo de Hogwarts.

Muchos en el Gran Comedor asintieron con ganas. Harry no podía quedarse allí.

No, no, no —chilló Dobby, sacudiendo la cabeza con tanta fuerza que se daba golpes con las orejas—. Harry Potter debe estar donde no peligre su seguridad. Es demasiado importante, demasiado bueno, para que lo perdamos. Si Harry Potter vuelve a Hogwarts, estará en peligro mortal.

—Peligro mortal... —murmuró Lily con los ojos muy abiertos y muy preocupada.

—Eeh... —dijo Harry dudando sobre se debía llamarla mama o no, como no consiguió decidirse no la llamó de ninguna manera—. Sigo vivo.

Pero su madre lo ignoró mientras seguía repitiendo "Peligro mortal, mi niño, peligro mortal..."

¿Por qué? —preguntó Harry sorprendido.

Hay una conspiración, Harry Potter. Una conspiración para hacer que este año sucedan las cosas más terribles en el Colegio Hogwarts de Magia —susurró Dobby, sintiendo un temblor repentino por todo el cuerpo—. Hace meses que Dobby lo sabe, señor. Harry Potter no debe exponerse al peligro: ¡es demasiado importante, señor!

Los que sabían que ese año se abrió la cámara de los secretos se estremecieron con el simple recuerdo.

¿Qué cosas terribles? —preguntó inmediatamente Harry—. ¿Quién las está tramando?
Dobby hizo un extraño ruido ahogado y acto seguido se empezó a golpear la cabeza furiosamente contra la pared.

¡Está bien! —gritó Harry, sujetando al elfo del brazo para detenerlo—. No puede decirlo, lo comprendo. Pero ¿por qué ha venido usted a avisarme? —Un pensamiento repentino y desagradable lo sacudió—. ¡Un momento! Esto no tiene nada que ver con Vol…, perdón, con Quien-usted-sabe, ¿verdad? Basta con que asiente o niegue con la cabeza —añadió apresuradamente, porque Dobby ya se disponía a golpearse de nuevo contra la pared.

Dobby movió lentamente la cabeza de lado a lado.

No, no se trata de Aquel-que-no-debe-ser-nombrado, señor.

Algunos suspiraron aliviados pero algunos pocos negaron con la cabeza, al final sí que se trataba de él.

Pero Dobby tenía los ojos muy abiertos y parecía que trataba de darle una pista. Harry, sin embargo, estaba completamente desorientado.

Él no tiene hermanos, ¿verdad?

—¡Merlín nos libre! —exclamó Molly alterada.

Dobby negó con la cabeza, con los ojos más abiertos que nunca.

Bueno, siendo así, no puedo imaginar quién más podría provocar que en Hogwarts sucedieran cosas terribles —dijo Harry—. Quiero decir que, además, allí está Dumbledore. ¿Sabe usted quién es Dumbledore?

—Oh, Harry, todo el mundo sabe quién es Dumbledore —dijo Ron rodando los ojos.

—Bueno, yo no lo supe hasta los once años —se excusó Harry—, así que no pensé que todo el mundo fuera a saberlo.

Dobby hizo una inclinación con la cabeza.

Albus Dumbledore es el mejor director que ha tenido Hogwarts. Dobby lo sabe, señor. Dobby ha oído que los poderes de Dumbledore rivalizan con los de Aquel-que-no-debe-ser-nombrado. Pero, señor —la voz de Dobby se transformó en un apresurado susurro—, hay poderes que Dumbledore no…, poderes que ningún mago honesto…

Dumbledore sonrió levemente a Dobby, sintiéndose alagado por el comentario.

Y antes de que Harry pudiera detenerlo, Dobby saltó de la cama, cogió la lámpara de la mesa de Harry y empezó a golpearse con ella en la cabeza lanzando unos alaridos que destrozaban los tímpanos.

Nuevamente la sala volvió a cubrirse de muecas de dolor.

En el piso inferior se hizo un silencio repentino. Dos segundos después, Harry, con el corazón palpitándole frenéticamente, oyó que tío Vernon se acercaba, explicando en voz alta:

¡Dudley debe de haberse dejado otra vez el televisor encendido, el muy tunante!

—¡Oh, mierda! —dijo Ginny alterada—. ¡Haz algo!

¡Rápido! ¡En el ropero! —dijo Harry, empujando a Dobby, cerrando la puerta y echándose en la cama en el preciso instante en que giraba el pomo de la puerta.

—Bien —dijo Lily aliviada.

¿Qué demonios estás haciendo? —preguntó tío Vernon rechinando los dientes, su cara espantosamente cerca de la de Harry—. Acabas de arruinar el final de mi chiste sobre el jugador japonés de golf… ¡Un ruido más, y desearás no haber nacido, mocoso!

—¡Atrévete a ponerle una mano encima! —exclamó James enojado y Sirius gruñó.

Tío Vernon salió de la habitación pisando fuerte con sus pies planos.

Harry, temblando, abrió la puerta del armario y dejó salir a Dobby.

¿Se da cuenta de lo que es vivir aquí? —le dijo—. ¿Ve por qué debo volver a Hogwarts? Es el único lugar donde tengo…, bueno, donde creo que tengo amigos.

—¡Tienes amigos! —se quejaron muchos y Harry rodó los ojos, ya se había cansado de disculparse. Tampoco es que el tuviese la culpa por no haber recibido las cartas.

¿Amigos que ni siquiera escriben a Harry Potter? —preguntó maliciosamente.

—¿Cómo lo sabes? —dijeron muchos mirando sospechosamente a Dobby mientras este intentaba encogerse para pasar desapercibido.

Supongo que habrán estado… ¡Un momento! —dijo Harry, frunciendo el entrecejo—. ¿Cómo sabe usted que mis amigos no me han escrito?

Dobby cambió los pies de posición.

Harry Potter no debe enfadarse con Dobby. Dobby pensó que era lo mejor…

—¡Dobby! —se quejaron muchos algo enojados mientras el pequeño elfo intentaba encogerse más todavía.

¿Ha interceptado usted mis cartas?

Dobby las tiene aquí, señor —dijo el elfo, y escapando ágilmente del alcance de Harry, extrajo un grueso fajo de sobres del almohadón que llevaba puesto. Harry pudo distinguir la esmerada caligrafía de Hermione, los irregulares trazos de Ron, y hasta un garabato que parecía salido de la mano de Hagrid, el guardabosques de Hogwarts.

Harry le sonrió a los tres, agradecido. Sus padres también lo hicieron.

Dobby, inquieto, miró a Harry y parpadeó.

Harry Potter no debe enfadarse… Dobby pensaba… que si Harry Potter creía que sus amigos lo habían olvidado… Harry Potter no querría volver al colegio, señor.

Harry suspiró.

—Claro que volvería, Dobby —le aseguró—. Y, aunque te agradezco la intención, me cabrea que me quitases las cartas.

Harry no escuchaba. Se abalanzó sobre las cartas, pero Dobby lo esquivó.

Harry Potter las tendrá, señor, si le da a Dobby su palabra de que no volverá a Hogwarts. ¡Señor, es un riesgo que no debe afrontar! ¡Dígame que no irá, señor!

¡Iré! —dijo Harry enojado—. ¡Déme las cartas de mis amigos!

—¡Así se habla! —rugieron muchos.

Entonces, Harry Potter no le deja a Dobby otra opción —dijo apenado el elfo.
Antes de que Harry pudiera hacer algún movimiento, Dobby se había lanzado como una flecha hacia la puerta del dormitorio, la había abierto y había bajado las escaleras corriendo.

—¡No! —exclamaron muchos mirando a Dobby—. ¿Te has vuelto loco?

—Dobby debía hacerlo... Por el bien de Harry Potter —aseguró Dobby y Harry suspiró, al parecer, ni ahora que habían pasado cuatro años Dobby pensaba que lo que había hecho estaba mal.

Con la boca seca y el corazón en un puño, Harry salió detrás de él, intentando no hacer ruido. Saltó los últimos seis escalones, cayó como un gato sobre la alfombra del recibidor y buscó a Dobby. Del comedor venía la voz de tío Vernon que decía:

—… señor Mason, cuéntele a Petunia aquella divertida anécdota de los fontaneros americanos, se muere de ganas de oírla…

Harry cruzó el vestíbulo, y al llegar a la cocina, sintió que se le venía el mundo encima.

Todos acercaron su cabeza hacia delante inconscientemente.

El pudín magistral de tía Petunia, el montículo de nata y violetas de azúcar, flotaba cerca del techo. Dobby estaba en cuclillas sobre el armario que había en un rincón.

—¡Dobby! —dijo Ginny algo alterada—. Por favor... No, dime que no lo hiciste...

Dobby tragó saliva ruidosamente y desvió la mirada de la pelirroja.

No —rogó Harry con voz ronca—. Se lo ruego…, me matarán…

Harry Potter debe prometer que no irá al colegio.

Dobby…, por favor…

Dígalo, señor…

¡No puedo!

Entonces Dobby tendrá que hacerlo, señor, por el bien de Harry Potter.

—¡No! —se quejaron muchos pero ya nada podía evitarlo.

El pudín cayó al suelo con un estrépito capaz de provocar un infarto. El plato se hizo añicos y la nata salpicó ventanas y paredes. Dando un chasquido como el de un látigo, Dobby desapareció.

—Si no fuera porque algo malo le va a pasar a Harry habría sido algo divertido —le dijo Geroge sonriendo.

Del comedor llegaron unos alaridos y tío Vernon entró de sopetón en la cocina y halló a Harry paralizado por el susto y cubierto de la cabeza a los pies con los restos del pudín de tía Petunia.

—Oh, no... —murmuraron algunos.

Al principio le pareció que tío Vernon aún podría disimular el desastre («nuestro sobrino, ya ven…, está muy mal…, se altera al ver a desconocidos, así que lo tenemos en el piso de arriba…»). Llevó a los impresionados Mason de nuevo al comedor, prometió a Harry que, en cuanto se fueran, lo desollaría vivo, y le puso una fregona en las manos.

James, Lily y muchos otros comenzaron a alterarse y a respirar pesadamente.

Tía Petunia sacó helado del congelador y Harry, todavía temblando, se puso a fregar la cocina.
Tío Vernon podría haberlo solucionado de esta manera, si no hubiera sido por la lechuza.

—¿Lechuza? —preguntaron muchos y Harry notó que el ministro estaba colorado.

—¿Ve, señor ministro? ¿Ve como yo no hice nada? ¡Le dije que fue un elfo domestico! —se quejó Harry y muchos miraron a el ministro con mala cara. Al parecer después de todo lo que habían visto ya no le tenían tanto respeto al ministro como antes.

—Yo...Eh... Lo siento —se disculpó este sin saber que más decir.

En el preciso instante en que tía Petunia estaba ofreciendo a sus invitados unos bombones de menta, una lechuza penetró por la ventana del comedor, dejó caer una carta sobre la cabeza de la señora Mason y volvió a salir. La señora Mason gritó como una histérica y huyó de la casa exclamando algo sobre los locos.

Alguno rió levemente imaginándose la escena.

El señor Mason se quedó sólo lo suficiente para explicarles a los Dursley que su mujer tenía pánico a los pájaros de cualquier tipo y tamaño, y para preguntarles si aquélla era su forma de gastar bromas.

Harry estaba en la cocina, agarrado a la fregona para no caerse, cuando tío Vernon avanzó hacia él con un destello demoníaco en sus ojos diminutos.

¡Léela! —dijo hecho una furia y blandiendo la carta que había dejado la lechuza—. ¡Vamos, léela!

Varios tragaron saliva.

Harry la cogió. No se trataba de ninguna felicitación por su cumpleaños.

Estimado Señor Potter:

Hemos recibido la información de que un encantamiento planeador ha sido usado en su lugar de residencia esta misma noche a las nueve y doce minutos.
Como usted sabe, a los magos menores de edad no se les permite realizar conjuros fuera del recinto escolar, y reincidir en el uso de la magia podría acarrearle la expulsión del colegio (Decreto para la moderada limitación de la brujería en menores de edad, 1875, artículo tercero).
Asimismo le recordamos que se considera falta grave realizar cualquier actividad mágica que entrañe un riesgo de ser advertida por miembros de la comunidad no mágica o muggles (Sección decimotercera de la Confederación Internacional del Estatuto del Secreto de los Brujos).

¡Que disfrute de unas buenas vacaciones!

Afectuosamente,
Mafalda Hopkirk
Oficina Contra el Uso Indebido de la Magia
Ministerio de Magia

—¡Pero si no ha hecho nada! —se quejaron muchos pero ya no había nada que se pudiera hacer.

Harry levantó la vista de la carta y tragó saliva.

En el Gran Comedor muchos otros hicieron lo mismo.

No nos habías dicho que no se te permitía hacer magia fuera del colegio —dijo tío Vernon, con una chispa de rabia en los ojos—. Olvidaste mencionarlo… Un grave descuido, me atrevería a decir…

Algunos comenzaron a preocuparse, ¿Qué le haría ese tipo a Harry?

Se echaba por momentos encima de Harry como un gran buldog, enseñando los dientes.

Nadie rió por la comparación, estaban demasiado preocupados.

Bueno, muchacho, ¿sabes qué te digo? Te voy a encerrar… Nunca regresarás a ese colegio… Nunca… Y si utilizas la magia para escaparte, ¡te expulsarán!

—¡ENCERRARLE! —rugieron muchos, las voces de James y Sirius se hicieron oír pero nadie gritó como lo hizo Lily.

Y, riéndose como un loco, lo arrastró escaleras arriba.

Tío Vernon fue tan duro con Harry como había prometido.

Muchos gruñeron cabreados.

A la mañana siguiente, mandó poner una reja en la ventana de su dormitorio e hizo una gatera en la puerta para pasarle tres veces al día una mísera cantidad de comida.

—¡Será cabrón! —gritó Ginny muy enojada y su madre no le dijo nada. Tal vez porque ella iba a gritar lo mismo.

Sólo lo dejaban salir por la mañana y por la noche para ir al baño. Aparte de eso, permanecía encerrado en su habitación las veinticuatro horas del día.

Todos bufaron, nadie sabía cómo mirar a Harry. Hasta sus recién conocidos padres evitaban mirarle.

Al cabo de tres días, no había indicios de que los Dursley se hubieran apiadado de él, y Harry no encontraba la manera de escapar de su situación. Pasaba el tiempo tumbado en la cama, viendo ponerse el sol tras la reja de la ventana y preguntándose entristecido qué sería de él.

Muchos suspiraron tristes y su madre le cogió de la mano sin saber realmente que era lo que debía hacer como madre en ese momento.

¿De qué le serviría utilizar sus poderes mágicos para escapar de la habitación, si luego lo expulsaban de Hogwarts por hacerlo?

—Buen punto —le dijo Remus sonriendo tristemente.

Por otro lado, la vida en Privet Drive nunca había sido tan penosa. Ahora que los Dursley sabían que no se iban a despertar por la mañana convertidos en murciélagos, había perdido su única defensa. Tal vez Dobby lo había salvado de los horribles sucesos que tendrían lugar en Hogwarts, pero tal como estaban las cosas, lo más probable era que muriese de inanición.

Todos tragaron saliva muy preocupados y Dobby se disculpó con Harry muchas veces.

Se abrió la gatera y apareció la mano de tía Petunia, que introdujo en la habitación un cuenco de sopa de lata.

Muchos gruñeron.

Harry, a quien las tripas le dolían de hambre, saltó de la cama y se abalanzó sobre el cuenco. La sopa estaba completamente fría, pero se bebió la mitad de un trago.

Ahora miraban a Harry con tristeza y su madre le apretó la mano con delicadeza.

—¿Cómo puedes ser tan buena persona habiendo soportado todo eso? No me entra en la cabeza —le dijo Parvati sintiéndose extrañada y mirándole con tristeza.

—No hagas a los demás lo que no quieres que te hagan a ti —dijo Harry simplemente.

Luego se fue hasta la jaula de Hedwig y le puso en el comedero vacío los trozos de verdura embebidos del caldo que quedaban en el fondo del cuenco.

—Oh, por favor —se quejaron muchos realmente tristes—. Solo tiene un pequeño cuenco de sopa para comer y además lo comparte con su lechuza.

Todos miraban a Harry entre tristes y admirados.

La lechuza erizó las plumas y lo miró con expresión de asco intenso.

No debes despreciarlo, es todo lo que tenemos —dijo Harry con tristeza.

Muchos tragaron saliva, sintiéndose incomodos e impotentes porque no había nada que ellos pudieran hacer.

Volvió a dejar el cuenco vacío en el suelo, junto a la gatera, y se echó otra vez en la cama, casi con más hambre que la que tenía antes de tomarse la sopa.

—Oh, dios, menos mal que le sacamos de ahí —le murmuró George a Fred tan triste como el resto.

Suponiendo que siguiera vivo cuatro semanas más tarde, ¿qué sucedería si no se presentaba en Hogwarts? ¿Enviarían a alguien a averiguar por qué no había vuelto?

—¡Por supuesto! —dijo McGonagall entre severa y muy enfadada. No sabía cómo había permitido que trataran así a Harry, aunque no tuviese medios para haber sabido lo que le ocurría.

¿Podrían conseguir que los Dursley lo dejaran ir?

La habitación estaba cada vez más oscura. Exhausto, con las tripas rugiéndole y el cerebro dando vueltas a aquellas preguntas sin respuesta, Harry concilió un sueño agitado.

Soñó que lo exhibían en un zoo, dentro de una jaula con un letrero que decía «Mago menor de edad». Por entre los barrotes, la gente lo miraba con ojos asombrados mientras él yacía, débil y hambriento, sobre un jergón. Entre la multitud veía el rostro de Dobby y le pedía ayuda a voces, pero Dobby se excusaba diciendo: «Harry Potter está seguro en este lugar, señor», y desaparecía.

Muchos fulminaron a Dobby con la mirada pero no le dijeron nada porque este estaba sollozando y disculpándose de manera sincera con Harry.

Luego llegaban los Dursley, y Dudley repiqueteaba los barrotes de la jaula, riéndose de él.

La sala se llenó de gruñidos nuevamente.

¡Para! —dijo Harry, sintiendo el golpeteo en su dolorida cabeza—. Déjame en paz… Basta ya…, estoy intentando dormir…

Abrió los ojos. La luz de la luna brillaba por entre los barrotes de la ventana. Y alguien, con los ojos muy abiertos, lo miraba tras la reja: alguien con la cara llena de pecas, el pelo cobrizo y la nariz larga.

Todos abrieron mucho los ojos y Charlie comenzó a leer la última línea del capítulo con una enorme sonrisa.

Ron Weasley estaba afuera en la ventana.

—¡Sí! —gritaron muchos aliviados.

Hermione se lanzó a los brazos de Ron y le agradeció por sacar a Harry de ahí mil y una veces. Sirius, James, Remus, Lily y muchos más también lo hicieron.

Molly se dirigió a Ron y a los gemelos:

—No sabéis cuanto me arrepiento de haberos reñido, ¡Gracias a dios que lo sacasteis de ahí!

—Aquí acaba el capítulo —informó Charlie tan aliviado como el resto por la aparición de Ron y los gemelos—. ¿Quién lee ahora?

—Yo lo haré —dijo Neville poniéndose en pie y corriendo hacia Charlie. Quería asegurarse cuanto antes de que Harry salía sano y salvo de aquella casa—. La Madrigera.


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