sábado, 19 de septiembre de 2015

La cicatriz


Vale, allá vamos, después de dos semanas de descanso no tan intencionado por fin me siento a escribir. Son las 22:30 de la noche así que cuando acabe supongo que ya habrá acabado el día pero, en fin, uno hace lo que puede.

¡La gatita es genial! Salta, trepa, corre y da volteretas en el aire. No te cansas de mirarla, ¡Ni de acariciarla! Cada rato se sienta encima tuyo y se hace una bolita. Según la tocas ya se pone a ronronear... Aún sin verme sois capaces de imaginaros como se me está cayendo la babita ahora mismo ¿verdad?

El nombre se lo han puesto mi hermano (el responsable oficial) y nuestro amigo "El Artillero". Han decidido llamarla Gominola (aún que mi hermano siempre decía "golosina" sin darse cuenta). Yo la llamo Gomi.

A pesar de no haber pasado tanto tiempo han pasado miles de cosas. Al principio no se dejaba tocar y ahora es ella la que viene a ser tocada... El primer día intenté recurrir a la técnica de Hagrid de presentarse a un hipogrifo, pero al parecer solo funciona con hipogrifos porque estuve un buen rato esperando pero su reverencia no llegó... Yo creo que lo que más me gusto de ese día es cuando ella se echó a dormir y yo me puse a dormir un rato a su lado (los dos en el suelo xD). Cuando me desperté un ratito después estaba durmiendo con la cabeza encima de mi mano. Fue muy bonito.

Oh, aunque no todo es bonito. Por ejemplo, aunque cuando pasa de lo abstracto a lo concreto lo hace donde tiene que hacerlo, cuando hace pis... No siempre lo hace donde debería... Estuvimos un tiempo preocupados por las pocas veces que meaba pero al final descubrimos que en realidad meaba lo que debía, solo que lo hacía dentro de una carcasa vacía de ordenador que no me apetecía tirar a la basura. Cuando me deshice de la carcasa pude decir sin equivocarme que había "matado dos pájaros de un tiro". Y no me equivocaba, la carcasa ya no estorbaba y Gomi no ha vuelto a orinar en lugares extraños.

Vale, ya paro de hablar de mi gato y me pongo a responder.

Anonimo: Soy de España también, solo que como escribo por las tardes-noches para cuando subo el capitulo ya es el día siguiente.

Left Lie: Tengo 18 añitos cumplidos este abril :3 (técnicamente puedo sacarme el carnet de conducir pero ¿quier querría esa estupidez cuando hace un año que tiene permitido aparecerse?)

Anonimus Maximus: Para saber mi edad lea la respuesta superior, estimado Maximus.

Catalina Adriazola: Siento lo de tu comentario... No llegué a conocerle pero que descanse en paz. Gracias por comentar aún habiendo pasado eso :D

LaurieAngel: Realmente no tengo a que responderte, pero me apetece escribir algo... ¡¿Que hago?! Oh, eso ya ha sido algo. Me vale.

Alma: Es curioso que la asignatura que imparta sea la que menos me interesa, pero es un intercambio de información. Todos salimos ganando; yo tengo un despacho más grande que el de Flitwick y derecho a elegir el primero el horario de mis clases (aunque hay quien que eso es porque Estudios Muggles son muy pocas horas y una vez estén repartidas las asignaturas grandes pueden empezar a distribuirse a gusto poniendo dos seguidas en vez de una...).
Y no deberías abusar del pobre Neville (profesor Longbottom para ti), porque si no te acaba castigando el tendré que hacerlo yo ¡y no creo que te guste pasar una hora bebiendo zumo de calabaza mientras yo bebo batido de chocolate delante de ti! (aún no ha pasado, pero estoy seguro de que en un tiempo acabaré siendo conocido como el profesor más despiadado de la escuela).
Con mis abuelos y mis tíos pasa lo mismo, por eso nunca habíamos tenido una mascota hasta ahora. Hasta ahora. Ya han marcado el fin de sus estancias aquí y han dejado muy claro que si queremos verles tendremos que ir nosotros. En fin, tampoco es que me vaya a morir por eso... Oh si, quien sabe... TIN TIN TIN.


Todos los personajes y los fragmentos del libro original pertenecen a J.K. Rowling.



LA CICATRIZ


—¡Yo! —se ofreció Luna sonriendo y caminando hacia el director. Cogió su libro y leyó—: La cicatriz.

Las miradas de los estudiantes no tardaron en ser dirigidas de forma casi automática hacia la cicatriz de Harry, que ahora pertenecía a Ginny, quien no tardó en comprender como se sentía Harry la mayor parte del tiempo. Se encogió en su asiento, pero contuvo las ganas de cubrirse con el flequillo la cicatriz con forma de rayo.

Harry se hallaba acostado boca arriba, jadeando como si hubiera estado corriendo. Acababa de despertarse de un sueño muy vívido y tenía las manos sobre la cara. La antigua cicatriz con forma de rayo le ardía bajo los dedos como si alguien le hubiera aplicado un hierro al rojo vivo.

Si, la cicatriz dolía, pero ahora Harry era mucho más consciente de otro tipo de dolor que, en circunstancias normales, no tenía que sufrir. Y daba las gracias por ello.

Se incorporó en la cama con una mano aún en la cicatriz de la frente y la otra buscando en la oscuridad las gafas, que estaban sobre la mesita de noche. Al ponérselas, el dormito­rio se convirtió en un lugar un poco más nítido, iluminado por una leve y brumosa luz anaranjada que se filtraba por las cortinas de la ventana desde la farola de la calle.

Muchos fueron conscientes entonces de que Harry volvía a estar con los Dursley. Algunos suspiros, gruñidos y quejidos comenzaron a dejarse ver por el comedor.

Volvió a tocarse la cicatriz. Aún le dolía. Encendió la lámpara que tenía a su lado y se levantó de la cama; cruzó el dormitorio, abrió el armario ropero y se miró en el espejo que había en el lado interno de la puerta. Un delgado mucha­cho de catorce años le devolvió la mirada con una expresión de desconcierto en los brillantes ojos verdes, que relucían bajo el enmarañado pelo negro. Examinó más de cerca la ci­catriz en forma de rayo del reflejo. Parecía normal, pero se­guía escociéndole.

Harry intentó recordar lo que soñaba antes de desper­tarse. Había sido tan real... Aparecían dos personas a las que conocía, y otra a la que no. Se concentró todo lo que pudo, frunciendo el entrecejo, tratando de recordar...

Vislumbró la oscura imagen de una estancia en penum­bra. Había una serpiente sobre una alfombra... un hombre pequeño llamado Peter y apodado Colagusano... y una voz fría y aguda... la voz de lord Voldemort. Sólo con pensarlo, Harry sintió como si un cubito de hielo se le hubiera desliza­do por la garganta hasta el estómago.

Apretó los ojos con fuerza e intentó recordar qué aspec­to tenía lord Voldemort, pero no pudo, porque en el momento en que la butaca giró y él, Harry, lo vio sentado en ella, el es­pasmo de horror lo había despertado... ¿o había sido el dolor de la cicatriz?

Por la expresión de Molly, Voldemort iba a ganarse una buena regañina por hacer que Harry pasase por esto.

¿Y quién era aquel anciano? Porque ya tenía claro que en el sueño aparecía un hombre viejo: Harry lo había visto caer al suelo. Las imágenes le llegaban de manera confusa. Se volvió a cubrir la cara con las manos e intentó represen­tarse la estancia en penumbra, pero era tan difícil como tra­tar de que el agua recogida en el cuenco de las manos no se escurriera entre los dedos. Voldemort y Colagusano habían hablado sobre alguien a quien habían matado, aunque no podía recordar su nombre... y habían estado planeando un nuevo asesinato: el suyo.

Muchos tragaron saliva, entre asustados y angustiados, pero con cierto alivio al saber que, por lo menos, ese año Harry no había llegado a morir. Aunque había alguien que si lo había hecho. Cho tuvo que frotarse varias veces los ojos al recordarlo.

Harry apartó las manos de la cara, abrió los ojos y ob­servó a su alrededor tratando de descubrir algo inusitado en su dormitorio. En realidad, había una cantidad extraordinaria de cosas inusitadas en él: a los pies de la cama había un baúl grande de madera, abierto, y dentro de él un calde­ro, una escoba, una túnica negra y diversos libros de embru­jos; los rollos de pergamino cubrían la parte de la mesa que dejaba libre la jaula grande y vacía en la que normalmente descansaba Hedwig, su lechuza blanca; en el suelo, junto a la cama, había un libro abierto. Lo había estado leyendo por la noche antes de dormirse. Todas las fotos del libro se mo­vían. Hombres vestidos con túnicas de color naranja bri­llante y montados en escobas voladoras entraban y salían de la foto a toda velocidad, arrojándose unos a otros una pe­lota roja.

Lily no sabía si reñir a Harry por el desorden de su habitación. Por una parte era su madre y debía hacerlo, pero por otra ella no vivía con el (ni podría llegar a hacerlo nunca), aparte de que eso era un hecho de un año anterior. No, no tenía ningún sentido reñirle por eso, aunque Lily, como madre novata, estaba algo confusa. Miró a su marido y padre de su hijo ¿que pensaría el sobre esto?

—¿Naranja brillante? —le preguntó James a su hijo—. ¿Eres de los Cannons?

Ginny, sientiendo la mirada de su hermano sobre el y la de el mismo Harry, no supo que responder. Se encogió de hombros, pero, por alguna razón, Lily estaba regañando a James sobre algo así que se libró de dar una respuesta.

Harry fue hasta el libro, lo cogió y observó cómo uno de los magos marcaba un tanto espectacular colando la pe­lota por un aro colocado a quince metros de altura. Luego cerró el libro de golpe. Ni siquiera el quidditch (en opinión de Harry, el mejor deporte del mundo)

El comedor no tardó en llenarse de gente que le daba la razón a Ginny por algo que ella (aunque pensara lo mismo) no había pensado.

podía distraerlo en aquel momento. Dejó Volando con los Cannons en su mesita de noche, se fue al otro extremo del dormitorio y retiró las cortinas de la ventana para observar la calle.

El aspecto de Privet Drive era exactamente el de una respetable calle de las afueras en la madrugada de un sába­do. Todas las ventanas tenían las cortinas corridas. Por lo que Harry distinguía en la oscuridad, no había un alma en la calle, ni siquiera un gato.

Y aun así, aun así... Nervioso, Harry regresó a la cama, se sentó en ella y volvió a llevarse un dedo a la cicatriz. No era el dolor lo que le incomodaba: estaba acostumbrado al dolor y a las heridas. En una ocasión había perdido todos los huesos del brazo derecho, y durante la noche le habían vuel­to a crecer, muy dolorosamente. No mucho después, un col­millo de treinta centímetros de largo se había clavado en aquel mismo brazo. Y durante el último curso, sin ir más lejos, se había caído desde una escoba voladora a quince me­tros de altura. 

Ahora son buenas anecdotas ¿no? —le preguntó Luna, levantado la vista del libro para mirar a Harry.

Harry abrió la boca para contestar, pero pudo frenarse en el último segundo. El ahora no era Harry.

—Si que lo son, Luna —dijo Ginny con una sonrisa poco propia de Harry.

Luna parpadeó un par de veces pero siguió con la lectura.

Estaba habituado a sufrir extraños acciden­tes y heridas: eran inevitables cuando uno iba al Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería, 

—El lugar más seguro de todos —canturrearon Fred y George—. ¿No es así, Hagrid?

—Cerrad el pico —les dijo el guardabosques algo molesto—. Y dejad de hablar a la vez.

y él tenía una habilidad especial para atraer todo tipo de problemas.

—Mejor que la de tu padre —le aseguró Sirius a Ginny sin referirse al padre de esta.

No, lo que a Harry le incomodaba era que la última vez que le había dolido la cicatriz había sido porque Voldemort estaba cerca. Pero Voldemort no podía andar por allí en esos momentos... La misma idea de que lord Voldemort me­rodeara por Privet Drive era absurda, imposible.

Harry escuchó atentamente en el silencio. ¿Esperaba sorprender el crujido de algún peldaño de la escalera, o el susurro de una capa? Se sobresaltó al oír un tremendo ronquido de su primo Dudley, en el dormitorio de al lado.

Harry se reprendió mentalmente. Se estaba compor­tando como un estúpido: en la casa no había nadie aparte de él y de tío Vernon, tía Petunia y Dudley, y era evidente que ellos dormían tranquilos y que ningún problema ni dolor había perturbado su sueño.

Cuando más le gustaban los Dursley a Harry era cuan­do estaban dormidos; despiertos nunca constituían para él una ayuda. 

Los suspiros volvieron a dejarse mostrar por el comedor.

Tío Vernon, tía Petunia y Dudley eran los úni­cos parientes vivos que tenía. Eran muggles (no magos) que odiaban y despreciaban la magia en cualquiera de sus for­mas, lo que suponía que Harry era tan bienvenido en aque­lla casa como una plaga de termitas. Habían explicado sus largas ausencias durante el curso en Hogwarts los últimos tres años diciendo a todo el mundo que estaba internado en el Centro de Seguridad San Bruto para Delincuentes Juve­niles Incurables. Los Dursley estaban al corriente de que, como mago menor de edad, a Harry no le permitían hacer magia fuera de Hogwarts, pero aun así le echaban la culpa de todo cuanto iba mal en la casa. Harry no había podido confiar nunca en ellos, ni contarles nada sobre su vida en el mundo de los magos. La sola idea de explicarles que le dolía la cicatriz y que le preocupaba que Voldemort pudiera estar cerca, le resultaba graciosa.

Sirius tenía ya bastantes ganas de ir a la casa de los Dudley, aparecer como el padrino criminal fugitivo que era y destrozarles las vidas. Nadie tenía permitido tratar mal a su ahijado.

Y sin embargo había sido Voldemort, principalmente, el responsable de que Harry viviera con los Dursley. De no ser por él, Harry no tendría la cicatriz en la frente. De no ser por él, Harry todavía tendría padres...

Sirius entrecerró los ojos, también tendría que destrozarle la vida a Voldemort. Y, a poder ser, de forma más literal.

Tenía apenas un año la noche en que Voldemort (el mago tenebroso más poderoso del último siglo, un brujo que había ido adquiriendo poder durante once años) llegó a su casa y mató a sus padres. Voldemort dirigió su varita hacia Harry, lanzó la maldición con la que había eliminado a tantos magos y brujas adultos en su ascensión al poder e, increíblemente, ésta no hizo efecto: en lugar de matar al bebé, la maldición había rebotado contra Voldemort. Harry había sobrevivido sin otra lesión que una herida con forma de rayo en la fren­te, en tanto que Voldemort quedaba reducido a algo que ape­nas estaba vivo. Desprovisto de su poder y casi moribundo, Voldemort había huido; el terror que había atenazado a la comunidad mágica durante tanto tiempo se disipó, sus seguidores huyeron en desbandada y Harry se hizo famoso.

Fue bastante impactante para él enterarse, el día de su undécimo cumpleaños, de que era un mago. Y aún había re­sultado más desconcertante descubrir que en el mundo de los magos todos conocían su nombre. Al llegar a Hogwarts, las cabezas se volvían y los cuchicheos lo seguían por donde­quiera que iba. Pero ya se había acostumbrado: al final de aquel verano comenzaría el cuarto curso. Y contaba los días que le faltaban para regresar al castillo.

Pero todavía quedaban dos semanas para eso. Abatido, volvió a repasar con la vista los objetos del dormitorio, y sus ojos se detuvieron en las tarjetas de felicitación que sus dos mejores amigos le habían enviado a finales de julio, por su cumpleaños. ¿Qué le contestarían ellos si les escribía y les explicaba lo del dolor de la cicatriz?

De inmediato, la voz asustada y estridente de Hermione Granger le vino a la cabeza:

¿Que te duele la cicatriz? Harry, eso es tremendamente grave... ¡Escribe al profesor Dumbledore! Mientras tanto yo iré a consultar el libro Enfermedades y dolencias mágicas frecuentes... Quizá encuentre algo sobre cicatrices produci­das por maldiciones...

Ron rió y Hermione, algo molesta al saber que sería justo eso lo que habría ocurrido, comenzó a mover la varita con violencia, haciendo que el cabello de Ginny (el cual estaba peinando) se enredase completamente.

—¿Pero que demonios? ¡Hermione! —exclamó Harry asustado por la actuación repentina.

Sí, ése sería el consejo de Hermione: acudir sin demora al director de Hogwarts, y entretanto consultar un libro. Harry observó a través de la ventana el oscuro cielo entre negro y azul. Dudaba mucho que un libro pudiera ayudarlo en aquel momento. Por lo que sabía, era la única persona viva que había sobrevivido a una maldición como la de Vol­demort, así que era muy improbable que encontrara sus síntomas en Enfermedades y dolencias mágicas frecuentes. 

Remus asintió y, aunque Hermione sabía que era cierto, también sabía que lo seguiría haciendo. No podía simplemente quedarse quieta por que sabía que no iba a encontrar lo que buscaba. No.

En cuanto a lo de informar al director, Harry no tenía la más remota idea de adónde iba Dumbledore en sus vacacio­nes de verano. Por un instante le divirtió imaginárselo, con su larga barba plateada, túnica talar de mago y sombrero puntiagudo, tumbándose al sol en una playa en algún lugar del mundo y dándose loción protectora en su curvada na­riz. 

Algunos, pero sobretodo Luna y el mismo Dumbledore, rieron al escuchar eso. Cuando Luna dejó de reir retomó la lectura, pero aún con una enorme sonrisa en los labios.

Pero, dondequiera que estuviera Dumbledore, Harry estaba seguro de que Hedwig lo encontraría: la lechuza de Harry nunca había dejado de entregar una carta a su desti­natario, aunque careciera de dirección. Pero ¿qué pondría en ella?

Querido profesor Dumbledore: Siento molestarlo, pero la cicatriz me ha dolido esta mañana. Atenta­mente, Harry Potter.

Incluso en su mente, las palabras sonaban tontas.

—Bueno Harry —le dijo Hermione al oído de Ginny—. Es que no tenías que haber puesto eso.

—¿Y que más da? Sonaría estúpido lo pusiera como lo pusiera.

—Si hubieras puesto...

—Déjalo Hermione, te creo, pero ahora Dumbledore ya lo sabe. Ya no importa.

Hermione bufó, algo molesta por no haber podido acabar, pero no dijo más.

Así que intentó imaginarse la reacción de su otro mejor amigo, Ron Weasley, y al instante el pecoso rostro de Ron, con su larga nariz, flotaba ante él con una expresión de des­concierto:

¿Que te duele la cicatriz? Pero... pero no puede ser que Quien-tú-sabes esté ahí cerca, ¿verdad? Quiero decir... que te habrías dado cuenta, ¿no? Intentaría liquidarte, ¿no es cierto? No sé, Harry, a lo mejor las cicatrices producidas por maldiciones duelen siempre un poco... Le preguntaré a mi padre...

Ron volvió a reír.

—Es impresionante, deberías jugar a ser yo algún día.

—Sería divertido —coincidió Ginny.

El señor Weasley era un mago plenamente cualificado que trabajaba en el Departamento Contra el Uso Incorrecto de los Objetos Muggles del Ministerio de Magia, 

Arthur no pudo evitar sonreír al escuchar a Luna decir "mago plenamente cualificado".

pero no te­nía experiencia en materia de maldiciones, que Harry su­piera. En cualquier caso, no le hacía gracia la idea de que toda la familia Weasley se enterara de que él, Harry, se ha­bía preocupado mucho a causa de un dolor que seguramente duraría muy poco. La señora Weasley alborotaría aún más que Hermione; y Fred y George, los gemelos de dieciséis años hermanos de Ron, podrían pensar que Harry estaba perdiendo el valor. 

—Venga ya Harry —le dijo George a Ginny—. Sabes que nunca diríamos eso.

Pero Ginny no estaba tan segura, ella había crecido viendo las cosas que hacían sus hermanos y como se reían de Ron o Percy cada vez que les pasaba algo malo y estos sufrían.

Los Weasley eran su familia favorita: es­peraba que pudieran invitarlo a quedarse algún tiempo con ellos (Ron le había mencionado algo sobre los Mundiales de quidditch), y no quería que esa visita estuviera salpicada de indagaciones sobre su cicatriz.

Harry se frotó la frente con los nudillos. Lo que real­mente quería (y casi le avergonzaba admitirlo ante sí mis­mo) era alguien como... alguien como un padre: un mago adulto al que pudiera pedir consejo sin sentirse estúpido, alguien que lo cuidara, que hubiera tenido experiencia con la magia oscura...

James suspiró, volviendo a castigarse a si mismo por no haber podido estar allí para su hijo, ¿en serio no había ninguna forma de evitar eso? No creía poder soportarlo.

Y entonces encontró la solución. Era tan simple y tan obvia, que no podía creer que hubiera tardado tanto en dar con ella: Sirius.

James y Lily sonrieron a Sirius, al menos podían contar con el.

Harry saltó de un brinco de la cama, fue rápidamente al otro extremo del dormitorio y se sentó a la mesa. Sacó un tro­zo de pergamino, cargó de tinta la pluma de águila, escribió «Querido Sirius», y luego se detuvo, pensando cuál sería la mejor forma de expresar su problema y sin dejar de extra­ñarse de que no se hubiera acordado antes de Sirius. Pero bien mirado no era nada sorprendente: al fin y al cabo, hacía menos de un año que había averiguado que Sirius era su padrino.

Había un motivo muy simple para explicar la total au­sencia de Sirius en la vida de Harry: había estado en Azkaban, la horrenda prisión del mundo mágico vigilada por unas criaturas llamadas dementores, unos monstruos cie­gos que absorbían el alma y que habían ido hasta Hogwarts en persecución de Sirius cuando éste escapó. Pero Sirius era inocente, ya que los asesinatos por los que lo habían conde­nado eran en realidad obra de Colagusano, el secuaz de Vol­demort a quien casi todo el mundo creía muerto. Harry, Ron y Hermione, sin embargo, sabían que la verdad era otra: el curso anterior habían tenido a Colagusano frente a frente, aunque luego sólo el profesor Dumbledore les había creído.

—Y menos mal —agradeció Sirius.

Durante una hora de gloriosa felicidad, Harry había creído que podría abandonar a los Dursley, porque Sirius le había ofrecido un hogar una vez que su nombre estuviera rehabilitado. Pero aquella oportunidad se había esfumado muy pronto: Colagusano se había escapado antes de que hu­bieran podido llevarlo al Ministerio de Magia, y Sirius ha­bía tenido que huir volando para salvar la vida. Harry lo había ayudado a hacerlo sobre el lomo de un hipogrifo lla­mado Buckbeak, y desde entonces Sirius permanecía oculto. Harry se había pasado el verano pensando en la casa que habría tenido si Colagusano no se hubiera escapado. Había resultado especialmente duro volver con los Dursley sa­biendo que había estado a punto de librarse de ellos para siempre.

Harry suspiró, le habría encantado irse a vivir solo con Sirius. A finales de verano había estado viviendo de alguna manera con el, pero con mucha más gente. No era lo mismo. Tal vez ahora que el ministro sabía de la inocencia de Sirius podría irse a vivir con el, aunque ahora que había conocido a sus verdaderos padres no lo veía como algo tan impresionante.

No obstante, y aunque no pudiera estar con Sirius, éste había sido de cierta ayuda para Harry. Gracias a Sirius, ahora podía tener todas sus cosas con él en el dormitorio. Antes, los Dursley no lo habían consentido: su deseo de ha­cerle la vida a Harry tan penosa como fuera posible, unido al miedo que les inspiraba su poder, habían hecho que todos los veranos precedentes guardaran bajo llave el baúl esco­lar de Harry en la alacena que había debajo de la escalera. Pero su actitud había cambiado al averiguar que su sobrino tenía como padrino a un asesino peligroso (oportunamente, Harry había olvidado decirles que Sirius era inocente).

—Estoy orgulloso —le aseguró Sirius dándole una palmada en el hombro a Ginny, quien le sonrió fingiendo ser Harry.

Desde que había vuelto a Privet Drive, Harry había re­cibido dos cartas de Sirius. No se las había entregado una le­chuza, como era habitual en el correo entre magos, sino unos pájaros tropicales grandes y de brillantes colores. A Hedwig no le habían hecho gracia aquellos llamativos intrusos y se había resistido a dejarlos beber de su bebedero antes de vol­ver a emprender el vuelo. A Harry, en cambio, le habían gus­tado: le habían hecho imaginarse palmeras y arena blanca, y esperaba que dondequiera que se encontrara Sirius (él nunca decía dónde, por si interceptaban la carta) se lo estuviera pasando bien. Harry dudaba que los dementores sobrevivieran durante mucho tiempo en un lugar muy soleado. Quizá por eso Sirius había ido hacia el sur. 

—Chico listo —afirmó Sirius sin dar pistas sobre unas posibles segundas intenciones por las que haya podido ir a lugares con playa.

Las cartas de su padrino (ocultas bajo la utilísima tabla suelta que había debajo de la cama de Harry) mostraban un tono alegre, y en ambas le in­sistía en que lo llamara si lo necesitaba. Pues bien, en aquel momento lo necesitaba...

La lámpara de Harry pareció oscurecerse a medida que la fría luz gris que precede al amanecer se introducía en el dormitorio. Finalmente, cuando los primeros rayos de sol daban un tono dorado a las paredes y empezaba a oírse rui­do en la habitación de tío Vernon y tía Petunia, Harry des­pejó la mesa de trozos estrujados de pergamino y releyó la carta ya acabada:

Querido Sirius:

Gracias por tu última carta. Vaya pájaro más grande: casi no podía entrar por la ventana.

Aquí todo sigue como siempre. La dieta de Dudley no va demasiado bien. Mi tía lo descubrió ayer escondiendo en su habitación unas rosquillas que había traído de la calle. Le dijeron que ten­drían que rebajarle la paga si seguía haciéndolo, y él se puso como loco y tiró la videoconsola por la ventana. Es una especie de ordenador en el que se puede jugar. Fue algo bastante tonto, realmente, porque ahora ni siquiera puede evadirse con su Mega-Mutilation, tercera generación.

Yo estoy bien, sobre todo gracias a que tienen muchísimo miedo de que aparezcas de pronto y los conviertas en murciélagos.

Sin embargo, esta mañana me ha pasado algo raro. La cicatriz me ha vuelto a doler. La última vez que ocurrió fue porque Voldemort estaba en Hog­warts. Pero supongo que es imposible que él ronde ahora por aquí, ¿verdad? ¿Sabes si es normal que las cicatrices producidas por maldiciones duelan años después?

Enviaré esta carta en cuanto regrese Hedwig. Ahora está por ahí, cazando. Recuerdos a Buckbeak de mi parte.

Harry


«Sí —pensó Harry—, no está mal así.» No había por qué explicar lo del sueño, pues no quería dar la impresión de que estaba muy preocupado. 

Sirius suspiró, le habría gustado que se lo hubiese contado todo.

Plegó el pergamino y lo dejó a un lado de la mesa, preparado para cuando volviera Hed­wig. Luego se puso de pie, se desperezó y abrió de nuevo el armario. Sin mirar al espejo, empezó a vestirse para bajar a desayunar.

—Aquí acaba —anunció Luna.

—Bien, bien, ¿quien se anima a leer el siguiente? —preguntó Dumbledore.

—¡Yo! —pidió Luna.

Dumbledore sonrió un poco y se encogió de hombros.

—Sigue leyendo entonces.


Si, si, lo se. Dos semanas de espera se merecían más que esto. Pero yo no tengo toda la culpa. Más o menos. El asunto es que, debido a las clases pensaba que tendría que subir solo uno cada dos semanas, pero mientras sean tan cortos como este creo que podré manejarlo a uno por semana.

Oh, y Krum y Delacour... Ya se que dije que hoy pero... He cambiado de opinión, cuando hagan falta vendrán.

En fin, a partir de ahora, por comodidad, actualizaré los jueves en vez de los miercoles.

¡Así que hasta el jueves!

12 comentarios :

  1. Si como dije. Tampoco me gusta este capítulo (del libro) es como un resumen de lo que ya sabemos. Me encanta este libro pero a partir del siguiente. Como quiera me gusto mucho este. Y mas cuando se enojo Hermione. Pobre Ginny/Harry.
    Esperó con ansias el próximo.
    Hasta el jueves.
    Saludos.

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  2. Holaa de nuevo, genial el capitulo aunque siendo sincera el cuarto libro no me gusta mucho que digamos, pero aun asi te sigue quedando estupendamente. Y estupendo que seas de España lo que pasa que me resultó un poco raro porque en unos de los primeros capitulos decias que actualizabas de 10 a 13 pero es normal el que cambiaras el horario.
    Por otra parte ¿se enteraran alguien mas de que Ginny y Harry han cambiado los cuerpos? Espero que si.
    Hasta el proximo jueves

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  3. Yo siempre he pensado que este capítulo es un poco soso, ya que no dice nada importante. Dale mi amor gatuno a Gominola, osito Gominola, osito gomi-gominola, ¿no, nadie conoce esa canción?
    Te leo desde hace mucho (cuando actualizabas una vez por día) así que creo que debo como mil comentarios :P
    Me reí con la nueva perspectiva al dolor de harry

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    1. ¡Yo si la conozco!
      Tiene años la canción ya, ¿verdad? Jajajaj

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  4. Hola,no se si te acordaras de mi,te puse el apodo de "Aiden",¿no recuerdas? En fin,me estaba recordando de viejos fics y pense:"¿Dait habra subido nuevos capitulos?" ¡Y me emocione cuando entre y vi muchos capitulos para leer!,espero que sigas asi,saludos a tu gatita<3

    Posdata:¿No crees que seria raro que Harry bese a Ginny con cuerpos intercambiados? Sería como besarse a si mismo,jajaja

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  5. Holaa
    Volver a la rutina es un asco, ¿verdad?
    Poco tiempo para uno mismo y muuuucho tiempo haciendo cosas que luego llega el verano y borron y cuenta nueva. ¡Vaya desperdicio de tiempo! T.T

    Es una lástima que los primeros capítulos cuando los lees por tu cuenta no están mal, y que cuando tienes uno cada semana (o cada dos en este caso) se te hacen eternos.
    Pero bueno, que se le va a hacer.
    Paciencia. Paciencia.

    Los animales son una monada, ¿no crees? Mientras tu pasas tu semana con tu Gomi yo me entretendre con mi perro Bob. Que útiles son para estos casos (aburrimiento).

    Espero que te vaya bien y que nos leamos pronto.
    ¡Hasta el jueves!

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  6. Qué envidia, yo también quiero una gatita así >.< qué cosita tan adorable. Me gusta el apodo, Gomi >w< en serio, suena demasiado adorable.
    Yo también he empezado las clases y la primera semana siempre es de locos, así que se entiende que tardaras en subir. No te preocupes, mientras sigas subiendo va a seguir habiendo gente que te siga xD
    Respecto al capítulo, no hay mucho que decir porque es cortito y realmente no pasa nada. Solo digo que estoy deseando que los Weasleys se enteren de que Harry y Ginny han intercambiado cuerpos. Porque se van a enterar, no? Sería demasiado épico como para que no lo hicieran xD Tampoco tienen por qué enterarse mientras estan todavía cambiados (aunque sería muy épico), pueden enterarse... yo que sé, en el sexto libro o donde sea. Pero que se enteren. Ellos y todo el gran comedor. El mundo entero. Que hasta los muggles sepan que Harry tuvo que ponerse un tampón en un cuerpo que ni siquiera era suyo. Ok, ya paro xD
    Nos vemos el jueves! LaurieAngel

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  7. La verdad no estoy muy de acuerdo..... Yo votaría por la alternativa de que actualices una vez cada dos semanas y pongas muchísimo más contenido de las reacciones o más encrucijadas de Ginny y/o Harry con los cuerpo a ajenos. Siento que tienes un tema genial para explotar, pero qué, por querer sacar la continuación "a tiempo", tiene más del libro que el contenido que hace a este tipo de historias tan queridas y reconocidas....
    Bueno, no es mi debe regañar a nadie, pero ese fue tan sólo mi pensamiento u.u
    Con respecto al capítulo... La verdad es que ya lo dije... No pasa nada y fue como simplemente leer el capítulo del libro... Pero tengo que dar crédito a la historia de tu gatita, yo prefiero a los perros, pero ella me parece particularmente linda ♡
    ¡Espero entonces nos veamos en tu continuación!
    Cuídate, hasta luego ♡

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  8. ¿cuanto durara lo de el cambio de cuerpos?

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  9. Luna esta muy activa por lo visto, la quieres emparejar con Nott? Es tu elección pero para informarte que JK la caso con un tal Rolf Skamander, sabes el nieto del escritor de animales fantásticos y donde buscarlos.
    Entonces tienes 18 valla sólo eres 2 años menor que yo.
    Y sólo para hacer una sugerencia (tu a la final tienes la ultima palabra) James S. Lo veo como Griffindor, Lily L. como Ravenclaw y Albus S. como Slytherin... para cuando ellos se presenten un poco mas. Lo digo por sus personalidades pero tu decides

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  10. Holaa, estoy feliz de que sigas con la historia.. Me gusto el capítulo, pero si para el próxima puedes ponerle un poco mas sobre los q están leyendo los libros, seria genial.. Feliz Primaver!! (Otoño para ustedes), y Día del Estudiante!! Acá en Argentina, lo celebramos hoy.. Saludos y éxitos.

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  11. Aaaa que linda la historia de como (creo que es la primera ves q escuchó de nombre gominola)no importa que tanto tardes nosotros tus lectores vamos a seguir esperando.....
    Los capítulos que se vienen van a estar mortales no ppdes no reirte de ellos
    Asi que 18 tenemos la misma edad pero de diferentes lados (aclaro que soy de argentina, si estuviera por donde vivis iría derechito a conocerte y hablar de harry potter hasta el cansancio.Bue nos leemos el jueves ...
    PD:no conoces un manga llamado 5 elementos de jesulink es de españa,si no es así te lo recomiendo

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