lunes, 6 de octubre de 2014

La huida de la señora gorda


Todos los personajes y el libro original pertenecen a J.K. Rowling.

LA HUIDA DE LA SEÑORA GORDA


La huida de la señora gorda —leyó Augusta con el ceño fruncido.

En muy poco tiempo, la clase de Defensa Contra las Artes Oscuras se convirtió en la favorita de la mayoría. 


Muchos asintieron mientras Remus sonreía con satisfacción.

Sólo Draco Malfoy y su banda de Slytherin criticaban al profesor Lupin:

—Mira cómo lleva la túnica —solía decir Malfoy murmu­rando alto cuando pasaba el profesor—. Viste como nuestro antiguo elfo doméstico.

—Dobby ahora lleva calcetines —anunció el elfo alegremente señalándose los pies.

Pero a nadie más le interesaba que la túnica del profe­sor Lupin estuviera remendada y raída. Sus siguientes cla­ses fueron tan interesantes como la primera. Después de los boggarts estudiaron a los gorros rojos, unas criaturas peque­ñas y desagradables, parecidas a los duendes, que se escon­dían en cualquier sitio en el que hubiera habido derrama­miento de sangre, en las mazmorras de los castillos, en los agujeros de las bombas de los campos de batalla, para dar una paliza a los que se extraviaban. De los gorros rojos pasa­ron a los kappas, unos repugnantes moradores del agua que parecían monos con escamas y con dedos palmeados, y que disfrutaban estrangulando a los que ignorantes que cruza­ban sus estanques.

Harry habría querido que sus otras clases fueran igual de entretenidas. La peor de todas era Pociones. Snape esta­ba aquellos días especialmente propenso a la revancha y to­dos sabían por qué. La historia del boggart que había adoptado la forma de Snape y el modo en que lo había de­jado Neville, con el atuendo de su abuela, se había exten­dido por todo el colegio. 

Muchos volvieron a reír con el recuerdo.

Snape no lo encontraba divertido. A la primera mención del profesor Lupin, aparecía en sus ojos una expresión amenazadora. A Neville lo acosaba más que nunca.

—¿Que culpa tiene el de que seas tu lo que más miedo le de? —exclamó Frank molesto.

—¿Y que culpa tiene el de que no te quede bien mi ropa? —resopló Augusta.

Snape no dijo nada.

Harry también aborrecía las horas que pasaba en la agobiante sala de la torre norte de la profesora Trelawney, descifrando símbolos y formas confusas, procurando olvidar que los ojos de la profesora Trelawney se llenaban de lágri­mas cada vez que lo miraba. 

Hermione y Lily bufaron.

No le podía gustar la profesora Trelawney, por más que unos cuantos de la clase la trataran con un respeto que rayaba en la reverencia. Parvati Patil y Lavender Brown habían adoptado la costumbre de rondar la sala de la torre de la profesora Trelawney a la hora de la co­mida, y siempre regresaban con un aire de superioridad que resultaba enojoso, como si supieran cosas que los demás ig­noraban. Habían comenzado a hablarle a Harry en susurros, como si se encontrara en su lecho de muerte.

A nadie le gustaba realmente la asignatura sobre Cui­dado de Criaturas Mágicas, que después de la primera clase tan movida se había convertido en algo extremadamente aburrido. Hagrid había perdido la confianza. Ahora pasaban lección tras lección aprendiendo a cuidar a los gusarajos, que tenían que contarse entre las más aburridas criaturas del universo.

Hagrid suspiró, se había pasado muchísimo tiempo preparando clases geniales pero después de lo de Buckbeak y Malfoy no había podido hacer nada que tuviese un mínimo de riesgo.

—¿Por qué alguien se preocuparía de cuidarlos? —pre­guntó Ron tras pasar otra hora embutiendo las viscosas gar­gantas de los gusarajos con lechuga cortada en tiras.

A comienzos de octubre, sin embargo, hubo otra cosa que mantuvo ocupado a Harry, algo tan divertido que compen­saba la insatisfacción de algunas clases. 

James sonrió, sabiendo que se trataba de quidditch.

Se aproximaba la temporada de quidditch y Oliver Wood, capitán del equipo de Gryffindor; convocó una reunión un jueves por la tarde para discutir las tácticas de la nueva temporada.

En un equipo de quidditch había siete personas: tres ca­zadores, cuya función era marcar goles metiendo el quaffle (un balón como el de fútbol, rojo) por uno de los aros que ha­bía en cada lado del campo, a una altura de quince metros; dos golpeadores equipados con fuertes bates para repeler las bludgers (dos pesadas pelotas negras que circulaban muy aprisa, zumbando de un lado para otro, intentando derribar a los jugadores); un guardián que defendía los postes sobre los que estaban los aros; y el buscador; que tenía el trabajo más difícil de todos, atrapar la dorada snitch, una pelota pe­queña con alas, del tamaño de una nuez, cuya captura daba por finalizado el juego y otorgaba ciento cincuenta puntos al equipo del buscador que la hubiera atrapado.

Oliver Wood era un fornido muchacho de diecisiete años que cursaba su séptimo y último curso. Había cierto tono de desesperación en su voz mientras se dirigía a sus compañe­ros de equipo en los fríos vestuarios del campo de quidditch que se iba quedando a oscuras.

Olvier sonrió con ganas. Había estado muy estresado a cuenta de que quería marcharse de Hogwarts habiendo ganado la copa, pero había merecido la pena, habían ganado.

—Es nuestra última oportunidad..., mi última oportuni­dad... de ganar la copa de quidditch —les dijo, paseándose con paso firme delante de ellos—. Me marcharé al final de este curso, no volveré a tener otra oportunidad. Gryffindor no ha ganado ni una vez en los últimos siete años. De acuer­do, hemos tenido una suerte horrible: heridos..., cancelación del torneo el curso pasado... —Wood tragó saliva, como si el recuerdo aún le pusiera un nudo en la garganta—. Pero tam­bién sabemos que contamos con el mejor... equipo... de este... colegio —añadió, golpeándose la palma de una mano con el puño de la otra y con el conocido brillo frenético en los ojos—. Contamos con tres cazadoras estupendas. —Wood señaló a Alicia Spinnet, Angelina Johnson y Katie Bell—. Tenemos dos golpeadores invencibles.

—Déjalo ya, Oliver; nos estás sacando los colores —dije­ron Fred y George a la vez, haciendo como que se sonrojaban.

—¡Y tenemos un buscador que nos ha hecho ganar todos los partidos! —dijo Wood, con voz retumbante y mirando a Harry con orgullo incontenible—. 

Los Gryffindor sonrieron con orgullo.

Y estoy yo —añadió.

—Nosotros creemos que tú también eres muy bueno —dijo George.

—Un guardián muy chachi —confirmó Fred.

—¿Chachi? —preguntó Ron alzando una ceja.

—Si, chachi —dijeron los gemelos simplemente.

—La cuestión es —continuó Wood, reanudando los pa­seos— que la copa de quidditch debiera de haber llevado nuestro nombre estos dos últimos años. Desde que Harry se unió al equipo, he pensado que la cosa estaba chupada. Pero no lo hemos conseguido y este curso es la última oportuni­dad que tendremos para ver nuestro nombre grabado en ella...

Wood hablaba con tal desaliento que incluso a Fred y a George les dio pena.

—Oliver, éste será nuestro año —aseguró Fred.

—Lo conseguiremos, Oliver —dijo Angelina.

—Por supuesto —corroboró Harry.

—¿Y ganasteis? —preguntaron Lily y James muertos de curiosidad.

Harry se encogió de hombros y nadie dijo nada.

Con la moral alta, el equipo comenzó las sesiones de en­trenamiento, tres tardes a la semana. El tiempo se enfriaba y se hacía más húmedo, las noches más oscuras, pero no ha­bía barro, viento ni lluvia que pudieran empañar la ilusión de ganar por fin la enorme copa de plata.

Los Gryffindor volvieron a sonreir, satisfechos con el comportamiento de su equipo.

Una tarde, después del entrenamiento, Harry regresó a la sala común de Gryffindor con frío y entumecido, pero con­tento por la manera en que se había desarrollado el entrena­miento, y encontró la sala muy animada.

—¿Qué ha pasado? —preguntó a Ron y Hermione, que estaban sentados al lado del fuego, en dos de las mejores si­llas, terminando unos mapas del cielo para la clase de Astro­nomía.

—Primer fin de semana en Hogsmeade —le dijo Ron, se­ñalando una nota que había aparecido en el viejo tablón de anuncios—. Finales de octubre. Halloween.

Lily y James sonrieron con tristeza, su hijo no iba a poder ir a Hogsmeade.

—Estupendo —dijo Fred, que había seguido a Harry por el agujero del retrato—. Tengo que ir a la tienda de Zonko: casi no me quedan bombas fétidas.

Harry se dejó caer en una silla, al lado de Ron, y la ale­gría lo abandonó. Hermione comprendió lo que le pasaba.

—Harry, estoy segura de que podrás ir la próxima vez —le consoló—. Van a atrapar a Black enseguida. Ya lo han visto una vez.

—Black no está tan loco como para intentar nada en Hogsmeade. Pregúntale a McGonagall si puedes ir ahora, Harry. Pueden pasar años hasta la próxima ocasión.

Hermione miró a Ron de mala manera.

—¿Que Black no está tan loco como para intentar nada en Hogsmeade? —preguntó alzando una ceja—. Dime, Ron, ¿Donde acabó intentando algo?

Ron desvió la mirada de Hermione, algo incomodo, pues sabía que Sirius había entrado a la mismísima sala común de Gryffindor.

—¡Ron! —dijo Hermione—. Harry tiene que permane­cer en el colegio...

—No puede ser el único de tercero que no vaya. Vamos, Harry, pregúntale a McGonagall...

—Sí, lo haré —dijo Harry, decidiéndose.

Muchos sonrieron con tristeza, sabiendo que McGonagall no iba  a darle permiso.

Hermione abrió la boca para sostener la opinión contra­ria, pero en ese momento Crookshanks saltó con presteza a su regazo.

Una araña muerta y grande le colgaba de la boca.

—¿Tiene que comerse eso aquí delante? —preguntó Ron frunciendo el entrecejo.

—Bravo, Crookshanks, ¿la has atrapado tú solito? —dijo Hermione.

Crookshanks masticó y tragó despacio la araña, con los ojos insolentemente fijos en Ron.

—No lo sueltes —pidió Ron irritado, volviendo a su mapa del cielo—. Scabbers está durmiendo en mi mochila.

Harry bostezó. Le apetecía acostarse, pero antes tenía que terminar su mapa. Cogió la mochila, sacó pergamino, pluma y tinta, y empezó a trabajar.

—Si quieres, puedes copiar el mío —le dijo Ron, ponien­do nombre a su última estrella con un ringorrango y acer­cándole el mapa a Harry.

—¿Ves, Hermione? —preguntó Harry—. Eso es ser un buen amigo.

Ella bufó.

—¿Pero así como vais a aprender? —preguntaron Hermione y Lily a la vez. Y ambas, emocionadas por haber coincidido, se sonrieron olvidando que tenían que esperar una respuesta.

Hermione, que no veía con buenos ojos que se copiara, apretó los labios, pero no dijo nada. Crookshanks seguía mi­rando a Ron sin pestañear; sacudiendo el extremo de su pe­luda cola. Luego, sin previo aviso, dio un salto.

—¡EH! —gritó Ron, apoderándose de la mochila, al mis­mo tiempo que Crookshanks clavaba profundamente en ella sus garras y comenzaba a rasgarla con fiereza—. ¡SUELTA, ESTÚPIDO ANIMAIAL!

Ron intentó arrebatar la mochila a Crookshanks, pero el gato siguió aferrándola con sus garras, bufando y ras­gándola.

—¡No le hagas daño, Ron! —gritó Hermione. Todos los miraban. Ron dio vueltas a la mochila, con Crookshanks agarrado todavía a ella, y Scabbers salió dando un salto...

—¡SUJETAD A ESE GATO! —gritó Ron en el momento en que Crookshanks soltaba los restos de la mochila, saltaba sobre la mesa y perseguía a la aterrorizada Scabbers.

—¿Que tiene ese gato con tu rata? —preguntó Lily extrañada.

Nadie dijo nada.

George Weasley se lanzó sobre Crookshanks, pero no lo atrapó; Scabbers pasó como un rayo entre veinte pares de piernas y se fue a ocultar bajo una vieja cómoda. Crooks­hanks patinó y frenó, se agachó y se puso a dar zarpazos con una pata delantera.

Ron y Hermione se apresuraron a echarse sobre él. Her­mione cogió a Crookshanks por el lomo y lo levantó. Ron se tendió en el suelo y sacó a Scabbers con alguna dificultad, ti­rando de la cola.

—¡Mírala! —le dijo a Hermione hecho una furia, ponién­dole a Scabbers delante de los ojos—. ¡Está en los huesos! Mantén a ese gato lejos de ella.

—¡Crookshanks no sabe lo que hace! —dijo la joven con voz temblorosa—. ¡Todos los gatos persiguen a las ratas, Ron!

—¡Hay algo extraño en ese animal! —dijo Ron, que in­tentaba persuadir a la frenética Scabbers de que volviera a meterse en su bolsillo—. Me oyó decir que Scabbers estaba en la mochila.

Ron bufó, con el que había algo raro era con Scabbers.

—Vaya, qué tontería —dijo Hermione, hartándose—. Lo que pasa es que Crookshanks la olió. ¿Cómo si no crees que...?

—¡Ese gato la ha tomado con Scabbers! —dijo Ron, sin reparar en cuantos había a su alrededor; que empezaban a reírse—. Y Scabbers estaba aquí primero. Y está enferma.

Ron se marchó enfadado, subiendo por las escaleras ha­cia los dormitorios de los chicos.



Al día siguiente, Ron seguía enfadado con Hermione. Ape­nas habló con ella durante la clase de Herbología, aunque Harry, Hermione y él trabajaban juntos con la misma Vaini­lla de viento.

—¿Cómo está Scabbers? —le preguntó Hermione aco­bardada, mientras arrancaban a la planta unas vainas grue­sas y rosáceas, y vaciaban las brillantes habas en un balde de madera.

—Está escondida debajo de mi cama, sin dejar de tem­blar —dijo Ron malhumorado, errando la puntería y derra­mando las habas por el suelo del invernadero.

—¡Cuidado, Weasley, cuidado! —gritó la profesora Sprout, al ver que las habas retoñaban ante sus ojos.

Luego tuvieron Transformaciones. Harry, que estaba re­suelto a pedirle después de clase a la profesora McGonagall que le dejara ir a Hogsmeade con los demás, se puso en la cola que había en la puerta, pensando en cómo convencerla. 

La profesora sonrió levemente, sabiendo que no iba a dejarle lo dijera como lo dijera.

Lo distrajo un alboroto producido al principio de la hilera. Lavender Brown estaba llorando. Parvati la rodeaba con el brazo y explicaba algo a Seamus Finnigan y a Dean Thomas, que escuchaban muy serios.

—¿Qué ocurre, Lavender? —preguntó preocupada Her­mione, cuando ella, Harry y Ron se acercaron al grupo.

—Esta mañana ha recibido una carta de casa —susu­rró Parvati—. Se trata de su conejo Binky. Un zorro lo ha matado.

—¡Vaya! —dijo Hermione—. Lo siento, Lavender.

—¡Tendría que habérmelo imaginado! —dijo Lavender en tono trágico—. ¿Sabéis qué día es hoy?

—Eh...

—¡16 de octubre! ¡«Eso que temes ocurrirá el viernes 16 de octubre»! ¿Os acordáis? ¡Tenía razón!

—Espera, espera, espera —dijo Lily frunciendo el ceño mientras miraba a la chica a la que miraba todo el mundo, que por lógica debía ser Lavender—. ¿Tu temías que un zorro matara a tu conejo?

—Mama, Hermione ya preguntó eso en su día, deja que la abuela siga leyendo —dijo Harry.

Toda la clase se acababa de reunir alrededor de Laven­der. Seamus cabeceó con pesadumbre. Hermione titubeó. Luego dijo:

—Tú, tú... ¿temías que un zorro matara a Binky?

—Bueno, no necesariamente un zorro —dijo Lavender; alzando la mirada hacia Hermione y con los ojos llenos de lá­grimas—. Pero tenía miedo de que muriera.

—Vaya —dijo Hermione. Volvió a guardar silencio. Lue­go preguntó—: ¿Era viejo?

—No... —dijo Lavender sollozando—. ¡So... sólo era una cría!

Lily frunció el ceño, ¿Entonces porque temía que muriese?

Parvati le estrechó los hombros con más fuerza.

—Pero entonces, ¿por qué temías que muriera? —pre­guntó Hermione. Parvati la fulminó con la mirada—. Bueno, miradlo lógicamente —añadió Hermione hacia el resto del grupo—. Lo que quiero decir es que..., bueno, Binky ni si­quiera ha muerto hoy. Hoy es cuando Lavender ha recibido la noticia... —Lavender gimió—. Y no puede haberlo temido, porque la ha pillado completamente por sorpresa.

—¿Que? —dijo Hermione mirando a las personas de su alrededor—. ¿Iréis a decirme que no tengo razón?

—Claro que no, Hermione —dijo Ron con algo de burla en la voz—. Tu siempre tienes razón.

—No le hagas caso, Lavender —dijo Ron—. Las masco­tas de los demás no le importan en absoluto.

Hermione resopló.

La profesora McGonagall abrió en ese momento la puer­ta del aula, lo que tal vez fue una suerte. Hermione y Ron se lanzaban ya miradas asesinas, y al entrar en el aula se sen­taron uno a cada lado de Harry y no se dirigieron la palabra en toda la hora.

Harry no había pensado aún qué le iba a decir a la profe­sora McGonagall cuando sonara el timbre al final de la clase, pero fue ella la primera en sacar el tema de Hogsmeade.

—¡Un momento, por favor! —dijo en voz alta, cuando los alumnos empezaban a salir—. Dado que sois todos de Gryf­findor; como yo, deberíais entregarme vuestras autorizacio­nes antes de Halloween. Sin autorización no hay visita al pueblo, así que no se os olvide.

Neville levantó la mano.

—Perdone, profesora. Yo... creo que he perdido...

Augusta sonrió, satisfecha con haber previsto que algo así habría pasado de habérsela dejado a Neville.

—Tu abuela me la envió directamente, Longbottom —dijo la profesora McGonagall—. Pensó que era más segu­ro. Bueno, eso es todo, podéis salir.

Algunos rieron.

—Pregúntaselo ahora —susurró Ron a Harry

—Ah, pero... —fue a decir Hermione.

—Adelante, Harry —le incitó Ron con testarudez.

Harry aguardó a que saliera el resto de la clase y se acercó nervioso a la mesa de la profesora McGonagall.

—¿Sí, Potter?

Harry tomó aire.

—Profesora, mis tíos... olvidaron... firmarme la autori­zación —dijo.

La profesora McGonagall lo miró por encima de sus ga­fas cuadradas, pero no dijo nada.

—Y por eso... eh... ¿piensa que podría... esto... ir a Hogs­meade?

La profesora McGonagall bajó la vista y comenzó a re­volver los papeles de su escritorio.

—Me temo que no, Potter. Ya has oído lo que dije. Sin au­torización no hay visita al pueblo. Es la norma.

—Pero... mis tíos... ¿sabe?, son muggles. No entienden nada de... de las cosas de Hogwarts —explicó Harry, mien­tras Ron le hacía señas de ánimo—. Si usted me diera per­miso...

—Pero no te lo doy —dijo la profesora McGonagall po­niéndose en pie y guardando ordenadamente sus papeles en un cajón—. El impreso de autorización dice claramente que el padre o tutor debe dar permiso. —Se volvió para mirarlo, con una extraña expresión en el rostro. ¿Era de pena?—. Lo siento, Potter; pero es mi última palabra. Lo mejor será que te des prisa o llegarás tarde a la próxima clase.

Algunos tragaron saliva pero no dijeron nada.



No había nada que hacer. Ron llamó de todo a la profesora McGonagall y eso le pareció muy mal a Hermione. 

McGonagall lanzó una mirada severa a Ron, quien estaba completamente avergonzado de que la profesora se hubiese enterado de eso.

Hermione puso cara de «mejor así», lo cual consiguió enfadar a Ron aún más, y Harry tuvo que aguantar que todos sus compañeros de clase comentaran en voz alta y muy contentos lo que ha­rían al llegar a Hogsmeade.

—Por lo menos te queda el banquete. Ya sabes, el ban­quete de la noche de Halloween.

—Sí —aceptó Harry con tristeza—. Genial.

El banquete de Halloween era siempre bueno, pero sa­bría mucho mejor si acudía a él después de haber pasado el día en Hogsmeade con todos los demás. Nada de lo que le di­jeran le hacía resignarse. Dean Thomas, que era bueno con la pluma, se había ofrecido a falsificar la firma de tío Vernon, pero como Harry ya le había dicho a la profesora McGona­gall que no se la habían firmado, no era posible probar aque­llo. Ron sugirió no muy convencido la capa invisible, pero Hermione rechazó de plano la posibilidad recordándole a Ron lo que les había dicho Dumbledore sobre que los demen­tores podían ver a través de ellas.

Percy pronunció las palabras que probablemente le ayu­daron menos a resignarse:

—Arman mucho revuelo con Hogsmeade, pero te puedo asegurar que no es para tanto —le dijo muy serio—. Bueno, es verdad que la tienda de golosinas es bastante buena, pero la tienda de artículos de broma de Zonko es francamente peli­grosa. Y la Casa de los Gritos merece la visita, pero aparte de eso no te pierdes nada.


La mañana del día de Halloween, Harry se despertó al mis­mo tiempo que los demás y bajó a desayunar muy triste, pero tratando de disimularlo.

—Te traeremos un montón de golosinas de Honeydukes —le dijo Hermione, compadeciéndose de él.

—Sí, montones —dijo Ron. Por fin habían hecho las pa­ces él y Hermione.

—No os preocupéis por mí —dijo Harry con una voz que procuró que le saliera despreocupada—. Ya nos veremos en el banquete. Divertios.

Los acompañó hasta el vestíbulo, donde Filch, el conser­je, de pie en el lado interior de la puerta, señalaba los nom­bres en una lista, examinando detenida y recelosamente cada rostro y asegurándose de que nadie salía sin permiso.

—¿Te quedas aquí, Potter? —gritó Malfoy, que estaba en la cola, junto a Crabbe y a Goyle—. ¿No te atreves a cruzarte con los dementores?

Muchos miraron mal a Malfoy.

Harry no le hizo caso y volvió solo por las escaleras de mármol y los pasillos vacíos, y llegó a la torre de Gryffindor.

—¿Contraseña? —dijo la señora gorda despertándose sobresaltada.

—«Fortuna maior» —contestó Harry con desgana.

El retrato le dejó paso y entró en la sala común. Estaba repleta de chavales de primero y de segundo, todos hablan­do, y de unos cuantos alumnos mayores que obviamente ha­bían visitado Hogsmeade tantas veces que ya no les intere­saba.

—¡Harry! ¡Harry! ¡Hola, Harry! —Era Colin Creevey, un estudiante de segundo que sentía veneración por Harry y nunca perdía la oportunidad de hablar con él—. ¿No vas a Hogsmeade, Harry? ¿Por qué no? ¡Eh! —Colin miró a sus amigos con interés—, ¡si quieres puedes venir a sentarte con nosotros!

Algunos suspiraron, ya cansados de Colin aunque acababa de aparecer.

—No, gracias, Colin —dijo Harry, que no estaba de hu­mor para ponerse delante de gente deseosa de contemplarle la cicatriz de la frente—.Yo... he de ir a la biblioteca. Tengo trabajo.

Después de aquello no tenía más remedio que dar media vuelta y salir por el agujero del retrato.

—¿Con qué motivo me has despertado? —refunfuñó la señora gorda cuando pasó por allí.

Harry anduvo sin entusiasmo hacia la biblioteca, pero a mitad de camino cambió de idea; no le apetecía trabajar. Dio media vuelta y se topó de cara con Filch, que acababa de despedir al último de los visitantes de Hogsmeade.

—¿Qué haces? —le gruñó Filch, suspicaz.

—Nada —respondió Harry con franqueza.

—¿Nada? —le soltó Filch, con las mandíbulas temblan­do—. ¡No me digas! Husmeando por ahí tú solo. ¿Por qué no estás en Hogsmeade, comprando bombas fétidas, polvos para eructar y gusanos silbantes, como el resto de tus desagrada­bles amiguitos?

Harry se encogió de hombros.

—Bueno, regresa a la sala común de tu colegio —dijo Filch, que siguió mirándolo fijamente hasta que Harry se perdió de vista.

Pero Harry no regresó a la sala común; subió una escalera, pensando en que tal vez podía ir a la pajarera de las lechuzas, e iba por otro pasillo cuando dijo una voz que salía del interior de un aula:

—¿Harry? —Harry retrocedió para ver quién lo llamaba y se encontró al profesor Lupin, que lo miraba desde la puer­ta de su despacho—. ¿Qué haces? —le preguntó Lupin en un tono muy diferente al de Filch—. ¿Dónde están Ron y Her­mione?

—En Hogsmeade —respondió Harry; con voz que fingía no dar importancia a lo que decía.

—Ah —dijo Lupin. Observó a Harry un momento—. ¿Por qué no pasas? Acabo de recibir un grindylow para nues­tra próxima clase.

James sonrió, ya le estaba extrañando que Remus no hubiese intentado acercarse a Harry antes. Entendía que eran profesor y alumno, y que eso conllevaba guardar unas distancias, ¡Pero por favor, tenía mucha más relación con McGonagall que con Remus! Hablar un poco con Harry y contarle alguna que otra cosa no iba a hacerle daño.

—¿Un qué? —preguntó Harry.

Entró en el despacho siguiendo a Lupin. En un rincón había un enorme depósito de agua. Una criatura de un color verde asqueroso, con pequeños cuernos afilados, pegaba la cara contra el cristal, haciendo muecas y doblando sus dedos largos y delgados.

—Es un demonio de agua —dijo Lupin, observando el grindylow ensimismado—. No debería darnos muchas difi­cultades, sobre todo después de los kappas. El truco es des­hacerse de su tenaza. ¿Te das cuenta de la extraordinaria longitud de sus dedos? Fuertes, pero muy quebradizos.

El grindylow enseñó sus dientes verdes y se metió en una espesura de algas que había en un rincón.

—¿Una taza de té? —le preguntó Lupin, buscando la te­tera—. Iba a prepararlo.

—Bueno —dijo Harry, algo embarazado.

Lupin dio a la tetera un golpecito con la varita y por el pitorro salió un chorro de vapor.

—Siéntate —dijo Lupin, destapando una caja polvorien­ta—. Lo lamento, pero sólo tengo té en bolsitas. Aunque me imagino que estarás harto del té suelto.

—Te-suelto y te atrapo —dijo Sirius mientras reía como un estúpido.

—Oh, Sirius, por Merlín —dijo James bufando ante la enorme estupidez de su amigo al mismo tiempo que le daba una colleja.

Harry lo miró. A Lupin le brillaban los ojos.

—¿Cómo lo sabe? —preguntó Harry

—Me lo ha dicho la profesora McGonagall —explicó Lu­pin, pasándole a Harry una taza descascarillada—. No te preocupa, ¿verdad?

—No —respondió Harry

Pensó por un momento en contarle a Lupin lo del perro que había visto en la calle Magnolia, pero se contuvo. No quería que Lupin creyera que era un cobarde y menos desde que el profesor parecía suponer que no podía enfrentarse a un boggart.

Muchos entendían a que se había debido eso así que no dijeron nada.

Algo de los pensamientos de Harry debió de reflejarse en su cara, porque Lupin dijo:

—¿Estás preocupado por algo, Harry?

—No —mintió Harry. Sorbió un poco de té y vio que el grindylow lo amenazaba con el puño—. Sí —dijo de repente, dejando el té en el escritorio de Lupin—. ¿Recuerda el día que nos enfrentamos al boggart?

—Sí —respondió Lupin.

—¿Por qué no me dejó enfrentarme a él? —le preguntó.

Lupin alzó las cejas.

—Creí que estaba claro —dijo sorprendido.

Harry, que había imaginado que Lupin lo negaría, se quedó atónito.

—¿Por qué? —volvió a preguntar.

—Bueno —respondió Lupin frunciendo un poco el en­trecejo—, pensé que si el boggart se enfrentaba contigo adoptaría la forma de lord Voldemort.

Muchos se estremecieron.

Harry se le quedó mirando, impresionado. No sólo era aquélla la respuesta que menos esperaba, sino que además Lupin había pronunciado el nombre de Voldemort. La única persona a la que había oído pronunciar ese nombre (aparte de él mismo) era el profesor Dumbledore.

—Es evidente que estaba en un error —añadió Lupin, frunciendo el entrecejo—. Pero no creí que fuera buena idea que Voldemort se materializase en la sala de profesores. Pen­sé que se aterrorizarían.

Muchos asintieron, asustados solo con pensarlo.

—El primero en quien pensé fue Voldemort —dijo Harry con sinceridad—. Pero luego recordé a los dementores.

—Ya veo —dijo Lupin pensativamente—. Bien, bien..., estoy impresionado. —Sonrió ligeramente ante la cara de sorpresa que ponía Harry—. Eso sugiere que lo que más miedo te da es... el miedo. Muy sensato, Harry.

Muchos asintieron mirando a Harry impresionados. Tenerle miedo al propio miedo, eso era algo muy sabio.

Harry no supo qué contestar; de forma que dio otro sor­bo al té.

—¿Así que pensabas que no te creía capaz de enfrentar­te a un boggart? —dijo Lupin astutamente.

—Bueno..., sí —dijo Harry. Estaba mucho más conten­to—. Profesor Lupin, usted conoce a los dementores...

Le interrumpieron unos golpes en la puerta.

—Adelante —dijo Lupin.

Se abrió la puerta y entró Snape. Llevaba una copa de la que salía un poco de humo 

Algunos intuían de que se trataba aquella bebida.

y se detuvo al ver a Harry. Entor­nó sus ojos negros.

—¡Ah, Severus! —dijo Lupin sonriendo—. Muchas gra­cias. ¿Podrías dejarlo aquí, en el escritorio? —Snape posó la copa humeante. Sus ojos pasaban de Harry a Lupin—. Esta­ba enseñando a Harry mi grindylow —dijo Lupin con cordia­lidad, señalando el depósito.

—Fascinante —comentó Snape, sin mirar a la criatu­ra—. Deberías tomártelo ya, Lupin.

—Sí, sí, enseguida —dijo Lupin.

—He hecho un caldero entero. Si necesitas más...

—Seguramente mañana tomaré otro poco. Muchas gra­cias, Severus.

—De nada —respondió Snape. Pero había en sus ojos una expresión que a Harry no le gustó. Salió del despacho retrocediendo, sin sonreír y receloso.

Harry miró la copa con curiosidad. Lupin sonrió.

—El profesor Snape, muy amablemente, me ha prepara­do esta poción —dijo—. Nunca se me ha dado muy bien lo de preparar pociones y ésta es especialmente difícil. —Cogió la copa y la olió—. Es una pena que no admita azúcar —añadió, tomando un sorbito y torciendo la boca.

—¿Por qué...? —comenzó Harry.

Lupin lo miró y respondió a la pregunta que Harry no había acabado de formular:

—No me he encontrado muy bien —dijo—. Esta poción es lo único que me sana. Es una suerte tener de compañero al profesor Snape; no hay muchos magos capaces de prepa­rarla.

Snape no pudo evitar sentirse complacido con el comentario, cosa que llegó a molestarle.

El profesor Lupin bebió otro sorbo y Harry tuvo el im­pulso de quitarle la copa de las manos.

—El profesor Snape está muy interesado por las Artes Oscuras —barbotó.

—¿De verdad? —preguntó Lupin, sin mucho interés, be­biendo otro trago de la poción.

—Hay quien piensa... —Harry dudó, pero se atrevió a seguir hablando—, hay quien piensa que sería capaz de cualquier cosa para conseguir el puesto de profesor de De­fensa Contra las Artes Oscuras.

—¿Creías que iba a envenenarle? —preguntó Lily algo divertida y Harry asintió levemente.

Lupin vació la copa e hizo un gesto de desagrado.

—Asqueroso —dijo—. Bien, Harry. Tengo que seguir tra­bajando. Nos veremos en el banquete.

—De acuerdo —dijo Harry, dejando su taza de té. La copa, ya vacía, seguía echando humo.

—¿Y ya esta? —preguntó James frunciendo el ceño—. ¿No piensas decirle nada sobre nada?

Remus se encogió de hombros.


—Aquí tienes —dijo Ron—. Hemos traído todos los que pu­dimos.

Un chaparrón de caramelos de brillantes colores cayó sobre las piernas de Harry. Ya había anochecido, y Ron y Hermione acababan de hacer su aparición en la sala común, con la cara enrojecida por el frío viento y con pinta de habér­selo pasado mejor que en toda su vida.

—A saber lo que estuvisteis haciendo, pillines —dijo Ginny sonriendo con picardía.

Ambos enrojecieron, aun sabiendo que no había pasado nada extraño.

—Gracias —dijo Harry, cogiendo un paquete de peque­ños y negros diablillos de pimienta—. ¿Cómo es Hogsmeade? ¿Dónde habéis ido?

A juzgar por las apariencias, a todos los sitios. A Dervish y Banges, la tienda de artículos de brujería, a la tienda de ar­tículos de broma de Zonko, a Las Tres Escobas, para tomarse unas cervezas de mantequilla caliente con espuma, y a otros muchos sitios...

—¡La oficina de correos, Harry! ¡Unas doscientas lechu­zas, todas descansando en anaqueles, todas con claves de co­lores que indican la velocidad de cada una!

Los de primer y segundo año abrieron mucho los ojos, impresionados.

Honeydukes tiene un nuevo caramelo: daban mues­tras gratis. Aquí tienes un poco, mira.

—Nos ha parecido ver un ogro. En Las Tres Escobas hay todo tipo de gente...

—Ojalá te hubiéramos traído cerveza de mantequilla. Realmente te reconforta.

—¿Y tú que has hecho? —le preguntó Hermione—. ¿Has trabajado?

—No —respondió Harry—. Lupin me invitó a un té en su despacho. Y entró Snape...

Les contó lo de la copa. Ron se quedó con la boca abierta.

—¿Y Lupin se la bebió? —exclamó—. ¿Está loco?

—¿Tu también pensaste que quería envenenarle? —preguntó Lily divertida.

Hermione miró la hora.

—Será mejor que vayamos bajando El banquete empezará dentro de cinco minutos Pasaron por el retrato entre la multitud, todavía hablando de Snape.

—Pero si él..., ya sabéis... —Hermione bajó la voz, mi­rando a su alrededor con cautela—. Si intentara envenenar a Lupin, no lo haría delante de Harry.

Algunos rieron, teniendo la certeza de que, obviamente, Snape no había intentado envenenar a Lupin.

(NA: Bueno, en el libro pone demasiado "Lupin" y a veces, en vez de Remus, se me va y escribo Lupin, no es importante pero si os molesta os aguantáis ;) )

—Sí, quizá tengas razón —dijo Harry mientras llegaban al vestíbulo y lo cruzaban para entrar en el Gran Comedor. Lo habían decorado con cientos de calabazas con velas den­tro, una bandada de murciélagos vivos que revoloteaban y muchas serpentinas de color naranja brillante que caían del techo como culebras de río.

La comida fue deliciosa. Incluso Hermione y Ron, que estaban que reventaban de los dulces que habían comido en Honeydukes, repitieron. Harry no paraba de mirar a la mesa de los profesores. El profesor Lupin parecía alegre y más sano que nunca. Hablaba animadamente con el pequeñísi­mo profesor Flitwick, que impartía Encantamientos. Harry recorrió la mesa con la mirada hasta el lugar en que se sen­taba Snape. ¿Se lo estaba imaginando o Snape miraba a Lu­pin y parpadeaba más de lo normal?

—Este Snape —dijo Sirius negando con la cabeza—. Coqueteando con nuestro Remus...

El banquete terminó con una actuación de los fan­tasmas de Hogwarts. Saltaron de los muros y de las mesas para llevar a cabo un pequeño vuelo en formación. Nick Casi Decapitado, el fantasma de Gryffindor; cosechó un gran éxi­to con una representación de su propia desastrosa decapi­tación.

Fue una noche tan estupenda que Malfoy no pudo en­turbiar el buen humor de Harry al gritarle por entre la mul­titud, cuando salían del Gran Comedor:

—¡Los dementores te envían recuerdos, Potter!

Muchos volvieron a mirar mal a Malfoy.

Harry, Ron y Hermione siguieron al resto de los de su casa por el camino de la torre de Gryffindor, pero cuando lle­garon al corredor al final del cual estaba el retrato de la se­ñora gorda, lo encontraron atestado de alumnos.

—¿Que pasa? —preguntó Tonks extrañada.

—¿Por qué no entran? —preguntó Ron intrigado.

Harry miró delante de él, por encima de las cabezas. El retrato estaba cerrado.

Todos relacionaron ese hecho con el titulo del capitulo y rápidamente entendieron lo que pasaba.

—Dejadme pasar; por favor —dijo la voz de Percy. Se es­forzaba por abrirse paso a través de la multitud, dándose importancia—. ¿Qué es lo que ocurre? No es posible que na­die se acuerde de la contraseña. Dejadme pasar, soy el Pre­mio Anual.

La multitud guardó silencio entonces, empezando por los de delante. Fue como si un aire frío se extendiera por el corredor. Oyeron que Percy decía con una voz repentinamen­te aguda:

—Que alguien vaya a buscar al profesor Dumbledore, rápido.

Las cabezas se volvieron. Los de atrás se ponían de pun­tillas.

—¿Qué sucede? —preguntó Ginny, que acababa de llegar. Al cabo de un instante hizo su aparición el profesor Dum­bledore, dirigiéndose velozmente hacia el retrato. Los alum­nos de Gryffindor se apretujaban para dejarle paso, y Harry; Ron y Hermione se acercaron un poco para ver qué sucedía.

—¡Anda, mi madr...! —exclamó Hermione, cogiéndose al brazo de Harry.

Ron no pudo evitar soltar un disimulado bufido, algo celoso de que se hubiese agarrado a Harry y no a el. Hermione, por supuesto, se dio cuenta de eso y no pudo evitar sonreír, entre complacida por la reacción del pelirrojo y divertida por la tontería.

La señora gorda había desaparecido del retrato, que ha­bía sido rajado tan ferozmente que algunas tiras del lienzo habían caído al suelo. Faltaban varios trozos grandes.

—Es que eres un genio —le dijo disimuladamente Remus a Sirius mientras negaba con la cabeza, algo divertido por la situación.

Dumbledore dirigió una rápida mirada al retrato es­tropeado y se volvió. Con ojos entristecidos vio a los profe­sores McGonagall, Lupin y Snape, que se acercaban a toda prisa.

—Hay que encontrarla —dijo Dumbledore—. Por favor; profesora McGonagall, dígale enseguida al señor Filch que busque a la señora gorda por todos los cuadros del castillo.

—¡Apañados vais! —dijo una voz socarrona.

Era Peeves, que revoloteaba por encima de la multitud y estaba encantado, como cada vez que veía a los demás preo­cupados por algún problema.

—¿Qué quieres decir, Peeves? —le preguntó Dumbledo­re tranquilamente. La sonrisa de Peeves desapareció. No se atrevía a burlarse de Dumbledore. Adoptó una voz empala­gosa que no era mejor que su risa.

—Le da vergüenza, señor director. No quiere que la vean. Es un desastre de mujer. La vi correr por el paisaje, ha­cia el cuarto piso, señor; esquivando los árboles y gritando algo terrible —dijo con alegría—. Pobrecita —añadió sin con­vicción.

—¿Dijo quién lo ha hecho? —preguntó Dumbledore en voz baja.

Casi todos se esperaban la respuesta.

—Sí, señor director —dijo Peeves, con pinta de estar me­ciendo una bomba en sus brazos—. Se enfadó con ella por­que no le permitió entrar, ¿sabe? —Peeves dio una vuelta de campana y dirigió a Dumbledore una sonrisa por entre sus propias piernas—. Ese Sirius Black tiene un genio insopor­table.

—Y que lo digas —dijo Tonks intentando calmar el serio ambiente que había quedado entre Remus, Sirius, Lily y James, pero no funcionó.

—¿Porque has intentado entrar a la sala común de Gryffindor, Sirius? —preguntó James extrañado, no quería dudar de su amigo pero, definitivamente, esto era muy extraño así que, como mínimo, quería una explicación.

Sirius sonrió tristemente, pensando que a este paso James dudaría de el. Y no quería que eso pasara. Y le dolería si pasaba. Y precisamente por eso no dijo nada, porque pensaba que se merecía algo así por parte de su amigo. Porque Sirius consideraba que James y Lily habían muerto por su culpa.

—Bueno, ¿Quien lee ahora? —preguntó Augusta.

—Yo lo haré —dijo Ginny caminando hasta ella y cogiendo el libro. Comenzó a leer—: La derrota.

Esperar, ¡Tenemos que comer! —dijo McGonagall de pronto, y todos se dieron cuenta de que, ciertamente, estaban muertos de hambre. Habían estado demasiado metidos en la historia.

(NA: Ok, no es una excusa genial, pero es pasable, ¿No? No se como se me había olvidado que comieran).


21 comentarios :

  1. Hola un capitulo genial como siempre.

    Respecto al lemon te podria ayudarte cuando tengas la intencion de escribirlo, mi correo es elgranpedrera1@gmail.com

    ¿Has pensado incluir algunos momentos familiares en la historia?

    Duran-nomo

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  2. Holiwis! Estoy super-mega-hiper-ultra-enganchada a tu historia (y no exagero con el super-mega-hiper-ultra, yo más bien creo que me quedo corta). Me he leído la historia en tres días (para lo único que me despegaba del ordenador y dejaba de leer era para comer e ir al instituto). Estaba esperando este capítulo con ansias, porque mi parabatai y yo nos llamamos Remus Lunático Lupin y Sirius Canuto Black respectivamente para hacer la broma (nos encantan esos dos personajes, los amamos por encima de todo), y aquí es cuando demuestro lo inocente que soy, desgarrando el cuadro que permite la entrada a la sala común del chico al que se supone que quiero matar (MENTIRA, YO SOY MUY PACÍFICO).
    Así que bueno, me despido, y espero que sigas escribiendo.
    Ciao.

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  3. me encanto déjame decirte que 2 capitulo seguidos fue eel mejor regalo atrasado que me hayan dado yo cumpli 14 el viernes 26 de septiembre pero me encanto tu historia

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  4. Verdaderamente no parece muy sensato el comportamiento de Sirius; hubiese sido mejor esconderse, buscar un abogado que lo quisiese representar, siempre habría alguno que quisiera llenarse los boslsillos, y demostrar lo del encantamiento fidelio, no se con veritaserum por elejemplo que ir paseándose por Hogwarts con un cuchllo

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  5. Hello Dait! Aquí LaurieAngel~ Wiii capítulo antes de tiempo! Me has alegrado la tarde :D La frase final de este capítulo nunca falla en emocionarme >.< "Ese Sirius Black tiene un genio insorportable", es genial xD Y el jueves será absolutamente genial porque además del capítulo nuevo hay puente! 4 días de relax~ >w<
    Vas a mandar a Errol? D: Pobrecito! Bueno, al menos también vives en España, no le pillará muy lejos... Mejor quédate la caja de cinco respetos, no merece la pena arriesgar su vida T^T
    De pronto he recordado la muerte de Hedwig. *Se va a un rinconcito a llorar*
    Ok no xD
    Sobre el capítulo, tengo que decir que estaba todo normal hasta que llegué a "Este Snape... Coqueteando con nuestro Remus" y casi muero de risa xDD Y de nuevo la tensión con James y Sirius... aish! Quiero que lo sepa ya! >.<
    Nos vemos el jueves~ ^^

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  6. La utopía sirve para que no nos rindamos a lo que queremos lograr en el mañana, no solo para caminar. También, como producto de la imaginación de uno mismo y como una brisa de ilusión que no se cumplirá. Una parte de nuestro cerebro la crea para el "hubiera" del pasado para nuestro presente, o una simple metáfora del paraíso o la "aventura después de la muerte". :)
    Mis comentarios sobre los capítulos no cambian :3
    ¡Hey! ¡Todos tenemos fallos! Sino, mírame a mí: Estoy más loca que todo un manicomio junto. xD
    BE-SO-TES
    Serenity94 (fan.net)

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  7. Mu buen cap! Gracias por actualizar hoy juju mañana actualizaras? Me encanta tu ghistoria pero agregaria mas harry/ginny remus/tonks y draco/astoria ajajja me encanta tu fic seria lejos mejor cn harry y ginny de pareja;) solo ea una GRAN sugerencia. Deberias pkner mas tiempo en familia y nose ajaja me encanta

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  8. puede que la perfección no exista, y sí, intentando alcanzarla se mejora, evidentemente, me parece bastante sincero y nada narcisista el que lo digas así. yo también soy bastante perfeccionista, tanto en trabajos, como en exámenes, empiezo a poner detalles y me pierdo completamente. de todas formas, a mi parecer tus capítulos cada vez se acercan más a la perfección;)
    me encanta la frase de la utopía:) es genial
    besos, Nuria13C

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  9. brujaflu: hola exelente capitulo , bueno yo diría que tu animal seria un zorro sip y bueno mi animal estaría entre un cuervo , leopardo, o koala ( si pudiera dormir tanto )

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  10. Hola, hola !!! Wow, solo pasaba por aquí para ver los comentarios que te hacían, jeje porque también me gusta leer los comentarios XD y me sorprendí al ver que ya habías actualizado tu muy bien n_n solo que ahora para l jueves tendré que esperar, pero bueno vale la pena esperar tus actualizaciones y a mi me han parecido perfectas y todo lo que escribes y la forma en que te desenvuelves.

    Y por cierto eso de alertas te confirmo que no sirven, porque nunca me llega la alerta, así que termino pasando de vez en cuando para ver si hay algo y los días de actualización a cada rato como el sábado jeje

    Bueno me retiro por el momento pero nos seguimos leyendo vale cuídate y saluditos =)

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  11. Estaba comiendo ramitas (esas de Evercrisp) y casi me atraganto con la parte de "Ese Snape, coqueteando con nuestro Remus". Es que en serio, morí de risa. El capítulo fue genialoso x'D. Te adoro por actualizar antes <3. Aunque ahora deberé esperar más :c...

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  12. Me quieres matar verdad? Remus y snape? Sinceramente asqueroso, además la "pequeña e inocente" tonks se partiría el corazón, ya quiero que lleguemos donde las lecciones del patronun, harás que la bola de incrédulos dude que si harry lo lograría? Y que reacción tendrán con la profecía?

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  13. Phoenix1993
    Me encanta espero el próximo

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  14. Holas dait comento de nuevo,muy buen capitulo en serio tienes un futuro increíble.
    No quiero que parezca un interrogatorio pero tengo 2 preguntitas:
    1-Cual de las 3 generaciones te gusta mas?(Merodeadores,Harry y demas,hijos de Harry y demas)
    2-Que te parece la pareja Sirius-Remus?A mi me parece horrible pero tengo una amiga que esta obsesionada con esos dos ajajja
    Saludos Dait de otra vez: Dementhor Potter

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  15. marianaPotterWeasley7 de octubre de 2014, 19:04

    Gracias por actualizar! Me ha encantado este capitulo. Te comprendo, yo también soy demasiado proteccionista y me ocurre lo mismo que a ti: al final no hago nada. Hasta la próxima actualización!

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  16. Quiero leer la derrota. ¡Quiero! ¡Quiero!
    Por un día no puedes adelantar la subida ¿no? Jajajajaj

    No veas que alegría me he llevado cuando me he dado cuenta que es martes y que habías subido capítulo jajajaj, lo que es no tener nada que hacer.

    Como siiempre te repito que me ha encantado el capítulo y que siigas así de bien. La perfección esta bien tenerla en mente, pero obsesionarse con ella ya es malo: no te excedas (consejo, sii quieres lo tomas y si no lo ignoras jajajaj)

    Hasta el tan esperado jueves.

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  17. Holaa Datil (tambien me acostumbre), llamame lunatica-obsecionada, Maria Núñez suena muy formal Xd
    y si, es mi nombre, pero no el principal, es el que nadie usa al llamarme... pero buee, ya e protegido mi identidad y no aparecere como Maria XDD.

    Linda sorpresa, no se si amarte por subir dos dias seguidos o odiarte por hacerme esperar mas... y lo encontre por casualidad por que si no me lo habria perdido, algo impensable, sin embargo hasta hoy me acorde que no comente XD ups

    No me acuerdo bien el cap pero si me acuerdo que, CASI LOS MATAS DE INANICION, okno no me acuerdo que pasa en el siguiente cap, si es el partido lloro de alegria y corro por mi barrio como loca... lo estoy esperando **
    bueno, lindo capitulo, sigue asi eres genialmente cool boy!!
    Besos

    Lunatica-obsesionada

    P.D interesante tu boggart que gran aprecio a tu hermano, yo no estoy segura de cual seria ni mi boggart, mi amortentia ni el patronus.

    P.D2 mediocre comentario lo se, pero no tengo tiempo :(

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  18. Hola de nuevo! xD
    En realidad no tengo un genero preferido, normalmente me dejo llevar por las historia xP... Aunque el Shonen y el Shoujo son los que mas veo, también suelo ver Gore (por culpa de una amiga, que por cierto ya no soporta ver ni leer gore u.u); aunque yo he visto de todo (por una prima media loca xD)... Me gustan un poco las comedias, aunque a veces te quedas con cara de o.O...
    No se si lo conozcas o como se llamara en tu país... Pero es el pastel que se hace con pan de chocolate y flan... Me gusta mucho *-*
    Black Rose
    PD: Cuando he dicho que he visto de todo, es porque lo he hecho
    PD2: Algunos géneros fueron una apuesta
    PD3: Una apuesta es una apuesta
    PD4: Solo por decir algo, ¿Cual es tu color favorito?
    PD5: Yo tengo 4 colores favorito xD....

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  19. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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    Respuestas
    1. Muy bueno. 
      Te odio por hacerme esperar hasta hoy y haber publicado ayer sabes?, deje se hacer mis deberes para esto y me encuentro con que pude leerlo ayer. :@ Ya quiero que llegue el capítulo de las clases entre Remus y Harry para realizar el patronus..espero ver las reacciones de todos xddd..Tambien espero ver más momentos entee parejas, extraño a Remus y Tonks ♡

      Aqui se despide AnGeeC

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  20. Solo te diré una cosa para q sepas cuanto me gusta tu historia y q si la dejas te buscare y t daré una paliza.... Te puse como marcador

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