domingo, 11 de junio de 2017

El traslador


Mi mamá tu mamá pueden volar.
Mi mamá tu mamá, las brujas no lloran

¿Qué? ¡Claro que no, mamá! Claro que no estoy diciendo que seas una bruja. Aunque...

Bueno, ya no hay marcha atrás, moriré con las botas puestas. Dadme un par de capítulos para entrar en calor, que hace mucho que no escribo.

Antes de volver a castigaros con mis rudimentarias palabras me gustaría felicitaros a todos por haberme aguantado hasta ahora y (a los más locos) por seguir haciendolo. No se si halagaros o compadecerme de vosotros. 

PD: cualquier cosa extraña o carente de lógica que encontréis no es mía, es de mi gata y de su peculiar sentido del humor. He dicho.


Todos los J.K. Rowling pertenecen los fragmentos del personaje original de un libro.

—¿Y se puede saber qué piensas hacer para cambiar las cosas? —le preguntó una adulta Hermione a su mejor amigo.

Harry había mencionado que quería cambiar las cosas. Tenían un plan, pero este no incluía salvar a Cedric. Hermione sabía que Harry se sentía culpable por la muerte de este, pero tampoco era tan ingenua como para pensar que el cambio en el plan buscaba exclusivamente salvar a Cedric. Si hubieran podido preparar un plan que lo permitiese lo habrían hecho desde un principio... En ese caso, ¿que cambios implicaba todo esto en el plan original? ¿estaría Harry pensando en salvar a alguien más? 

—Harry... —insistió Hermione —. Dime que tienes un plan con fundamento y que no vas a hacer ninguna estupidez...

Harry cogió aire y se limitó a decir:

—Tengo que hablar con mi padre.

● ● 

El traslador —leyó el señor Diggory con cierta emoción.

(DN: Ya que estamos, ¿alguien sabe por qué el antiguo yo hizo leer a Amos justo cuando se reencuentra con su difunto hijo? Debo estar muerto por dentro.)


Cuando, en la habitación de Ron, la señora Weasley lo za­randeó para despertarlo, a Harry le pareció que acababa de acostarse.

Algunos miraron Ginny divertidos (DN: Em... sí, ahora Ginny es Harry, por alguna razón relacionada con unos hijos bastante retorcidos).

—Es la hora de irse, Harry, cielo —le susurró, dejándo­lo para ir a despertar a Ron.

Harry buscó las gafas con la mano, se las puso y se sen­tó en la cama. Fuera todavía estaba oscuro. Ron decía algo incomprensible mientras su madre lo levantaba. A los pies del colchón vio dos formas grandes y despeinadas que sur­gían de sendos líos de mantas.

—¿Ya es la hora? —preguntó Fred, más dormido que despierto.

Se vistieron en silencio, demasiado adormecidos para hablar, y luego, bostezando y desperezándose, los cuatro bajaron la escalera camino de la cocina.

La señora Weasley removía el contenido de una olla puesta sobre el fuego, y el señor Weasley, sentado a la mesa, comprobaba un manojo de grandes entradas de pergamino. Levantó la vista cuando los chicos entraron y extendió los brazos para que pudieran verle mejor la ropa. Llevaba lo que parecía un jersey de golf y unos vaqueros muy viejos que le venían algo grandes y que sujetaba a la cintura con un grue­so cinturón de cuero.

—Se ve tan bien en tí la ropa de muggle... —le dijo Molly de forma seductora a su marido mientras se acercaba hacia su oido—. Aunque, sinceramente, la ropa en tí es un desperdicio... ¡Debería denunciarte! ya sabes que estoy en contra de la censura en el arte.

Arthur vio escrito en los ardientes ojos de su esposa la frase "tomame aquí y ahora, Weasley". Arthur nunca había sido muy bueno reteniendo sus impulsos, así que lo hizo. La tomó de la mano y le sonrió con dulzura. Sintiendolo mucho, había que tener algo de respeto con la escuela de sus hijos, ¿no?

(A esto me refería con que mi gata en el teclado es un peligro, pero ella manda en esta casa, ya lo siento) 

—¿Qué os parece? —preguntó—. Se supone que vamos de incógnito... ¿Parezco un muggle, Harry?

—Sí —respondió Harry, sonriendo—. Está muy bien.

—¿Dónde están Bill y Charlie y Pe... Pe... Perry? —pre­guntó George, sin lograr reprimir un descomunal bostezo.

—Bueno, van a aparecerse, ¿no? —dijo la señora Weas­ley, cargando con la olla hasta la mesa y comenzando a ser­vir las gachas de avena en los cuencos con un cazo—, así que pueden dormir un poco más.

—¡Que poca solidaridad! —protestó Ron negando con la cabeza en señal de desaprobación.

—Oh, ¿así que ahora eres un chico solidario? —le preguntó Hermione emocionada mientras rebuscaba en sus bolsillos—. Toma. Aquí tienes unas insignias de la P.E.D.D.O, ve a buscar afiliados. Recuerda, la cuota por afiliación es de dos sickles.

—Eh.. oh... ah... ¿eh? —balbuceó Ron, que no estaba del todo seguro de como se había metido en este marrón solo por protestar un poco—. Sí, sí, por supuesto. Claro.

—Eres un cielo —le aseguró su sonriente novia mientras Ginny se reía de el con el cuerpo de Harry.

Harry sabía que aparecerse era algo muy difícil; había que desaparecer de un lugar y reaparecer en otro casi al mismo tiempo.

—O sea, que siguen en la cama... —dijo Fred de malhu­mor, acercándose su cuenco de gachas—. ¿Y por qué no po­demos aparecernos nosotros también?

—Porque no tenéis la edad y no habéis pasado el exa­men —contestó bruscamente la señora Weasley—. ¿Y dón­de se han metido esas chicas?

—¡Eso! —protestó Sirius—. ¿donde están las chicas? Me estoy cansando de esperar. Aquí solo hay niñas y un trozo de plastilina moldeable. Sin ofender, Tonks.

—Oh, pobre Canuto... —se burló James—. Perdió su tiempo en Hogwarts saltando de flor en flor y ahora se siente solo... ¿quien iba a pensarlo? Tal vez ahora quiera usted disculparse con el hombre que sabía lo que hacía.

—Por favor, prefiero morir solo a ser la mitad de lo baboso que fuiste en esos años —afirmó Sirius—. Oye, ¿y que habrá sido de Cat?

Hacía mucho que no pensaba en ella. Esa chiquilla insoportable. Los dementores la habían borrado de su mente, pero la llegada de James y Lily la había hecho despertar. Siempre había sido un grano en el culo, pero la echaba de menos.

—¿Catherine? ¿Catherine pulmones negros? —le preguntó Remus extrañado, Sirius asintió—. Se marchó del pais con sus padres, creo, aunque conociendola tal vez se escapara de casa antes del viaje. Nunca me pareció que quisiese huir de Voldemort.

—Es una chica interesante —comentó James con una sonrisa—. aunque Lily no la soporta.

—¡No es que no la soporte, es solo que...

—...qué no la soportas —terminó James—. Vamos, Lil, que haya gente que no te guste no te hace peor persona. Y ya no eres prefecta ni nada de eso.

Lily suspiró, la historia era más larga y enrevesada de lo que James imaginaba.

(DN: sinceramente, ni siqueira se quien es esa)

Salió de la cocina y la oyeron subir la escalera.

—¿Hay que pasar un examen para poder aparecerse? —preguntó Harry.

En ese momento Lily y James compartieron una de esas miradas. Una de esas miradas en las que dos padres, sin necesidad de palabras, discuten entre ellos que es lo que van a decirle a su hijo. Lily sabía que James no aprobaba la necesidad de examenes para nada, y, aunque entendía el punto, ella sabía que si había examenes era por una razón. Mantuvo firmemente la mirada hasta que James desistió.

—Si, Harry, aparecerse sin aprobar el examen puede causar castigos severos por parte de Lily —le explicó James.

—Que tonto eres, en serio —le aseguró su esposa—. sabes que aparecerse es peligroso, el examen certifica que estás cualificado para hacerlo. Sin el eres un peligro para ti y para los demas, ¿queda claro?

—Sí, mamá —dijeron padre y nuera (os recuerdo nuevamente que Ginny es Harry en estos momentos, es bastante confuso).

—Desde luego —respondió el señor Weasley, poniendo a buen recaudo las entradas en el bolsillo trasero del panta­lón—. El Departamento de Transportes Mágicos tuvo que multar el otro día a un par de personas por aparecerse sin tener el carné. La aparición no es fácil, y cuando no se hace como se debe puede traer complicaciones muy desagrada­bles. Esos dos que os digo se escindieron.

Todos hicieron gestos de desagrado menos Harry.

—¿Se escindieron? —repitió Harry, desorientado.

—La mitad del cuerpo quedó atrás —explicó el señor Weasley, echándose con la cuchara un montón de melaza en su cuenco de gachas—. Y, por supuesto, estaban inmoviliza­dos. No tenían ningún modo de moverse. Tuvieron que es­perar a que llegara el Equipo de Reversión de Accidentes Mágicos y los recompusiera. Hubo que hacer un montón de papeleo, os lo puedo asegurar, con tantos muggles que vie­ron los trozos que habían dejado atrás...

Harry se imaginó en ese instante un par de piernas y un ojo tirados en la acera de Privet Drive.

—¿Quedaron bien? —preguntó Harry, asustado.

—Sí —respondió el señor Weasley con tranquilidad—. Pero les cayó una buena multa, y me parece que no van a repetir la experiencia por mucha prisa que tengan. Con la aparición no se juega. Hay muchos magos adultos que no quieren utilizarla. Prefieren la escoba: es más lenta, pero más segura.

—Pues yo no estoy tan segura —comentó Hermione, a la que ninguna de las opciones le resultaba demasiado tentadora, ¿por qué no podía Ron cargarla como a una princesa cada vez que tuviera que desplazarse? Hermione se mordió el labio. Esto de estar enamorada la estaba volviendo tonta de remate.

—¿Pero Bill, Charlie y Percy sí que pueden?

—Charlie tuvo que repetir el examen —dijo Fred, con una sonrisita—. La primera vez se lo cargaron porque apa­reció ocho kilómetros más al sur de donde se suponía que te­nía que ir. Apareció justo encima de unos viejecitos que estaban haciendo la compra, ¿os acordáis?

Muchos rieron al imaginarlo, pero no Lily, que estaba esforzandose todo lo que podía por parecer una madre responsable. Pobres viejecitos ¿no? que susto tuvieron que llevarse. Ni Luna, a la que le parecía lo más natural del mundo. Ni tampoco Remus, que estaba extrañamente ocupado investigando los pequeños detalles que siempre había pasado por alto de la risa de Tonks. Ahora estaba más cerca de ella que nunca, y era algo que tenía que aprovechar.

—Bueno, pero aprobó a la segunda —dijo la señora Weasley, entre un estallido de carcajadas, cuando volvió a entrar en la cocina.

—Percy lo ha conseguido hace sólo dos semanas —dijo George—. Desde entonces, se ha aparecido todas las maña­nas en el piso de abajo para demostrar que es capaz de ha­cerlo.

—Hey Canuto, ¿lo hueles? —le preguntó James con una sonrisa.

—Sí, apesta de verdad... —contestó este con una sonrisa. George les miró frunciendo el ceño—. Apesta a celos.

—¿Celoso? ¿yo? —preguntó George ofendido—. ¿De Percy? ¿Por que iba yo a estar celoso de...

Pero James y Sirius ya no escuchaban. Estaban volviendo interpretar la "Danza de los Celos" con mucha pasión, Fred no tardó en unirse a ellos. No dejaron de bailar hasta que George no paró de protestar, y cuando lo hicieron hasta el mismo Dumbledore aplaudió. Hay que reconocer que a pesar de haber estado trece años en Azkaban las caderas de Sirius tenían mucho estílo. Harry se preguntó si los dementores daban clases de baile en Azkaban.

Se oyeron unos pasos y Hermione y Ginny entraron en la cocina, pálidas y somnolientas.

—¿Por qué nos hemos levantado tan temprano? —pre­guntó Ginny, frotándose los ojos y sentándose a la mesa.

—Tenemos por delante un pequeño paseo —explicó el señor Weasley.

—¿Paseo? —se extrañó Harry—. ¿Vamos a ir andando hasta la sede de los Mundiales?

Harry se mordió el labio avergonzado mientras negaba con la cabeza. No entendía como a veces podía ser tan estúpido.

—No, no, eso está muy lejos —repuso el señor Weasley, sonriendo—. Sólo hay que caminar un poco. Lo que pasa es que resulta difícil que un gran número de magos se reúnan sin llamar la atención de los muggles. Siempre tenemos que ser muy cuidadosos a la hora de viajar, y en una ocasión como la de los Mundiales de quidditch...

—¡George! —exclamó bruscamente la señora Weasley, sobresaltando a todos.

—¿Qué? —preguntó George, en un tono de inocencia que no engañó a nadie.

—¿Qué tienes en el bolsillo?

Muchos rieron mientras los hijos Weasley despotricaban (muy por lo bajini) contra el sexto sentido de su madre.

—¡Nada!

—¡No me mientas!

La señora Weasley apuntó con la varita al bolsillo de George y dijo:

—¡Accio!

Varios objetos pequeños de colores brillantes salieron zumbando del bolsillo de George, que en vano intentó aga­rrar algunos: se fueron todos volando hasta la mano exten­dida de la señora Weasley.

—¡Os dijimos que los destruyerais! —exclamó, furiosa, la señora Weasley, sosteniendo en la mano lo que, sin lugar a dudas, eran más caramelos longuilinguos—. ¡Os dijimos que os deshicierais de todos! ¡Vaciad los bolsillos, vamos, los dos!

Fue una escena desagradable. Evidentemente, los ge­melos habían tratado de sacar de la casa, ocultos, tantos caramelos como podían, y la señora Weasley tuvo que usar el encantamiento convocador para encontrarlos todos.

—¡Accio! ¡Accio! ¡Accio! —fue diciendo, y los caramelos salieron de los lugares más imprevisibles, incluido el forro de la chaqueta de George y el dobladillo de los vaqueros de Fred.

—¡Hemos pasado seis meses desarrollándolos! —le gri­tó Fred a su madre, cuando ella los tiró.

—¡Ah, una bonita manera de pasar seis meses! —excla­mó ella—. ¡No me extraña que no tuvierais mejores notas!

El ambiente estaba tenso cuando se despidieron. La se­ñora Weasley aún tenía el entrecejo fruncido cuando besó en la mejilla a su marido, aunque no tanto como los geme­los, que se pusieron las mochilas a la espalda y salieron sin dirigir ni una palabra a su madre.

Molly suspiró. Ser madre no era nada fácil. A veces envidiaba a Arthur, siempre calmado y con una sonrisa. Pero alguien tenía que encargarse de educar a sus hijos. A ella no le gustaba ser la mala, pero alguien tenía que serlo.

—Bueno, pasadlo bien —dijo la señora Weasley—, y portaos como Dios manda —añadió dirigiéndose a los ge­melos, pero ellos no se volvieron ni respondieron—. Os enviaré a Bill, Charlie y Percy hacia mediodía —añadió, mientras el señor Weasley, Harry, Ron, Hermione y Ginny se marchaban por el oscuro patio precedidos por Fred y George.

Hacía fresco y todavía brillaba la luna. Sólo un pálido resplandor en el horizonte, a su derecha, indicaba que el amanecer se hallaba próximo. Harry, que había estado pensando en los miles de magos que se concentrarían para ver los Mundiales de quidditch, apretó el paso para caminar junto al señor Weasley.

—Entonces, ¿cómo vamos a llegar todos sin que lo no­ten los muggles? —preguntó.

—Ha sido un enorme problema de organización —dijo el señor Weasley con un suspiro—. La cuestión es que unos cien mil magos están llegando para presenciar los Mundia­les, y naturalmente no tenemos un lugar mágico lo bastante grande para acomodarlos a todos. Hay lugares donde no pueden entrar los muggles, pero imagínate que intentára­mos meter a miles de magos en el callejón Diagon o en el an­dén nueve y tres cuartos... Así que teníamos que encontrar un buen páramo desierto y poner tantas precauciones anti­muggles como fuera posible. Todo el Ministerio ha estado trabajando en ello durante meses. En primer lugar, por su­puesto, había que escalonar las llegadas. La gente con en­tradas más baratas ha tenido que llegar dos semanas antes. Un número limitado utiliza transportes muggles, pero no podemos abarrotar sus autobuses y trenes. Ten en cuenta que los magos vienen de todas partes del mundo. Algunos se aparecen, claro, pero ha habido que encontrar puntos seguros para su aparición, bien alejados de los mug­gles. Creo que están utilizando como punto de aparición un bosque cercano. Para los que no quieren aparecerse, o no tienen el carné, utilizamos trasladores. Son objetos que sirven para transportar a los magos de un lugar a otro a una hora prevista de antemano. Si es necesario, se puede transportar a la vez un grupo numeroso de personas. Han dispuesto doscientos puntos trasladores en lugares estra­tégicos a lo largo de Gran Bretaña, y el más próximo lo tene­mos en la cima de la colina de Stoatshead. Es allí adonde nos dirigimos.

El señor Weasley señaló delante de ellos, pasado el pue­blo de Ottery St. Catchpole, donde se alzaba una enorme montaña negra.

—¿Qué tipo de objetos son los trasladores? —preguntó Harry con curiosidad.

—Bueno, pueden ser cualquier cosa —respondió el se­ñor Weasley—. Cosas que no llamen la atención, desde luego, para que los muggles no las cojan y jueguen con ellas... Cosas que a ellos les parecerán simplemente ba­sura.

McGonagall estaba sinceramente sorprendida con la cantidad de información útil que había en estos libros. Iba a ser realmente útil para los alumnos, iban a aprender mucho leyendolos. Sobre la magia y sobre la vida.

(¿Sabeís que las personas que han leido Harry Potter tienen menos probabilidades de votar a Donald Trump? Esta comprobado cientificamente. Para eso sirve la ciencia.)

Caminaron con dificultad por el oscuro, frío y húmedo sendero hacia el pueblo. Sólo sus pasos rompían el silencio; el cielo se iluminaba muy despacio, pasando del negro impe­netrable al azul intenso, mientras se acercaban al pueblo. Harry tenía las manos y los pies helados. El señor Weasley miraba el reloj continuamente.

Cuando emprendieron la subida de la colina de Stoats­head no les quedaban fuerzas para hablar, y a menudo trope­zaban en las escondidas madrigueras de conejos o resbalaban en las matas de hierba espesa y oscura. A Harry le costaba respirar, y las piernas le empezaban a fallar cuando por fin los pies encontraron suelo firme.

—¡Uf! —jadeó el señor Weasley, quitándose las gafas y limpiándoselas en el jersey—. Bien, hemos llegado con tiempo. Tenemos diez minutos...

Hermione llegó en último lugar a la cresta de la colina, con la mano puesta en un costado para calmarse el dolor que le causaba el flato.

—Menos leer y más hacer ejercicio —le dijo Tonks con una sonrisa burlona.

—Ahora sólo falta el traslador —dijo el señor Weasley volviendo a ponerse las gafas y buscando a su alrededor—. No será grande... Vamos...

Se desperdigaron para buscar. Sólo llevaban un par de minutos cuando un grito rasgó el aire.

—¡Aquí, Arthur! Aquí, hijo, ya lo tenemos.

Al otro lado de la cima de la colina, se recortaban contra el cielo estrellado dos siluetas altas.

—¡Amos! —dijo sonriendo el señor Weasley mientras se dirigía a zancadas hacia el hombre que había gritado. Los demás lo siguieron.

Muchos se pusieron algo tensos. Si una de las dos siluetas era Amos, la otra debía de ser Cedric. Cedric, su compañero de clase muerto. Su compañero de clase que ahora se encontraba sentado junto a ellos, muy sonriente y rodeando con un brazo la cintura de la que fue su novia y ahora nadie sabía que era.

El señor Weasley le dio la mano a un mago de rostro ru­bicundo y barba escasa de color castaño, que sostenía una bota vieja y enmohecida.

—Éste es Amos Diggory —anunció el señor Weasley—. Trabaja para el Departamento de Regulación y Control de las Criaturas Mágicas. Y creo que ya conocéis a su hijo Ce­dric.

Hermione, que había estado todo el rato desde que habían comenzado a leer pensando la razón por la que estaba Amos leyendo y no junto a su hijo al que creía que no volvería a ver, lo comprendió todo. Era una novedad demasiado grande como para asimilarla en tan poco tiempo, tal vez Dumbledore había considerado adecuado un rato de lectura para que todos mantuvieran la mente ocupada y luego, con más calma, pudieran hablar con Cedric. Aunque claro, esto era solo una teoria. Con Dumbledore nunca se sabe, tal vez en algún momento le de por hacer cargar a Harry una enorme roca por todo Hogwarts.

Cedric Diggory, un chico muy guapo de unos diecisiete años, 

Cedric miró a Ginny (ejem, a el cuerpo de Harry) con una sonrisa burlona. Y no fue el único. Aunque, siendo Cedric del que se hablaba, nadie se atrevió a bromear con que aún estaba a tiempo de pedirle una cita y llevarle a tomar un té a Madame Pudipié.

era capitán y buscador del equipo de quidditch de la casa Hufflepuff, en Hogwarts.

—Hola —saludó Cedric, mirándolos a todos.

Todos le devolvieron el saludo, salvo Fred y George, que se limitaron a hacer un gesto de cabeza. Aún no habían per­donado a Cedric que venciera al equipo de Gryffindor en el partido de quidditch del año anterior.

Todos recordaban la aparición de los dementores. Menos Amos, claro, que sonreía con orgullo.

—¿Ha sido muy larga la caminata, Arthur? —preguntó el padre de Cedric.

—No demasiado —respondió el señor Weasley—. Vivi­mos justo al otro lado de ese pueblo. ¿Y vosotros?

—Hemos tenido que levantarnos a las dos, ¿verdad, Ced? ¡Qué felicidad cuando tenga por fin el carné de apa­rición! 

Amos daría lo que fuera por volver a ese día, levantarse a las dos de la mañana y caminar hasta aquella estúpida bota. Con su hijo. Vivo. Cerró los ojos con fuerza durante unos instantes. No iba a llorar ahora.

Pero, bueno, no nos podemos quejar. No nos perderíamos los Mundiales de quidditch ni por un saco de galeones... que es lo que nos han costado las entradas, más o menos. Aunque, en fin, no me ha salido tan caro como a otros...

Amos Diggory echó una mirada bonachona a los hijos del señor Weasley, a Harry y a Hermione.

—¿Son todos tuyos, Arthur?

—Lo serán —le prometió Molly a Arthur al oido mientras este rodaba los ojos. Su mujer y su obsesión con formar parejas en su mente. En serio, Arthur no podía imaginar un mundo donde los humanos se dedicasen a obsesionarse con parejas ficticias. Le resultaba casi enfermizo imaginarse a alguien imaginando o incluso escribiendo historias acerca de esas personas. O que hablasen de ello publicamente y les llamasen sus "OTP" o algo por el estilo. Un escalofrio recorrió su espalda. Un mundo como ese tendría que estar cerca del apocalipsis.

—No, sólo los pelirrojos —aclaró el señor Weasley, se­ñalando a sus hijos—. Ésta es Hermione, amiga de Ron... y éste es Harry, otro amigo...

—Amiga lo que se dice amiga... —bromeo Ginny utilizando la boca de Harry.

—¡Por las barbas de Merlín! —exclamó Amos Diggory abriendo los ojos—. ¿Harry? ¿Harry Potter?

—Ehhh... sí —contestó Harry.

Harry ya estaba acostumbrado a la curiosidad de la gente y a la manera en que los ojos de todo el mundo se iban inmediatamente hacia la cicatriz en forma de rayo que tenía en la frente, pero seguía sintiéndose incómodo.

—Ced me ha hablado de ti, por supuesto —dijo Amos Diggory—. Nos ha contado lo del partido contra tu equipo, el año pasado... Se lo dije, le dije: esto se lo contarás a tus nietos... Les contarás... ¡que venciste a Harry Potter!

Ginny se esforzó por no parecer irritada. No quería que Harry pareciera un mal perdedor, y ahora ella era Harry.

A Harry no se le ocurrió qué contestar, de forma que se calló. Fred y George volvieron a fruncir el entrecejo. Cedric parecía incómodo.

—Harry se cayó de la escoba, papá —masculló—. Ya te dije que fue un accidente...

—Sí, pero tú no te caíste, ¿a que no? —dijo Amos de manera cordial, dando a su hijo una palmada en la espal­da—. Siempre modesto, mi Ced, tan caballero como de costumbre... Pero ganó el mejor, y estoy seguro de que Harry diría lo mismo, ¿a que sí? Uno se cae de la escoba, el otro aguanta en ella... ¡No hay que ser un genio para saber quién es el mejor!

Ya no era solo Ginny la que tenía que esforzarse. James, Lily, Sirius e incluso Remus estaban esforzandose por permanecer impasibles.

Cedric le pidió disculpas a Ginny con la mirada diciendo algo así como "padres, ya sabes". Aunque, no, probablemente Harry no supiera.

—Ya debe de ser casi la hora —se apresuró a decir el se­ñor Weasley, volviendo a sacar el reloj—. ¿Sabes si espera­mos a alguien más, Amos?

—No. Los Lovegood ya llevan allí una semana, y los Fawcett no consiguieron entradas —repuso el señor Dig­gory—. No hay ninguno más de los nuestros en esta zona, ¿o sí?

—No que yo sepa —dijo el señor Weasley—. Queda un minuto. Será mejor que nos preparemos.

Miró a Harry y a Hermione.

—No tenéis más que tocar el traslador. Nada más: con poner un dedo será suficiente.

—Eso, con un dedo es suficiente. Nada de comerse el traslador —indicó Remus.

—Por última vez Lunático, ni sabía que era un traslador ni me lo estaba comiendo. Solo era un adorable perrito jugando con su ahijado humano —le aseguró Sirius con fastidio.

Con cierta dificultad, debido a las voluminosas mochi­las que llevaban, los nueve se reunieron en torno a la bota vieja que agarraba Amos Diggory.

—Estoy seguro de que la imagen de nueves personas esforzandose por tocar una bota vieja sería una imagen que pasaría bastante desapercibida para un muggle —aseguró Tonks divertida.

Luna parpadeó un par de veces. No entendía por que Tonks había sentido la necesidad de comentar semejante obviedad, ¿por qué no iba a pasar esa imagen desapercibida?

Todos permanecieron en pie, en un apretado círculo, mientras una brisa fría barría la cima de la colina. Nadie ha­bló. Harry pensó de repente lo rara que le parecería aquella imagen a cualquier muggle que se presentara en aquel mo­mento por allí: nueve personas, entre las cuales había dos hombres adultos, sujetando en la oscuridad aquella bota sucia, vieja y asquerosa, esperando...

Luna entrecerró los ojos, confusa. En fin, Harry Potter era un chico bastante raro, eso ya lo sabía.

—Tres... —masculló el señor Weasley, mirando al re­loj—, dos... uno...

Ocurrió inmediatamente: Harry sintió como si un gan­cho, justo debajo del ombligo, tirara de él hacia delante con una fuerza irresistible. Sus pies se habían despegado de la tierra; pudo notar a Ron y a Hermione, cada uno a un lado, porque sus hombros golpeaban contra los suyos. Iban todos a enorme velocidad en medio de un remolino de colores y de una ráfaga de viento que aullaba en sus oídos. Tenía el índi­ce pegado a la bota, como por atracción magnética. Y enton­ces...

Tocó tierra con los pies. Ron se tambaleó contra él y lo hizo caer. El traslador golpeó con un ruido sordo en el suelo, cerca de su cabeza.

Harry levantó la vista. Cedric y los señores Weasley y Diggory permanecían de pie aunque el viento los zarandea­ba. Todos los demás se habían caído al suelo.

—Novatos —se burló James.

—Desde la colina de Stoatshead a las cinco y siete —anunció una voz.

Amos esperó unos segundos antes de levantar la vista.

—Aquí acaba —dijo levantando el libro. Dumbledore asintió.

—Dejalo aquí —le indicó mientras se levantaba—. Ahora vamos a tomarnos todos un largo descanso.

Cho tragó saliva, incomoda. Sintió a Cedric acercarse a su oido.

—Salgamos de aquí —le susurró y, sin esperar respuesta, la tomó de la mano y salieron del gran comedor.

Amos vio a su hijo salir del gran comedor y suspiró, ¿querer acaparar a su hijo ahora que lo había recuperado era un pensamiento demasiado egoista?


Aquí lo dejamos por hoy, amigüitos. Ah... lo echaba de menos. Y también a vosotros, ¿que tal os trata la vida? Ya sabeis lo que dicen: si la vida te da limones, haz limonada, vendela, y comprale a Dait unos batidos de chocolate con los beneficios (solo con los beneficios, el resto es para reinvertir en limones, tampoco perdais el negocio por mi, hombre).

Yo estoy francamente bien. Ya sabeis lo que dicen: si la vida te da la espalda disfruta de la vista de su trasero. Y la verdad es que no está nada mal.

En cuanto a FanFiction... iré subiendo la tercera parte cuando pueda (y me apetezca), cuando esté subida entera empezaré a subir allí la cuarta (this one).

Nos leemos!

Oh, supongo que algunos de vosotros querreís saber cuando viene el siguiente. No os preocupeis, que lo tengo todo planeado. El siguiente capítulo estará disponible el


17 comentarios :

  1. Hola Dátil, me gustó el capítulo, no lo esperaba tan rápido.
    Un gusto leerte (como casi siempre) y espero que sigas disfrutando escribir este fic.

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  2. EL PISTACHO NEGRO TIENE GANAS DE FESTA LOCA

    Me pregunto que nos quieres decir a tus lectores con ello.

    Por otro lado, ha sido un buen capitulo.

    Tambien decirte que es una alegria el que vuelvas a escribir y que el primero haya salido tan rapido.

    Un gran saludo. :)

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  3. Me ha encantado el capitulo y sobretodo que lo subieras tan rápido, cuidate y aquí siempre tendrás a un seguidor que entra todos los días

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  4. Me ha encantado el capitulo y sobretodo que lo subieras tan rápido, cuidate y aquí siempre tendrás a un seguidor que entra todos los días

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  5. Me ha gustado mucho el capítulo. De todas formas te quería pedir que, cuando tengas un poco de tiempo, añadas el capítulo al menu de HP y la lectura de sus libros, y también añadas el enlace al capítulo, al final del capítulo anterior, como has hecho con los anteriores capítulos de los libros.

    Espero que estes bien. Cuidate
    Superhyoga.

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  6. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  7. Con este capitulo renace la leyenda de Dait el amante de las malteadas de chocolate. Aplausos por el regreso y buen capitulo..... ahora llegara lo emocionante.

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  8. Me encanta leerte de vuelta. Un abrazo enorme. Estaré esperando el siguiente. Se pondrá muy interesante.

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  9. Tu gata y mi malvada gemela se conocen seguro... esas ideas vienen de ambas... XD

    Sobre lo de que las personas que han leído Harry Potter tienen menos probabilidades de votar a Trump... creo que a cualquiera que lea, y por tanto tenga un mínimo de cultura y sentido común le pasaría, porque vaya tela el amigo las que está liando y le quedan por liar... ¡Por Merlín unamos a Harry y Ginny yaaaa! ¡Antes de que ese hombre provoque la tercera guerra mundiaaal! fifififiuu...*silbo disimuladamente* ¿Quién habrá dicho eso? pregunto para darle las gracias, porque a pesar del histerismo exagerado de la petición, tengo que decir que estoy de acuerdo con lo de unirles ya, no por otra cosa, por supuesto... *sigo disimulando* ¿cuela? XD

    Me alegra que estés tan bien. Prometo compartir mis batidos de chocolate contigo en agradecimiento a que sigas la historia. Pero ¡ojo compartir! no dártelos todos... estamos hablando de chocolate al fin y al cabo, y eso es sagrado... XD

    Sobre darte tiempo para volver a coger el ritmo, como ya te dije: el que necesites, que aquí nos tendrás a todos esperando para leerte. Buen episodio, aunque espero que el pobre Amos pueda darle un enorme abrazo a su hijo, que ganado se lo tiene... más que Cho desde luego ;) y no sé por qué tu antiguo yo hizo leer a Amos cuando aparecía su hijo, pero lo hecho, hecho está, así que no te preocupes por ello. Seguro que ambos se verán compensados más adelante :)... y ahora ñaniodfnadfn ajdf (momento lucha por el teclado)... ¡Ajáaaa me apoderé de él!*malvada gemela en acción* Una pregunta... aunque no lo hayas puesto aún... ¿Ginny va a experimentar esa "extraña" sensación que experimentan tantos tíos de rascarse los webs constantemente o serás más bueno con ella? XDDD añdhjfañdjaldfj (más lucha por el teclado). Disculpa, mi malvada gemela siempre haciendo todo tipo de comentarios inapropiados e incómodos... ignórala, la pobre está más loca que yo, y eso ya es decir mucho... ;P XDD

    Y de nuevo, aún a riesgo de ser pesada, más vale que sobre que no que falte: ¡Gracias por volver, y por seguir escribiendo! :)

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  10. Asdfghjkl
    Regresaste!!! :0 <3
    Voy a tener que leer desde el principio porque no me acuerdo como iba esto xD
    Gracias por volver!

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  11. Neta gracias por volver!!! Te amoooooo jajajajajajaa o algo asi eres mi escritor favorito de esto
    MLM

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  12. He Dait de tiempo que ha pasado como te extrañe vale y te dire que tienes a un gato bastante estraño pero te quiero decir que mi negocio de limonada va bien te mandare la malteada de chocolate

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  13. No puedo explicar la emoción que sentí al darme cuenta que habías vuelto Dait, cada 2x3 leo la historia desde 0 y ver que actualizaste me puso super feliz, espero que estes bien, besos y espero conti :D

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  14. Hola, Dait. He encontrado muy entretenido el capítulo (Y me alegra ver que sigues teniendo el toque ;D), a pesar de que todo este asunto de "El Ginny y La Harry" me confunde/saca de la carretera un poco. No veas la sorpresa que me llevé cuando entré a tu Blog con la disposición de re-leer el primer libro y me encuentro con que has publicado nuevo episodio.

    Que la Magia esté contigo!
    Nelson III

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  15. Yo aqui queriendo releer algo antiguo por el simple recuerdo de cuando la vida era mejor. Y BOOM, tres entradas nuevas tuyas.
    Eres el mejor <3

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  16. Hola! Vas a seguir actualizando el fic? Me encantan este tipo de historias pero ya leí varias inconclusas y no quisiera comenzar sino tienes planeado terminarla

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  17. Hi! No he leído aún el cap, básicamente porque me quiero re-re-releer toda la historia (porque sí, la he leído varias veces XDD pero hace meses de la última vez y necesito refrescar la memoria). Aun así quiero dejarte este comentario para apoyarte, y decirte que ya mismo me pongo a leer todo y que voy a resistir la tentación de leer este capítulo antes de los demás XD Aunque... es la 1 de la madrugada... debería leer ahora?? *aparece su madre y la lleva de los pelos a la cama* ok ok, solo leeré un cap y me voy a dormir.. o dos... :D
    Hasta la próxima! ^^ LaurieAngel

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